SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 102 – Junio de 2024 – Año XV
ISSN
2250-5385 – Edición trimestral
• Jorge DÍAZ ÁLVAREZ (Cuba - Estados Unidos)
• Carmen BERLANGA CASTAÑO (España)
• Ernesto RODRÍGUEZ DEL VALLE (Cuba - Estados Unidos)
• Sandra LÓPEZ PAZ (Argentina)
• Claudio Iván REMESEIRA (Argentina - Estados Unidos)
• Manuel Fernando ESTÉVEZ GOYTRE (España)
• Isabel FURINI (Argentina - Brasil)
• Paula CASTILLO MONREAL (España)
• Norberto PANNONE (Argentina)
• Norma DUS (Argentina)
• Salomé MOLTÓ (España)
• Jairo Manuel SÁNCHEZ HOYOS (Colombia)
JORGE DÍAZ ÁLVAREZ
Nació en La Habana,
Cuba. A la edad de dieciocho años inició sus estudios de pintura. Poco después realiza
un viaje a África donde reside durante cuatro años, lo que le permite obtener
una mejor experiencia del arte de dicho continente, Luego se traslada a México
y finaliza sus estudios de pintura en la Academia Fager. En 1994 establece su
residencia en Caracas, Venezuela, hasta el año 2000. Ese año se traslada a
Estados Unidos donde reside en la actualidad.
• Exposiciones de
pintura: Ha mantenido unas 36 exhibiciones individuales (varias de ellas
permanentes) en importantes galerías de arte de Estados Unidos, Venezuela,
Argentina, Brasil, Honduras, Cuba y Guinea Bissau, entre los años 1980 a
2024. Ha mantenido unas 35 exhibiciones
colectivas seleccionadas en galerías importantes de esos mismos países, entre
1980 y 2012. Ha mantenido también obras en muestras permanentes con el artista
Gerardo Verdugo.
• Premios y
reconocimientos: La señora Addis Esturo se basó en su obra para hacer su tesis
de grado sobre arte en la Universidad de Miami (Florida) en 2012. Primer premio
en la Feria de Arte de La Habana, Cuba (1993), que ilustró el libro “El Aro de
Fuego” del escritor Sergio Fiallo en 2001. Body
Painting Casa Juancho (Miami, 2003) y Professor Alas School of Art (Miami,
Florida). Tiene
asimismo obras en museos, bibliotecas y centros culturales de Arkansas,
Carolina del Norte, Texas y Florida de Estados Unidos. Su obra ha sido muy
destaca por críticos de arte en diversos medios periodísticos y televisivos de
Estados Unidos.
DONDE
AÚN ALUMBRA EL SOL
Jorge Díaz Álvarez ©
La muchedumbre intenta
cobijarse en cualquier sombra
en la plaza mayor, los
rayos del ardiente sol,
que está parado en la
mitad del día le sofocan,
caminan entre millones
de esperanzas y montones de
desesperanzas,
comentando en susurros los sucesos del día,
esperando que ocurra un
milagro, tal vez una fuerza divina
extienda su mano para
ayudarles a mitigar sus frustraciones,
todas aquellas con las
que arrastran desde hace muchos años,
por un mañana que no
llega y siempre es mañana,
por todas las razones
que los hace soñar con un futuro
en otros confines del
mundo, que los aplasta en sus arenas,
que no los deja sembrar
en su huerto,
que los hace soñar con
cosechas ajenas, con cosechas lejanas.
Una flecha cruza veloz,
para clavarse en el único árbol,
que habita en la plaza,
es el corazón de la ciudad
que palpita levemente,
calentado también por el sol
que está parado en la
mitad del día,
el árbol de la plaza
ese donde se clavó la flecha
será juzgado por
testificar sobre montones de incendios,
millones de derrumbes,
por ser testigo de la crueldad
del Monarca, por estar
ahí cuando la ciudad se desploma
sobre sus piernas y el
polvo se esparce para que no puedan
respirar, porque es una
fórmula eficiente para economizar
oxígeno, mientras la
flecha clavada en su costado va pariendo
hermosas manzanas
verdes, para demostrar que hasta un metal
es fértil en esa tierra
de diferentes matices.
Necesitan un puente,
porque existe un abismo
entre las casas vacías
que rodean la ciudad
y el jardín florecido
con que sueñan los que caminan por la plaza
tratando de cobijarse
del sol, los que caminan por el lugar
donde murió la
esperanza, los que van vendiendo su cuerpo
al mejor postor por ser
la forma más eficaz de ganarse
el pan nuestro de cada
día, donde se empeña en alumbrar
el sol que está parado
en la mitad del día.
EL
SILENCIO
Jorge Díaz Álvarez ©
Una lagrima tallada en
la cara de un payaso
que de un gran salto
atravesó el silencio,
ese que se crea cuando
el hombre
traga lentamente una
espada, o de un sombrero
salen palomas y hasta
un conejo,
mientras un caballo da
vuelta en círculos
para mostrar su
destreza a un público imaginario.
Es el recuerdo de un
gran circo, que se pierde
cuando llega otro con
similares payasos,
el mismo mago que saca
de un sobrero palomas
que salen volando
locamente
y el caballo que
insiste en mostrar
las habilidades de su
entrenador
para complacer a un
espectador, solitario.
Se produce un intenso
frío,
es el invierno sin
importar el mes,
hasta un eclipse que
puede ser largo
y termina cuando
aparece otro circo
que llega lleno de
luces y enormes campanas
y el mago comienza
nuevamente
a parir palomas blancas
que fueron compradas
en la plaza de la
esquina a un bajo precio.
Vuelven a nacer las
esperanzas que iluminan
la calle principal del
corazón,
donde ahora se rompe el
silencio y le abrigan
todos los sueños que
tenía guardados.
Los sordos aplauden y
los ciegos pueden ver las luces,
el insomnio comienza a
sudar copiosamente
y de una garganta seca
salen las palabras,
con la misma sed de
antes, la misma sed de siempre,
mientras tallan una
lagrima en la cara del payaso
que de un gran salto
atraviesa el silencio.
LAS
SIETE VIDAS DEL GATO
Jorge Díaz Álvarez ©
El perro caminó lenta y
cautelosamente hacia el objetivo que con tenacidad perseguía, el asustado
enemigo, al darse cuenta de las malas intenciones reflejada en la mirada
canina, corrió a la mayor velocidad que le permitían sus peludas patas, la cola
estirada apuntaba al cielo en señal de clemencia, mientras pedía a la diosa
Bastet que lo librara de tan desagradable situación, a pesar de su desordenado
andar, con la mirada recorría el camino buscando alternativas salvadoras, de
pronto y sin siquiera dudarlo detuvo su carrera encorvando el lomo, los ojos
gatunos se clavaron como una daga en los de un ratón que comía desperdicios
junto a un tanque de basuras.
El
integrante de una numerosa familia Muridae dejó de roer el pedazo de pan viejo
que mitigaba su hambre para posar sus ojillos negros en aquel inmenso felino
que amenazaba con destrozarle las entrañas, miró a su alrededor tratando de
encontrar una airosa salida a la acuciante situación, no había ningún agujero
lo suficientemente cerca que le permitiera escapar de la amenaza.
El perro
detuvo su andar detrás del ancestral enemigo, con la mirada recorrió el
panorama que se presentaba frente a él, estiró la cola y levantó la pata
delantera derecha, esperando que se presentara la oportunidad de abalanzarse y
terminar la persecución.
El felino
saltó cuando el ratón menos lo esperaba, el roedor sin tiempo a reaccionar
sintió como unos afilados colmillos se clavaban el su cuerpo, la agonía duró
poco tiempo, el gato con el sabor del triunfo entre sus sauces no se percató de
que el perro se había abalanzado ejecutando un malabárico salto para caer
contra él, el peso del animal sobre su peludo cuerpo y la feroz mordida que
sintió en el lomo lo hicieron reaccionar, soltó al ratón y por un descuido de
la fiera canina logró zafarse de aquella boca que segregaba saliva en
abundancia, salió tan veloz como pudo, aferró sus garras a un poste eléctrico y
subió con rapidez, el perro lo observó con furia mientras le mostraba los
afilados colmillos; volvió la cabeza y miró al ratón que yacía muerto a su
lado, fijó nuevamente la mirada en el gato pero ahora en las fauces se dibujaba
una sonrisa, tomó al ratón en su boca y de un mordisco lo engulló sin masticar,
movió la cola con satisfacción, el placer que le proporcionaba haberle quitado
la presa al gato era infinito. Clavo sus pupilas marrones en las verdes del
felino y salió caminando airoso.
El gato
bajo del poste y se acercó sigilosamente a la escena del crimen, los residuos
del pan que comía el ratón estaban en su lugar, al lado de un pote de
estricnina, veneno para ratones se leía en la etiqueta, miró a lo lejos para
ver al perro que babeante se desplomaba sobre sus cuatro patas para no volver a
levantarse, el felino se sonrió, aún le quedaban cinco vidas.
MEDITACIONES
Jorge Díaz Álvarez ©
Doy vueltas a mi
alrededor, para recopilar los cristales rotos que aún permanecen regados por el
piso, no sé cómo hacer para unir todas las partículas que conservan las huellas
de la historia que escribimos en las paredes de aquel cuarto y más allá de esas
fronteras, una historia con el ocre olor de un cigarrillo compartido, con el
sabor de tu cuerpo cuando se mezclaba el sudor con el licor, con tu aroma, con
cada gota de tu ser. Tiendo las manos hacia la nada en mi afán de tocarte una
vez más, para sentir en mi boca el sabor de los dos, tener tu cuerpo desnudo,
acariciar tu sombra, pero palpo otra piel que no es suave como la tuya, que no
tiene tu matiz, que no duele cuando mis manos la recorren, cuando la estrechan
contra mi pecho, que te busca que te pertenece, pero ahora mi corazón late
sobre otro nombre.
En la esquina de
nuestros encuentros están construyendo una nueva ciudad, me paro, la miro, tú
no estás y regreso al pasado a mi pueblo que es tu pueblo, a nuestros caminos
polvorientos, sedientos de un buen aguacero, a los días de sol cuando se doraba
tu espalda y se perlaba de sudor tu frente, a los días en que tu ternura se
cobijaba con mi sombra, a los lunes cuando poníamos flores en un búcaro y nos
sentábamos a leer aquel libro de poesía o a escuchar una canción que nos
alimentaba el espíritu, la piel, el alma, a la calma calentada por nuestros
cuerpos.
Busco en mis recuerdos,
viajo a aquel lugar donde las olas del mar rompían levemente sobre las rocas,
donde nos conocimos, donde estructurábamos el tiempo, aquel lugar que era
nuestro y un día dejó de pertenecernos para siempre, no te encuentro y continúo
caminando por las noches bajo el mismo techo que está cubierto de estrellas,
pero no estás a mi lado, me acompañan los recuerdos y otros besos. Lentamente
recopilo las partículas de la historia de un nosotros y que ahora están
esparcidas por las calles, continúo mi viaje sin tu olor, sin la nostalgia de
tus ojos, sin la luz de tu mirada, sin tu voz y con las manos repletas de los
dos.
Regreso cansado, por el
camino, alguien me pregunta por ti, ya no te ven a mi lado, pongo flores en el
búcaro que está sobre la mesa de la sala y me siento a mirar como le da sombra
al libro de poesía que ya nadie lee, mientras me escurro en el silencio que ha
dejado tu ausencia intentando encontrar tu olor por los rincones, preparo un
café, me tiendo en el diván para pensar en ese nosotros que un día fuimos,
lentamente comienzo a pegar todos aquellos cristales que cuidadosamente recogí,
para leer el pasado, puedo sentir cómo tu cuerpo corre junto al mío, puedo
sentir tus manos en mi piel, tus besos en los míos, mientras otras manos me
acarician con ternura. Con cuidado recojo los vidrios sin saber qué hacer con
ese montón de recuerdos, los lanzo al vacío mientras miro hacia la esquina de
nuestros encuentros, se construye una hermosa ciudad.
QUIERO
AGRADECER
Jorge Díaz Álvarez ©
Quiero agradecer al
aroma
de los cuatro sabores,
a la textura de la
vida,
al perfume de la noche,
a la luz sobre el
olvido
agradecer al monte, al
árbol
y a ti.
Quiero agradecer a la
música,
a los atardeceres,
a nuestros mensajes
ocultos
al llanto de la lluvia,
a la sangre de la
tierra,
a los espíritus del
cielo,
al contraste de los
colores.
Quiero agradecer la
suave
despedida del hoy
al olvido del ayer,
a la sonrisa del mañana
y a ti, siempre a ti.
SOÑÉ
CONTIGO
Jorge Díaz Álvarez ©
Anoche soñé con las
estrellas,
con tu fantasma
deambulando
en un bosque repleto de
olivos.
soñé con una tierra
cercenada por el tiempo,
carcomida por los años,
cuarteada por la sed.
Mas allá en el universo
vi mi semen guardado en
una esfera
en una cripta,
para germinar mi mundo,
para repoblar la vida.
Anoche soñé que vivía
entre las llamas
que surgían de la
devastada tierra,
luché para salvar mi
mundo interno,
soñé contigo, con las
estrellas,
con mi semen guardado
en una esfera
con tu fantasma
deambulando
entre las ramas de un
olivo,
soñé simplemente…
contigo.
CARMEN
BERLANGA CASTAÑO
Escritora española
(Valencia, España, 1998). Su interés por la poesía nació en la infancia gracias
a los libros que le regalaban sus padres y a las clases de dramatización que se
impartían una hora por semana para el alumnado de los últimos cursos de primaria.
En 2010 ganó el premio de escritura de su colegio, el Instituto Valenciano de
Audiofonología Luis Fortich, a la mejor redacción. Su poema Por ahorrar tiempo fue publicado en 2020
en la revista Almiar.
Entre 2021 y 2023
estudió el Grado Superior en Gestión Forestal y del Medio Natural. Actualmente,
trabaja como técnico de experimentación forestal en un proyecto de
investigación en el centro de Francia.
La prestigiosa revista
venezolana Letralia ha publicado
varios de sus poemas.
ACEITE DE CALÉNDULA
Carmen
Berlanga Castaño ©
Suaves
labios de caléndula
sanan
el rostro en un pasado herido
De
ellos nacen maltrechos besos
que
no conocen la necesidad de ser salvados
Acudiré,
aun
con las cornetas mudas y las tripas colgando
a
la llamada no pronunciada
del
eco que arrastran unos labios
hendidos
por la pena
Escalarás
las terrazas
hasta
el olivo que crece en mi garganta
y
beberás del aceite que de mis entrañas mana
Yaceré
expuesta,
abierta
en canal,
con
la esperanza de alimentar a la tierra
que
un día me dio cobijo,
bajo
un sol que descansa sobre la barbilla
de
un horizonte que clama sangre
Y
tú, preso por un afán de primavera,
me
coserás a besos,
sanando
esos heridos labios tuyos
UN YO MÁS SINCERO
Carmen
Berlanga Castaño ©
Lo
confieso,
jamás
quise ver más allá del horizonte
como
el rojo cielo saluda a la noche.
Yo
me mantengo en el oscuro ahora.
Si
nunca mis ojos han previsto el alba,
no
me culpéis,
si
no me despierto a buscar un mañana.
POR AHORRAR TIEMPO
Carmen
Berlanga Castaño ©
La
verdad es que prefiero quedarme
sin
mechero
antes
que quedarme sin tabaco.
Puedo
beber a morro
y
no hace falta llevar braguitas
bajo
la falda.
Escribe
rápido,
quiere
a medias.
Limpia
lo justo.
y
esfuérzate,
pero
solo a veces.
Habla
poco.
Huye
como una condenada
de
cualquier cosa que te haga sentir algo.
Fuma
y bebe deprisa.
Aprende
a tocar el piano,
la
batería y la guitarra,
pero
solo durante un tiempo.
Pierde
cosas
y
no te esfuerces por encontrarlas.
Investiga
para
que luego no te sirva de nada.
No
te lleves el mérito.
Toma
vitaminas
y
finge que funcionan.
Ten
manías extrañas.
Dedícate
a ello
y
la gente te preguntará
cómo
lo haces
para
ser tan feliz,
mientras
que solo tú sabes
que
eres feliz a medias.
Mientras
que a veces disfrutas de la vida
y
otras veces
tienes
que escribir
para
olvidar que quieres estar muerta.
ÚLTIMAS PALABRAS
Carmen
Berlanga Castaño ©
Sacad
vuestras palas,
polvorientas
y olvidadas
dentro
de la leyenda
de
su propia existencia
Hoy
toca clavar balizas
y
sentarnos a mirar
el
ocaso de los dioses
Bukowski,
hoy brindaremos por ti
Arderán
en la hoguera
vuestros
versos estirados
“Clac”
Los
huesos rotos de las musas
alimentan
a los perros del Averno
La
métrica y la forma,
desgastadas,
dadas
de sí,
enterradas
bajo el fango
Hoy
perecen nuestros ancestros
ante
la falta de futuro
Hoy
bailarán las masas
y
el tiempo se detendrá
para
aquellos que viven con él,
que
viven de él
Que
lo arrastran,
lo
acompañan
Para
aquellos que lo desentierran de la mediocridad
y
lo ensalzan como un trofeo
Señoras
y señores,
hoy
la poesía ha muerto
y
estas son sus últimas palabras
AMAPOLA
Carmen
Berlanga Castaño ©
De
migajas de pan arrojadas al suelo
me
alimento
A
cada amanecer,
con
las manecillas clavadas en el suelo,
angustiadas
por la presencia de un nuevo día,
dedico
con mis labios un quejido al suelo
y
bebo del rocío que descansa
sobre
la fría sangre
Flores
rojas de veneno
me
alimentan
y
la escuálida hierba,
verde
de envidia,
saca
pecho
imitando
a las majestuosas flores
que
la primavera ha despertado
Ingrata
flor, yo te ruego,
dame
cobijo junto a ese escamoso tallo
Hazme
cosquillas con el viento
Viviré
de lo que el cielo desee darme
Pero
a ti te ruego, amapola,
dame
amor y consuelo
y
cúbreme con tu sombra
para
tapar un amanecer,
un
pueblo,
un
océano,
un
mundo,
un
hombre,
del
que sólo obtengo palabras
A PESAR DE TODO
Carmen
Berlanga Castaño ©
Como
la pluma que vuela
a
pesar de haberse desprendido del ala,
seguimos
respirando,
a
pesar de haber dicho adiós.
ERNESTO RODRÍGUEZ DEL VALLE
Camagüey, Cuba. Editor,
poeta y narrador. Docente. Licenciado en español y educación artística. Se
inicia en la literatura a finales de 1965 como miembro fundador de la Brigada
Hermanos Saiz (BHS) en la ciudad de Camagüey.
Aparece en varias
antologías, entre ellas la más importante: La
poesía cósmica cubana, tomo II (del Frente de Afirmación Hispana. México
2002).
Fundó en abril del 2007
la revista GUATINÍ en formato digital. Creador de las estructuras poéticas,
neoclásicas, el Decineto y el Pernestto. Reside en Estados Unidos de
América.
Para conocer más sobre
este autor ir a la enciclopedia cubana EcuRed: https://www.ecured.cu/Ernesto_Rodríguez_del_Valle
En su blog
Alaspalabras, de Wordpress:
https://erdelvalle.wordpress.com/
En espanol-agonia de
Hungría.
https://espanol.agonia.net/index.php/author/0030296/index.html
Más sobre sus obras y
trayectoria literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 98:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2023/06/blog-post.html
Sobre sus obras, puede
consultarse también:
https://www.escritores.org/libros/index.php/item/ernesto-r-del-valle
Del poemario Razones del camaleón (Akeru digital,
Santo Domingo, 2021):
SILENCIO
Ernesto R. del Vale ©
Abrazo este silencio de
cera derretida.
Silencio que agiganta
su voz en mis colmenas.
Callar de lengua viva
con la paz de lo blanco
donde la cruz no es más
que callado sepulcro.
Consume tristes velas
mi espacio sorprendido
por tan sólo una rosa
de pétalos abiertos
Entonces el silencio
detiene el cansancio, apura la miel de un beso mudo,
sin miedo... y se
arrodilla.
ULTIMATUM
Ernesto R. del Vale ©
A este cuerpo mío
¿cuánto le falta por amar?
si en la frenética luz
de la razón
se vierte desolado el
licor de las horas
y bebemos casi locos
los últimos fuegos
como breve maniobra de
estrategia
en que el alma saluda
la territoriedad
de lo posible.
HUELLA
Ernesto R. del Vale ©
Pretérita cicatriz,
llama congelada
en la boca del tiempo
donde todo es nada
y la nada una flor
ovillada en la memoria.
Presente y lacerante
como el recuerdo
perdido, cuando el
olvido muerde
su plena fantasía.
Futuro de brumas en el
bosquejo del dolor
en su ignota marca
mostrada a lo largo
de la historia que se
encharca
en la sorpresa
incorpórea de un beso.
SANDRA LÓPEZ
PAZ
Poeta, ensayista,
compositora y cantante. Nació en La Banda, Provincia de Santiago del Estero en
1966. Su formación académica tiene como ejes la literatura, el arte y la
educación. Posee una intensa trayectoria en la gestión cultural. Ha publicado
los libros Poemas (2011), antología
que incluye “Canciones para un ángel sin paraíso”, “Manifiestos de amor”, “La
otra vida” y “Palabras situadas”; Antología
poética II (2012), que incluye “Liturgias mundanas”, “Partes de mí y otras
calles”, “Variaciones del ego”; Hipsipila:
poesía en el abismo (2013); Exploración
del amor. La voz del ausente (2014); Mis
propios deberes, Poemas que traen los
días (2017); Cada corazón del poema
(2022); Respirar el poema (2024); Tempranías (poemas, 2024). En narrativa,
está en edición el libro de cuentos Nicuentos
solos y microrrelatos Ninfotéricas.
Además, ha participado como autora y compiladora de dos antologías de su taller
literario “Palabras y Sentidos. Camino a la Poesía”: Besos a la vida (2015) y Nómades
de luz (2019).
Ha participado en
diversas antologías y selecciones, como ser: Selección de poesía santiagueña actual (Ricardo Dino Taralli,
1988); La Banda y sus poetas (Ada
Nilda Alderete, 2000); El microrrelato en
Santiago del Estero (Antonio Cruz, 2011); La palabra y sus voces (Norma Liliana Tamer y Nelly Beatriz Tamer,
2011); Antología de poetas santiagueños
(Alfonso Nassif, 2014); Voces Femeninas
del NOA (Alejandra Burzac, 2015); Caminos
interiores (poesía, Dunken, 2017); Lugares
(poesía, Dunken, 2017); Caronte (narrativa,
Dunken, 2018); Voces de Santiago
(Ernesto Rojas, 2021).
Ha obtenido numerosos
premios y distinciones, como: Primer Premio de Poesía, de la Dirección de
Cultura de la Ciudad de La Banda (1982); Segundo Premio de Poesía, de la
Dirección de Cultura de La Banda (1983); Primera Mención de Poesía, de la
Asociación Literaria María Adela Agudo - Ciudad de La Banda; Mención Especial
en Poesía, en concurso literario de la Dirección de Cultura Ciudad Capital y
SADE Santiago del Estero (1983); Primer Premio Nacional de Recitado
Costumbrista - Festival Nacional de la Tradición (1984).
Ha recibido numerosas
distinciones por su trayectoria cultural: Mujer joven destacada en la Poesía,
por el H. Concejo Deliberante de la Capital (1992); Mujer destacada en la
cultura santiagueña, por la H. Cámara de Diputados, a propuesta de la
asociación cultural “Santiago: Mitos, Leyendas y Tradiciones” (2015); Poeta
distinguida en el festival nacional “Poesía y el mar”, por SADE Atlántica, Mar
del Plata (2017); Escritora distinguida por el H. Concejo Deliberante de La
Banda. Acto del Día del Escritor (2017); Mujer bandeña destacada en Mérito a la
trayectoria Cultural, distinguida por el H. Concejo Deliberante de La Banda
(2017); Poeta distinguida por el H. Senado de la Nación, a propuesta del Senado
y la SADE Nacional, en el Homenaje a Mujeres Destacadas de la Cultura y
presidentes de SADE de todo el país (2018); Distinción a la trayectoria
cultural, H. Cámara de Diputados de la Provincia de Tucumán, a propuesta de la
Comisión Directiva de SADE Tucumán.
Es creadora y promotora
de numerosos ciclos culturales, y ha continuado, desde su gestión de presidente
de SADE Santiago del Estero, con la tradición de los encuentros internacionales
de poetas, que se realizan en Termas de Río Hondo y de Santiago del Estero.
Actualmente, es revisora de cuentas titular de SADE Nacional. Directora de la
Delegación Santiago del Estero, del Capítulo Argentina de la Academia
Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, con sede central en New
Jersey. Es Coordinadora de la Casa de la Cultura y la Poesía de la Universidad
Nacional de Santiago del Estero “Betty Alba”.
SINCERAMENTE
Sandra
López Paz ©
“El amor,
ahora,
por fin
coincide con la inteligencia...
un tiempo de
tristeza protectora”.
Joan Margarit
Amo
el indócil silencio
estudiado
acostumbrado
que
me recluye destemplada
al
tiempo de las evocaciones.
Del
mismo modo,
amo
el sumiso espacio
del
patio enredado
que
solamente abre
sus
entrañas a mi paso
insociable
entregado a mí
su adalid desesperada
de
frutos insurrectos.
He
conquistado mi vida
como
el bárbaro
escondida en la noche
menos transitada
y
solitaria constante retirada
en
los bosques manifiestos
de
otras voces.
Mi
grito viene
a
ti sin lengua:
hay
que tirar al blanco
con
prontitud,
si
no, uno cae tras la saeta.
Amo
la tierra que amé nunca
la
luna fértil en cosechas de creciente
atenta
a los calendarios del maya
el
lago marcial incaico
de
donde volvieron cinco veces
los
amautas.
Espero
con soltura
ese
sueño despierto desprevenido
libre de la infinitud
de la rueda
libre del sueño de los
otros oráculos
para
abrir mi tienda propia
de
milagros y
alquimias.
Qué
te diría para “hoy”
mi
pronóstico fatuo
no
recuerdo nada,
si
llevaste un pan a la boca
si
tocaste tres veces la campana
si
leíste un versículo.
Se
viene el ayer como
un
soldado de esas guerras
perdidas
en el mapa,
con
procesiones de ojos
hambrientos
sin destino.
Hemos
sido desterrados
tantas
veces.
No
sé si me cuidabas
no
sé si te cuidaba
y
por amor de qué lado
flameabas
tu estandarte.
Pero
sabía yo para sanar
y
absorberme el dolor,
la
ley del perdón
de
inmemorial prodigio.
Hemos
sido repatriados
tantas
veces.
Recuerdo
que nada pasaba
por
mi vida antes de
que
tú me volvieras
sediciosa.
Pero
me viene impregnado
ese
recuerdo
otra
orilla otro puerto
único
que tal vez me diese
una
sonrisa o un eclipse.
Y,
de no verte,
he
aprendido a caer
derrotada
al lecho nocturno.
He
soltado a los desertores.
Fantasmas
entre las velas
exhaustas
de mi barco.
Escruto
en la noche
al trasluz presencias
entre
finas partículas de polvo
que
me duermen
me
cantan me desvelan.
Despropósito
de
entrar
a esta
profusa
lama
de
senos indigentes.
Todo
vale.
Para
afirmar este caminar
callado
todo vale.
Ahí
debes andar, Amor,
mi
recorrido amor de nocheydía
solferino
como yo,
alma sin escalas
bajo
el talud del navegante
un
cuerpo abisal
sin
hemisferios.
CREDO DE SIRENA
Sandra
López Paz ©
Soy el
individuo
Nicanor Parra
Creo
en Dios, cuando no vienes,
cuando
el amor se hace
indecente
e invisible
y
se dispersa
en
el ardid del miedo...
Creo
en todopoder
que
se amedrenta en el agua
que
choca en la piedra
pusilánime,
exhausto, por tanto
lloverse
en sangre
y
palabras mundanas...
No
me hables hoy
de
todos modos...
Creo
en esos silencios
necesarios,
resignados y marchitos
y
en el mar,
cuando el amor
camina
conmigo...
VIGILIA
Sandra
López Paz ©
Sólo por un
instante de encendido milagro.
apenas el
instante
Beatriz Schaefer Peña
Todo
duerme
en
su cansancio dorado.
Árboles
callados.
El
vino
precipitado
en
el fondo
de
los ojos.
Una
poetisa
va
despertando
sus
órganos maternales
donde
reposan
obligaciones.
Ha
dejado
cada
cosa
en
su lugar visible
y
otras manos invisibles
toman
el papel
retoma
la palabra
y
allí se prohíbe
el
silencio.
Se
otorga el derecho
es
libre
y
la soledad la atrapa.
Entonces
viaja por el mundo
regala
flores
con
el laúd del viento.
La
poetisa
no
es ya una mujer.
Decide
proclamarse
enunciarse
labrarse
en las piedras
tallar
la noche
en
un túnel a la libertad.
Hay
un atávico plumaje
en
su contorno.
Un
vuelo azul
preparado
a destino
planetas
rojos
estrellas
que estuvo preparando
en
sus sueños.
Amor
es
una
parte del mundo.
Invoca
su nombre
y
se disuelve
en
palabras.
TESIS PARA UNA
TEMPRANÍA
Sandra
López Paz ©
Estoy sobre
el silencio y en el silencio mismo
de una
transmutación
donde nada es
orilla...
Julia De Burgos
He
confabulado
en
mi contra.
Sin
querer,
mis
palabras fueron
exorcizándote.
Te
sublimé desde mis vísceras
hacia
la más honda
silenciada
pócima
de olvido.
Y
yo,
deseaba
más amor.
Me rodearas con el
hombro
incansable de los días,
me
dijeras te amo
entre
sonoras lágrimas
de
pasión viva.
Te
conjuré —amor mío—
a
ser un día sin oxígeno,
que
vaga imperceptible.
A
veces,
para
que avive el fuego
hice
que la noche
en
anagramas azules,
sobreviva
a las notas antiguas
de
tus manos.
Pero
siempre,
hay
que deponerse
mudar el estigma
en
una pequeña
sístole
del alba,
esperar
la canción pura
del
viento.
Nacer
del amor
más
perfecto en el amado
sentido
en su presencia libre,
respirando
el poema.
LITURGIA
Sandra
López Paz ©
He
leído tu cuerpo
en
este encierro
memorial
de sentidos clausurados.
Sobrevivirnos
fue
una
prueba distante
conmoción extraña
sin
pronombres
con
hojas arrancadas.
Concentración
del vacío
pulso tinta a destiempo
armonías vocablos
absolutos
que
fuiste desprendiendo
sin
signos de amor.
Acordes
antiguos
en
claves implosivas silenciosas
fulgores
evanescentes.
Tu
cuerpo es una página de arena.
Y
yo —de memoria—
con
mis manos al aire aspas vencidas
te
asomo a mi corazón
un
señalador gastado
cadencia
tenue dama de reparto
pequeña
habitante notación al margen
de
un libro
estruendosamente
sepultado.
KINTSUGI
Sandra
López Paz ©
Tú,
constructor de mundos,
invoco
tu alquimia
para
unir esta pieza
milenaria
también
en
sus múltiples giros estelares.
He
aprendido
a
consumar el fuego del dolor
ilimitadamente
poseída
con néctares vibrantes
en
batallas que pusieron su bandera
en
mi cuerpo lunar.
Volcanes silenciosos
para una brisa fresca
agua
bendecida.
Valles interminables
para un digno peregrino
que descanse en mi lado
si hay
derrumbe.
Todos
mis cuerpos
han
llorado la soledad de la estatua
disolvieron la luz en
su miedo
ungieron la candidez
del
pétalo encallado.
Y
ha sido la caricia del tiempo
acopiando
el amor de los retratos
en las
represas yermas
al oro del
diluvio.
Ha
llegado el tiempo
con
su cuerda inefable
para
encantar las sombras
del albur a la rosa
las
partes de una vida
desgajada.
La
canción del día
llora
en cuadrante
su luminosa grieta
por los vestigios
del
destino.
CLAUDIO IVÁN REMESEIRA
Docente y periodista
argentino residente en Estados Unidos, licenciado en filosofía por la
Universidad de Buenos Aires (UBA), posee una maestría otorgada por la Escuela
de Periodismo de la Universidad de Columbia. Entre 1991 y 2001 desarrolló
tareas docentes en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y desde 2002 en
la Universidad de Columbia, The New School y The College of New Rochelle, entre
otras instituciones de enseñanza superior y terciaria de los Estados Unidos.
Editor de Hispanic New York: A Sourcebook (Columbia University Press, 2010),
antología de ensayos sobre la historia social y cultural de la población
hispana de Nueva York, que en 2011 recibió el Latin International Book Award
como el mejor libro de referencia en inglés del año. Remeseira es invitado
regularmente por universidades e instituciones culturales de Estados Unidos a
dar conferencias y participar de paneles en temas de su especialidad. Además de
sus publicaciones académicas, ha publicado o trabajado como periodista en The
Wall Street Journal, El Diario (ImpreMedia), Diario Rumbo, El Día (Estados
Unidos y Puerto Rico), El País (España) y los diarios La Nación, Página/12,
Perfil y las revistas Apertura, Mercado y Noticias (Argentina), entre otros
medios. Actualmente está terminando de escribir su tesis de doctorado sobre los
orígenes de la Teología del Pueblo y su relación con el peronismo para la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
También ha participado
en múltiples festivales, paneles y charlas literarias, en la organización de
actividades culturales, y en actividades periodísticas de radio y televisión.
Se le otorgaron
numerosas distinciones y ha escrito varias obras de narrativa, poesía y de no
ficción.
Para mayor información de su trayectoria y obras literarias puede consultarse el Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 99: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2023/09/blog-post.html y Realidades y Ficciones - Revista Literaria Nº 57: https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2024/03/realidades-y-ficciones-revista.html
AUM
Claudio Iván Remeseira
©
Fíjese usted, me decía
la otra tarde, luego de finalizada la clase (otra de sus inigualables,
inconmensurables disertaciones metafísicas, maná propinado por sus belfos
solemnes sobre nuestras expectantes cabezas como pochoclo espiritual, árbol
porfiriano de alusiones fractales en las que las almas sedientas de cielo de
sus parvularientos catecúmenos ascendían cada vez más por las ramas verbales
hasta donde la mente concreta, obnubilada ya por la falta de oxígeno, se
trasunta de golpe en el entendimiento de la mente superior, o se derrumba en el
sueño), mientras caminábamos (peripatética delicia) por los facultativos
corredores, olerosos a humedad y a humo de cigarrillo (¡oh partogenéticas
náuseas del alumbramiento intelectivo, oh ganeshianas, elefantinas flatulencias
de la gregariedad áulica!), ambos dos solos, dado que los demás alumnos, raudos
ellos, habíanse ya dispersado al concurso de sus impostergables obligaciones,
fisiológicas y de las otras, me decía, digo, el doctor Akedydys (el eminente
filósofo, relojero y auditor en filologías comparadas Detedyós Akedydys; el
socrático obstetra Detedyós Akedydys; el inagotable pozo de sabiduría Detedyós
Akedydys), repare por un instante (y su dedo se paraba en el aire, como
apuntando al Norte, o como queriendo determinar la dirección de las corrientes
de aire) en el poder de síntesis de los gringos. Los susodichos sujetos son
capaces de reducir cualquier oración a un arpegio de escuetos aullidos y
resonancias guturales; de obtener, gracias a su contumaz anti-nominalismo
verbográfobo, la raíz cuadrada de cada vocablo, despejando las redundancias
oximonóricas de la ecuación consonántico-vocal, y albriciando en tal forma el
eventual (id est, final, aclaró Akedydys, en el sentido anglófilo del término)
arribo a una lengua común, lingua universalis, consumación del sueño
cartesiano, básico repertorio comunicativo asentado en la factualidad
pneumática del aparato fonador (por tanto, biológicamente exacto, determinado
por las limitaciones de la materia), y no, como lo querría el romancero
tudesco, en las arbitrariedades de la etimología, esa divergencia imaginaria.
Por este camino, agregaba el maestro, pero sobre todo (¡y con qué humillada
felicidad, con qué agradecida plenitud me atrevo a pronunciar esta palabra!) el
amigo Detedyós Akedydys, los americanos boreales se toparán algún día con el
toro del lenguaje absoluto, el semental filogenético que pasta su celo diferido
en la ideal California morfo-sintáctica, aguardando cornudo a su príncipe azul,
al valiente matador capaz de madrugar con el pico y la pala de su constancia
minimalista la áurea veta del sema revertible, la voz equiparable al silencio.
Y acomodando su argumento en el espacio, el Doctor Akedydys redondeó el aire
con las manos, esas nobles y ampolladas Áticas táctiles que tantas veces se
esferizaran frente al ónix cósmico de la pizarra para dar cabal idea de
acabamiento en el sentido de completura.
Pero que no se diga, que no se crea, que no se vaya a pensar, agregaba, didáctico y trifectamente admonitorio el Doctor Adekydys, que tamaña heroica economía es privativa del genio empírico de los nietos de Albión, de su incorregible filiación puritana. ¡Vade retro! No, en modo alguno debemos sucumbir a la tentación recurrente del bumerán sarcástico, a las comparaciones inadventajosas de la Historia o la meteorología, al letánico arrullo de la auto-denigración, narcisismo oblicuo del inseguro; no, también nosotros, los australopitecos hispano-suizos, híbridos vástagos de esta vespuciana sub-especie continental, precocidos o precoces pío nonos envueltos en laureles que supimos conseguir, dormidos, eso sí, pero no muertos, nosotros, agregó Akedydys (y las moscas se arremolinaban en torno de su testa como un auditorio de enardecidos corifeos, justamente exaltados por la efervescencia de su filípica), nosotros también poseemos las llaves del reino en la punta de la lengua. Véase si no, o escúchese mejor, a nuestros vecinos transmontanos, los chilenos, que a pesar del hábito longitudinal de su constricción geográfica, estrechez ella que los conmina a pensar de perfil para no caerse al agua—o quizá precisamente por ello, pues ya sabemos que la necesidad tiene cara de hereje, o de Inglés, como diría Lope—, los lautarianos chilenos, decía, digo, Akedydys, testimonian de magnánimo modo la nuestra ingente plasticidad criolla, el nuestro platónico potencial ecuménico (católicos, al fin) para el samadhi lingüístico. Hete aquí la evidencia—qué digo: la prueba, el cuerpo del delito, si se me permite la metáfora leguléyico-policial: el ubicuo, perenne, irreemplazable sustantivo “huevón”. De generación en generación, los parlantes de allende el Ande (o aquende, asigún dónde se pare uno) han ido perfeccionado la rapidez con la que espiran dicho vocablo, a punto tal que casi ni lo pronuncian; y sin embargo, allí está: omnívoro, fulgente, democrático—pues su uso se expande a todas las clases y salones, espejo sociológico de la larguirucha orogénesis nacional—, adosado como furgón de cola al aéreo tren de la uterancia, confundido con ella, cual eufónica ene helénica, pegando el último saltito de la entonación con acrobática gracia de cueca, y proyectándose luego al espacio infinito en las ondulosas reverberancias de la cavidad nasal.
Como el Om índico, indiqué, arrebatado por la epifánica asociación ideológica que el sincopado himno explicatorio del Doctor Akedydys, mi maestro, mi amigo, había hecho amanecer en los alógenos pliegues de mi cerebro. ¡Exacto!, sentenció Akedydys, e ipso facto una mano entusiasta aferró la convexa osidad de mi hombro, mientras que la otra, parejamente enfática, sostenía un melón invisible a la altura de mis ojos. ¡El Om, monosílabo primigenio, huevo universal, alfa y omega de todo dictum! ¡El Om, mantra de mantras, arcoriris lingüístico, sinéqdoque del habla! ¡El Om, trilogía unitaria del aliento, sinopsis activa del tracto vocal, epítmone microcósmico del cosmos macro! (Y el melón rebotaba en el aire, replicado por la oscilancia de mis ojos, mientras los dedos magistrales se hundían prospectivamente en mi carne, como recordándome con crudeza docente el dolor yuxtapuesto a todo parto). Yo, no sé si se lo dije, pero si no aprovecho para reiterarlo, yo tuve el honor, el privilegio, la gracia, de ser iniciado en su divina orfebrería fonética por Swami Braputranandra, el Bienaventurado, el Ligero, el Unívoco Swami Braputranandra, justo antes de que éste se atragantara con las fúnebres aguas del Ganga durante una, la última, de sus abluciones matutinas. El Om, como usted sabe, comprime tres sonidos en uno, diferenciada indiferenciación del pneuma. (Una lluvia minúscula escapóse de la p, rociando brevemente mis pestañas). Nace, como debe ser, en la A, agudo recién salido de la vulva laríngea; se prolonga, espesamente grave, en la intimación labial de la U; y culmina, con su eterno redoble cíclico, en la oclusiva vibración de la M. Aquí, Akedydys acercó aún más su cara a la mía, masticando cada sílaba con la esmerada precisión del cincel que evita la oculta falla del mármol, como queriendo tallar sin error en la dúctil materia de mi mente los imperecederos conceptos de la suya; su elocución venía en alas de un aroma pútrido, generoso catálogo de verdulería, embutidos y sección lácteos, enciclopedia olfativa de los nutricios elementos que su estómago fermentaba desde tiempos inmemoriales. Así, en esta indistinguible sociedad neoplatónica, lo terreno revuelto con lo celeste, desgranome el maestro las inmarcesibles perlas de su sapiencia. Entonces supe—más bien, recordé— que estaba siendo testigo y parte de la revelatoria síncresis de Krishna, del strip-tease de Isis, del exhibicionismo simultáneo del Gran Mandala. AUM, escuché—y la pedagógica voz sonó como un coro infinito—es el nombre del universo. Pronunciarlo es remedar al demiurgo, soplo que absorbe todas las cosas, síntesis de lo actual y lo posible. ¡Ah, la Divina Síntesis! Y en diciendo esta frase, sus ojos orbitaron hacia el lado oscuro de los párpados, entregados por un instante extático a la contemplación de lo impronunciable.
Pero nuestra encarnada condición no se
compadece con la perseverancia de lo Absoluto, de modo que sus ojos rodaron
casi de inmediato hacia el suelo, lentamente (y en su morosa caída creí
percibir el opaco destello de la desilusión). Síntesis, repitió quedo, y unas
burbujitas salivales borbotearon frugalmente en la esquina populosa de sus
labios. Desandamiento ascético de la larga marcha de la evolución creadora,
reculamiento del hilo en el carretel, retorno a la totalidad primaria.
Akedydys, por fin, hizo silencio. La
conclusión de la perorata había coincidido con el tramo final de la escalera, y
ahora restábamos sobre la vereda, inmóviles, como los mudos cilindros de un
motor al que se le ha gastado el combustible. Un sol moribundo alargaba
nuestras sombras rosadas sobre la calle, salpicadas por la granítica
irregularidad de los adoquines. Detedyós Akedydys inspiró hondamente, soltó el
aire por las abultadas aletas de su nariz, me miró como si me viera por primera
vez, y me extendió su diestra. Nos despedimos con la efusividad de dos viejos
camaradas, como quien condensa en un solo apretón de manos las innúmeras
memorias de una vasta vida en común.
MANUEL FERNANDO ESTÉVEZ GOYTRE
(Granada, 1963).
Funcionario de la DGT, cursó sus estudios de Bachiller y COU en Granada. Es
miembro de la Asociación Castell de Llibres, Unión Nacional de Escritores de
España y de la tertulia Un libro y un café, a través de la que ha presentado
alguna de sus obras y de otros escritores. Ha participado en numerosas
antologías de relato y cuenta en su haber con las novelas El señor de Gran Capitán; Sueños
de futuro, premio Escribiendo; Toda
la verdad sobre Patricio Cervilla, premio Onuba; La sangre sobre las azucenas, finalista en cuatro importantes
certámenes literarios; Las cenizas del
Danubio; El aroma de la esperanza,
finalista del premio Hispania de novela histórica; y La aventura de Fernando. También ha publicado la colección de
relatos Delirios de autor y el ensayo
histórico Granada antigua y el reino
nazarí. Además de ser autor de varios artículos, prólogos e innumerables
reseñas literarias, ha participado en las novelas El barbero de Godoy y La hija
del barbero, ambas patrocinadas por la Universidad de Alicante.
LAS
TRES VIDAS DE GABRIEL
Manuel Fernando Estévez
Goytre ©
La vida de Gabriel
transcurría dentro de los parámetros que se esperan de un funcionario de esos
de traje y corbata a los que no les falta la fidelidad de la buena fortuna. Un
día, sin pensarlo demasiado, se casó en segundas nupcias con Lidia, una mujer con
la que aparentaba una bonita relación.
—Arréglate y ponte
guapo —le decía ella cada vez que salían a tomar un aperitivo—, hoy hemos
quedado con Adolfo. Por cierto, que aún no nos ha presentado a su mujer. No
entiendo la razón por la que siempre acaba evitando que coincidamos con ella.
Con mucho esfuerzo,
Gabriel había aprobado unas oposiciones que lo colocaron directamente al frente
de una jefatura de servicio. Tenía un sueldo que el resto de empleados
envidiaba y un respeto por parte de las autoridades de la ciudad que le
granjeaba entrevistas y reuniones en los mejores restaurantes y por tanto las
amistades que más le convenían dentro de su universo profesional. Aunque de
esto último nunca estuvo demasiado seguro, por todos es sabido que la gente
siempre se arrima al sol que más calienta y él, por aquel entonces, desprendía
el suficiente calor como para atraer a los chupatintas más distinguidos de las
empresas constructoras, de la demarcación de Carreteras y, a buen seguro,
también de la concejalía de Urbanismo. Pero pese a la posición alcanzada en su
última etapa no lograba sacudirse la rutina que le impedía realizarse como
hombre y como ser humano, y lo peor de todo era su incapacidad para saborear
las mieles que la vida le había servido en bandeja de plata.
—Pero qué tonto eres,
Gabriel —le espetaba Lidia—. Espabila, hombre, espabila, que parece que estás
muerto en vida.
Lo quisiera o no,
después de la jornada laboral lo seguía acompañando la imagen de su despacho,
el material de oficina que se distribuía con un orden obsesivo por su
escritorio y las dos estanterías repletas de legajos que flanqueaban el retrato
de Juan Pablo II, el hombre al que el cónclave de cardenales acababa de otorgar
la confianza para representar a Dios en la Tierra. Por si fuera poco, el tecleo
de la máquina de escribir continuaba golpeándole la cabeza hasta que, entrada
la noche, conseguía coger el sueño con la ayuda inestimable de un vaso de leche
caliente y 10 mg. de Diazepán. Era triste, pero Gabriel, a pesar del cariño que
le tenía a su mujer y la estabilidad emocional que esta le proporcionaba, temía
llegar a casa. Cada vez que abría la puerta sentía un pinchazo en el costado
acompañado de una sensación de nostalgia cuya causa no conseguía adivinar. Sin
embargo, sabía, o mejor dicho intuía que la raíz de su desilusión no estaba en
las supuestas infidelidades por parte de Lidia.
---o0o---
Fue durante el
transcurso de una de esas comidas organizadas con motivo del levantamiento de
las actas de acuerdo amistoso para la ejecución del proyecto de turno que la
Administración se traía entre manos. Gabriel iba provisto de una cartera de
mano llena de expedientes y una sonrisa bobalicona que no le dejaba ni a sol ni
a sombra. Ni qué decir tiene que el banquete corría a cargo de la empresa
concesionaria de los trabajos de expropiación, cuyo representante era el
ingeniero de montes que trabajaba codo a codo con el director de las obras de
la nueva carretera que, una vez acabada, uniría la ciudad con la capital del
reino, la misma que tanta polémica había levantado por el alto presupuesto de
licitación y el bestial impacto ambiental que generaría. Gabriel solía ir al
“trabajo de campo” asistido por Adolfo, un simple jefecillo de negociado que no
dejaba de arrastrarse ante él, buscando una subida de nivel o al menos un buen
puñado de horas extraordinarias que complementaran el triste sueldo que recibía
del ministerio. Aquel día en concreto se hizo acompañar además por un
mecanógrafo que se encargaba de plasmar en el modelo oficial cuantos datos
aportaban los ciudadanos. Completaban el coro de chupatintas tres o cuatro
empleados públicos que le sacaban las castañas del fuego cuando había que
desplazarse a algún ayuntamiento de la provincia.
Como todos los días,
Gabriel se había desperezado en la cama. Se metió en la ducha y dejó que el
chorro de agua caliente le masajeara el cuello y cayera con suavidad por el
resto de su cuerpo. Se afeitó y se vistió con la elegancia que lo
caracterizaba.
—¿Das tu visto bueno?
—le dijo a su mujer, mientras ajustaba la corbata al cuello de la camisa y se
rociaba con el último frasco de colonia que su madre le había regalado.
Con el estómago lleno y
caliente, escuchó la llamada de la bocina del coche oficial que, como cada
mañana desde que aprobara la oposición, lo esperaba en la puerta de la casa de
verano que poseía en una de las urbanizaciones de moda de la región.
—¿Dónde toca hoy?
—preguntó el conductor, un hombre amable de gorra de plato y traje gris marino
con el que Gabriel solía desahogarse contándole las malas experiencias con las
que el día a día lo golpeaba.
—A los Rebolones
—contestó él, antes de entregarse a la conversación con Pedro.
---o0o---
Cuando hicieron pasar
al despacho del ayuntamiento al primero de los citados con motivo de la
expropiación tuvo que explicarle personalmente el motivo de las obras.
—Sr. Pérez —le dijo—,
tiene usted que entender que aquí no hay más causa que el interés público del
proyecto. Ha de entender que si no firma el acta se tramitará su expediente por
el procedimiento de urgencia, es decir, se consignará en Hacienda una buena
parte del importe que le corresponde en concepto de depósito previo y se
ocupará su finca sin más protocolo Es el procedimiento habitual.
—Esta finca pertenece a
mi familia desde hace seis generaciones, significa mucho para mí y para mi
familia —escupió el sr. Pérez—. Comprenderá usted que me trae al pairo el
interés público del que me habla.
—Claro, señor, claro,
pero sepa usted que estamos dispuestos a ofrecerle un premio de afección del
cinco por ciento de la cantidad que acordemos amistosamente en este acto, como
bien recoge uno de los artículos de la ley.
Siempre había algún
afectado que se resistía a firmar. Al resto los convencieron entre todos con
mucha mano izquierda y uno a uno se fueron marchando satisfechos por la
cantidad que percibirían en unos meses. Poco a poco fueron ganándole tiempo a
la mañana, conversando con unos y otros y firmando acta tras acta.
---o0o---
Cuando salió del
ayuntamiento, miró el reloj y pidió al conductor que lo trasladara al
restaurante en el que habrían de comer.
—Nunca digas no a una
buena mariscada —solía decir a los funcionarios que lo asesoraban—, más aún
cuando paga la empresa concesionaria de los trabajos.
Ni siquiera en esas
ocasiones perdía ese gesto seco que tanto respeto infundía entre sus empleados.
Como quiera que aquel día le había tocado trabajar en el pueblo de Adolfo,
cuando acabó el trabajo tuvo que presenciar atónito, en compañía del equipo de empleados
del ministerio, cómo la mujer del jefe de negociado esperaba a su marido en la
puerta del restaurante.
Adolfo se despidió de
sus compañeros y salió al encuentro de su esposa con un brillo en los ojos que
pareció iluminar la sala. Mientras la abrazaba dedicó a Gabriel un guiño
acompañado de una buena dosis de sarcasmo. La buena señora, una belleza nórdica
tan alta y rubia que llamaba la atención desde el exterior del establecimiento,
se deshizo en una sonrisa que no pasó desapercibida a ninguno de los
comensales. Adolfo y su mujer se besaron en los labios y, después de abrazarse,
se fueron paseando protegidos por las sombras que ofrecían los soportales de la
calle Mayor. Gabriel juntó sus manos y, recordando aquella costumbre de recién
casado que parecía haber olvidado, comenzó a jugar con los pulgares al mismo
tiempo que se humedecía el labio superior e intentaba darse ánimos a sí mismo.
Mientras se recreaba
mirando a la pareja notó de nuevo el pinchazo en el costado. La imagen de
Daniela, la mujer escandinava de la que se había divorciado hacía años, ya no
era un simple recuerdo. El mundo se paralizó en aquel momento, las voces de sus
compañeros dejaron de oírse y la escena de la que formaba parte en el
restaurante se desvaneció en una fracción de segundo.
---o0o---
Durante el viaje a de
regreso a casa, aún en pleno estado de ausencia, con las imágenes de Adolfo y
Daniela rebotando de lado a lado de su cabeza, sus comisuras fueron perfilando
una sonrisa que no pudo advertir más que él. Al contrario que cualquier día,
Pedro solo advirtió un inusual silencio flotando en el interior del Mercedes.
Pero, lejos de lo que se podría suponer, aquel silencio distaba mucho de poder
tacharse de incómodo, al menos para Gabriel. Pese a que solo viajaban dos
personas en el vehículo, el ambiente rebosaba energía positiva. El conductor
comprendió que todo iba bien cuando vio a su jefe llenarse los pulmones con
ganas y lo escuchó entonar la primera copla. El fuero interno de Gabriel,
supuso, había encontrado la capa de orgullo y dignidad que lo abandonara tanto
tiempo atrás. Lejos de arrugarse, se encontró diez años más joven.
—Hasta mañana, Pedro
—se despidió del conductor cuando el coche se detuvo frente a la puerta de su
casa.
—Hasta mañana, don
Gabriel —sonrió Pedro, mientras movía la cabeza de lado a lado y esbozaba una
significativa sonrisa.
Gabriel comprendió en
ese instante que había tirado parte de su vida por la borda, que llevaba todo
ese tiempo echando de menos a Daniela, por muy completa que tuviera sus
jornadas, muy saludable que se encontrara su cuenta corriente y muchas personas
que le hicieran constantemente la pelota. Nunca había imaginado que
precisamente Adolfo, el subordinado que más se arrastraba ante él, iba a ser la
persona que le hiciera comprender sin saberlo que sus sentimientos por Daniela
habían permanecido en estado latente toda una década y desencadenarían en su
interior el deseo de entrar de nuevo en su vida. Tenía a su favor el hecho de
que ella, según le habían informado, seguía enamorada de él. En su contra
jugaban otras cartas, no era persona de hacer daño a los demás, mucho menos a
la mujer con la que se había casado por segunda vez. A pesar de todo, con una
mezcla de sentimientos que se debatían entre la nostalgia y la ilusión, Gabriel
reunió todas las fuerzas que pudo y, envuelto en la intensa luz y el aroma a
rosas que flotaba en el portal, dejó atrás el ascensor y subió de dos en dos
los escalones de acceso al porche del chalet.
Alicante, junio de 2019
LOS
ÚLTIMOS DÍAS DE STANLEY
Manuel Fernando Estévez
Goytre ©
Arthur se levanta y,
como cada mañana, se ducha y se despide de su mujer.
—Hasta luego cariño
—escucha el saludo de despedida de Mary Ann—, que pases un buen día en el
trabajo.
Toma la mano de sus dos
hijos y mientras camina en silencio por la avenida hace lo posible para que su
imaginación regrese a la dicha de otros tiempos. ¡Benditos tiempos pasados!
Reproduce en su mente escenas que versan sobre el tren de vida que le permite
llevar la librería que un día heredara de sus padres y la generosa cuenta
corriente que mantiene en el banco hasta hace no demasiadas fechas. Pero los
malos tiempos que corren para los libreros y la de recibos y obligaciones
tributarias a los que se ve obligado a hacer frente son temas que le generan
una sensación de tristeza y ansiedad que le dejan el corazón y la conciencia en
carne viva. Recuerda entonces el final de uno de sus mejores amigos, Stanley,
por una situación similar a la suya. Intenta esconder su mirada de la de de sus
hijos tras las oscuras gafas de sol, pero unas lágrimas que le llenan la boca
de un sabor amargo lo traicionan e impiden su objetivo. El nudo que se instala
en su garganta le causa un fuerte dolor cuando su hija de seis años le pregunta
si le pasa algo.
—Nada, mi vida
—consigue contestar con el corazón en un puño—. No es nada, solo una mota de
polvo en el ojo.
En la puerta del
colegio se despide de los niños y saluda a varias personas, todas ellas madres
de otros alumnos del centro. Alguna le da un poco de conversación mientras se
fuma un cigarrillo que se consume entre sus dedos a base de ansiosas chupadas;
otras, en cambio, le proponen tomar un café y una tostada, pero Arthur declina
el ofrecimiento poniendo por excusa su trabajo en la librería.
Aquella mañana no es
distinta a las de los últimos treinta días. Arthur extrae la cartera del
bolsillo de su americana y la examina con ansiedad. Aunque suelta un bufido de
desagrado, no le sorprende encontrar solo dos o tres billetes pequeños y unas
cuantas monedas. Podría desayunar fuera y darle así un buen bocado a la mañana,
pero le ha prometido a su esposa que compraría la comida necesaria para el día
y no se puede permitir el gasto. Como mejor opción, entonces, la de todas las
mañanas, camina hasta el parque más próximo, da un par de vueltas para volver a
observar las distintas especies arbóreas y finalmente toma asiento en un banco
junto al pequeño lago de aguas verdosas. Cuando empieza a aburrirse de contar
patos, nenúfares y seguir la pista a los peces de colores coge el libro que
lleva en el bolso y comienza a leer. Pero la historia de “Las cenizas del
Danubio” queda anulada por la realidad de su presente. Su realidad. Su
dramática realidad. Esa que le atenaza las entrañas y deja que los ácidos del estómago
se paseen libremente por su interior y le quemen el sistema digestivo. Guarda
la novela, se levanta y sigue el curso del Manzanares, ya en las afueras de la
ciudad. Diez kilómetros de ida y diez de vuelta. Veinte en total. Tres horas de
caminata. Pero si hay algo que le sobra a Arthur es tiempo.
Antes del regreso a la
vida en familia pasa por la librería y ve el candado que cierra la puerta y el
polvo que se va acumulando en las baldosas de la entrada. Respira hondo y se
traga su propio aliento mientras hace la compra en el supermercado y camina
hasta el portal de “su casa”. Estira brazos y piernas para relajarse y al abrir
la puerta escucha desde la cocina la voz de su esposa:
—¿Querido, cómo te ha
ido hoy en la librería?
—Bien, cariño —contesta
con una voz agrietada, mientras recuerda los últimos días de Stanley.
Alicante, junio de 2018
ISABEL FURINI
Nació en Buenos Aires,
en 1949, pero en los años ‘80 se radicó en Brasil. Es Autora de 35 libros,
entre ellos Los cuervos de Van Gogh y
Danzando entre las estrellas
(poemas). Participó de antologías
poéticas en Portugal, Argentina y Chile; creó el proyecto Poetizar el Mundo; es
Consejera de la AVIPAF (Academia Virtual Internacional de Poesía, Arte y
Filosofía), escribe en la Revista Carlos
Zemek de Arte y Cultura; recibió la Orden de Figueiró, Artes y Cultura de
Brasil; fue nombrada Embajadora de la Palabra por la Fundación César Egido
Serrano (España, 2017); Realizó un recital poético en español, traducido al
inglés por Barbara O’Dell, en la Biblioteca Pública de Burlingame, California,
EE. UU., en 2018. Sus poemas hicieron parte de exposiciones en Curitiba
(Brasil) Buenos Aires y Necochea (Argentina), y en Medellín (Colombia). Fue
premiada en concursos de Poesía en Brasil, España y Portugal.
Más sobre su obra y
trayectoria en el Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 77.
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2018/06/blog-post.html
TEMOR
OCULTO
Isabel Furini ©
Se está disgregando
este mundo
como un diente de león
al viento
nuestra civilización
es un castillo de arena
en la playa
algunas ondas más
y colapsa
(siento miedo del
triste retorno
de una nueva Edad
Media)
(inédito)
ECOS
EN LA VENTANA
Isabel Furini ©
Un mar de sueños
giratorios
perturba la madrugada
el cielo todavía está
oscuro
y el misterio asedia la
mente
la palabra amor sacude
los labios
los muertos golpean la
ventana del cuarto
surgen tantos recuerdos
de amores condenados
por el tiempo
amores que ayer
parecían secuoyas
pero fueron triturados
por las horas
solo queda el sabor de
ese adiós
cementado entre las
piedras del jardín
y hoy una risa arlequín
resonó en el cristal de
la ventana
y surgieron recuerdos
de acuarela
porque en la falsa
memoria
el ayer solo tuvo
primaveras
y siempre el pasado fue
mejor
GORJEOS
AL AMANECER
Isabel Furini ©
un pájaro canta en el
jardín
después levanta vuelo
ese canto fugaz
cicatriza las heridas
aguza la esperanza
hace temblar el rocío
de mi alma cansada
de cargar remembranzas
transformados en poesía
mis sueños se renuevan
—por la ventana abierta
observo calmamente
el vuelo de las
golondrinas
(inédito)
PAULA CASTILLO MONREAL
(Madrid, 1961) es
escritora de cuento y novela breve. Las historias de sus relatos transcurren en
escenarios cotidianos donde no faltan el dolor, la pasión, el fracaso o el
desencanto. Textos que oscilan entre lo posible y lo extraordinario con un
lenguaje ágil, sencillo y a veces poético. Ha publicado el libro de relatos: Sacudiendo moscas. Ha participado con
los relatos Tierra roja y La semilla voladora en las antologías:
“Letra impresa” y “El verdadero nombre de las cosas”. Ha publicado Alguna que otra fobia en la revista
literaria Quimera, y ha colaborado con otros medios literarios.
pipa.castillomonreal@gmail.com
ONCE
DÍAS PARA MORIR
Paula Castillo Monreal
©
Salgo de casa sin hacer
ruido. Son las dos de la madrugada y no logro dormir. Comparto piso con mi
hermana y su hija que tampoco duerme y a la que apenas veo porque se encierra
en su habitación y se queda allí varios días sin que sepamos nada de ella. La
madre convirtió uno de los armarios roperos en una mini cocina, y de vez en
cuando le llena la nevera. Yo soy contrario a esta educación de consentirlo
todo para que te quieran, pero no soy el padre de la criatura y como vivo con
ellas de prestado, no suelo entrometerme en estos asuntos.
Llevo tres días
seguidos sin pegar ojo. Según un profesor de psiquiatría de la Universidad de
California, un tal Christian Guillin, el tiempo que una persona podría estar
sin dormir rondaría los once días. A mí me asombra, porque yo llevo toda la
vida sin dormir. Claro, que quizá alguna noche aislada puedo amodorrarme
durante unas horas, lo cual interrumpe la cuenta de los fatídicos once días,
pero puedo asegurar que nunca en mi vida he dormido más de cuatro horas durante
dos noches seguidas, y aquí sigo, cerca de los setenta años y sin doblegarme.
Ya no tengo la memoria de antes y padezco innumerables dolores de espalda,
aunque si me comparo con los de mi edad, estoy mejor que ninguno. Mi misma
hermana, solo tres años mayor que yo y aún después de practicar yoga ashtanga
durante años, se despierta plegada sobre sí misma y tarda varios minutos hasta
que consigue apoyar los dos pies sobre el suelo, enderezar la espalda y poner
el cuello recto. Yo, en cambio, tras una noche de insomnio soy capaz de subirme
a la bicicleta y recorrer cincuenta kilómetros después de calentar con varias
flexiones y saltos a la cuerda. Es raro esto del sueño; hace unos años, después
de varias noches de insomnio, gané una carrera local junto a jóvenes
acostumbrados a entrenar en la montaña. En estos momentos no sé si lo
conseguiría porque tengo un problema serio que nada tiene que ver con la edad:
han dejado de fabricar, distribuir, o vete a saber qué, los somníferos que he
estado tomando desde los diecinueve años. Existen muchos tipos de
benzodiazepinas, y a la que yo estaba habituado, aunque no me hiciera efecto,
era flurazepan. «No hay solución, el desabastecimiento es general, te tienes
que olvidar de las pastillas y pasar el mono como puedas», me ha dicho mi
hermana (con su innata sensibilidad) mientras pululaba por la casa. Ella
insiste que se ha recorrido todas las farmacias de Cádiz por si les quedara
alguna caja olvidada, pero resulta que estamos en la provincia de mayor consumo
de psicofármacos; una de cada diez personas toma algún tipo de benzodiazepinas.
Así que me ha comentado que su farmacéutico —que está como un queso, según
ella— le ha aconsejado inscribirme en el programa Benzostop y me olvide de
conseguirlas. Tendría que haber ido yo a buscarlas, pero con los vértigos y las
náuseas me da miedo conducir. Ella piensa que puede engañarme, pero estoy
seguro de que no se ha recorrido todas las farmacias de la provincia como me
cuenta. Le han dicho lo del programa ese y ha pensado que podría apuntarnos a
su hija y a mí y calmar de paso su conciencia. La gente no se imagina lo que
significa pasar el síndrome de abstinencia así, sin ayuda; hay días que sufro
ataques de pánico, he comenzado a sufrir espasmos y sudoraciones, y lo peor de
todo son los calambres musculares que me inmovilizan durante horas. Y es que no
se puede retirar, sin avisar previamente, una sustancia tan adictiva. Supone un
peligro grave para la salud. He leído que un gran número de adictos pueden
llegar incluso al suicidio.
Los paseos por la playa
me relajan. Tienen que ser un poco antes de que se vaya el sol, porque todo lo
que haga después me afecta al sueño. La psiquiatra ha dejado claro en sus
pautas que si me despierto en mitad de la noche debo levantarme y realizar alguna
actividad que me tranquilice. A mí me relaja cocinar, pero la primera noche que
decidí seguir sus consejos y me puse a preparar varias tortillas de patata tuve
una discusión muy fea con mi hermana, que se despertó alarmada pensando que era
su hija la causante de aquel jaleo.
—No vas a levantarte ni
a revolucionar nuestra inestable armonía porque estés con el mono —me dijo muy
acalorada—. Esto no es una clínica de desintoxicación.
—Tan solo sigo la
recomendación de la doctora —me atreví a balbucear.
—No quiero saber nada
de tu doctora ni de sus recomendaciones —insistió—. Además, ¿quién se va a
comer todo esto? ¿Tú y tu psiquiatra?
—Bueno, entre todos,
claro. También tu hija, que está consumida.
Con esta conversación
terminó su fingida hospitalidad. Me dijo que había llegado el momento de buscar
un apartamento y marcharme, que no podía con los dos, que con su hija tenía
bastante. Tal vez aquella noche me pasé, está claro que la abstinencia me llevó
a comportarme de una manera extrema, pero pensándolo bien, si no cocino yo,
¿quién va a hacerlo? Su comida es basura precocinada. Tanto ella como la hija
la comen para después vomitarla. Yo las he oído: abren los grifos del agua,
disimulan con las gárgaras y lo echan todo. La primera enferma mental es ella,
aunque eso no se lo dije.
Después de casi dos
semanas sin conciliar el sueño, pienso que los estudios acerca del insomnio no
sirven para nada. Ahora que estoy sumido en la depresión y tengo verdadera
necesidad de morirme, está claro que deberé ser yo el que tenga que organizar
mi suicidio, porque el insomnio no mata.
Vivo con mi hermana ya
que ella se empeñó en cuidarme al morir Teresita. Lo típico: hermana mayor
divorciada y con hija problemática finge sentir la obligación de cuidar del
hermano menor que se ha quedado viudo, cuando la realidad es que ella sola no
sabe manejar ni su vida ni la de la hija. Nunca imaginé que termináramos
viviendo juntos. Ella, la preferida de mi madre, siempre me menospreció. Un día
las pillé riéndose de nosotros, decían que Teresita hablaba a voces y que me a
mí se me ponía cara de imbécil cuando me decía: Vítor, amor mío. Unas snobs, mi
madre y ella.
El mar está calmo y la
noche clara. Paseo arrastrando los pies y de vez en cuando espero que queden
cubiertos por las olas que llegan a la orilla. Aturdido por los nuevos
somníferos tengo que sentarme en la arena; hoy he triplicado la dosis.
Sobre la línea plata
que parte en dos la noche, veo unos brazos moverse. Suben y bajan, saludan,
piden auxilio. Intento abrir los ojos para alejar la niebla posada sobre los
párpados y concentrarme en la visión. Reconozco una figura de mujer que bien
podría ser mi sobrina; sube y baja al compás de las olas. ¿Me estará tomando el
pelo? No puedo dejar de bostezar y me quedo quieto a pesar del peligro que la
amenaza. ¿Quién puede estar a estas horas de la madrugada dándose un baño? No
creo que a la niña le haya dado por el deporte de pronto. Sin duda, es una
mujer. ¿Quién podría saltar así para llamar la atención? Un hombre no.
Intentaría salir a nado. Seguro. Podría ser mi sobrina, sí. Esa niña tiene que
tener a todo el mundo pendiente de ella. Me froto los ojos que me escuecen de
tanto forzarlos y lo veo claro: es ella. Que se joda, pienso en mi letargo.
Oigo su grito, y ahí no puedo reprimir la angustia. ¿Estará en peligro en
realidad? Estas pastillas me tienen aturdido y tembloroso. ¿Qué podría hacer yo
por ella? No estoy seguro de que sea Vicky. También levanto los brazos por si
me reconoce. Yo que salí a dar una vuelta con la esperanza de que me volviese
el sueño, me encuentro en la necesidad de despertar. Quince gramos de Diazepán
tirados al mar. Y esa niña, otra vez con los brazos arriba no para de llamar mi
atención. ¿Me verá a mí como yo la veo a ella? Abro los ojos todo lo que puedo,
es ella. ¿Pero qué hace ahí? «¡Ven, ven!», le digo en un esfuerzo por
socorrerla. Ahora sí que urge que despierte del todo y me acerque por si
necesita ayuda. Consigo levantarme y doy varios saltos para encontrar la
energía, pero tengo los músculos flojos y la cabeza me va a estallar. Es la
onceava noche que no duermo, mi última noche de vida según los estudiosos del
tema. «¡Ven!» me grita la niña y vuelve a levantar los brazos al ritmo de la
marea que va llenando la ensenada. Estos jóvenes hablando siempre de tú. Es muy
probable que en su estado no me reconozca. La miro con la voluntad mermada y la
apatía que me provocan las nuevas pastillas. He de dormir esta noche si no
quiero morir. ¿De qué serviría que me adentrase en el mar si mi cuerpo no
responde? Serían dos muertes en vez de una. Sin embargo, si hago caso a lo que
mi cuerpo me pide y soy capaz de dormir un poco, podría salvarme y estar junto
a mi hermana en estos momentos tan difíciles que nos sobrevienen. Si hubiera
traído el teléfono podría llamar la cruz roja, pero solo pensaba dar un paseo
tranquilo a la espera de que hicieran efecto los quince gramos de Valium. Vueltas
y más vueltas. La cabeza me revienta. Una cierta luminosidad ha devuelto la
calma a la bahía.
Me acurruco en la arena
a ver si soy capaz de dormir un par de horas y ganarle al destino otros once
días de insomnio. Mi pobre hermana. La marea continúa subiendo, tengo la ropa
mojada y ninguna voluntad de moverme.
NORBERTO PANNONE
Poeta, narrador,
ensayista y novelista de Junín, Provincia de Buenos Aires. Publicó Aforismos, poesías y cuentos: Historias para
Leer en Serio, que se halla en la Biblioteca de Habla Hispana de París, en
la Biblioteca Nacional de la Lengua Española en Barcelona (España) y en la
Biblioteca Española de Bilbao, Reflexiones
de un machista en decadencia (aforismos),
Las Curaciones Paranormales y la fe (ensayo científico de investigación), Entre Soles y Lunas de abril (aforismos,
poesías y cuentos), A Fondo Blanco
(poesías), solo por mencionar algunos de sus catorce libros editados.
Participó como
expositor en la Feria Internacional del Libro en diversos años. Ha ejercido
cargos en la SADE Junín y en la Nacional y es miembro de ASOLAPO. Ha ganado
diversos concursos literarios y se desempeñó también como jurado. Actualmente
publica trabajos en diversos medios nacionales y de otros países.
Miembro Fundador del
Centro Cultural del Tango en Junín (1960), es también integrante activo de
“Letrango”, agrupación nacional de letristas de tango de la ciudad de Buenos
Aires. Ha sido autor, compositor y cantante.
https://norbertopannone.blogspot.com/
EL
DUENDE
Norberto Pannone ©
Hoy llueve.
Domingo sigiloso
con su pátina gris.
Anoche anduvo un duende
hiriendo la ventana mal
cerrada
y en un descuido mío,
cuando casi pensaba,
escuché que reía
con su burla profana
y al reír se mofaba
de la fresca ternura
que dejaste olvidada;
de la cama blasfema
de aquel cuarto
alquilado
y el pecado ultrajando
la fatal almohada;
del perfume y la sombra
que dejó el olvido
en la musa procaz del
blanco lecho.
Y escuché que llovía
por la calle temprana,
por el cuarto vacío,
esta fría mañana.
© Norberto Pannone
(2016)
EL
ESPEJO
Norberto Pannone ©
Ocurrió una de esas
mañanas de verano, donde el servicio meteorológico anuncia que la temperatura
subirá hasta hacerse insoportable.
Francisco entró al
baño, abrió la llave del agua fría y, cuando la bañera estaba por la mitad, se
metió en ella. Permaneció allí dentro por espacio de diez minutos, luego, se
puso de pie, se secó, se vistió y se paró frente al espejo del botiquín. La imagen
le mostró a un hombre de cabellos blancos y un enflaquecido rostro atestado de
tiempo. Su sorpresa le impedía pensar. La noche anterior, al cepillarse los
dientes, había admirado con narcisismo su terso y lozano rostro apolíneo. No
podía procesar la más mínima idea acerca de este extraño fenómeno. Se apartó
del espejo y la imagen desapareció. Volvió a colocarse frente a el y allí
estaba otra vez la agria figura del viejo, el rostro apergaminado, surcado por
gran cantidad de arrugas y el escaso y blanco cabello disperso por un cuero
cabelludo reseco y manchado. Intentó tocar aquella imagen y solo restregó la
pulida superficie, justo en el punto donde otra rugosa mano intentó emerger
para unirse a la suya… Francisco estaba asustado, confuso y angustiado. Con un
hilo de voz se atrevió a preguntarse:
—¿De quién es esta
imagen?
—¡De Francisco
Secundino Echagüe! —Respondió la imagen con agria acentuación.
Después de esa mañana,
ya no quiso salir de la casa en horas del día. Lo hacía por la noche, cuando la
gente no lo podía reconocer.
Al poco tiempo, un
joven vecino del barrio que pasaba por el lugar le preguntó al anciano
indigente que estaba sentado en el umbral de una casa, frente a la mansión de
los Echagüe:
—¿Quién vive en esa
casona?
—¿Allí enfrente?
—Si… Allí.
—Ah… Allí vive el viejo
Francisco. El pobre anciano está loco. No quiere aceptar que es viejo. Dice que
la vejez es una maldición que le echaron unas gitanas la mañana de un domingo
del mes de mayo, pero no se acuerda el año. Vive encerrado y sale únicamente
por las noches.
“Es un tipo inofensivo
—agregó el hombre—. Nadie ha podido verlo con la luz del día.
“Por las dudas, ¡ten
cuidado hijo! ¡Ni se te ocurra llamar a su puerta!, las comadres del barrio
aseguran que, chico que se acerca, chico que desaparece. Para mí, son puras
habladurías; fíjate que ni la policía las tiene en cuenta…”
Aquel anónimo y
andrajoso viejo echó la visera de su gorra sobre los ojos como en un inequívoco
gesto de despedida. Nadie podría imaginar que, por el rabillo del ojo, espiaba
con desconfianza al viejo caserón. Un experto observador juraría que, con bastante
disimulo, parecía estar muy atento contemplando una ventana del piso superior,
donde quizás, suponía haber vislumbrado una encorvada sombra ocultándose entre
las persianas a medio cerrar.
©Norberto Pannone 2015
NORMA DUS
Narradora y poeta,
oriunda de Concepción del Uruguay (Entre Ríos), residente en San Carlos de
Bariloche (Río Negro), Argentina.
Ha obtenido diversas
distinciones de honor en certámenes nacionales dentro del género de relatos
breves y cuentos, así como por su destacada labor literaria. También ha
participado de diversos encuentros poéticos y ferias de libros, tanto en el
país como en el extranjero, particularmente en Canadá. Su nombre completo es
Norma Margarita Dus.
• Obras publicadas: Bodega de Sueños (poemario, 2005), Cuando nos quedamos solos (cuentos para
adultos, 2010), Desde la Ostería de Migai
(reescritura del diario personal de un inmigrante, 2018), El camino de Libra (cuentos para adultos, 2022), Amor mascotero y otros cuentos (cuentos
para niños, 2023), La estrella y otros
cuentos (cuentos para niños, 2023).
• Ha integrado las
siguientes antologías: Zona de Poetas
(Ciudad de Buenos Aires, 2001), Tercer
Encuentro Provincial de Escritores Entrerrianos (Concepción del Uruguay,
2007), Antología Patagónica "Otras
Palabras" (Esquel, Chubut), “El
espacio no es un vacío, incluye todos los tiempos” (Montreal, Canadá), Diez Poetas Rionegrinos Contemporáneos,
Antología Poética - Vol. 2 (Municipio de Bariloche), III Antología “Leer el libro del mundo” (Neuquén).
• Ha publicado en los
siguientes medios: revista Re-cuento
(Bariloche), revista Palabras del alma
(Esquel), el diario La Calle
(Concepción del Uruguay).
Sus libros están
disponibles en Librería Literal (Eflein 115, San Carlos de Bariloche), Librería
Congreso (España 38, Concepción del Uruguay) y Librería Proa (España 14,
Concepción del Uruguay). También, comunicándose con la autora.
Más sobre sus obras en
Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 99:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2023/09/blog-post.html
WhatsApp:
15 4 50 7972
http://deluruguay.blogspot.com
LA
HIJA DEL TURÁN
Norma Dus ©
Su
carácter es implacable, crudo, despiadado.
La plaza
del palacio está llena de picas con cabezas humanas, de anteriores interesados,
quienes no consiguieron descifrar los misterios, y su suerte fue dejar su
cabeza empalada.
Aquella
noche, el pueblo esperaba la ejecución del Príncipe de Persia. Solo faltaba que
saliera la luna. Hombre joven y apuesto. La muchedumbre presente como de
costumbre, la Princesa manteniendo su veredicto y los ocupantes de la casa real
en los jardines.
Ella
también es muy joven y bella, pero inclemente, inflexible, no olvida a su
abuela.
Entre el
gentío, está Calaf, hijo de Timur rey tártaro junto a Liú, su esclava. Todos
huyendo de sus enemigos.
En el
palacio están los tres ministros, Ping, Pang y Pong, que al igual que yo, se
hallan cansados de las ejecuciones, añorando la paz de sus hogares, sin
sosiego, pero debemos seguir. La Princesa ha llegado a la edad casadera y
proseguiremos escuchando el gong del nuevo aspirante. ¡¡¡Los Ministros ruegan a
sus dioses que aparte esta maldición de China!!! Yo también...
Esta
noche, sonará tres veces el gigante gong, nuevamente.
La
Princesa otra vez planteará los tres acertijos. Ella misma otorgará su mano, si
son respondidos correctamente.
El
Príncipe desconocido, al ver la hermosura, el esplendor de la soberana, a pesar
de las advertencias, consejos previos de su padre, la declaración amorosa de
Liú, sufre un enamoramiento fulminante… Sonó tres veces el gong…
Calaf se
apresta a responder.
Turandot
advierte que ella es la reencarnación de la princesa Lo-u-Ling, su abuela, flor
inmaculada, que un despiadado invasor la arrastró hacia la noche, amordazando
sus gritos. Turandot ha declarado a todos los hombres sus enemigos. Nunca será
poseída. Ella vengara la pureza mancillada de Lo-u-Ling. Y luego le anuncia
cada uno de los tres enigmas:
El
primero: “Cada noche nace, cada día muere. La muerte es solo una”.
El
extranjero responde: “La Esperanza”.
Turandot
se sorprende. Como todo está escrito, los sabios consultan los pergaminos, la
respuesta es correcta.
La
Princesa plantea el segundo: “Surge como una llama y no es llama. Si se pierde
o te mueres, se enfría. Tiene una voz que escuchas palpitante”.
El joven,
nervioso, pero seguro revela: “La Sangre”. El Emperador observa, el público
escucha atento. Y los sabios aprueban.
La
muchedumbre alienta al Príncipe. Turandot está indignada, pero plantea la
tercera adivinanza: “Si libre te quiere, te hace más esclavo. Si por esclavo te
acepta, te hace Rey”.
El
pretendiente, ya desbordado y de rodillas, responde: “TURANDOT”. Los sabios
leen y afirman. El pueblo vitorea. El Emperador sonríe…
Turandot
suplica a su padre que no la entregue, pero ya de pie le manifiesta que la
palabra es sagrada. Y la Princesa en un arranque de furia le grita al vencedor:
“nunca seré tuya”, quien astutamente le expresa: “no lo serás, si logras
adivinar mi nombre”.
Inmediatamente
la orden que se recibe en todo Pekín, dada por Turandot, es que nadie duerma
hasta saber el nombre de ese Príncipe desconocido. Así los Ministros ofrecen
recompensas en mujeres y joyas al extranjero con tal de que olvide a la
pretendida consorte. El pueblo quiere matarlo. Los soldados torturan a Timur, y
a Liú, y nada se consigue.
Solo Liú
vaticina a Turandot que lo amará, y se suicida.
Quedando
solo Calaf y la Princesa, en la plaza del palacio, ya que el pueblo huyó, él la
besa apasionadamente, con tal embeleso que le declama su nombre.
Así
Turandot, tiene la libertad de elegir, seguir siendo libre o llevarlo frente al
Emperador, los ministros y mandarines, y decir:
“Conozco
el nombre del extranjero”, como lo llama, y como hace.
Calaf
empieza a sufrir, esperando lo peor, su condena.
Murmurando,
Turandot declara: “Su nombre es Amor”.
Y yo, como
Mandarín de la Corte, después de muchos años, al igual que los ministros, hemos
vuelto a tener paz, al ver que la rebelde Princesa ha sido vencida por el amor.
Versión en adaptación libre de Turandot –Ópera italiana– Giácomo
Puccini, Adami / Simoni.
SALOMÉ MOLTÓ
Nacíó en Cocentaina,
Alicante, España, el 26 de abril de 1943. A los diecinueve años emigró a París,
en donde estaban sus padres. Allí obtuvo su diploma de lengua francesa, además
de cursar estudios en Literatura, y “Civilisation Française”. De vuelta a España
ha trabajado en colegios, en varias empresas en el departamento de exportación,
en varias oficinas de abogados y notarios por asuntos puntuales de conflictos
jurídicos y herencias, únicamente limitados a la traducción.
Ha colaborado en la
revista Evocación de París, Cenit de Francia, Orto de Barcelona, Tierra y
Libertad de Madrid, esporádicamente en el periódico local El Nostre-Ciudad, Polémica también de Barcelona, Canfali
de Benidorm, y forma parte del equipo de la revista Siembra.
Sus trabajos van
dirigidos a fomentar la toma de conciencia y posible denuncia de los problemas
que atañen a nuestra sociedad.
Ha estudiado Sociología
hasta cuarto año, que no pude terminar por atender a su padre enfermo, a través
de la UNED en asignaturas independientes.
Obras: Una nueva economía, socialización y
colectividades alcoyanas 1936-1939 (1986), trabajo periodístico, fruto de
una investigación de dos años, de un periodo histórico de Alcoy en concreto,
pero que atañe a todo el resto del país que quedó del lado de la República
durante la guerra civil; Retazos
históricos de la posguerra 1939-1953 (2011), una recopilación de vivencias
de las décadas 40 y 50 del siglo pasado, en el que mayormente se reflejan los
avatares y sufrimientos de las mujeres de la generación de su madre y abuela.
Personas que nacieron en el primer cuarto del siglo XX y finales del XIX, y que
vieron su juventud y sus ilusiones truncadas por la guerra civil y que tanto
aportaron en busca de una democracia anhelada por todos; Alcoy (1936-1953), socialización, colectivización y represión
(2015) y Cosas que quiero decir
(2018), de pequeñas redacciones inspiradas por las clases que da.
En 2002, LiArt
Internacional, Inc. de Miami (EE UU) otorgó el segundo premio en narrativa a mi
cuento El Brazalete.
En 2005 fui
entrevistada por el periodista austriaco Oliver Ressler sobre las
colectividades y su trabajo hoy forma parte de una exposición itinerante
patrocinada por la universidad austriaca de divulgación cultural y medios
alternativos. Su exposición sigue itinerante con mucho éxito y estaba expuesta
en Belgrado.
En la medida de lo
posible, sigue escribiendo textos literarios y de opinión en pro de una
sociedad más justa, libre.
JINETE
Salomé Moltó ©
Montado en bravo corcel
a trote ligero y suave
sobre los dorados
campos
de espigas granadas
vas marcando tu camino
con altivez y bravura.
Jinete de mis ensueños
que mi vida has llenado
de ilusiones y
esperanzas.
En tu grupa me llevaste
recorriendo con los
sentidos
todos lo rincones del
mundo.
NOSOTROS
LOS PERDEDORES
Salomé Moltó ©
Nosotros los perdedores
porque mucho dimos
porque poco obtuvimos.
Porque corazón y sangre
ofrecimos generosamente
y de lo más hondo
supimos
elevar la voz en grito
hasta el más alto
estrado
de la esperanza y la
ilusión
y por supuesto, el amor
LA
LUZ DEL ALBA
Salomé Moltó ©
Ya verás qué bien
cuando llegué el alba
el cantar del mundo
te regocijará el alma
y la amarga soledad
no será tanta
cuando llegue... el
alba.
Dejarás atrás
mil contenidas ansias
de tantos y tantos
sufrimientos
que ahogan tus
esperanzas
Y verás la luz
gozarás la vida
cuando a la humanidad
le llegue… el alba
CUATRO
POR CUATRO Y ALGO MÁS
Salomé Moltó ©
—Tiene usted cuatro
pantalones cortos y tres largos, cuatro calzoncillos, cuatro calcetines y…. o
sea, cuatro de cada cosa.
—Sí, muchas gracias,
muchas gracias.
—Bueno, un “quita y pon
y un por si acaso” como decía mi madre en aquellos duros días de la posguerra,
y lo decíamos, cuando remendábamos la ropa porque no podíamos adquirir ninguna
otra. Sí, no me mire así, que nosotros también la hemos pasado pu… Y parece que
vuelven los tiempos difíciles.
—¡Muchas gracias!
—Ya, ya, ¿sabe que
nosotros también hemos sido emigrantes? Cuando acabó la guerra salieron más de
cincuenta mil personas a Francia mayormente, el último barco que salió de
Alicante el Strambrook y que llegó a Orán, pues… creo que no me entiende.
Bueno, luego ya a finales de los cincuenta salimos muchos más. Con el dinero
que trajimos empezamos a empujar la economía.
—Gracias, merci
beaucoup.
—¿Del Camerun? Entonces
sólo habla francés, pero tiene buenas manos y se ve fuerte. Ahora se tiene que
ir a Málaga, a la fresa, sí ¿entiende?, luego a la recogida de la aceituna ya
en Jaén, más hacía aquí, y, bueno qué tonterías digo si no me entiende.
—Zapatos no tengo, sólo
estas zapatillas que apenas puede calzar y… bueno que tenga usted buen viaje y
que no lo exploten demasiado.
Me fui a tomarme un
café, sin poder evitar el pensar en esas pateras que llegan cruzando el
mediterráneo, con gente que huye de tantos desastres, explotaciones y malas
administraciones. Algunos de mis conciudadanos, piensa que vienen a quitarles
el trabajo, cuando hay, hoy día, muchos pueblos con inmensas tierras sin
cultivar, pueblos que han perdido más de la mitad de sus habitantes, ¿hay
voluntad política para arreglar todo esto? Porque la verdad sea dicha, que me
da la impresión que los políticos, hoy día, habitan otra galaxia. Una lástima.
ACTITUDES
QUE SE REPITEN
Salomé Moltó ©
Aurora seguía regando
las macetas de la pequeña terraza donde pasaba largos ratos tomando el sol o
con lecturas interminables.
Su nieta, a través del
cristal de la ventana seguía impertérrita la elaboración de un hermoso dibujo.
Se acercó a la ventana, corrió el cristal y le dijo:
—¿Qué haces?, ¿pintas
nubes? Son preciosas,
—Sí, abuela, y ahora
voy a pintar un caballo con alas, que se va a ir por entre las nubes para
llegar junto al mar.
Aurora no acaba de
entender a su nieta, una niña de tan solo ocho años y que quería pintar de
todo. A su gran sorpresa la niña dibujó un caballo con alas que remontaba un
monte y se alejaba por entre las nubes. ¡Cómo es posible que esta pequeña pueda
pintar todo esto, tan bonito, tan bien hecho!
Sus meditaciones le
hacían recordar tiempos ya lejanos cuando su marido y ella misma se empeñaron
en que su única hija, Adela, estudiara piano. Lo lograron, pero nunca fue un
buen músico, no, sencillamente “se defendía”.
Quizás obligaron a la
niña a hacer algo que no le gustaba necesariamente. ¿Y si se hubieran ocupado
de preguntarle sobre lo que le hubiera gustado hacer?
Su preocupación iba en
aumento, su hija Adela era una buena maestra en música, lo que sus padres
habían querido que fuese, pero ¿era tan buena como sus padres creían?
Se acordaba ahora y
valoraba la situación que la niña “no estaba mucho por la labor”, fue más bien
una imposición.
Esta niña pinta de
maravilla —le dijo a su hija—, yo creo que podría ir a un profesor y quien sabe
si tenemos un Miguel Ángel femenino en la familia.
Su mente se hundió en
un mundo de fantasías, quien sabe, quien sabe, son cosas que nunca se detectan,
pero hay que poner “la primera piedra”.
Al momento entró su
hija Adela.
—Vamos, cariño, hay que
volver a casa. Madre, mañana no es neceser que vayas a buscar a la niña al
colegio, no trabajo por la tarde, yo la recogeré.
—Había pensado que. ¿Te
has dado cuenta lo bien que dibuja y lo bien... Bueno un buen profesor que...
—Madre, mi hija tiene
que ir a la gimnasia y luego a ballet, es lo que hemos decidido mi marido y yo,
déjese de fantasías. Hasta el sábado.
Se dio cuenta con
horror que las cosas se repetían, no se tenía en absoluto en cuenta las
inclinaciones y los gustos de la niña. Y pensar que con un “Y tú ¿qué quieres
hacer, qué es lo que te gustaría estudiar, en qué te apetecería participar? la
situación hubiera sido distinta, hubiera habido, quizás, más felicidad para
todos.”
Siguió regando las
plantas, pero sintiendo una opresión en el pecho por ver cómo los errores se
repetían.
JAIRO MANUEL
SÁNCHEZ HOYOS
Nacido en Morrocoy, Sahagún, Córdoba, Colombia, el 27 de febrero de 1951. Maestro normalista, licenciado en Pedagogía, Especialista en educación personalizada.
Actualmente goza de la pensión del Estado. Le encanta leer, hábito que adquirió desde la pubertad. Ahora se ha motivado por la escritura, escribe poemas, cuentos, leyendas, mitos y novelas. Ha publicado las siguientes obras: El caso de Francisco con Juan Lara, el espíritu (cuento. Editorial Paloma, 2000); Un camino trazado por el destino (novela, Editorial El Sabanero, Sahún. 2003); Toma tu tierra guajira (novela. Metro Publicidad, Sincelejo, 2007); El grito largo de los senderos (novela. Metro Publicidad, Sincelejo, 2015); Viniendo de fondo lejano (novela, Editorial Giraluna, 2020); En busca de la esperanza (novela, Giraluna, 2020); Ese cielo más azul, novela (novela, Giraluna, 2020).
Fue incluido en varios
libros recopilatorios: Surcando el viento
(IX Concurso literario de cuento breve, Creatividad Literaria, España, 2024); Recordando aprendí (IX Concurso
Literario de micropoesía, España, 2024); Homenaje
a las mujeres (Concurso de Minipoemas, Mundo Escritura, España, 2024); Sonrisa Falsa (IX Certamen de
Microrrelato y Poesía Mujeres Extraordinarias, Letras como Espada, España,
2023); Mirando hacia adelante
(micropoesía y micronarrativa del VIII Concurso Literario de Ediciones
Creatividad Literaria, España, 2023); Propósito
(poesía y microrrelato, Muro del Escritor, España, 2023); Postales de amor (poema y minicuento, Mundo Escritura, España,
2023); Claroscuro del amor (cuento y
poesía, Muro del Escritor, España, 2023).
LA POBREZA
Jairo
Manuel Sánchez Hoyos ©
Es
la pobreza un mal enajenado
Que
existe desde la creación
El
cual nunca ha tenido solución
Porque
es invento de los políticos
Para
su beneficio,
Y
así permanecer con este vicio
Sin
que se hagan ningún juicio.
Luego
que la crean,
Oigan
lo que les voy a mencionar,
Buscan
‘acabarla’ por necesidad,
Pues
requieren el voto de cada menesteroso
Para
volver a gobernar.
La
pobreza nos muerde los talones
Para
ella no hay cabida en los grandes salones,
Todo
lo maluco, sucio y feo,
Junto
con el hambre y el infortunio,
Son
sus mayores trofeos.
Para
ella no hay corazones ante las inundaciones,
Para
ella, casitas de palmas y cartones;
No
tienen derecho al socorro ni a la bondad;
Su
lugar preferido son las colinas
Y
los extramuros de la localidad.
Para
ella son más largos los recreos
Que
los años de escolaridad;
Tiene
ella su cadena de almacenes
En
los basureros y contenedores de la ciudad.
La
pobreza es una madre que llora de dolor
Frente
a la desesperanza,
Mientras
que la riqueza, todo lo tiene y nada le alcanza.
¿Cuánto
dinero se desperdicia en la guerra?
¿Cuántas
guerras se hacen para matar al hombre?
¿Cuántas,
para matar el HAMBRE?
La
pobreza no tiene lecho,
Permítanme
que lo nombre,
No
tiene baño, no tiene mesa,
Esto
es el ultraje más inhumano
De
la dignidad del hombre.
DEJEN YA LA
DISCRIMINACIÓN
Jairo
Manuel Sánchez Hoyos ©
Soy
negro,
Pero
mi voz es roja
Blanca,
parda, amarilla;
¡Qué
maravilla!
Le
canto al ganado, manejo el bongó
Corto
la caña y extraigo el oro
Del
Cauca, Atrato y Baudó.
Soy
negro de mina, de río y de mar,
La
historia lo relata,
Donde
quiera que hay mar,
Como
el cormorán, junto a Mariamulata,
¡Ahí
estoy yo de manera grata!
Soy
negro, soy mulato,
Con
distingos de sensibles modales y buen trato,
De
eso me elogio, es mi retrato.
Los
de acá me impusieron otra ley,
Solo
gano ofensas y maltrato,
Sin
derecho a sindicato
Para
ver si descanso un rato.
Una
mano fuerte me oprime
Quiere
reventar mi arteria,
Una
bota enorme me empuja,
Me
tira con ira a la miseria.
Mi
color negro recoge la noche
Soy
negro de energía y derroche;
Mi
cuerpo, un tizón encendido;
Negro,
negro engreído,
Trabajador,
amante y excelente marido.
Atarrayo
mis recuerdos lejanos,
Recuerdos
oprimidos,
Allá
están mis hermanos,
Y
yo acá, con el canalete en la arena,
Golpeado
por tener la piel negra, negra, morena.
Cada
mañana, cojo mi canoa y me voy
A
buscar lo que se me ha extraviado,
Me
regreso, traigo vacía el alma,
No
encuentro lo que me han robado.
Cojo
el tambor,
Con
ron de caña entro en calor, y,
Mejor
pienso en lo bueno que es el amor;
En
el cielo están mis ojos,
Canto
y bailo mis enojos
De
coger otros rumbos, otros rumbos, no cojo.
A
pesar de haberse roto las cadenas,
Rotas
desde hace rato,
Siento
que sigo en el virreinato
Bajo
el mismo formato:
Ultrajado,
engrillado y marcado.
¡Negro!,
¡negro!, ¡negro!
Me
llaman negro, negro me llaman,
Pero
no por cariño,
Sino
para verme humillado;
¿De
verdad mi esclavitud no ha terminado?
Para
los que no lo saben, y aquí se los digo,
En
mitad del camino,
Que
nosotros, los negros melaninos,
Fuimos
la primera casta que en la tierra existimos.
Y
ojo, que no somos raza,
Somos
persona, somos etnia, somos especie.
Mi
piel negra data,
Data
del origen del hombre
Engendrado
en el trópico;
Óiganlo
bien, la dermis roja, blanca, parda, amarilla,
Son
derivadas de mi dura piel.
Así
qué ¿cuál es la hiel?
Vergüenza
deben sentir ustedes
Y
no nosotros;
Pues,
impoluta es nuestra piel;
Quítense
esa obsesión para conmigo,
¡No
joda! Yo soy puro desde la creación;
¡Dejen
ya tanta discriminación!!
EL TIEMPO Y SU HUELLA
Jairo
Manuel Sánchez Hoyos ©
Los
años han hecho de mí
Ese
árbol seco de la plaza donde los transeúntes
Se
detienen a comentar sus fracasos.
Un
árbol sin corteza, sin savia ni brotes
Nada
más con la mera figura
De
lo que pudo vivir en un buen bosque.
En
la tierra seca se debaten mis raíces
Buscan
una gota de agua
Que
jamás beberán.
Ya
ni siento frío,
Ya
ni siento calor;
Soy
la hospitalización de la tarde,
El
refugio de la noche,
La
tibia habitación de libélulas.
Mi
sombra larga descansa en la plaza,
Parezco
un raro fantasma,
Sin
lastre ni alma.
Soy
materia pasible
Disponible
para el fuego,
Pues,
qué me convierta en cenizas.
Qué
realidad más cierta,
Como
dije, ya no soy vivo,
No
tengo corteza,
No
tengo aroma,
Ni
la certeza de que tenga tiempo.
Mis
pies no sienten el palpitar de la tierra
Ni
la musicalidad del viento;
Esta
mi existencia como
Respeto
a un juramento,
Pero
no, no hay tal juramento,
El
tiempo tiene sus medidas,
Yo
sigo el curso,
Solo
que el mío está más lento. . .
Y
es tan larga esta espera.
Nº 102 – Junio de 2024 – Año XV
ISSN 2250-5385 – Edición trimestral
EX-2023-122916689-APN-DNDA#MJ del 17/10/2023, incorporado a RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina
Propietario y director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
zab_he@hotmail.com
http://hector-zabala.blogspot.com/
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html
Colaboradores
Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
alfana79@hotmail.com
http://noelia-barchuk-literatura.blogspot.com.ar/
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/suplemento-derealidades-y-ficciones-n.html
Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
monvillarreal@hotmail.com
@mon_villarreal
https://www.facebook.com/monvillarreal22
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/
El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite ÍNDICE DE AUTORES. A la fecha, comprenden 395 colaboradores desde la fundación del suplemento.
REVISTA: https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/
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SUPLEMENTO: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
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Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.
“Realidades y Ficciones” Mónica Villarreal (2014) acrílico y óleo sobre papel-lienzo, 30 cm x 30 cm |
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