SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 99 – Septiembre de 2023 – Año XIV
ISSN
2250-5385 – Edición trimestral
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"Colibrí de Monterrey" Mónica Villarreal (2023) (Mixta sobre papel, 22 cm x 28 cm) |
Sumario:
• Niels HAV (Dinamarca)
• Luis Ángel MARÍN IBÁÑEZ (España)
• Alicia DANESINO (Argentina)
• Toño GUEDE (España)
• Norma DUS (Argentina)
• Alfredo ZALDÚA (Uruguay)
• Miriam Gladys GÓMEZ - Julliette (Argentina)
• Jaime LUSTGARTEN STECKERL (Colombia)
• Justina CABRAL (Argentina)
• Miriam Laura FERNÁNDEZ (Argentina)
CLAUDIO IVÁN REMESEIRA
Docente y periodista
argentino residente en Estados Unidos, Claudio Remeseira es licenciado en
filosofía por
También ha participado
en múltiples festivales, paneles y charlas literarias, en la organización de
actividades culturales, y en actividades periodísticas de radio y televisión.
Se le otorgaron varias
distinciones, entre otras:
• Kiplinger Fellowship
in Public Affairs Journalism (2017).
• Sustaining
Partnership Residency Program, Lang College’s Civic Liberal Arts, New School
(2016).
• International Latino
Book Award (2011).
• Maria Moors Cabot
Scholarship, Columbia University (2001).
• Primer Premio de
• Premio Citi a
• Premio Doctor Mario
Molina en Periodismo Ambiental (1996).
• Segundo Premio de
• Diploma de Honor de
• Ecoambiente 94,
otorgado por la revista Ambiente
Ecológico (1994).
Obras:
Además de varios
libros, de capítulos en libros, y de artículos, todos de carácter académico;
Remeseira ha escrito diversas obras referidas a narrativa y poesía:
Ficción
• Con la urgencia del instante. Antología de microrrelatos en español
(Luis Alejandro Ordóñez [ed.], Chicago: Ars Communis Editorial, 2022).
• Don’t Cry for Me, Argentina. Antología de escritores argentinos en
Estados Unidos (Fernando Olszanksi y Hernán Vera Álvarez [Eds.],
Chicago-Miami: Ars Communis Editorial, 2020).
• “ConstruccióN de
• “Bárbaroi” (cuento, en Lilith,
revista coleccionable, Año 1, No.1 [verano 2004-2005]: 55).
Poesía
• “Arjentino en Ñuiórk” (En Hybrido, Arte y Literatura, Año XI,
Núm.10 (2008). Edición Especial Décimo Aniversario: Poetas en Nueva York. The
Graduate School and University Center of the City University of New York. ISSN:19302711
No ficción:
• “A Splendid Outsider: Archer Milton Huntington and the Hispanic
Heritage in the United States”, y “Carlos
Gardel in New York: The Birth of a Hispanic-American Myth” (Hispanic New
York: A Sourcebook. New York: Columbia University Press, 2010. ISBN-10:
0231148194).
Yod
Hei Vav
Claudio Iván Remeseira
©
Se sorprendió
pensándose por primera vez, de concebirse sin estar todavía ahí, intuyendo una
presencia que había estado no obstante desde siempre, flotando en la niebla
informe de su conciencia, ese círculo sin límites. Escuchaba sus propios
pensamientos, sin palabras. Se concentró, inhaló profundamente —pensó que
inhalaba— y retuvo el aliento por un instante eterno; entonces exhaló, y la
premonición de su cuerpo se bosquejó en su aliento, ocupando el vacío, potencia
sin contorno de la luz que emanaba de su recóndito centro (la sucesión literal
traiciona la simultaneidad del proceso, desfigura su verdad tras el espejismo de
las palabras; pero no me es dado otro modo de comprenderme).
La vibración de la luz
se condensó en dibujos, girando en su mente con la voracidad de un remolino;
una inercia invisible redujo poco a poco el movimiento, y los dibujos se
definieron más. Contó —lo supo antes de contar— 22 letras. Concentrándose en
cada una de ellas, combinándolas en series irrepetibles, nombró las distintas
partes de su anatomía: cabeza, brazos, tronco, piernas, sexo, que se
constituyeron de inmediato (al mismo tiempo) con la misma materia de la luz de
la que emanaban. La extensión de su cuerpo llenó el universo.
Se admiró. Una
corriente erótica estremeció su arquitectura, pero el placer de contemplarse se
mezcló con un dolor agudo: cada uno de sus miembros se desgarraba entre una
fuerza que parecía succionarlo desde adentro, hacia la nada previa, y la
imperiosa necesidad de manifestarse, de tener una forma. La intensidad de la
luz fue cada vez mayor, más alta, insoportable, hasta que los miembros no
pudieron contenerla y explotaron, millones de millones de pedazos
precipitándose por la negra profundidad del cosmos en una muda lluvia de fuego,
conflagración de chispas y partículas, cáscaras ígneas uniéndose y rechazándose
a medida que caían, groseramente, sin sentido aparente, por el vacío. Volvió a
mirarse y percibió su cuerpo, pero no como antes sino roto, incompleto,
exiliado de su antigua imagen. Nada era como debía ser, y sin embargo seguía
estando ahí.
La luz que manaba de su
frente iluminó cada fragmento de su destituida anatomía, que ahora se
desplegaba ante sus ojos como un pentágono de caras, perfiles yuxtapuestos
escurriéndose en el declive de la luz. Cada una de sus caras lo miraba con la
forma del sufrimiento, la paternidad, el embarazo, la impaciencia, un arcoiris.
Vio multiplicarse su exponencial figura en un sucesivo cataclismo de mundos,
una avalancha de brillos y sombras cayendo con velocidad y fulgor decrecientes,
hasta la última, más remota región, una turbia y compacta esfera habitada por
bípedos barrosos, en la que su rostro poligonal se reflejaba en inverso orden.
Al rebotar contra la cruda superficie, la luz emprendía su retorno, o nunca
había partido, y la caída y división en etapas eran sólo producto de la taimada
discreción del tiempo. Entonces supo que debía reconstruirse, que la tarea era
más vasta que él, y que esos espúreos seres que pululaban allá abajo, hundidos
en la esquiva oscuridad de su materia, eran los encargados de llevarla a cabo.
Observó detenidamente a
esas extravagantes criaturas, convertidas de pronto en sus inconcebibles
aliados. Eran la contrahecha imagen de sí mismo, una serie aparentemente
infinita de individuos que imitaban grotescamente su colosal estructura:
minúsculos, opacos, febriles, se desplazaban con movimientos torpes e inconclusos,
empujándose, apareándose y pisándose entre sí con una turbulenta violencia. En
ese gratuito derroche de energía había sin embargo una acción recurrente: en
los intervalos de sus mutuas confrontaciones, muchos se inclinaban a recoger
del suelo las cáscaras del estallido primigenio, resecas y duras por efecto de
su progresiva decantación por la noche cósmica. Las manoseaban con fervorosa
unción, fregándolas contra sus terrosos muslos o machacándolas con una piedra,
hasta que la negra consistencia de la cóncava costra se doblegaba a la
contumacia del golpe, y un tenue hilo de luz escapaba de su interior. A medida
que el esfuerzo de estos precarios orfebres avanzaba, la cavernosa tiniebla que
los envolvía se despejaba un poco más; la atmósfera se fue poblando de reflejos
tornasolados, como la tibia indecisión de un crepúsculo o un amanecer. Algo en
ese espectáculo le resultó familiar: la esfera microscópica, oscilando
vertiginosa entre la luz y la oscuridad, le recordó la intolerable batalla
entre sus coyunturas y el fuego primario que encerraban, el estallido posterior
y el derrumbe universal de su forma, de cuya última instancia estaba siendo
testigo; inesperadamente, la visión lo reconfortó, aplacando su ansiedad en
lugar de incitarla.
Miró de nuevo, y entendió
que lo que acababa de ver era sólo la sinécdoque de una escena mayor, en la que
el ahora, el antes y el después se superponían, como las ondas concéntricas de
un mismo impacto. La frenética actividad de esos seres remotos se desplegó ante
sus ojos en toda su polifónica variedad, y su mente abarcó el principio y el
fin de su increíble historia como una sola palabra. Vio chozas, reinos, calles,
guerras, estupros y ablaciones. Vio multitudes e individuos, generaciones
enteras dilatándose con vigor sobre la tierra y desvaneciéndose luego en el
aire, sin dejar rastro. Vio la acción y su resultado, la intención y el hecho,
la sospecha y el agravio. Vio crímenes y altruismos, delaciones y proclamas,
ejércitos en marcha y pordioseros hediondos y abandonados, mezclándose sin
pudor en la sudorosa fricción de los días. Vio umbrales y libros, anacoretas y
escaleras, campos cultivados y artistas, mercaderes y jardines, vio pieles
tatuadas y órganos suspendidos en la líquida exhibición de un frasco. Vio
incendios e inundaciones, ciudades y pentagramas, máquinas que se elevaban más
allá de las nubes o que se sumergían hasta el magmático corazón de la roca. Vio
torres y arados, copulaciones y asesinatos, cementerios y puentes, sacrificios
y perversiones, muchedumbres llorando o gritando o abrazándose o repudiándose
con furia. El catálogo lo abrumó, y sintió admiración y asco y piedad por esos
seres precarios, arrojados a sus enceguecidos derroteros por una implacable
urgencia de justificación. Entendió, además, que su diversidad era ilusoria,
que aunque cada una de esas criaturas tenía una cara y un sexo y una muerte
distinta, el omnímodo paréntesis de su mirada las exponía como un mismo ser
múltiple, creciendo, procreándose, desapareciendo y volviendo a nacer sin
cesar, una larga, monstruosa cadena cuya cada instancia particular era un mero
eslabón olvidable. Era este sujeto colectivo, esta fantástica composición de
partículas fungibles —lo comprendía ahora— la alarmante imagen que había
percibido la primera vez, el acusatorio reverso de su quíntuple rostro caído.
En ese momento lo
asaltó una sensación desconocida, un temblor que parecía brotar del fondo de su
estómago y que con delicada rapidez subía por la tráquea, atravesaba la
laringe, ocupaba su boca y se colaba a través de las fosas nasales hasta llenar
la bóveda del cráneo; abrió los labios y dejó escapar una firme columna de
aire, y el aire llevaba un sonido, una larga fricción gutural, y las ondas del
sonido reverberaron en su cabeza, y se expandieron más allá, en círculos
crecientes, hasta alcanzar el último escalón del cosmos, envolviendo su cuerpo
como un pleno, cálido abrazo. Volvió a ver las 22 letras, esos inquietos trazos
de luz grabados en su mente, irradiando frenéticos reflejos violáceos. Al
sonido que acababa de nacer de él le asignó la primera letra; después comenzó a
articular ese indiferenciado chorro de voz que lo acariciaba, interrumpiéndolo
con precisos desplazamientos de su lengua dentro de la cámara bucal,
modulándolo con inflexiones de su garganta, ritmándolo con un golpe de labios,
y a cada una de esas articulaciones le confirió el valor de otra letra, hasta
acabar la serie.
Cuando cada sonido tuvo
su nombre, las 22 letras asumieron la forma de una rueda de fuego, que era
también una corona y un árbol de ramas y raíces continuas; el círculo comenzó a
girar y a crecer, y sus rayos se expandieron hasta tocar los límites del
universo. La rueda se dividió entonces en cuatro ruedas concéntricas, y cada
una de ellas empezó a dar vueltas en una dirección distinta; el espectáculo
tenía la contextura del relámpago y el rugido de una multitud de océanos.
Respondiendo a un
impulso que parecía exceder a su voluntad, las letras permutaban lugares dentro
de las ruedas, y al hacerlo se constituían en palabras, que a su vez se
agrupaban en una línea ininterrumpida, dividida en casilleros de igual tamaño,
cada uno ocupado por una sola letra. Las permutaciones obedecían al siguiente
canon: la primera letra se combinaba con todas las restantes, y después la
segunda, y la tercera, y así sucesivamente, hasta la vigésimo segunda; entonces
las permutaciones recomenzaban de nuevo, en orden revertido. Sin dejar de
moverse, las cuatro entrelazadas ruedas devanaban así el conjunto infinito de
todos los nombres, de todas las cláusulas, de todas las oraciones posibles.
Absorbido en la
contemplación, comprendió que este flamígero conjunto precedía su propia
existencia, y que era tan vasto como su cuerpo, como el universo; esta
comprobación lo maravilló y lo desoló a la vez: el todo era igual a la nada.
Para definirse a sí mismo, para explicar su genealogía, para comprenderse, cada
palabra debía tener un valor discreto, discernible del de las demás, o la
explicación equivaldría al silencio, o al ruido. Era por lo tanto necesario traicionar
la instantánea plural combinación que ardía en el vórtice redondo de letras,
degradar la unívoca llama de su visión completa por la falaz disección de la
frase. Se obligó así restringir la inmovilizante abundancia, a elegir una
palabra y desechar el resto, buscando una combinación aprehensible. Lo embargó
la felicidad de saber que estaba por transformar en acto algo que hasta
entonces sólo había existido en potencia, que nada limitaba el poder que estaba
por ejercer, y que ese poder sintetizaba al universo. Cada palabra determinó la
siguiente, y la proposición se formó en sus labios a medida que la pensaba. Y
entonces dijo: “Se sorprendió pensándose por primera vez, de concebirse sin
estar todavía ahí, intuyendo una presencia que había estado no obstante desde
siempre, flotando en la niebla informe de su conciencia, ese círculo sin
límites.”
La perplejidad lo
invadió. Siguió hablando, y escuchó el recuento de su propia historia, como si
nunca hubiera ocurrido. La concentración inicial, el soplo premonitorio, la
epifanía del abecedario, la constitución y estallido de su cuerpo, la declensión
cósmica de sus fragmentos, su desdoblamiento pentafásico, la multiplicación de
mundos recesivos, la patética imitación de los seres caídos en la última esfera
y el sincrónico panel de su compulsiva historia: palabra por palabra, el
flamante relato reproducía el relato previo.
Algo, sin embargo, era
distinto. A medida que sus oraciones se sucedían, descubrió una peculiar
relación entre sus palabras y el comportamiento de aquellas incompletas
criaturas. Se trataba de una relación asimétrica: cada cambio en un lado de la
ecuación producía un cambio irreversible en el otro, pero el efecto no era
recíproco. Comprobó que las acciones ejecutadas por los seres de la esfera inferior
eran acompañadas por determinadas permutaciones de letras en su discurso: una
demostración de valentía o buena voluntad, por ejemplo, generaba una
combinación feliz, una serie de palabras que iluminaba cierto aspecto de su
naturaleza o aceleraba el desenlace de un párrafo; una defección moral, por el
contrario, provocaba una construcción anfibológica, eliminaba una palabra o aún
oraciones enteras, o recargaba con el lodo de la impericia la marcha de la
narración.
Los signos de
puntuación respondían a la misma inflexible necesidad. Los diversos y
contradictorios sentidos que estos seres (que, ahora terminaba de percibir,
compartían con él el voluble recurso del lenguaje) atribuían a cada palabra y a
sus múltiples aplicaciones, oscurecían todavía más la dirección del proceso.
Estas alternancias combinatorias replicaban el flujo y reflujo de la luz en la
esfera lejana y nebulosa.
Con un asalto
simultáneo de gozo, terror, resignación, comprendió que la suma de todos los
significados posibles constituían una sola, monstruosa, oración, que sólo él
podía pronunciar, que ya había empezado a pronunciarla y que no podía
detenerse, que estaba condenado a obedecer el tumultuoso dictado de esos seres
falibles que de un modo insondable eran él mismo, que el final de su exilio no
llegaría sino hasta el final de esa ímproba uterancia, hasta que su boca
dijera, fervorosa, humilde, asombrada, la última letra de su nombre.
NIELS HAV
(Gudum, Dinamarca, 7/11/1949). Pasó su infancia en una granja al oeste de su país; reside en Copenhague. Tiene varios libros publicados. Uno de sus libros en inglés es Momentos de felicidad; otros en danés son Las mujeres casadas de Copenhague y Cuando me volví ciego. Existe una interesante colección de poemas, We Are Here, publicada por la editorial Book Thug, de Toronto. Ha sido galardonado con varios premios del Consejo de las Artes danés.
Sus poemas, cuentos y
relatos han aparecido en muchas revistas y antologías. Ha sido traducido al
inglés, árabe, español, italiano, turco, alemán, portugués, persa y chino.
Declara ser un campesino ingenuo, que el destino ha enviado a Asia, África y
Europa, así como a América del Norte y del Sur.
Más sobre sus obras y
trayectoria literaria en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 10:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2012/09/
y en el Suplemento de
Realidades y Ficciones Nº 77:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2018/06/blog-post.html
https://www.facebook.com/niels.hav/
ATRAPADO
EN EL ALFABETO
Niels Hav ©
Cuando Barack Obama fue
investido como presidente en los Estados Unidos, la poeta Elizabeth Alexander
estaba leyendo en la ceremonia. El poeta debería, puede asumir un rol similar
en diferentes culturas pero, en la vida cotidiana y la mayor parte del tiempo,
el poeta es un outsider. Un ladrón
solitario en el desierto. Así pasa en Europa, y en el resto del mundo.
Los escritores somos
individualistas. Celebramos las mismas virtudes que los beduinos: perseverancia
y generosidad. Algunos poetas, entre nuestros mejores colegas, saben del hambre
y la sed, de la pobreza y del anhelo. Existen otros valores más que lo
material, y retener ese conocimiento es una de las tareas de la poesía.
Nunca antes en la
historia del mundo, hemos tenido tanta gente viviendo en el exilio ―hoy en día,
todos somos una especie de nómades. Es una paradoja que el nacionalismo
florezca al mismo tiempo. Somos poetas y residimos en la república literaria.
Físicamente, estamos en Shanghái, Bogotá, Estambul o Copenhague, pero la poesía
es nuestra patria mental y espiritual.
La poesía no es para
los cobardes. La tarea consiste en mantener un ojo sobre ese poder y hablar
sobre las cosas como son. Si la verdad es suprimida, los poetas son los
primeros en ser encarcelados, y eso es lógico. Sin embargo, la poesía es
adyacente a la música, y cuando un poema es exitoso, las palabras tienen una
resonancia profunda en la mente y el alma. La buena poesía es mágica.
La poesía debería estar
comprometida con la belleza de la vida y la grandeza ―y a los problemas de la
vida diaria de la gente común. Buscar la verdad es como cazar lagartos en la
oscuridad, y no importa cómo doblemos o giremos, el trasero está en la parte de
atrás. Debemos ser honestos sobre nuestra confusión. El arte es la búsqueda de
una verdad más profunda que las soluciones políticas, pero, aun así, la poesía
siempre quiere ser una instancia crítica con el deber adicional de decir la
verdad acerca de los problemas reales en el mundo real.
En ese contexto, es
esencial que tengamos mejores traducciones. Como escritor europeo, estoy
completamente atrapado en el alfabeto latino. Los escritores chinos o árabes
tienen ventaja sobre sus colegas europeos, pues la mayoría de ellos leen dos
alfabetos. ¿Cuántos alfabetos hay en este mundo? Le pregunté a mi mamá, y ella
no lo sabe. Le pregunté al taxista, y él no pudo responder la pregunta tampoco.
Seguro nadie lo sabe, pero hay muchos y solo el chino, el hindi, el bengalí y
otros alfabetos asiáticos son utilizados por más de un tercio de la población
del planeta.
Entonces, déjennos
rendir un homenaje a nuestros traductores, ellos construyen puentes entre los
varios alfabetos en este mundo ―y con ello crean las condiciones para una
creciente comprensión internacional. Esperemos un nuevo florecimiento del arte
y de la poesía en un mundo pacífico. La comunicación internacional es más
importante que nunca antes. La poesía puede contribuir positivamente al
entendimiento entre los pueblos y culturas del mundo, y puede contribuir al
respeto del individuo y de su sueño personal de una vida con felicidad y
armonía. Todos compartimos ese sueño.
(Traducción:
Mario Pera)
ANA LEMA COLANGELO
De origen ítalo-argentina, nació en Pergamino (Provincia de Buenos Aires), Argentina en 1973, su nombre completo es Ana María Lema Colangelo. Narradora, poeta, ensayista, traductora, generadora de contenidos. Reside en la ciudad de Buenos Aires.
Licenciada en
Comunicación. Cursó estudios de curaduría y montaje de obras de arte. También
cursó su postgrado en inglés, graduándose en Stevenson College of Edinburgh
(estudios certificados por
Asistió a cursos y
talleres sobre escritura literaria en
Ha publicado varios
libros. Sus obras fueron traducidas al inglés, portugués, francés e italiano.
Participó de festivales
internacionales de poesía y ferias internacionales del libro en Portugal, Reino
Unido, España, Italia, Chile, Colombia, Alemania y Argentina, entre otros.
Integró diversas
antologías locales y del exterior. En la actualidad continúa trabajando en
proyectos ligados a la literatura y otras artes.
anamarialemacolangelo@gmail.com
https://registrodeescritores.com.ar/project/ana-lema-colangelo/
A continuación,
incluimos algunos poemas de su libro Bromelias
(Leviatán Editorial).
PROCEDIMIENTO
Ana Lema Colangelo ©
Leviatán cercado en el
cuarto
con precisión digna de
cirujano
taladra el pecho de la
infausta.
Inmóvil, asiste la cría
al refrendado martirio.
Acaso alguna vez
logre sacudir de su
alma tamaña desolación.
ANNUS
MIRABILIS *
Ana Lema Colangelo ©
Fue Einstein quien
propuso la equivalencia entre masa y energía.
Es el principio de
conservación de ambos elementos.
Estos no se crean ni se
destruyen
solo se transforman.
Dicha relación se
asemeja a las nociones de amor y vida.
Inconexas para algunos,
aunque sean ambas
instancias de una misma energía.
* Uno de los artículos
de Einstein publicados en la revista científica Annalen der Physikn en 1905.
ORFEÓN
Ana Lema Colangelo ©
En vísperas del
carnaval, la ciudad de Oruro
asiste a
Antiguas caretas y
máscaras de diablo
usan los danzantes.
Contrastan con otras de
conquistadores
españoles, personajes bíblicos
o deidades
prehispánicas.
Eterna lucha entre el
bien y el mal.
Los cocaleros al son de
tambores, trompetas
sicus y quenas
a voces proclaman —¡la
coca no es cocaína!—
—¡la coca no es
cocaína!—
Letanía profunda que se
perpetuará
en el viento.
CARTAPACIO
Ana Lema Colangelo ©
Recortadas nuestras
figuras
sombras chinescas en la
pared del pasillo,
la expectativa punzante
y nuestro primer
cigarrillo.
Alianzas de sangre, los
mitos
ambos de inconsciencia
mudos.
Afanosa manía la de
descarnar el alma.
LUIS ÁNGEL
MARÍN IBÁÑEZ
Nacido en Zaragoza en
1952, reside en
Más sobre su
trayectoria y obras en los siguientes números del Suplemento de Realidades y
Ficciones:
http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2012/12/
(Nº 55)
http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2018/06/blog-post.html
(Nº 77)
VISIÓN
Luis Ángel Marín Ibáñez
©
Una cigüeña
petrificada
ha
dejado de cantar
Sobre el campanario anidan
los colores de la ausencia
Y las campanas tañen
secretos de planetas
El viento llora
rapsodias encantadas
Y los álamos relinchan
como hipnóticas giradas
MI ALMA
ES UNA
PARABOLA
Todos los siglos
habitan en mi mano
La torre me mira
con un
tumulto de sonrisas
Y en
sus ojos escucho
EL
VOLTAICO HIMNO
del infinito
GOLONDRINAS
Luis Ángel Marín Ibáñez
©
Por fin llegaron las
golondrinas
Todas juntas
cogidas de la mano
colgadas
sobre el reloj
de la vida
La torre las recibió
con
una estruendosa sonrisa
Y en los aleros
volvieron a sonar
los viejos violonchelos
Sin darme
cuenta
había anidado
entre mis dedos
POÉTICA
Luis Ángel Marín Ibáñez
©
Poblemos de Soledad el
Mundo
y que sea la piedra
la flor y la demencia
un cuerno de caza
que aviente todos los
olvidos.
Bordar la profundidad
es el único lacre
gordiano.
Navegar en superficie
la danza cruel de los
poetas.
Que el poema nos
descubra
y nos troquele
bajo una llama vestal
en un infinito sin
respuesta.
un Tiempo
inconquistado.
ALICIA DANESINO
Reside en Banfield
(Buenos Aires), Argentina). Miembro de
Ha publicado doce
títulos en el mercado cultural, entre ellos Labio
de sombra, Perfume para la mano izquierda, Palabras para una ausencia,
Aventuras de rosales sin pimpollo.
La han incluido en sus
páginas diversas revistas culturales. Hoy, tenemos la dicha de presentarla en Realidades y Ficciones. Los poemas que
aparecen más abajo obtuvieron el primer premio por unanimidad de
Tiene en carpeta varios
libros más, tal como señaló en un reportaje para el diario
EN EL SILENCIO
LAS PALABRAS Y YO
Alicia
Danesino ©
Acerca tus
labios a mi oído…
Solo
escucho oscuridad.
Las húmedas
palabras me ultrajan.
Luna
invernal en noche de helada.
El tronar
de las frases es una larga letanía
de
ausencias y silencios,
de sílabas
en sombra y sombras de dolor.
Escuché
rumor de alas de mariposas.
He mirado
la luna encarnada, ha besado al mar
embalsamada
de silencio.
Su color
enrojeció la playa.
Mi sombra
alucinada retuvo las hilachas del dolor
para no
estrellarse contra la vida.
El peine
del viento
enrula la
espuma de la ola,
la adormece
sobre la noche silenciosa,
yo, me
disuelvo en el sueño.
Si la
lluvia me lava y el sol me tiñe.
¿Como me
atrevo a estar viva, o ya seré otra?
El absurdo
deambula entre la mansa noche
y los
pasillos del sueño.
Loca ruleta
rusa, dentro del silencio.
Escucho los
latidos de mi corazón.
Cuando caen
las máscaras, las cenizas de la noche
abandonan
mi almohada.
Me
construyo cada mañana invitándome a vivir.
Una palabra
se descolgó del alba
calló
dentro de mi silencio.
Detrás de
mí
la vida.
TOÑO GUEDE
Su nombre completo es
José Antonio Santos Guede, Nacido en Orense, Galicia, España, en 1971.
En el año 2000 publica
su primera novela, Cicatrices
(VariEdiciones). Desde entonces ya ha publicado siete novelas en español. La
última, Só ficarán cinzas en algures
(Editorial Galaxia, 2021), fue en gallego, su idioma materno.
También en gallego
comienza a publicar poesía a través de su primer poemario Bolboretas na memoria (El taller del poeta, 2009). Tras la
publicación de esta obra y en colaboración con otros escritores de la ciudad,
crea la asociación Círculo Poético
Ourensán, dedicada a promocionar la literatura, y en especial la poesía, en
los centros educativos.
Dicho círculo celebra
un Encuentro de Poesía carácter internacional todos los años. En él han participado
poetas de España, Argentina, Portugal, México, Bolivia, Cuba, Cabo Verde,
Brasil. Promueven un certamen de poesía para niños de educación primaria en su
ciudad.
https://www.circulopoeticoorensano.com/
TIEMPO
Toño Guedes ©
Arenas de tiempo
goteando en la realidad.
Se me cayeron los días
de entre las manos.
Resbalaron de mis dedos
y chocaron contra el
presente
rompiéndose en mil
sueños abortados.
Me dolieron los ojos
con la luz
de los fragmentos
inservibles.
No me gusta ver llorar
a la gente.
Odio las lágrimas.
Por mil veces que me
matases
jamás habitaría tu
infierno.
Mis pecados pesan
dentro de un pecho sin
corazón
esperando el polvo
que barrerá mi
recuerdo.
La hora de la navaja
existe en mi cuello.
AQUÍ
Y AHORA
Toño Guedes ©
La cháchara
interminable envuelve mi presente.
Voces. Palabras.
Un todo que a veces no
logro explicar. Instantes.
La vida se pierde en
esquinas
que nunca logran
encontrar la puerta de salida.
Aquí. Ahora. Ya.
Todo es una realidad
finita que nos delimita sin saber
donde encontrará
perfiles el presente.
El todo y la nada
sucumbiendo a la realidad.
Es hoy. Es ahora.
El presente golpea con
el martillo de los sentimientos,
recuerdos estériles
convertidos en horas y pensamientos.
Ya nada se esconde en
los intersticios
de una realidad que a
veces duele y otras parece ajena.
NORMA DUS
Narradora y poeta,
oriunda de Concepción del Uruguay (Entre Ríos), residente en San Carlos de
Bariloche (Río Negro), Argentina. Ha obtenido diversas distinciones de honor en
certámenes nacionales dentro del género de relatos breves y cuentos, así como
por su destacada labor literaria. También ha participado de diversos encuentros
poéticos y ferias de libros, tanto en el país como en el extranjero,
particularmente en Canadá. Su nombre completo es Norma Margarita Dus.
• Obras publicadas: Bodega de Sueños (poemario, 2005), Cuando nos quedamos solos (cuentos para
adultos, 2010), Desde
• Ha integrado las
siguientes antologías: Zona de Poetas
(Ciudad de Buenos Aires, 2001), Tercer
Encuentro Provincial de Escritores Entrerrianos (Concepción del Uruguay,
2007), Antología Patagónica "Otras
Palabras" (Esquel, Chubut), “El
espacio no es un vacío, incluye todos los tiempos” (Montreal, Canadá), Diez Poetas Rionegrinos Contemporáneos,
Antología Poética - Vol. 2 (Municipio de Bariloche), III Antología “Leer el libro del mundo” (Neuquén).
• Ha publicado en los
siguientes medios: revista Re-cuento
(Bariloche), revista Palabras del alma
(Esquel),el diario “
Sus libros están
disponibles en Librería Literal (Eflein 115, San Carlos de Bariloche), Librería
Congreso (España 38, Concepción del Uruguay) y Librería Proa (España 14,
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ÑANDÚES
Norma Dus ©
Mariano nació hijo de
labrador, nieto de labrador, bisnieto de labrador.
Resolvió cultivar
arroz. Tenía las máquinas y los conocimientos necesarios. Roturar la tierra,
preparar las taipas, buscar del río el agua y hacer alambrados adecuados.
Así, pasó el tiempo de
la siembra, y lento iba llegando el de esperar que la semilla germinara.
Pero una mañana, en su
recorrido habitual, alcanzó a ver algunas figuras extrañas al paisaje. Apuró su
caballo y, bordeando la tierra labrada, fue a ver de qué se trataba.
—¡Ñandúes! —exclamó con
un grito de sorpresa, que se transformó en desesperación.
Esta presencia lo
obligaba a pensar en una solución contra la nefasta invasión. Debía actuar con
premura y con firmeza. El ñandú es uno de los mayores enemigos para los
arrozales. Escarban en busca de semillas, con sus enormes patas destruyen
taipas y surcos de agua —pensaba mientras volvía a la casa esperando una
palabra de aliento de su esposa.
Buscó la escopeta, que
guardaba en uno de los armarios, pero desistió. La sensación de asesinato lo
frenó. No tenía boleadoras, elementos certeros para estos casos. Tampoco sabría
cómo usarlas.
Julieta le sugirió
electrificar una línea en los alambrados divisorios. Fue una buena idea porque
no los lastimaría ni mataría, debido a su bajo voltaje. Sólo los ahuyentaría. A
los pocos días, ya la había instalado.
El tiempo de semillas
germinadas estaba presente y en las taipas despuntaban las diminutas plantitas
cuando, nuevamente, los intrusos paseaban por las tierras. La frustración y la
rabia agobiaban a Mariano. ¿Cómo detener a esos patilargas, malditos invasores?
—se repetía mientras su mujer trataba de calmarlo acompañándolo con un mate que
se enfriaba en la espera.
Poniendo toda la
inventiva en acción, revivió los divertidos días pasados en el sur en unas
lejanas vacaciones, donde había alquilado una moto para subir a las montañas.
Evocó los lugares increíbles a los que había accedido, saltando obstáculos
inesperados. Pensó que con la velocidad que aquella le permitiría en terreno
llano, saltaría los hilos electrificados, amedrentando con el ruido a los
ñandúes.
A la mañana siguiente,
fue hasta el pueblo con su esposa. Sólo estaba la posibilidad de comprar la
moto a través de un catálogo. Entonces confirmó la compra y dijo:
—En carácter de urgente
—el vendedor, ocultando la extrañeza, llenó el formulario y cobró el porcentaje
correspondiente. Al llegar el pedido, Mariano pagaría el saldo.
El retorno al hogar fue
toda una fiesta. —Salvaremos la cosecha, —el buen humor invadía a la familia.
Mariano comenzó
aumentando la marcha, cambio a cambio, hasta alcanzar la necesaria velocidad.
Sabía que pronto vendría el primer salto del alambrado. Audazmente, lo logró.
—¡Qué suerte tener la
práctica con el caballo! —se dijo. Los intrusos con rapidez emprendieron la
retirada.
Desde la casa, Julieta
observaba figuras en alocada y febril carrera, entre llanos y saltos. Sonrió.
Una vieja película infantil del correcaminos llegó a su memoria, pero esta vez,
en versión vernácula.
El regreso de Mariano
no fue inmediato. Recorrer aquellas hectáreas le llevó casi toda la tarde.
Volvió exhausto pero feliz; había vencido al enemigo. Esto lo hizo varios días
seguidos, a fin de atemorizar a los cogotudos bichos para que no regresaran y
pisaran su sembradío.
El domingo, que siempre
lo tomaba para descansar, le dio paso a la intriga, obligándolo a no respetar
la costumbre familiar. Ensilló su caballo y salió a recorrer. A medida que
avanzaba, no podía creer lo que veía. Las taipas ya no existían, el agua corría
sin control inundándolo todo; esas plantitas tiernas que habían empezado a
buscar la luz estaban tan revueltas, con marcas de patas y ruedas de moto, que
ninguna había sobrevivido. Aquello era un desparramo. Por la estampida de los
entrometidos, sumada a su acción sulfurada, que no midió consecuencias, se
había hecho un caos.
En la revista rural que
compraba todos los meses, Mariano había leído que la carne de ñandú se cotizaba
muy bien en Francia.
El buen humor no
decayó, al contrario, tejió esperanzas.
Mariano se dedicó a la
crianza de ñandúes para exportación y Julieta aprendió a hacer plumeros, que
vendía en la feria del pueblo. Además de teñir las plumas para exportarlas a
Venecia para el carnaval.
(Del libro Cuando nos quedamos solos)
EL
TORRERO
Norma Dus ©
Desde hacía años,
Antonino era “il guardiano di Punta Carena”, como lo llamaban en el pintoresco
pueblo de Anacapri.
Ser torrero era la
tradición familiar, ya que su abuelo y luego su padre habían sido cuidadores y
vigías en el faro del peñón en esa punta de la isla.
Era una familia de navegantes. Habían logrado, por experiencia, quedarse a la orilla del mar, y aunque Antonino no era capitán, igualmente heredó la custodia del antiguo faro.
La vida en el mismo era
dura y solitaria. Sus antecesores no se habían casado ni formado familia hasta
la jubilación. Esta se lograba con pocos años de servicio y a una edad muy
joven, puesto que el trabajo era sacrificado, y se compensaba de esa manera.
Pero Antonino, a
sabiendas de las circunstancias, había logrado hacerse de una novia, en aquel
pueblo costero. La veía dos veces a la semana, unas pocas horas durante la
mañana, ya que pasaba su vida en la torre del faro.
Cuando habían
transcurrido varios meses de noviazgo, solicitó casarse con Adelina, para poder
tenerla todo el tiempo con él.
El faro les
proporcionaba una pequeña habitación, que servía de dormitorio y cocina. El
baño estaba afuera. Adelina no se sentiría sola pues las tareas en su nuevo y
minúsculo hogar, serían novedosas y variadas.
Limpiar, cocinar,
ayudar a su marido en el mantenimiento de pintura, aprender las normas y
señales en el encendido de la lámpara en el anochecer, harían sus días
entretenidos.
Al principio, los
francos eran tomados con rigurosa puntualidad, para volver al pueblo y visitar
amigos y familias. Pero con los meses, estas licencias se fueron espaciando, y
llegó el momento en que Antonino ya no quería caminar hasta el villorrio.
Un día, desconsolado,
llegó a casa de sus suegros con la terrible noticia. El mar se había llevado a
Adelina. Gritándoles decía: —ella salió a pescar después del almuerzo, y el
bote fue arrastrado contra los riscos, con tal fuerza que destruyó la
embarcación. Y el cuerpo fue tragado por el imponente oleaje—. Antonino contó
que todos sus esfuerzos habían sido inútiles para encontrar a su esposa.
La investigación
inmediata no logró esclarecer la repentina desaparición de la mujer. Y el
hombre no pudo ser imputado, por falta de pruebas en su contra.
El sufrimiento invadió
el ambiente, pero superado el dolor, Antonino comenzó a relacionarse otra vez
con la gente del bar, al costado de la plaza. Y paso a paso, también a agasajar
a una nueva amiga, que se convertiría en su flamante novia, y luego su orgullosa
esposa. Todo iba normalmente, él estaba viudo y aún joven. Lo lógico era que
rehiciera su vida.
Virginia empezó a
frecuentar aquel solitario paraje, a la orilla del Tirreno, sobre el gran
acantilado. Sitio misterioso y romántico a la vez.
La relación se
afianzaba y los planes se consolidaban. Virginia quería tener un hijo, y eso
muy pronto definió que se quedara con su hombre, en ese pequeño refugio.
Y la historia parecía
repetirse, aunque Virginia no lo había registrado.
Pasó la primavera y
luego el verano, y las visitas al pueblo empezaron a espaciarse otra vez.
En esta oportunidad la
razón era su embarazo y el duro invierno, que sugería que mejor era quedarse en
la torre, protegidos del frío y del viento. Por cierto, falso embarazo que
Antonino había inventado en su última ida, solo, al vecindario, y en las
charlas en el bar que sus amigos escuchaban distraídos, en cada relato.
Al noveno mes, Virginia
aún no había efectuado ningún control de su preñez. La familia insistía al
futuro padre sobre lo irregular de la situación, pero Antonino no daba
importancia. Solo respondía que su esposa estaba bien, que no necesitaba de
ningún médico.
Llegado el día del
parto, Antonino corrió a casa de su madre avisando que habían tenido un
accidente en la escalera que va a la lámpara, y Virginia, con el golpe, había
fallecido. La justificación de la rápida sepultura, esta vez no conformó ni a
parientes ni a amigos. Él sólo exclamaba que lo había hecho por desesperación,
que así, junto al faro la recordaría siempre.
Todos quisieron ir
hasta el faro. Pero la policía cerró el camino. Había cosas por aclarar y el
lugar debería permanecer intangible hasta resolverse el cúmulo de dudas.
Antonino, en esta
oportunidad no pudo regresar a su refugio, permaneció incomunicado en el único
calabozo de la comisaría.
El jefe de policía,
acompañado del juez de paz como testigo, ingresó a la torre. Subieron los pocos
escalones hasta la habitación. El cuadro fue macabro. Un desorden reinante
impedía caminar, tal vez indicios de una pelea conyugal. La falta de higiene
demostraba inactividad, desidia, abandono. El tóxico y pavoroso ambiente
contaminaba el aire fétido y lo hacía irrespirable. Los dudosos restos de
comida alimentaban ratas y cucarachas.
Las náuseas dieron
vuelta hasta los vómitos a los hombres. Todo seguía descomponiendo a los dos
testigos involuntarios, que solo atinaron a cerrar nuevamente el lugar y huir
por el camino de regreso. Las espeluznantes imágenes serían imborrables…
El testimonio originó
la sentencia: el detenido sería trasladado y juzgado en la ciudad metropolitana
de Nápoles, con cárcel perpetua por asesinato seguido de antropofagia.
ALFREDO ZALDÚA
Nació el 11/4/1951 en la ciudad de Nueva Palmira (Colonia), Uruguay, donde reside. Es poeta, escritor, periodista, dramaturgo, dibujante, teatrero, titiritero, librero y gestor cultural.
Ha publicado poemarios,
una novela infantil, con versión adaptada para teatro y tiene una segunda parte
inédita, además de otras obras.
También escribe obras
para títeres, tanto para niños como para adultos. Cuenta con material inédito
de poesía, narrativa y dramaturgia. Ha recibido varias distinciones.
Más de su obra y
trayectoria literaria en Suplemento de Realidades y Ficciones:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2022/12/
(Nº 96)
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2022/06/
(Nº 94)
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2021/09/
(Nº 91)
VISIÓN
DEL ARTE Y EL ARTISTA
Alfredo Zaldúa ©
El arte propiamente
dicho debe tener como irremplazable materia prima la esencia espiritual de
quien lo concibe y en ella, toda la pureza plasmada desde el interior más
profundo, la desnudez expuesta del auténtico artista. Donde el protagonismo y
la competencia, los celos y el egoísmo, el narcisismo o la apariencia, no
tienen cabida. Sin especulaciones.
El arte o el ser
artista no debe ser sólo una demostración de habilidad, de capacidad creativa,
de poseer aptitudes, de regodeo con el aplauso como objetivo principal. Este
último podrá llegar a ser una consecuencia nunca un objetivo. No es una
cuestión de estatus o de moda. La autenticidad se valida a través de ese ser
reflejando su existencia cotidiana en su fraguado artístico y viceversa. Esto,
referido al hecho en general, no afecta al tema, estilo, técnica o forma, que
se afronte o se emplee. Lo que sí habrá de perturbar es la falta de lealtad
entre la prédica y la concepción. Para admitirlos genuinos, a uno y a otro, no
pueden confrontar entre sí el decir y el hacer. Son inexcusables las
diferencias entre el arriba y el abajo. El arte transfiere al artista el
compromiso ético de mutarse él y su obra en una pieza indivisible. Lo estético
no debe segregarse de lo ético. De lo contrario, siempre dicho desde mi sentir
y ver, la creación, cualquiera sea, no dejará de ser una hábil falsedad
encubierta, demagógica, decorativa o efímero esparcimiento. En cuestión, este
personal punto de vista, a lo largo y a lo ancho, se me ocurre válido para la
vida misma.
(De Divagues desatados)
MIRIAM GLADYS GÓMEZ
Nacida en Buenos Aires, Argentina, en 1964, utiliza el seudónimo Julliette. Reside en Lanús Oeste (Provincia de Buenos Aires), Argentina. Publicó conjuntamente con Andrea Recupero el libro de poesía La hora del verdugo en 1993.
Fue seleccionada para una antología poética en el año 1995 con el poema “Sobre Lunas y Fantasmas”, para la antología “Letras del Face” (Ed. Dunken 2015) y para la antología “Más allá del espejo” (Ed. Dunken 2019). Seleccionada por Diversidad Literaria (España) para formar parte de las antologías “Poetas Nocturnos”, “Tragedias Poéticas” y “Poesía Erótica” y por Editorial Oxymoron para la antología “Los Destellos del Día”. Galardonada con el primer premio por el poema “Hilos”. Galardonada con el Primer Premio en Poesía en SADE-Junín.
Textos de su autoría
fueron publicados en las revistas literarias Alborismos (Venezuela), Diversidad
Literaria (España), Azahar
(España) y Extrañas Noches.
Más
de sus obras en el Suplemento de Realidades Nº 94:
MADRE
Miriam
Gladys Gómez (Julliette) ©
a mi madre
Estás tallada en mi
espejo
en la piedra que
esconde una flor
en la humilde verdad
que subsiste en mi
estómago
cuando duele.
Caes sobre mi cama
por las noches
cuando los espíritus
antiguos
me mastican el corazón
hasta que sangra.
En vano
busco en tu carne
el consuelo de tocarte
una vez más.
Tu pequeño cuerpo
ya no existe.
Tus cenizas
acompañarán mis
madrugadas.
Inventaré formas
en el tronco de una
palmera
cuando el insomnio
me susurre al oído
que ya no vendrás.
ESPEJOS
Miriam Gladys Gómez
(Julliette) ©
Huéspedes en la
almohada
de un lejano país
golpetean con música de
antaño
en los rincones oscuros
de este corazón.
Calladamente crecen
se acomodan en mi oído
izquierdo
y como un sueño que no
descansa
me salpican de
historias mal curadas
que hubieran podido
salvarme
de esta continua
derrota
agazapada en mis
costillas.
Son los muertos
detrás del muro.
Ligaduras de cenizas
abriendo los puntos mal
hilvanados
en este eterno silencio
que crece sin piedad
entre nosotros
por cada pliegue de
piel
que el espejo sustenta.
Hay un verbo poderoso
que nombra la condena.
Es el exilio
en las plumas heladas
de una boca de arena.
Es una torre
debajo de un diluvio de
lava
que nos quema
en el oráculo fatal de
las tinieblas.
Es el manto sediento
de una flor
que marchitada ya
se encoge
ante una realidad
llena de ausencia.
INFANCIA
Miriam Gladys Gómez
(Julliette) ©
Antiguos dientes me
persiguen
desde una infancia
que apenas recuerdo.
Intento en vano
atar los hilos del
pasado
solo hay rostros
confusos
como en un sueño mal
contado.
Soy el polvo
que limpias en tus
zapatos.
¿De quién son los
zapatos?
Una vez más
danzan en mí
los colores morados
y mi cuerpo baila.
Quisiera blancos
perfectos
en donde la memoria
se dibuje simple.
Solo hay
flores marchitas
en un florero roto.
Los dientes se esconden
detrás de las damas que
ríen
con sus vestidos negros
y sus labios rojos
rojos como la sangre
que se acumula en mis
bolsillos.
JAIME
LUSTGARTEN STECKERL
Nació el 6 de noviembre
de 1952 en Barranquilla, Colombia, donde reside, hijo de inmigrantes judíos que
huyeron de una Europa infestada de nazismo. Publicó en 2009 la novela
Más de sus obras en los
números 61, 92, 94 y 97 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE
SUPLEMENTOS), o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).
https://www.noalcarbonsialavida.com/
EL
RECUERDO DE MIS ABUELOS
Jaime
Lustgarten Steckerl ©
Aún recuerdo a mi
abuelita Tilly preparando la cena familiar, quien se esmeraba por deleitar a
sus nietos. ¡Ella era muy especial!, sus postres y dulces se le parecían por su
graciosa generosidad. Tampoco olvido su sonrisa angelical, sus ojos azules y el
cabello rubio ondulado en los rulos. Sin duda, las abuelas nos transmiten
historias que dejan huellas en el corazón de sus nietos, ¡esta es una de ellas!
Era viernes y la cena
de shabat estaba lista, salió
entonces sonriente de su olorosa cocina expresando en su rostro que sus labores
habían terminado y que pronto se reuniría toda la familia a celebrar el
descanso en tan especial ocasión. Con alegría nos sentaríamos todos en la mesa
a degustar la fabulosa cena. Aquel día, escuché de boca de mi abuelo Rodolfo
que estudió las artes culinarias en su natal Viena. ¡Tenía recetas de comidas
exóticas de varios continentes!
Esa radiante tarde yo
merodeaba detrás de una cortina del comedor y miraba al patio en espera de la
exquisita cena de la abuela. Pensaba en el magnífico manjar familiar que nos
esperaba, y la seguí hasta la sala donde tenía un largo piano de cola blanco,
que mi abuelo recibió de un paisano suyo como pago de una deuda.
Mis abuelos hicieron
parte de la oleada inmigratoria que llegó por el muelle de Puerto Colombia,
huyendo de la aciaga Europa infestada de nazismo y fascismo. Estos salieron por
suerte del viejo continente y de Austria, con sus vidas. Pero primero llegaron
a París, donde tuvieron que quedarse, pues, los franceses luchaban centímetro a
centímetro contra la invasión germana. La suerte los sonrojó, porque lograron
obtener permisos en uno de los pocos países que aceptaba a los judíos en el
mundo y donde fueron recibidos con los brazos abiertos: Colombia, y la ciudad
en la que se quedaron para siempre: Barranquilla,
En la sala de su
majestuosa casa del barrio
Le dije “abuelita,
¿nadie toca mejor el piano que tú?” Pero esta respondió: ¡lo dices con certeza
y seguro pues nunca has escuchado a tu abuelo tocar el piano. Luego noté que
arrugó la cara, como expresando que había metido la pata. Entonces dijo: “tu
abuelito juró después de la guerra que nunca más tocaría el piano, pero tal vez
haga la excepción contigo”.
Corrí en busca del
abuelo que leía la prensa en su alcoba. Me le acerqué sigilosamente y le dije:
“mi abuela acaba de decirme que nadie toca el piano mejor que tú. ¿Es verdad abuelo,
puedes tocarme una pieza en el piano de cola?” Con su rostro lleno de sorpresa
me dijo:
“Prometí que nunca
tocaría más el piano”, pero haré la excepción contigo y tocaré una canción para
ti. ¡Pero debes prometerme que no volverás a decirme que lo haga!
Le di un fuerte abrazo
y le dije que si —claro abuelito—; Rodolfo se llamaba él. Se sentó en la
banquita del piano, él me miró con sus ojos de luna llena y me preguntó:
—¿Qué deseas escuchar?
Le respondi: “lo que
más te guste, abuelito, algo bien lindo”. Me mencionó varios músicos famosos
del clasismo europeo, cuyos nombres no recuerdo ahora. Con alborozo escogí uno
de ellos.
Cuando las notas
comenzaron a sonar, comprendí lo que había dicho mi abuela. Era cierto lo que
ella había afirmado.
Lo que me impactó del
espectacular abuelo era cómo acariciaba las teclas del piano con las yemas de
los dedos, que parecía que no las tocaba, que, una mano mágica esbozaba los
tonos musicales.
Así fui comprendiendo
que no las palpaba por el dolor que fue acumulando por el castigo que él se
autoimpuso. ¡Era el doloroso sacrifico en nombre de quienes no pudieron
salvarse de las garras del nazismo!
Desde ese día, el piano
se ganó todo mi corazón, porque era la plasmación del arte, la cultura y el
gran placer del inmortal abuelo, pero que también significaba el enorme
sacrificio de su esplendorosa existencia durante
Dedicado a la memoria
de mis abuelitos Rodolfo y Tilly Steckerl, y para que nunca los olvidemos.
JUSTINA CABRAL
Poeta nacida en Mar del
Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Reside en dicha ciudad. Socia de
SELAE - Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos, y cofundadora de Aventuras de Papel. Publica en diarios,
revistas, páginas web y antologías. Obtuvo numerosos premios en certámenes
internacionales y publicó tres libros para niños:
Más de su biografía y
obras en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 59
SONRISA
INQUIETA
Justina Cabral ©
¿Que historias cargará
aquella silla de
ruedas?
¿Debajo de cada sol
aquella sonrisa
inquieta?
¿Y que cosas pensarás?
¿Quienes motivan tus
sueños?
Me pregunto cada vez
que en la mañana te
veo.
Siempre estás de buen
humor...
“Cada día mejor”,
dices,
entre felices canciones
tu corazón me despide.
CELEBRACIÓN
Justina Cabral ©
Del pasado, del
presente,
del futuro... ¡De mi
vida!
Infinitas carcajadas,
indescriptible comida.
Completa celebración,
tarde rosa que se
asoma,
un romance y una piel
con inigualable aroma.
La sonrisa distraída,
la mirada con
quietud...
¡Germinan innovadores
éxitos en multitud!
(Del
libro El camino de Libra)
MIRIAM LAURA
FERNÁNDEZ
Escritora nacida en Mar
del Plata (
LE HICIERON MORISQUETAS
Miriam
Fernández ©
Don
membrillo y batata, salieron en bicicleta,
Él
se puso la corbata, ella fue de pizpireta.
El
sol les guiñó un ojo, le hicieron morisquetas.
Lo
miraron de reojo, volvieron en patinetas.
Asustados,
despeinados, perdieron los caramelos.
Ambos
tristes y frustrados, parecían dos gemelos.
Esos
dulces revoltosos, pronto fueron devorados.
Y
nadie los encontró, destruidos por bocados.
El
vivo los degustó y jamás fueron hallados.
PICOTEAN Y VUELAN
Miriam
Fernández ©
Pajaritos
amarillos, por el cielo sobrevuelan.
En
busca de su comida, picotean y vuelan.
Los
benteveos observan, calladitos esperando.
De
forma inesperada, los asustan y acechan.
Muy
pronto desaparecen, temerosos se esconden.
Espían
preocupados, cautelosos comentan.
Los
otros son más grandotes y juegan de forma brusca.
Aprovechan
su tamaño, los chiquitos no responden.
Desprotegidos
se sienten, pajaritos amarillos lucen con mucho brillo.
SUPLEMENTO DE
REALIDADES Y FICCIONES
Nº 99 – Septiembre
de 2023 – Año XIV
ISSN 2250-5385 – Edición trimestral
EX-2022-110599445- -APN-DNDA#MJ del 18/10/2022,
incorporado a RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ,
Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina
Propietario y director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
zab_he@hotmail.com
http://hector-zabala.blogspot.com/
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html
Colaboradores
Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
alfana79@hotmail.com
http://noelia-barchuk-literatura.blogspot.com.ar/
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/suplemento-derealidades-y-ficciones-n.html
Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
monvillarreal@hotmail.com
@mon_villarreal
https://www.facebook.com/monvillarreal22
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/
El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite ÍNDICE DE AUTORES. A la fecha, comprenden 380 colaboradores desde la fundación del suplemento.
REVISTA:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/
@RyFRevLiteraria
SUPLEMENTO:
http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
@RyF_Supl_Letras
Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.
“Realidades y Ficciones” Mónica Villarreal (2014) acrílico y óleo sobre papel-lienzo, 30 cm x 30 cm |
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