martes, 20 de diciembre de 2022

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES

Nº 96 – Diciembre de 2022 – Año XIII

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral


Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

“Colibrí mexicano”
Mónica Villarreal (2022)
(Acrílico sobre papel, 9" x 12")


Sumario:

• Anna ROSSELL (España)
• Jorge ETCHEVERRY ARCAYA (Chile - Canadá)
• Silvia LAHOZ (Argentina)
• Ainhoa BÁRCENA ESCARTI (España)
• Beto BROM (Argentina - Israel)
• Álvaro Alfonso ACEVEDO-MERLANO (Colombia)
• Nechi DORADO (Argentina)
• Alfredo ZALDÚA (Uruguay)
• Rubén IELMINI (Argentina)
• Omar ROLDÁN RUBIO (México)
• Ana DE LOS SANTOS (Argentina)
• Jesús BALLANO RIERA (España)

 


ANNA ROSSELL

Anna Rossell Ibern (Mataró, Barcelona, 1951), doctorada en Filología Alemana, poeta, narradora, ensayista, crítica literaria y gestora cultural.

Profesora de literatura alemana en el Departamento de Filología Inglesa y Germanística de la Universidad Autónoma de Barcelona hasta diciembre 2009. Desde 1978 se ha dedicado a la enseñanza de la lengua y la literatura alemanas, así como a la traducción literaria del alemán al español, a la crítica y a la investigación literarias, sobre todo en Barcelona, Bonn y Berlín. Y durante los años 2002 y 2003 a la gestión cultural.

Miembro del comité organizador de los encuentros literarios bianuales entre continentes (Asociación Cultural TRANSLIT). La edición Translit’03-Mercat d’històries, celebrada en el CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) en diciembre del 2003, se dedicó a la literatura subsahariana y caribeña. Colabora asiduamente como crítica literaria y articulista en Quimera - Revista de Literatura, Culturas (La Vanguardia), Contemporary Literary Horizonts, Bocadesapo, Revista de arte, literatura y pensamiento, Revista de Filología Alemana, Realidades y Ficciones, Letralia - Tierra de Letras, entre otras.

En el año 2001, fue finalista del Premio de Poesía Goleta y Bergantí con el poemario La veu per companya; en 2010, finalista del I Concurso de Microrrelatos Lorenzo Silva.

 

Obras publicadas:

Poesía: La ferida en la paraula (Montflorit, 2010), Quadern malià / Cuaderno de Malí (2011), La Veu per companya (2011), Àlbum d'Absències (2013), Alma escarchada / Ànima gebrada / Suflet înghețat (Antología, Editura PIM, Rumania) (2015), Auschwitz-Birkenau. La prada dels bedolls / La pradera de los abedules (2015), Us deixo el meu llegat per si algun dia... Oratori en XVII cants (2021), Os dejo mi legado, por si algún día... Oratorio en XVII cantos (2021).

Novela: Mondomwouwé (2011), Aquellos años grises (España 1950-1975) (2012), Aquells anys grisos (Espanya 1950-1975) (eBook Kindle-Amazon, 2014), Barcelona, aquellos años. El despertar de una conciencia (2020), Barcelona, aquells anys. El despertar d'una consciència (2020),

Narrativa corta: Microrrelatos eróticos (obra colectiva, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2006).

Libros de viaje: Mi Viaje a Togo (Montflorit, 2006), El meu viatge a Togo (eBook Kindle-Amazon) (2014), Viatge al país de la terra roja: (Togo i Benín) (eBook Kindle-Amazon) (2014).

Dramaturgia: Historia de México a través de tres generaciones de mujeres mexicanas (Work in progress) (2016 - SIUATL), De huidas, guerrillas y fandangos (2018 - SIUATL, en coautoría).

 

Ha publicado también varios microrrelatos en La Lluna en un Cove (nº 27, 2011) y en la antología Vilapoética. Algunos de sus poemas han sido incluidos en trípticos (No, no! crida la meva veu, en El Laberinto de Ariadna. Pliego de Poesía, Nº 21, 2010) o en revistas culturales (Vida de mort, en El Clavell. Revista de Cultura, Premià de Mar, nº 1, 1997) y otros en Contemporary Literary Horizonts y en la antología Grito de mujer (Primer Festival Internacional de Poesía), así como en diversos blogs literarios.

 

Colaboradora permanente de Realidades y Ficciones – Revista Literaria desde diciembre de 2012 (Nº 11) a la fecha, la lista de sus más de cincuenta artículos publicados se encuentra en: https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/03/blog-post_1.html. Y se puede leer cualquiera de estos partiendo del ÍNDICE DE REVISTAS a derecha de esa página donde están alojados (https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/).

Una más completa información de sus obras puede consultarse en https://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Rossell_Ibern

 

arossellib@gmail.com

https://ca.wikipedia.org/wiki/Anna_Rossell_Ibern

https://www.annarossell.com/

https://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Rossell_Ibern

https://twitter.com/Raboliut

https://www.annarossell.com/tags/curriculum-catala

https://www.annarossell.com/tags/curriculum-espanol

arossellib@gmail.com

 

 

LLEGAR, SUPERVIVIENTE, AL SUEÑO *

Anna Rossell ©

 

Llegar, superviviente, al sueño:

alcanzar casi la flor anhelada

que crece tras la reja.

Tus manos se abalanzan hacia ella

—tantas manos se abalanzan hacia ella—,

el cuerpo exhausto y un rescoldo frágil en los labios

de esperanza.

Ante la reja tú, y una caterva de fuego dispuesta enfrente

y a tu espalda.

Las manos —tantas manos— se agarran a la verja,

se elevan hacia el cielo buscando en lo alto el blanco algodón

de las nubes flotando en el azul inmenso.

Está muy cerca, muchos cabalgáis ya la cresta del cercado...

Y una lluvia de plomo os cose el cuerpo.

La lluvia es calculada, exactamente urdida;

caéis todos abatidos de un solo lado,

una alfombra humana de un solo lado

de la frontera.

Pero han disparado desde ambos:

de modo diferente, pero igual.

Os han sepultado en la tierra

de un país extraño,

no aquel donde crecía la flor

que codiciabais.

Entierros negociados;

intercambio de favores innombrables

entre los gestores del crimen.

Nadie sabe quiénes sois.

Nadie quiere saberlo.

Nadie lo hará saber a vuestro hermano.

Porque nacisteis fuera de lugar

os han vedado el lugar noble de los grandes,

que antaño reventaron y hoy revientan

vuestro continente.

Ahora habitáis por siempre el limbo del vacío

o de la nada.

¿Qué tribunal clamará justicia por vosotros?

¿Alguien ha oído el clamor de un solo magistrado

del continente que se erige en salvaguarda de derechos

sacrosantos?

Todos siguen mudos; han enmudecido las bocas.

No sois ni dignos de un titular en los informativos que un día

—un solo día—

os mencionaron.

 

 

ARRIBAR SUPERVIVENT AL SOMNI **

Anna Rossell ©

 

Arribar supervivent al somni:

quasi abastar la flor anhelada

que creix rere la reixa:

les teves mans s’hi atansen

—tantes mans s’hi atansen—,

el cos exhaurit i un fràgil bleix als llavis

d’esperança.

Davant la reixa, tu, i una caterva de foc a punt a cada banda.

Les mans —tantes mans— s’arrapen al reixat,

s’enlairen cap al cel cercant amunt, amunt el blanc cotó

dels núvols surant en l’immens blau.

És a tocar, molts cavalqueu ja la cresta de la tanca...

I una pluja de plom us cus el cos.

La pluja és calculada, exactament ordida;

Caieu tots abatuts d’un sol costat,

una catifa humana d’un sol costat

de la frontera.

Però han disparat dels dos:

de mode diferent i ben igual.

Us han colgat amb terra

en un país estrany,

no pas aquell on creixia la flor

que cobejàveu.

Enterraments negociats;

bescanvi de favors inconfessables

entre els gestors del crim.

Ningú no sap qui sou.

Ningú no ho vol saber.

Ningú ho farà saber als vostres germans.

Com tots els qui heu nascut fora de lloc,

us han vedat el lloc sublim dels reis del món,

que antany esventraren i avui esventren

el vostre continent.

Ara habiteu per sempre els llimbs del buit

o del no-res.

Quin tribunal clamarà justícia per vosaltres?

Algú ha sentit el clam d’un magistrat

del continent que s’erigeix en salvaguarda dels drets

més sacrosants?

Tots resten muts; han emmudit les boques.

No sou ni dignes d’un titular per als informatius que un dia

—un únic dia—

us esmentaren.

 

* Traducción del original catalán al español de la autora, Calescoves, 30-06-2022.

** Original catalán de la autora, Calescoves, 30-06-2022.

 

 

I

 

Una niebla de luz rompe mis ojos

por el resquicio abierto en los escombros:

 

el cielo, gris de polvo y destrucción.


 

El cuerpo no es mi cuerpo, solo ojos,

la arena me aprisiona, me atenaza,

el cuerpo es mi cuerpo, se desliza

la lengua apenas lenta por el acre,

denso vómito viscoso, los dientes

crujen y el peso, el peso, la losa

en el aliento de mi pecho;

más abajo la nada, el cuerpo

es solo medio cuerpo y es mi cuerpo,

ahogo de aire denso. ¿Dónde estoy?,

donde estoy está oscuro, ¿dónde estoy?

Es todo oscuridad donde yo estoy,

el polvo blanco hiere la oquedad

y el cuerpo. El suelo tiembla —un trueno—,

y se espanta mi ser de nada-oruga

en su crisálida.

 

Fuera reina un silencio clamoroso.

Es la inmensa llanura de la nada.

Con cada espasmo un golpe de dolor,

penosamente serpentea el vientre

por una orografía lacerante,

mi piel recorre las agudas puntas

del cemento abierto; por todas partes

madera y esqueletos retorcidos

de chatarra, fachadas de ojos ciegos

arrojan al crepúsculo el vacío

donde transita libremente el aire

para nadie en un erial inmenso,

ningún ser viviente, ningún sonido,

nada; columnas de humo —vestigios

del espanto— se elevan a lo lejos,

el horizonte yermo, un Sodoma

donde el tiempo se detuvo,

donde el pasado permanece inerte,

el futuro ha fraguado en hoy y siempre,

donde nada fluye, porque no es.

Retumba el estruendo en mi cerebro,

retumba el espasmo de las voces,

retumba en los párpados el vértigo.

 

«Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas,

y habló conmigo, diciéndome: ‘Ven, y

te mostraré la condenación de la gran ramera,

la cual está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado

los reyes de la tierra, y los que moran en la tierra

se han embriagado con el vino de su fornicación’»

 

Ese vino embriaga mi cabello,

impregna de dulce licor mi cuerpo,

la oruga que ahora soy, que aún soy.

Es un nuevo diluvio universal,

es agua de Yavé. Yavé, Yavé,

me has elegido, Yavé, una mujer

Noé para salvar tu Humanidad.

¿Dónde están tus hijos, Yavé? Los hijos

de mi vientre, ¿dónde están?, ¿tu Jafet?,

¿dónde su estirpe?, ¿dónde la Ciudad

Santa, en paz y armonía tanto tiempo,

la esperanza de aquel Harmagedón

donde habías de vencer a Satán,

expulsarlo a las llamas de tu lago,

librar a tus criaturas de su yugo?

¿Dónde están tus profetas, encargados

de esparcir la mentira por el mundo?

¿Dónde su mensaje?, su voz no está;

sus bocas se han secado, no hay mensaje,

siquiera un leve vestigio sostiene

su memoria. ¿Dónde estás, Yavé?

Nos prometiste que el Bien se alzaría

sobre el Mal; no enterramos la inocencia

en el Edén: alentamos las mentes

con la fe, cebo para la ilusión,

espejismo de nuestra perdición.

Éramos arrogantes y cobardes,

no aceptábamos nuestra condición:

con mitos —inveterada catarsis,

perenne coartada de la culpa—

nos creamos dioses de creación;

timoratos, sujetos al destino,

el hado exoneró nuestros errores;

hijos suyos, lo delegamos todo;

eximidos de nuestras fechorías,

evitamos mirarnos al espejo

y así no ver el monstruo en nuestro seno.

¿Qué dios, Yavé, qué excelsa bondad pudo

crear tan espantoso ser, un ser

ávido de poder, capaz de urdir

tanto dolor?, ¿qué dios del Bien, Yavé,

hubiera consentido las cruentas

ofrendas perpetradas en su honor?

No, urgían profetas que anunciaran

la fiera que incubamos; eximidos

los Hitler y los Stalin, pudimos

soltar nuestros instintos, la Palabra

debía cumplirse. Y es tarde ya,

Yavé, tarde para impedir el mal

que estaba escrito, la Gran Babilonia

llegó, expira la mortal estirpe.

¿Qué ha sido de aquellos hombres de buena

voluntad?, ¿de qué sirvió su fervor?;

el Dragón llamó a las Bestias del orco,

las trompetas angélicas sonaron

proclamando el fracaso de su anhelo.

El humano, la excelsa criatura

—imagen tuya—, se mostró a los dioses,

y el grito horrorizado de los dioses

ha estremecido al mundo. Terminó

el postrer acto de la Gran Comedia,

y no hay actores dignos de ovación,

público y actores actuaron,

siguieron su dictado hasta el final,

tú hacías de bufón, Yavé, y ninguna

postilla prescribía un histrión;

una magna función sin director,

con gran esmero ensayado: los mismos

que te ideamos vendimos a Jesús,

aquel que aseguraba ser tu hijo,

e imaginamos nombres muy diversos

para ti. Y devenimos cruzados

por ver un enemigo en nuestro igual

y poder arrasar Jerusalén,

y firmamos la paz por rearmar

a nuestros escuadrones otra vez;

mutilamos, violamos y adiestramos

en ello a nuestros hijos y a sus hijos,

matamos por el gusto de matar,

continentes han muerto en la miseria

por nosotros; cegados por el ansia

de poder invadimos, inventamos

maneras más perfectas de matar,

las industrias de muerte colectiva

de Zyklon B, fabricamos los hornos

de solución final, expoliamos

su oro, su cabello, reciclamos

su piel; con átomos y con neutrones

se gestaron en los laboratorios

inteligentes bombas de racimo

y misiles, minas fabricadoras

de muñones. Codiciosos de más

saber, la economía maquinó

estrategias de mercado: el hambre

jugó en bolsa para lucrar a algunos.

La ciencia invertía en inversión,

inversión por crear más inversión.

Era el progreso, ninguna Casandra

podía detenerlo; progresamos

en nombre del progreso, y quisimos

aún más progreso; era el progreso

de aquel Ángel de los Nuevos Tiempos,

lo anunciaban sus aterrados ojos,

su boca abierta de puro espanto:

la mirada clavada en el pasado,

se propone escapar de los estragos,

y el huracán le empuja hacia el futuro,

pero el futuro le depara más

estragos; no hay Ser Supremo que pueda

redimirlo.

 

Yo soy, Yavé, aquel ángel prisionero.

Amenaza de toda humanidad,

me he forjado la propia perdición

y ahora espero mi fin.

 

(Del libro Os dejo mi legado, por si algún día… Oratorio en XVII cantos, Barcelona, In–Verso ediciones de poesía, 2020)

 

 

 

JORGE ETCHEVERRY ARCAYA

Nacido en Chile, vive en Ottawa, Canadá. Es profesor de filosofía, tiene una maestría en lengua y literatura hispánica y un doctorado en literatura comparada. Perteneció al Grupo América y la Escuela de Santiago, agrupaciones poéticas chilenas de fines de los 1960. Textos suyos de poesía, prosa y crítica han sido publicados en diversos países en revistas y libros impresos y virtuales, en castellano y traducciones al inglés, francés, italiano y portugués. Sus últimos libros son Clorodiaxepóxido (poemas, Chile, 2017); Los herederos (novela de ciencia ficción, 2018); Canadografía (antología de prosa hispanocanadiense, Chile, 2017); Samarkanda (poemas, Canadá, 2019); Outsiders (narraciones en inglés, 2020). Recientemente aparece en las antologías Wurlitzer. Cantantes en la memoria de la poesía chilena (Chile, 2018); Antología de la Revista Entre Paréntesis (Chile, 2018); Antología de la poesía chilena de la última década (Chile, 2018), Antología mundial de poesía; La papa, seguridad alimentaria (Bolivia, 2019); Anthologie de la poésie chilienne, 26 poètes d’aujourd’hui (Francia 2021).

Es colaborador y miembro del comité editorial de la revista Entreparéntesis, de Chile y Embajador en Canadá de Poetas del Mundo.

jorgeetcheverry@rogers.com

 

 

EL MAR EN EL ESPEJO

Jorge Etcheverry ©

 

Que no tiene que ser necesariamente un espejo, puede tratarse de una superficie cristalina cualquiera, solo a medias reflejante, pero que suele aunar de una manera paradójica, al menos para mí, las cualidades, el color y la profundidad del cielo, que despejado se ve celeste o a veces de un azul que casi hiere los ojos, aunque sepamos que detrás de esa delgada capa se abra ese abismo negro e inacabable, el espacio sideral, en que las miríadas de estrellas no hacen más que confirmar el carácter oscuro, vacío, infinito del cosmos. Por otro lado esas mismas superficies reflejantes en las ciudades, en general producto de la mano del hombre, refieren al color y la sensación general de los cuerpos acuosos, que forman el hemisferio de abajo, opuesto al firmamento, el mar, la mar, del género que se elija para nombrar a esa entidad epicena, o mejor, que contiene a ambos y potencialmente a todos los géneros, y a otras instancias del ser, hemisferio hidrorreferente que pulula en pluralidad y vida hasta a su vez sumergirse, diluirse en lo negro, hacia abajo, el cuesco tibio del planeta, del mismo color o su ausencia pero inagotablemente múltiple que esa entropía vacía que se extiende y decanta hacia arriba, pero que además de traernos el horror del vacío nos entrega la limpieza o por así decir la rectitud de la pureza o su promesa en límites en que se acaba, en esa frontera cósmica en que las entidades se van dispersando de manera más tenue hasta desaparecer aliviadas en la nada. No hay que creer para nada en este caso la posible síntesis de opuestos, ying yang, tesis antítesis, cielo y mar “el mar y el cielo/se ven igual de azules/y en la distancia/parece que se unen”, claro, es una antigua canción, pero aquí debemos rescatar ese “parece”, ya que de hecho nunca esa niña, ya sabemos a quién nos estamos refiriendo, y con quien intuyo compartimos una misma experiencia, se va a mirar en ese espejo grande que hay en el vestíbulo de ese edificio donde está viviendo ahora .

 

 

PESCADIFICACIÓN

Jorge Etcheverry ©

 

Mi misma cara era ahora un poco motivo de extrañeza, o mejor dicho las modificaciones de su piel, que para mí habían pasado desapercibidas, hasta que una mujer que no veía hace años me dijo que parecía que me habían estado saliendo espinillas, que las cicatrices y costras que habían dejado al secarse las delataban, medio en broma me preguntó si estaba atravesando por una segunda adolescencia y si ejercitaba algunos de sus hábitos. Esbocé conscientemente una media sonrisa ante esa insinuación. Ella, como artista plástica y mujer trasplantada a estas latitudes por razones políticas y familiares, de naturaleza voluptuosa constreñida en el pueblito pueblo vasco del que provenía, no tenía empacho para decir lo que se le ocurriera, además de que habíamos gozado de bastante confianza. Y era cierto, me pasé por enésima vez la mano por la parte de la mejilla que no me tapaba la barba y comprobé que sí, que esas diminutas escamas más perceptibles por el tacto que por la vista estaban definitivamente ahí y eran relativamente nuevas.

 

 

LA CIUDAD VERDE

Jorge Etcheverry ©

 

Y entonces habló de sus sueños de loco, que le dicen, creía imaginar vastas ciudades casi piranesianas de torres altas y cristalinas.

Pero que no engañaban a los pájaros que entonces no iban a estrellarse en bandadas contra esos falsos cielos.

Puentes techados o no habrían de comunicar entre si las estructuras más altas, que se verían reproducidas en las profundidades subterráneas por miríadas de túneles y bóvedas.

Vastas terrazas ondearían árboles ostentarían sembrados praderas de hongos cardúmenes que se se extenderían bajo la tierra.

Entre los bloques de edificios veríamos parques corrales aviarios terrenos sembrados.

La luz del sol se reproduciría mediante espejos su energía la albergarían y multiplicarían innumerables paneles.

Me dijo que ese tono arcaico y profético colocaba ese su manifiesto más bien entre esas tantas expresiones religiosas y proféticas manidas y que las policías no lo iban a tomar en serio.

Y me dijo también “Mira, te voy a seguir mandando cosas sobre la Ciudad Verde”.

 

 

BIOGRAFÍA DE UN DOCTOR

Jorge Etcheverry ©

 

El doctor no es en realidad lo que se llama un doctor y casi no practica profesionalmente. Se mueve más bien en los márgenes de la medicina oficial, pese al indudable prestigio de que goza en ciertos círculos ligados a la new age y las nuevas terapias, más o menos marginales. En el pasado estudió y trabajó con el famoso Naranjo y con el doctor Ramos, que se fue al exilio y se quedó a las finales en Italia, con un reducido grupo de familiares y amigos, y que es uno de los pocos facultativos chilenos versados en las novísimas ciencias de la complejidad y el caos, de la aplicación de la teoría de los cuantos a las ciencias humanas, con algunos de cuyos cultores en Estados Unidos y Canadá mantiene una activa correspondencia principalmente electrónica. Tiene estudios en universidades europeas y conoce bastante de técnicas hipnóticas. Su formación temprana fue católica, la familia que le queda sigue siendo profundamente religiosa. Algunos casos inusuales y reiterados de afecciones mentales en el seno de su familia que se venían repitiendo de generación en generación lo decidieron a trabajar en psiquiatría y fue entonces que partió a diversas partes del mundo, gastando buena parte del capital de la familia, medianamente acomodada, sobre todo la herencia de unos tíos que vivían en el extranjero. No tiene otros hermanos vivos y pese a su edad todavía no se ha casado ni ha tenido una relación duradera, habiendo dedicado prácticamente su vida entera al estudio. Cree haber llegado a obtener un conocimiento profundo de la psiquis humana. En sus escasos artículos publicados insinúa el carácter objetivo (podría decirse ontológico) del origen de ciertos trastornos mentales. Lo que es un escándalo cognoscitivo en esta época en que lo que prima es la determinación genética de casi todas las condiciones y estados humanos. Vale decir, algunas psicosis y neurosis son resultado de problemas de tipo personal, incluso de situaciones determinadas, lo que hace que esas teorías vuelvan un poco al papel determinante que tendría el medio ambiente en algunas condiciones de afección mental, como pensaba Laing respecto a afecciones tales como la esquizofrenia. etc., y que no provendrían de las predisposiciones genéticas, como es casi la norma pensar ahora.

 

 

 

SILVIA LAHOZ

Poeta y narradora, reside en Bahía Blanca (Provincia de Buenos Aires), Argentina. Ha trabajado como periodista y conductora televisiva en dos canales locales. Obras publicadas: Mundos en la roca (poesía, Buenos Aires Ediciones Tiempo de hoy), El Gran Charly (novela negra, Berlín, Justfiction Edition), entre otras.

 

silvialahozciancia@hotmail.com

 

 

VIAJE FANTÁSTICO

Silvia Lahoz ©

 

¿Han viajado

alguna vez,

a tierras desconocidas,

pero amadas,

por la poesía sin par

de una prosa

que es genial?

Con todo sentir vibrar el corazón,

yo he penetrado con ardor

en las letras de James Joyce.

Aprendí a amar mejor

a la querida Irlanda

de su devoción.

En cada frase

hay fragancias marinas;

hay pasos tenues

y pasos graves;

hay costumbres que yo ya quiero,

por la magia que irradian sus pinceladas.

y así,

la “isla esmeralda”,

se ha vuelto mi pasión.

Gracias, James,

por esta transmutación.

 

(Esta poesía está inspirada en Dublinesses de James Joyce)

 

 

OTOÑO

Silvia Lahoz ©

 

Aquí llega el amigo otoño,

aquí las doradas hojas

y los soles que no hieren.

los meses corren,

los días son difíciles;

subsistir es la cuestión,

si estuviera en el estío

de mi vida

con mayor vigor

le cantaría,

pero estoy en el invierno

con dolor...

Bah, bah, bah...

igual me saciaré con brío,

absorberé su oro

con canción

y dejaré el lloro

para un cambio

de estación.

 

 

LA CHOVA

Silvia Lahoz ©

Corneja, pajarraco de plumaje oscuro.

Esta, en particular, se alimentaba de los desechos

que abandonaban otros depredadores.

(La hiena, el zorro, el león...)

 

PRIMERA PARTE

 

Daban las 8 de la noche en su reloj, y se aprestó a prepararse para ir a su "trabajo", que consistía en deambular por la sala especial del Provincial donde los guardas siempre la saludaban con amabilidad y la dejaban entrar, dados los años que hacía que rondaba por las mesas de punto y banca, donde se sentaban los apostadores fuertes esperando traerles buena suerte y recibir algunas fichas que agradecía de buena gana. Había varias que como ella hacían el mismo trayecto, cubiertas con ropa fuera de moda; los rostros como máscaras cubiertos de maquillaje ordinario y oliendo al penetrante perfume Rigren.

Esa noche del 5 de mayo de 1954, el mar arrojaba su húmedo rocío a través de uno de los altos ventanales moviendo el cortinado de pana roja.

Había un hombre rubio con bigotes escasos y ojos verdes que se clavaron en ella del otro lado de la mesa. Dorita apresuró su paso de tacones anchos y grandes y fue a colocarse detrás de él que la miró de reojo. Tendría unos 30 años, pensó ella, y bellas facciones viriles.

El joven parecía haber tenido una buena racha ya que tenía frente a él dos pilas de fichas rectangulares bordó y fichas sueltas redondas y amarillas. Cuando él la miró, dejó ver unos dientes grandes, separados y amarillentos; mientras esbozaba una sonrisa de labios repintados de rojo fuerte.

El jugador ansioso, apostó a punto una pila grande de sus fichas. “8 a 5”, dijo el crupier. Él, que tenía el 5, pidió cartas, le dieron una, era un 4. “9 a 8”, ¡gana el punto! El que tenía el savó lo empujó hacia el centro y se levantó furioso de la mesa. El savó pasó directo al hombre rubio ganador; el que arrojó un par de fichas redondas al crupier que dijo “Gracias, señor” y después le tendió a Dorita dos fichas amarillas. Ella las recibió exultante.

—¡Muchas gracias, señor! —y se aprestó a guardarlas en su gastada cartera negra de broche.

—¡Hagan juego, señores! —dijo la voz. El joven ganador, ahora en posesión del savó, arrojó dos pilas de fichas rectangulares al centro del tapete.

—Hay 200.000 pesos en banca —luego aguardó unos instantes mientras los otros apostadores hacían su juego. Después de pasar unos momentos, el crupier dijo “No va más, cartas señor”, le dijo a Ricardo. Este repartió los naipes y el punto dio vuelta sus cartas que eran un 6 y una reina.

Ricardo, pausadamente, dio vuelta las suyas, eran un 5 y un 3. “8 a 6, gana la banca”.

Esta vez, Ricardo, después de recibir cuatro pilas de fichas moradas rectangulares le arrojó una al pagador. Miró su reloj, el que le había regalado Pepe, su hermano menor; a continuación, le dio una ficha rectangular a Dorita.

Esta se deshizo en agradecimiento mientras Ricardo guardaba su abundante ganancia en los bolsillos del traje y el sobretodo y se marchaba.

—¿Ya se va señor... con esta racha buena? —preguntó ella.

—Sí, señora, por hoy soy el elegido de los dioses; no abusaré.

—Ella lo vio alejarse con paso firme a cambiar sus fichas. Hubiera querido seguirlo y hablar con él, pero su actitud la desanimó.

—Nos vemos... —dijo él.

—Por supuesto, señor, que lo disfrute.

 

Esa misma noche cuando Dorita llegaba a la puerta del departamento que alquilaba en el entrepiso, un hombre gordo mal entrazado la esperaba a la entrada.

—Cómo te fue? —preguntó él con voz ronca.

—Mal... —mintió ella—. No pesqué ni un ganador. —Él le arrebató la cartera de un manotazo y la revisó con ansiedad. Después se la devolvió bruscamente.

—Mañana vuelvo, tratá de tenerme algo, ¿entendiste? —dijo amenazante.

Ella no contestó y comenzó a subir las escaleras. Ya en su departamento, sacó un fajo de billetes que había tenido el buen tino de guardar en su faja y los puso en el pechito de lana de la muñeca con la cara de porcelana de Eva Perón. Pensó “tengo que deshacerme de él o terminaré rodando por el acantilado”. A continuación, bebió su copita de anís 8 Hermanos y se metió en la cama con su muñeca. Soñó que el joven apuesto la salvaba de Lorenzo en un abrir y cerrar de ojos.

 

 

SEGUNDA PARTE

 

Aquel sábado a las 6 de la tarde, Ricardo había terminado con las visitas programadas en Mar del Plata, y pensó que tranquilamente podría emprender el viaje de regreso a casa. Extrañaba mucho a su hijita de 7 años; pero por otra parte, su suerte de la noche anterior le hacía cosquillas en su imaginación. Sabía que de ir al casino por la tarde estaba bien, podría emprender el regreso a Neuquén a la noche, después de descansar un par de horas y una comida liviana. Estaría listo para regresar. Fue a su hotel, hizo las valijas, tomó una ducha, y comió un sándwich caliente con una taza de café en su dormitorio número 7 del tradicional hotel España. Revisó su Mercury 41 en la estación de servicio de la esquina contigua al hotel. Después guardó el coche en la cochera del hotel y se dirigió caminando al Provincial. El aire marino le sentaba de maravillas y mientras caminaba pensó que estas buenas ventas que había realizado en la costa atlántica le traerían felicitaciones del señor Hagedon, gerente del laboratorio Purissimus para el que representaba desde hacía un par de años atrás y le redituarían un ascenso y considerables comisiones además del sueldo.

Eran las 8 de la noche cuando entró al Casino. Se dio una vuelta por la sala especial.

Miró las mesas de ruleta. Cambió unos miles por fichas. Apartó unas de color rojo, jugó a diversos números y coronó el número 7 día del cumpleaños de Dinita (su hija). Perdió.

Sin más demora fue a ver las mesas de punto y banca. Eligió la de la noche anterior y apostó fuerte a punto.

En este mismo momento vio que Dorita lo saludaba con una gran sonrisa del otro lado de la mesa. Esta vez ganó. En ese instante Dorita se le acercó y se paró detrás de él.

—Parece que otra vez lo bendice la buena racha... —murmuró a su oído.

Él se movió molesto por esa presencia y tuvo la premonición que ella le traería mala suerte. Acertó.

Ganó la banca con un 9 poderoso frente a su 6. Ricardo se volvió molesto en su sillón, mientras Dorita no se alejaba de él. Ricardo volvió a colocar cuatro fichas rectangulares en punto, dio vuelta sus cartas inseguro y vio con un suspiro de alivio que eran un 5 y un 3.

Luego le tocó ver sus naipes a la banca. Lo hizo con serenidad y apareció un 9 con un rey.

Todos los apostadores se manifestaron sorprendidos.

El que tenía la banca arrojó el savó al centro del tapete “¡Hay 150.000 en banca!”, dijo el hombre de negro que pagaba las apuestas.

Ricardo rebuscó cada ficha en su abrigo y juntó los 150.000. Miró a Dorita de reojo y le dijo con voz baja pero de mando.

—¿Por qué no se da una vuelta...?

—Sí señor, lo siento mucho —contestó la mujer de maquillaje ya corrido y se alejó pesadamente.

 

Pero la estrella de Ricardo ya se había apagado. Dorita vagabundeaba por mesas cercanas, pero su corazón estaba junto al joven apuesto y ahora perdedor.

Él, siguió de mal en peor; lo único que le quedaba de valor era el reloj que su hermano Pepe le había regalado. Debía depositarlo en una de las casas de empeño que conocía bien. Dorita salió detrás de él y sin que él lo notara caminaba sigilosamente.

Aguardó, y cuando lo vio salir con un fajo de billetes, se acercó.

—Discúlpeme, señor, pero me siento responsable de su mala racha, le aconsejo que no vuelva al Casino esta noche.

—Esta noche me voy a Neuquén a ver a los míos y sobre todo a mi hijita.

—¿Me permitiría hacerle un obsequio para su nena? —preguntó ella.

—No se moleste...

—Insisto —rogó ella.

Caminaron juntos hasta la puerta del departamento de ella. Lorenzo espiaba oculto detrás de un garaje.

Vio que Dorita subía y bajaba velozmente, entregándole a él una bolsa.

—Buen viaje, señor... ¿Cómo es su nombre?

Él, molesto aún, tomó el paquete y se marchó sin decirle a Dorita cual era su nombre.

Ella sabía que había sellado su sentencia de muerte, pero la consoló saber que la hijita de Ricardo tendría muchas horas de felicidad con su regalo.

Él se alejó a paso firme, pagó la cuenta del hotel y se subió a su Mercury 41 para viajar a Neuquén esa noche.

Cuando pasó por la ruta vio el cartel que decía Bahía Blanca, y abajo Neuquén 490 kilómetros.

En el asiento de atrás viajaba la muñeca con cara de Evita con su cuerpito de lana repleto de miles de pesos.

 

 

 

AINHOA BÁRCENA ESCARTI

(Cádiz, España, 1984) Reside en Madrid. Narradora. Ha sido galardonada con múltiples distinciones en certámenes literarios.

Varios libros en e-book (Amazon): Todas las cosas que escribí cuando ninguno de ellos miraba, Terror Express, Descorazonados, 22 maneras de romperme el corazón. Su obra La muchacha de la ventana fue publicada en castellano y en gallego (A rapaza da ventá).

Asimismo, tiene varios cuentos en antologías, así como en diversas páginas y revistas literarias.

Más sobre sus obras en Suplemento de Realidades y Ficciones:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/09/ (Nº 87)

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2019/09/ (Nº 83)

http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2014/03/ (Nº 74)

http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com.ar/2014/03/ (Nº 60)

 

noa893@hotmail.com

noa893@gmail.com

 

 

LA CENA

Ainhoa Bárcena Escarti ©

 

(Un comedor, hay una mujer sentada en una de las sillas dando la espalda. La mesa está puesta. Un hombre va y viene quitándola)

Él: Bueno, ahora que te has tranquilizado creo que te lo puedo contar. Sé que al principio te sonará mal, pero entiéndeme. Aquella noche que la conocí llovía, tú y yo habíamos discutido... Eso ya sabes que pasa mucho. Estaba enfadado lo hice por despecho, lo admito, he sido un cerdo que te ha puesto unos cuernos gigantes. Y claro, claro que me disculpo. Lo estoy intentando, ya sabes que esto no fue nunca lo mío. Vale, vale, no me mires así, ya me siento. Perdona, pero explicarte esto me pone nervioso y necesito hacer algo. Vale, me siento. (Se sienta frente a ella) Mira cariño, yo te quiero a ti y solo fue una vez. Tan solo una, un calentón por el enfado. Aquel día me fui muy cabreado de aquí. Conoces ese pronto tan malo que tengo. ¿Me perdonas? ¿No me dices nada? ¿Esa sonrisa es que me perdonas? ¿Sí? Qué feliz me haces mi vida.

(El hombre abraza a la mujer, ella cae al suelo y podemos verla con un cuchillo de cocina en el estómago sangrante)

 

 

EL HAMBRE

Ainhoa Bárcena Escarti ©

 

Tenía hambre, chupaba los huesos meticulosamente. Quería más, la despensa estaba vacía. Salió de caza y pensó en el rico sabor de la carne humana.

 

 

MELODÍA DE UNA NOCHE DE VERANO ESTRELLADA

Ainhoa Bárcena Escarti ©

 

—La noche está llena de posibilidades, que nos llevarán a un viaje que acabaría con tu cabeza en mi regazo mientras cantas a las estrellas.

Aquella declaración y la sonrisa abierta que la firmó no la sorprendieron. Cerró la ventana con cierta muesca de aburrimiento. Él volvió a llamarla desde la calle y grito a pleno pulmón.

—No volverás a romperme bajo tu ventana.

Ella no le creyó y ni se dignó a asomarse. Tres noches más tarde empezó a echarle de menos, la séptima miraba por la ventana buscándole, la décima sintió que tenía que hacer algo, la décimo tercera temía que probablemente le había pasado algo. Su dignidad no la dejo ir a buscarle hasta la trigésima. Esa noche ella se puso bajo su ventana. Él se asomó, la miró y de dentro apareció una mano de mujer que le asía de la camiseta reclamando su presencia.

 

 

ENTRE OLAS Y ESTRELLAS

Ainhoa Bárcena Escarti ©

 

Hace rato que la nocturna oscuridad ha caído sobre nosotros, apenas los astros nos iluminan. Rugen las olas con su eterno e infinito baile que hipnotiza la noche. Andamos juntos hacía el muelle, cogidos de la mano. Tú miras el cielo estrellado “una, dos, tres,” contemplas una constelación y tu cara se ilumina. Yo, te suelto y no lo notas. Hechizado por el firmamento no comprendes que me voy. Me despido y no me oyes. Subo al barco y no te das cuenta. Pasan los minutos, el ancla se despega del fondo arrancándome un trozo de corazón, mi embarcación zarpa y ni te percatas. Siento que no puedo. Me rompo, intento alcanzarte allí en tierra, estiro el brazo para rozarte al menos, mis dedos intentan crecer, y no llego. Me tiro al agua, soy devorada, consumida por el movimiento incesante por el vertiginoso oleaje y ni escuchas mis gritos de socorro. Me pierdo queriendo llegar a ti y no me distingues. Admiras las estrellas “cuatro, cinco, seis”, descubres a La Osa Mayor y ríes. El mar muestra mis entrañas destrozadas y no me ves. Ahora la Osa Menor, te sientes cual Colón y vuelves a sonreír. Me intentas enseñar tu hallazgo sin saber que ni estoy, ni regresaré. Entonces bajas la mirada hacia la tierra, dejas el cielo y aunque abres bien los ojos buscándome ya no me encuentras. Estas solo, abandonado y sin saber que es tarde.

 

 

 

BETO BROM

Nacido en Argentina, a mediados del siglo pasado, en la ciudad de Bahía Blanca (Provincia de Buenos Aires); de madre entrerriana y padre bahiense. Radicado, ya hace años, en el milenario Israel, en un rinconcito de la histórica Galilea. Su nombre completo es Norberto (Beto) Brom.

Más sobre su obra y trayectoria en el Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 84:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2019/12/suplemento-de-realidades-y-ficciones-n.html

 

http://beto-brom.blogspot.co.il/ (ideas y pensamientos)

http://abunayelma.blogspot.co.il/ (viajes y cuentos)

http://duetosliterariosconamigos.blogspot.co.il/ (diálogos con amigos)

http://galilea-bb.blogspot.co.il/ (videos propios)

 

betosweet@gmail.com

 

 

DESPUÉS QUE BAJÓ EL TELÓN

Beto Brom ©

 

Quizás la mente juega conmigo; no alcanzo a comprender el significado de su obrar, mas la intriga provoca el motivo de tal entretenimiento, a mi criterio fuera de lugar, y por consiguiente superfluo. La cuestión, y esto sí, es palpable y verídica, las ideas se entremezclan, no concluyo ningún concepto completo.

En instantes lo acredité a mis alterados nervios. Aquello quedó atrás. La calma me rodea, no obstante, mi cerebro arde, su inquietud activa mi curiosidad. Aún no concuerda mi razón con mi intención. Todo es un maniobrar en momentos de desesperación, en encontrar una salida que asemeje una cordura aceptable.

Es inútil. Reconozco mi impotencia. Situación inexplicable, carente de significado alguno. No alcanzo a manifestar mis dudas, es más, todo resulta ilógico, con una cierta muesca de algo fuera de lo común.

Creo conveniente retroceder en el tiempo, analizar, sacar conclusiones, me atrevo a percibir dificultades, quizás el sistema empleado no sea el correcto. No obstante, no tengo muchas posibilidades, el tiempo apremia, necesito con alevosa urgencia llegar al núcleo de mi inequívoca situación.

No recuerdo el momento o quizás fue un pensamiento errado, de aquellos sin rumbo determinado que hicieron hincapié logrando la colisión. Los pensamientos emergen y se diluyen en sentido contrario, mi otrora voluntad observa anonada el vaivén interrumpido de mis instintos que aun insisten en sobreponerse al caos difícil de evitar.

No pretendo poner trabas al impulso de mis nervios, considero oportuno ablandar mis fuerzas, imposible sostener una lucha, existe una clara desproporción entre ambas corrientes. No distingo en forma clara cuales son los detalles que motivaron la confrontación. La lucha entablada vislumbra un lógico devenir, los resultados previsibles, consecuencias obvias aparecen por doquier, el miedo tiende su velo gris copando toda la escena.

¡El teatro de la vida! Eso es, que iluso, estaba ahí, a mi frente, no me percaté, quizás mi conciencia jugó su última carta, logró inducirme a ignorar su presencia. No hay razón distinta, mi otro yo no permite mantenerme en una soledad absoluta, cumple su deber innato de protegerme, evitar la caída. El abismo tiene fondo, pero lejano, inalcanzable, al igual que mi vida, llena de obstáculos, fácil de evitarlos pero imposible ignorarlos.

Los mil y un personajes, cada uno provisto de su careta propicia, fueron un conglomerado de vidas a cual más dispares; uno a uno logré representar, olvidando en cada escenario algo propio; mi ilusión de haber concluido una etapa más, en mi derrotero, en mi paso por este mundo.

Como broche final a mis actuaciones, creo reconocer a todos ellos, hoy se han reunido para ofrendar sus tributos al gran actor. No vislumbran, si quiera, que el error los reunió en esta noche de la Gran Finale.

Detrás de mi última máscara, una lágrima esforzada ve la posible salida. Mi otro yo, reincide y triunfa. Una mancha seca queda como símbolo de una batalla ganada.

 

(Registrado/Safecreative N°1004196054266)

 

 

 

ÁLVARO ALFONSO ACEVEDO-MERLANO

Etnógrafo, antropólogo, poeta, narrador y ensayista colombiano. Profesor-investigador a tiempo completo de la Universidad de la Costa (Colombia). Doctorando en bioética; Magíster en Educación y cibercultura; Magíster en Comunicación y Desarrollo. Director del grupo de investigación Community. Miembro del grupo de investigaciones en diversidad humana (IDHUM). Experto en estudios sociales sobre videojuegos y subjetividades. Miembro de la Red Iberoamericana de investigadores en Animé y Manga; la Red colombiana de estudios sociales de las ciencias y las tecnologías; la Red Iberoamericana de investigación en imaginarios y representaciones y la Red Iberoamericana colaborativa de investigación y desarrollo de videojuegos en Iberoamérica.

https://orcid.org/0000-0002-0131-0276

https://www.scopus.com/authid/detail.uri?authorId=57192210645

alvaroacevedomerlano@gmail.com

 

 

ATARDECERES FALACES

Álvaro Alfonso Acevedo-Merlano ©

 

Tras una identidad que no nos pertenece

seguimos luchando contra los estragos del tiempo

contra las verdades que emergen del pasado.

 

Usamos el autoflagelo para expiar pecados

que brotan como vestigios sagrados

como futuros posibles

como ilusiones de ficciones que marcan la pauta

de un presente inexistente.

 

Escuchamos a la hierba crecer

a cada grieta que aparece con el amanecer

mientras resignados aceptamos lo rojizo del ocaso.

 

Por la erosión aprendimos sobre recuerdos tardíos

sobre siluetas olvidadas

sobre palabras sin sentido de una revolución fallida

de una emoción desenfrenada.

 

Fuimos cubiertos por falsas tradiciones

por engendros alienados

por engaños propios y ajenos

por obstinación disfrazada de pasión

por miedo a la inevitable sumisión.

 

El propósito justificado

se convierte en otro “Pero”

en otra excusa para continuar

para robustecer el engaño

para olvidar la pena

o tratar de ignorarla.

 

Envejecimos obligados a ser felices

presionados hasta el cansancio

convencidos de mentiras indolentes

de caprichos infundados

de falacias inconscientes

con frustraciones y contrastes

que con la misma intención cargamos.

 

Justificamos una vida no vivida

una negación autocompasiva

una oportunidad perdida

que algún día recordaremos

como ese infinito pecado

 

 

 

NECHI DORADO

Nació en Buenos Aires, Argentina, un 30 de enero. Periodista —prensa alternativa—, narradora y poeta. Escribe cuentos, relatos y esboza poemas que son difundidos por varias revistas literarias virtuales y escritas.

Colaboradora en las ediciones literarias de Argenpress Cultural, Arena y Cal, Revista Literarte, Gaceta Virtual, Revista Narrativas, Calameo - Biblioteca de las Grandes Naciones, Realidades y Ficciones, Isla Bahía, Avatares Centro de Narrativa y Poesía, Del Tuyú Noticias, y otras.

Autora del libro de cuentos y relatos Destapando el silencio (2010, edición agotada) y Con sustancia dxs (2016, ilustraciones Beatriz Palmieri), ambos de Ediciones Amaru. Ha sido incluida también en diversas antologías.

Más sobre sus obras y trayectoria en los números 66, 75, 77, 80, 82 y 91 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS, o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).

 

https://textosnechidorado.blogspot.com/

nechi.dorado@yahoo.com.ar

nechi.dorado@gmail.com

 

 

EXPLOSIÓN DE COLOR A CONTRACORRIENTE

Nechi Dorado ©

 

Décadas del ’60, ’70, un nuevo fenómeno sorprendía a un mundo acostumbrado a ideologías expansionistas generadoras de guerras, muerte, dolor; aunque por supuesto no se puede hablar de un mundo lineal, donde todos respondieran “sí” ni todos dijeran “no” resignándose al espanto. Entre estos últimos hubo quiénes se organizaron conformando un abanico de grupos juveniles dispuestos a demostrar su inconformismo frente a las políticas belicistas, interpretando que no representaban sino un culto a la muerte y sobre todo un redituable negocio para pocos.

Producto de esa no aceptación irrumpió una novedosa tendencia visibilizada cuando comenzaron a “estallar bombas que salpicaban color en vez de muerte”. No quedaban víctimas de esas detonaciones, simplemente formabas, o no, parte del cambio que sorprendería tanto al extenderse por el orbe: el movimiento hippie.

Por supuesto, la rebeldía que se instalaba desde el epicentro de ese movimiento en una época donde la sociedad era extremadamente conservadora, produjo que la aparición de la cultura hippie fuera caracterizada como un riesgo potencial al que se exponía a la juventud dotada de “buenos ejemplos”.

El apelativo que se descargó contra esa cada vez más numerosa multitud de jóvenes pacifistas, antisistema, capaz de enfrentarse a los valores tradicionales, ilegítimos, fue tildarlos de vagos, sucios y amorales, mucho más siendo que la consigna central esgrimida por ese fenómeno era “Hagamos el amor y no la guerra”. Claro, hablar de amor en un mundo partido en dos, donde infinidad de jóvenes eran enrolados para invadir países culturalmente diferentes, era una afrenta al status quo establecido. La libertad, leiv motiv que acunaba sueños diferentes a los proyectos elucubrados, fue interpretada como un peligro que había que derrumbar, —el pensamiento crítico no siempre es tolerado—. Para un hippie la libertad era la premisa, consideraba que cada quien era libre de hacer lo que quería, de vestirse a su gusto y sin admisión de cuestionamientos, por ello también respetaba la opinión de los demás, incluidos los conservadores, aunque estos no fueran capaces de notarlo.

Jamás hicieron uso de la violencia, siendo el centro de su interés la protección del medio ambiente; no tenían líderes, cambiaron las formas de cultura adaptándolas a su modo, comprensible para muchos, deplorable para otros. Las reuniones de los hippies se fueron extendiendo atravesando fronteras, pero lo central, lo que quedó instalado en la memoria, fue el llamado festival de “Woodstock” en 1969, en el cual se reunieron durante tres días medio millón de jóvenes entre lluvia, viento, barro, planteando una búsqueda hacia la vida espiritual y hermanados con la naturaleza, haciendo tronar su consigna pacifista.

La guerra de Vietnam fue el puntapié decisivo para aunar voluntades en contra de esa aberración dando mayor ímpetu al movimiento. Joan Báez; Crosby, Stills, Nash y Young; The Who; Jimi Hendrix; Sly and the Family Stone; Santana, son solo algunos de los músicos que actuaron en el festival que había sido anunciado como “tres días de paz y amor”.

La era parió una nueva tendencia, el movimiento que comenzara como una expresión de anarquismo pacifista, con el correr de los años habría de ser desestructurado. Para ello apelaron desde los grandes centros de poder, a la intoxicación como método desintegrador y a partir de excesos, adicciones generadas mediante la introducción de drogas alucinógenas, asestaron un golpe mortal, un quiebre a la médula de lo que nació, creció y se expandió como expresión libertaria, contestataria, rebelde.

No obstante, quienes admiramos ese fenómeno juvenil que no encubría sino un grito desesperado tendiente a fomentar la conciencia de la contracultura, el rompimiento con las leyes impuestas, el respeto a la diversidad; los que no caímos en la trampa de alucinógenos, marihuana ni ninguna otra droga, seguimos guardado en nuestras almas el recuerdo de aquellos momentos en que el color inundó al mundo mientras las voces elevaban consignas contrapuestas a la hipocresía en un planeta en el que no había espacio para todos.

Donde pocos amos se adueñaron de demasiados esclavos.

 

 

 

ALFREDO ZALDÚA

Nació el 11/4/1951 en la ciudad de Nueva Palmira (Colonia), Uruguay, donde reside. Es poeta, escritor, periodista, dramaturgo, dibujante, teatrero, titiritero, librero y gestor cultural.

Ha publicado poemarios, una novela infantil, con versión adaptada para teatro y tiene una segunda parte inédita, además de otras obras.

También escribe obras para títeres, tanto para niños como para adultos. Cuenta con material inédito de poesía, narrativa y dramaturgia. Ha recibido varias distinciones.

Más de su obra y trayectoria literaria en Suplemento de Realidades y Ficciones:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2022/06/ (Nº 94)

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2021/09/ (Nº 91)

 

mazaldu@gmail.com

 

 

ÁRBOL MARCA JULITO

Alfredo Zaldúa ©

 

El árbol es una cosa de madera que se llama tronco que arriba tiene otras cosas más finas que se llaman ramas y que dan palitos. Las ramas tienen como unos pastos llamadas hojas que en invierno se caen cuando se ponen amarillas y ensucian todo el lugar en donde está parado el árbol. Los lugares con muchos árboles se llaman bosques y aparecen en los cuentos y las películas. En el país de nosotros a los bosques le dicen monte. No sé si los bosques y el monte son la misma cosa. Creo que sí porque si no, no le dirían así. El monte es el lugar en donde fabrican la madera que se llama leña que se usa para prender fuego la estufa o hacer asado. El monte es un montón de árboles que están en el campo. En el bosque vive Caperucita Roja con el Lobo y la abuela que ella le decía abuelita. En la plaza y en las veredas también hay muchos árboles, pero no son monte. También en los patios de algunas casas hay muchos árboles. Hay árboles de muchas marcas como sauce. El sauce es también un arroyo. El pino que sirve para hacer arbolitos de navidad. El ombú que sirve para que antes cuando había gauchos tomaran mate a la sombra, pero también hay una clase de ombú que da macitas y sánguches. Esto lo sé porque una vez vino una tía mía de Montevideo a pasear a mi casa y trajo una bandeja de masas y otra de sánguches envueltas en un papel que decía confitería el ombú y tenía dibujado un árbol gordo y grande que era un ombú, pero en el dibujo no tenía colgada en las ramas ninguna macita ni ningún sánguche. Estas son algunas marcas de árboles, pero hay muchas marcas más. Otra marca más de árbol es una que se llama Julito que es un niño que se transforma en árbol cuando hay fiesta en la escuela. A veces está solo y a veces hay otros pero que no me acuerdo cómo se llaman. Al árbol Julito lo conozco porque está en mi clase y vive cerca de mi casa y somos medio amigos. Ahora pensando me acuerdo hay otro que se llama Javier y una nena que se llama Melisa y esa es una árbol porque es mujer. A Julito no le gusta mucho ser árbol pero la mamá le dice que tiene que participar y entonces participa para darle el gusto y no lo rete. Le dice que a ella le hubiera gustado ser actriz. El padre quiere que sea futbolista para que gane mucha plata. Me acuerdo cuando un día la maestra lo felicitó en un ensayo a Julito que se puso a chiflar siendo árbol entonces la maestra le dijo fuerte que qué lindo que de tan fuerte que le dijo la maestra Julito se asustó. Pero no era porque la maestra estaba enojada, sino que le dijo que qué lindo entre signos de admiración que son esos palitos con un punto en la punta y no se ven cuando se habla, pero se notan igual porque uno habla más fuerte. Los signos de admiración son palitos, pero no son de madera de árbol como los otros que dan las ramas. Esa vez que la maestra le dijo a Julito que qué lindo cuando empezó a chiflar fue porque le dijo que parecía que el árbol tenía un pajarito y que por eso parecía un árbol más de verdad. Ella dijo más real. No sé porque le dijo más real porque yo lo que conozco real de haber visto en figuras y en la televisión son unos pájaros que se llaman pavos. Mi mamá dice que un amigo que tengo yo que se llama Yónatan que se escribe con la jota de Juan, pero como es un nombre de otra parte cuando uno lo llama le dice Yónatan como cuando decimos yo. Mamá dice que Yónatan a veces parece medio pavo, pero a mí no me parece porque no tiene una cola de muchos colores ni pico como el pájaro que digo yo. No es como Julito cuando es árbol. A Julito cuando la maestra lo felicitó porque chiflaba le dio por chiflar porque estaba aburrido de estar parado sin moverse en el ensayo haciendo de árbol, pero eso no le dijo a la maestra. Como la maestra lo había felicitado Julito el día de la fiesta se puso a chiflar tan fuerte como un pajarito que de tan fuerte que chiflaba a veces molestaba para escuchar lo que decían algunos personajes que hablaban. La maestra le hacía señas para que chiflara menos fuerte pero Julito creía que era al revés que le quería decir más fuerte porque le entendía mal las señas a la maestra. Eso le pasó a Julito porque Julito es medio burro. Ese día la mamá de Julito cuando terminó de ser árbol lo felicitó por lo lindo que había chiflado y lo quietito que se había quedado la hora y media que duró el acto que parecía un árbol de verdad porque también aguantó el calor y el sol que hacía en el patio de la escuela. Siempre lo felicitaba cuando solamente era árbol, pero esa vez lo felicitó más porque ahora había hecho bien de árbol y también de pajarito. La mamá siempre que estaba contenta se reía orgullosa y se sacaba fotos con Julito de árbol cuando Julito terminaba. El día que Julito hizo de árbol y pajarito la mamá se reía mucho y le decía que parecía un artista de verdad a Julito y se sacó fotos con él de árbol, pero de pajarito no porque en las fotos los ruidos no se escuchan, aunque chifle fuerte.

(De Divagues desatados)

 

 

 

RUBÉN IELMINI

Reside en Mar del Plata (Buenos Aires), Argentina. Nació en 1947; es técnico mecánico. Trabajó en dibujo y pintura, como letrista y en dibujo humorístico (en los ‘70 colaboró en las revistas Humor, Hortensia, Rico Tipo y el diario Tiempo Argentino).

Mención especial en el Concurso de Poema ilustrado de la Ciudad de Campana. Participó en concursos de cuentos del Club de escritura Fuente Taja.

Más sobre su obra y trayectoria literaria en Suplemento de Realidades y Ficciones:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2019/12/ (Nº 84)

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/09/ (Nº 87)

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2022/06/ (Nº 94)

 

letrasydibujos@hotmail.com

 

 

LA BOLA DE NIEVE

Rubén Ielmini ©

Esperar que la vida te trate bien porque eres buena persona,

es como esperar que un tigre no te ataque, porque eres vegetariano.

Bruce Lee

 

Es la hora pico en la urbe, la jauría va y viene, cruza, se atropella, se miran feo, pero ninguno dice disculpe, el tiempo urge y no da lugar a las buenas costumbres, el semáforo se pone en verde, meto primera y avanzo, justo en el mismo instante que una mujer con su hija que está por cruzar, le toco bocina y se frena, le señalo el semáforo que me indicaba prioridad de paso, al cruzar me grita.

—¡Ya vi el verde, pelotudo! —levanta una mano y me hace la seña de fakiu.

Me pregunto por qué esa reacción violenta seguida de agresión verbal, qué mezquina actitud tienen algunos humanos, sos amable y te insultan… no entiendo. ¿Qué hubiera pasado si cruzando en verde la atropellaba?

Avanzo un par de cuadras, giro a la izquierda y retomo la calle paralela de mano contraria volviendo al lugar; estaciono, bajo del auto a media cuadra de la calle comercial donde supuestamente vendría caminando la mujer, busco su rostro entre la turba hasta que la encuentro mirando una vidriera, me acerco y muy amablemente le pregunto.

—¡Buenos días, señora, disculpe! ¿Se acuerda de mí? Hace unos minutos cruce la peatonal, usted y su hija iban a cruzar, le señalé que tenía luz verde y me insultó, simplemente quiero saber porque lo hizo si yo no estaba en falta, mire si acelero y la atropello por una negligencia suya, tenga más cuidado cuando cruza.

No hay respuesta, su rostro de sorpresa pasó a ser de odio, mirándome de arriba abajo toma la mano de su hija y grita.

—¡Auxilio, policía, que alguien me ayude… este depravado me tocó deténganlo… ayúdenme, por favor!

—¿Señora, que está diciendo? Si yo no le hice nada.

—¡No mienta, usted me tocó, me viene siguiendo y molestando… Auxilio policía!

Seguidamente me tira una trompada en la boca y me empuja, pierdo el equilibrio y caigo para atrás, trato de levantarme y no puedo, siento una patada en mi cintura, otro golpe y otro, se acercan más curiosos, algunos insultan, otros escupen… la jauría se ha despertado.

—¡Degenerado, hijo de puta! ¿No te da vergüenza, depravado? Te vamos a colgar, basura. ¡Que no escape, llamen a un patrullero!

Los golpes no paraban, me arrastro hasta llegar a la pared de una vidriera, protegí mi cuerpo con mis brazos como pude hasta que sentí un golpe seco en mi cabeza y me desmayé.

Cuando desperté estaba acostado, me dolía todo, quiero tocar mi cabeza con mi mano izquierda pero no puedo, tengo puesta una esposa atada al barrote de la cama.

—¿Qué es esto, donde estoy?

—¡Tranquilo, no te muevas, que estás lleno de moretones por todo el cuerpo, y de todos los tamaños, rotura de tabique, unos puntos en la cabeza! La hiciste linda, amigo, menos mal que llegó un patrullero y te sacó de la turba, sino estarías con un cartel colgado en el dedo gordo del pie en la morgue esperando la autopsia —me guiña un ojo—. Pero tengo buenas noticias, estás entero, te hicimos recuento de huesos y no perdiste ninguno… ¡Qué paliza te dieron, papá!

—No entiendo nada, ¿quién es usted y dónde estoy?

—Soy enfermero y estás en la guardia del Central —el hombre de uniforme verde se levanta corre una cortina…

—¡Doctor, ya reaccionó! —aparece un medico, saca una pequeña linterna de su bolsillo y me apunta a los ojos.

—¿Se encuentra bien, puede ver mi mano, cuántos dedos tengo?

—Cinco, doctor, pero no entiendo qué pasó.

—Lo trajo una ambulancia desmayado con un cuadro de lesiones varias por golpes, ahora va a ir a una sala privada. ¿Está en condiciones de responder preguntas?

—Sí, doctor.

—Bien, hay unos oficiales que le va a tomar declaraciones.

—¿Declaraciones? No entiendo, declaraciones de qué.

—Ya le van a informar, señor.

El médico se retira, aparece un policía que abre las esposas. El enfermero me ayuda a levantarme y a pasar a una silla de ruedas. Me llevan por un angosto pasillo. Al llegar a la habitación, me esperan dos uniformados, tienen en sus manos unas planillas. El enfermero me acomoda en la cama y sale de la habitación, uno de los oficiales me pregunta nombre, dirección y me informan que estoy detenido, acusado por acoso en la vía pública, seguidamente lee mis derechos…

—“Tiene el derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga, puede ser usado en su contra en un tribunal de justicia. Tiene el derecho de hablar con un abogado. Si no puede pagar un abogado, le asignaremos uno a costas del Estado”.

—¿Entendió cuáles son sus derechos?... tiene que contestar, señor.

—Sí, lo entendí.

A partir de ese momento, mi vida fue una catástrofe. Fui trasladado a una unidad penitenciaria, sometido a interrogatorios, estudios psiquiátricos, pero no encontraron nada anormal.

Mi abogado defensor hizo todo lo que tuvo a su alcance y demostró mi inocencia. Las grabaciones de las cámaras registraron todas las secuencias desde el momento en que la mujer me insulta, mi regreso por la otra calle al mismo lugar, y todo el incidente; quedando demostrado que la acusación era falsa.

La madre de la menor fue indagada, en cada interrogatorio sus respuestas eran distintas, buscaron antecedentes y descubrieron la verdad… de niña fue víctima de abuso. Su padrastro la obligaba a tener relaciones, su madre era alcohólica y amenazada por su pareja nunca hizo denuncia, ella había quedado traumada y ante tanta indiferencia se fue de su casa, se volcó a las drogas y el alcohol, en el momento del incidente ella estaba bajo los efectos de una droga y a todo aquel que se le acercaba lo denunciaba por acoso, así figura en sus antecedentes, no era la primera vez que le ocurrían ese tipo de situaciones en la calle.

Su hija quedó a cargo de una institución, debido a que su entorno familiar no era el apropiado, hasta que alguna familia la tome en adopción, y la madre fue internada en un instituto de rehabilitación.

La causa no fue a juicio, me otorgaron la libertad después de dos meses de prisión, estaba aislado, pero soportando amenazas de algunos reclusos.

 

A veces cometemos errores que se pagan caros, es ese segundo de reacción que el inconsciente no detiene. Quizás si aceptaba el insulto como un elogio, nada hubiera pasado, ni sabría quien era esa mujer ni hubiera recibido una golpiza, no hubiera entrado a un hospital, no sabría que se siente estar atado a una cama con una esposa, ni tampoco hubiera recibido el escrache en las redes mostrándome como un depravado.

Por cierto,M mi inocencia no sirvió de mucho. La justicia me sobreseyó pero la sociedad no, perdí mi empleo por una cuestión de imagen empresarial, también tuve que dejar el departamento por expreso pedido del consorcio dada la presencia de móviles de los noticieros frente al edificio donde vivía “el depravado”.

Perdí amistades, en esas circunstancias son pocos los que se quedan, el resto te suelta la mano; me mudé a otro país y hasta el día de hoy ni mis exvecinos ni nadie de los que me acusaron en las redes, subió un comentario pidiendo disculpas.

Ese es el alto costo por un momento impensado, como la bola de nieve que rueda, crece y estalla con fuerza bruta, generando un daño irreparable… la injusta condena social de la jauría.

 

 

 

OMAR ROLDÁN RUBIO

Poeta, escritor, tallerista literario y promotor cultural nacido en Tulancingo (Hidalgo), México. Su nombre completo es Omar Cristóbal Roldán Rubio.

Ha publicado cuentos, relatos, ensayos y poesías en diversas revistas. Es autor de varios poemarios en papel. En Amazon.com tiene editados e-books que comprenden poemarios, cuentos, relatos y ensayos.

Más sobre sus obras y trayectoria en Suplemento de Realidades y Ficciones:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2021/09/ (Nº 91)

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2022/06/ (Nº 94)

y en Realidades y Ficciones – Revista Literaria:

https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2021/12/ (Nº 48)

https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2022/03/ (Nº 49)

 

omaroldan_r@yahoo.com.mx

funhdar@gmail.com

 

 

OTREDADES

 

DE AZUL MIRADA

Omar Roldán Rubio ©

 

La mujer entró al restaurante del hotel estelando a su paso un halo de montaña y un aroma de mar. Se sentó extendiendo sus brazos como alas para acomodarse el cabello mientras sus ojos, que se cruzaron fugazmente con los míos, recorrían el lugar.

Con un gesto de paloma su mano derecha saludó a alguien más allá de donde me encontraba y luego se concentró en ordenar algo al mesero.

No resistí el impulso que me obligaba a ir a su mesa, así que cogí mi bebida y fui hacia ella; me presenté y luego del coloquial saludo le pregunté si me permitiría compartir su mesa. Ella, envolviéndome en el azul de sus ojos, asintió con una gran sonrisa. Claro, dijo, así podemos comentar esta primera jornada de trabajo. Se refería al encuentro de escritores en Morelia al que habíamos sido invitados junto con otros más de diferentes partes del país.

Lo primero que pude percatarme al estar frente a ella fue su imprecisa edad. ¿Qué te han parecido hasta ahora las lecturas?, ¿a qué hora tuviste tu turno que no me di cuenta? Pues verá, No, me atajó, por favor no me hables de usted que no soy tan vieja.

De ella sabía lo poco que arroja un contacto por correo electrónico, proximidad que se había dado meses antes porque me había enviado una convocatoria para participar en un concurso de cuento que ella, profesora, escritora y promotora cultural, organizaba.

Cuando llegué a Morelia me enteré que estábamos hospedados en el mismo hotel, así que pensé buscarla más tarde para conocerla.

Luego de instalarme me dirigí a donde se ofrecerían las lecturas y ponencias, el Museo de la Ciudad, edificio colindante al centro histórico morelense y ubicado sobre un cauce lateral frente a una plaza arbolada; recinto con sabor antiguo, oasis y refugio contra el tráfago citadino donde el gorjeo de las aves ahoga el ruido y su vuelo esparce, ahondando el aire, el aroma de café que sirve la taberna ahí dispuesta.

Los laterales interiores de la entrada al museo ofrecían información sobre el encuentro además de venta de libros, revistas y publicaciones de varios de los participantes del encuentro. Me detuve para preguntar por uno de los organizadores al tiempo que miraba el material literario ahí exhibido.

Mientras me indicaban a dónde dirigirme mis ojos tropezaron con una revista en cuya portada aparecía, junto a un hombre de cabello y barba canos, rostro tierra surcada por el tiempo y ojos oscuros piélagos que velaban con tranquila mirada férreas batallas acaecidas, precisamente la mujer con la que ahora me encontraba compartiendo mesa.

Compré la revista y al revisarla me encontré información acerca de su trayectoria y parte de su vida.

Durante la cena le agradecí la convocatoria que me había enviado meses atrás. Luego me contó de su lucha cultural y literaria en Chapala y de su esposo a quien definió como un hombre inquieto de espíritu inquebrantable y siempre dispuesto a luchar contracorriente, como un Quijote, en el afán de crear y promover el arte.

La charla tomó un sendero muy agradable al unírsenos otros compañeros escritores transformándose aquello en un ritual de pensamientos, río de recuerdos, imaginación y risas. Ella tomó la palabra y mientras mecía sus manos en el aire, su mirada en el horizonte, hablaba de revoluciones, de movimientos sociales, de los años sesentas y setentas, de su constante lucha por inocular el arte entre los estudiantes universitarios, del compromiso social, de la ética que todo artista debe tener, y vi a la mujer por la palabra alzar el vuelo y revolotear sobre nosotros y girar entre las mesas y salir al viento de la tarde-noche y regresar trinando para envolvernos en su cálido aleteo. Entonces, envuelto en un destello, apareció en mi memoria la figura del ave de la que había leído, dos años antes, en aquel periódico.

...Existe, en el lado norte de la ribera de Chapala, en México, un ave única en su especie, quizá una de las pocas que quedan en el mundo, de blanco plumaje alisado y alas color de mar, como sus ojos. Otras de sus principales características, luego de arduos estudios, es que es del tipo de las aves viajeras, pues pasa cortos periodos en diferentes zonas del país, pero siempre regresa a Chapala.

Algo que la hace diferente a todas las demás, y por lo tanto digna de reconocimiento, es su evidente cercanía con la gente, sobre todo con los jóvenes, y aunque no se le ve a diario, ni mucho tiempo durante el día, se sabe que gusta de revolotear entre los estudiantes universitarios y volar por las cafeterías y las plazas, amén de las riberas de los ríos, los sitios boscosos y las montañas.

Hasta hace unos años se desconocía su origen e incluso su presencia, ya que, a pesar de habérsele visto surcar algunas veces el cielo chapalteco, se le había considerado como un ave distraída o perdida, pues casi siempre vuela en compañía de otras aves distintas a su tipo, incluso compartiendo el espacio con mariposas. Precisamente, en una de estas ocasiones —decía el entrevistado— fue cuando me decidí a estudiarla. Me hallaba en Morelia esperando el arribo de las mariposas monarca cuando sobre el santuario cruzó, partiéndolo, un destello azul y blanco que revoloteó gorjeando alegremente, como dando la bienvenida a los visitantes orinegros quienes fueron a su encuentro enfrascándose en piruetas y arrobados aleteos. Luego el ave fue un punto de luz que se perdió en el horizonte...

Después de una apenas sobremesa salimos y mientras algunos discutían sobre dónde ir volvió el recuerdo del reportaje sobre el ave en aquel periódico.

...A raíz de tal evento, el joven investigador alemán Carl Franz Rheutemberg inició el estudio de esta ave, lo que lo llevó de Morelia a la capital del país donde encontró a un connotado arqueólogo quien le habló de que el posible origen del ave se remontaba hasta el último ritual del fuego nuevo, en el Cerro de la Estrella, antes de la conquista española en México. Del fuego, le reveló el experto basado en uno de los códices encontrados en el Centro Histórico de la ciudad de México durante la década de los setentas, nació tal ave. Luego, aseguró, esporádicamente se fue detectando su presencia en varios puntos del país, entre ellos, alguna vez, en la ciudad de Zacatecas...

La entrevista hecha a este alemán por un periodista mexicano me impactó de tal modo que la desprendí del periódico que estaba leyendo y la guardé como un tesoro entre mis hojas de anotaciones intuyendo que alguna vez, quizá pronto, volvería a ella para ahondar más en su misterio y, en todo caso, comenzar a hacer algún escrito al respecto. Tiempo después, leyendo otro articulo referente a la misma ave, me enteré que también se le había visto, por los años sesentas, sobrevolando constantemente entre las islas y las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México y, claro, en toda Ciudad Universitaria. Por supuesto que recorté esos datos y los guardé en el mismo lugar que los anteriores.

Cuando al fin decidieron acudir a un bar para continuar la charla el grupo se fraccionó hacia el mismo punto, así que ella y yo nos adentramos, por una calle adyacente, al centro de la ciudad: laberinto de portones y paredes altísimas, pasadizos de una nave neoclásica y barroca, de un barco amurallado y mestizo bogando eternamente hacia la nada siempre en espera de mejores vientos, como un sentimiento lejano o un tiempo febril anegado en la memoria.

Eso comentábamos y luego me habló del gran amor de su vida: su esposo, también artista, pintor y de los buenos me dijo finalmente, aunque él no lo quiera admitir.

Surcamos por el centro histórico de Morelia, museo que guarda y resguarda hermosísimos tropos que arroban la mirada y acrecientan el espíritu. Aquí el arte se observa, se transita, se palpa, se respira, se absorbe simplemente.

Nos detuvimos para admirar la portentosa catedral y luego de un silencio le comenté sobre el ave a que hacían referencia los recortes que había leído y la pregunta brotó como un dardo, ¿la ha visto alguna vez en Chapala? Guardó silencio unos instantes y después, con voz remota y sibilina me contestó que sí, que en muchos de sus sueños.

No continuó el paseo ni encalló conmigo en el bar propuesto, la lluvia y la noche la obligaron a despedirse rápidamente y desapareció como un destello azul envuelto en un soplo marino.

Por eso, luego de una corta estancia en mi ciudad, vine a Chapala en busca de esa ave del periódico y me puse a revisar el cielo, las plazas sobre la ribera, las cafeterías y me cayó la noche y me adentré en las calles, y cuando casi sin aliento estaba decidido a regresar al hotel donde me hospedaba apareció delante de mi recorriendo los muros sobre enjuto corcel una triste pero decidida silueta que empuñaba una lanza cuya punta era un ave. La seguí. Dobló varias esquinas y repentinamente se introdujo a una casa sobre la calle de Morelos. Sin pensarlo entré a la casona y alcancé a ver cómo ave y corcel y lanza y todo se perdían entre la penumbra de una habitación. Me quedé quieto mientras mi corazón quería saltar fuera de mí.

La luna como espingarda lanzó sobre un ventanal ráfaga de plata descubriendo un enorme cuadro en el que magníficamente plasmados aparecieron la mítica imagen luchando contra los molinos y una dulce dama de edad indefinible y de piel blanquísima, quien al ser tocada por la luz se transmuta en un ave de blanco plumaje alisado y alas color de mar —como sus ojos— que revolotea alegremente y sale del cuadro y vuela hacia el afuera.

Entonces corro tras ella y solo alcanzo a ver cómo cruza el puente lunar hacia el gran lago. Después la nada.

 

 

LA NOCHE ES FRESCA A PESAR DE MAYO

Omar Roldán Rubio ©

 

Hace horas que la tarde se fue y yo sigo aquí intentando escribir. Por más esfuerzo que hago las ideas van brotando lentas. En el silencio la voz del afuera transcurre: un auto, pasos sobre la banqueta, sonidos quebrados por el viento que pasa y que a cambio trae, de no sé dónde, alguna queja, suspiros y una hermosa pero tristísima canción, un conocido blues que…

Un angustioso grito me obliga a levantarme e ir hacia la pequeña terraza para ver qué sucede. Cuando salgo sólo escucho, como un eco, el insistente ladrido de los perros. Me estiro por encima del barandal hacia la calle desierta y advierto, a lo lejos, una figura conocida. Sí, aquella que cada vez me atormenta más. La misma que otras veces, ¿cuántas?, me ha perseguido y con la que he tenido desafíos terribles. Ahí está, como siempre, embozada de oscuridad.

Sé que viene a buscarme y el instinto me grita que haga algo para evitarlo. Lo intento, pero mi cuerpo no obedece, es una masa pétrea anclada a la media noche.

La figura entonces se desliza entre los muros, viene hacia mí. Con dificultad logro escabullirme al interior, nulo intento protector, a esperar el inevitable y tortuoso encuentro que deseo sea fugaz y que no deje, como otras veces, resabios.

Apenas me siento nuevamente a la mesa y ya escucho sus pisadas en la escalera. Un instante más y ahora está frente a mi esquiva mirada. El silencio es violado por esa profunda voz que hace vibrar mi garganta y cuya resonancia, transmutada en palabras, es juicio y condena, reverbero furioso que me desgaja y hace mi sufrir tangible, doloroso.

Sabía que estarías aún despierto, exclama, y mi turbación aparece como cuando era niño y recostado a la orilla del río, de cara al cielo, miraba cabalgar las nubes y sentía que de insistir en observarlas caerían sobre mí, sofocantes, inoculándome de infinitas dudas, como, pienso para mí, y la evocación brota de sus labios, la aplastante catarata de estrellas cayendo, llagándome en aquella noche de bosque, luna y julio en que fuiste baleado, Alfredo, y no pude hacer nada para evitarlo. Escucho sin alzar la vista, sé que todo intento de rechazo es vano. Así que me concentro tratando de controlar la náusea. Vagaba por allí y decidí visitarte, dice en tono mordaz, ¿Lograste ya acallar tu conciencia? La resonancia de sus palabras me obliga al diálogo. Es obvio que no si todavía estás aquí, contesto, cómo logras entrar. Ahora su mirada choca con la mía y somos los mismos ojos: espeso mar en el que me hundo; vértigo y asco la memoria de esta agua que desciendo, de un tiempo para acá con mayor frecuencia, a tragar el vacío que me habita. Vamos, deberías agradecer que estoy aquí, es la única manera que tienes para lograr quitarte esa desazón que aún te habita, ese coraje que todavía sientes contra ti a causa de tu cobardía de aquel día, es por eso que me has llamado nuevamente. Eso no es cierto, digo para mí mismo. Somos uno, ¿recuerdas?, al menos hasta ahora; ya lo hemos discutido otras veces. Observo detenidamente su rostro, su figura toda, y me estremezco al mirarme en él. Aquella vez tuve que proceder así ante tu necedad, contesto, ¿qué querías que hiciera? Si hubiera actuado como tú también estaría muerto. Eso era parte de nuestro pacto de amistad: morir uno por el otro, morir o vivir juntos. Pero fuiste débil y cobarde, ¿de qué te sirvió si vives reprochándotelo y...? No, lo atajo, no te voy a permitir que nuevamente me atormentes. ¿Qué sabes tú, qué supiste nunca del instinto de conservación si estabas predestinado, tú mismo lo repetiste cientos de veces, a morir antes de los treinta años? Por eso siempre tu actitud suicida ante la vida, por eso siempre tratando de arrastrarme hacia una muerte absurda. ¡Ah, bien!, dice burlón, bien por la revelación, aunque tardía; para eso también fuiste medroso, ¿por qué no decírmelo antes; sí, antes de hacerme pensar que estabas de acuerdo en todo lo que yo planteaba? Te lo dije, pero nunca escuchas, nunca lo hiciste, ¿por qué venir nuevamente con todo eso, hasta cuándo vas a dejar de acosarme con lo mismo? Eso depende de ti, exclama, y su voz llena mi boca. Todo fue tan rápido... un accidente, algo no previsto que se presentó, algo acaso provocado por ese incontrolable deseo tuyo de cumplir con lo que, según tú, te estaba destinado, pero ya ves, no fue así. No, no lo fue porque tu maldito miedo lo impidió, replica desde mi interior, tu deber era quedarte hasta lo último, morir conmigo si era preciso, pero no, tuviste que salir corriendo a pedir auxilio. Eso fue lo que te salvó, ¿no lo entiendes? ¿Me salvó? ¿De qué, de mandar todo al demonio de una vez, de no sufrir más esa mierda vida que vivía llena de carencias y de sueños irrealizables? No, no te equivoques, ¿acaso después no fue peor? ¿Acaso no luego de las operaciones sufrí aún más? ¿Qué sabes tú de lo que es tener los intestinos y el estómago incompletos? ¿Eso es lo que hiciste por mí? ¡Bravo! Lo único que lograste fue convertirte también en mi verdugo. ¡Basta!, grito al tiempo en que golpeo la mesa y la taza vacía de café se vuelca y los papeles, como hojas otoñales, caen revueltas al piso. Sí, quizá eso fue lo que logré, pero es ahí donde entra el sentido de supervivencia. Mi reacción fue para tratar de salvarte, de salvarnos. Nunca pensé que esos cabrones te hubieran baleado tan malamente. Sí, seis balas son muchas para un sólo cuerpo, ¡pero qué carajos, cómo iba yo a saberlo en medio de tanta confusión, de tanta noche! Eso es lo que nos diferencia. Mientras tú estabas pensando, como siempre, sólo en ti, yo estaba pensando en todos; las tenían a ellas en algún lado y gritaban desesperadas ¿recuerdas? Si tan sólo no hubiéramos ido ese día a acampar, al menos no a ese pendejo lugar, ¿cómo se llama? Ah sí, la maldita Presa de Iturbide, vaya nombrecito, pero tu necedad, tu suficiencia y nuestra insensatez por llevarte el juego... Ellas, interrumpe, qué ha sido de ellas; ya no supe si aquella vez finalmente fueron… ¿violadas?, pregunto; no, yo tampoco lo supe, no les pregunté, cómo iba a hacerlo, ni las he vuelto a ver, ¿para qué? Después de aquello ya nada fue igual y ahora ya no importa, tú estás muerto y yo... si te sirve de algo te diré que yo también, desde que te fuiste, he ido muriendo de a poco, quizá tan dolorosa y cruelmente como... ¿sabes que, al igual que tú, he probado el ácido sabor de las balas? No compares seis a una, dice mientras pasa su mano por la nuca y siento la tibieza de su gesto en mi cuello, aunque he de reconocer que tuviste mucha suerte de que no fuera más trágico el asunto, al menos hasta este momento. Ahora el silencio inunda todo y yo aprovecho para recoger los papeles tratando de reacomodarlos. Enderezo la taza volcada y voy hacia la cafetera para volver a llenarla. Así que sigues intentando escribir, dice con franca ironía revolviendo los papeles, la última vez que me leíste algo de lo que estabas haciendo, eso fue en uno de mis últimos días de vida, era algo honestamente horrible. Sabes qué, aunque nunca te lo dije, siempre me pareció que tú interés por escribir no pasaba de una simple afición. Para ser escritor se necesita talento, estudio, contactos y constancia y tú, cómo podría decírtelo, careces de al menos dos de esos elementos. Sin embargo, digo defendiéndome, y a pesar de tu nunca reconocimiento, sigo insistiendo, quizá algún día suceda algo a mi favor y entonces pueda mostrar mi trabajo y... No, definitivamente lo tuyo no es eso, debes quitártelo de la mente, ¿para qué sirve, dime, llenar de letras hojas y hojas que en realidad a nadie le importan? ¿Para qué seguir con algo que lejos de proporcionarte felicidad, te sume cada vez más en lo incierto? Me proporciona placer y… ¡Placer!, —exclama cortante— ¿qué tipo de placer es ese?, ¿a quién se le ocurre?, sigues en la idiota actitud de siempre, ¿no te das cuenta que esa ridícula …cómo la llamas… ¡ah sí!, vuelve a asumir su postura burlona, esa pasión por la escritura te está alejando de todos, que cada vez eres más un bicho raro?. Bueno, alcanzo a decir, la soledad… ¡Eso, eso —interrumpe—, ahí es a donde te diriges!, mírate, no eres más que un pobre diablo rabioso en medio de la nada.

Ahora lo observo fijamente a los ojos y él trata de esconder la mirada entre las sombras de los muebles, entre la sordidez del silencio que, de pronto, vuelve. La soledad, digo, es condición de… Sí, sí, ya me lo has dicho otras veces y es lo más imbécil que he escuchado, la soledad es la condición de todo escritor, ¡me cago en esa condición! Huye, desiste ahora que puedes, ahora que no has podido escribir una sola idea interesante en esas malditas hojas. Enciendo un cigarrillo y sopeso cada una de sus palabras mientras éstas caen, como piedras, en el interior de mi cabeza y rebotan y se deslizan, por el cordel de humo que me trago, hasta mi estómago. No, respondo, y escucho mi voz que sale por su boca, lo seguiré intentando. ¿No hay manera de convencerte? No, insisto, al menos por ahora. No discutiré más, dice, la noche es fresca a pesar de mayo. Creo que volveré a la calle; aquí me ahogo. Sólo una cosa más, si logras escribir algo, que no sea sobre mí, ¿de acuerdo?

Percibo cómo se desliza hacia el afuera y escucho los pasos que se alejan entre las oscuras calles, como mi respuesta que se pierde en el viento de la noche.

 

 

EL JAGUAR

Omar Roldán Rubio ©

 

El festejo se ofreció en una de las galerías más importantes de la ciudad de México. El motivo era la inauguración de una muestra pictórica del artista Néstor Juliá.

Luego de las palabras de bienvenida y del recorrido por la galería vinieron, junto con los reencuentros de amigos y artistas, los bocadillos y los brindis llenos de admiración, parabienes y alegría.

Al final de la reunión sólo quedan en la galería los más allegados al pintor. Deciden entonces continuar la celebración en el domicilio del propio Juliá, pues su casa no está muy lejos de allí, así que pronto se encuentran instalados en su estudio.

Entre aquel grupo de artistas sobresale Roderico Román, un hombre cuya delgada y firme silueta no revela sus cuarenta y cinco años. Pocas canas, ojos grandes y profundamente aceitunados; labios gruesos y sólido mentón. Los decididos pómulos dan a su rostro un toque misterioso y profano.

En la amena charla que sostiene con algunos amigos, sus manos, de largos y finos dedos, de manera graciosa y viril trozan constantes el aire reafirmando sus palabras.

Pasada la media noche, un sujeto de aspecto frío e introvertido se aposta junto a la barra de la cantina, gárgola expectante, como si fuera parte del mobiliario. La gabardina que le cubre desde el cuello hasta los tobillos, el cabello ralo y blanco, los ojos profundos y quietos, dan a su figura emboscada la calidad de espectro.

Sin mover un músculo, sin pestañear siquiera, observa al grupo de amigos y en especial a Roderico le busca el rostro, particularmente los ojos. El peso de su mirada es insoportable, tanto que, intrigado por la insistencia, Román se levanta de la mesa pretextando salir a respirar aire puro, dice, pero en lugar de eso va hacia el desconocido y este, en muda invitación, le indica el sofá.

El extraño habla y su voz suena a olvido, a lejanía. Su aliento exhala resaca de mar. Me llamo Isnaarch Uxí. Soy descendiente de Isnaará, el gigante, quien fundara una gran raza, muy antigua, de conquistadores.

Divertido, Roderico se dispone a escuchar la historia. Me sacará del tedio —piensa—, que ya empezaba a inundar su ánimo.

Soy morador, en territorio mexicano, de un lugar extraordinario y misterioso. Creo que a usted —la propuesta brotó aparentemente espontánea—, como artista acostumbrado a buscar los sitios más inauditos para realizar sus obras le interesará conocerlo.

Escéptico, Roderico pregunta por la ubicación y características del lugar mencionado. Las pupilas de los ojos del extraño brillan por un instante, tan fugaz, que Román no lo advierte. Es un armónico, aunque solitario espacio, responde Uxí, y hace una pausa, como si hiciera un esfuerzo por recordar las palabras apropiadas para describirlo... Se encuentra entre montañas y lo cruza un río alimentado por cascadas. Ahí se asienta, rodeada de pastos y bosque, una magnífica construcción incólume aún, quizá uno de los primeros partos arquitectónicos del siglo XVI en la Nueva España. Lo encontrará si sigue correctamente mis indicaciones.

El extraño se inclina acercando su rostro al cada vez más atento semblante de Roderico. La nariz de Uxí aletea ante la cercanía, las miradas chocan y, por un momento, el pintor cae en el vacío oscuro de los ojos de Isnaarch, mientras Roderico sacude la cabeza para espantar los efectos del vino.

Dentro de dos días —la voz de Uxí resuena un tanto lejana en los oídos de Román—, al amanecer, tendrá que estar justo en los límites de Veracruz y Tabasco. Deberá seguir con dirección al sur hacia el sitio del jaguar. Qué lugar es ese, dice el pintor y su interpelación se queda en el aire. Al final de la jornada hallará una posada, pare ahí y pregunte por Ximi, él le dará instrucciones de la siguiente etapa a seguir. Uxí cerró los ojos, respiró hondamente y ya no dijo más.

Ante el repentino silencio, el artista se levanta para acercarse a la barra. Alcanza una botella de agua mineral y bebe ávidamente. En el gesto, llama su atención la extraordinaria pintura empotrada, como un ventanal, en la pared.

En el primer plano del cuadro se aprecia una gran cloaca. Al fondo se ve difusa la ciudad cosmopolita, casi perdida entre la polución y la basura que irremediablemente invade la alcantarilla y que, en un engaño óptico, parece fluir hasta el mullido piso del estudio, ahora arroyo de desechos construido al compás de los brindis.

Roderico gira la vista hacia Uxí, pero este ya no está. Sorprendido se sienta entonces sobre el sofá en el que advierte un especial calor corporal sobre el respaldo, como si de la epidermis telar se escaparan, en ese momento, todos los sudores apresados por el tiempo. Su mano descubre algo que parece pelo de gato. Al contacto Roderico se estremece porque siente que se hunden en su piel, como aguijones. Instintivamente talla su violada extremidad en la tela, la sacude y los pelos quedan mansamente ingrávidos sobre la alfombra mientras el rostro del artista se contrae en una mueca indefinida. Aún con la molestia en la mano, Roderico trata de comunicar lo sucedido a sus amigos, pero ellos, ajenos al hecho, siguen allí, en la misma actitud que cuando se retiró de la mesa, como en una imagen grabada, por lo que prefiere guardar silencio y sale apresurado, sin despedirse.

Lo primero que Roderico hizo, al llegar a su departamento, fue asearse. Luego se tendió en la cama tratando de reconstruir mentalmente lo que había pasado. En el sopor previo al sueño se sigue preguntando si los demás habrán visto su encuentro con Uxí, ¿de dónde salió tan extraño sujeto?, ¿qué tipo de pelo fue lo que hirió su mano? El desvanecimiento llegó sin que surgiera ninguna aclaración a sus preguntas.

Soñó praderas, montañas, grandes edificios y ríos de gente danzando en la penumbra al ritmo de tambores y cantos guturales. Inició, en su sueño, una travesía por desconocidos mares que lo llevaron a sitios nunca vistos en busca de algo que no logró descifrar, algo incompleto e inacabable.

Casi a las dos de la tarde despertó sobresaltado. La palma de su mano ardía y una mancha rojiza, salpicada de puntos púrpuras, la cubría en gran parte. Fue al baño, abrió el botiquín de primeros auxilios y extrajo agua oxigenada y alcohol.

Cuando terminó la curación se observó en el espejo. El oscuro abismo de los ojos de Uxí aún lo trastornaba, chasqueó la lengua y descubrió en su paladar resabios agridulces de la noche anterior. La náusea se fue después de lavarse enérgicamente boca y rostro. Volvió a la cama y, recostado, paso horas meditando. Trataba de ubicar mentalmente el lugar sugerido por aquel extraño. De pronto se levantó decidido a preparar el viaje.

El amanecer lo alcanzó sobre la carretera en el punto indicado. El incipiente sol le transmitía cierta confianza, pero la incertidumbre lo apresaba por momentos esperando impaciente dentro de su auto.

Intuyó la señal, e instintivamente reaccionó cuando un viento inesperado se hizo presente y la efímera sombra de un felino en fuga se proyectó sobre el asfalto. Arrancó el auto y lo dirigió bruscamente en persecución de la imagen.

Encontró la posada justo cuando era ya intolerable su sed. Bajó del coche y entró. El lugar es amplio, confortable. Roderico ordena una cerveza y el posadero se desliza, como un suspiro, tras la barra, colocando en un instante la bebida frente al hombre asombrado que no consiguió atrapar su movimiento.

El pintor se rehace de la impresión, coge la cerveza y la termina de un trago. Ordena otra y a media voz pregunta por Ximi al hostelero y éste contesta con la mirada hacia un rincón. Roderico deposita unas monedas sobre la barra mientras sostiene, con una de sus manos, la bebida. Luego se dirige a la esquina indicada.

El hombre sentado parece dormir, así lo sugieren el mentón sobre el pecho y los brazos cruzados sobre su abdomen. Román se limpia el hilillo de cerveza escapado de sus labios y lanza, como dardo, la pregunta, ¿usted es Ximi? El hombre se mueve lentamente, como si despertara de un largo y placentero sueño. Lo estoy esperando, dice en un susurro, Soy el pintor que..., Sé quién es usted, y el hombre levanta el rostro y Roderico se hunde en el oscuro mar de su mirada.

Una oleada de sombras los cubría cuando se pusieron en marcha. El viaje se hizo casi en silencio. Mientras Ximi conducía, Roderico dormitaba y solo de tanto en tanto preguntaba sobre el camino que seguían o los lugares que pasaban. Las respuestas eran lacónicas.

Después de varias horas, cuando el río de asfalto no lo era más, detienen el auto y lo resguardan en una especie de cobertizo hecho de ramas y madera, a unos metros del camino y oculto a la vista. La llave de arranque bajo una piedra.

Mochila a la espalda Roderico va tras Ximi penetrando la exuberante vegetación sobre terrosos y ondulantes senderos. El sol, inmutable, comienza a golpearlos copiosamente.

Caminaron, durante un buen tanto de tiempo y bajo el látigo de fuego hiriendo sus espaldas, por vericuetos de terreno accidentado hasta que, por fin, Ximi se detiene, voltea hacia todos lados oteando el terreno y con ágiles movimientos se encarama a un gran árbol. Una vez arriba indica algo a lo lejos, ¡Venga y observe esto!

Román sube cuidadosamente y una vez arriba mira el punto señalado: la selva espesa que a la distancia parece una maraña de ramas. Descienden y mientras van avanzando el bosque crece en tamaño y en misterio. Minutos después entran al sombrío espacio donde el sol pierde sus furiosas lenguas.

A medida que caminan, la distancia entre ellos se amplía. ¡Cuidado con la fosa de los jaguares!, escuchó el grito salido de la garganta de Ximi. Instintivo, Roderico agacha la cabeza y cuando la levanta solamente advierte una sombra desaparecer entre los árboles. ¡Ximi!, grita al tiempo que corre en esa dirección.

La búsqueda de Ximi resultó infructuosa. Roderico trata de serenarse cuando intensos rugidos lo obligan a ocultarse con rapidez. Luego de un profundo silencio, un poco más tranquilo el pintor sale con precaución de su escondite para alejarse aprisa de ahí. Justo cuando acelera el paso escucha, a sus espaldas, un gran rugido que lo obliga a correr asustado.

De pronto el piso se esfuma y Roderico cae pesadamente golpeándose la espalda y la cabeza. Antes de perderse en las sombras de la inconciencia, en sus pupilas se dibuja una enorme silueta de ojos como cuevas saltando sobre él, envolviéndolo, y siente enormes patas aplastando su pecho y un conocido aliento sobre su rostro.

Roderico abre lentamente los ojos, luego se toca el cuello y comprueba que no hay sangre. Con gran esfuerzo sale de la fosa y aún aturdido clava la vista entre los árboles. A la distancia distingue, dentro de un claro espacio y alumbrado por los últimos rayos del sol, el verde llano cubierto de flores exóticas.

Mientras camina hacia el claro, en su cabeza giran preguntas acerca de Ximi, de esos ojos y del aliento que...sus cavilaciones se interrumpen porque el oscuro bosque llega a su fin.

Lo primero que Roderico ve, al salir, es un ejército de lamelicornios marchando en dirección al manto floral extendido sobre el llano, y luego, al levantar la mirada, se queda pasmado ante la majestuosa construcción de roca alisada, un enorme, magnético y solitario convento ofreciendo sus espadañas y sus garitones al sol. Tras el edificio, un caudal acuoso y cristalino, en continuo suicidio, hace sonar sus húmedos cascabeles. El monasterio y la naturaleza circundante semejan una obra digna de un artista poseedor de pinceles mágicos o de manos divinas.

Roderico se plantó ante el portón del convento, lo empujó varias veces, pero este no cedió. Buscó entonces, sin encontrar, alguna rendija que le permitiera observar el interior. Ahora se echa hacia atrás y eleva la mirada, como midiendo la altura de las tapias.

La tarde se llena de un frío que hace estremecer al pintor, el viento que lo ha traído recoge alba pelusa del suelo, la suspende unos instantes sobre el vacío y luego la deja caer, cual copos de nieve. La oscilante blancura contrasta con el claroscuro azul profundo del ocaso.

Román empuja otra vez la plancha de madera y esta vez se abre en franca invitación a trasponerla. Entra y lo recibe una pálida quietud que inunda el espacio donde se encuentra, una gran estancia silente, desnuda de objetos, plena de ausencia.

Cuando sus ojos se han acostumbrado a la semipenumbra descubre, a su izquierda, un arcano pasillo que le llama a inspeccionarlo. Comienza a andarlo y advierte, sobre uno de los muros, metálicos reflejos provocados por el novicio destello de la luz nocturna que se cuela entre las horadaciones de la pared contraria. De pronto escucha claramente ronroneos y tenues rugidos, ¿Isnaarch?... ¿Uxí?... la voz de Roderico brotó gruesa y se perdió en el pasillo, el eco la rebotó en gruñido, luego silencio. El pintor, cauteloso, avanza acechante. Otra vez los murmullos, como olas, crecen y se apagan. Una sombra blanca pasa, veloz, a su lado y es tragada por el metálico reflejo que ahora es una puerta, conducto a otro pasillo bifurcado en otros de los que emana una lejana y recóndita aura marina, el aliento de Uxí.

Las celdas están vacías. Roderico expande su nariz y el olor lo penetra, los pies y las manos comienzan a dolerle como nunca antes. Un repentino calor invade su cuerpo, tanto, que se desgarra la ropa.

El último ramal del corredor lo lleva hacia un traspatio donde se halla, iluminado por la noche, un pozo que expulsa una ligera brisa de níveas partículas que se elevan y caen en suaves ondulaciones.

Ágilmente Roderico se acerca y extiende su cuerpo para mirar el interior del venero. Una claraboya cubre el negro círculo de piedra. Se asoma y entonces se revela el rostro de Uxí que lo observa con una profunda mirada y gesticula mostrando el brillo de sus fauces. El cristal se rompe estruendosamente y Román cae, es arrastrado hacia un vacío interminable. Cierra los ojos y se entrega a su destino. El tiempo se detiene. En la caída otra vez la visión de extensas praderas, montañas, gente danzando al son de los tambores y el mar, siempre el mar. La noche despide aromas de quietud. La apenas luna es testigo de la solitaria e inmanente eclosión oblacionada.

Cuando se recupera de inmediato se levanta y echa a correr, cruza, raudo, los corredores hasta alcanzar el portón, lo traspone ágilmente.

Afuera, el viento distorsiona el contorno del manto floral iluminado por la luna. De pronto Roderico siente un picor en una de sus piernas. En un movimiento elástico descubre, en el suelo, su silueta lamiendo la herida. No espera más, de un salto huye de su espectro y corre internándose en la maleza hasta que las sombras amalgamadas lo engullen, hasta desaparecer.

El matinal rocío lo despertó sintiendo aún los efectos de la noche anterior. Cuando se atreve a abrir los ojos comienza a reconocer el lugar donde había dejado el auto. Al descubrirse desnudo se apresura a recoger la llave oculta, va hacia el cobertizo y abre el vehículo; saca del interior una frazada para cubrirse. Luego, todavía aturdido, se sienta al volante, enciende el motor al tiempo que advierte un agudo vacío en su estómago, una vibrante sensación en su piel. Se ve al espejo que le devuelve un ángulo espectral de su rostro. Se cubre los ojos con ambas manos, aspira profundamente y pone en marcha el automóvil con rumbo contrario al que llegó.

 

 

 

ANA DE LOS SANTOS

Nació en La Falda (Provincia de Córdoba), Argentina, el 3 de junio de 1957. Reside en Río Ceballos. Escribe profesionalmente desde hace más de tres décadas. La temática que aborda en gran parte de sus obras son cuentos de ficción y fantasía dirigidos a un público infantil y juvenil. En cuanto a temática adulta, apunta tanto a temas de género fantástico como realista, incursionando en poesía, cuentos y otros géneros narrativos. Utiliza como seudónimos Ana o Susana de los Santos (su nombre real es Susana Amaya) publicó su primer libro Los siete pétalos mágicos en 1996 a través de la editorial Errepar, en Buenos Aires. Tiene nuevos libros en preparación.

Ha colaborado en la revista de Errepar (1996/1997) realizando entrevistas a conocidos escritores de la Argentina, y también en revistas para niños editadas en la Provincia de Córdoba. Se ha desempeñado como escritora freelance para distintas editoriales. Asimismo, Tinta Azul publicó varias de sus poesías. Ha recibido un premio de Fatsa por el primer cuento del libro.

Más sobre su trayectoria y obras literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2021/09/ (Nº 91)

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/ (Nº 88)

 

susuamaya2013@gmail.com

https://sites.google.com/site/susanaamayaobras/home

 

 

UN PIANO DORADO CON TECLAS DE CRISTAL

Ana de los Santos ©

 

DÍA X

Hace tiempo que te visito, pero el miedo no me deja atravesar más allá de las dos primeras puertas. Si quiero avanzar me enfrento a tu misterio. Puedo estirar mi mano y abrir su boca que me invita a ser su huésped, más el temor a perder lo conocido me cierra el pecho haciéndome huir de tu cielo.

 

DIA XV

Hoy crucé más allá de lo permitido, con las piernas temblando y el corazón detenido, pude ir hacia tu mundo mágico, irreal, ilógico y simple. Y tuve que sentarme, porque lo cotidiano visto en su otra dimensión era demasiado para mí. Qué viví… ¿Cuánto tiempo? Con la mirada vacía, en un espacio cerrado, soñando cada minuto despertar de esa pesadilla pero nunca pudiendo hacerlo, extendiendo mis dedos para tocar el límite para nunca alcanzarlo.

 

DÍA ÚLTIMO

Abro el Portón Secreto del Castillo de los Mil Vuelos y sé que allí todo será creado y recreado. Lo oculto en un lugar al segundo ocupará otro espacio y un misterio nuevo llenará ese ángulo. Al encender la luz puedo ver como infinitas partículas iridiscentes huyen desesperadas del frasco que las encierra para derramarse sobre cada objeto, iluminando largamente los detalles mientras observo fascinado.

Al deslizarme a la habitación contigua, dentro de un tiempo invisible las chispas de luz corren nuevamente a su lugar de origen dejando al lugar desnudo de gloria.

Continúo aventurándome por este lugar enigmático y me enfrento a un piano pequeño, dueño de una bruñida cola de oro macizo. Derramadas sobre él, las teclas de cristal se alinean disciplinadamente. Me dejo caer sobre el banquillo sin olvidar de amar a ese instrumento dorado: derretido de asombro intento jugar con él, más no puedo esbozar ni un acorde. ¿Por qué…? ¡Si siempre soñé con un piano de magia! Tanto soñar y ahora no logro hacer realidad ese sueño. El recelo a lo desconocido me inmoviliza y me quedo como dormido, recostado sobre su silencio.

Súbitamente una melodía alerta a mis sentidos y llega a mi intuición. Acelerando mi respiración, la sangre circula con más fuerza, y la música crece, se agiganta, y se detiene erguida y majestuosa al frente de mí.

Cierro los ojos y mis manos incentivan a las notas a elevarse en acordes y armonías destellantes. Adivino cómo llenan cada agujero en mi corazón, como todo calla para hacer de este milagro, la copa, que es llenada con el nacimiento de una canción.

No sé cuántos amaneceres permanecí en ese estado de muerte y resurrección, mas cuando desperté y abrí mis ojos la luz trepaba las paredes y se esparcía por el suelo. Y abracándolo todo fulgores de soles me cercaban.

Desde entonces no me pidan que deje este Castillo, aquí he de quedarme. No sé que será del mundo detrás de esa puerta, un día la cerré y ahora sé que fue para siempre. Lo sucedido hasta ese momento: encuentros y desencuentros, sentimientos e ilusiones, metas y promesas, allí quedaron.

Si lo decido, puedo tenerlas, retrocedo y el mundo me devora otra vez. Pero mi elección ya estaba señalada: este Castillo me perteneció siempre, una tarde sin sol lo abandoné, me olvidé de Él y extravié el camino de regreso. Me tomó recorrer muchas vidas, y demasiadas vidas hasta encontrarlo. Ahora que llegué, no me pidan que lo deje, no puedo.

 

 

EL EXILIO

Ana de los Santos ©

 

El exilio al que somos llevados por diferentes circunstancias: circunstancias creadas por nosotros mismos, y circunstancias que el sistema impone, hechos no deseados pero innegables. Y así, casi a ciegas, como tropezando, somos empujados, llevados al otro lado, a la otra cara del mundo. Y en ese salto, en esa partida, sacrificamos el aroma de lo conocido, el lenguaje de lo cotidiano, y nos encontramos con un nuevo cielo inventado con otras estrellas. Las estrellas del norte y no las del sur. Caminando en esa otra cara del mundo, tan lejos de lo que amamos y acallamos, de lo que anhelamos y cuidamos, nos convencemos de que lo que nos es dado ahora, en esta nueva tierra es lo que nos hace falta...

Cuando en realidad, allá lejos, en la otra orilla, está la otra parte de nuestra alma esperando —puro temblor y emoción—, por el reencuentro, por la reconquista de las estrellas, de la risa y de la poesía que nacen de esta tierra, del canto que se desprende de cada porción de cielo, de este cielo del Sur de América.

Y cuando volvés, cuando decidís darte una tregua, cuando desandás el camino y abrís esas puertas de las cuales vos solo tenías las llaves... te encontrás con un horizonte desolado y ves como el viento de las desgracias abate con mas fuerza sobre los que no tienen voz, sobre los que esconden la cabeza entre los hombros, resignados a ese presente sin futuro.

Y también te encontrás con tu lugar, tus raíces, y recogés emocionado cada pedazo de tierra que sostuvo tu búsqueda desde tu infancia hasta hoy, para descubrir cómo esa misma tierra te recibe igual que siempre: abierta y generosa, húmeda y soleada.

Es en ese punto donde se reconocen el dolor de lo largamente repetido y la alegría de lo largamente postergado, allí se produce en la totalidad de tu ser una nueva integración, como un clic. Y caminás con paso nuevo. Y si de reojo mirás hacia atrás, ya no sos el mismo. Tu espalda no tiene las mismas alas de tu última partida.

 

 

CARRERA DE CORAZONES

Ana de los Santos ©

 

Al principio de mis estaciones, desde donde inventaba la vida y sus realidades, las victorias y sus fracasos, los sueños y sus desilusiones, las ventanas de mi percepción se cerraron y gruesas cortinas las cubrieron. Como resultado a la vida, no la vivía, apenas la imaginaba.

De esta manera, a tientas, se desarrollaron ante mí estaciones inagotables de desamparo.

Hasta que un día exclamé:

—¿Si derrumbo estas cortinas...? ¡Al menos conoceré las dimensiones de la ventana!

Tardé en llevarlo a cabo tanto tiempo como demoré en pensarlo. No bien el pesado cortinaje cayó, el polvo devoró el poco aire que tenía para respirar. Viví sofocada, en una especie de cómodo letargo, montones de nuevas estaciones. Mi cuerpo se estiraba, había dejado de ser una niña mucho tiempo atrás y aún sobrevivía sin haber visto nunca el día. Las horas continuaban sucediéndose sin ninguna novedad, cuando en lo alto de una noche me dije a mí misma:

—¿Y si abro las ventanas...? ¡Creo que necesito aire para respirar!

Desplegué —no sin cierta duda y temor— sus dos alas dejando al furor del viento golpear con sus brazos de nube las persianas una y otra vez, logrando que pequeños ojos de luz me miraran desde afuera. Yo me animé a hacer lo mismo, desde mi estatura miraba a través de ellos a la espalda del día.

Esta actitud se transformó en mí en un hecho cotidiano. Finalmente, de tanto espiar apoyada en la persiana, esta cedió y caí sobre ella desparramada sobre la vereda seguida de un gran alboroto. El sol me bañó íntegra, la tierra se adueñó de mi boca y de las palmas de mis manos abiertas. Mis rodillas se doblaron y al caer rompieron el silencio de esa hora.

Ahí estaba yo, desnuda frente a la vida, sin nada en que apoyarme, ni donde esconder mi confusión. Me di vuelta y vi "mi pasado", lo que había sido todo para mí. Libre de sus muros y de su opresión pude decirle adiós y girando mi cuerpo le di la bienvenida a la luz. Un inesperado abrazo de renacimiento me ayudó a levantarme. Mis viejos hábitos desaparecían para dejar lugar al corazón y a su constante respuesta.

En ese estado de liviandad comencé a volar alejándome con la mayor prisa de ese infierno que me mantuvo helada e inerte, ignorante y temerosa, infinitas vidas.

Y así la risa se transformó en mi compañera y sobre mi frente un punto de luz despertó señalándome el camino hacia mi cielo interior. Ahora la necesidad de conocer ese cielo infinito llena el espacio que me rodea, esa sed de alcanzarlo, por ser la única y la más codiciada... me desvela.

Probablemente el tiempo de vida que me resta sea corto y el viaje mas largo aún. Quizás voy demasiado lenta y la vida corre veloz dentro mío. ¿Quién sabe el misterio que guardan nuestras almas...?

A lo mejor no llegue tan rápido como quisiera, pero lo voy a seguir intentando hasta el último crepúsculo que pueda pintar en mi loca carrera de disolverme en su centro.

 

 

 

JESÚS BALLANO RIERA

Aragonés de nacimiento: Calatayud (Zaragoza, España) 1963, aunque madrileño de adopción.

Tiene publicados numerosos de artículos en redes sociales, esencialmente en Linkedin, de muy diversas temáticas: biografía, historia, cine, literatura o simples vivencias. Su último trabajo: “Millán-Astray y Unamuno: el falso episodio de Salamanca”. Coautor de un recopilatorio de reflexiones: “El silencio de los otros”. Málaga 2019. Uno de sus minicuentos, Una vieja partida de ajedrez, fue reproducido por Revista Ladac Nº 282.

Fue guionista y director del programa de radio “El Ermitaño del Cosmos” de temática cultural.

Más sobre su trayectoria y obras en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 42:

https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2020/06/

y en Suplemento de Realidades y Ficciones:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2021/12/ (Nº 92)

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/06/ (Nº 86)

 

jesusballano63@gmail.com

 

 

MIEDOS

Jesús Ballano Riera ©

 

Una persona muy cercana que resulta ser médico, me comentaba hace unos días un curioso fenómeno que había observado en algunos pacientes hospitalizados.

Se refería muy en especial a personas de las que se decía —en un aparte, claro— que eran muy desconsideradas y despóticas en su trato habitual con los demás. Resumiendo: gente tóxica tanto con la familia, como con los amigos.

Este médico tan cercano, me decía que cuando estas personas se encuentran en una situación de dependencia, cuando sienten miedo, cuando se sienten inseguras, se vuelven mejores.

Me dijo literalmente “se hacen más buenos”.

Pero claro, cuando dejan de sentir esa vulnerabilidad, vuelven a su verdadero ser...

Qué pena que tengamos que sentir miedos para ser “buenos”.

Miedos a ser castigados por las leyes en caso de delinquir, miedos a la traición si no mantenemos lealtades interesadas, miedos a perder a ese ser querido si no simulamos tener una bondad que resulta ser ficticia.

El ser humano se vuelve peligrosísimo cuando se siente invulnerable.

El egoísmo y el orgullo nos atenaza.

Admiro a las personas que son buenas de verdad, a quienes no necesitan estímulos para hacer el bien. A esos que son la ayuda personificada. A esos que nunca te abandonarán a tu suerte.

Ellos sí que son los verdaderos ¡Héroes!

 

 

LA CONCIENCIA

Jesús Ballano Riera ©

 

Siempre he sabido que el pasado es imborrable. De hecho, es la única realidad que existe: el futuro es una mera especulación y, el presente, un simple tránsito, un fluir constante sin más duración que el instante.

A veces, cuando miramos hacia atrás, sentimos pesar por no haber hecho las cosas de otra manera.

Y no me refiero a un hecho aislado; no, eso no es tan importante. Un acto puntual es solo un pequeño ladrillo del inmenso edificio de nuestra vida.

El problema surge cuando nos arrepentimos de una actitud sostenida en el tiempo. Ya no es un ladrillo mal colocado: se trata de la estructura misma del edificio.

Esas conversaciones que ya no podremos mantener con personas que se fueron para siempre, de poco sirve recrearlas en nuestra imaginación, para un auditorio que se reduce a nosotros mismos.

Ya nadie nos escucha.

Esas atenciones que no tuvimos con quienes debíamos, nos seguirán castigando la conciencia.

Y solo resta reconocerlo humildemente, en un tardío y estéril acto de penitencia, porque esa irreparable inacción, ese vacío llenando un espacio que debiera haber tenido contenido propio —el nuestro— ya forma parte de ese pasado imborrable: se ha convertido en Realidad, en Verdad.

No malgastemos más tiempo: corrijamos y cambiemos hoy:

¡Mañana será tarde!

 

 

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES

Nº 96 – Diciembre de 2022 – Año XIII

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral

EX-2022-110599445- -APN-DNDA#MJ del 18/10/2022, incorporado a RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina

 

Propietario y director: Héctor Zabala

Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)

Ciudad de Buenos Aires, Argentina

zab_he@hotmail.com

http://hector-zabala.blogspot.com/

Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:

https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html

 

 

Colaboradores

 

Corrección general:

Noelia Natalia Barchuk Löwer

Resistencia (Chaco), Argentina

alfana79@hotmail.com

http://noelia-barchuk-literatura.blogspot.com.ar/

Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/suplemento-derealidades-y-ficciones-n.html

 

 

Ilustración de carátula y emblema:

Mónica Villarreal

Scottsdale (Arizona), Estados Unidos

Monterrey (Nuevo León), México

monvillarreal@hotmail.com

 @mon_villarreal

https://www.facebook.com/monvillarreal22

Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:

http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/

 

El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite ÍNDICE DE AUTORES.

 

REVISTA: http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/

 @RyFRevLiteraria

 

SUPLEMENTO: http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/

 @RyF_Supl_Letras

 

Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.


“Realidades y Ficciones”
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario