viernes, 13 de septiembre de 2024

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES

Nº 103 – Septiembre de 2024 – Año XV

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral

 

Inscripción gratuita como LECTOR o COLABORADOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
(por favor, revisar correo no deseado)
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

 

"Colibrí con cielo azul"
Mónica Villarreal (2024)

(Grafito sobre papel, 12" x 9")


Sumario:

• Luis BENÍTEZ (Argentina)
• Jorge ETCHEVERRY ARCAYA (Chile - Canadá)
• Haidé DAIBAN (Argentina)
• Luis ACEBES (España)
• Miriam GÓMEZ – Julliette (Argentina)
• Washington Daniel GOROSITO PÉREZ (Uruguay - México)
• Ana ROMANO (Argentina)
• Salomé MOLTÓ (España)
• Javier DICENZO (Argentina)
• Omar ROLDÁN RUBIO (México)
• Alicia DANESINO (Argentina)
• Gildardo GUTIÉRREZ ISAZA (Colombia)


 

LUIS BENÍTEZ

Nació en Buenos Aires, Argentina, el 10/11/1956. Sus libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia, México, Rumania, Suecia, Uruguay y Venezuela.

Es miembro, entre otras, de la Academia Iberoamericana de Poesía, de la International Society of Writers y de la Asociación de Poetas de Argentina. Ha recibido el título de Compagnon de la Poésie de la Association La Porte des Poétes, París. Ha recibido el reconocimiento de numerosos premios, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poétes (París, 1991), el Primer Premio Joven Literatura de la Fundación Fortabat (Buenos Aires, 1996), el Primer Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, 1996), el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003), el accésit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional "Macedonio Palomino" (México, 2007).

Obras publicadas: Poemas de la Tierra y la Memoria (1980); Mitologías/La Balada de la Mujer Perdida (poesía, 1983); Poesía Inédita de Hoy (Un panorama de la poesía inédita argentina) (1983); Juan L. Ortiz: El Contra-Rimbaud (ensayo, 1985 y 1986); Behering y otros poemas (1985 y 1993); Bering Och Andra Dikter (trad. al sueco de Maria Nääs, 2012); Guerras, Epitafios y Conversaciones (poesía, 1989); Fractal (poesía, 1992); El Pasado y las Vísperas (poesía, 1995); El Horror en la Narrativa de Alberto Jiménez Ure (ensayo, 1996); Selected Poems (antología, selección y trad. de Verónica Miranda, 1996); La Yegua de la Noche (poesía, 2001); Tango del Mudo (novela, 1997 y 2003; en e-book, 2004 y  2012); Zapping (cuentos en e-book, 2004); Jorge Luis Borges: La tiniebla y la gloria (ensayo, 2004); El venenero y otros poemas (2005); Antología poética (en e-book, introducción, selección y notas de Alejandro Elissagaray, 2005); La tarde del elefante y otros poemas (2006 y 2008); La Sera dell’elefante e altre poesie (trad. al italiano de Emilio Coco, 2012; 2014); 18 Whiskies (teatro, 2006); La novelística de Teódulo López Meléndez: escribir desde la fisura (ensayo, 2007); Carl Jung: un chamán del siglo XX (ensayo biográfico, 2007); Sigmund Freud, el descubrimiento del inconsciente (ensayo biográfico, 2008); Erich Fromm: el amor, el psicoanálisis y el hombre (ensayo biográfico, 2008); Diccionario de Filosofía (2008); Los cuentos de Horacio Quiroga (ensayo y selección de Luis Benítez, 2008); En el país de las maravillas… (Los mejores cuentos fantásticos) * (2009); ¡Elemental, Watson! (Los mejores cuentos policiales) * (2010); Después del crepúsculo (Los mejores cuentos de vampiros) * (2010); Gritos y susurros (Los mejores cuentos de terror) * (2010); Facundo y otros cuentos de muerte y de sangre, seguidos de Antítesis, Aventuras Grotescas y Trilogía Cristiana, de Ricardo Güiraldes (ensayo biobibliográfico y edición de Luis Benítez, 2010); Poemas Completos (ensayo introductorio del prof. lic. Luis González Platón, de la Universidad de Madrid, 2010); Manhattan Song. Cinco Poemas Occidentales (2010; en e-book: www.elfindelanoche.com.ar); Manhattan Song. Cinci Poeme Occidentale (trad. al rumano de Flavia Cosma, 2013); Digresiones (ensayos, 2011); A Heron in Buenos Aires. Selected Poems (antología compilada y trad. por Cooper Renner, con ensayo epilogal de Carmen Vasco Fernández Moreno, 2011); El Metro Universal (novela, 2012; e-book, 2012); Hijo de la Oscuridad (novela, 2012); Sombras Nada Más (una novela del peronismo mágico) (novela, 2012; en e-book: 2013; trad. al italiano de Milton Fernández, 2014); Amores Patrios (las más conmovedoras historias de amor de la Argentina) (historia, 2012); Les Imaginations (poesía, trad. de Jean Dif, Éditions L’Harmattan, 2013); Madagascar (novela, 2017); Los amantes de Asunción (novela histórica, 2019).

Cabe destacar que diversas obras y ensayos se han escrito sobre la poesía y narrativa de Luis Benítez por autores como Carlos Elliff, Alejandro Elissagaray, Pamela Nader, Elizabeth Auster, Camilo Fernández Cozman, Luis González Platón, Assen Kokalov, Carmen Vasco Fernández Moreno y otros.

Puede leerse más sobre este escritor argentino en:

https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Benítez_(poeta)

* Introducción y selección de Luis Benítez.

lb20032003@gmail.com

 

 

LA RENGA

Luis Benítez ©

 

Tan quemada en este mundo,

como el Amor Real en una sola

canción de las radios populares.

Tan odiada la esclava,

la negra, la fregona,

que sus patrones la desfloran

cada noche y ella, pendiente

de aflorar en una sílaba casual,

ella, la pobre, que arde —ahora— solo en sombras.

Desnudo en la cocina

él juramenta, después de los whiskies,

que una sola cuestión de fe

todavía hay por la Tierra.

Tan indefensa en sus manos de beodo

brilla ética, por sobre todo ética,

la inútil fragua de imágenes,

la renga.

 

 

CATÓN, EL CENSOR

Luis Benítez ©

 

"Duda como un griego pero actúa, como un romano”,

acaba de decir, hace un rato

perdido entre los pliegues del pasado,

a un niño poderoso que domina

su suerte y la del mundo en que lo escucha.

Hace un rato, apenas: el tiempo es el tiempo que repite

las voces de Catón y otras maneras.

Sobre el hueco del aplauso se ha enroscado la hiedra,

hoy otro Mediterráneo divide la tierra de la tierra.

Pero él sigue envolviéndose en su manto,

victorioso sobre el emperador y los mortales,

huyendo hacia su villa donde el ánfora

y el pecho de dos adolescentes aún le esconden

el peso del papel representado,

las arduas consecuencias para otros

que son la duda griega, quién y cuándo.

 

 

AH, PEQUEÑOS CAZADORES DEL DÍA

Luis Benítez ©

 

Los veo en la enorme aurora

dar caza al megaterio:

la boca humeante bajo los ojos inocentes

implora sobre la hierba, mientras la lanza insomne

Una y otra vez le parte las entrañas.

Luego los dedos pintados

se llevan el gran hígado, pesado como un hombre.

Los veo pintar de ocre los huesos de los muertos

que amaron como ellos la guerra de los clanes,

los muertos de las urnas que son el mismo vivo

que sale de las sombras y vuelve a la llanura.

Ateos todavía caminan sin preguntas

los paisajes iguales de un dios desperdigado

(a veces se condensa ante el ojo,

un animal singular, la piedra más alta,

y vuelve de pronto a ser el ancho mundo

sin tiempo y sin fronteras).

Los veo apelmazar la arcilla entre las manos fosfóricas,

quitar de entre lo informe la vasija que sueña

guardar con geometrías la respuesta a las cosas.

Los veo, tatuados Colones del origen,

ahuecar la madera con fuego para cruzar el agua,

un suceso que alguien graba en hueso

mientras lo verde de la idea

les graba a todos el hecho sobre los huesos.

Los veo fotografiar peludos rinocerontes,

el mamut grueso y huidizo como un alud de carne,

la gracia del bisonte que late en el becerro,

el gran carnaval de la vida

bailando en la caverna,

el aplanado ciervo volando por el techo

mientras un dedo azul, emocionado,

determina el impulso del tigre.

Luego del casi eterno mediodía

venía una semana a ocupar el cuerpo de la tarde:

un hombre sencillamente era un día, una mujer

la diferente silueta donde reside la noche.

Los veo sin el arco

lanzar las azagayas,

armado de memoria y de puntas y cuerdas,

el animal más débil, desnudo y miserable

se enfrenta con las cosas y vence a la mañana.

El pequeño lancero clava su instrumento,

confusos arpones en el costado del día,

y no sabe qué ha volteado,

cuál es el animal infinito

que ha hendido en tiempo,

en horas que ya cuenta con mojones de piedra,

en estaciones iguales, en sucesivas lunas y soles

que coinciden en misterio con el rito impuro,

involuntario, femenino, de la sangre.

¿Y el hijo, de dónde sale el hijo

y cómo? ¿Y dónde estamos

cuando cazamos en el nublado coto del sueño?

¿Qué es esa pantalla de fuego

que arde en la cabeza,

dónde está ese país que me habita y que habito,

como este donde los otros también caminan

y mueren con sus países adentro?

Quién soy, cosa que piensa

y se piensa. Yo que he salido

de algo y no sé dónde he entrado,

apenas tengo una lanza para enfrentarme a mí mismo.

 

 

JORGE ETCHEVERRY ARCAYA

Chileno, vive en Ottawa, Canadá. Profesor de filosofía, máster en lengua y literatura hispánica, doctor en literatura comparada. Fue miembro de la Escuela de Santiago y el Grupo América, agrupaciones poéticas chilenas de los años 1960-70. Textos suyos de poesía, prosa y crítica han sido publicados en diversos países en revistas y libros en castellano y traducciones al inglés, francés, italiano y portugués. Ha publicado arte en diversos medios y formatos, en papel y virtualmente. Sus últimos libros son Clorodiaxepóxido, poemas, Chile, 2017; Los herederos, novela de ciencia ficción, 2018; Canadografía, antología de prosa hispanocanadiense, Chile, 2017; Samarkanda, poemas, Canadá, 2019; Outsiders, narraciones en inglés, 2020; Orejas y vanguardias, Chile, 2024. Recientemente aparece en las antologías Wurlitzer. Cantantes en la memoria de la poesía chilena, Chile, 2018; Antología de la Revista Entre Paréntesis, de Chile, 2018; Antología de la poesía chilena de la última década, Chile, 2018; Antología mundial de poesía; La papa, seguridad alimentaria, Bolivia, 2019; Anthologie de la poésie chilienne, 26 poètes d’aujourd’hui (France 2021). Es colaborador y miembro del comité editorial de la revista Entreparéntesis, y Off The Record, ambas de Chile.

Más sobre sus obras y trayectoria en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 96: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2022/12/suplemento-de-realidades-y-ficciones-n.html

jorgeetcheverry@rogers.com

 

 

CIUDADES, EL FUTURO

Jorge Etcheverry Arcaya ©

 

Pasean, la mirada perdida, las manos en los bolsillos cálidos, o afuera, se las soban, mientras sienten el vivificante frío que se deja caer desde las montañas. Solos, envueltos en sus trajes azules, deambulan por plataformas y terrazas, por veredas, puentes y azoteas. Sin evitar ya, como hace generaciones, hablar con quienes se les cruzan. O mirarlos, agachando la cabeza, o viendo a través de ellos, como si no existieran. Eso ya está incorporado, es un hábito, como salir por las tardes, a sentir el frío, como por sentir algo. Un hombre acodado contra la baranda del puente mira el río, una cinta negra, ancha, simétrica, allá abajo, las orillas ya comienzan a mostrar la rigidez del congelamiento. Sus ojos azules son jóvenes, inexpresivos y tranquilos, abiertos, sin sombras, un entrecejo liso, la frente limpia también, abierta. Siente el frío punzarle las orejas, un calor trabajarle las mejillas, sin asombro ni reflexión. Como algo dado y habitual. Como cuando en la terraza del edificio se toma sol en verano, los ojos solamente cubiertos por gafas negras, al lado de los innumerables cuerpos esbeltos, bronceados y lánguidos, ofrecidos al sol, encerrados en sí mismos. Una pequeña ansiedad o su asomo hace que levante el hombro derecho, medio de vuelta la cabeza, como intentando escuchar algo. Pero eso no se manifiesta en los ojos, ni en la frente lisa. Levanta el brazo en un gesto pausado y se lo pasa por el cráneo, rapado, sintiendo con la yema de los dedos la firmeza, la dureza del pelo naciente. Otros hombres, y mujeres, a su izquierda y su derecha, se enderezan, echan a caminar hacia uno u otro lado, evitando el roce con los otros cuerpos con que se topaban. Un sonido melodioso comienza a insinuarse, una melodía atenuada, un himno, son miríadas de trinos de pájaros, proveniente de todas partes y de ninguna. El hombre baja con agilidad los escalones metálicos de la escalera que da a la calle, sin sujetarse de la barandilla. Luego, ya en la calle, camina a pasos largos, atravesando portales, esquivando a los hombres y mujeres que se encaminan rápidamente a sus hogares. El sudor le baña el torso, la lisa frente. Se sube a una acera movediza, que lo conduce velozmente. Registra los detalles geométricos de los bloques de edificios, las simétricas alternancias de luz y sombra, los iluminados cuadrados de las ventanas, las figuras verticales que, en la calle, parecen inmóviles, a medida que pasa, contrarrestando con leves movimientos musculares de las piernas las pérdidas de equilibrio debidas a la velocidad. Mediante un salto cambia de cinta, toma por una perpendicular, mientras la música es imperceptiblemente más intensa, y la claridad de las luces de los portales, faroles y ventanas, comienza a disminuir lenta y uniformemente.

 

 

EL ARTE MACABRO

Jorge Etcheverry Arcaya ©

 

Como su colega de los últimos días del siglo diecinueve, los presuntos Jack The Ripper contemporáneos (así llamados por analogía, ya que nunca reclaman sus derechos de autor) también tendrían una especialización, cuya elección queda a cargo del lector, que para eso debe revisar las crónicas rojas —o no tan rojas— de periódicos virtuales o en papel, dependiendo de los países y la información disponible. La predilección del Jack The Ripper tradicional, el que todos conocemos, no es la misma de estos nuevos asesinos, ya que sus actividades no se centran exclusivamente en las así llamadas prostitutas, sino que abarcan de manera progresiva a las mujeres en general. No parecen tampoco empeñados —llevados o no por el ansia de fama— en imprimir su sello personal en el mapa enrevesado, irregular y sangriento de los femicidios en nuestros tiempos. Cosa que es por lo demás bastante difícil, basta ver la tele o meterse en el internet para ver cómo se multiplican los casos. Después de las memorables y relativamente recientes hazañas delictivas llevadas a cabo por figuras históricas que se me escapan de la mente, repetimos que es difícil si no imposible lograr fama a través de este tipo de crimen. En la pantalla de la computadora o tableta, y casi sin esfuerzo y en unos segundos, aparecen las decapitaciones colectivas de los narcos mexicanos, de los islamistas. Diversas ejecuciones, atentados y mutilaciones, que brotan en todos los medios como praderas de flores rojas, producto de anhelos místicos y espirituales de múltiples actores sociales y culturales —que no voy a nombrar para evitar que le pongan precio a mi cabeza si esto alguna vez se publica— que como decía se dedican a la crucifixión, quema, tortura, decapitación y violación de los —y preferentemente las— infieles allí donde las circunstancias les permiten hacerlo.

 

 

UN LAPSO DE TIEMPO

Jorge Etcheverry Arcaya ©

 

Cuando llegué al departamento de mi amigo, y luego de golpear por unos minutos, tuve que forzar la puerta (forzar, claro una imagen. Dado mi estado físico no hubiera podido hacerlo). En realidad, lo que hice fue romper uno de los vidrios de la mampara con un pedazo de ladrillo o un cascote que recogí de la vereda y después metí la mano y abrí el picaporte por dentro. Mi amigo nunca dejaba la puerta cerrada con llave: "A quién le van a interesar las cuatro porquerías que se me han ido juntando”, solía decir". No había nadie. Faltaban varias de las cosas familiares de que me acordaba, sobre todo algunas piezas de amoblado. Los cuartos estaban llenos de polvo y pude ver algunas pelotitas alargadas, negras, inconfundibles, de excremento de ratón. La cocina, además de sucia, no parecía haber sido usada últimamente. Me tomé la cabeza, ya que me estaba empezando de nuevo a doler mucho. Me estaba mareando otra vez y me dirigí al baño con intención de vomitar. Me incliné repetidas veces sobre el excusado presa de un ataque de náuseas, sin resultado positivo, y luego abrí a todo lo que daba la llave del lavatorio y metí la cabeza completa adentro debajo del chorro. Al levantarla destilando, y por primera vez en bastante tiempo, me miré al espejo. Entonces supe con más precisión porqué me miraba tanto la gente del restaurante. No era nada lo desarrapado y lo manchado de la ropa, que ya me suponía. Me examiné con atención de arriba abajo. Además de la ropa sucia y apelmazada, estaban las manchas blancas alrededor del marrueco. Volví la vista hacia el espejo, el pelo apelmazado, largo, irregular y bastante más escaso, ahora bastante canoso, la barba también, que me había crecido a la buena de dios, y la pátina de grasa mugrienta que me cubría la piel no alcanzaba a disfrazar ni una palidez cadavérica, tirando a verdosa, ni las enormes ojeras.

 

 

LA ENTRADA DEL PROFETA

Jorge Etcheverry Arcaya ©

 

Entró. Midió la habitación a largos pasos seguros y se detuvo en el centro con las manos en las caderas. Vestía de blanco y su postura era derecha y bien plantada. La sorpresa de un médico que había en la concurrencia no tuvo tiempo de manifestarse, subyugada por la energía que el hombre de blanco parecía irradiar, que despaciosamente paseó la mirada por la concurrencia, deteniéndola por breves momentos en los ojos de cada uno. El médico sintió más que supo que era una actitud que no escondía nada detrás. Era una presencia que se ofrecía entera, desde los ojos hasta la postura de los pies, pasando por todo el cuerpo. No había allí un hombre actuando, como por detrás de todo lo que hacía, observándose. Era una pura inmediatez. Era el gesto mismo. Parecía decir de cuerpo entero “¿Qué es lo que pasa aquí? Aquí estoy yo”. Y había algo más que no puede describirse: una especie como de vacío, un cierto espacio, pero no la nada. Era algo que más bien les permitía a todos y a cada uno ver allí lo más propio, lo que había permanecido hasta ese entonces callado incluso para uno mismo, implícito, esperando esa revelación para recién ahora ‘verse’. Esa presencia total estaba emergiendo y descubriendo el interior hecho visible por esa misma presencia, que lo abarcaba y lo rechazaba, conociéndolos al revés y al derecho, así les parecía, con sólo estar allí. Entonces era que venía la vergüenza. El hombre de blanco clavó un instante sus ojos en el inspector Llanos, que había sido enviado para obtener información sobre este evento, y que inclinó la cabeza. Por sus mejillas empezaron a correr algunas lágrimas silenciosas que se mezclaban con gotas de sudor. Hacía calor allí adentro. Estaba sofocante. Esa muchacha de piernas largas que algunos habían visto subiendo por el cerro miraba como encandilada, encuclillada en el suelo. Una enorme mujer de delantal floreado sostenía con ambas manos a un niñito sobre su cabeza. El niño adelantó una manito extendida, que pedía o señalaba, con ademán imperativo.

 

 

HEMISFERIOS

Jorge Etcheverry Arcaya ©

 

Los humores recorren venas y arterias, impregnan los tejidos de ese protagonista, incluso su cerebro mismo. Su piel responde a las variaciones de la humedad ambiente y lleva ese mensaje a las terminaciones nerviosas —ellas mismas viscosas— hasta el instante y lugar mismo de la sinapsis con otras como ellas, donde por un instante florece la energía eléctrica, pura y seca, luminosa, antes de perderse otra vez en esa miasma acuosa que identificaba ese ser con la infinidad de la vida a la postre marítima. Se trata de un científico que cuenta con todos los adelantos y avances de la ciencia, que trabaja en un laboratorio al que no tocan las múltiples guerras. Estas instalaciones son auspiciadas por un consorcio de las mismas corporaciones que financian el armamento de las facciones en lucha y que —a través de intermediarios— les venden productos de diversa sofisticación y poder de fuego. Pero él infirió que ese momento electrónico, sináptico, era el que señalaba el nacimiento del espíritu. En otro hemisferio del planeta un artista urbano no concilia el sueño pese a dos masturbaciones, la lectura de viejos comics, dos cigarrillos y unas uvas, y se plantea dos interrogantes ¿es acaso el despeñadero de la historia contemporánea eso que aparece en las pantallas, chicas y grandes, y se desbarranca en multitudes sin fin de fanáticos que enceguecidos por la religión se desmiembran, crucifican y decapitan entre sí, avizorando allá en lo alto multitudes de vírgenes, ríos de miel y leche? ¿O pasa simplemente que él va a tener que decidir que el único libro que lo puede entretener o divertir es ése que va a tener que escribir él mismo, pero que nunca podrá publicar?

 

 

RELIGIÓN Y LA FACE

Jorge Etcheverry Arcaya ©

 

La religión asesina la moral. Propone un cielo, un infierno, para castigo o gratificación eternos por el cumplimiento o no de mandatos aleatorios que, reconozcámoslo, encarnan dicotomías morales la mayor parte de las veces, reforzando ese asesinato con el amor a la divinidad, que viene a diluir aún más el contenido moral del mandato. “Amo a dios y entonces cumplo el mandamiento”. Así, la religión impone el amor a un dios, ejerce su voluntad por mandamientos. Por un lado, es entendible y quizás necesaria, el 99% de la humanidad no tiene moral interna, a la gente hay que mandarla y amenazarla para que se porte bien. Así es cómo la religión atrofia el sentido moral, la capacidad de la gente de obrar bien o mal sin coerción, entonces si hubiera algo como el alma, paradójicamente, la religión la estaría atrofiando. Ese fue el post que él colocó en la Face y que alguien lo hizo público. Entonces empezó a recibir amenazas de muerte, llamadas, emails, incluso (lo que es más grave) un par de cartas por el tradicional correo de nuestras madres y abuelas. Es decir que alguien local conocía su dirección. Bajo llave en su departamento pensaba que la única pieza vulnerable para disparos o un bombazo era el living, que daba a un balcón. Estaba en un segundo piso. No podía cambiar de trabajo. No podía trabajar desde la casa por email, como otros freelancers. Además, estaba el problema de las compras, uno tiene que comer. Afortunadamente no tenía parientes en la ciudad o en el país. Se hizo experto en el examen de las pizzas y otra comida por encargo. Su gato subió un par de libras en esas semanas, como catador obligado. Un día en sueños vio a profetas y pastores echados al infierno por un dios sin rostro, que les enrostró su carencia de alma, su negligencia en el desarrollo de las almas de sus rebaños.

 

 

HAIDÉ DAIBAN

(Ciudad de Buenos Aires, Argentina). Farmacéutica, ex docente de la Facultad de Farmacia, UBA. Alumna de la escritora Syria Poletti con la que editó Cuentos desde el taller. Con Lucila Févola fue cofundadora de la revista literaria Tamaño Oficio, con la que colabora desde hace veinticinco años.

Es autora de los siguientes libros de:

• Poesía: Plegarias del Siglo XX, Con el tiempo a cuestas, Los indicios.

• Cuentos: El rabdomante y otros cuentos (Isidoro Blaisten colaboró en la supervisión para su edición), Historias de muchos, Cuentos con sabores, El hombre de la máscara y otros cuentos.

• Poemas lunfardos y letras de tango: Todo tango, Tangos y poemas del nuevo siglo, Algo más sobre tango.

Más de sus obras en los números 73, 75, 77, 79, 84, 86, 89 y 97 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS), o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).

dhdaiban@gmail.com

 

 

CARRETAS CARGADAS

Haidé Daiban ©

 

De alegrías lejanas

viene el dolor

en carretas cargadas

de silencio y barro.

Paso a paso

descargan implacables

todo, sobre yuyos y espinillos

hasta el atardecer,

todo el desgarro morado,

toda la memoria renacida.

Y llegada la noche

los párpados cansados

caen sobre los sueños

y las pesadillas.

 

 

UN NIDO, NUESTRO MUNDO

Haidé Daiban ©

 

Entra, amor,

entra a la casa,

la puerta siempre abierta

te espera.

En la oscuridad

de este cuenco perfecto,

tus ojos y sus destellos

nos iluminarán

y el abrazo imperfecto,

hondo y protector,

sanará nuestra dolorosa soledad.

Quédate aquí,

rodeado de estos muros

que también nos abrazan,

en este hogar sin aristas,

redondo como un mundo.

 

 

NO, NO A TI *

Haidé Daiban ©

 

No, no a ti

padre amoroso

de hijos palpitantes.

No, no a ti

madre protectora

de dulce mirada.

No, no al obrero

de esta tierra

ayudando a un futuro

que ya no es prístino ni calmo.

No, no a ti

amigo de días felices

y cielos centellantes.

No, no a ti

que tanto luchaste,

tu mano extendida

en el alerta cotidiano.

No alzaré mi Arma

ni mi palabra hiriente

no destruiré tu esperanza,

solo rezaré contigo

por la Paz prometida,

por el camino justo

por un sol naciente.  

 

* Incluido en una antología Chileno-Argentina dedicada a Vicente Huidobro.

 

 

PREGUNTA

Haidé Daiban ©

 

Pregunta sin sus signos,

es pregunta?

Pregunta que no espera

la respuesta

es duda que ronda y sacude

que fabrica una urdimbre

de acero y seda.

Curiosa sentencia que perdura,

persigue, busca afuera,

carcome en los días y las noches,

hurga inconmovible,

perforante: el pecho, la cabeza…

Pregunta del buscador frustrado,

por miles de milenios, la certeza

de vida y de muerte, concebidas.

 

Natura sostiene su cabeza

del monstruo que tortura y tortura,

con simple preguntar

y nunca cesa.

 

 

LUIS ACEBES

(Madrid, España, 1966) realizó estudios de Derecho y Ciencias de la Información, aunque se dedica profesionalmente al mundo de la creatividad publicitaria y la consultoría creativa de marcas.

Ha publicado los libros de poesía: Música ligera (Ed. Poesía Eres Tú, 2008), Explosiones nucleares en una caja de zapatos (Ed. Vitruvio, 2013), Corte a sección de mi vida con un cuchillo blanco de plástico (Ediciones En Huida, 2015), y Fatiga terrestre (Ediciones En Huida, 2016), así como un libro de relatos autobiográficos, Los días del mundo (Karima Editora, 2015), El don de la enormidad (Trea Editorial, 2019) e Instrucciones para bailar la bamba (Trea Editorial, 2023). Colabora habitualmente con revistas literarias de España y Latinoamérica.

Más de su obra y trayectoria en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 101: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2024/03/suplemento-de-realidades-y-ficciones-n.html

luisacebesnavarro@gmail.com

 

 

CUANDO DISCUTO CONTIGO

Luis Acebes ©

 

Cuando discuto contigo sé que intentas

construir una pista para tus fuerzas aliadas.

Lo sé porque te saco muchos años,

una ventaja que me hace ver cosas

que no quiero. Sé lo que significa sentirte París

la noche antes de los alemanes y todo

lo que potencia teatralmente

el color de las rosas. Luego la vida

se aleja y las palabras comienzan

a oler a medicina, a pasillo de hospital,

como a lejía. Me dices que no puedes

ser más fuerte y yo en ese instante

me cubro de la insensatez de los domadores

o del necio desapego de un hombre-bala

que piensa: hoy es jueves, mañana saldré

a caminar por un bosque. Mi rabia

se queda después como el confeti negro

de una fiesta que hice mal en dar. Y tú

te tumbas en tu cuarto, diezmada,

escuchando la voz de un soldado alemán

que pasa por la calle con un megáfono

diciendo que es mejor colaborar.

 

 

BERLÍN

Luis Acebes ©

 

Bicicletas por avenidas rectas

que parecían obedecer un metrónomo

escondido en el centro del mundo.

Caminar. Pastelerías. Mi amigo

de entonces, qué fue de él.

Estará en esas jaulas que fabrica

el tiempo. Era verano

aunque para el cielo no.

Luego está esa chica de pelo corto

que nos acompañó una noche

y juraría que me cogió de las manos

al llegar al hotel. La cerveza

brilla más ahora,

lejana como una ciudad árabe

salida del túnel de un sueño.

Digo Berlín y no siento nada.

Estaré muerto.

Enterrado por el camino.

Nadie es tan paciente para relatarse

como el que olvidó casi todo.

Las nubes eran polvo de mármol,

un chicle dejado al sol mil años,

un poema de Cavafis leído

en un atasco por alguien

que nunca nos conoció.

 

 

LOS DOMINIOS DE LA ESPERANZA

Luis Acebes ©

 

Los perfumados profetas de la autoayuda

no lo dicen, pero después de un día malo

llega otro que resulta peor.

Acudimos a la astrofísica para saber

cuando saldrá el sol, siempre mañana,

como el que mete una moneda

en una tragaperras que el casino

hubiese colocado en el futuro.

Nadie tiene la culpa. Milton está muerto.

Bastante hizo en vida por sus paraísos.

Cuando pase, conviene abrir

un mapa del universo para buscarse

con el dedo. Esa mota no eres tú,

en todo caso el sol. Ya ves, las cosas

sobre el papel siempre engañan,

hasta las palabras de este poema

no tienen la suficiente musculatura

para gatear hacia ninguna verdad.

 

 

ZAPATOS

Luis Acebes ©

 

Universitarios con trencas corrían por mi calle

mientras mi abuelo se quitaba los zapatos muy despacio.

Julita, la viuda del ático, decía que hablaba con la Virgen

y le contaba los ríos de sangre que correrían de nuevo

por España. De todo ese tiempo lo que más recuerdo

es la imagen de mi abuelo descalzándose. El lomo negro

del cielo saliendo de su pie. Comenzaba a ser

un trabajo forzado y hasta podía ver la peana de hierro

que se iba formando en la base de su vida. Los que corrían

por mi calle eran jóvenes y no tardarían tanto en descalzarse

llegada la noche (para ellos una lámina de oro

sobre la frente del tiempo; para mi abuelo

el ámbar del último semáforo).

 

 

PRECISIÓN DEL PORVENIR

Luis Acebes ©

 

En el revés de un mapa nos besamos

con la calma de sabernos fuera del mundo.

Había algo en esos labios, una certeza

que pendía como plomo en una fruta,

lo llamaría precisión del porvenir,

la punta de un diamante amaestrado

que guiaba estricto nuestros pasos.

El tiempo monta su cuadriga de plata

y nos adelanta como los coches caros

que conducen los reyes de las sombras.

Ahora vivimos en este suburbio

de la memoria, con sus estatuas rotas

y los borradores confusos que redactan

el verbo ser y sus secuaces, gigantes

que de tanto existir han olvidado

el eco de los besos dados, como el sonido

de los mapas antiguos al doblarse

 

 

MIRIAM GLADYS GÓMEZ

Nacida en Buenos Aires, Argentina, en 1964, utiliza el seudónimo Julliette. Reside en Lanús Oeste (Provincia de Buenos Aires), Argentina.

Publicó conjuntamente con Andrea Recupero el libro de poesía La hora del verdugo en 1993.

Fue seleccionada para varias antologías poéticas. Galardonada con el primer premio por el poema “Hilos” (Sociedad Argentina de Escritores - SADE - Zona Norte). También obtuvo el Primer Premio en Poesía en SADE - Junín.

Participó del Concurso de Ediciones Nubla y seleccionada para una Antología Poética en el año 1995 con el Poema “Sobre Lunas y Fantasmas”. Intervino en el Concurso “Letras del Face” de Editorial Dunken en el año 2015 y seleccionada para la Antología Poética del mismo nombre. Participó del Concurso “Más Allá del Espejo” de esa misma editorial y seleccionada para la antología homónima en 2019. Participó del Concurso Diversidad Literaria (España), siendo su poema seleccionado para integrar la Antología “Poetas Nocturnos” en 2020. Participó del Concurso de Editorial Oxymoron y seleccionada para la Antología “Los Destellos del Día”.

Textos de su autoría fueron publicados en las revistas literarias Alborismos (Venezuela), Diversidad Literaria (España), Azahar (España) y Extrañas Noches.

Más sobre su trayectoria literaria y obras en los números 94, 99 y 101 del Suplemento de Realidades y Ficciones. Ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS o, por su apellido, en ÍNDICE DE AUTORES: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/

mg54518@gmail.com

 

 

MUJER EN RUINAS

Miriam Gómez ©

 

Pedazos de piedras

se clavan en mis hombros.

El miedo

es un sombrío bosque

en donde mis huesos

buscan refugio

debajo de la tierra mojada.

Vuela una máscara de vidrios afilados

y la sangre de mi rostro

recorre las raíces

de los viejos arbustos.

Soy arrojada

a un río que me lleva.

El agua tiene un olor putrefacto

acaso sea mi sangre.

Me dejo acariciar por la tormenta

esclava de mis huesos enfermos

me dejo saborear

por los animales

que ahora muerden mi carne.

Escucho un lejano susurro

mientras mi corazón se duerme.

 

 

WASHINGTON DANIEL GOROSITO PÉREZ

(Montevideo, Uruguay, 24/6/1961) Radicado en Irapuato, México, desde 1991. Naturalizado mexicano desde el 18/11/1999. Carrera de Periodismo aplicado a los Medios de Comunicación Social (Uruguay). En México obtuvo los títulos de licenciado en Sociología de la Educación, maestría en Ciencias con Especialidad en Sociología Educativa y doctor en Ciencias con Especialidad en Pedagogía.

Poeta, narrador, ensayista. Catedrático universitario, periodista, conferencista e investigador.

Ha sido galardonado con premios de periodismo, ensayo, cuento y poesía en Uruguay, México, Brasil, Argentina, España, Estados Unidos, Alemania y Francia. Ha integrado unas treinta antologías literarias en Uruguay, México, Argentina, España, Italia y Estados Unidos.

Ha publicado en diversos medios literarios de Brasil, Ecuador, Suiza, Italia, Holanda, México, Argentina, Uruguay, Colombia, Estados Unidos, Chile, Cuba, España, Rusia, Israel y Paraguay, tanto poesía, haikus, poemínimos como microcuentos.

Más sobre su trayectoria literaria y obras en los números 74, 79, 90, 95 y 101 del Suplemento de Realidades y Ficciones. Ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS o, por su apellido, en ÍNDICE DE AUTORES: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/

Hoy presentamos un cuento de su autoría. El poeta del jazmín en la solapa, que obtuvo el primer premio en el 45º Concurso Literario “Dr. Alberto Manini Ríos” (Asociación de Escritores del Interior - A.E.D.I., Montevideo, Uruguay, el 18 de marzo de 2024.

wd_gorosito@yahoo.com.mx

 

 

EL POETA DEL JAZMÍN EN LA SOLAPA

Washington Daniel Gorosito Pérez ©


A la memoria de Amado Nervo (México 1870-Uruguay 1919)
A 100 años de su fallecimiento (1919-2019)

 

Aquella tarde, al igual que otras, don Giusseppe cargaba su canasta de jazmines en el brazo izquierdo. La rambla montevideana se extendía hasta perder su serpentear en el horizonte. Era domingo, ese día tan especial añorado durante toda la semana. No con el objetivo de las parejitas jóvenes que veía pasear alegremente de la mano y lanzarse miraditas provocativas y susurros al oído. Pero, ¿qué hacía él ahí?

Su pregón con acento siciliano, “jazmine, jazmine, jazmine, jazmine”; no sonaba extraño en un joven país que había abierto de par en par sus puertas a la inmigración. Por momentos, la ciudad se comparaba con la Torre de Babel. Chispazos llegaban a su mente de la pobre infancia insular, una adolescencia en los olivares trabajando a brazo partido. Luego, la gran decisión: ir a hacer “la América”. Los comentarios vertidos en las cartas por los ya idos, se hacían gigantes en las repeticiones de las madres del pueblo.

El viaje, él y Antonieta solitos con su amor y sus sueños hacia tierras extrañas, al poco tiempo, el accidente en la fábrica. Su saldo: la pérdida de la mano izquierda. Adiós al trabajo, bienvenidas las necesidades. Y como si fuera poco, inmediatamente la enfermedad de Antonieta. Los pocos ahorros se fueron en medicinas, doctores, y para colmo de males, un desenlace trágico. Sólo le quedaba el consuelo de haberla amado como a nadie. La soledad se hacía insoportable, los recuerdos más…

Al ver esas parejas de jóvenes no se le despertaba envidia; era un hombre bueno; pero el pensamiento era “que no fueran a sufrir como él”. El domingo significaba buenas ventas y el recuerdo de las caminatas por la rambla con Antonieta. Sin importar clases sociales, la sociedad montevideana se encontraba allí en pleno las tardes de domingo. Los galanes obsequiaban blancos jazmines a sus amores.

Había decidido cambiar de sitio; la inauguración de la mole blanca, bautizada con el nombre de “Parque Hotel”, llamaba a los curiosos hasta formar multitudes que observaban el coloso de color blanco. Pasaban dos paseantes a su lado y comentaban lo maravilloso de la obra, oyó decir a uno de ellos: “que era de estilo ecléctico y afrancesado”.

Corría el mes de abril de 1919, en Uruguay se vivían años de bonanza, exportando materias primas al viejo continente. La clase alta a través de frecuentes viajes a Europa, adquiría un modelo de vida, a imagen y semejanza del parisino de la época, conocido como “Belle Époque”. Montevideo, su capital, se erguía junto a su hermana Buenos Aires de allende el Plata, en centro económico y cultural del momento. Y Giusseppe aportaba jazmines…

Una tardecita otoñal, vio llegar a un hombre delgado, enjuto, de ojos tristes, calva pronunciada sobre la frente; traje gris impecable, y un caminar lento, pausado.

Este, se inclinó sobre la canasta, le entregó un peso oro, tomó un jazmín y lo colocó en la solapa derecha del saco.

Giusseppe al querer darle su cambio, recibe como respuesta un leve ademán con la mano derecha y la palabra “gracias”. El caballero se retiró lentamente, cruzó la avenida seguido por la mirada del vendedor. Su pago correspondía a la venta de media canasta; sólo tomó una para colocarla en el ojal del saco.

Y entró en el Parque Hotel.

Giusseppe sonrió, tomó su canasta; la llegada del misterioso cliente coincidía con las últimas luces del día; un sol carmesí, moribundo, se reflejaba en el agua del Río de la Plata. Se fue caminando lentamente con el peso de los años a cuestas. Al día siguiente, decidió caminar por la rambla, la brisa se sentía fría, pronóstico de un invierno crudo y tempranero. Esta era la peor época del año para las ventas.

Su amigo Mario, el florista, después del accidente lo había metido en el negocio “Venda jazmines, es como la flor nacional, a todos les encanta”. Había tomado la canasta que estaba arrumbada en un rincón del dormitorio; bueno, era un decir, era la única habitación multifuncional, exceptuando el baño.

Esa canasta era la que Antonia usaba para vender “pannetone” casero, que amasaba con sus propias manos. ¡Cómo extrañaba aquellos olores! Con esos recuerdos en su mente y sin darse cuenta llegó frente al Parque Hotel. Se sentó en el muro de cemento frío, la canasta a su lado parecía estar rebosante de copos de nieve.

A lo lejos se divisaba la Isla de las Flores. Según le contaron, llevaba el nombre por un expresidente que hizo construir una cárcel en la misma para sus opositores. El vuelo de una gaviota, casi suspendida en el aire, parecía marcar el sendero por el que venía aquel hombre caminando.

Se le veía encorvado, con su mirada en el suelo. Al llegar donde Giusseppe, metió su mano en un bolsillo del saco, extrajo un peso de oro y tomó el jazmín; repitiendo el ademán de días anteriores, lo llevó hacia la solapa, colocando la flor. Con voz varonil agradeció y cruzó lentamente la calle, luego de dejar pasar un Ford T con su acostumbrado ruido, y se metió en el Parque Hotel. Don Giusseppe apenas alcanzó a contestar el saludo; nuevamente el caballero declinó recibir su cambio cortésmente. Al extraer la flor de la canasta; el amable caballero fue observado minuciosamente por el vendedor.

Este miró atentamente una bandera en la solapa izquierda del saco del hombre. Tenía los mismos colores que los de su lejana Italia, se diferenciaban por lo que parecía ser un águila en el centro.

No se atrevió a preguntar.

Mueren los días, la brisa se convierte en frío, la acompañan lloviznas. El agua corre raudamente por los cristales de la ventana.

Giusseppe decide visitar a Gianni, un paisano que vende periódicos. Con él practica el trueque. Después de platicar sobre sueños no realizados y la muy lejana Italia, le deja un ramo de jazmines para su esposa y trae periódicos viejos con los que envolverá su mercancía.

Amado Nervo

Ha pasado el mediodía, sube al tranvía y regresa a casa. No ha parado de llover, otro día perdido. Deja los periódicos sobre la mesa, se prepara un té y se sienta a ojearlos. Toma al azar un ejemplar del diario “El Día”, el del Partido Colorado. Al ver la primera página, sus brazos se ponen tensos, la respiración se entrecorta, aprieta el periódico.

Ve la foto del hombre de mirada triste, el caballero misterioso; el titular a varias columnas rezaba: “Al amanecer de este día, los médicos rodeaban su lecho”. Entre ellos no había consuelo: lo inevitable era inminente. La dolorosa noticia circuló inmediatamente por toda la ciudad de Montevideo, el poeta Amado Nervo había fallecido en Uruguay. Se conoció la triste noticia en su patria lejana, el hermoso México y en el mundo.

Nubes oscuras epilogaban la jornada. Continúa lloviendo muy penosamente. Levantó los ojos del periódico en los que tenía lágrimas de verdad. Era él. El poeta del jazmín en la solapa.

 

 

ANA ROMANO      

Nació el 1º de febrero de 1944 en la capital de la provincia de Córdoba, Argentina, y reside desde la infancia en la ciudad de Buenos Aires. Poemas suyos han sido traducidos al portugués, italiano, francés, húngaro y catalán. Profesora de francés, tradujo a dicho idioma el volumen Breve anthologie de Luis Raúl Calvo (París, Ediciones L`Harmattan, 2012), el poemario Behering y otros poemas de Luis Benitez, así como textos del libro Tomavistas de Rolando Revagliatti (difundidos en la red).

Poemarios publicados: De los insolentes fantasmas (Ediciones Vela al Viento, 2010), Expiación del antifaz (Ediciones La Luna Que, 2014), y Zumbido de guirnaldas (Ediciones La Luna Que, 2016).

Más sobre su trayectoria literaria y obras en los números 28, 83, 93, 95, 97 y 100 del Suplemento de Realidades y Ficciones. Ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS o, por su apellido, en ÍNDICE DE AUTORES: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/

romano.ana2010@gmail.com

 

 

ACOTA

Ana Romano ©

 

La voz

desarticulada

acota

 

Ronda

la resignación

 

y se escabulle.

 

 

JUANA

Ana Romano ©

 

Pernoctan en la pared

renacuajos

La humedad se desdibuja

en la escarcha

Se alinean en el jardín

las macetas vacías

Unas ventanas

se agitan

Se acomodan

un perro y su esqueleto

 

Juana

hilvana miserias

con ojos cansados.

 

 

EN EL HUECO

Ana Romano ©

 

En el hueco del insomnio

desabrocho tu cuerpo

con escamas

y heridas

 

Aliso el sueño

en el ombligo

abarrotado.

 

 

LAS GARDENIAS

Ana Romano ©

 

Las gardenias

se alojan en el abanico

de quien escudriña

silencios que retuercen

confrontaciones.

 

 

ROSARIO

Ana Romano ©

 

Abrojos en las hombreras

en la ahuesada figura

en la mirada

Y en el sombrero

rizos

 

La ira silba

 

En cuclillas

Rosario balbucea

 

Merodea el sol

en los claveles de los maceteros.

 

 

SALOMÉ MOLTÓ

Nació en Cocentaina, Alicante, España, el 26 de abril de 1943. A los diecinueve años emigró a París, en donde estaban sus padres. Allí obtuvo su diploma de lengua francesa, además de cursar estudios en Literatura, y “Civilisation Française”. De vuelta a España ha trabajado en colegios, en varias empresas en el departamento de exportación, en varias oficinas de abogados y notarios por asuntos puntuales de conflictos jurídicos y herencias, únicamente limitados a la traducción.

Ha colaborado en la revista Evocación de París, Cenit de Francia, Orto de Barcelona, Tierra y Libertad de Madrid, esporádicamente en el periódico local El Nostre-Ciudad, Polémica también de Barcelona, Canfali de Benidorm, y forma parte del equipo de la revista Siembra.

Sus trabajos van dirigidos a fomentar la toma de conciencia y posible denuncia de los problemas que atañen a nuestra sociedad.

Ha estudiado Sociología hasta cuarto año, que no pude terminar por atender a su padre enfermo, a través de la UNED en asignaturas independientes.

Más sobre su trayectoria y obras en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 102: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2024/06/suplemento-de-realidades-y-ficciones-n.html

salomemolto@gmail.com

 

 

UNA PERLA ENTRE LAS PERLAS

Salomé Moltó ©

 

Rosa entró en la tienda y alargando la mano le mostró al dueño de la joyería una perla que brillaba en sus dedos.

—¡Vaya, qué preciosidad! Supongo que viene a venderla o…

—No, quiero saber qué me puede dar por ella y también del resto del collar. Son diecisiete perlas de diferentes tamaños.

—Pues no sé, las tendría que analizar y…

—Vale, volveré, ¿pero aproximadamente…?

Rosa salio de la tienda sin ninguna respuesta cierta. El joyero continuó su tarea de cada día, pues se ceñía a la elaboración y reparación de todo tipo de joyas que las personas le traían. Algunas quedaban muy hermosas y las señoras podían lucirlas en acontecimientos sociales.

Aquella semana había atendido a una chica joven, preguntando por una sortija, muy hermosa que su abuela, que acababa de fallecer, le había dejado como herencia y cuánto le podrían dar por ella. Cuando don Genaro, el joyero le dijo lo que estaba dispuesto a pagarle por la joya, la muchacha le lanzó una cruda mirada y se fue a toda prisa. Cuántos desencantos y sutilezas contiene este duro trabajo, los que van con las joyas quieren obtener la cantidad de dinero lo más elevada posible, el joyero conseguir el mayor beneficio y ahí se entra en un tira y afloja entre una parte y la otra.

—Yo tengo que pagar de inmediato y es posible que la perla se quede en la estantería durante mucho tiempo, ¿qué beneficio obtengo yo?

—Bueno, a la postre, aunque un poco tarde, usted es siempre el beneficiado, esas personas las guardarían para siempre porque la mayor de las veces son recuerdos de momentos de sus vidas... ¿no?

—Bueno, eso si, pero la moza que usted vio ayer, se las había robado a su abuela.

—¿No me dijo que las había heredado pues su abuela había muerto? Que descanse, buenas noches.

La vecina salió a la calle y anduvo un poco, hasta el tercer edificio que era donde vivía. Unas semanas después oyó la sirena de la ambulancia pasar a toda prisa. Una banda de ladrones había asaltado la tienda y atacado al joyero. La vecina fue a visitarlo al hospital.

—Esta vez ha sido un verdadero drama y según me han dicho usted les hizo frente sin ningún miedo. ¡Hay que ser valiente y total por unas “piedras”, bueno, joyas.

—Tiene usted razón, cuando me reponga cierro la tienda y me voy a disfrutar de la vida, a viajar, a comprarme lo que me guste.

—Sí, goce de la vida tanto como pueda y deje de ser tan rácano. Al fin y al cabo, podrá tener muchas joyas, pero vida sólo una…

 

 

JAVIER DICENZO

(San Pedro, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1980) Publicó en diversos medios y antologías. Socio de SADE-Baradero, de la Agrupación Mallorca San Pedro, de la Asociación Alaire, España. Premios nacionales e internacionales en poesía y narrativa.

• Libros publicados por Editorial Tierra: Detrás de los espejos del tiempo (poesía, 2002), Destello de los pájaros perpetuos (poesía, 2008), Detrás del horizonte (narrativa, 2013).

• Libros publicados por Ediciones El Escriba: La ciudad de hierro (novela, 2017), El novelista de la isla (novela, 2018), Los ríos interiores (relatos, 2019), Ficciones y poemas junto al río mítico (poesía y narrativa, 2020), El guerrero salvaje (novela, 2020), Relatos y poemas bajo el signo de Tauro (poesía y narrativa, 2020), El ajedrecista de la ciudad fantasma (novela, 2021), Historias y poemas míticos (2021), El escritor y el viaje (relato, 2021), El corsario de la isla de los pájaros y otros relatos (2022), El oro (relato, 2022), El novelista del bosque rojo (novela, 2023), Relatos de las libertades (Otro rostro/allá) (2023), La ciudad de las arañas y otros relatos (2024).

Más sobre sus obras y trayectoria en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 78: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2018/09/suplemento-de-realidades-y-ficciones-n.html

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EL ESCRITOR DEL BOSQUE Y EL LIBRO MÁGICO

Javier Dicenzo ©

A Ramón Ataz

Ramón, un poeta, llegó a un lugar mágico, tomó un libro y decidió internarse en un bosque. En ese bosque vio un gran perro, lo siguió, lejanamente… Se metió por un lugar profundo, y vio a la distancia un gran mago:

—¿Quién eres? —preguntó Ramón.

—Soy el mago de este bosque.

—Llevarás un libro azul para el ritual del infinito.

El poeta tomó el libro y por indicación del mago se internó en medio de un laberinto, con una gran cruz afilada. Luego de unas horas, vio como un castillo se le presentaba, a la distancia. Entró en ese castillo con el libro mágico, quería llegar a un portal estelar, para entregar sus poemas. Con ilusión tomó el libro y vio como una luz enorme bajaba del cielo a un lugar del castillo, allí bajó un gran ser, con una serpiente en la mano. Luego Ramón, tiró el libro y ese ser lo tomó, y el ritual duró un largo rato, hasta que finalmente, pasaron unos fantasmas.

Dice la leyenda que a veces por España aparece un ser enorme, como una sombra infinita y penetrante, que pasa un libro volando y que unas arañas enormes toman el libro azul en medio de un castillo medieval…

 

 

EN LAS ENTRAÑAS

Javier Dicenzo ©

 

En las entrañas de la tierra, están esos seres, los fantasmas que acusan,

Dentro de la isla existe un dinosaurio, un dragón, y mientras la leyenda ruge, mientras los precipicios de la vida y la muerte surgen, surge el animal.

Cuentan que cada día come un niño o niña, y que su fuego se esparce en la maldad.

Cae un fuego, un fuego, en esa costa de la isla maldita, los nombres y la esencia.

Se tuercen las cruces apócrifas, se mecen los rostros.

Una mariposa sangrienta de rojo fuego surge y vivencia la palabra, los mundos.

Atrás, allá en medio de la soledad absoluta, cae el rayo cruel.

Un día pasa un mono y toma una piedra, la leyenda dice que el dragón cae.

(Un día es un año luz en la eternidad donde los seres se transforman en Wowulf y el dragón muere en el foso oscuro, la fuerza del mal)

 

 

OMAR ROLDÁN RUBIO

Poeta, escritor, tallerista literario y promotor cultural nacido en Tulancingo (Hidalgo), México. Su nombre completo es Omar Cristóbal Roldán Rubio.

Ha publicado cuentos, relatos, ensayos y poesías en diversas revistas. Es autor de varios poemarios en papel. En Amazon.com tiene editados e-books que comprenden poemarios, cuentos, relatos y ensayos.

Más sobre su trayectoria literaria y obras en los números 91 y 94 del Suplemento de Realidades y Ficciones. Ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS o, por su apellido, en ÍNDICE DE AUTORES: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/

y en Realidades y Ficciones – Revista Literaria:

https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2021/12/ (Nº 48)

https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2022/03/ (Nº 49)

 

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funhdar@gmail.com

 

 

MI ÚLTIMO DESEO

Omar Roldán Rubio ©

 

Las imágenes de aquel primer encuentro son, en su mayoría, nebulosas. Sin embargo, algunos aspectos como los altos y entonces jóvenes fresnos sobre las orillas de la espléndida calzada —antes llamada De las Hortalizas, y después, seguramente en honor a la batalla sostenida contra los franceses, Cinco de Mayo—, han quedado claros en mi memoria; nítidos como la estación del ferrocarril ubicada en la colonia Mimila, o la figura de mi madre en aquella fría mañana. La calidez de su mano apretando la mía mientras caminábamos a prisa sobre la calzada para llegar a tiempo de tomar el tren con rumbo a Ciudad X.

Del viaje recojo el inmarcesible traqueteo del tren, los bucólicos vapores entrando por los resquicios de las ventanillas y de los muros del vagón, los olores a dulces, café, atole y tamales que subían en cada poblado con los vendedores. Pero sobre todo recuerdo el tono manso y profundo de aquella voz contándome de hechiceros y faunos y bosques de extraños árboles habitados por hadas. De remotas batallas entre guerreros inefables y viajes en tren hacia lugares lejanos e inauditos; y luego esa tonadilla que silbaba en los intersticios de sus relatos y que, durante los lapsos en que me dormía, atravesaba mi descanso invadiendo mis sueños. Sonido que se escondería en el desván de mi memoria y que, años más tarde, me asaltaría en otras circunstancias.

Cansados del largo recorrido, aún somnolientos, mi madre y yo escuchamos el agudo grito de la locomotora anunciando su pronto arribo a la Estación Central. Bajamos pronto del vagón y recorrimos el andén hacia la salida. Mi madre presionó mi mano y me enfrentó al espanto de una ciudad plena de gente y extremadamente ruidosa para mis provincianos tímpanos. Por instinto cerré los ojos al tiempo que tapaba mis oídos. Entonces comencé a tararear la tonadilla escuchada en el tren. Mi madre me tranquilizó y me ordenó callarme. Lo logró a medias porque seguí, ¿por cuánto tiempo?, siseando el ritmo aprendido. Corría un mes de octubre.

Diez años después, otra tarde de otoño en que sufría mi primer desamor, eché a caminar hacia ninguna parte y entré, sin proponérmelo, a la Calzada Cinco de Mayo por su lado sur. En otro escenario hubiese disfrutado la lobreguez de los fresnos, la frescura del espacio, el aroma a siempre viento nuevo, la danza de los pájaros al canto del cenzontle, la crujiente arenga de las hojas bajo mis pies; pero esta vez solo atiné a sentarme bajo uno de los guardianes del tiempo y de la vacuidad. Recargué mi espalda contra su corteza y metí la cabeza entre mis rodillas. Justo entonces escuché claramente cómo se iba acercando un armónico sonido que reconocí de inmediato. Sin levantar el rostro percibí una cálida energía junto a mí. La voz sonó extraña, como si germinara de algún lugar remoto. Me confortó diciendo que mi malestar pasaría pronto, que no valía la pena sufrir por nada y que, en recompensa a este tipo de pasajes, más tarde o más temprano, siempre habría dejos felices.

Luego de una larga pausa comenzó a contarme parte de su vida. Era huérfano y andaba, desde hacía algún tiempo, hurtando las ocasiones para que coincidiéramos. Su madre, a causa de una enfermedad irreparable, había muerto joven, por lo que él quedó al cuidado de su padre —quien pertenecía al grupo que plantaron los árboles bajo los cuales estábamos—, un buen hombre dedicado al trabajo y que lo educó con esmero enseñándole, entre otras cosas, a amar esta tierra donde nació.

Al igual que él, su progenitor fue hijo único, y su abuelo, hortelano y guardagujas, también había participado en la construcción de la antigua Calzada de las Hortalizas. Su demás ascendencia, paterna y materna, se perdía en dos vertientes: una occidental y otra surgida en el sureste, cuya ramificación se había asentado en esta parte de la región desde antes de ser fundada como Tulancingo.

Respecto a la tonada me contestó que era tan antigua como la creación del universo, inherente a lo humano en los tres tiempos, surgida desde los cuatro puntos e inmersa en las cinco realidades del hombre para retumbar seis truenos en su gran vacío; por tanto, línea en el tiempo, destino.

Por todo eso sostuvo que nuestro encuentro no era fortuito. Dijo también que, más adelante, cuando todo estuviera dispuesto, nos encontraríamos una tercera vez y que entonces me indicaría lo que debía hacer. Luego de un gran silencio escuché la tonada abismándose en algún punto inexacto.

Veinte años después nos reencontramos en el mismo punto. Era una tarde calurosa y nos resguardamos del azote del sol bajo el frescor de los fresnos. La Calzada entonces comenzaba a ser ruidosa por la invasión de automotores y la cada vez mayor presencia de personas deambulando por ese espacio antes sosegado que, sin embargo, aún conservaba su talante natural.

En eso pensaba y de pronto el tiempo se detuvo, el barullo se apagó y me pidió que escuchara atentamente. Luego de agradecer mi disposición para llevar a cabo su deseo me explicó a detalle lo que quería. Por último, al igual que las veces anteriores, se fue, aunque yo tuve la percepción de que no se iba, sino que regresaba de algún punto indefinido.

Cumplí su encomienda tal cual la indicó, y fue entonces cuando decidí propiciar esta línea contigo. Ahora comprenderás claramente todo: nuestros anteriores encuentros, el sentido de la tonada, la conexión que nos une. Así que, agradeciendo tu aceptación te pido que… En el silencio de la tarde, a lo lejos se oyó claramente el característico canto del cenzontle y luego una parvada de pájaros cruzó La Calzada seguidos de un viento suave que hizo crujir las hojas sobre el camino… Sé que mañana, cuando deje de ser presencia, cumplirás lo prometido, y sé también que iniciarás la búsqueda de alguien a quien le pedirás lo propio.

Todo está dispuesto: ordenarás cremar mi cuerpo y recogerás las cenizas para diseminarlas, como yo lo hice con aquel que a su vez lo hizo con otro y este con otro y aquel con alguien más, entre los troncos de los fresnos guardianes de La Calzada, para seguir siendo polvo de esta tierra; hojarasca, alimento y canto de las aves, aroma a viento siempre nuevo.

 

 

ALICIA DANESINO

Reside en Banfield (Buenos Aires), Argentina). Miembro de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y de la Unión Hispanomundial de Escritores (UHE), con distintos premios en Argentina y otros países de habla hispana. Aunque se dice fundamentalmente poeta, también es narradora. Su nombre real es Alicia Haydee Ceglia.

Ha publicado doce títulos en el mercado cultural, entre ellos Labio de sombra, Perfume para la mano izquierda, Palabras para una ausencia, Aventuras de rosales sin pimpollo.

Más sobre su trayectoria literaria y obras en el número 99 y 101 del Suplemento de Realidades y Ficciones. Ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS o, por su apellido, en ÍNDICE DE AUTORES: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/

aliciadanesino@gmail.com

 

 

UN VIEJO EN UNA PATINETA

Alicia Danesino ©

 

Era un hombre oscuro, toda su vida lo había sido. Primero, porque sus padres lo fueron. Segundo, se había casado con una mujer oscura y vieja. Tercero, habían vivido en una casa oscura, sin risas. Así, caminando su vida, su alma se había vuelto oscura, su cara sin sonrisas parecía la carátula de la desgracia, sus manos y pies: sin alas.

Hasta que quedó viudo. Le costó mucho tomar la decisión de vender la casa oscura, bien o mal, lo había cobijado siempre.

Cuando compró un departamento en un piso doce, no se percató hasta después de un tiempo de la luz que entraba a raudales.

Al ir subiendo y bajando a diario por el ascensor, cierto día, al mirarse en el espejo del mismo se vio sonreír. Al salir a la calle se dio cuenta cómo se divertían con sus patinetas la pandilla de chiquilines que paraba en la esquina de su casa. Volvió a sonreír.

Fue un viernes, día de brujas. Salía del edificio y en vez de pisar la vereda se encontró sobre una patineta voladora.

—¡Coño! —dijo— ¡si hasta me están saliendo alas en los pies!

 

 

ESTÁ AULLANDO EL UNIVERSO

Alicia Danesino ©

 

Hilandera, tejedora de colores en la telaraña del tiempo,

en los espacios vacíos cuelgo mis palabras,

las mudanzas del alma

mis reliquias de hechicera eterna.

El grito del viento perfora mis oídos con maldad,

se aseguró de cortar mis pensamientos.

Pobra alma mía,

no puede sanar,

se deshizo en pedazos y

marchó con mis utópicas ilusiones.

Cuando el temporal atravesó las paredes

las palabras salieron infectadas,

horribles, mortales flechas.

Entonces… arrastré mi soledad por la playa

repleta de hondonadas,

castigo del feroz oleaje.

Allí

mudé mi alma

y

mis sagradas reliquias:

“alma de hada bailando entre helechos dormidos

en un bosque con aroma a incienso y sombra,

con perfume resinoso, entre flores que abren sus corolas

solo para noctámbulos”. (AD)

Fue la contracara del vendaval

el otro lado del viento que me obligó a esa danza

con ritmo marcado por los pasos del tiempo,

por el viento que latía en gemidos, entre lluvias y nubes sin paz.

Vendaval, canta y grita cantos de guerra en tiempos de vida.

Nuevamente, del otro lado del viento:

“el infierno

zona oscura de los humanos,

también mía.” (AD)

Así

emerjo desde la furia de la tormenta

entre sombras y despojos,

lanzo un grito de paz a todas las conciencias:

“ESTÁ AULLANDO EL UNIVERSO”

Caigo…

exhausta

en esa grieta profunda donde duele la vida.

Quiero que vuelva con mi grito la paciencia del Universo,

ha huido observando tanto mal.

Y sigo tejiendo mis palabras

como el pan nuestro de cada día.

Igual al grito del viento empujando al mar.

que el mal corre por el mundo y su veneno mata.

Ahora

si acallas tu ego

y dejas que el sol camine por tu cuerpo,

la luna se descuelgue de tu mirada,

que tus manos vuelen como la brisa,

y enciendas el fuego del amor,

verás

que tus zonas oscuras

se convierten en alas.

 

 

GILDARDO GUTIÉRREZ ISAZA

Poeta y narrador, nació el 10/5/1960 en Abejorral (Antioquia), Colombia. Reside en Medellín.

Escribe desde los once años géneros como novelas, cuentos y poesía. En la actualidad, es parte de algunas redes de escritores como: Poetas del Mundo, Crónica Literaria, Sociedad Venezolana de Arte Internacional - SVAL, Fundación Literaria Argentina Internacional - FLAI, Unión Hispano Mundial de Escritores - UHE (Perú), Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos - SELAE, Red de Editores y Proyectos Alternativos - RIEPA (México), Poesía Pura (España), entre otras.

Tiene en su haber la publicación de su primera novela, Los Ángeles de la Muerte, y la selección de uno de sus cuentos para la Antología Relata 2014 y de uno de sus poemas para el Taller de Creación Literaria: Muestras de trabajos.

Más sobre su trayectoria literaria y obras en los números 25, 54 y 80 del Suplemento de Realidades y Ficciones. Ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS o, por su apellido, en ÍNDICE DE AUTORES: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/

ggutieri457@gmail.com

 

 

COMO LA MIEL

Gildardo Gutiérrez Isaza ©

 

Vuelo de estrellas, fugaz aparición,

Como el canto de la cigarra buscando protección

Ahí donde la noche se hace eterna;

Un nuevo descubrimiento:

¡Tu voz que todo lo ilumina!,

Irradiación, melodía y verdad,

Profunda como la nieve, infinita como el sol.

Continuamente aprendemos a morir y a vivir,

A ser uno siendo dos.

 

A través de la puerta del aire

El pensamiento que vuela.

¿Dónde se ha ido la lagrima?

Abanico de apariciones celestes.

Como la miel que absorbe el rocío

Mis manos te buscan para absorber la paz de tu espíritu.

Mi amor que fluyó en el tiempo del martirio,

Decantando tu espíritu en ecos sordos.

Como la crisálida sometida al encierro,

¡Libérame, permíteme volar!,

Abrir mis alas.

Esperaré en el silencio

Viviendo la resurrección,

Sabiéndote mía, sin serlo,

Sintiéndome tuyo sin serlo,

Sabiendo que vivo y muero en cada encuentro.

 

 

CÓMPLICE

Gildardo Gutiérrez Isaza ©

 

El mismo silencio es cómplice de las palabras,

Partícipe de las locuras;

Atavío de un paraje desolado

Donde confluyen todas las emociones.

Como la palma enmarañada del viento

Envuelve y surca tu cuerpo desnudo,

 Mis palabras se detienen por segundos

En el borde de tus labios,

Apacientan el beso convertido en trigo;

El sortilegio de la caricia y mueren

En la penumbra de tu lengua.

 

Desde lo alto, la majestad de los sueños,

La enredadera de los tuyos,

La evocación de los míos y,

El mismo silencio cómplice de las palabras.

La gloria nocturna de ser grande en tus brazos

Se propaga día a día en aquella sobria

Majestad del resplandor desconocido.

Siento de repente, en la complicidad del silencio

Lo sublime del tiempo,

Que se acorta, que se diluye,

Que se escapa de las manos.

Anónimo recurro a los versos buscando retenerte,

Hacerte entender cuanto te amo.

 

 

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 103 – Septiembre de 2024 – Año XV

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral
EX-2023-122916689-APN-DNDA#MJ del 17/10/2023, incorporado a RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina

Propietario y director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
zab_he@hotmail.com
http://hector-zabala.blogspot.com/
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html
 

Colaboradores

Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
alfana79@hotmail.com
http://noelia-barchuk-literatura.blogspot.com.ar/
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/suplemento-derealidades-y-ficciones-n.html



Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
monvillarreal@hotmail.com
@mon_villarreal
https://www.facebook.com/monvillarreal22
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/
 

 

El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite ÍNDICE DE AUTORES. Hasta el momento, 395 colaboradores en total.


REVISTA: https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/
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SUPLEMENTO: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
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Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.


“Realidades y Ficciones”
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm
 

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