SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 81 – Marzo de 2019 – Año X
ISSN 2250-5385
Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido,
ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número
trimestral).
Sumario:
• Guillermo
Eduardo PILÍA (Argentina)
• Denisse
BUENDÍA CASTAÑEDA (México)
• Estela
BARRENECHEA (Argentina)
• Germain DROOGENBROODT (Bélgica)
• Jasmín
CACHEUX (México)
• Toni PRAT (España)
• Ricardo ARIZA
(México)
• Fernando
NEGRETE (España)
• Federico
BAGGINI (Argentina)
• Enrique
CAVESTANY (España)
• Víctor Eligio
GIMÉNEZ (Argentina)
• Jordi
MATAMOROS SÁNCHEZ (España)
GUILLERMO EDUARDO PILÍA
Catedrático, narrador, poeta y ensayista
nacido en La Plata
(Provincia de Buenos Aires), Argentina, en 1958. Realizó estudios superiores en
la Universidad
Nacional de La
Plata y se graduó en Letras en la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la
Educación. Como escritor pertenece a la “generación de la
dictadura”, es decir, al grupo de escritores que desarrollaron parte de su obra
durante la dictadura militar de 1976-1983 y que sufrieron la influencia de ese
período traumático.
Recibió numerosos reconocimientos;
entre otros, en 2010 el premio Al-Ándalus por su aporte a la difusión de la
cultura andaluza en Argentina; la ciudad de La Plata declaró de interés su obra intelectual. Sus
trabajos poéticos, narrativos y ensayísticos le valieron múltiples premios en
Argentina, España, Francia, Estados Unidos y Ecuador. En 1918 fue incorporado a
la Academia
de Buenas Letras de Granada. Parte de su obra poética fue traducida al inglés
por Brian Cole.
Obras:
Poesía: Arsénico (Buenos Aires, Nuevas Voces, 1979), Enésimo Triunfo (San Fernando, Extramuros, 1980), Río Nuestro (Bahía Blanca, Universidad
Nacional del Sur, 1988), Río Nuestro /
Cazadores Nocturnos (La
Plata , Fundación Museos Argentinos, 1990), Huesos de la Memoria (La Plata , Círculo de Poesía,
1996), Viento de lobos (La Plata , Sudestada, 2000), Visitación a las islas (La Plata , Sudestada, 2000), Caballo de Guernica (La Plata , Al Margen, 2001), Ópera flamenca (La Plata , Hespérides, 2003), Herido por el agua (Buenos Aires,
Vinciguerra, 2005), La pierna de Rimbaud
(La Plata ,
Cuadrícula, 2011), Ojalá el tiempo tan
sólo fuera lo que se ama (Buenos Aires, Casa de Papel, 2011).
Narrativa:
Viaje al país de las Hespérides (La Plata , Al Margen, 2002), Días de ocio en el país de Niam (La Plata , Hespérides, 2006), Tren de la mañana a Talavera (Madrid,
Evohé, 2009).
Ensayo: Naturaleza y cultura en la obra de Horacio Quiroga (La Plata , EPOS, 1997), La trascendencia en la espiritualidad
hispana (La Plata ,
Círculo Cultural Andaluz, 1999), La Catedral de La Plata. El mayor templo neogótico del siglo XX
(en coautoría) (Buenos Aires, Manrique Zago, 2000), Historia de la literatura de La Plata (en coautoría) (La Plata , La Comuna , 2001), Andalucía, tan lejana y cercana. Memorias de
los inmigrantes andaluces de la región de La Plata (La Plata , Al Margen, 2002), Toponimia de la provincia de Buenos Aires (La Plata , Archivo Histórico de la Provincia , 2003), Los castellanoleoneses de La Plata. Memoria viva
(La Plata ,
Hespérides, 2005), Francisco López
Merino, de puño y letra (La
Plata , Archivo Histórico de la Provincia , 2006), Vicente López y Planes y “El Triunfo
Argentino” (La Plata ,
Archivo Histórico de la
Provincia , 2007), Diccionario
de escritores de la provincia de Buenos Aires. Coloniales y siglo XIX (La Plata , Instituto Cultural de
la Provincia ,
2010), ¿Guaraníes en tierra bonaerense?
Toponimia guaraní de la provincia de Buenos Aires (La Plata , Centro Correntino,
2012).
Más sobre su trayectoria y obras en
Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 60:
RIMBAUD
EN JAVA
(2013)
Guillermo Eduardo Pilía ©
La piel de los javaneses es suave y
sin vello y hay algo escultórico en la forma en que se inclinan para encender
sus pipas de opio.
En otra vida me hubiese gustado
pertenecer a esa nobleza vernácula y dormir un sueño de amapolas bajo un dosel
de gasa, en las noches impregnadas de humedad vegetal y de mosquitos.
Sí, aun los príncipes de tez dorada
y perfumados cabellos languidecen en estas islas selváticas, igual que en la Europa de los viejos
pontones.
Sucios fumaderos de opio donde no
hay rangos ni prosapia: me recuerdan los sórdidos cafés parisinos, con su
atmósfera sudorosa y grasienta y el vaho del ajenjo que una mano borracha
derramó.
Como esta mujer que sirve las pipas
encendidas a quien paga por narcotizarse, así también yo he dejado allá a lo
lejos, pero para quien quiera tomarlo de balde, un veneno perdido.
Muchos lo beberán en madrugadas
remotas, cuando yo ya me haya olvidado por completo del que antes fui, como
quien se olvida con la aurora de los rostros monstruosos de un mal sueño.
La piel de los javaneses es suave y
sin vello. Los hombres, en las aldeas, ofrecen los amores de los efebos para
preservar la virginidad de sus mujeres.
¿Qué hora será en París? ¿Habrá
niebla, lluvia, acaso viento? ¿Qué joven colegial incubará sin saberlo el amor
malsano por una nueva poesía, como aquí este nuevo amor, este deseo con el que
los antiguos emponzoñaron gozosamente su sangre?
POR
NATURALES
(2013)
Guillermo Eduardo Pilía ©
A Manuel
Rodríguez “Manolete”
Como de chico jugaba a atraer
despacio una moneda con su imán,
y más contento hallaba cuanto más
lograba tirar de ella sin tocarla,
así también ahora arrastra el paño
de la muleta delante del belfo.
La bamba barre el polvo y se va
abriendo
en viaje circular, mientras el torso
se le arquea y con la mano conduce
la embestida lo más atrás posible.
La derecha descansa en su cintura
llevando con un dedo el falso
estoque
con la misma blandura y el desmayo
que un príncipe un pañuelo de
batista.
Otra vez es el niño que jugaba
con su moneda y su imán, todo sale
tan natural como el pase y su
nombre.
El tiempo se demora, se hace eterno
como un día de infancia: puro
asombro,
puro juego, ignorancia de la muerte.
DENISSE BUENDÍA CASTAÑEDA
(Estado Morelos, México, 1979).
Comunicóloga. Ha llevado a cabo una intensa labor como activista social y
productora de radio, colaboradora en medios escritos nacionales y locales como
el diario la Jornada
Morelos , la Revista Resiliencia. Actualmente trabaja en la Coordinación de
Atención a Víctimas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos
(UAEM), en Cuernavaca. Participa en la sección de poesía “Lunámbula” en el
programa de radio local “El txoro matutino” y como productora de “La voz de la
tribu” en la radio universitaria del estado de Morelos. Publicó, entre otros
títulos: Días Animales (2009), El Hallazgo de la memoria (2015) y Trisón -poemario a tres voces- con Kenia
Cano y Ricardo Ariza. Ganadora del premio Estatal de la Juventud 2004 por su
trabajo como activista, y mención Honorífica 2007 premio estatal de la Juventud. En 2016 le
ha sido otorgado el Premio Nacional de Poesía Dolores Castro.
Una siempre regresa a la oscuridad
donde fue niña
A
la diminuta cama donde se reducían a sí mismas la
/tarde y sus promesas:
un
trozo de carne con ojos-anzuelo,
cautiva,
coloreando a pulmón el nombre de las muñecas.
La
vida pasó como un telegrama:
tu
padre ha muerto (punto)
no
habrá paz que lo contenga (punto)
Desde
el olvido la casa parece más pequeña;
solía
quedarme quieta en la azotea
esperando
ver caer heridas a las golondrinas
con
los pequeños dardos del vecino del cuarto piso.
Una
tarde de agosto decidí perseguirlas,
caí
en el árbol de mandarinas con la clavícula fuera
/y mis ojos en el vuelo
La
suicida fue mi madre desatándose las venas en la tina,
el
asesino fue mi padre con su crueldad como ejercicio.
(no
aprendí a amar sin desmembrarme hasta que murió)
A
la memoria, al agujero de tierra oscura donde fui niña
suelen
tragársela las hormigas peatoneras
Siempre
regreso a preguntarle:
¿hace
cuánto que estoy viva?
¿estoy
viva?
Seguro
te dolió toda la vida no morirte a tiempo
deberías
estar tranquilo;
un
muerto siempre ha sido lo que ha querido:
un
fantasma, una pesadilla, un epitafio,
una
fila interminable de nostalgias,
el
canto de un grillo que no nos deja dormir.
¿hace
cuánto que estoy viva?
A
la oscuridad donde fui niña, siempre vuelvo.
A
la nada en que escribiste la promesa de cuidarme.
Denisse Buendía Castañeda © (de La física de la orfandad)
La ausencia lo cambia todo
el
modo de sentarse frente a la mesa,
la
luz de la lámpara que viene de noche,
el
aliento y la memoria.
La
ausencia enloda el reloj de arena
somos
la misma imagen diciendo adiós inagotablemente,
y
el corazón se vuelve una azotea
y
la azotea un insomnio.
La
casa isla sin presentimientos,
nos
cambia de sitio la ternura y la extraviamos.
Lo
cambia toda la ausencia,
enfurecidos
prendemos fuego a las últimas flores de la esperanza,
a
las letras que el amor guardó,
al
cuerpo inasible arrullando vacío.
Todo
lo cambia la ausencia,
esa
pequeña eternidad donde ya nadie duerme, solo recuerda.
Denisse Buendía Castañeda © (de La física de la orfandad)
II
No sabes qué has muerto
vienes
cada octubre a repetir el silencio con tu grave mirada.
Es
una pena que el polvo no tenga brazos, padre
que
intentes regalarme estrellas de besos desdentados.
Acércate,
mira mi vientre de niña;
aún
se sienten tibios los restos de tu furia.
No
he dado a luz porque crecí en lo oscuro;
porque
aprendí a confundir el amor,
con
el rasguño de los demonios nocturnos,
que
esperan quietos el sueño de sus hijas para amanecer de nuevo.
Por
cada cicatriz hay un columpio bailando solo;
un
gato recién nacido en una bolsa de plástico,
un
cementerio infante, la física de la orfandad. esa pequeña eternidad donde ya nadie
duerme solo recuerda.
Denisse Buendía Castañeda © (de La invención del silencio)
ESTELA BARRENECHEA
Poeta y estudiosa de la filosofía,
nació en Buenos Aires, Argentina, el 17/2/1938, ciudad en que reside.
Graduada como Contadora Pública
Nacional en la Universidad
de Buenos Aires (UBA), ejerció la docencia en filosofía a partir de sus ensayos
y de su condición de miembro de grupos de investigación, tanto en instituciones
públicas como privadas. En 1984 completó el curso de Metodología de la Investigación , por la Universidad de
Belgrano. También fue profesora de filosofía en el CBC de la UBA.
Colaboradora de instituciones
filosóficas, publicó artículos en diarios y revistas de la especialidad. Como
expositora presentó distintas ponencias en jornadas de filosofía y poesía
(Jornadas de Filosofía Nietzscheana, 2000, y III Congreso Binacional de
Escritores - Centenario del nacimiento de Pablo Neruda, 2004).
Además de organizadora de jornadas
de filosofía, fue expositora en el lapso 1991-2000.
Obtuvo primeros premios y otros
reconocimientos de orden literario en su país y en el exterior.
Publicaciones:
• Filosofía: La ilusión en la paradoja del sujeto (Buenos Aires, Ed. Catálogos,
1994), La formación del filósofo
(Buenos Aires, Ed. Sociedad Filosófica, 1994), Nietzsche en la filosofía actual. El eterno retorno como acontecimiento
del pensar (presentado en las Jornadas Nietzsche, año 2000), El nacimiento del humor en la obra de
François Rabelais (trabajo presentado en el seminario de Doctorado de
Filosofía, dirigido por el Dr. Ricardo Maliandi).
• Poesía: La distancia y el foco (Buenos Aires, Editorial De los Cuatro
Vientos, 2003), En los confines
(Buenos Aires, Editorial Tsé Tsé, 2005), Plaqueta
Clinamen y otros poemas (Buenos Aires, Editorial Metáfora, 2007), Del Silencio (Buenos Aires, Ediciones El
Mono Armado, 2009), El filo de la grieta
(Buenos Aires, Editorial Vinciguerra, 2012), El revés de la luz (Córdoba, Alción Editora, 2014), De claros y de sombras (Córdoba, Alción
Editora, 2016).
• Narrativa: El inmigrante y otros cuentos (Buenos Aires, Enigma Editores,
2018), Castora. Una vez, en una estancia
argentina (novela inédita).
Además de estas obras propias:
• participó en los volúmenes: La filosofía en los laberintos (1994), El pensamiento en los umbrales del siglo XXI
(1994) y La filosofía, los filósofos, las
instituciones filosóficas. Una perspectiva generacional en la Argentina de fin de
siglo (1995), y
• fue incluida, entre 2001 y 2018,
en diversas antologías poéticas: Homenaje
a Oliverio Girondo, No toda belleza
redunda en felicidad, XXVIII World
Congress of Poets (Acapulco, México, 2008), Ceremonias de la luz, Poetas
sobre poetas IV, etc.
ASPIRANTE
A BURGUÉS
Estela Barrenechea ©
Un domingo, mientras comíamos el
asado de rigor del mediodía, mi padre nos preguntó si nos gustaría mudarnos a
un barrio más elegante. Era tan banal lo que decía que nos sorprendió; revelaba
un aspecto desconocido de su carácter. Moví la cabeza con un gesto de rechazo y
mi hermana, de tan solo once años, le dijo llanamente que ni se le ocurriera.
Demoré unos instantes en contestarle y farfullé, haciendo un esfuerzo, unas
cuantas palabras negativas respecto a esa idea que me pareció totalmente
estrafalaria. ¡Nos sentíamos tan bien en nuestra casa! Silvia y yo teníamos
nuestro propio cuarto y mis padres el suyo. Lo concreto era que toda la familia
vivía cómodamente.
¿Por qué nos había preguntado eso?
Lo intempestivo y autoritario de su voz me produjo inquietud. Quería explicarme
a mí misma lo que tal vez no tenía ningún tipo de explicación.
Obligada a seguir con mis cosas,
intenté tranquilizarme pensando que él aún no se había decidido por ninguna
mudanza. Su fijación por otro entorno parecía tonta y además comprometía a toda
la familia.
En la comida de la noche encontré a
mi padre diferente; se lo veía más contento que de costumbre. Le dirigí una
mirada inquisitiva intentando adivinar sus pensamientos. Me di cuenta de que
seguiría insistiendo con la idea de mudarse a un lugar mejor. Alzó la vista del
plato y nos dijo:
—¿Conversaron sobre mi propuesta?
¿Podría ser que mi padre fuera
víctima de una neurosis de escalamiento social? Mi mamá no decía nada, miraba
la escena como si fuera un diálogo de fantasía. Solo murmuró algunas palabras
sueltas y se calló ante el gesto autoritario de papá. Por el contrario, él nos
habló con una seguridad que me pareció ficticia:
—A ustedes, chicas, les resulta
difícil entender que yo quiera que nos mudemos si estamos tan bien acá en el
barrio. Pero aunque no lo puedan creer mi decisión ya está tomada; además, no
sé por qué hay que discutir todo en familia. Estoy convencido de que es lo más
conveniente para todos.
—No sé en qué barrio estás pensando
—le dije—, pero si es en alguno de los alrededores de Buenos Aires, desde ya me
parece una locura.
—No te preocupes, Martita, pensé en
algún lugar en el centro. Hace unos cuantos días vi un aviso de un departamento
en la zona de Recoleta que me pareció adecuado.
—Pero, papi, yo ya tengo veinte años
y siempre hemos vivido en las afueras. Villa Pueyrredón no está tan lejos.
—Agregué casi descompuesta—: No nos podés hacer esto. Ya nos acostumbramos a
vivir acá.
Como ni se inmutó, me levanté y
escruté su rostro. Era evidente que no tenía el más mínimo interés en discutir
conmigo. Su proceder me enojó aún más. Indudablemente le éramos indiferentes.
Para no quedarme callada, le dije:
—¿Qué te pasó por la cabeza para que
quisieras optar por la elegancia? Parece un tema poco serio.
Mi padre hizo un gesto de desprecio
hacia mí y dirigiéndose a mi madre le dijo:
—¿Qué le pasa a esta que no quiere
pertenecer a un mundo mejor?
Pasaron dos semanas desde aquella
noche en que mi padre se mostró tal cual era: un hombre ambicioso que lo que
más quería era ascender socialmente sin importarle lo que pensaran su mujer y
sus hijas.
Cada vez me molestaba más cuando lo
oía decir que vivíamos en tiempos de cambio, que el dinero iba y venía y que se
vendían inmuebles sin mayor inconveniente. Se ponía cargoso con esos temas y
hacía hincapié en las comisiones que recibía.
Un día escuché a mi madre decirle
que el problema no estaba en mudarse sino en lo que implicaba semejante movida.
Yo estaba segura de que en ningún momento pensó en hacer un cambio de esa
naturaleza, pero por otro lado era incapaz de contrariar a su marido.
—No estoy segura de que nos vaya a
ir bien. Ramón, tené en cuenta que las chicas han ido desde el jardín al
colegio estatal cercano al lugar donde vivimos —le dijo mamá y luego agregó—,
la que me preocupa es la Silvia
que tiene todos sus amigos en el barrio.
Quise conversar este tema con mi
amigo de la infancia, Pedrito. Él era hijo del carnicero del barrio. Él sabía,
por lo que yo le había contado, que mi padre también había trabajado desde
joven como carnicero hasta que pudo terminar su secundaria y entrar como
empleado en una inmobiliaria de Liniers.
Una tarde de domingo, en que estaban
papá y mamá tomando mate en el patio, le oí decir a ella, sacudiendo la cabeza
dubitativa, que no se sentía optimista y que pensaba que nunca era bueno para
los hijos ascender de esa forma en la escala social.
—¿Cómo se te ocurre pensar que
podemos vivir en la Recoleta ?
Mi papá la abrazó y le dijo:
—Querida, es muy importante hacer un
cambio. Convencete que estamos viviendo en un país en que esto se puede hacer.
Acá hay movilidad social.
—Es cierto lo que decís, pero no me
puedo hacer a la idea.
—Mirá, Rita, acá muchos de los hijos
de inmigrantes siguieron estudios universitarios. Yo no lo pude hacer. Pero vos
bien sabés que trabajando en la inmobiliaria gano bastante plata. Siempre quise
vivir de otra manera y que mis hijas frecuentaran otro tipo de ambiente. Es una
excelente oportunidad. Me contaron en la oficina que este departamentito era
propiedad del hijo de un hacendado de prestigio.
Mamá se limitaba a escuchar, pero lo
miraba con desconfianza.
—Con solo tener una carrera
universitaria no se logra nada. La gente de nuestro barrio se tranquiliza
pensando que sus hijos puedan estudiar en la universidad o dedicarse al
comercio —dijo papá con tono seguro—. A ninguno de ellos les preocupa el
ambiente en que se mueven.
Mamá se apresuró a contestarle:
—¿Por qué no pensás que hay vecinos
nuestros que son médicos, abogados, escribanos?
Me gustaron las palabras de mamá, me
parecieron lógicas. Ella siempre había tenido sentido común; era una intuitiva.
En cambio, si bien a mi padre lo admiraba porque trabajaba con ahínco, tanto mi
hermana como yo sabíamos que era fantasioso y que en algunos momentos fabulaba.
Al día siguiente, noté que estaba un
poco nervioso. Caminaba alrededor del patio sin parar. Cuando se detuvo, empezó
a hablar sin ton ni son y volvió al ataque con la idea de la mudanza.
—Querida, si no tenés intenciones de
darme una mano, yo me voy a ocupar —dijo.
A la nochecita, mamá trató de
aclararme algo de lo que pasaba en la cabeza de mi padre.
—¿Sabés una cosa, Marta? Ramón está
cegado. No quiere entrar en razones. A nosotras no nos queda otra que aceptar.
Cuando él decide hacer algo, no se lo puede contradecir.
Cuando me llevaron a ver el nuevo
departamento, papá estaba eufórico. Mamá y yo no teníamos buena cara, mientras
que a él se lo veía muy satisfecho con su elección. Durante el recorrido, trató
de resaltar lo conveniente que sería vivir en ese lugar. Yo estaba anonadada.
Fue una suerte que estuviera sola, mi hermanita se había quedado en casa. Pensé
que mis padres, pese a la leve resistencia de mamá, se habían puesto de
acuerdo. Además, qué podía hacer yo para convencerlos de que la elección que
ellos habían tomado era un error. No tenía sentido contrariarlos, no quería
amargar a mamá.
Lo trastocado de los ambientes me
impactó. La manera en que estaba repartido el espacio en cincuenta metros
cuadrados era arbitraria. Habían tirado paredes sin criterio. No sé cómo
describirlo. Se ve que los anteriores dueños al tener ese departamento tan
viejo pero tan bien ubicado decidieron convertirlo en un loft abierto. No me
quedaba la menor duda de que ese sucucho había sido un bulín.
Esa noche mientras comíamos me animé
y le dije a papá:
—¿Por qué vivir en ese lugar tan
triste y feo?
—Querida, ¿no te das cuenta que está
en una buena zona? No sé de qué te quejás si vos vas a viajar mucho menos. Creo
que en un mes el departamento estará habitable. Nos arreglaremos bien. Aparte
Silvia puede ir a un colegio cercano y relacionarse con gente de otra clase. Ya
la veo con su pollerita tableada y el corazón de Jesús bordado en su uniforme y
en su blazer.
Luego quedó en silencio, como si
estuviera disfrutando inscribir a la niña en un colegio de monjas.
—Me gustaría que fueras más
realista. Aunque vaya a la facultad tengo amigos de la infancia en el barrio y
esa casa queda lejos —le dije—. No sé cómo te puede gustar. ¿Qué le ves de
mejor? Es un mamarracho al lado de la casa en la que vivimos. Es oscuro, es un
primer piso que da a un patio interior, solo en el baño se filtra un poco de
luz. En ese balcón no creo que se pueda poner ninguna planta.
Mi mamá hacía silencio. Creo que
quería ser cauta con sus opiniones. Lo primero que le escuché decir fue:
—Yo sé, querido, que tenés razón. Es
la única manera que las chicas puedan acceder a otro medio, pero voy a extrañar
el cantero con las macetas de malvones y la higuera que plantamos hace veinte
años. ¿No crees que la hemos pasado bien? Acá nacieron nuestras hijas, jugaron
en el patio, hicimos asaditos y comimos los higos negros de la higuera.
—Dejá de ponerte nostalgiosa —contestó—.
¿Qué es lo más importante, Rita? ¿Vivir en las afueras como quiere nuestra hija
mayor o vivir en Recoleta?
—Es cierto que ese barrio es otra
cosa. Además para vos significa algo importante.
—Fijate, Rita, es otro ambiente. No
les interesa que sus hijos estén todo el día en las bailantas y en los clubs de
fútbol.
—Yo no estoy tan segura de lo que
decís. Cuando “el ambiente”, como vos lo llamás, vea de dónde venimos y cómo
vivimos, otro será el cantar… ¿Sabés una cosa? El piso es tan feo que a las
chicas les va a costar traer a sus amigos —dijo mamá.
—Bueno, no te preocupés tanto. Sabés
que yo siempre estoy a la búsqueda y en poco tiempo nos mudaremos a un lugar
mejor.
Mi madre no puso ningún otro
obstáculo. La aspiración que mi padre tenía era, sin lugar a dudas, no solo
cambiar su vida sino la de toda su familia. Su prioridad era hacerse de nuevos
contactos.
Luego de un mes de idas y venidas
por parte de mi madre para el acondicionamiento de la nueva casa, llegamos al
departamento un día sofocante de verano. Al entrar, me di cuenta de que la
habían pintado con colores claros, intentando que estos no achicaran los
ambientes que de por sí eran mínimos. Mamá había comprado algunas plantas ya
crecidas para que no se vieran las manchas de las paredes del patio interno y
no se había olvidado de las macetas de geranios que tanto nos gustaban. Las
instalaron en el balcón francés. Nos había comentado que era muy importante
quitarle al piso su aire sombrío y aportarle un clima moderno.
Cuando entramos con nuestras valijas,
lo que más me entristeció fue que nosotras y ellos tuviésemos que dormir en un
lugar que habitualmente corresponde a una sala. Papá se alejó un poco para
mirar la kitchenette y los armarios, y yo le dije a mamá:
—Mami, no quiero ser insolente, pero
me parece que todo lo que han hecho es para darle el gusto al viejo y no han
pensado para nada en nosotras. ¿Dónde vamos a dormir?
—Bueno, pondremos un futón en el
comedor y luego lo cerraremos —me dijo con una sonrisa dibujada.
—¿Y si viene alguna compañera y
queremos estudiar?
—Nos arreglaremos. Nosotros también
dormiremos en un futón y lo cerraremos en el día para que quede todo convertido
en una sala comedor.
—¿Creés que vamos a poder vivir de
esa manera? —le dije mirándola con sorna.
Mi padre se acercó a oír lo que
decíamos, luego de haber hecho la recorrida con todas nosotras. Lo miré con
desconfianza y le dije con tono agresivo:
—¿Te das cuenta lo que hiciste?
Encerrarnos en este lugar.
Sin decir una sola palabra
convincente, comenzó a parlotear estupideces.
—Si queremos hacer una fiesta, en
este espacio tan pequeño va a ser totalmente imposible. ¿No te das cuenta?
—Bueno, para todo hay una solución:
corremos los muebles, cerramos la mesa libro donde comemos y queda todo para
ustedes. No sabés cómo les va a gustar. Aparte, entendé, hija, que lo más
importante es vivir acá. Hasta las palomas tienen otro aire. Fijate, son
palomas diferentes, fijate bien, mientras caminábamos hasta acá no nos cagó
ninguna. Deben ser distintas a las de Villa Pueyrredón.
Y este era mi papá. Me tendría que
conformar hasta que pudiera irme y dejarlos. Estaba pasmada y los miré con odio
a los dos.
De la kitchenette mejor no decir
nada. Ellos dijeron que en el armario había lugar para la ropa de todos. Sobre
la cocinita colocarían la vajilla de uso diario. Les pregunté qué habían hecho
con los platos de loza que les habían regalado cuando se casaron y de los
cuales mamá estaba tan orgullosa. Ella, bajando la vista como con vergüenza, me
contestó que los guardó en una valija y que estaban bien acondicionados.
La noche en que definitivamente nos
instalamos ninguno de nosotros pudo dormir bien.
Todavía era verano y mientras
comíamos nos enteramos de que a mi hermanita la habían anotado en la escuela de
monjas que estaba a dos cuadras de nuestro nuevo domicilio.
Papá, como al descuido, dijo:
—Chicas, no se les ocurra tirar
basura al patio.
En ese día fatídico me reí de él y
de su mujer, pero también de nosotras, sus hijas. Pensé, con vergüenza, cómo se
les había podido ocurrir que seríamos aceptados. Por mucho tiempo no pude
olvidar sus aires presuntuosos cuando decía: “Familia, no se trata de un sueño;
la nueva clase a la que vamos a pertenecer brillará en nosotros”.
GERMAIN DROOGENBROODT
Belga (flamenco) afincado desde 1987 en Altea (Alicante), España. Poeta, traductor, editor y promotor de poesía moderna internacional. Ha traducido más de treinta libros de poesía española, alemana, inglesa, francesa y latinoamericana; entre estos, obras de Bertolt Brecht, Miguel Hernández, José Ángel Valente, Francisco Brines, Juan Gil-Albert. Ha realizó adaptaciones de poesía árabe, china, persa, japonesa, coreana...
Ha fundado la editorial POINT (POesía INTernacional), que lleva publicados más de ochenta libros de poesía de múltiples países. Junto con los poetas chinos Bei Dao y Duo Duo fundó un nuevo movimiento de poesía, el neosensacionismo.
Organizó en Altea y Alfáz del Pi el festival internacional de poesía “La Costa Poética ”. Fue secretario general del Congreso Mundial de Literatura de Valencia. y del Congreso Mundial de Poetas. Es también presidente de la Fundación ITHACA Droogenbroodt-Leroy de la Generalidad Valenciana , vicepresidente de la Academía Mihai Eminescu (Rumania), cofundador de la asociación poética JUNPA (Japan Universal Poets Association, consejero de Ama-Hashi (The Poetic Bridge) de Kyoto (Japón), de Poetry and Discovery (Italia) y colaborador de la publicación poética italiana Margutte.
Por el carácter universal de su obra es invitado frecuentemente a dar recitales y conferencias en universidades y festivales internacionales de poesía en países tales como Argentina, Austria, Bangladesh, República Checa, China, Chipre, Corea, Croacia, Cuba, Egipto, Eslovaquia, España, Taiwan, Irlanda, Italia, Lituania, Macedonia, México, Mongolia, Nepal, Nicaragua, Rusia, Rumania, Serbia, etc. Ha sido nominado para el Premio Nobel de Literatura 2017.
Obras: “Cuarenta en la pared”, “¿Conoces el país? Meditaciones en la orilla del Lago Como”, “Palpable como la ausencia”, “Veinticinco y dos poemas de amor”, “Entre el silencio de tus labios”, “Conversación con el más allá”, “Amanece el cantor”, “El camino”, “Contraluz”, “En la corriente del tiempo. Meditaciones en el Himalaya”, “Desombrada luz”, “El rocío del alba”, antología, “La efímera flor del tiempo”, “Gotas de rocío”, haiku.
Sus poemarios han sido publicados en 28 países y 26 lenguas: entre ellas en castellano, chino, checo, eslovaco, alemán, italiano, japonés, macedonio, neerlandés, rumano, hindú, mongol, etc.
Distinciones (selección): Premio de Poesía P.G.Buckinx (Bélgica) con su poemario Conversación con el más allá; Doctorado honoris causa en literatura (Egipto) por sus méritos como poeta, traductor y editor de poesía internacional; Premio de Poesía Juan Alcaide (España) con su poemario En la corriente del tiempo, Meditaciones en el Himalaya; Premio “Pegasus” por la Mongolian Academy of Cultura and Poetry (Mongolia); Premio Mihai Eminescu por sus traducciones de poesía internacional en el Festival Internacional de Poesía de Craiova (Rumania); Premio Mejor Poema del Festival en Tetovo (Macedonia); Kathak Literary Prize (Bangladesh, 2015); “Grand Prix Mihai Eminescu” en el Festival Internacional de Poesía Mihai Eminescu 2015 (Rumania) y “Medaille Mihai Eminescu” por su promoción de la poesía internacional (Rumania, 2015 y 2017); JUNPA Legend Award (Kyoto, Japón, 2017); “Il Premio Speziale, Don Luigi di Lietro – Edición IX en el Capitolio de Roma (Italia, 2017); Premio de Poesía Internacional EASAL de la Academía European de Ciencias, Artes y Literatura (Paris, Francia, 2018); Certificate of Honor por su lectura “The Road” (El camino) al 3rd YiJing Summit Forum (Wuxi, China, 2018).
Germain Droogenbroodt ©
Como flor de un día
como puñado de nieve
que un instante brilla al sol
y se funde
lentamente se infiltra
se mezcla
y de nuevo se convierte
- en tierra.
AMANECER [2]
Germain Droogenbroodt ©
Lentamente
igual como se escribe un poema
surge de la nada
el amanecer
se desprende del silencio
y otorga luz
por todas partes aparece el verde
viático para el sol
que de la tierra
no aparta otra oscuridad
salvo la noche.
NO SIGAS DE LA NOCHE LAS ESTRELLAS [2]
Germain Droogenbroodt ©
No sigas de la noche las estrellas
sino río arriba la oscuridad
terrestre y palpable
no ahorres la limosna
comparte con los nómadas de la noche
el pan y el vino
arroja rosas en el alba.
EL OLVIDO [3]
Germain Droogenbroodt ©
La carcoma del olvido
escarba pasillos ciegos
en la tierna carne del cerebro
cosas importantes o anodinas
qué más da
- desaparecen
a veces
emergen en otra parte
a veces
se pierden para siempre.
¿QUÉ MÁS BUSCA LA PALABRA ? [3]
Germain Droogenbroodt ©
¿Qué más busca la palabra
en los posos del ser
sino lo insondable
que sin embargo existe?
como el agua del río
de la mano escapa
pero en el cántaro
su límite alcanza
su forma conserva
y sacia
como a veces
el poema.
Referencias:
[1] Del libro El camino.
[2] Del libro Contraluz.
[3] Del libro En la corriente del tiempo. Meditaciones en el Himalaya.
JASMÍN CACHEUX
(Xalapa, Veracruz, México, 1984). Su
nombre completo es Olga Jasmín Cruz Cacheux. Licenciada en Derecho y en
Ciencias de la
Comunicación. Estudió la maestría en Literatura en el Centro
de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos (CIDHEM).
Poeta, narradora, ensayista. Entre otros reconocimientos obtuvo el Premio
Nacional de Cuento Flores Magón (1996) y Mención en el concurso Alfonsina
Storni (2007). Publicó Rocío de mar
(2014), y ensayos sobre identidad y género en revistas de Latinoamérica y
Europa. En 2018 le ha sido otorgado el Premio Nacional en Narrativa Dolores
Castro.
CORRESPONDENCIA
Díganle que la he querido,
que estoy entera, dolorosa,
inexacta, nítida,
que sigo siendo,
que estoy, no duermo.
Díganle que he sido sustancial,
incorpórea
y que en su cuerpo desgranado
se quedó conmigo
la necia costumbre de ahogarme.
Díganle, por favor,
cuando
sea tarde
que le derrame la voz a las
estrellas,
para que nazcan y el cielo no se
encamorre,
como esta noche, mientras me marcho.
Díganle que la he querido,
que estoy desnuda, azuzada,
ovillada,
que estoy hendida,
y aún sigue latiendo fuerte
ese lugar casi extinto
en el dedo chico de su mano.
Jasmín Cacheux © (de Creaturas cotidianas)
La nostalgia debe llamarse faraona,
debe ser un poco virgen, un poco
puta,
estar muerta, arrojada.
Debe llorar cuando no la encuentran,
A tragos grandes, con café y de
noche.
Llamarse cielo verde, reventarse,
almidonarse las solapas y salir por
la boca,
tragada, masticada, invertebrada.
La nostalgia debiera amarrarse al
cuello,
apretar de a poco,
arrugarse,
parirse por el ombligo,
matarse a carcajadas.
Jasmín Cacheux © (de Creaturas cotidianas)
TONI PRAT
Poeta visual. Su nombre completo es Antoni Prat Oriols (Vic, Barcelona, 1952). Cursó estudios de Ingeniería Mecánica, Escultura y Fotografía.
Ha realizado múltiples exposiciones y presentaciones de sus poesías visuales y ha editado libros sobre la especialidad.
Más información sobre sus obras y trayectoria en Suplemento de Realidades y Ficciones:
RICARDO ARIZA
(Cuernavaca, Morelos, México, 1973),
poeta, periodista, editor. Dirigió los periódicos Postal y El papel cultural.
Fue jefe de redacción del diario La
Opinión de Morelos. Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes y del
Fondo Nacional para la
Cultural y las Artes. Es jefe de editores de la editorial
SelloImpreso.
Publicó el poemario El título es consecuencia del azar, y es
autor de cuatro libros.
Los pies de
la bailarina
Ricardo Ariza ©
(del libro Anatomía del artista)
Los pies de la bailarina no tienen
casa
si no es la habitación del aire.
En el aire el día acaba
y el fuego se extiende
hacia noches interminables;
noches para rodar
sobre duelas y risas
o sobre mantos de duelo
a través de la tormenta y del
trueno. Contradicciones de la anatomía:
los pies calzados de nubes
precipitan
la lluvia por las mañanas.
Alados, saludan al sol,
derretidos en su corporeidad de
caballos.
Tienen rostros de animales
hechos de madera
o de barro improvisado.
Los pies son cisnes
cuyo plumaje se enloda
en el agua verde del lago.
Se sostienen en el filo del viento,
mentirosos,
como Hermes o como Pegaso.
Alguna vez quisieron volver a la
tierra,
pero los aplausos
—al final de las funciones de gala—
los mantuvieron en el aire
—como a esas moscas que ya no
se atreven a volver
a los cuerpos despiertos—.
Marginalia
Ricardo Ariza ©
Visiblemente trastornado
Eras ángel del atardecer
Dibujante en alas de acetileno
Que no contemplará la furia
De tantas páginas escritas.
El laberinto de los días
Se abrió para ti
Con la clave designada
Y vivir era estar atado a la
melancolía
De un constante ir al tumbo de los
mares.
Animal de juegos en barcos de papel
Que atracaron más rápido que
La isla en dibujarse en ese mar
ignoto
De la infancia.
Eras solo el traje de luces
Que vistieron tus años niños
Entre alevosa utilería de fantasmas
Las horas muertas frente a la
ventana.
FERNANDO NEGRETE
Nació en 1942 en la calle
Goicoechea, hoy desaparecida, a cincuenta metros escasos de la torre vieja del
Pilar, y vivió en el otro Arrabal, donde las peleas a golpes eran harto
frecuentes, en Zaragoza, España, ciudad en que reside. Su nombre completo es
José Fernando Negrete Gaspar.
Aprendió a leer antes de los tres
años, lo que le permitió empaparse (antes de lo conveniente, según él) de los
libros de la biblioteca de su abuelo, uno de los repatriados de las Filipinas.
Estudió con los Maristas, terminando el bachillerato, a los quince años, y el
PREU, a los dieciséis. Sus mejores notas las obtuvo en latín, filosofía y
matemáticas. A pesar de eso, sus padres quisieron que fuera aparejador, carrera
con la que se ganaría mejor la vida y que estudiara en Madrid. Colaboro con
constructores, promotores y arquitectos, compaginando su vida profesional con
el trabajo como funcionario por oposición.
Ha escrito una novela, Tenía que haber una explicación
(Zaragoza, Mira Editores, Sueños de tinta, 2017). Nos ha enviado narraciones
cortas, de las que hoy publicamos algunas.
Fernando Negrete ©
Cada vez que viajo por la autovía
desde Zaragoza a Huesca, lo recuerdo angustiado y un escalofrío recorre mi
cuerpo poniéndome la piel de gallina.
Fue una mañana a finales de agosto
cuando las rastrojeras levantan tiesas apenas un palmo del suelo y podrían
utilizarse como lecho de faquir, y los caracoles ya habían corrido a subirse a
los bordes de los ribazos en cuanto el sol anunció su luminosa presencia sin
asomar aún por el horizonte.
Había salido a media mañana de
Almudévar, mi pueblo, y bajado de sus alturas a los campos de cereal ya
recogido. Mi intención era coger unos cuantos caracoles porque le había
prometido a Ángela, mi mujer, un puñado de esos bichos para enriquecer el
rancho que sería nuestra comida.
Al llegar a la acequia encofrada y
levantada del suelo con arcos que la convertían en un pequeño acueducto, la
estúpida sonrisa de Estrapalucio me saludó pontificando y enseñándome su red
llena de cascarones:
—No encontrarás ya ninguno, has
bajado demasiado tarde y estos no son tontos porque ya están crecidicos y solo
salen de noche.
—Ya lo sé, Estra, pero solo los
quiero para acompañar un rancho y tengo un par de horas para cogerlos, además
si no encuentro o encuentro pocos tampoco pasa nada.
A mi paisano, su padre le había
puesto ese raro nombre porque su enorme cabeza, cuando nació, había desgarrado
de tal manera las bajeras de su madre y provocado tal estropicio, que el nombre
le venía al pelo.
Me separé de él para que no supiera
mis artes y trucos para encontrar los cornúpetas y me alejé dos tablas más
abajo de su posición.
Había una luz extraña en el ambiente
que me había llamado la atención ya en la amanecida, y las nubes pasaban con
gran prisa como si no quisieran asistir a no sé qué desastre. Por si acaso me
puse a la tarea sin alejarme mucho del pequeño acueducto para poder refugiarme
bajo sus arquitos si caía pedrisco.
A la media hora de rascar ribazos y
haber ensacado un kilo escaso de caracoles, decidí dejarlo y me senté pensando:
«Qué a gusto me fumaría ahora un cigarrillo».
No podía ser, había dejado el vicio
cuando un paquete de tabaco costaba lo mismo que un kilo de carne, y yo, que
tantas veces había criticado a los drogatas por gastarse el sueldo en un día y
vivir el resto del mes agobiando a los padres cuando no a los abuelos, quise
ser coherente con mis ideas y dejé el maldito cigarrillo.
De pronto el cielo se cubrió de
nubes negras dando la sensación de una atardecida prematura y cuando escuché un
gran trueno sin haber visto antes su mensajero el rayo, corrí a refugiarme de
la posible pedregada, pero la tormenta no descargó.
Así estaba, pensando sin pensar,
cuando cerca de mí vi asomar por el borde de un ribazo un trozo de plástico
bastante rígido y me puse a tirar de él para llevármelo y arrojarlo en el
basurero.
Fue mucho más difícil de lo que
pensé, porque al tirar con fuerza comprobé que se trataba de la funda de un
traje que además contenía una chaqueta negra. Al extraerla de su funda pude
comprobar que se encontraba en un estado impecable como si la hubieran enterrado
aquella misma mañana.
En ese momento justo, un trueno
escalofriante estalló sobre mi cabeza al tiempo que una centella golpeaba el
suelo a pocos metros de mí.
«¡Vaya! Una tormenta seca, dicen que
esas son las peores y yo aquí a cuerpo gentil» —pensé.
Me quedé esperando agachado un par
de minutos el siguiente rayo, pero este no se produjo y seguí inmóvil sin
soltar la chaqueta.
Hoy no sé por qué lo hice, pero lo
hice, rebusqué en todos los bolsillos y comprobé que estaban vacíos, pero yo,
que había tenido en tiempos una chaqueta parecida, seguí buscando el bolsillo
escondido y lo encontré.
Recordé también que en aquella
chaqueta y en un bolsillo escondido era donde guardaba, para que madre no lo
encontrara, el resto del medio paquete de cigarrillos que compraba cuando era
mocé a las agüelicas de la cesta —¿qué habrá sido de ellas?—, y fui derecho a
ese cado.
Allí estaba un paquete medio
arrugado conteniendo tres cigarrillos Bisonte, mis preferidos en la niñez.
Cuando toqué aquel viejo paquete con
mis dedos y comprobé su contenido, sentí cerca de mí como una fuerte
respiración asmática y entonces, muy asustado, lo solté de inmediato y me quedé
escuchando. ¿Lo había imaginado?
Dejé pasar un par de minutos más
hasta convencerme que habían sido imaginaciones mías y volví a introducir mi
mano derecha en el bolsillo escondido, pero ahora procurando no tocar el
paquete de tabaco y esperando algún sonido extraño que no se produjo.
Un violento viento solano despertó
entonces haciéndome elevar mi vista al cielo. Los viejos hablaban sobre este
tipo de tormentas diciendo: «Dicen que las peores tormentas son las que
proceden del sureste», y empecé a preocuparme.
En un estúpido gesto cerré mi mano
sobre el paquete y lo saqué rápidamente de un golpe.
Fue entonces cuando, al dejar la
chaqueta en el suelo, comencé a escuchar sonidos extraños acompañados de una
respiración angustiosa. Eché a correr asustado y al mirar hacia atrás vi
alzarse una pequeña nube de humo negro que salía de la maldita chaqueta. Ahora
escuchaba claramente un sonido ronco: ¡Ío, ío, ío...! Acompañado de una
respiración jadeante cada vez más acelerada y angustiosa, y sentí un escalofrío
que convirtió mi cuerpo en un tembloroso diapasón insonoro.
Ya a cierta distancia me quedé
parado mirando el humo que salía de la chaqueta e instintivamente saqué uno de
los cigarrillos del paquete y me dispuse a encenderlo esperando
acontecimientos.
—¡Ío, ío, ío...! —creí escuchar.
Los gritos ahora eran demoníacos y
la respiración era como la de una enorme caldera de carbón con la boca de carga
abierta.
La pequeña nube de humo negro
comenzó a moverse hacia mí, primero despacio y después acelerando, entonces fue
cuando escuché claramente lo que repetía implacable aquella horrible voz:
—¡¡Mío, mío, mío...!!
Corrí horrorizado buscando ayuda en
derredor y cuando vi a mi paisano Estrapalucio encontré la salvación y le grité
mostrándole el paquete de tabaco:
—¿Te apetece un pitillo, Estrapa?
El pobre sonrió con esa estúpida
sonrisa suya y bajó repetidamente la cabeza asintiendo.
En ese momento yo sentía muy cerca
de mí aquel extraño jadeo y escuchaba la voz que repetía cada vez más fuerte y
roncamente:
—¡¡¡Mío, mío, mío!!!
No tuve piedad de él, arrojé el
paquete de cigarrillos a mi paisano y corrí como un caballo desbocado.
Noté como el jadeo se alejaba, volví
la cabeza y me paré. Lo que vi entonces me heló el alma; mi paisano había
sacado un cigarrillo del paquete maldito y lo introdujo en su boca con
intención de encenderlo, yo grité arrepentido de mi acción cuando la nubecilla
se acercó a él:
—¡Nooooo!
Cerré los ojos aterrado y los volví
a entreabrir al escuchar de nuevo la terrible voz:
—¡¡¡Mío, Mío, Mío...!!!
Cuando Estrapalucio prendió el
cigarrillo, la nube lo absorbió y de pronto...
Una gran llamarada lo envolvió
haciéndolo desaparecer por completo en pocos segundos quedando únicamente una
enorme mancha negra en el rastrojo.
Sentí, mejor dicho supe, que la
extraña nubecilla me miraba como si tuviera vida, luego se giró en redondo
dirigiéndose hacia la chaqueta maldita.
Lo que sucedió a continuación fue
aún más increíble porque aquella pequeña nube se introdujo en la chaqueta, esta
se envolvió en su funda y se enterró en el borde mismo del ribazo donde lo
encontré, no sin antes gritar desaforadamente:
—¡¡¡Mío, mío, mío...!!! —desapareciendo.
Corrí como alma que lleva el diablo
mientras descargaba sobre mí una pedregada que amenazaba con descalabrarme y no
paré hasta coronar el cerro del pueblo.
Al llegar allí había escampado, el
sol lucía brillante y me paré para recuperar el resuello, después, ya calmado,
me dirigí al estanco y pedí un paquete de cigarrillos Bisonte. Pabla, la
estanquera, una mujer mayor y muy abundante, se quedó mirándome sorprendida e
incrédula y me dijo:
—Tendrá que ser otra marca porque
esa ya no la fabrican hace ya muchos años, cariño.
Compré un paquete de no sé que
marca, lo abrí, me dirigí a la roca despeñadero del pueblo y arroje la mitad de
los cigarrillos monte abajo esperando, tal vez, con este gesto pagar mi pecado
y calmar a no sé quien, luego encendí con miedo un cigarrillo esperando
acontecimientos, pero no sucedió nada y por fin marché a casa.
—¿Dónde están los caracoles, marido?
¿Ya estás fumando otra vez?
Con estas palabras me saludó Ángela,
mi mujer, y yo no supe que decir, me encogí de hombros, la besé en la frente y
me comprendió porque ella también fuma, pero cuando me quitó el cigarrillo de
la boca y gritó: —¡Este es mío!—un escalofrío me sacudió el cuerpo.
Desde aquel día no he vuelto a fumar
y cuando tengo que viajar a Huesca desde Zaragoza por cuestiones de trabajo,
rara vez tomo la autovía inacabada para los restos, Sagunto-Francia, y voy por
la carretera de Sariñena cruzando la maravillosa e impensable Sierra de
Alcubierre en el borde de los fantasmales y maravillosos Montes Negros, quizás
su último vestigio.
No me importa pasar por todos los
pueblos que visita esta carretera, aunque en el primer pueblo que atraviesa,
Villamayor de Gállego, antes pedanía rural de Zaragoza, fue donde fumé —maldito
sea aquel día— el primer cigarrillo ofrecido por un chico mucho mayor que yo,
el cual me dijo en plan borde dándome un pitillo:
—¡Toma, chaval, hazte hombre y fuma
de una puta vez!
Cuando recuerdo a aquel idiota,
después de tantos años, le pongo la cara de mi paisano Estrapalucio y entonces
sonrío estúpidamente como sonreía él, es como si la venganza por iniciarme en
el tabaco estuviera servida.
¿Fue todo un sueño? Tal vez, pero
desde entonces nunca volvimos a ver por el pueblo a mi paisano Estrapalucio.
FEDERICO LUIS BAGGINI
Nació el 11/8/1987 en Buenos Aires,
Argentina. Reside en Villa Santa Rita y es bibliotecario en la Asociación Cultural ,
Social y Biblioteca Popular “Helena Larroque de Roffo” (Villa del Parque), de
esa misma ciudad. Licenciado en bibliotecología (2012) por el Instituto de Formación
Técnica Superior.
Distinciones: Primeros premios en
Concurso “Nuevos escritores”, Maracaibo, Venezuela; en Concurso “Nueva
Literatura”, Tandil, Argentina y en Concurso “Renglones por la Paz ”, Hernando, Argentina.
Cuarta mención en Concurso “Cartas de amor”, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Primera mención en Concurso “El cuento del día”, Virtual – Facebook, El cuento
del díaicar.car.
Enlaces a publicaciones
electrónicas: http://www.federicobaggini.com/escritura
Obras: Acariciapájaros y otros cuentos (2012), Repeticiones, reiteraciones. (2016), Agonías (2016). En los tres casos en Buenos Aires, edición sin
marca editorial.
Más sobre su trayectoria y obras
literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 74:
QUÉ DECIR
Federico Luis Baggini ©
Yo me arrojé al entrevero,
Arrogante, indefenso,
Un puñal mordido
Entre dientes.
Y nada he cometido,
Aquí me encuentran sentado,
A la vera de la travesía.
He sido a veces el sueño que siempre
solo se sueña,
Y en aguas se llora.
Doy los pasos sin huellas,
Me preludio contrariado de una caminata
entre rieles.
Yo era un acaso,
Colmena de latidos fulgentes,
que ilumina al Platero y yo.
Un extraviado olor a sal,
Un fuego
El vacío.
Su diapasón
Al borde
El desgarro de una ceniza.
GRIS
Federico Luis Baggini ©
Me preocupa tu recurrencia
los servicios del vez en cuando
llamaradas, desfile de chirridos
De cualquier forma,
así pasan los días,
así mueren,
entre los colores de la orina
cuando casi enferman
la palidez y los pálidos
Entonces, me preocupo aún más
tal vez no por la poca cosa
de lo que latís en la actualidad,
sino por el porvenir, por aquello
aún estéril
aún aluvión
aún guerra
aún patógeno
aún vos.
ENRIQUE CAVESTANY
Dibujante en El País de Madrid
(1978-2008); ilustrador y colaborador en: Revista de Occidente, La Estafeta Literaria ,
Informaciones, Sábado Gráfico, Gentleman, Televisión Española; programa de
mobiliario para la firma Kalon de Madrid (1977-1978), entre otros. Comisario de
la exposición “La Prensa
Ilustrada , Madrid 1976-2008”, inaugura La Mandrágora en Madrid
(1978), presidente de la
Asociación de Artistas plásticos de Madrid (1996), cofundador
de la Entidad
de Gestión de derechos de autor de artistas plásticos, VEGAP (1991). Trabajó
como escenógrafo en Stadsteater de Goteborg, Suecia (2012 -2013).
![]() |
Mural calle Embajadores El Rastro, Madrid (Enrique Cavestany) |
Publicaciones: Cangrejo de alta mar (Madrid, Ed. Istmo, 1971, Una cueva diluvial en la
Cava Baja (Madrid, Fundación Enrius & Trama
Editorial), El Mundo Perdido de Los
Oparvorulos (Diputación de Cuenca, Fundación Antonio Pérez, 2007), Gángsters & Falleras (Madrid, Bubok
Publishing, 2011), Guilhem, una historia
caníbal (Madrid, Ed.Libros.com, 2016).
Distinciones: Primeros premios de la Agrupación de
Decoradores por su proyecto para el Pabellón Español en la Feria de Zagreb (Ex
Yugoslavia, 1969) y en el Concurso Nacional de Acuarela (1973), premio en el
Concurso para diseño de mobiliario SKAI (Esàña, 1973) y de proyecto para diseño
tarima flotante. TAFISA (1975), primer premio de la V convocatoria del Premio Adaja
de Pintura. Ávila (España, 1980), mención de honor en la Bienal de Pintura Gran
Duque de Alba (Ávila, 1982).
Obras en:
Museo
Municipal de Arte Contemporáneo (Madrid), Museo de Bellas Artes de Castilla-La
Mancha (Albacete), Museo del Dibujo (Castillo de Larrés, Huesca), Museo de Arte
Contemporáneo Las Carmelitas (Cuenca), Colección Banco Hipotecario (Madrid).
Obras en
paseos públicos: Escultura “La bicicleta de Leonardo da Vinci” en autovía de
circunvalación Badajoz, Extremadura, y Mural en la Plaza de Cascorro, por
encargo del Ayuntamiento en Madrid (1983).
DE OCHO A
CUATRO
Enrique Cavestany ©
8 A.M. Te dispones a salir de casa a
toda prisa decidido a no llegar otra vez tarde a la oficina.
8,17 A.M. Algo no va bien, pero no
acabas de saber exactamente de qué se trata. Bueno, déjalo, no será nada
importante.
8,25 A.M. Ya en la escalera, te das
cuenta de que te falta una pierna.
8,27 A.M. La situación es
comprometida pues consideras inmediatamente que Don Saturio no te permitirá
entrar a la oficina sin pierna.
8,39 A.M. Hay que encontrar la
pierna a toda costa. Los niños, han sido los niños... Habrán estado jugando con
ella a los paralíticos y vete a saber dónde la han dejado luego.
8,55 A.M. ¡Vicentaaa, no encuentro
mi pierna y son casi las nueve!
9,15 A.M. Tienes que enfrentarte a
la realidad, dice Vicente, que no han sido los niños. La pierna se la ha
llevado el lechero que hace tiempo que le iba detrás con ganas.
9,30 A.M. En la calle, y
lamentándote de tener que volver a usar las muletas del tío Mariano, corres
hasta la parada del autobús.
9,55 A.M. Llegas a la oficina justo
a tiempo para evitar que te cierren la puerta sobre la otra pierna.
10,15 A.M. Congestionado y jadeante
te sientas a tu mesa frente al ordenador, con hora y media de retraso. Sientes
las turbias miradas de tus compañeros que te echan en cara tu falta de
puntualidad (claro, a ellos no se les ha perdido ninguna pierna).
10,25 A.M. Don Saturio te abronca
mientras descubre que, encima, vienes cojo. Te abronca más.
10,35 A.M. Por si la bronca no fuera
suficiente, tienes que soportar los consejos del jefe acerca de la conveniencia
de tener varias piernas de repuesto que puedes guardar en la taquilla, que para
eso está.
10,40 A.M. Consideras en silencio
que con la mierda de sueldo que cobras no te llega para nada, y menos para unas
piernas de repuesto.
11,15 A.M. Por el hueco del muñón
empiezan a salir los gusanos. ¡Lo que faltaba! Si le cojo al lechero, se va a
enterar.
11,20 A.M. Le pides a Manoli por
favor, un sobre para ir metiendo los gusanos pero ella te dice que es mejor
recogerlos en el cenicero, y que no es por no darte el sobre ¿sabes?, es que me
parece una tontería , teniendo ese cenicero con tapa que además, desde que está
prohibido fumar, ya no sirve para las colillas.
12,13 P.M. Los gusanos salen hoy
mucho más despacio que de costumbre, la verdad es que hay días en los que más
valdría quedarse en la cama.
12,29 P.M. Con el cenicero lleno de
gusanos te diriges a los lavabos.
12,33 P.M. ¡Lorente, acaba pronto,
por favor, que tengo que usar el retrete!
12,45 P.M. Sale Lorente pálido y con
los ojos hinchados y enrojecidos. No los tires por favor, guárdamelos que mi
sobrino me los pide todos los días. Perdona Lorente, siempre se me olvida lo
del niño.
12,50 P.M. Lorente envuelve los
gusanos en papel higiénico y se los guarda en el bolsillo del pantalón mientras
empapa de sangre un pañuelo.
12,55 P.M. Acompañas a Lorente hasta
su mesa sujetándolo por debajo de los brazos procurando no mancharte de sangre.
Sí. es que es una barbaridad lo que haces Lorente, te lo digo siempre, si no
sabes cortarte las uñas como todo el mundo que te las corte tu mujer, o tu
cuñada, no sé pero vamos, cortarte los dedos de esa manera con unas tenazas, me
parece una cosa innecesaria.
14,45 P.M. Se acerca la hora de la
salida y tecleas cualquier cosa en el ordenador de Lorente, que sigue todavía
sin dedos, para que no se dé cuenta don Saturio y porque es un buen compañero y
sabes que hasta por la tarde a última hora no le brotan los otros dedos. Pero
hombre, joder Lorente, es que con estas tonterías pierdes toda la mañana.
16 P.M. El lechero te jura que él no
tiene la pierna.
VÍCTOR ELIGIO GIMÉNEZ
Nacido y residente en la Provincia de Misiones,
Argentina. Licenciado en psicología. Narrador y poeta. Autor de los poemarios Existencia (2006) y Profundidades (2012), Editorial Universitaria de la Universidad Nacional
de Misiones.
Primer Premio en el Concurso de
Poesía “Alberto Szeretter”, SADE - Misiones (SADEM) en el año 2003. Mención de
honor en diversos certámenes nacionales literarios. Ha participado en varias
publicaciones locales.
Más de sus obras en Suplemento de
Realidades y Ficciones Nº 76:
SEÑORITA
DE BARRIO
Víctor
Eligio Giménez ©
Con esa piel cetrina que exhala su
fragancia
y ese andar de cintura y caderas
convocando,
así, muchacha pueblo, corteza de la
tierra,
frescura y sencillez, es el candor
del barrio.
Con el cabello suelto, con el pudor
intacto,
preciosa cenicienta que observa sin
mirar;
los libros o el trabajo, los pies o
el colectivo,
y sábado a la noche licencia de
soñar.
Distancia sin delirio, sabor hecho
sonrisa,
fantástico motivo para capitular;
sin humos palaciegos y sin
complicaciones,
un poema, una rosa, un beso y a
bailar.
Señorita de barrio cercana a lo más
simple,
amor almacenado queriendo derramar;
que no hay mujer más dulce ni más
enamorable
que la que pisa barro para buscar el
pan.
A PESAR Y
EN TU GRACIA
Víctor
Eligio Giménez ©
A pesar de la furia
con que a veces me tratas
yo te amo, poesía,
compañera frecuente.
A pesar del desgarro
que me vas alumbrando
yo te amo, poesía,
peligrosa pendiente.
A pesar de las tripas
que me vas desnudando
yo te amo, poesía,
visceral y latiente.
Purificas mi sangre
del hedor de sus mares
y traspasas tinieblas
con tu verbo caliente.
DESPROTECCIÓN
Víctor
Eligio Giménez ©
El paso del ser humano por la luz de
la vida está poblado de puntos demasiado oscuros, de situaciones que la
historia, en su intento por narrar y explicar el proceder del hombre, ni
remotamente llega a comprender. Porque la vida está compuesta mayoritariamente
por acontecimientos no históricos, no trascendentes sino inmanentes.
La vejez y la pobreza suelen
componer una asociación perversa, impía, de una cotidianeidad avasallante. Un
perfil apenas de los muchos que posee la condición humana.
Así es que hoy puedo observar al tío
Juan, otrora joven emprendedor con ciertas soluciones a ofrecer y ciertos
recursos que exhibir. Hoy, ya septuagenario, se aferra a la vida a través de un
tubo de oxígeno que le permite, por ahora, enfrentar a su crónico enfisema
pulmonar. La enfermedad se llevó los últimos ahorros, la jubilación es insuficiente,
los últimos años ya no dejaron producir. Hoy solo existe en el recuerdo
—principalmente en el suyo— aquel hombre de vital importancia que supo ser para
su entorno. Hoy requiere una enfermera diaria, una mochila de oxígeno más
sofisticada que le permita desplazarse; y que el tiempo pase lenta,
cautelosamente.
Me pregunto qué importancia podría
darle un hombre en su situación a las noticias que le acerca el periódico que
reposa sobre su cama. ¿Qué puede importarle la bomba que explotó en Irak…?, ¿qué
relevancia tendrá para él la publicitada marcha contra la globalización o al
menos la crisis de los tealeros en el interior de la provincia…? Está demasiado
enfermo. Le cuesta respirar. Está viejo y sin dinero. Se trata de sobrevivir
apenas, y nada menos.
Hoy aguarda la visita de seres a los
que antes visitaba generosamente predispuesto. Una hora de recuerdos estará
bien…
En la infinita soledad de su
desgracia sabe que el final es un ave rapaz, águila o carancho, que está
esperando frente a él y se aproxima (cuando uno es joven y sano también sabe
que va a morir, pero uno no le siente las pisadas a la muerte).
Me sigo preguntando. ¿Qué fantasmas
atroces y malvados acuden a su memoria en sus horas más aciagas…?, ¿qué
recuerdos de la primera infancia hoy se afirman para hacerle compañía…?, ¿qué
culpa o qué traición guarda ese hombre…?, ¿qué decepción lo ha resignado…?, ¿qué
dolor íntimo está dispuesto a llevarse con él cual una herida intransferible
del combate…?
Hay poca claridad. De a ratos, aún
más se agita la respiración. Afortunadamente, despiertan sus nietos y le
arriman su inocencia, su ternura, su simpleza; aunque también —supongo yo— la
conciencia de que si el futuro es de ellos, él no puede incluirse en ningún
proyecto más o menos mediato. Es así. La biología se preserva a sí misma
renovándose. Hay que ceder espacio a los que vienen desde atrás, con otra
fuerza. Es lógico, pero puede doler si se piensa que antes ellos no existían y
uno tenía el control -o eso parecía- del tiempo cronológico. Alguna vez también
pasó que mientras se apagaba la vida del abuelo o de aquel padre, uno accedía a
potenciar su propio tiempo.
Se puede decir que en la vejez todo
se complica, en demasía. Hay múltiples ejemplos diariamente. El cuerpo se
debilita, las energías escapan. Las enfermedades persiguen, acorralan,
modifican destruyendo.
Pronto me di cuenta de la crueldad
de la vejez, de cómo transformaba nuestro rostro, nuestro cuerpo, nuestras
posibilidades, nuestras esperanzas, de cómo podía deteriorar incluso conducir a
la demencia. Lo que me resulta ingenuamente novedoso es el estrecho vínculo que
la vejez tiende a propiciar con la pobreza económica, que en esta etapa de la
vida se consolida como la pobreza más peligrosa. Posición económica que a
priori no significa indigencia, que abarca una amplia franja; en la vejez la
pueden potenciar todos aquellos que no son millonarios o poderosos. Porque
vejez es debilidad, imperiosa necesidad de cobertura médica, remedios
constantes, cuidados especiales, improductividad. Y en la corta o en la larga
es urgencia económica, aun en sus distintas medidas.
Todo cambia en la vejez. Nuestra
importancia, nuestras posibilidades de elección, nuestras prioridades, las
prioridades de los demás… En los tiempos actuales, es muy difícil sentirse un
anciano digno. Aunque lo fuese. Pienso en tantas personas de trabajo que conocí
y conozco, que alguna vez protegieron y fueron suficientes, con defectos y
virtudes, con errores y aciertos, pero autónomos y fuertes. Y luego tan
desprotegidos. La realidad de tantos viejos… ¡Cuánto horror!
Siempre me sugirió que era un
nostálgico que no tenía con quien nostalgiar. Sus silencios sabían ser
notablemente elocuentes. Ayer estuve con él, con mi tío Juan. Y me llamó la
atención la cantidad de veces que memoró a su padre, muerto hace más de treinta
y cinco años. ¿Será que se están acercando…?, ¿será que está volviendo a él…?
Si es que la alcanzo, ¿qué
humillaciones me embargarán en la vejez…?, ¿cómo evitarlas…?
Porque finalmente se confirma el
carácter individual de la existencia, y uno queda irremediablemente solo ante
su noche inexorable. Y nadie, ni siquiera una hija con la sensibilidad que
tiene la hija del tío Juan, puede ampararnos lo necesario ni puede descargarnos
de nuestro fin. Que es personal, definitivamente personal.
JORDI MATAMOROS SÁNCHEZ
Nació en Badalona (Barcelona),
España, en 1967, ciudad en que reside. Cursó tres años de filosofía y letras en
la Universidad
Pompeu Fabra de Barcelona.
Le gusta ahondar en aquellos temas
que hacen aflorar los sentimientos, fusionando un mundo ficticio y real,
haciendo referencia a la dualidad humana y a todos esos miedos sobre los que no
queremos ni pensar a pesar de conocer su existencia.
Autor de El gran cultivador (septiembre 2012), obra finalista en “La isla de
las letras”, En un segundo (marzo
2014), Cataluña, golpe a la violencia de
género (octubre 2014), El círculo de
humo (abril 2015) y La Biblia Aria (2017).
Coautor de Cataluña, golpe a la
corrupción (junio 2013).
Más sobre sus obras en Suplemento de
Realidades y Ficciones Nº 71:
@jordimatamoros
QUIZÁS
MAÑANA
Jordi Matamoros Sánchez ©
Era de noche. La carretera
secundaria estaba mal iluminada, quizás fue por eso o quizás por la excesiva
velocidad de aquél auto, pero lo cierto es que el conductor no llegó a ver el
camino de tierra que se adentraba en el bosque.
El camino estaba medio sepultado por
la vegetación y únicamente era transitable a pié. No tendría más de doscientos
metros e iba a parar a una solitaria casa de madera.
A primera vista parecía abandonada,
solo la débil luz de una vela a través de una ventana indicaba que allí vivía
alguien.
Tres años antes, cuando la compró
aquel matrimonio, huyendo de la ciudad para iniciar una nueva vida, el aspecto
era muy diferente, pero las cosas, a veces, no son como las esperamos y ella no
se adaptó bien al lugar.
“Juan, no sé si me adaptaré”,
dijiste cuando la compramos, y lo dijiste cada día durante todo el primer año.
“Juan, volvamos a la ciudad; Juan, aquí no puedo vivir; Juan, me ahogo aquí
sola; Juan, necesito ver gente; Juan, me deprimo….”, así todo el puñetero año.
Parece mentira como han cambiado las
cosas. El primer año me insinuaste varias veces la posibilidad de dejarme,
supongo que después de aquella discusión tan fuerte te calmaste, pero me
desilusionaste tanto qué, desde entonces, cada día me digo lo mismo: “quizás
mañana te deje abandonada”.
Tú ya ni me miras, ni me hablas… Eso
me entristece porque, en el fondo, aún te quiero.
“Quizás mañana te deje”, pero no sé
si soportaría no verte más, no sé si soportaría no volver a oler tu presencia,
quizás mañana te deje…
Diciendo esto, Juan, como cada noche
desde hacía dos años, volvió a cerrar el baúl donde había metido el cadáver de
su mujer después de degollarla.
SUPLEMENTO DE REALIDADES Y
FICCIONES
Nº 81 – Marzo de 2019 – Año X
Nº 81 – Marzo de 2019 – Año X
ISSN 2250-5385
Exp. RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ del 18/10/2018, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.

Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 75:
Colaboradores

Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 78:

Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
@mon_villarreal
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
@RyFRevLiteraria
@RyF_Supl_Letras
Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.
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