viernes, 14 de junio de 2024

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES

Nº 102 – Junio de 2024 – Año XV

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral


Inscripción gratuita como LECTOR o COLABORADOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

“Dibujo de colibrí”
Mònica Villarreal (2024)
(Grafito sobre papel, 12" x 9")
 
Sumario:

• Jorge DÍAZ ÁLVAREZ (Cuba - Estados Unidos)
• Carmen BERLANGA CASTAÑO (España)
• Ernesto RODRÍGUEZ DEL VALLE (Cuba - Estados Unidos)
• Sandra LÓPEZ PAZ (Argentina)
• Claudio Iván REMESEIRA (Argentina - Estados Unidos)
• Manuel Fernando ESTÉVEZ GOYTRE (España)
• Isabel FURINI (Argentina - Brasil)
• Paula CASTILLO MONREAL (España)
• Norberto PANNONE (Argentina)
• Norma DUS (Argentina)
• Salomé MOLTÓ (España)
• Jairo Manuel SÁNCHEZ HOYOS (Colombia)

 

 

JORGE DÍAZ ÁLVAREZ

Nació en La Habana, Cuba. A la edad de dieciocho años inició sus estudios de pintura. Poco después realiza un viaje a África donde reside durante cuatro años, lo que le permite obtener una mejor experiencia del arte de dicho continente, Luego se traslada a México y finaliza sus estudios de pintura en la Academia Fager. En 1994 establece su residencia en Caracas, Venezuela, hasta el año 2000. Ese año se traslada a Estados Unidos donde reside en la actualidad.

• Exposiciones de pintura: Ha mantenido unas 36 exhibiciones individuales (varias de ellas permanentes) en importantes galerías de arte de Estados Unidos, Venezuela, Argentina, Brasil, Honduras, Cuba y Guinea Bissau, entre los años 1980 a 2024.  Ha mantenido unas 35 exhibiciones colectivas seleccionadas en galerías importantes de esos mismos países, entre 1980 y 2012. Ha mantenido también obras en muestras permanentes con el artista Gerardo Verdugo.

• Premios y reconocimientos: La señora Addis Esturo se basó en su obra para hacer su tesis de grado sobre arte en la Universidad de Miami (Florida) en 2012. Primer premio en la Feria de Arte de La Habana, Cuba (1993), que ilustró el libro “El Aro de Fuego” del escritor Sergio Fiallo en 2001. Body Painting Casa Juancho (Miami, 2003) y Professor Alas School of Art (Miami, Florida). Tiene asimismo obras en museos, bibliotecas y centros culturales de Arkansas, Carolina del Norte, Texas y Florida de Estados Unidos. Su obra ha sido muy destaca por críticos de arte en diversos medios periodísticos y televisivos de Estados Unidos.

jorgediazart@yahoo.com


 

DONDE AÚN ALUMBRA EL SOL

Jorge Díaz Álvarez ©

 

La muchedumbre intenta cobijarse en cualquier sombra

en la plaza mayor, los rayos del ardiente sol,

que está parado en la mitad del día le sofocan,

caminan entre millones de esperanzas y montones de

desesperanzas, comentando en susurros los sucesos del día,

esperando que ocurra un milagro, tal vez una fuerza divina

extienda su mano para ayudarles a mitigar sus frustraciones,

todas aquellas con las que arrastran desde hace muchos años,

por un mañana que no llega y siempre es mañana,

por todas las razones que los hace soñar con un futuro

en otros confines del mundo, que los aplasta en sus arenas,

que no los deja sembrar en su huerto,

que los hace soñar con cosechas ajenas, con cosechas lejanas.

 

Una flecha cruza veloz, para clavarse en el único árbol,

que habita en la plaza, es el corazón de la ciudad

que palpita levemente, calentado también por el sol

que está parado en la mitad del día,

el árbol de la plaza ese donde se clavó la flecha

será juzgado por testificar sobre montones de incendios,

millones de derrumbes, por ser testigo de la crueldad

del Monarca, por estar ahí cuando la ciudad se desploma

sobre sus piernas y el polvo se esparce para que no puedan

respirar, porque es una fórmula eficiente para economizar

oxígeno, mientras la flecha clavada en su costado va pariendo

hermosas manzanas verdes, para demostrar que hasta un metal

es fértil en esa tierra de diferentes matices.

 

Necesitan un puente, porque existe un abismo

entre las casas vacías que rodean la ciudad

y el jardín florecido con que sueñan los que caminan por la plaza

tratando de cobijarse del sol, los que caminan por el lugar

donde murió la esperanza, los que van vendiendo su cuerpo

al mejor postor por ser la forma más eficaz de ganarse

el pan nuestro de cada día, donde se empeña en alumbrar

el sol que está parado en la mitad del día.

 

 

EL SILENCIO

Jorge Díaz Álvarez ©

 

Una lagrima tallada en la cara de un payaso

que de un gran salto atravesó el silencio,

ese que se crea cuando el hombre

traga lentamente una espada, o de un sombrero

salen palomas y hasta un conejo,

mientras un caballo da vuelta en círculos

para mostrar su destreza a un público imaginario.

 

Es el recuerdo de un gran circo, que se pierde

cuando llega otro con similares payasos,

el mismo mago que saca de un sobrero palomas

que salen volando locamente

y el caballo que insiste en mostrar

las habilidades de su entrenador

para complacer a un espectador, solitario.

 

Se produce un intenso frío,

es el invierno sin importar el mes,

hasta un eclipse que puede ser largo

y termina cuando aparece otro circo

que llega lleno de luces y enormes campanas

y el mago comienza nuevamente

a parir palomas blancas que fueron compradas

en la plaza de la esquina a un bajo precio.

 

Vuelven a nacer las esperanzas que iluminan

la calle principal del corazón,

donde ahora se rompe el silencio y le abrigan

todos los sueños que tenía guardados.

 

Los sordos aplauden y los ciegos pueden ver las luces,

el insomnio comienza a sudar copiosamente

y de una garganta seca salen las palabras,

con la misma sed de antes, la misma sed de siempre,

mientras tallan una lagrima en la cara del payaso

que de un gran salto atraviesa el silencio.

 

 

LAS SIETE VIDAS DEL GATO

Jorge Díaz Álvarez ©

 

El perro caminó lenta y cautelosamente hacia el objetivo que con tenacidad perseguía, el asustado enemigo, al darse cuenta de las malas intenciones reflejada en la mirada canina, corrió a la mayor velocidad que le permitían sus peludas patas, la cola estirada apuntaba al cielo en señal de clemencia, mientras pedía a la diosa Bastet que lo librara de tan desagradable situación, a pesar de su desordenado andar, con la mirada recorría el camino buscando alternativas salvadoras, de pronto y sin siquiera dudarlo detuvo su carrera encorvando el lomo, los ojos gatunos se clavaron como una daga en los de un ratón que comía desperdicios junto a un tanque de basuras.

El integrante de una numerosa familia Muridae dejó de roer el pedazo de pan viejo que mitigaba su hambre para posar sus ojillos negros en aquel inmenso felino que amenazaba con destrozarle las entrañas, miró a su alrededor tratando de encontrar una airosa salida a la acuciante situación, no había ningún agujero lo suficientemente cerca que le permitiera escapar de la amenaza.

El perro detuvo su andar detrás del ancestral enemigo, con la mirada recorrió el panorama que se presentaba frente a él, estiró la cola y levantó la pata delantera derecha, esperando que se presentara la oportunidad de abalanzarse y terminar la persecución.

El felino saltó cuando el ratón menos lo esperaba, el roedor sin tiempo a reaccionar sintió como unos afilados colmillos se clavaban el su cuerpo, la agonía duró poco tiempo, el gato con el sabor del triunfo entre sus sauces no se percató de que el perro se había abalanzado ejecutando un malabárico salto para caer contra él, el peso del animal sobre su peludo cuerpo y la feroz mordida que sintió en el lomo lo hicieron reaccionar, soltó al ratón y por un descuido de la fiera canina logró zafarse de aquella boca que segregaba saliva en abundancia, salió tan veloz como pudo, aferró sus garras a un poste eléctrico y subió con rapidez, el perro lo observó con furia mientras le mostraba los afilados colmillos; volvió la cabeza y miró al ratón que yacía muerto a su lado, fijó nuevamente la mirada en el gato pero ahora en las fauces se dibujaba una sonrisa, tomó al ratón en su boca y de un mordisco lo engulló sin masticar, movió la cola con satisfacción, el placer que le proporcionaba haberle quitado la presa al gato era infinito. Clavo sus pupilas marrones en las verdes del felino y salió caminando airoso.

El gato bajo del poste y se acercó sigilosamente a la escena del crimen, los residuos del pan que comía el ratón estaban en su lugar, al lado de un pote de estricnina, veneno para ratones se leía en la etiqueta, miró a lo lejos para ver al perro que babeante se desplomaba sobre sus cuatro patas para no volver a levantarse, el felino se sonrió, aún le quedaban cinco vidas.

 

 

MEDITACIONES

Jorge Díaz Álvarez ©

 

Doy vueltas a mi alrededor, para recopilar los cristales rotos que aún permanecen regados por el piso, no sé cómo hacer para unir todas las partículas que conservan las huellas de la historia que escribimos en las paredes de aquel cuarto y más allá de esas fronteras, una historia con el ocre olor de un cigarrillo compartido, con el sabor de tu cuerpo cuando se mezclaba el sudor con el licor, con tu aroma, con cada gota de tu ser. Tiendo las manos hacia la nada en mi afán de tocarte una vez más, para sentir en mi boca el sabor de los dos, tener tu cuerpo desnudo, acariciar tu sombra, pero palpo otra piel que no es suave como la tuya, que no tiene tu matiz, que no duele cuando mis manos la recorren, cuando la estrechan contra mi pecho, que te busca que te pertenece, pero ahora mi corazón late sobre otro nombre.

En la esquina de nuestros encuentros están construyendo una nueva ciudad, me paro, la miro, tú no estás y regreso al pasado a mi pueblo que es tu pueblo, a nuestros caminos polvorientos, sedientos de un buen aguacero, a los días de sol cuando se doraba tu espalda y se perlaba de sudor tu frente, a los días en que tu ternura se cobijaba con mi sombra, a los lunes cuando poníamos flores en un búcaro y nos sentábamos a leer aquel libro de poesía o a escuchar una canción que nos alimentaba el espíritu, la piel, el alma, a la calma calentada por nuestros cuerpos.

Busco en mis recuerdos, viajo a aquel lugar donde las olas del mar rompían levemente sobre las rocas, donde nos conocimos, donde estructurábamos el tiempo, aquel lugar que era nuestro y un día dejó de pertenecernos para siempre, no te encuentro y continúo caminando por las noches bajo el mismo techo que está cubierto de estrellas, pero no estás a mi lado, me acompañan los recuerdos y otros besos. Lentamente recopilo las partículas de la historia de un nosotros y que ahora están esparcidas por las calles, continúo mi viaje sin tu olor, sin la nostalgia de tus ojos, sin la luz de tu mirada, sin tu voz y con las manos repletas de los dos.

Regreso cansado, por el camino, alguien me pregunta por ti, ya no te ven a mi lado, pongo flores en el búcaro que está sobre la mesa de la sala y me siento a mirar como le da sombra al libro de poesía que ya nadie lee, mientras me escurro en el silencio que ha dejado tu ausencia intentando encontrar tu olor por los rincones, preparo un café, me tiendo en el diván para pensar en ese nosotros que un día fuimos, lentamente comienzo a pegar todos aquellos cristales que cuidadosamente recogí, para leer el pasado, puedo sentir cómo tu cuerpo corre junto al mío, puedo sentir tus manos en mi piel, tus besos en los míos, mientras otras manos me acarician con ternura. Con cuidado recojo los vidrios sin saber qué hacer con ese montón de recuerdos, los lanzo al vacío mientras miro hacia la esquina de nuestros encuentros, se construye una hermosa ciudad.

 

 

QUIERO AGRADECER

Jorge Díaz Álvarez ©

 

Quiero agradecer al aroma

de los cuatro sabores,

a la textura de la vida,

al perfume de la noche,

a la luz sobre el olvido

agradecer al monte, al árbol

y a ti.

 

Quiero agradecer a la música,

a los atardeceres,

a nuestros mensajes ocultos

al llanto de la lluvia,

a la sangre de la tierra,

a los espíritus del cielo,

al contraste de los colores.

 

Quiero agradecer la suave

despedida del hoy

al olvido del ayer,

a la sonrisa del mañana

y a ti, siempre a ti.

 

 

SOÑÉ CONTIGO

Jorge Díaz Álvarez ©

 

Anoche soñé con las estrellas,

con tu fantasma deambulando

en un bosque repleto de olivos.

soñé con una tierra cercenada por el tiempo,

carcomida por los años,

cuarteada por la sed.

 

Mas allá en el universo

vi mi semen guardado en una esfera

en una cripta,

para germinar mi mundo,

para repoblar la vida.

 

Anoche soñé que vivía entre las llamas

que surgían de la devastada tierra,

luché para salvar mi mundo interno,

soñé contigo, con las estrellas,

con mi semen guardado en una esfera

con tu fantasma deambulando

entre las ramas de un olivo,

soñé simplemente… contigo.

 

 

CARMEN BERLANGA CASTAÑO

Escritora española (Valencia, España, 1998). Su interés por la poesía nació en la infancia gracias a los libros que le regalaban sus padres y a las clases de dramatización que se impartían una hora por semana para el alumnado de los últimos cursos de primaria. En 2010 ganó el premio de escritura de su colegio, el Instituto Valenciano de Audiofonología Luis Fortich, a la mejor redacción. Su poema Por ahorrar tiempo fue publicado en 2020 en la revista Almiar.

Entre 2021 y 2023 estudió el Grado Superior en Gestión Forestal y del Medio Natural. Actualmente, trabaja como técnico de experimentación forestal en un proyecto de investigación en el centro de Francia.

La prestigiosa revista venezolana Letralia ha publicado varios de sus poemas.

carmenbeerlanga@gmail.com

 

 

ACEITE DE CALÉNDULA

Carmen Berlanga Castaño ©

 

Suaves labios de caléndula

sanan el rostro en un pasado herido

De ellos nacen maltrechos besos

que no conocen la necesidad de ser salvados

 

Acudiré,

aun con las cornetas mudas y las tripas colgando

a la llamada no pronunciada

del eco que arrastran unos labios

hendidos por la pena

 

Escalarás las terrazas

hasta el olivo que crece en mi garganta

y beberás del aceite que de mis entrañas mana

 

Yaceré expuesta,

abierta en canal,

con la esperanza de alimentar a la tierra

que un día me dio cobijo,

bajo un sol que descansa sobre la barbilla

de un horizonte que clama sangre

 

Y tú, preso por un afán de primavera,

me coserás a besos,

sanando esos heridos labios tuyos

 

 

UN YO MÁS SINCERO

Carmen Berlanga Castaño ©

 

Lo confieso,

jamás quise ver más allá del horizonte

como el rojo cielo saluda a la noche.

Yo me mantengo en el oscuro ahora.

 

Si nunca mis ojos han previsto el alba,

no me culpéis,

si no me despierto a buscar un mañana.

 

 

POR AHORRAR TIEMPO

Carmen Berlanga Castaño ©

 

La verdad es que prefiero quedarme

sin mechero

antes que quedarme sin tabaco.

Puedo beber a morro

y no hace falta llevar braguitas

bajo la falda.

Escribe rápido,

quiere a medias.

Limpia lo justo.

y esfuérzate,

pero solo a veces.

Habla poco.

Huye como una condenada

de cualquier cosa que te haga sentir algo.

Fuma y bebe deprisa.

Aprende a tocar el piano,

la batería y la guitarra,

pero solo durante un tiempo.

Pierde cosas

y no te esfuerces por encontrarlas.

Investiga

para que luego no te sirva de nada.

No te lleves el mérito.

Toma vitaminas

y finge que funcionan.

Ten manías extrañas.

Dedícate a ello

y la gente te preguntará

cómo lo haces

para ser tan feliz,

mientras que solo tú sabes

que eres feliz a medias.

Mientras que a veces disfrutas de la vida

y otras veces

tienes que escribir

para olvidar que quieres estar muerta.

 

 

ÚLTIMAS PALABRAS

Carmen Berlanga Castaño ©

 

Sacad vuestras palas,

polvorientas y olvidadas

dentro de la leyenda

de su propia existencia

 

Hoy toca clavar balizas

y sentarnos a mirar

el ocaso de los dioses

Bukowski, hoy brindaremos por ti

 

Arderán en la hoguera

vuestros versos estirados

“Clac”

Los huesos rotos de las musas

alimentan a los perros del Averno

 

La métrica y la forma,

desgastadas,

dadas de sí,

enterradas bajo el fango

 

Hoy perecen nuestros ancestros

ante la falta de futuro

Hoy bailarán las masas

y el tiempo se detendrá

para aquellos que viven con él,

que viven de él

Que lo arrastran,

lo acompañan

Para aquellos que lo desentierran de la mediocridad

y lo ensalzan como un trofeo

 

Señoras y señores,

hoy la poesía ha muerto

y estas son sus últimas palabras

 

 

AMAPOLA

Carmen Berlanga Castaño ©

 

De migajas de pan arrojadas al suelo

me alimento

A cada amanecer,

con las manecillas clavadas en el suelo,

angustiadas por la presencia de un nuevo día,

dedico con mis labios un quejido al suelo

y bebo del rocío que descansa

sobre la fría sangre

 

Flores rojas de veneno

me alimentan

y la escuálida hierba,

verde de envidia,

saca pecho

imitando a las majestuosas flores

que la primavera ha despertado

 

Ingrata flor, yo te ruego,

dame cobijo junto a ese escamoso tallo

Hazme cosquillas con el viento

Viviré de lo que el cielo desee darme

Pero a ti te ruego, amapola,

dame amor y consuelo

y cúbreme con tu sombra

para tapar un amanecer,

un pueblo,

un océano,

un mundo,

un hombre,

del que sólo obtengo palabras

 

 

A PESAR DE TODO

Carmen Berlanga Castaño ©

 

Como la pluma que vuela

a pesar de haberse desprendido del ala,

seguimos respirando,

a pesar de haber dicho adiós.

 

 

ERNESTO RODRÍGUEZ DEL VALLE

Camagüey, Cuba. Editor, poeta y narrador. Docente. Licenciado en español y educación artística. Se inicia en la literatura a finales de 1965 como miembro fundador de la Brigada Hermanos Saiz (BHS) en la ciudad de Camagüey.

Aparece en varias antologías, entre ellas la más importante: La poesía cósmica cubana, tomo II (del Frente de Afirmación Hispana. México 2002).

Fundó en abril del 2007 la revista GUATINÍ en formato digital. Creador de las estructuras poéticas, neoclásicas, el Decineto y el Pernestto. Reside en Estados Unidos de América.

Para conocer más sobre este autor ir a la enciclopedia cubana EcuRed: https://www.ecured.cu/Ernesto_Rodríguez_del_Valle

En su blog Alaspalabras, de Wordpress:

https://erdelvalle.wordpress.com/

En espanol-agonia de Hungría.

https://espanol.agonia.net/index.php/author/0030296/index.html

Más sobre sus obras y trayectoria literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 98:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2023/06/blog-post.html

Sobre sus obras, puede consultarse también:

https://www.escritores.org/libros/index.php/item/ernesto-r-del-valle

 

revistaguatini@gmail.com

 

 

Del poemario Razones del camaleón (Akeru digital, Santo Domingo, 2021):

 

SILENCIO

Ernesto R. del Vale ©

 

Abrazo este silencio de cera derretida.

Silencio que agiganta su voz en mis colmenas.

Callar de lengua viva con la paz de lo blanco

donde la cruz no es más que callado sepulcro.

 

Consume tristes velas mi espacio sorprendido

por tan sólo una rosa de pétalos abiertos

Entonces el silencio detiene el cansancio, apura la miel de un beso mudo,

sin miedo... y se arrodilla.

 

 

ULTIMATUM

Ernesto R. del Vale ©

 

A este cuerpo mío ¿cuánto le falta por amar?

si en la frenética luz de la razón

se vierte desolado el licor de las horas

y bebemos casi locos los últimos fuegos

como breve maniobra de estrategia

en que el alma saluda la territoriedad

de lo posible.

 

 

HUELLA

Ernesto R. del Vale ©

 

Pretérita cicatriz, llama congelada

en la boca del tiempo donde todo es nada

y la nada una flor ovillada en la memoria.

 

Presente y lacerante como el recuerdo

perdido, cuando el olvido muerde

su plena fantasía.

 

Futuro de brumas en el bosquejo del dolor

en su ignota marca mostrada a lo largo

de la historia que se encharca

en la sorpresa incorpórea de un beso.

 

 

SANDRA LÓPEZ PAZ

Poeta, ensayista, compositora y cantante. Nació en La Banda, Provincia de Santiago del Estero en 1966. Su formación académica tiene como ejes la literatura, el arte y la educación. Posee una intensa trayectoria en la gestión cultural. Ha publicado los libros Poemas (2011), antología que incluye “Canciones para un ángel sin paraíso”, “Manifiestos de amor”, “La otra vida” y “Palabras situadas”; Antología poética II (2012), que incluye “Liturgias mundanas”, “Partes de mí y otras calles”, “Variaciones del ego”; Hipsipila: poesía en el abismo (2013); Exploración del amor. La voz del ausente (2014); Mis propios deberes, Poemas que traen los días (2017); Cada corazón del poema (2022); Respirar el poema (2024); Tempranías (poemas, 2024). En narrativa, está en edición el libro de cuentos Nicuentos solos y microrrelatos Ninfotéricas. Además, ha participado como autora y compiladora de dos antologías de su taller literario “Palabras y Sentidos. Camino a la Poesía”: Besos a la vida (2015) y Nómades de luz (2019).

Ha participado en diversas antologías y selecciones, como ser: Selección de poesía santiagueña actual (Ricardo Dino Taralli, 1988); La Banda y sus poetas (Ada Nilda Alderete, 2000); El microrrelato en Santiago del Estero (Antonio Cruz, 2011); La palabra y sus voces (Norma Liliana Tamer y Nelly Beatriz Tamer, 2011); Antología de poetas santiagueños (Alfonso Nassif, 2014); Voces Femeninas del NOA (Alejandra Burzac, 2015); Caminos interiores (poesía, Dunken, 2017); Lugares (poesía, Dunken, 2017); Caronte (narrativa, Dunken, 2018); Voces de Santiago (Ernesto Rojas, 2021).

Ha obtenido numerosos premios y distinciones, como: Primer Premio de Poesía, de la Dirección de Cultura de la Ciudad de La Banda (1982); Segundo Premio de Poesía, de la Dirección de Cultura de La Banda (1983); Primera Mención de Poesía, de la Asociación Literaria María Adela Agudo - Ciudad de La Banda; Mención Especial en Poesía, en concurso literario de la Dirección de Cultura Ciudad Capital y SADE Santiago del Estero (1983); Primer Premio Nacional de Recitado Costumbrista - Festival Nacional de la Tradición (1984).

Ha recibido numerosas distinciones por su trayectoria cultural: Mujer joven destacada en la Poesía, por el H. Concejo Deliberante de la Capital (1992); Mujer destacada en la cultura santiagueña, por la H. Cámara de Diputados, a propuesta de la asociación cultural “Santiago: Mitos, Leyendas y Tradiciones” (2015); Poeta distinguida en el festival nacional “Poesía y el mar”, por SADE Atlántica, Mar del Plata (2017); Escritora distinguida por el H. Concejo Deliberante de La Banda. Acto del Día del Escritor (2017); Mujer bandeña destacada en Mérito a la trayectoria Cultural, distinguida por el H. Concejo Deliberante de La Banda (2017); Poeta distinguida por el H. Senado de la Nación, a propuesta del Senado y la SADE Nacional, en el Homenaje a Mujeres Destacadas de la Cultura y presidentes de SADE de todo el país (2018); Distinción a la trayectoria cultural, H. Cámara de Diputados de la Provincia de Tucumán, a propuesta de la Comisión Directiva de SADE Tucumán.

Es creadora y promotora de numerosos ciclos culturales, y ha continuado, desde su gestión de presidente de SADE Santiago del Estero, con la tradición de los encuentros internacionales de poetas, que se realizan en Termas de Río Hondo y de Santiago del Estero. Actualmente, es revisora de cuentas titular de SADE Nacional. Directora de la Delegación Santiago del Estero, del Capítulo Argentina de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, con sede central en New Jersey. Es Coordinadora de la Casa de la Cultura y la Poesía de la Universidad Nacional de Santiago del Estero “Betty Alba”.

sandralopezpaz@gmail.com

 

 

SINCERAMENTE

Sandra López Paz ©

“El amor, ahora,

por fin coincide con la inteligencia...

un tiempo de tristeza protectora”.

Joan Margarit

 

Amo el indócil silencio

estudiado acostumbrado

que me recluye destemplada

al tiempo de las evocaciones.

 

Del mismo modo,

amo el sumiso espacio

del patio enredado

que solamente abre

sus entrañas a mi paso

insociable entregado a mí

su adalid desesperada

de frutos insurrectos.

 

He conquistado mi vida

como el bárbaro

escondida en la noche

menos transitada

y solitaria constante retirada

en los bosques manifiestos

de otras voces.

 

Mi grito viene

a ti sin lengua:

hay que tirar al blanco

con prontitud,

si no, uno cae tras la saeta.

 

Amo la tierra que amé nunca

la luna fértil en cosechas de creciente

atenta a los calendarios del maya

el lago marcial incaico

de donde volvieron cinco veces

los amautas.

 

Espero con soltura

ese sueño despierto desprevenido

libre de la infinitud de la rueda

libre del sueño de los otros oráculos

para abrir mi tienda propia

de milagros y

alquimias.

 

Qué te diría para “hoy”

mi pronóstico fatuo

no recuerdo nada,

si llevaste un pan a la boca

si tocaste tres veces la campana

si leíste un versículo.

 

Se viene el ayer como

un soldado de esas guerras

perdidas en el mapa,

con procesiones de ojos

hambrientos sin destino.

 

Hemos sido desterrados

tantas veces.

 

No sé si me cuidabas

no sé si te cuidaba

y por amor de qué lado

flameabas tu estandarte.

Pero sabía yo para sanar

y absorberme el dolor,

la ley del perdón

de inmemorial prodigio.

 

Hemos sido repatriados

tantas veces.

 

Recuerdo que nada pasaba

por mi vida antes de

que tú me volvieras

sediciosa.

Pero me viene impregnado

ese recuerdo

otra orilla otro puerto

único que tal vez me diese

una sonrisa o un eclipse.

 

Y, de no verte,

he aprendido a caer

derrotada al lecho nocturno.

He soltado a los desertores.

Fantasmas entre las velas

exhaustas de mi barco.

 

Escruto en la noche

al trasluz presencias

entre finas partículas de polvo

que me duermen

me cantan me desvelan.

Despropósito de

entrar a esta

profusa lama

de senos indigentes.

 

Todo vale.

Para afirmar este caminar

callado todo vale.

 

Ahí debes andar, Amor,

mi recorrido amor de nocheydía

solferino como yo,

alma sin escalas

bajo el talud del navegante

un cuerpo abisal

sin hemisferios.

 

 

CREDO DE SIRENA

Sandra López Paz ©

Soy el individuo

Nicanor Parra

 

Creo en Dios, cuando no vienes,

cuando el amor se hace

indecente e invisible

y se dispersa

en el ardid del miedo...

 

Creo en todopoder

que se amedrenta en el agua

que choca en la piedra

pusilánime, exhausto, por tanto

lloverse en sangre

y palabras mundanas...

 

No me hables hoy

de todos modos...

Creo en esos silencios

necesarios, resignados y marchitos

y en el mar,

cuando el amor

camina conmigo...

 

 

VIGILIA

Sandra López Paz ©

Sólo por un instante de encendido milagro.

apenas el instante

Beatriz Schaefer Peña

 

Todo duerme

en su cansancio dorado.

Árboles callados.

El vino

precipitado

en el fondo

de los ojos.

Una poetisa

va despertando

sus órganos maternales

donde reposan

obligaciones.

Ha dejado

cada cosa

en su lugar visible

y otras manos invisibles

toman el papel

retoma la palabra

y allí se prohíbe

el silencio.

Se otorga el derecho

es libre

y la soledad la atrapa.

Entonces viaja por el mundo

regala flores

con el laúd del viento.

La poetisa

no es ya una mujer.

Decide proclamarse

enunciarse

labrarse en las piedras

tallar la noche

en un túnel a la libertad.

Hay un atávico plumaje

en su contorno.

Un vuelo azul

preparado a destino

planetas rojos

estrellas que estuvo preparando

en sus sueños.

 

Amor es

una parte del mundo.

Invoca su nombre

y se disuelve

en palabras.

 

 

TESIS PARA UNA TEMPRANÍA

Sandra López Paz ©

Estoy sobre el silencio y en el silencio mismo

de una transmutación

donde nada es orilla...

Julia De Burgos

 

He confabulado

en mi contra.

 

Sin querer,

mis palabras fueron

exorcizándote.

 

Te sublimé desde mis vísceras

hacia la más honda

silenciada

pócima de olvido.

 

Y yo,

deseaba más amor.

Me rodearas con el hombro

incansable de los días,

me dijeras te amo

entre sonoras lágrimas

de pasión viva.

Te conjuré —amor mío—

a ser un día sin oxígeno,

que vaga imperceptible.

 

A veces,

para que avive el fuego

hice que la noche

en anagramas azules,

sobreviva a las notas antiguas

de tus manos.

 

Pero siempre,

hay que deponerse

mudar el estigma

en una pequeña

sístole del alba,

esperar la canción pura

del viento.

 

Nacer del amor

más perfecto en el amado

sentido en su presencia libre,

respirando el poema.

 

 

LITURGIA

Sandra López Paz ©

 

He leído tu cuerpo

en este encierro

memorial de sentidos clausurados.

Sobrevivirnos fue

una prueba distante

conmoción extraña

sin pronombres

con hojas arrancadas.

 

Concentración del vacío

pulso    tinta a destiempo

armonías    vocablos    absolutos

que fuiste desprendiendo

sin signos de amor.

Acordes antiguos

en claves implosivas    silenciosas

fulgores evanescentes.

Tu cuerpo es una página de arena.

 

Y yo —de memoria—

con mis manos al aire     aspas vencidas

te asomo a mi corazón

un señalador gastado

cadencia tenue     dama de reparto

pequeña habitante     notación al margen

de un libro

estruendosamente

sepultado.

 

 

KINTSUGI

Sandra López Paz ©

 

Tú, constructor de mundos,

invoco tu alquimia

para unir esta pieza

milenaria también

en sus múltiples giros estelares.

 

He aprendido

a consumar el fuego del dolor

ilimitadamente

poseída con néctares vibrantes

en batallas que pusieron su bandera

en mi cuerpo lunar.

Volcanes silenciosos

para una brisa fresca

agua bendecida.

Valles interminables

para un digno peregrino

que descanse en mi lado

si hay derrumbe.

Todos mis cuerpos

han llorado la soledad de la estatua

disolvieron la luz en su miedo

ungieron la candidez

del pétalo encallado.

 

Y ha sido la caricia del tiempo

acopiando el amor de los retratos

en las represas yermas

al oro del diluvio.

 

Ha llegado el tiempo

con su cuerda inefable

para encantar las sombras

del albur a la rosa

las partes de una vida

desgajada.

 

La canción del día

llora en cuadrante

su luminosa grieta

por los vestigios

del destino.

 

 

CLAUDIO IVÁN REMESEIRA

Docente y periodista argentino residente en Estados Unidos, licenciado en filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), posee una maestría otorgada por la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. Entre 1991 y 2001 desarrolló tareas docentes en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y desde 2002 en la Universidad de Columbia, The New School y The College of New Rochelle, entre otras instituciones de enseñanza superior y terciaria de los Estados Unidos. Editor de Hispanic New York: A Sourcebook (Columbia University Press, 2010), antología de ensayos sobre la historia social y cultural de la población hispana de Nueva York, que en 2011 recibió el Latin International Book Award como el mejor libro de referencia en inglés del año. Remeseira es invitado regularmente por universidades e instituciones culturales de Estados Unidos a dar conferencias y participar de paneles en temas de su especialidad. Además de sus publicaciones académicas, ha publicado o trabajado como periodista en The Wall Street Journal, El Diario (ImpreMedia), Diario Rumbo, El Día (Estados Unidos y Puerto Rico), El País (España) y los diarios La Nación, Página/12, Perfil y las revistas Apertura, Mercado y Noticias (Argentina), entre otros medios. Actualmente está terminando de escribir su tesis de doctorado sobre los orígenes de la Teología del Pueblo y su relación con el peronismo para la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

También ha participado en múltiples festivales, paneles y charlas literarias, en la organización de actividades culturales, y en actividades periodísticas de radio y televisión.

Se le otorgaron numerosas distinciones y ha escrito varias obras de narrativa, poesía y de no ficción.

Para mayor información de su trayectoria y obras literarias puede consultarse el Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 99: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2023/09/blog-post.html y Realidades y Ficciones - Revista Literaria Nº 57: https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2024/03/realidades-y-ficciones-revista.html

remeseira@gamil.com


 

AUM

Claudio Iván Remeseira ©

 

Fíjese usted, me decía la otra tarde, luego de finalizada la clase (otra de sus inigualables, inconmensurables disertaciones metafísicas, maná propinado por sus belfos solemnes sobre nuestras expectantes cabezas como pochoclo espiritual, árbol porfiriano de alusiones fractales en las que las almas sedientas de cielo de sus parvularientos catecúmenos ascendían cada vez más por las ramas verbales hasta donde la mente concreta, obnubilada ya por la falta de oxígeno, se trasunta de golpe en el entendimiento de la mente superior, o se derrumba en el sueño), mientras caminábamos (peripatética delicia) por los facultativos corredores, olerosos a humedad y a humo de cigarrillo (¡oh partogenéticas náuseas del alumbramiento intelectivo, oh ganeshianas, elefantinas flatulencias de la gregariedad áulica!), ambos dos solos, dado que los demás alumnos, raudos ellos, habíanse ya dispersado al concurso de sus impostergables obligaciones, fisiológicas y de las otras, me decía, digo, el doctor Akedydys (el eminente filósofo, relojero y auditor en filologías comparadas Detedyós Akedydys; el socrático obstetra Detedyós Akedydys; el inagotable pozo de sabiduría Detedyós Akedydys), repare por un instante (y su dedo se paraba en el aire, como apuntando al Norte, o como queriendo determinar la dirección de las corrientes de aire) en el poder de síntesis de los gringos. Los susodichos sujetos son capaces de reducir cualquier oración a un arpegio de escuetos aullidos y resonancias guturales; de obtener, gracias a su contumaz anti-nominalismo verbográfobo, la raíz cuadrada de cada vocablo, despejando las redundancias oximonóricas de la ecuación consonántico-vocal, y albriciando en tal forma el eventual (id est, final, aclaró Akedydys, en el sentido anglófilo del término) arribo a una lengua común, lingua universalis, consumación del sueño cartesiano, básico repertorio comunicativo asentado en la factualidad pneumática del aparato fonador (por tanto, biológicamente exacto, determinado por las limitaciones de la materia), y no, como lo querría el romancero tudesco, en las arbitrariedades de la etimología, esa divergencia imaginaria. Por este camino, agregaba el maestro, pero sobre todo (¡y con qué humillada felicidad, con qué agradecida plenitud me atrevo a pronunciar esta palabra!) el amigo Detedyós Akedydys, los americanos boreales se toparán algún día con el toro del lenguaje absoluto, el semental filogenético que pasta su celo diferido en la ideal California morfo-sintáctica, aguardando cornudo a su príncipe azul, al valiente matador capaz de madrugar con el pico y la pala de su constancia minimalista la áurea veta del sema revertible, la voz equiparable al silencio. Y acomodando su argumento en el espacio, el Doctor Akedydys redondeó el aire con las manos, esas nobles y ampolladas Áticas táctiles que tantas veces se esferizaran frente al ónix cósmico de la pizarra para dar cabal idea de acabamiento en el sentido de completura.

          Pero que no se diga, que no se crea, que no se vaya a pensar, agregaba, didáctico y trifectamente admonitorio el Doctor Adekydys, que tamaña heroica economía es privativa del genio empírico de los nietos de Albión, de su incorregible filiación puritana. ¡Vade retro! No, en modo alguno debemos sucumbir a la tentación recurrente del bumerán sarcástico, a las comparaciones inadventajosas de la Historia o la meteorología, al letánico arrullo de la auto-denigración, narcisismo oblicuo del inseguro; no, también nosotros, los australopitecos hispano-suizos, híbridos vástagos de esta vespuciana sub-especie continental, precocidos o precoces pío nonos envueltos en laureles que supimos conseguir, dormidos, eso sí, pero no muertos, nosotros, agregó Akedydys (y las moscas se arremolinaban en torno de su testa como un auditorio de enardecidos corifeos, justamente exaltados por la efervescencia de su filípica), nosotros también poseemos las llaves del reino en la punta de la lengua. Véase si no, o escúchese mejor, a nuestros vecinos transmontanos, los chilenos, que a pesar del hábito longitudinal de su constricción geográfica, estrechez ella que los conmina a pensar de perfil para no caerse al agua—o  quizá precisamente por ello, pues ya sabemos que la necesidad tiene cara de hereje, o de Inglés, como diría Lope—, los lautarianos chilenos, decía, digo, Akedydys, testimonian de magnánimo modo la nuestra ingente plasticidad criolla, el nuestro platónico potencial ecuménico (católicos, al fin) para el samadhi lingüístico. Hete aquí la evidencia—qué digo: la prueba, el cuerpo del delito, si se me permite la metáfora leguléyico-policial: el ubicuo, perenne, irreemplazable sustantivo “huevón”. De generación en generación, los parlantes de allende el Ande (o aquende, asigún dónde se pare uno) han ido perfeccionado la rapidez con la que espiran dicho vocablo, a punto tal que casi ni lo pronuncian; y sin embargo, allí está: omnívoro, fulgente, democrático—pues su uso se expande a todas las clases y salones, espejo sociológico de la larguirucha orogénesis nacional—, adosado  como furgón de cola al aéreo tren de la uterancia, confundido con ella, cual eufónica ene helénica, pegando el último saltito de la entonación con acrobática gracia de cueca, y proyectándose luego al espacio infinito en las ondulosas reverberancias de la cavidad nasal.

     Como el Om índico, indiqué, arrebatado por la epifánica asociación ideológica que el sincopado himno explicatorio del Doctor Akedydys, mi maestro, mi amigo, había hecho amanecer en los alógenos pliegues de mi cerebro. ¡Exacto!, sentenció Akedydys, e ipso facto una mano entusiasta aferró la convexa osidad de mi hombro, mientras que la otra, parejamente enfática, sostenía un melón invisible a la altura de mis ojos. ¡El Om, monosílabo primigenio, huevo universal, alfa y omega de todo dictum! ¡El Om, mantra de mantras, arcoriris lingüístico, sinéqdoque del habla! ¡El Om, trilogía unitaria del aliento, sinopsis activa del tracto vocal, epítmone microcósmico del cosmos macro! (Y el melón rebotaba en el aire, replicado por la oscilancia de mis ojos, mientras los dedos magistrales se hundían prospectivamente en mi carne, como recordándome con crudeza docente el dolor yuxtapuesto a todo parto). Yo, no sé si se lo dije, pero si no aprovecho para reiterarlo, yo tuve el honor, el privilegio, la gracia, de ser iniciado en su divina orfebrería fonética por Swami Braputranandra, el Bienaventurado, el Ligero, el Unívoco Swami Braputranandra, justo antes de que éste se atragantara con las fúnebres aguas del Ganga durante una, la última, de sus abluciones matutinas. El Om, como usted sabe, comprime tres sonidos en uno, diferenciada indiferenciación del pneuma. (Una lluvia minúscula escapóse de la p, rociando brevemente mis pestañas). Nace, como debe ser, en la A, agudo recién salido de la vulva laríngea; se prolonga, espesamente grave, en la intimación labial de la U; y culmina, con su eterno redoble cíclico, en la oclusiva vibración de la M. Aquí, Akedydys acercó aún más su cara a la mía, masticando cada sílaba con la esmerada precisión del cincel que evita la oculta falla del mármol, como queriendo tallar sin error en la dúctil materia de mi mente los imperecederos conceptos de la suya; su elocución venía en alas de un aroma pútrido, generoso catálogo de verdulería, embutidos y sección lácteos, enciclopedia olfativa de los nutricios elementos que su estómago fermentaba desde tiempos inmemoriales. Así, en esta indistinguible sociedad neoplatónica, lo terreno revuelto con lo celeste, desgranome el maestro las inmarcesibles perlas de su sapiencia. Entonces supe—más bien, recordé— que estaba siendo testigo y parte de la revelatoria síncresis de Krishna, del strip-tease de Isis, del exhibicionismo simultáneo del Gran Mandala. AUM, escuché—y la pedagógica voz sonó como un coro infinito—es el nombre del universo. Pronunciarlo es remedar al demiurgo, soplo que absorbe todas las cosas, síntesis de lo actual y lo posible. ¡Ah, la Divina Síntesis! Y en diciendo esta frase, sus ojos orbitaron hacia el lado oscuro de los párpados, entregados por un instante extático a la contemplación de lo impronunciable.

          Pero nuestra encarnada condición no se compadece con la perseverancia de lo Absoluto, de modo que sus ojos rodaron casi de inmediato hacia el suelo, lentamente (y en su morosa caída creí percibir el opaco destello de la desilusión). Síntesis, repitió quedo, y unas burbujitas salivales borbotearon frugalmente en la esquina populosa de sus labios. Desandamiento ascético de la larga marcha de la evolución creadora, reculamiento del hilo en el carretel, retorno a la totalidad primaria. 

      Akedydys, por fin, hizo silencio. La conclusión de la perorata había coincidido con el tramo final de la escalera, y ahora restábamos sobre la vereda, inmóviles, como los mudos cilindros de un motor al que se le ha gastado el combustible. Un sol moribundo alargaba nuestras sombras rosadas sobre la calle, salpicadas por la granítica irregularidad de los adoquines. Detedyós Akedydys inspiró hondamente, soltó el aire por las abultadas aletas de su nariz, me miró como si me viera por primera vez, y me extendió su diestra. Nos despedimos con la efusividad de dos viejos camaradas, como quien condensa en un solo apretón de manos las innúmeras memorias de una vasta vida en común.

 

 

MANUEL FERNANDO ESTÉVEZ GOYTRE

(Granada, 1963). Funcionario de la DGT, cursó sus estudios de Bachiller y COU en Granada. Es miembro de la Asociación Castell de Llibres, Unión Nacional de Escritores de España y de la tertulia Un libro y un café, a través de la que ha presentado alguna de sus obras y de otros escritores. Ha participado en numerosas antologías de relato y cuenta en su haber con las novelas El señor de Gran Capitán; Sueños de futuro, premio Escribiendo; Toda la verdad sobre Patricio Cervilla, premio Onuba; La sangre sobre las azucenas, finalista en cuatro importantes certámenes literarios; Las cenizas del Danubio; El aroma de la esperanza, finalista del premio Hispania de novela histórica; y La aventura de Fernando. También ha publicado la colección de relatos Delirios de autor y el ensayo histórico Granada antigua y el reino nazarí. Además de ser autor de varios artículos, prólogos e innumerables reseñas literarias, ha participado en las novelas El barbero de Godoy y La hija del barbero, ambas patrocinadas por la Universidad de Alicante.

manoloestevez2@yahoo.es

 

 

LAS TRES VIDAS DE GABRIEL

Manuel Fernando Estévez Goytre ©

 

La vida de Gabriel transcurría dentro de los parámetros que se esperan de un funcionario de esos de traje y corbata a los que no les falta la fidelidad de la buena fortuna. Un día, sin pensarlo demasiado, se casó en segundas nupcias con Lidia, una mujer con la que aparentaba una bonita relación.

—Arréglate y ponte guapo —le decía ella cada vez que salían a tomar un aperitivo—, hoy hemos quedado con Adolfo. Por cierto, que aún no nos ha presentado a su mujer. No entiendo la razón por la que siempre acaba evitando que coincidamos con ella.

Con mucho esfuerzo, Gabriel había aprobado unas oposiciones que lo colocaron directamente al frente de una jefatura de servicio. Tenía un sueldo que el resto de empleados envidiaba y un respeto por parte de las autoridades de la ciudad que le granjeaba entrevistas y reuniones en los mejores restaurantes y por tanto las amistades que más le convenían dentro de su universo profesional. Aunque de esto último nunca estuvo demasiado seguro, por todos es sabido que la gente siempre se arrima al sol que más calienta y él, por aquel entonces, desprendía el suficiente calor como para atraer a los chupatintas más distinguidos de las empresas constructoras, de la demarcación de Carreteras y, a buen seguro, también de la concejalía de Urbanismo. Pero pese a la posición alcanzada en su última etapa no lograba sacudirse la rutina que le impedía realizarse como hombre y como ser humano, y lo peor de todo era su incapacidad para saborear las mieles que la vida le había servido en bandeja de plata.

—Pero qué tonto eres, Gabriel —le espetaba Lidia—. Espabila, hombre, espabila, que parece que estás muerto en vida.

Lo quisiera o no, después de la jornada laboral lo seguía acompañando la imagen de su despacho, el material de oficina que se distribuía con un orden obsesivo por su escritorio y las dos estanterías repletas de legajos que flanqueaban el retrato de Juan Pablo II, el hombre al que el cónclave de cardenales acababa de otorgar la confianza para representar a Dios en la Tierra. Por si fuera poco, el tecleo de la máquina de escribir continuaba golpeándole la cabeza hasta que, entrada la noche, conseguía coger el sueño con la ayuda inestimable de un vaso de leche caliente y 10 mg. de Diazepán. Era triste, pero Gabriel, a pesar del cariño que le tenía a su mujer y la estabilidad emocional que esta le proporcionaba, temía llegar a casa. Cada vez que abría la puerta sentía un pinchazo en el costado acompañado de una sensación de nostalgia cuya causa no conseguía adivinar. Sin embargo, sabía, o mejor dicho intuía que la raíz de su desilusión no estaba en las supuestas infidelidades por parte de Lidia.

 

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Fue durante el transcurso de una de esas comidas organizadas con motivo del levantamiento de las actas de acuerdo amistoso para la ejecución del proyecto de turno que la Administración se traía entre manos. Gabriel iba provisto de una cartera de mano llena de expedientes y una sonrisa bobalicona que no le dejaba ni a sol ni a sombra. Ni qué decir tiene que el banquete corría a cargo de la empresa concesionaria de los trabajos de expropiación, cuyo representante era el ingeniero de montes que trabajaba codo a codo con el director de las obras de la nueva carretera que, una vez acabada, uniría la ciudad con la capital del reino, la misma que tanta polémica había levantado por el alto presupuesto de licitación y el bestial impacto ambiental que generaría. Gabriel solía ir al “trabajo de campo” asistido por Adolfo, un simple jefecillo de negociado que no dejaba de arrastrarse ante él, buscando una subida de nivel o al menos un buen puñado de horas extraordinarias que complementaran el triste sueldo que recibía del ministerio. Aquel día en concreto se hizo acompañar además por un mecanógrafo que se encargaba de plasmar en el modelo oficial cuantos datos aportaban los ciudadanos. Completaban el coro de chupatintas tres o cuatro empleados públicos que le sacaban las castañas del fuego cuando había que desplazarse a algún ayuntamiento de la provincia.

Como todos los días, Gabriel se había desperezado en la cama. Se metió en la ducha y dejó que el chorro de agua caliente le masajeara el cuello y cayera con suavidad por el resto de su cuerpo. Se afeitó y se vistió con la elegancia que lo caracterizaba.

—¿Das tu visto bueno? —le dijo a su mujer, mientras ajustaba la corbata al cuello de la camisa y se rociaba con el último frasco de colonia que su madre le había regalado.

Con el estómago lleno y caliente, escuchó la llamada de la bocina del coche oficial que, como cada mañana desde que aprobara la oposición, lo esperaba en la puerta de la casa de verano que poseía en una de las urbanizaciones de moda de la región.

—¿Dónde toca hoy? —preguntó el conductor, un hombre amable de gorra de plato y traje gris marino con el que Gabriel solía desahogarse contándole las malas experiencias con las que el día a día lo golpeaba.

—A los Rebolones —contestó él, antes de entregarse a la conversación con Pedro.

 

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Cuando hicieron pasar al despacho del ayuntamiento al primero de los citados con motivo de la expropiación tuvo que explicarle personalmente el motivo de las obras.

—Sr. Pérez —le dijo—, tiene usted que entender que aquí no hay más causa que el interés público del proyecto. Ha de entender que si no firma el acta se tramitará su expediente por el procedimiento de urgencia, es decir, se consignará en Hacienda una buena parte del importe que le corresponde en concepto de depósito previo y se ocupará su finca sin más protocolo Es el procedimiento habitual.

—Esta finca pertenece a mi familia desde hace seis generaciones, significa mucho para mí y para mi familia —escupió el sr. Pérez—. Comprenderá usted que me trae al pairo el interés público del que me habla.

—Claro, señor, claro, pero sepa usted que estamos dispuestos a ofrecerle un premio de afección del cinco por ciento de la cantidad que acordemos amistosamente en este acto, como bien recoge uno de los artículos de la ley.

Siempre había algún afectado que se resistía a firmar. Al resto los convencieron entre todos con mucha mano izquierda y uno a uno se fueron marchando satisfechos por la cantidad que percibirían en unos meses. Poco a poco fueron ganándole tiempo a la mañana, conversando con unos y otros y firmando acta tras acta.

 

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Cuando salió del ayuntamiento, miró el reloj y pidió al conductor que lo trasladara al restaurante en el que habrían de comer.

—Nunca digas no a una buena mariscada —solía decir a los funcionarios que lo asesoraban—, más aún cuando paga la empresa concesionaria de los trabajos.

Ni siquiera en esas ocasiones perdía ese gesto seco que tanto respeto infundía entre sus empleados. Como quiera que aquel día le había tocado trabajar en el pueblo de Adolfo, cuando acabó el trabajo tuvo que presenciar atónito, en compañía del equipo de empleados del ministerio, cómo la mujer del jefe de negociado esperaba a su marido en la puerta del restaurante.

Adolfo se despidió de sus compañeros y salió al encuentro de su esposa con un brillo en los ojos que pareció iluminar la sala. Mientras la abrazaba dedicó a Gabriel un guiño acompañado de una buena dosis de sarcasmo. La buena señora, una belleza nórdica tan alta y rubia que llamaba la atención desde el exterior del establecimiento, se deshizo en una sonrisa que no pasó desapercibida a ninguno de los comensales. Adolfo y su mujer se besaron en los labios y, después de abrazarse, se fueron paseando protegidos por las sombras que ofrecían los soportales de la calle Mayor. Gabriel juntó sus manos y, recordando aquella costumbre de recién casado que parecía haber olvidado, comenzó a jugar con los pulgares al mismo tiempo que se humedecía el labio superior e intentaba darse ánimos a sí mismo.

Mientras se recreaba mirando a la pareja notó de nuevo el pinchazo en el costado. La imagen de Daniela, la mujer escandinava de la que se había divorciado hacía años, ya no era un simple recuerdo. El mundo se paralizó en aquel momento, las voces de sus compañeros dejaron de oírse y la escena de la que formaba parte en el restaurante se desvaneció en una fracción de segundo.

 

---o0o---

 

Durante el viaje a de regreso a casa, aún en pleno estado de ausencia, con las imágenes de Adolfo y Daniela rebotando de lado a lado de su cabeza, sus comisuras fueron perfilando una sonrisa que no pudo advertir más que él. Al contrario que cualquier día, Pedro solo advirtió un inusual silencio flotando en el interior del Mercedes. Pero, lejos de lo que se podría suponer, aquel silencio distaba mucho de poder tacharse de incómodo, al menos para Gabriel. Pese a que solo viajaban dos personas en el vehículo, el ambiente rebosaba energía positiva. El conductor comprendió que todo iba bien cuando vio a su jefe llenarse los pulmones con ganas y lo escuchó entonar la primera copla. El fuero interno de Gabriel, supuso, había encontrado la capa de orgullo y dignidad que lo abandonara tanto tiempo atrás. Lejos de arrugarse, se encontró diez años más joven.

—Hasta mañana, Pedro —se despidió del conductor cuando el coche se detuvo frente a la puerta de su casa.

—Hasta mañana, don Gabriel —sonrió Pedro, mientras movía la cabeza de lado a lado y esbozaba una significativa sonrisa.

Gabriel comprendió en ese instante que había tirado parte de su vida por la borda, que llevaba todo ese tiempo echando de menos a Daniela, por muy completa que tuviera sus jornadas, muy saludable que se encontrara su cuenta corriente y muchas personas que le hicieran constantemente la pelota. Nunca había imaginado que precisamente Adolfo, el subordinado que más se arrastraba ante él, iba a ser la persona que le hiciera comprender sin saberlo que sus sentimientos por Daniela habían permanecido en estado latente toda una década y desencadenarían en su interior el deseo de entrar de nuevo en su vida. Tenía a su favor el hecho de que ella, según le habían informado, seguía enamorada de él. En su contra jugaban otras cartas, no era persona de hacer daño a los demás, mucho menos a la mujer con la que se había casado por segunda vez. A pesar de todo, con una mezcla de sentimientos que se debatían entre la nostalgia y la ilusión, Gabriel reunió todas las fuerzas que pudo y, envuelto en la intensa luz y el aroma a rosas que flotaba en el portal, dejó atrás el ascensor y subió de dos en dos los escalones de acceso al porche del chalet.

Alicante, junio de 2019

 

 

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE STANLEY

Manuel Fernando Estévez Goytre ©

 

Arthur se levanta y, como cada mañana, se ducha y se despide de su mujer.

—Hasta luego cariño —escucha el saludo de despedida de Mary Ann—, que pases un buen día en el trabajo.

Toma la mano de sus dos hijos y mientras camina en silencio por la avenida hace lo posible para que su imaginación regrese a la dicha de otros tiempos. ¡Benditos tiempos pasados! Reproduce en su mente escenas que versan sobre el tren de vida que le permite llevar la librería que un día heredara de sus padres y la generosa cuenta corriente que mantiene en el banco hasta hace no demasiadas fechas. Pero los malos tiempos que corren para los libreros y la de recibos y obligaciones tributarias a los que se ve obligado a hacer frente son temas que le generan una sensación de tristeza y ansiedad que le dejan el corazón y la conciencia en carne viva. Recuerda entonces el final de uno de sus mejores amigos, Stanley, por una situación similar a la suya. Intenta esconder su mirada de la de de sus hijos tras las oscuras gafas de sol, pero unas lágrimas que le llenan la boca de un sabor amargo lo traicionan e impiden su objetivo. El nudo que se instala en su garganta le causa un fuerte dolor cuando su hija de seis años le pregunta si le pasa algo.

—Nada, mi vida —consigue contestar con el corazón en un puño—. No es nada, solo una mota de polvo en el ojo.

En la puerta del colegio se despide de los niños y saluda a varias personas, todas ellas madres de otros alumnos del centro. Alguna le da un poco de conversación mientras se fuma un cigarrillo que se consume entre sus dedos a base de ansiosas chupadas; otras, en cambio, le proponen tomar un café y una tostada, pero Arthur declina el ofrecimiento poniendo por excusa su trabajo en la librería.

Aquella mañana no es distinta a las de los últimos treinta días. Arthur extrae la cartera del bolsillo de su americana y la examina con ansiedad. Aunque suelta un bufido de desagrado, no le sorprende encontrar solo dos o tres billetes pequeños y unas cuantas monedas. Podría desayunar fuera y darle así un buen bocado a la mañana, pero le ha prometido a su esposa que compraría la comida necesaria para el día y no se puede permitir el gasto. Como mejor opción, entonces, la de todas las mañanas, camina hasta el parque más próximo, da un par de vueltas para volver a observar las distintas especies arbóreas y finalmente toma asiento en un banco junto al pequeño lago de aguas verdosas. Cuando empieza a aburrirse de contar patos, nenúfares y seguir la pista a los peces de colores coge el libro que lleva en el bolso y comienza a leer. Pero la historia de “Las cenizas del Danubio” queda anulada por la realidad de su presente. Su realidad. Su dramática realidad. Esa que le atenaza las entrañas y deja que los ácidos del estómago se paseen libremente por su interior y le quemen el sistema digestivo. Guarda la novela, se levanta y sigue el curso del Manzanares, ya en las afueras de la ciudad. Diez kilómetros de ida y diez de vuelta. Veinte en total. Tres horas de caminata. Pero si hay algo que le sobra a Arthur es tiempo.

Antes del regreso a la vida en familia pasa por la librería y ve el candado que cierra la puerta y el polvo que se va acumulando en las baldosas de la entrada. Respira hondo y se traga su propio aliento mientras hace la compra en el supermercado y camina hasta el portal de “su casa”. Estira brazos y piernas para relajarse y al abrir la puerta escucha desde la cocina la voz de su esposa:

—¿Querido, cómo te ha ido hoy en la librería?

—Bien, cariño —contesta con una voz agrietada, mientras recuerda los últimos días de Stanley.

Alicante, junio de 2018

                    

 

ISABEL FURINI

Nació en Buenos Aires, en 1949, pero en los años ‘80 se radicó en Brasil. Es Autora de 35 libros, entre ellos Los cuervos de Van Gogh y Danzando entre las estrellas (poemas).  Participó de antologías poéticas en Portugal, Argentina y Chile; creó el proyecto Poetizar el Mundo; es Consejera de la AVIPAF (Academia Virtual Internacional de Poesía, Arte y Filosofía), escribe en la Revista  Carlos Zemek de Arte y Cultura; recibió la Orden de Figueiró, Artes y Cultura de Brasil; fue nombrada Embajadora de la Palabra por la Fundación César Egido Serrano (España, 2017); Realizó un recital poético en español, traducido al inglés por Barbara O’Dell, en la Biblioteca Pública de Burlingame, California, EE. UU., en 2018. Sus poemas hicieron parte de exposiciones en Curitiba (Brasil) Buenos Aires y Necochea (Argentina), y en Medellín (Colombia). Fue premiada en concursos de Poesía en Brasil, España y Portugal.

Más sobre su obra y trayectoria en el Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 77.

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2018/06/blog-post.html

isabelfurini@yahoo.com.ar

 

 

TEMOR OCULTO

Isabel Furini ©

 

Se está disgregando este mundo

como un diente de león al viento

nuestra civilización

es un castillo de arena en la playa

algunas ondas más

y colapsa

 

(siento miedo del triste retorno

de una nueva Edad Media)

(inédito)

 

 

ECOS EN LA VENTANA

Isabel Furini ©

 

Un mar de sueños giratorios

perturba la madrugada

el cielo todavía está oscuro

y el misterio asedia la mente

la palabra amor sacude los labios

los muertos golpean la ventana del cuarto

surgen tantos recuerdos

de amores condenados por el tiempo

amores que ayer parecían secuoyas

pero fueron triturados por las horas

solo queda el sabor de ese adiós

cementado entre las piedras del jardín

y hoy una risa arlequín

resonó en el cristal de la ventana

y surgieron recuerdos de acuarela

porque en la falsa memoria

el ayer solo tuvo primaveras

y siempre el pasado fue mejor

 

 

GORJEOS AL AMANECER

Isabel Furini ©

 

un pájaro canta en el jardín

después levanta vuelo

ese canto fugaz

cicatriza las heridas

aguza la esperanza

hace temblar el rocío

de mi alma cansada

de cargar remembranzas

 

transformados en poesía

mis sueños se renuevan

 

—por la ventana abierta

observo calmamente

el vuelo de las golondrinas

(inédito)

 

 

PAULA CASTILLO MONREAL

(Madrid, 1961) es escritora de cuento y novela breve. Las historias de sus relatos transcurren en escenarios cotidianos donde no faltan el dolor, la pasión, el fracaso o el desencanto. Textos que oscilan entre lo posible y lo extraordinario con un lenguaje ágil, sencillo y a veces poético. Ha publicado el libro de relatos: Sacudiendo moscas. Ha participado con los relatos Tierra roja y La semilla voladora en las antologías: “Letra impresa” y “El verdadero nombre de las cosas”. Ha publicado Alguna que otra fobia en la revista literaria Quimera, y ha colaborado con otros medios literarios.

pipa.castillomonreal@gmail.com

 

 

ONCE DÍAS PARA MORIR

Paula Castillo Monreal ©

 

Salgo de casa sin hacer ruido. Son las dos de la madrugada y no logro dormir. Comparto piso con mi hermana y su hija que tampoco duerme y a la que apenas veo porque se encierra en su habitación y se queda allí varios días sin que sepamos nada de ella. La madre convirtió uno de los armarios roperos en una mini cocina, y de vez en cuando le llena la nevera. Yo soy contrario a esta educación de consentirlo todo para que te quieran, pero no soy el padre de la criatura y como vivo con ellas de prestado, no suelo entrometerme en estos asuntos.

Llevo tres días seguidos sin pegar ojo. Según un profesor de psiquiatría de la Universidad de California, un tal Christian Guillin, el tiempo que una persona podría estar sin dormir rondaría los once días. A mí me asombra, porque yo llevo toda la vida sin dormir. Claro, que quizá alguna noche aislada puedo amodorrarme durante unas horas, lo cual interrumpe la cuenta de los fatídicos once días, pero puedo asegurar que nunca en mi vida he dormido más de cuatro horas durante dos noches seguidas, y aquí sigo, cerca de los setenta años y sin doblegarme. Ya no tengo la memoria de antes y padezco innumerables dolores de espalda, aunque si me comparo con los de mi edad, estoy mejor que ninguno. Mi misma hermana, solo tres años mayor que yo y aún después de practicar yoga ashtanga durante años, se despierta plegada sobre sí misma y tarda varios minutos hasta que consigue apoyar los dos pies sobre el suelo, enderezar la espalda y poner el cuello recto. Yo, en cambio, tras una noche de insomnio soy capaz de subirme a la bicicleta y recorrer cincuenta kilómetros después de calentar con varias flexiones y saltos a la cuerda. Es raro esto del sueño; hace unos años, después de varias noches de insomnio, gané una carrera local junto a jóvenes acostumbrados a entrenar en la montaña. En estos momentos no sé si lo conseguiría porque tengo un problema serio que nada tiene que ver con la edad: han dejado de fabricar, distribuir, o vete a saber qué, los somníferos que he estado tomando desde los diecinueve años. Existen muchos tipos de benzodiazepinas, y a la que yo estaba habituado, aunque no me hiciera efecto, era flurazepan. «No hay solución, el desabastecimiento es general, te tienes que olvidar de las pastillas y pasar el mono como puedas», me ha dicho mi hermana (con su innata sensibilidad) mientras pululaba por la casa. Ella insiste que se ha recorrido todas las farmacias de Cádiz por si les quedara alguna caja olvidada, pero resulta que estamos en la provincia de mayor consumo de psicofármacos; una de cada diez personas toma algún tipo de benzodiazepinas. Así que me ha comentado que su farmacéutico —que está como un queso, según ella— le ha aconsejado inscribirme en el programa Benzostop y me olvide de conseguirlas. Tendría que haber ido yo a buscarlas, pero con los vértigos y las náuseas me da miedo conducir. Ella piensa que puede engañarme, pero estoy seguro de que no se ha recorrido todas las farmacias de la provincia como me cuenta. Le han dicho lo del programa ese y ha pensado que podría apuntarnos a su hija y a mí y calmar de paso su conciencia. La gente no se imagina lo que significa pasar el síndrome de abstinencia así, sin ayuda; hay días que sufro ataques de pánico, he comenzado a sufrir espasmos y sudoraciones, y lo peor de todo son los calambres musculares que me inmovilizan durante horas. Y es que no se puede retirar, sin avisar previamente, una sustancia tan adictiva. Supone un peligro grave para la salud. He leído que un gran número de adictos pueden llegar incluso al suicidio.

Los paseos por la playa me relajan. Tienen que ser un poco antes de que se vaya el sol, porque todo lo que haga después me afecta al sueño. La psiquiatra ha dejado claro en sus pautas que si me despierto en mitad de la noche debo levantarme y realizar alguna actividad que me tranquilice. A mí me relaja cocinar, pero la primera noche que decidí seguir sus consejos y me puse a preparar varias tortillas de patata tuve una discusión muy fea con mi hermana, que se despertó alarmada pensando que era su hija la causante de aquel jaleo.

—No vas a levantarte ni a revolucionar nuestra inestable armonía porque estés con el mono —me dijo muy acalorada—. Esto no es una clínica de desintoxicación.

—Tan solo sigo la recomendación de la doctora —me atreví a balbucear.

—No quiero saber nada de tu doctora ni de sus recomendaciones —insistió—. Además, ¿quién se va a comer todo esto? ¿Tú y tu psiquiatra?

—Bueno, entre todos, claro. También tu hija, que está consumida.

Con esta conversación terminó su fingida hospitalidad. Me dijo que había llegado el momento de buscar un apartamento y marcharme, que no podía con los dos, que con su hija tenía bastante. Tal vez aquella noche me pasé, está claro que la abstinencia me llevó a comportarme de una manera extrema, pero pensándolo bien, si no cocino yo, ¿quién va a hacerlo? Su comida es basura precocinada. Tanto ella como la hija la comen para después vomitarla. Yo las he oído: abren los grifos del agua, disimulan con las gárgaras y lo echan todo. La primera enferma mental es ella, aunque eso no se lo dije.

Después de casi dos semanas sin conciliar el sueño, pienso que los estudios acerca del insomnio no sirven para nada. Ahora que estoy sumido en la depresión y tengo verdadera necesidad de morirme, está claro que deberé ser yo el que tenga que organizar mi suicidio, porque el insomnio no mata.

Vivo con mi hermana ya que ella se empeñó en cuidarme al morir Teresita. Lo típico: hermana mayor divorciada y con hija problemática finge sentir la obligación de cuidar del hermano menor que se ha quedado viudo, cuando la realidad es que ella sola no sabe manejar ni su vida ni la de la hija. Nunca imaginé que termináramos viviendo juntos. Ella, la preferida de mi madre, siempre me menospreció. Un día las pillé riéndose de nosotros, decían que Teresita hablaba a voces y que me a mí se me ponía cara de imbécil cuando me decía: Vítor, amor mío. Unas snobs, mi madre y ella.

El mar está calmo y la noche clara. Paseo arrastrando los pies y de vez en cuando espero que queden cubiertos por las olas que llegan a la orilla. Aturdido por los nuevos somníferos tengo que sentarme en la arena; hoy he triplicado la dosis.

Sobre la línea plata que parte en dos la noche, veo unos brazos moverse. Suben y bajan, saludan, piden auxilio. Intento abrir los ojos para alejar la niebla posada sobre los párpados y concentrarme en la visión. Reconozco una figura de mujer que bien podría ser mi sobrina; sube y baja al compás de las olas. ¿Me estará tomando el pelo? No puedo dejar de bostezar y me quedo quieto a pesar del peligro que la amenaza. ¿Quién puede estar a estas horas de la madrugada dándose un baño? No creo que a la niña le haya dado por el deporte de pronto. Sin duda, es una mujer. ¿Quién podría saltar así para llamar la atención? Un hombre no. Intentaría salir a nado. Seguro. Podría ser mi sobrina, sí. Esa niña tiene que tener a todo el mundo pendiente de ella. Me froto los ojos que me escuecen de tanto forzarlos y lo veo claro: es ella. Que se joda, pienso en mi letargo. Oigo su grito, y ahí no puedo reprimir la angustia. ¿Estará en peligro en realidad? Estas pastillas me tienen aturdido y tembloroso. ¿Qué podría hacer yo por ella? No estoy seguro de que sea Vicky. También levanto los brazos por si me reconoce. Yo que salí a dar una vuelta con la esperanza de que me volviese el sueño, me encuentro en la necesidad de despertar. Quince gramos de Diazepán tirados al mar. Y esa niña, otra vez con los brazos arriba no para de llamar mi atención. ¿Me verá a mí como yo la veo a ella? Abro los ojos todo lo que puedo, es ella. ¿Pero qué hace ahí? «¡Ven, ven!», le digo en un esfuerzo por socorrerla. Ahora sí que urge que despierte del todo y me acerque por si necesita ayuda. Consigo levantarme y doy varios saltos para encontrar la energía, pero tengo los músculos flojos y la cabeza me va a estallar. Es la onceava noche que no duermo, mi última noche de vida según los estudiosos del tema. «¡Ven!» me grita la niña y vuelve a levantar los brazos al ritmo de la marea que va llenando la ensenada. Estos jóvenes hablando siempre de tú. Es muy probable que en su estado no me reconozca. La miro con la voluntad mermada y la apatía que me provocan las nuevas pastillas. He de dormir esta noche si no quiero morir. ¿De qué serviría que me adentrase en el mar si mi cuerpo no responde? Serían dos muertes en vez de una. Sin embargo, si hago caso a lo que mi cuerpo me pide y soy capaz de dormir un poco, podría salvarme y estar junto a mi hermana en estos momentos tan difíciles que nos sobrevienen. Si hubiera traído el teléfono podría llamar la cruz roja, pero solo pensaba dar un paseo tranquilo a la espera de que hicieran efecto los quince gramos de Valium. Vueltas y más vueltas. La cabeza me revienta. Una cierta luminosidad ha devuelto la calma a la bahía.

Me acurruco en la arena a ver si soy capaz de dormir un par de horas y ganarle al destino otros once días de insomnio. Mi pobre hermana. La marea continúa subiendo, tengo la ropa mojada y ninguna voluntad de moverme.

 

 

NORBERTO PANNONE

Poeta, narrador, ensayista y novelista de Junín, Provincia de Buenos Aires. Publicó Aforismos, poesías y cuentos: Historias para Leer en Serio, que se halla en la Biblioteca de Habla Hispana de París, en la Biblioteca Nacional de la Lengua Española en Barcelona (España) y en la Biblioteca Española de Bilbao, Reflexiones de un machista en decadencia (aforismos), Las Curaciones Paranormales y la fe (ensayo científico de investigación), Entre Soles y Lunas de abril (aforismos, poesías y cuentos), A Fondo Blanco (poesías), solo por mencionar algunos de sus catorce libros editados.

Participó como expositor en la Feria Internacional del Libro en diversos años. Ha ejercido cargos en la SADE Junín y en la Nacional y es miembro de ASOLAPO. Ha ganado diversos concursos literarios y se desempeñó también como jurado. Actualmente publica trabajos en diversos medios nacionales y de otros países. 

Miembro Fundador del Centro Cultural del Tango en Junín (1960), es también integrante activo de “Letrango”, agrupación nacional de letristas de tango de la ciudad de Buenos Aires. Ha sido autor, compositor y cantante.

https://norbertopannone.blogspot.com/

norbertopannone@gmail.com

 

 

EL DUENDE

Norberto Pannone ©

 

Hoy llueve.

Domingo sigiloso

con su pátina gris.

Anoche anduvo un duende

hiriendo la ventana mal cerrada

y en un descuido mío,

cuando casi pensaba,

escuché que reía

con su burla profana

y al reír se mofaba

de la fresca ternura que dejaste olvidada;

de la cama blasfema

de aquel cuarto alquilado

y el pecado ultrajando la fatal almohada;

del perfume y la sombra que dejó el olvido

en la musa procaz del blanco lecho.

Y escuché que llovía

por la calle temprana,

por el cuarto vacío,

esta fría mañana.

© Norberto Pannone (2016)

 

 

EL ESPEJO

Norberto Pannone ©

 

Ocurrió una de esas mañanas de verano, donde el servicio meteorológico anuncia que la temperatura subirá hasta hacerse insoportable.

Francisco entró al baño, abrió la llave del agua fría y, cuando la bañera estaba por la mitad, se metió en ella. Permaneció allí dentro por espacio de diez minutos, luego, se puso de pie, se secó, se vistió y se paró frente al espejo del botiquín. La imagen le mostró a un hombre de cabellos blancos y un enflaquecido rostro atestado de tiempo. Su sorpresa le impedía pensar. La noche anterior, al cepillarse los dientes, había admirado con narcisismo su terso y lozano rostro apolíneo. No podía procesar la más mínima idea acerca de este extraño fenómeno. Se apartó del espejo y la imagen desapareció. Volvió a colocarse frente a el y allí estaba otra vez la agria figura del viejo, el rostro apergaminado, surcado por gran cantidad de arrugas y el escaso y blanco cabello disperso por un cuero cabelludo reseco y manchado. Intentó tocar aquella imagen y solo restregó la pulida superficie, justo en el punto donde otra rugosa mano intentó emerger para unirse a la suya… Francisco estaba asustado, confuso y angustiado. Con un hilo de voz se atrevió a preguntarse:

—¿De quién es esta imagen?

—¡De Francisco Secundino Echagüe! —Respondió la imagen con agria acentuación.

Después de esa mañana, ya no quiso salir de la casa en horas del día. Lo hacía por la noche, cuando la gente no lo podía reconocer.

Al poco tiempo, un joven vecino del barrio que pasaba por el lugar le preguntó al anciano indigente que estaba sentado en el umbral de una casa, frente a la mansión de los Echagüe:

—¿Quién vive en esa casona?

—¿Allí enfrente?

—Si… Allí.

—Ah… Allí vive el viejo Francisco. El pobre anciano está loco. No quiere aceptar que es viejo. Dice que la vejez es una maldición que le echaron unas gitanas la mañana de un domingo del mes de mayo, pero no se acuerda el año. Vive encerrado y sale únicamente por las noches.

“Es un tipo inofensivo —agregó el hombre—. Nadie ha podido verlo con la luz del día.

“Por las dudas, ¡ten cuidado hijo! ¡Ni se te ocurra llamar a su puerta!, las comadres del barrio aseguran que, chico que se acerca, chico que desaparece. Para mí, son puras habladurías; fíjate que ni la policía las tiene en cuenta…”

Aquel anónimo y andrajoso viejo echó la visera de su gorra sobre los ojos como en un inequívoco gesto de despedida. Nadie podría imaginar que, por el rabillo del ojo, espiaba con desconfianza al viejo caserón. Un experto observador juraría que, con bastante disimulo, parecía estar muy atento contemplando una ventana del piso superior, donde quizás, suponía haber vislumbrado una encorvada sombra ocultándose entre las persianas a medio cerrar.

©Norberto Pannone 2015

 

 

NORMA DUS

Narradora y poeta, oriunda de Concepción del Uruguay (Entre Ríos), residente en San Carlos de Bariloche (Río Negro), Argentina.

Ha obtenido diversas distinciones de honor en certámenes nacionales dentro del género de relatos breves y cuentos, así como por su destacada labor literaria. También ha participado de diversos encuentros poéticos y ferias de libros, tanto en el país como en el extranjero, particularmente en Canadá. Su nombre completo es Norma Margarita Dus.

• Obras publicadas: Bodega de Sueños (poemario, 2005), Cuando nos quedamos solos (cuentos para adultos, 2010), Desde la Ostería de Migai (reescritura del diario personal de un inmigrante, 2018), El camino de Libra (cuentos para adultos, 2022), Amor mascotero y otros cuentos (cuentos para niños, 2023), La estrella y otros cuentos (cuentos para niños, 2023).

• Ha integrado las siguientes antologías: Zona de Poetas (Ciudad de Buenos Aires, 2001), Tercer Encuentro Provincial de Escritores Entrerrianos (Concepción del Uruguay, 2007), Antología Patagónica "Otras Palabras" (Esquel, Chubut), “El espacio no es un vacío, incluye todos los tiempos” (Montreal, Canadá), Diez Poetas Rionegrinos Contemporáneos, Antología Poética - Vol. 2 (Municipio de Bariloche), III Antología “Leer el libro del mundo” (Neuquén).

• Ha publicado en los siguientes medios: revista Re-cuento (Bariloche), revista Palabras del alma (Esquel), el diario La Calle (Concepción del Uruguay).

Sus libros están disponibles en Librería Literal (Eflein 115, San Carlos de Bariloche), Librería Congreso (España 38, Concepción del Uruguay) y Librería Proa (España 14, Concepción del Uruguay). También, comunicándose con la autora.

Más sobre sus obras en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 99:

https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2023/09/blog-post.html

 

norma.dus@gmail.com

WhatsApp: 15 4 50 7972

http://deluruguay.blogspot.com

 

 

LA HIJA DEL TURÁN

Norma Dus ©

 

Cuando aprobé los severos, elevadísimos exámenes solicitados por el Palacio Real de la ciudad imperial, para llegar a Mandarín, conocí a la hija del Emperador. Tuve la misión de informar al pueblo y a los pretendientes, que ella solo se casaría con el Príncipe que respondiera correctamente los tres enigmas propuestos por ella.

Su carácter es implacable, crudo, despiadado.

La plaza del palacio está llena de picas con cabezas humanas, de anteriores interesados, quienes no consiguieron descifrar los misterios, y su suerte fue dejar su cabeza empalada.

Aquella noche, el pueblo esperaba la ejecución del Príncipe de Persia. Solo faltaba que saliera la luna. Hombre joven y apuesto. La muchedumbre presente como de costumbre, la Princesa manteniendo su veredicto y los ocupantes de la casa real en los jardines.

Ella también es muy joven y bella, pero inclemente, inflexible, no olvida a su abuela.

Entre el gentío, está Calaf, hijo de Timur rey tártaro junto a Liú, su esclava. Todos huyendo de sus enemigos.

En el palacio están los tres ministros, Ping, Pang y Pong, que al igual que yo, se hallan cansados de las ejecuciones, añorando la paz de sus hogares, sin sosiego, pero debemos seguir. La Princesa ha llegado a la edad casadera y proseguiremos escuchando el gong del nuevo aspirante. ¡¡¡Los Ministros ruegan a sus dioses que aparte esta maldición de China!!! Yo también...

Esta noche, sonará tres veces el gigante gong, nuevamente.

La Princesa otra vez planteará los tres acertijos. Ella misma otorgará su mano, si son respondidos correctamente.

El Príncipe desconocido, al ver la hermosura, el esplendor de la soberana, a pesar de las advertencias, consejos previos de su padre, la declaración amorosa de Liú, sufre un enamoramiento fulminante… Sonó tres veces el gong…

Calaf se apresta a responder.

Turandot advierte que ella es la reencarnación de la princesa Lo-u-Ling, su abuela, flor inmaculada, que un despiadado invasor la arrastró hacia la noche, amordazando sus gritos. Turandot ha declarado a todos los hombres sus enemigos. Nunca será poseída. Ella vengara la pureza mancillada de Lo-u-Ling. Y luego le anuncia cada uno de los tres enigmas:

El primero: “Cada noche nace, cada día muere. La muerte es solo una”.

El extranjero responde: “La Esperanza”.

Turandot se sorprende. Como todo está escrito, los sabios consultan los pergaminos, la respuesta es correcta.

La Princesa plantea el segundo: “Surge como una llama y no es llama. Si se pierde o te mueres, se enfría. Tiene una voz que escuchas palpitante”.

El joven, nervioso, pero seguro revela: “La Sangre”. El Emperador observa, el público escucha atento. Y los sabios aprueban.

La muchedumbre alienta al Príncipe. Turandot está indignada, pero plantea la tercera adivinanza: “Si libre te quiere, te hace más esclavo. Si por esclavo te acepta, te hace Rey”.

El pretendiente, ya desbordado y de rodillas, responde: “TURANDOT”. Los sabios leen y afirman. El pueblo vitorea. El Emperador sonríe…

Turandot suplica a su padre que no la entregue, pero ya de pie le manifiesta que la palabra es sagrada. Y la Princesa en un arranque de furia le grita al vencedor: “nunca seré tuya”, quien astutamente le expresa: “no lo serás, si logras adivinar mi nombre”.

Inmediatamente la orden que se recibe en todo Pekín, dada por Turandot, es que nadie duerma hasta saber el nombre de ese Príncipe desconocido. Así los Ministros ofrecen recompensas en mujeres y joyas al extranjero con tal de que olvide a la pretendida consorte. El pueblo quiere matarlo. Los soldados torturan a Timur, y a Liú, y nada se consigue.

Solo Liú vaticina a Turandot que lo amará, y se suicida.

Quedando solo Calaf y la Princesa, en la plaza del palacio, ya que el pueblo huyó, él la besa apasionadamente, con tal embeleso que le declama su nombre.

Así Turandot, tiene la libertad de elegir, seguir siendo libre o llevarlo frente al Emperador, los ministros y mandarines, y decir:

“Conozco el nombre del extranjero”, como lo llama, y como hace.

Calaf empieza a sufrir, esperando lo peor, su condena.

Murmurando, Turandot declara: “Su nombre es Amor”.

Y yo, como Mandarín de la Corte, después de muchos años, al igual que los ministros, hemos vuelto a tener paz, al ver que la rebelde Princesa ha sido vencida por el amor.

 

Versión en adaptación libre de Turandot –Ópera italiana– Giácomo Puccini, Adami / Simoni.

 

 

SALOMÉ MOLTÓ

Nacíó en Cocentaina, Alicante, España, el 26 de abril de 1943. A los diecinueve años emigró a París, en donde estaban sus padres. Allí obtuvo su diploma de lengua francesa, además de cursar estudios en Literatura, y “Civilisation Française”. De vuelta a España ha trabajado en colegios, en varias empresas en el departamento de exportación, en varias oficinas de abogados y notarios por asuntos puntuales de conflictos jurídicos y herencias, únicamente limitados a la traducción.

Ha colaborado en la revista Evocación de París, Cenit de Francia, Orto de Barcelona, Tierra y Libertad de Madrid, esporádicamente en el periódico local El Nostre-Ciudad, Polémica también de Barcelona, Canfali de Benidorm, y forma parte del equipo de la revista Siembra.

Sus trabajos van dirigidos a fomentar la toma de conciencia y posible denuncia de los problemas que atañen a nuestra sociedad.

Ha estudiado Sociología hasta cuarto año, que no pude terminar por atender a su padre enfermo, a través de la UNED en asignaturas independientes.

Obras: Una nueva economía, socialización y colectividades alcoyanas 1936-1939 (1986), trabajo periodístico, fruto de una investigación de dos años, de un periodo histórico de Alcoy en concreto, pero que atañe a todo el resto del país que quedó del lado de la República durante la guerra civil; Retazos históricos de la posguerra 1939-1953 (2011), una recopilación de vivencias de las décadas 40 y 50 del siglo pasado, en el que mayormente se reflejan los avatares y sufrimientos de las mujeres de la generación de su madre y abuela. Personas que nacieron en el primer cuarto del siglo XX y finales del XIX, y que vieron su juventud y sus ilusiones truncadas por la guerra civil y que tanto aportaron en busca de una democracia anhelada por todos; Alcoy (1936-1953), socialización, colectivización y represión (2015) y Cosas que quiero decir (2018), de pequeñas redacciones inspiradas por las clases que da.

En 2002, LiArt Internacional, Inc. de Miami (EE UU) otorgó el segundo premio en narrativa a mi cuento El Brazalete.

En 2005 fui entrevistada por el periodista austriaco Oliver Ressler sobre las colectividades y su trabajo hoy forma parte de una exposición itinerante patrocinada por la universidad austriaca de divulgación cultural y medios alternativos. Su exposición sigue itinerante con mucho éxito y estaba expuesta en Belgrado.

En la medida de lo posible, sigue escribiendo textos literarios y de opinión en pro de una sociedad más justa, libre.

salomemolto@gmail.com

 

 

JINETE

Salomé Moltó ©

 

Montado en bravo corcel

a trote ligero y suave

sobre los dorados campos

de espigas granadas

vas marcando tu camino

con altivez y bravura.

 

Jinete de mis ensueños

que mi vida has llenado

de ilusiones y esperanzas.

En tu grupa me llevaste

recorriendo con los sentidos

todos lo rincones del mundo.

 

 

NOSOTROS LOS PERDEDORES

Salomé Moltó ©

 

Nosotros los perdedores

porque mucho dimos

porque poco obtuvimos.

 

Porque corazón y sangre

ofrecimos generosamente

y de lo más hondo supimos

elevar la voz en grito

hasta el más alto estrado

de la esperanza y la ilusión

y por supuesto, el amor

 

 

LA LUZ DEL ALBA

Salomé Moltó ©

 

Ya verás qué bien

cuando llegué el alba

el cantar del mundo

te regocijará el alma

y la amarga soledad

no será tanta

cuando llegue... el alba.

Dejarás atrás

mil contenidas ansias

de tantos y tantos sufrimientos

que ahogan tus esperanzas

Y verás la luz

gozarás la vida

cuando a la humanidad

le llegue… el alba

 

 

CUATRO POR CUATRO Y ALGO MÁS

Salomé Moltó ©

 

—Tiene usted cuatro pantalones cortos y tres largos, cuatro calzoncillos, cuatro calcetines y…. o sea, cuatro de cada cosa.

—Sí, muchas gracias, muchas gracias.

—Bueno, un “quita y pon y un por si acaso” como decía mi madre en aquellos duros días de la posguerra, y lo decíamos, cuando remendábamos la ropa porque no podíamos adquirir ninguna otra. Sí, no me mire así, que nosotros también la hemos pasado pu… Y parece que vuelven los tiempos difíciles.

—¡Muchas gracias!

—Ya, ya, ¿sabe que nosotros también hemos sido emigrantes? Cuando acabó la guerra salieron más de cincuenta mil personas a Francia mayormente, el último barco que salió de Alicante el Strambrook y que llegó a Orán, pues… creo que no me entiende. Bueno, luego ya a finales de los cincuenta salimos muchos más. Con el dinero que trajimos empezamos a empujar la economía.

—Gracias, merci beaucoup.

—¿Del Camerun? Entonces sólo habla francés, pero tiene buenas manos y se ve fuerte. Ahora se tiene que ir a Málaga, a la fresa, sí ¿entiende?, luego a la recogida de la aceituna ya en Jaén, más hacía aquí, y, bueno qué tonterías digo si no me entiende.

—Zapatos no tengo, sólo estas zapatillas que apenas puede calzar y… bueno que tenga usted buen viaje y que no lo exploten demasiado.

Me fui a tomarme un café, sin poder evitar el pensar en esas pateras que llegan cruzando el mediterráneo, con gente que huye de tantos desastres, explotaciones y malas administraciones. Algunos de mis conciudadanos, piensa que vienen a quitarles el trabajo, cuando hay, hoy día, muchos pueblos con inmensas tierras sin cultivar, pueblos que han perdido más de la mitad de sus habitantes, ¿hay voluntad política para arreglar todo esto? Porque la verdad sea dicha, que me da la impresión que los políticos, hoy día, habitan otra galaxia. Una lástima.

 

 

ACTITUDES QUE SE REPITEN

Salomé Moltó ©

 

Aurora seguía regando las macetas de la pequeña terraza donde pasaba largos ratos tomando el sol o con lecturas interminables.

Su nieta, a través del cristal de la ventana seguía impertérrita la elaboración de un hermoso dibujo. Se acercó a la ventana, corrió el cristal y le dijo:

—¿Qué haces?, ¿pintas nubes? Son preciosas,

—Sí, abuela, y ahora voy a pintar un caballo con alas, que se va a ir por entre las nubes para llegar junto al mar.

Aurora no acaba de entender a su nieta, una niña de tan solo ocho años y que quería pintar de todo. A su gran sorpresa la niña dibujó un caballo con alas que remontaba un monte y se alejaba por entre las nubes. ¡Cómo es posible que esta pequeña pueda pintar todo esto, tan bonito, tan bien hecho!

Sus meditaciones le hacían recordar tiempos ya lejanos cuando su marido y ella misma se empeñaron en que su única hija, Adela, estudiara piano. Lo lograron, pero nunca fue un buen músico, no, sencillamente “se defendía”.

Quizás obligaron a la niña a hacer algo que no le gustaba necesariamente. ¿Y si se hubieran ocupado de preguntarle sobre lo que le hubiera gustado hacer?

Su preocupación iba en aumento, su hija Adela era una buena maestra en música, lo que sus padres habían querido que fuese, pero ¿era tan buena como sus padres creían?

Se acordaba ahora y valoraba la situación que la niña “no estaba mucho por la labor”, fue más bien una imposición.

Esta niña pinta de maravilla —le dijo a su hija—, yo creo que podría ir a un profesor y quien sabe si tenemos un Miguel Ángel femenino en la familia.

Su mente se hundió en un mundo de fantasías, quien sabe, quien sabe, son cosas que nunca se detectan, pero hay que poner “la primera piedra”.

Al momento entró su hija Adela.

—Vamos, cariño, hay que volver a casa. Madre, mañana no es neceser que vayas a buscar a la niña al colegio, no trabajo por la tarde, yo la recogeré.

—Había pensado que. ¿Te has dado cuenta lo bien que dibuja y lo bien... Bueno un buen profesor que...

—Madre, mi hija tiene que ir a la gimnasia y luego a ballet, es lo que hemos decidido mi marido y yo, déjese de fantasías. Hasta el sábado.

Se dio cuenta con horror que las cosas se repetían, no se tenía en absoluto en cuenta las inclinaciones y los gustos de la niña. Y pensar que con un “Y tú ¿qué quieres hacer, qué es lo que te gustaría estudiar, en qué te apetecería participar? la situación hubiera sido distinta, hubiera habido, quizás, más felicidad para todos.”

Siguió regando las plantas, pero sintiendo una opresión en el pecho por ver cómo los errores se repetían.

 

 

JAIRO MANUEL SÁNCHEZ HOYOS

Nacido en Morrocoy, Sahagún, Córdoba, Colombia, el 27 de febrero de 1951. Maestro normalista, licenciado en Pedagogía, Especialista en educación personalizada. 

Actualmente goza de la pensión del Estado. Le encanta leer, hábito que adquirió desde la pubertad. Ahora se ha motivado por la escritura, escribe poemas, cuentos, leyendas, mitos y novelas. Ha publicado las siguientes obras: El caso de Francisco con Juan Lara, el espíritu (cuento. Editorial Paloma, 2000); Un camino trazado por el destino (novela, Editorial El Sabanero, Sahún. 2003); Toma tu tierra guajira (novela. Metro Publicidad, Sincelejo, 2007); El grito largo de los senderos (novela. Metro Publicidad, Sincelejo, 2015); Viniendo de fondo lejano (novela, Editorial Giraluna, 2020); En busca de la esperanza (novela, Giraluna, 2020); Ese cielo más azul, novela (novela, Giraluna, 2020).

Fue incluido en varios libros recopilatorios: Surcando el viento (IX Concurso literario de cuento breve, Creatividad Literaria, España, 2024); Recordando aprendí (IX Concurso Literario de micropoesía, España, 2024); Homenaje a las mujeres (Concurso de Minipoemas, Mundo Escritura, España, 2024); Sonrisa Falsa (IX Certamen de Microrrelato y Poesía Mujeres Extraordinarias, Letras como Espada, España, 2023); Mirando hacia adelante (micropoesía y micronarrativa del VIII Concurso Literario de Ediciones Creatividad Literaria, España, 2023); Propósito (poesía y microrrelato, Muro del Escritor, España, 2023); Postales de amor (poema y minicuento, Mundo Escritura, España, 2023); Claroscuro del amor (cuento y poesía, Muro del Escritor, España, 2023).

sanjuandelbosque@gmail.com

 

 

LA POBREZA

Jairo Manuel Sánchez Hoyos ©

 

Es la pobreza un mal enajenado

Que existe desde la creación

El cual nunca ha tenido solución

Porque es invento de los políticos

Para su beneficio,

Y así permanecer con este vicio

Sin que se hagan ningún juicio.

Luego que la crean,

Oigan lo que les voy a mencionar,

Buscan ‘acabarla’ por necesidad,

Pues requieren el voto de cada menesteroso

Para volver a gobernar.

La pobreza nos muerde los talones

Para ella no hay cabida en los grandes salones,

Todo lo maluco, sucio y feo,

Junto con el hambre y el infortunio,

Son sus mayores trofeos.

Para ella no hay corazones ante las inundaciones,

Para ella, casitas de palmas y cartones;

No tienen derecho al socorro ni a la bondad;

Su lugar preferido son las colinas

Y los extramuros de la localidad.

Para ella son más largos los recreos

Que los años de escolaridad;

Tiene ella su cadena de almacenes

En los basureros y contenedores de la ciudad.

La pobreza es una madre que llora de dolor

Frente a la desesperanza,

Mientras que la riqueza, todo lo tiene y nada le alcanza.

¿Cuánto dinero se desperdicia en la guerra?

¿Cuántas guerras se hacen para matar al hombre?

¿Cuántas, para matar el HAMBRE?

La pobreza no tiene lecho,

Permítanme que lo nombre,

No tiene baño, no tiene mesa,

Esto es el ultraje más inhumano

De la dignidad del hombre.

 

 

DEJEN YA LA DISCRIMINACIÓN

Jairo Manuel Sánchez Hoyos ©

 

Soy negro,

Pero mi voz es roja

Blanca, parda, amarilla;

¡Qué maravilla!

Le canto al ganado, manejo el bongó

Corto la caña y extraigo el oro

Del Cauca, Atrato y Baudó.

Soy negro de mina, de río y de mar,

La historia lo relata,

Donde quiera que hay mar,

Como el cormorán, junto a Mariamulata,

¡Ahí estoy yo de manera grata!

Soy negro, soy mulato,

Con distingos de sensibles modales y buen trato,

De eso me elogio, es mi retrato.

Los de acá me impusieron otra ley,

Solo gano ofensas y maltrato,

Sin derecho a sindicato

Para ver si descanso un rato.

Una mano fuerte me oprime

Quiere reventar mi arteria,

Una bota enorme me empuja,

Me tira con ira a la miseria.

Mi color negro recoge la noche

Soy negro de energía y derroche;

Mi cuerpo, un tizón encendido;

Negro, negro engreído,

Trabajador, amante y excelente marido.

Atarrayo mis recuerdos lejanos,

Recuerdos oprimidos,

Allá están mis hermanos,

Y yo acá, con el canalete en la arena,

Golpeado por tener la piel negra, negra, morena.

Cada mañana, cojo mi canoa y me voy

A buscar lo que se me ha extraviado,

Me regreso, traigo vacía el alma,

No encuentro lo que me han robado.

Cojo el tambor,

Con ron de caña entro en calor, y,

Mejor pienso en lo bueno que es el amor;

En el cielo están mis ojos,

Canto y bailo mis enojos

De coger otros rumbos, otros rumbos, no cojo.

A pesar de haberse roto las cadenas,

Rotas desde hace rato,

Siento que sigo en el virreinato

Bajo el mismo formato:

Ultrajado, engrillado y marcado.

¡Negro!, ¡negro!, ¡negro!

Me llaman negro, negro me llaman,

Pero no por cariño,

Sino para verme humillado;

¿De verdad mi esclavitud no ha terminado?

Para los que no lo saben, y aquí se los digo,

En mitad del camino,

Que nosotros, los negros melaninos,

Fuimos la primera casta que en la tierra existimos.

Y ojo, que no somos raza,

Somos persona, somos etnia, somos especie.

Mi piel negra data,

Data del origen del hombre

Engendrado en el trópico;

Óiganlo bien, la dermis roja, blanca, parda, amarilla,

Son derivadas de mi dura piel.

Así qué ¿cuál es la hiel?

Vergüenza deben sentir ustedes

Y no nosotros;

Pues, impoluta es nuestra piel;

Quítense esa obsesión para conmigo,

¡No joda! Yo soy puro desde la creación;

¡Dejen ya tanta discriminación!!

 

 

EL TIEMPO Y SU HUELLA

Jairo Manuel Sánchez Hoyos ©

 

Los años han hecho de mí

Ese árbol seco de la plaza donde los transeúntes

Se detienen a comentar sus fracasos.

Un árbol sin corteza, sin savia ni brotes

Nada más con la mera figura

De lo que pudo vivir en un buen bosque.

En la tierra seca se debaten mis raíces

Buscan una gota de agua

Que jamás beberán.

Ya ni siento frío,

Ya ni siento calor;

Soy la hospitalización de la tarde,

El refugio de la noche,

La tibia habitación de libélulas.

Mi sombra larga descansa en la plaza,

Parezco un raro fantasma,

Sin lastre ni alma.

Soy materia pasible

Disponible para el fuego,

Pues, qué me convierta en cenizas.

Qué realidad más cierta,

Como dije, ya no soy vivo,

No tengo corteza,

No tengo aroma,

Ni la certeza de que tenga tiempo.

Mis pies no sienten el palpitar de la tierra

Ni la musicalidad del viento;

Esta mi existencia como

Respeto a un juramento,

Pero no, no hay tal juramento,

El tiempo tiene sus medidas,

Yo sigo el curso,

Solo que el mío está más lento. . .

Y es tan larga esta espera.

 

 

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 102 – Junio de 2024 – Año XV

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral
EX-2023-122916689-APN-DNDA#MJ del 17/10/2023, incorporado a RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina

Propietario y director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
zab_he@hotmail.com
http://hector-zabala.blogspot.com/
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html
 

Colaboradores

Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
alfana79@hotmail.com
http://noelia-barchuk-literatura.blogspot.com.ar/
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/suplemento-derealidades-y-ficciones-n.html



Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
monvillarreal@hotmail.com
@mon_villarreal
https://www.facebook.com/monvillarreal22
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/
 

 

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“Realidades y Ficciones”
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm