sábado, 1 de septiembre de 2012

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 54 – Septiembre de 2012 – Año III
ISSN 2250-5385
Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a  zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

Sumario:
• María del Carmen POYO MARTÍNEZ (España – Argentina)
• Jaime B. ROSA (España)
• Lidia CASTRO HERNANDO (Argentina)
• Ricardo DÍAZ (Chile – Francia)
• Yolanda ALDÓN (España)
• Adrián Néstor ESCUDERO (Argentina)
• Cristina BERBARI (Argentina)
• Susana RODRIGUES TUEGOLS (Argentina)
• Gildardo GUTIÉRREZ ISAZA (Colombia)
• María Enriqueta ROLAND (Argentina)

                                                                                     

MARÍA DEL CARMEN POYO MARTÍNEZ

(Alcañices, Zamora, España). Poeta, dramaturga, narradora. Reside en San Andrés, Gran Buenos Aires, Argentina. Coordinadora del grupo cultural Los Poetas del Encuentro. Intérprete de poesía española. Ha publicado el libro de poemas De pie sobre las brasas (Buenos Aires, Aql, 2004). Fue convocada como jurado en los dos certámenes internacionales “Jorge Luis Borges” de la REVISTA SESAM.

Distinciones por diversas obras:
• Primer Premio Nacional Subsecretaría de Cultura Municipalidad de Almirante Brown (2003).
• Primer Premio Juegos Florales Municipalidad de Vicente López (1994).
• Primer Premio Juegos Florales Subsecretaría de Cultura de Vicente López (1996).
• Segundo Premio Certamen Nacional “Julio Arístides” de la Casa Universitaria de Gral. San Martín (2006).
• Segundo Premio Juegos Florales SADE de Tres de Febrero (1999).
• Ha sido designada Mujer del Año en la Cultura (2003) por la Asociación Civil de Empresarias y Profesionales (ACEP).


CALLES
de María del Carmen Poyo Martínez ©

No se puede andar impróvido por las calles.
Las ventanas procesan nuestra sombra para comérsela
en olvidadas estaciones de trenes.
Los grillos montan guardia detrás de los afiches
para librar su canto en vastas ceremonias.
Las calles, empedradas de mercaderes insomnes,
vendedores de nigromancias y pócimas virtuales
que levantan altares profanos.
Las calles, que oscurecidas de voces monocordes,
no logran escapar al hedor de las gargantas.
Las calles, pisoteadas por el paso intransigente de las masas
(hundidas en el sopor de palabras deleznables)
Las calles que acceden a la sincronía del andar ciego
de quien llegará un minuto tarde y perderá su premio.
Las calles que confirman: la avaricia de las manos,
la ruptura de los pétalos,
la fe tiritando en los convidados al festín del frío de la noche.
Las calles, cautivas de sigilos,
albergues de extrañas coyunturas,
cómplices definitivos en desmanes programados,
Acequias recogiendo saliva y sangre,
sudor, mendicidad y esclavitud.
No, no se puede andar impróvido por las calles,
hartas de mestizajes sin credos ni esperanza,
hartas de savias aguadas que hallan muerte en la raíz.
No se puede andar impróvido por las calles,
aunque la lluvia, bautismo que celebra el cielo, las purifique.
Sé que están alertas para tragar mis afanes,
cambiar mis símbolos
y ofrecer mi pensamiento al mejor postor
en tanto asisten, flemáticas,
a ruidos circunstanciales que intentan contaminarme.
Pienso, pienso y pienso
mientras escondo mi sombra detrás de alguna ocasional estatua.


FICCIONES *
de María del Carmen Poyo Martínez ©

Antes,
cuando dormía en la oscuridad de las ficciones,
escondida tras las piedras redondas de los ojos de los tigres:
maduraba cedrón entre los dientes
y coleccionaba estaño en los agujeros de los viernes por la noche,
pregonaba histerias, ensalzaba pudores,
pergeñaba vuelos alrededor de mi excentrismo,
aligeraba estrés sobre otros desamparos
y me hundía en las comisuras de mi ceguera irreversible.
No sabía que la aurora nace de hembras secas y dormidas
en un callejón cualquiera, cerca de un niño abandonado.
No sabía que nos observa antes de resolver si vuelve
del nocturno paseo en su litera sin caballos.
No sabía de las heridas sangrando y sangrando
para atraer a las manadas
ni que el semen de los dioses diminutos
podía sepultar cadáveres.
No sabía que las batallas libradas al costado de los monumentos, pulverizaban jardines y mancillaban rosas.
No veía que el sicario comulgaba
ni que la absolución fuera cuestión de formas subjetivas.
Antes,
cuando dormía en la oscuridad de las ficciones
y me hundía en las comisuras de mi ceguera irreversible
veía pasar a los hombres envasados en frascos de plástico,
a los búhos comiendo los pezones de las parturientas
y a los niños, encender pirotecnia en los ojos de los maestros
y seguía escondiéndome
tras las piedras redondas de los ojos de los tigres.
Quién sabrá decirme cómo seré mañana, a la hora de la siesta,
cuando la lluvia torrencial
disuelva las piedras redondas de los ojos de los tigres.

* Este poema Ficciones obtuvo el primer premio en el certamen Julio Arístides, San Martín (Provincia de Buenos Aires), Argentina, en 2008.


AGOBIO
de María del Carmen Poyo Martínez ©

¡Oh, Dios!
Sentir el agobio de ocultar
la versión antigua de los signos,
de inclinar la espalda,
de indagar en oratorias,
de confrontar las prédicas.
De enmascarar hambrunas
y perderse sin memoria en la caterva.
¡Oh, Dios!
Alzar la mirada desde esta inquietud
poblada de símbolos.
Desde este miedo que no cesa,
desde esta historia de sicarios y de mártires,
desde la rugosa maraña que rodea mi garganta,
desde el agujero incognoscible donde agonizan convicciones,
desde este calendario que sangra,
desde el alborozo de nuestra ceguera irreversible.
Me sudan los ojos,
víctimas de tardes impares,
cuando el sol conjura con un búho desertor de la noche
y la ventisca destierra del jardín
el ala rota de una mariposa.
No sé en qué submundo hallaré mi próxima caricatura.
¡Oh, Dios, estar aquí!



JAIME B. ROSA

(Bellreguard, Valencia, España, 1949). Su nombre completo es Jaime Benito Rosa Romero.
Licenciado en filosofía (Valencia) y filología francesa (París IV, Sorbona). Doctor por la Sorbona (Paris IV).
Poemarios: Nubes digitales, Océano claxon, La estación azul, Yo leopardo/I leopard, De rizo soplo, Lugar de polen/The pasaje of polen, Mar textil fragmentado/Sea of fragmentary textile, Elipsis, Manzanas cuadradas de sabor numérico/Savoured numerically squared apples, Tanteando el alba.
Novelas: Arlequín en el laberinto, Las cuatro caras de la pirámide negra, Hilo de seda/Fil de soie, Maremagno o las siete piedras, El embalsamador.
Ensayos: Creación y destrucción en la vida y obra de Rimbaud, Méthodes descriptives balzaciennes, matérialité et spiritualité dans les personages du Père Gorrito de Balzac.
Congresos: World Congreso of poets in Estambul, Haifa (Israel), Monterrey (México), Escritores sefardíes (Miami, EUA), Curtea de Arges (Rumania), Semana Poética (Caracas, Venezuela), Congreso Internacional de Escritores (Belgrado), XII Festival Poético de la Habana (Cuba), IV Encuentro Cataratas del Iguazú (Argentina).
Títulos honríficos: Doctorado WAAC (California, EUA), Embajador de la Paz (Ginebra, Suiza).



ME ALEJÉ AYER
de Jaime B. Rosa ©

Me alejé ayer
De todo momento
De todo cisne sin nosotros
De hoy y de un mañana
De puro rostro masticado
Por sílabas que caminan, siguiendo
Un orden peristáltico
De gaviotas perdidas en el entonces
En el mucho de la ceniza
Y su forma de ascender
Con la rosa.

Hoy por si acaso
Los higos de la sombra
Van para el luego
De las barcas que madrugan
En la existencia
Y permanezco invisible
En el silencio del todo
Que es equidistancia
Voz
Soledad
O azul de alguien que renunció a amanecer

Sumido en la peor distancia
Como un bufón de miel fundida
Que traza circunferencias
En el carbón salado
En la máscara helada
De cada momento
Ya ni siquiera recuerdo
Lo que simplemente fue
O no fue
Como si lloviera
Sobre aquel rostro de garbanzo
En el que se refleja la eternidad
Sobre aquellos cuernos calcinados
A un lado del camino
Entre lo oblicuo a la deriva
Y un océano de cadáveres
Sin profundidad

Se disipan las penumbras
Deglutidas por la nada
Que refleja mi sombra

Sin conclusión.

Otoño
Son tres sílabas
Años sin sonrisas
Otro luego que se fue.

Descifro posibilidades engañosas
De permanencia en lo fugaz
En el líquido metal inconsistente
En la impredecible persistencia
Del viento en lo caduco.

Ahora es una esquina
Donde alguien sonríe y llora a la vez.

Los ríos me arrastran con las rocas
Y en los espejos
Vive una luna de sospechas
De rosas de sombra
Adictas a la bruma intensa.

Me acusan de llorar inútilmente sobre la nada
Pero los sueños se alimentan de ocurrir
En las noches vivas
De la flor de azafrán
Y crecen
Entre el limo y la herrumbre
Del No-aquel
Del ámbar sustancial


A LA LUZ PLURAL
(de Oblicuo Aparte)
de Jaime B. Rosa ©

A la luz plural
De lo Uno que regresa
Ya nada es concluyente
Al otro lado del bronce

Por las esquinas
Se duplica el rostro indescifrable
de ninguna parte
de una lejanía
bañada en el olvido

Con la impunidad de lo etéreo
Descubro mi transparencia

De cristal enterrado
Entre las piedras.

Después del viento
Llegará el fuego de lo que no veo
Un nadie que alcanza el pretérito
De un tiempo inexistente


1
EN LA FRONTERA
de Jaime B. Rosa ©

En la frontera
entre la lluvia y el alma
se extienden avenidas muy largas,
aún no construidas,
edificios tristes con casas
aún deshabitadas.

En esa frontera
la lengua del viento
azul como el cansancio
nos revela el color de la lumbre
el dolor de la leña que arde

el pudor de la tierra podrida
que se oculta bajo la ceniza.

Más silencio hay en la profundidad.
Lo posible no somos nosotros.
Sólo
de las ingles de los dioses
brotan rosas de escayola,
sólo
la luz asume nuestros trazos
las palabras que nos vacían
los lagos helados que nos sonríen
por su lado muerto.

En la frontera
existimos porque escapamos
entre los últimos fulgores
de un sol partido y devastado,
de nosotros mismos


2
SENTIMOS LA TIERRA
de Jaime B. Rosa ©

Sentimos la tierra
como una manzana cuadrada y masticable
como una diagonal del viento
como un sueño que suena
a oasis perdido
a sombra alargada
a sol que se apaga por deducción extrema
a faro plural de cambiantes facetas
que ilumina el mismo filo de la noche.

Sentimos la tierra...
sentimos la tierra como una flor inmensa,
vasta como el principio de un largo camino.
Anoche y ayer
sentimos la tierra
como la sombra triste
de otros olvidos.


3
POR TU CÁLIDA SONRISA
de Jaime B. Rosa ©

Por tu cálida sonrisa
conozco
el clima de tus dedos

pero olvido
en qué calles trenzamos
nuestras vidas,
en qué sillas
nos sentamos
para frenar
el peso de la tarde
que nos vence
desde dentro
con la rotundidad
de una herida.

Entre tus tinieblas y las mías
juntos añoramos
un destino
distinto
a la muerte
que nos penetra
paso a paso,
los nombres y las cosas
que dejaron en nosotros
su huella singular,
tantas sensaciones desconocidas
con sus sombras ondulantes
junto al fuego
quebradas y abolidas.

Como lo oculto guardado
en un rostro que calla,
acaso el ocaso nos aprieta
con su cimitarra lumbar
que interroga al dolor,
acaso el ocaso nos despide
en el enclave exacto
de una tarde oscura
en que la sangre
mancha para siempre
el eterno retorno
de un lejano amanecer.


4
de Jaime B. Rosa ©

En cualquier lugar
el otoño es una perspectiva
una orilla que a veces nos separa de la luz.

Desde la profundidad
perfilo lo que me apura no dar:

el trazo de una explanada triste
el trigo que dábamos a las palomas
el agua clara que gotea
sobre un libro abierto
un eco detenido en la nieve.

En cualquier lugar
al otro lado de los rostros
la arena no existe
pero el mar nos declina
de aquí a la eternidad.


5
de Jaime B. Rosa ©

Bajo la forma
un ámbar
profundo
una cítara
de plomo mate
un árbol
de cifra azul

La cadencia
del ser
y del tiempo



LIDIA BLANCA CASTRO HERNANDO

Licenciada en Psicología y Filosofía por la Universidad Buenos Aires (UBA). Periodista y corresponsal desde 1975 a 1990. Escritora de cuentos cortos desde hace ocho años con asistencia a diversos talleres. Actualmente coordina su propio taller.
Pertenece al staff permanente de la revista “La Avispa” de Mar del Plata, Argentina, como correctora, y está a cargo de la sección Rescates. También es correctora de la revista “Paradigma” de Costa Rica.
Ha editado sus cuentos en más de diecinueve antologías cooperativas y la Editorial Dunken la ha honrado publicando en cuatro de sus antologías no cooperativas.
Ha recibido varias distinciones nacionales y una internacional en España. En especial el Primer Premio de Cuento de la Municipalidad de General Pueyrredón, en 2007. Tiene un libro publicado: La caja negra (2007)
Ha cursado dos años de dramaturgia para radio y televisión en Argentores y seminarios en el Centro de Lecto Autores.
En la actualidad está preparando una novela. Es dramaturga teatral y actriz de teatro independiente. También, socia permanente de la SADE y Argentores. Hoy presentamos dos de sus trabajos registrados.


JUANITO SIN PLUMAS
de Lidia Castro Hernando ©

El cartel sobre la avenida dice: “Las plumas son sometidas a un tratamiento antialérgico que permite lograr edredones hipoalergénicos para ser disfrutados por todos y durante todo el año porque el duvet mantiene nuestra temperatura corporal”.
Juanito sentado sobre el mármol de Carrara gris y frío, con su pantalón zurcido, no entiende de edredones ni de duvet ni de tratamientos antialérgicos. Sus zapatillas rotas conocen el paso entre los coches detenidos por el semáforo de Figueroa Alcorta y Pueyrredón, y sus manos sucias, las espinas de las rosas que vende a dos pesos. Mientras cuenta las monedas que hizo, cinco palomas se acercan cautelosas. Él sabe que no debe moverse si las quiere mirar un rato.
Algún culposo le había dado un billete de cinco y subió con rapidez la ventanilla como con miedo al contagio. Juanito se compró un alfajor y subió las escalinatas de la Facultad de Derecho. Fue un día agotador y de saldo pobre. Le pareció que nadie tenía una novia o una madre o siquiera un enfermo a quien regalarle una flor.
Juanito les tira a las palomas, pedacitos de su alfajor recién abierto. Ellas se le arriman más. Y continúa regalándoles el único alimento de su día laboral. Le gustaría ser ave pero le asusta la idea de convertirse en comida sobre un plato. Mientras tanto, ellas consumen hasta las últimas miguitas de lo que él ni siquiera probó.
Una se le acerca confianzuda y se para sobre su pelo duro. Él repentinamente, se siente estatua. Su corazón late rápido como un tren y cree que está soñando.
“Para gozar de algunos placeres no es necesario estar siempre despierto”, dicen las últimas palabras del cartel sobre la avenida.
Juanito estornuda y las cinco palomas vuelan asustadas. Juanito cree que es culpa suya y llora. Lo que él no sabe es que ellas aún no habían sido sometidas al tratamiento hipoalérgico dinamarqués.
El sueño resultó cortito. No comió pero una paloma le acarició la cabeza. Por hoy, está hecho.


CUESTIONES PRIVADAS
de Lidia Castro Hernando ©

El golpeteo en el dormitorio de arriba es horrendo. Esa gente parece no tener hora. Durante el día se opaca detrás del ruido de las bocinas, las frenadas de los colectivos, los silbidos, los gritos de la gente, el viento y alguna música que viene de otros departamentos. Supongo que al menos aprovecharán los días de playa. Pero a la noche es insufrible. Las tormentas parecen excitarlos más. Me acuesto y cuando apago el televisor, el ritmo anuncia “DE NUEVO INSOMNIO”. Prendo la radio y me pongo los auriculares. Me quedo dormida pero sólo por unos minutos. Los golpes sobre mi cabeza me despiertan asustada y enojada. Me escondo debajo de la almohada y suenan, lejanos pero suenan. Es indecente. Yo nunca fui una pacata, pero esto es demasiado. La intimidad debe ser privada, no pública. Además mis nervios ya son alambres electrificados y las ojeras me llegan hasta los pies. Mañana mismo me voy a quejar al encargado. Ya pasaron dos meses y creo que es suficiente. Se acabó la fiesta, tórtolos.
El encargado toca el timbre en el departamento que queda justo encima de Soledad. Nadie contesta. Usa la llave que los dueños le dejaron al terminar la temporada y entra. La ventana del dormitorio había quedado abierta.
El viento está haciendo el amor con las cortinas.



RICARDO DÍAZ

Mi ciudad natal Punta Arenas, Chile, paisaje de nieve y ovejas, acompañó mis primeros estudios junto a los marineros, a los hombres del petróleo y al ovejero “ese Rey sin trono fijo…”
Luego atravesando el Golfo de Penas, el Cabo de Hornos, caminando el mar y los puertos del Sur, llegué a Valparaíso, colinas y mar. Allí, encumbrado en el cerro Playa Ancha, república del viento, mis estudios secundarios y universitarios. Diploma de profesor de Castellano… siempre mirando la mar desde el Pedagógico, Universidad de Chile, nacieron sueños… utopías de un mundo mejor para todos. De pronto, un 11 de septiembre, todo eso se acaba… Recomenzar un camino, lejos, con palabras de exilio, enterrando dolores… sueños… utopías… aquí en Burdeos, tierra roja de vino y sangre, puerto de ayer… una maestría en literatura chilena… luego un diploma de Educador Especializado. Mi alma, Caleuche del Sur, navegando con la escritura… con la poesía.


RAPSODIA EN PROSA MENOR DE UNA INFANCIA QUEBRADA
de Ricardo Díaz ©

Me recuerdo... era mi segunda primavera, el osito de felpa, mi padre 
Mi madre me dijo que ella partía para encontrar un Dios de amor, que ama a todos 
Muchos inviernos han pasado La fuente escarlata, regulada igual que un reloj, ha dejado 
de fluir para siempre 
mi cuerpo me parece más pesado, más cansado 
Yo espero... 
Después iré, tal vez, a buscar un Dios que odie también 
Yo espero... 
¡Silencio! escucho a veces ruidos... pero no... no es Él. 
Antes también escuchaba ruidos cuando papá salió Mi madre le dijo que tuviera cuidado 
con el toque de queda. Yo pensaba, porque tocar al quedarse quizás sea un juego 
Hoy día, Yo espero aún que Él vuelva, no me muevo, estoy sentada detrás de la puerta 
Es necesario que Yo esté aquí 
cuando Él vuelva, papá, con mi osito 
Yo espero... 
Me recuerdo que Él me tomaba en sus brazos para hacerme volar lejos, muy lejos (alto, 
muy alto), hasta tocar el cielo Él me decía, Tú serás cantante, tu voz es el rocío 
de las mañanas que riega mi corazón. Su voz, me recuerdo, era como el agua que navega en los ríos subterráneos 
Yo espero... 
Él me decía Tú serás piloto de avión 
Yo escucho los aviones y pienso que Él está allí... 
Yo espero y no acabo de convencerme 
En la eternidad del tiempo 
del frío 
del ruido 
Yo espero...                          



YOLANDA ALDÓN

Escritora y pintora nacida el 14 de julio de 1973 en Barcelona, España, pero con residencia desde su infancia en Cádiz. Defensora de los derechos humanos, emprende su trayectoria artística como respuesta a las desigualdades de género, malos tratos y desencanto social de la clase política. Pertenece a la llamada corriente literaria “Voces del Extremo”.
Cádiz y la otra orilla, a sorbos de a-mar y versos, prólogo de Eduardo Galán. Editorial Origami, 2012 (los alumnos de master de la Universidad de Abdelmalek Essaadi estudian su literatura). En proyecto: edición bilingüe en árabe y español.
• Prólogo para el libro Danzadelaire, Abderrahman El Fathi, editorial Patio de Monipodio. Quorum editores, Sevilla 2011.
• Estudios de literatura comparada, lo andalusí en los textos literarios egipcios, en Huellas Andalusíes en Egipto del hispanista Gamal Abdel Rahman de la Universidad Al Azhar del Cairo.
• Antología poética Voces del extremo. Poesía y Dignidad, Logroño diciembre de 2011.
• Exposición de Poemas en la I Muestra de Mártil, Tetuán, 2011.
• Redactora y Editora de fotografía en Biografía de Juan Ramón Jiménez  por Antonio Gonzalo, publicado por la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía (2009).
• Jefa de Redacción en la Revista Internacional de Interés General “Yes Magazine” (2004).
• Responsable de Plan de Medios para la productora de cine A.G. Films para la película “Una Pasión Singular” (2002).
• Jefa de Prensa y Comisaria de la Exposición de Pintura y Objetos Artísticos “La Hora del Arte”. Centro Cultural El Palillero. Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz (Octubre de 2001).
• Presentación y recital de poemarios andalusíes editado por la Asociación Cultural “Andalucía Ahora” (2006).
• Colaboradora en la empresa Publicaciones del Sur, Cádiz Información.
• Ponente en “Jornadas sobre Educación” organizadas por la Federación   de Asociación de Padres del Cádiz Interior (FAPACI) en la Institución Provincial “Fernando Quiñones” (1999).



NUEVA MAREJADA
de Yolanda Aldón ©

Rugiendo destapa la paz de mi calma
su fiebre amorosa de estirpe musulmana.
Allá donde acampan las letras inquietas
de su puño orquestado por su estrella y su luna.
Enfundada de colores que animan su estado,
hoy sueño que todo se muda de aires,
y la brisa ondulante verdiblanca ruborizada
serpentea entre dos mares
celebrando el proemio de una luz naciente.


VISIÓN POÉTICA
de Yolanda Aldón

ANDALUCÍA
de Yolanda Aldón ©

Poderosa Andalucía siento
tras la enmarcada salada claridad.
Rayos de sol entraron en su cuerpo,
la arena mora en su bahía
la bajamar la despierta
de las mojadas espaldas.
Oye el eco de un cantar
al romper las olas su alma
sintiéndola, apretándola en silencio
siempre en silencio
deshoja su mirada:

así engendra en sus entrañas
su Andalucía, mora, gaditana.


RECONQUISTA
de Yolanda Aldón ©

Musito tu nombre
con escalofríos fervientes,
desbordados de matices azules
y guturales sin límites.


JALEO DE ESTRELLAS
de Yolanda Aldón ©

Me alimentaron con su olor,
LAS ALGAS,
desprendiendo los recuerdos
de tus suspiros y miradas hacia el cielo
decorado de aquellas ESTRELLAS
que suspendí en la noche
para adornar el paisaje
figurado por nuestra pasión.


PRESENTES
de Yolanda Aldón ©

Tiembla luz de roja vela,
entrañas de mi quinqué,
cálida, viva de amor,
cercana acecha
luminaria de mi querer.


A MI POCO CUERDO LEVANTE
de Yolanda Aldón ©

Esos aires suavecitos
que atraviesan sus esquinas,
acarician sus paredes
encaladas de salero
y sus piedras ostioneras
de señorío y marinera.
Y al cambiar mi rumbo ahogada,
me dejó sus aires bruscos.
Le llamaba ¡traicionero!
me sentía a disgusto.
Pero, qué haría yo sin él
sin mis aires gaditanos
que enloquecen al que viene,
si por él mezclé sus aires
con las brisas de otras tierras
y la danza pasajera
se afincó en los bloques claros,
los oscuros se quedaron
ocultos, allí… donde
no hay enamorados.


SHARBAT HAWA
(Sorbos de aire)
de Yolanda Aldón ©

El perfil de mis versos
es cortado por el aire
en cada sorbo de su pensamiento.


NADRA AMIKA
(Mirada profunda)
de Yolanda Aldón ©

Aunque el sueño cabalgue sobre el cuerpo,
el amor atrapa al sueño.


BÚSQUEDA
de Yolanda Aldón ©

¡Qué ganas tengo!
¡Qué ansias tengo!
de ahogar mis palabras
sobre el reflejo de tus pupilas.


SILENCIOS QUE LIBERAN
de Yolanda Aldón ©

Desde que abracé el silencio
me hice esclava de él
al acariciar la libertad.


PENSAMIENTOS
de Yolanda Aldón ©

Nací para pensar, y pensé ¿para qué nací?

Nadie entiende como nada,
puede acabar siendo algo.

Una cosa es vivir del pasado,
y otra, tener amenazas de melancolía.

SOLA ante la inmensa SOLEDAD,
acaricio el SILENCIO de su compañía.


AL NIÑO DE LOS SUEÑOS DE SESENTA CENTOLLOS
de Yolanda Aldón ©

Siente que sus días se van,
se escapan y se deslizan
entre los dedos de su mano.
Su infancia, se desperdicia
oyendo insolencias
escuchando llantos.
¡Deja que el niño crezca!
entre rincones de flores,
con olor a yerbabuena, y
descubriendo colores.


RAHIIQU AL AALIHA
de Yolanda Aldón ©

El silencio, la calma y la noche
invade el espacio.
Presuroso, el frío aire, estrecha
los aromas que en su ausencia
se impregnaron como escamas
a mi cuerpo desarmado.
Así, ¡¡¡corre, vuela, nada!!!
y esconde en las comarcas de mi estancia
la ambrosía que levante
cada eclipse de los versos
que mece el soplo de esta musa alocada.



ADRIÁN NÉSTOR ESCUDERO

Nació en Santa Fe, Argentina, el 12 de enero de 1951. Como cuentista y narrador cultiva los géneros del realismo mágico, lo maravilloso, lo fantástico, la ficción científica y la ficción conjetural metafísica. Su labor literaria se destaca en la Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe (Tomo I. Ed. Sudamérica. Santa Fe, 1992), así como en el Breve Diccionario de Autores Argentinos (Ed. Atril. Buenos Aires, 1999). en las Selecciones Biográficas de Narradores Santafesinos (Ed. Tauro. Santa Fe, 1994) y Un Siglo de Literatura Santafesina (Ed. Culturales Santafesinas, 1999). Contador Público Nacional, Magíster en Dirección de Empresas, docente universitario.
Obras:
Los últimos días (Ed. Colmegna. Santa Fe, 1977).
Breve sinfonía y otros cuentos (Ed. Colmegna. Santa Fe, 1990).
Doctor de mundos (Ed. Vinciguerra, Buenos Aires, 2000).
• Tiene además varios libros inéditos y otros en desarrollo. Sus narraciones han sido incluidas en numerosas publicaciones.
Galardonado en múltiples certámenes locales, regionales, nacionales e internacionales, es autor de prólogos y presentaciones de libros, así como de artículos de reflexión cultural. Jurado en diversos eventos de la región noreste de Argentina, condujo entre 1979 y 1987, junto al escritor santafesino Edgardo Pesante, el programa radial “Acontecer Literario” (Radio Nacional - SF).


PÁJAROS
(o Parábola de héroes y ángeles custodios)
de Adrián Néstor Escudero ©

A los que nunca dejarán de intentarlo…

Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Y he ahí un nuevo, flamante rompecabezas urbano recortando el tiempo y el espacio. Oficio por oficio. Herramienta por herramienta. Eran como pájaros aquellos seres de alas invisibles trepados solazmente a los andamios celestiales...
Y preparaban, en las extremas nubes de argamasa, la torre de agua de otra delgada y cristalina esfinge o templo pagano floreciendo en el vientre ciudadano de esta oxidada Babel contemporánea: hablo de ella, de mi santafesina (argentina) ciudad de la Vera Cruz, a la sazón ya sin fe y ya sin cruz...
Templo donde ellos no sabían –ni querrían saber– sobre su suerte de tórtolas y pichones para el holocausto que, ocultos sacerdotes obispales de escritorio, mitra, báculo, casulla, manípulo, dalmática, tunicela, estola, alba y sandalias de astutos comerciantes letrados, urdían a diario con su vidas a modo de impiadosa ofrenda, desalmado sacrificio y rendido tributo  –a cualquier costo– en honor al más  “poderoso caballero” de este mundo: don (su dios) dinero.
A unos cincuenta metros de mi oficina, por sobre el tráfico y la indiferencia absoluta de mis pares, aquellos pájaros humanos construían nidos de cemento, acero y plástico reforzado, como nidos de lujo para otros pájaros humanos... Ah, si éstos supieran el precio al que ellos debían sujetarse para...
Yo los miraba, absorto y demudado, admirándolos en sus vuelos de correas endebles y gastadas, en su pura valentía de equilibristas del aire con urgido ánimo de supervivencia –“porque de algo hay que vivir, y no le tengo asco a las alturas”–, y me preguntaba, cuánto alpiste comerían por su trabajo de navegantes aéreos. De controladores aéreos. De cosmonautas vernáculos sin escafandra... Cuánto alpiste alcanzarían sus dueños –aquellos avaros y engordados (para el Apocalipsis) patrones de las bellas arquitecturas que sólo “ellos” moldeaban y modelaban con la sencilla sabiduría del oficio idóneo– a esas bocas hambrientas y chillonas... Cuánto alpiste darían –aquellos avaros propietarios de la empresa inmobiliaria que administraría las rentas del futuro edificio en torre “Campanario 100”–, a esas bocas cantoras y desdentadas por el viento y el sol, como efímero premio a la audacia y pericia de su cabalgadura a destajo por sobre las riesgosas rutinas de intemperie en las que  moraban como horneros deportados, pero siempre llenos de orgullo, sin embargo, como pájaros, porque lo importante era ser “eso”, pájaro, y volar, saber volar y vol...
De pronto, el chirrido de los frenos de un automóvil, justo en la esquina donde emergía el gigante constructivo, me desvió la mirada. Pero no más para volver a levantarla y presenciar, yo también, lo que sería el último vuelo, absurdo y desaforado, de uno de aquellos precoces –casi un niño por lo joven que parecía– pájaros sin módulo espacial, obnubilados por la falta de oxígeno, o el exceso de confianza en su pericia, o el fallo de un material de seguridad, o el pensamiento extraviado en las paredes a medio levantar de su casulla del Barrio La Lona –porque hoy es día de cobro de quincena–, y el descuido fatal o el golpe artero y sin aviso de una polea tonta y torpe en la cabeza vanamente enroscada ahora en un cuello roto, giratorio y mortalmente desgajado de aquel cuerpecito histriónico aunque inanimado...
Entonces, sucedió. Y niego que todo fuera producto de la imaginación; de mi imaginación o, mejor, de la indignación que había venido acumulando mientras comparaba la responsabilidad y destreza que ameritaba semejante oficio con el de otras profesiones quizás –como la mía– más cómodas, burocráticas, aclimatizadas y un tanto vanas –por la corrupción institucionalizada–, y la miserable ración de alpiste con la que esos pobres pájaros eran motivados a jugarse la vida en cada asiento de ladrillo que plantaban sobre aquel muro voraz que crecía y crecía, veloz, sin detenerse jamás...
Niego eso y afirmo con certeza que, por un lado, una lustrosa bandada de golondrinas  turistas –abanicando el verano que ya se despedía de la ciudad–, y, por otro, una bandada de chijíes de pechos fundidos como en oro y plata, antes de que el plumaje pálido de su congénere fuera parte del sangriento guiñapo de un títere aplastado contra el insensible pavimento de concreto asfáltico –como una granada de carne y huesos–, lo alzó en precipitado auxilio, elevándolo hacia el más allá de los allá, sin relieves ni repliegues, sin molduras ni arabescos, sin pórticos ni galerías, sin impostas ni rosetones, sin pilares ni contrafuertes, sin columnas ni parapetos, sin escaleras ni ascensores, sin bóvedas ni subsuelos, sin puertas ni candados, sin ventanas ni antepechos, sin cañerías ni conductos, sin puentes ni cables, sin techos ni alfombras, sin tejas ni chimeneas, sin terrazas ni baldosas, sin aleros ni cobertizos, sin rejas ni barrotes, sin celosías ni listones, sin claraboyas ni buhardillas, en un abierto, rasante y plano y recto cortejo de ángeles luminosos que se fundieron en el crepúsculo de aquel atardecer inolvidable...
Plano por plano. Pieza por pieza. Piso por piso. Cueva por cueva. Nicho por nicho. Nido por nido. Oficio por oficio. Herramientas por herramienta. Fue así, créame. Ninguno de los otros encontró sus plumas derrapadas, ni en la vereda ni en la calle contigua donde yo lo viera flotar y volar, como un pájaro con otros pájaros en un vuelo de especie que se perdió, como pájaro, hacia el reino de los pájaros... Justo el día en que debía recibir su apretada ración de alpiste.



CRISTINA BERBARI

Nació en Buenos Aires, Argentina, el 18 de octubre de 1943. Su primer poemario Penúltimo portal es de 1983; le siguieron: Los lagos y la tortura, Incandescencia (tríptico), ¡Oh, la Omega!, Doloras de la piedra negra y voces invitadas a perseguir nubes, y las plaquettes: La Señora Bovary a dos voces y Salmodias del no. En 2007 publica Una extraña necesidad de canto. Traducidos al catalán por el Lic. Pere Bessó aparecen en edición bilingüe: Rosas en vuelo (Roses en vol) y Sudario profano (Sudari Profá).
Mantiene inéditos: Sonido al Este, latido del Oeste (haikus) también traducido al catalán por el prof. Pere Bessó; el poemario La estirpe salvaje y un libro Ensayos.
Sus trabajos participan en antologías, publicaciones, sitios de internet y son leídos en diversos espacios literarios.

Desde marzo de 2000 hasta 2009, dirige la revista de poesía “Fijando Vértigos”, edición en papel y con soporte electrónico en los sitios:

Coordina los siguientes blogs:


DOLORAS DE LA PIEDRA NEGRA
Y VOCES INVITADAS A PERSEGUIR NUBES
de Cristina Berbari ©

XI

Tras la balaustrada
vértigos
ante un cielo invertido.

Ella se pliega en abanico.

Algo la retiene
en este lado:
¿terror al vacío?

la lobelia,
el intensísimo azul picante
de sus flores pequeñas.


ROSAS EN VUELO
de Cristina Berbari ©

Casi gotas de rocío

tiemblan

(acaso
se evocan

se invocan)

balbuceos

como si quisieran
pronunciar
lo inefable.


El Santo Oficio y la Hechicera
(Poema barroco)

Oculta tras biombo de la paradoja
Eco de aliteración me persigue;
Navego en imágenes,
Metáfora me sueño,
Desde cacofonías brillo.

Me atan los heptasílabos.
Me encarcelan paréntesis.
Me clavan con asteriscos.

Sobre andamio en balancín
Ante el juicio verbal bebo, bebo,
Bebo el brebaje de amargas vocales
(Anáfora, anáfora)

Ah, ah, ay, juanas, teresas,
Claman en claroscuro cielo e infierno,
Sentimiento y razón, espíritu y
Materia, hasta el éxtasis.

Danza inmóvil de la bruja santa
En helada pira ardiente del oxímoron
(Oxímoron, oxímoron)

Papel cantante retorciendo llamas
Dorado  platino  incandescente.

Ya ceniza de resurrección, desasida,
Libre por el templo del cuerpo del poema.

En el cáliz me espero en la palabra
Para ejercer y celebrar
El santo oficio de hechicera.



SUSANA RODRIGUES TUEGOLS

(Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 27 de abril de 1951) Polifacética: poeta, narradora y artista plástica. Decoradora graduada en Barcelona. Trasmite en su obra un mundo refrescante y talentoso.
Sus pinturas ejercen una sensación con el poder de atracción de una marea suave y acariciadora: “Poeta de las formas”. Ejerció la enseñanza. Expone en: Argentina, Italia, España, Portugal, Ecuador, Perú.
Cuando su pincel se tornó pluma, logró plasmar con palabras imágenes sensoriales de difícil realización. En su libro Eróticamente Pura, presentado en SADE Nacional, se notan imágenes bellas que no se encuentran habitualmente. Autora e ilustradora de Cuentos de Color y Fe. Participó en Arte Euroamericano IV, en la 32ª y 33ª Feria del Libro en Buenos Aires. Ilustró, prologó y editó libros de poetas del mundo e historiadores y periódicos. Antologías: Sueños Compartidos, en Arizona, Estados Unidos, etc. Dirige la Galería Ecofusión en la ciudad de Wilde, Provincia de Buenos Aires.


HUMANOIDE
de Susana Rodrigues Tuegols ©
JARDÍN DE TANGO
(mixta -collage s/papel)
de Susana Rodrigues Tuegols

Estaba preocupada, ahora sí que lo estaba…
De niña le había restado importancia al asunto, por vivirlo como algo natural.
Creía  que le pasaba a todos.
Los brillos de los rocíos eran más brillantes, los amaneceres la conmovían hasta las lágrimas, veía reverdecer las ramas otoñales con extrema rapidez,  las casas entreabrían las puertas a su paso, dejando entrever todos los tiempos futuros, y cómo la transfiguración de los colores con delirante estruendo refulgían y armaban constelaciones inéditas formando cuerpos.
Cataratas de recuerdos, a modo de detectores de que algo andaba mal, la invadían.
Al leer cuentos… los personajes cobraban vida. Había elegido a un príncipe de tantos… que la visitaba en sueños, hasta que un buen día encaramado en la copa de un árbol, se le corporizó y vio cómo le sostenía la mirada. Entre el viento y la curiosidad se arrojó a sus brazos con impulso. Cuando se dio cuenta estaba plantada en tierra con una caricia de polvo en las narices.
De esa forma descubrió que era algo peligroso.
Éste había sido el comienzo de una búsqueda insaciable de ideas que cobraban volumen, airosas y dominantes.
Hacía muy poco había visto una película sobre viajes espaciales y quedó prendada de una especie de humanoide, que ni siquiera protagonizaba el film. Se habían visto mil veces pero se observaban en una especie de silencio enemigo y un parpadeo incómodo.
Por otra parte, la aceleración del movimiento estaba contenida, pero se notaba que en cualquier momento se saldría de los límites.
Decidió dirigirse a su novio: –Tendré que hablar con Igor, no queda otra alternativa, lo haré sentar y le expondré absolutamente todo. Ruego que pueda comprender y sobre todo ayudar…
Sus ojos azulados resplandecían impactados contra los de su pareja.
Había llegado el momento de aclarar la trama que provocaba su desvelo.
–Igor: yo corporizo objetos invisibles y también seres.
–¿Cómo que corporizas?
–Sí, desde un pensamiento o de la visión de una imagen desato una fuerza incontrolable que da por resultado…
–¿Qué da por resultado?, dijo Igor muy inquieto.
–Qué ese ser… empiece a existir entre nosotros.
El asombro se sembró en el aire y la incredulidad le siguió.
–Quiere decir que si deseas crear a Caperucita…
Iris no le respondió y agachó la cabeza.
–Bueno está bien, supongamos que es cierto, ¿cuál es el problema?
–¿No te das cuenta amor?, si mi mente crea algo peligroso estará cerca nuestro.
–¿Y desde cuándo te pasa esto?
–Desde pequeña.
–Estás exagerando…
–No Igor… –dijo con extrema seriedad–, puedo pasar de lo agradable a lo desagradable con mucha facilidad. Por ejemplo ahora tengo un recuerdo a diario de la imagen de un humanoide que vi en una película.
–¿Un humanoide?, ¿qué es eso?
–Un hombre espacial, que usa una especie de casco, con mangueras adosadas a un tanque de oxígeno y un arma.
–¡Ah bueno! ¿un arma?, sólo eso nos faltaba.
–Es un secreto que va contra las leyes del mismo Universo, compréndeme.
–¿Podemos hablar de realidades, Iris? Ya deja la fantasía por favor…
Dichas estas  palabras sintieron  un sacudón y se oyó el silbido de un proyectil  como una fuerza de choque.
La pareja perdió la compostura y se juntaron en un abrazo ante la presencia tácita de un espíritu sólido.
–¡Esto está en la escala de lo cósmico! –exclamó Igor encandilado– Demuestra que existen mundos paralelos o sea que estamos coexistiendo con otros universos, por supuesto… hay más realidades de las que perciben nuestros limitados sentidos.
PROTESTA POPULAR
(mixta -collage s/papel)
de Susana Rodrigues Puegols
Luego de expresar esto último, cayó un tiro muy cercano a su pierna, por lo cual comenzó a gritar: –¡BASTA YA IRIS, DEJA DE HACER ESO! con alusión clara  al “pensamiento mágico“ de la joven.
Y en ese mismo momento de pánico, comenzó a recortarse en la pared una sombra gris gigantesca que los hacía sentir inclinados hacia un abismo.
Palpitantes por ese efecto sorprendente y antes que los envolviera, ya que cada vez se hacía más enorme, huyeron de la casa a velocidad, con tremenda agitación.
De común acuerdo decidieron refugiarse en una iglesia, para poder pensar mejor sobre la causa que lo había producido, y la causa… estaba en Iris
–No estamos en el espacio… no hay invasión extraterrestre, tu mente no lo genera… Es tu espíritu que aloja algo no deseado, supongo que desde muy niña.
Pasaron cinco meses de esa fatídica noche, y en los rostros de los jóvenes por fin se veía la felicidad y la paz.
Ya estaba todo sepultado desde el momento en que resolvieron consultar en ese mismo templo por el caso puntual, y el tratamiento… fue  muy liberador.



GILDARDO GUTIÉRREZ ISAZA

Su biografía se encuentra en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 25, de marzo de 2011.



VESTIDA DE LLUVIA
de Gildardo Gutiérrez Isaza ©

Savia de nuestras estaciones
tierra magra, abierta y lacerada.
Deforestación, anegamiento de tus candiles tristes,
derrumbe y hecatombe de tu epicentro.
Como una lápida marcamos la memoria, pastoreando la voluntad del olvido.

Te hemos talado, rompiendo la virginidad de tus bosques.
Como fiera herida ruges, extiendes tu grito de angustia
dejando tras de ti un vestigio de árboles caídos,
ramas y animales muertos.
Tierra, bella, salvaje en el fuero de tus selvas.

Dispersados dentro del sueño futuro hilando la amargura,
indómita y voraz, te hemos afrentado
con las huellas de la sierra; como depredadores,
como bárbaros salvajes violentamos el territorio del silencio
y desviamos tus cauces de años ancestrales forjados
en tu sabia decisión para la conservación y vida de todas tus especies.

Señales en el cielo, en la noche del mismo sueño;
Sagaces, creyéndonos más sabios irrumpimos
transgrediendo territorios indígenas,
cuna de la sabiduría eterna.
Vestida de lluvia todo tu cuerpo refleja la crudeza del invierno
Burladores del pasado y del presente marcamos el futuro del cataclismo
en los rostros de nuestros hijos.

Lianas y hojas, profunda, estallidos y garras exaltada en el horizonte versátil
que destruye tu belleza cuando el hombre irrumpe.
Somos la perpetuidad del ocaso, la bifurcación del desprecio,
la constelación de la muerte que gravita en cada rincón del universo.
Basura, destrucción...

Usurpación del liquen y de la oruga, del delfín rosado, de la débil mariposa.
Erigidos como dioses catapultamos la primavera,
encadenamos el verano.
Matorral ardiente, todo en ti misma es equilibrio,
es un renacer glorioso en la estrella que asalta la mañana
y se teje de luna en el tesoro de tus entrañas.

Eres la vigía eterna de un renacer que se derrumba
como una flama de muerte sobre tu piel explotada
sobre la vertiente de la huella que el hombre ha delimitado
con su crueldad y desprecio.


MUERTE
de Gildardo Gutiérrez Isaza ©

Hilo invisible, delgado y fugaz,
Donde crepita como leña herida la vida.
Un abismal sendero nos separa, nos aleja
De aquella bagatela de sueños y utopías
Cuando ese delgado hilo se rompe y en segundos
La muerte acecha.

Límite insondable, profundo y eterno,
No presentido siquiera…
Augurio que nadie teje,
Madeja de luz tendida en el horizonte de la tierra,
Despertar, soñar y morir.
Cerca del mundo, de la nada, de la oscuridad total.
Firmamento de la conciencia que anuda
dejando tras de si una larga red de dolor.

Recodos, laberintos, paradigmas y misterios
que como telarañas rondan en sus lentos
y densos jardines de locura y desvarío.
La muerte ronda con su tic-tac imparable
Lento y constante, péndulo sin fin que pende
sobre nuestras vidas haciendo endeble el carruaje del destino.

Hilo delgado, invisible y efímero que se rompe
ante los ojos incrédulos en un sordo estertor
que arrebata los más encumbrados o sencillos sueños.
Silencio impaciente, horas dilatadas,
embriaguez de los sentidos, amargura del amanecer.
Entrecortado por los susurros el féretro se dibuja siniestro
sobre la alfombra roja.

Vista velada, crepúsculo sin presagio
caminos que se bifurca para nunca más volver.
Hilo que cruje cuando al final se desdibuja la noche
en aquel eterno olvido que seremos:
El recuerdo.


UNA LEYENDA VIAJA POR MI PIEL
de Gildardo Gutiérrez Isaza ©

Incapaz de compartir mi silencio,
multiplicando y exhalando mis angustias,
devorando palmo a palmo la realidad que me circunda;
buscando el último testigo, la última quimera,
solo de soledad me encuentro...

Solo ante la eternidad,
nada que ampare mi escritura
que me hable del tiempo venidero.
Montaña y valle de miserias invisibles,
como el desamparo propio de la tierra,
como la vergüenza del viajero,
como la inundación del océano
o la muerte final...

Una leyenda viaja por mi piel
haciendo estragos.
Pensando, dilucidando
y sin poder contener la hecatombe,
la circunnavegación del pensamiento.
me sumerjo en el río de la noche,
contemplo las estrellas y sueño.

Como una ola, quizás como un cometa
mis manos se deslizan paulatinamente
a través del tiempo.
Devoro la eternidad del viento y escucho uno a uno
los sonidos del silencio;
lo deseo compartir, hablarle al hombre de la guerra,
de la barbarie, de su crueldad.

Mutismo, esa es la realidad que no logro comprender;
muros altos, elevados, gigantes se erigen ante mí.
¿Otro idioma?
Es la barbarie, la crueldad que se ampara en el silencio.
Del cielo descienden los morteros, las bombas;
el grito de muerte acecha, se expande.
Mutilación quimérica que nos invade cuando en la calle
se escucha el último lamento.


EXPECTANTE
de Gildardo Gutiérrez Isaza ©

Basta un solo grito del ayer que nunca miente,
en la roca del viento, testimonio mío.
Inefable, traslúcida es la esencia,
la melodía de tu voz, tu sonrisa.
Entre todas las cosas, el girasol, la estepa
tendida sobre tus labios
haciendo eco en la memoria.
Tormenta y rayo, ventana de fuego,
coalición profunda.
Elegía de mi resguardo, de tu voz débil;
huracán que se acrecienta subterráneo,
humanidad que chasquea sobre el verano de tu piel.
Te amo, es un eco sordo,
una estampida de besos,
es lanzar dardos al viento,
dejar que la vegetación de tus poros me invada;
ramillete que se pierde
cansado y herido en la altivez de tus senos.
Ángel contenido, corazón de hielo,
iceberg que navega solitario en el ancho mar...
desnuda te vez incitante, desnuda te ves indefensa;
quiero ser lobo, reptar sobre tus poros,
marcar una senda con mis dedos,
para encontrarte, para saberte mía.
Turbión que regresa en la entrega solitaria del deseo…
El imperio del grito acecha cuando tus labios se abren
y con mis besos te lleno.
Aturdido, expectante se ensancha en viento
anclado como un viejo velero sobre tu cuerpo.
Quiero romper el grito, desatar el turbión,
dejar que el hilo del agua, el eco palpitante,
todo se expanda, ahora como ayer,
ahora como nunca,
tú y yo ante el ayer que nunca miente.



MARÍA ENRIQUETA ROLAND

Narradora y poeta argentina. Nació en la ciudad de Buenos Aires pero desde hace años reside en Mar del Plata. Ha obtenido varios premios literarios y algunos de sus cuentos se encuentran en la red virtual. Asegura escribir por impulso sin tener en cuenta regla alguna, salvo las ortográficas.



Y EL TREN PASÓ
de María Enriqueta Roland ©

No crean que es fácil asumirlo. Los años me han convertido en alguien diferente pero, aunque quisiera ponerlo en práctica, ya el físico no me responde.
¡Tarde para todo!
Si es en estudios, ahora si no te vas del país para hacer un “master”, por más que te revientes exhibiendo tu “curriculum vitae” (¿Porqué no llamarlo de forma mucho más comprensiva y clara “antecedentes personales?) donde se notaba que si habías sido profesional con un promedio alto, digamos de 8 para arriba, era porque habías estudiado profundamente y asimilado tu elección de carrera.
Ahora, aunque hayas reprobado asignaturas con un promedio final apenas para conseguir el título, pero tu papá tiene el dinero suficiente para bancarte el estar un corto tiempo vagando por algún lugar (USA es casi siempre el elegido), volvés con un master en algo y ganás a muerte.
No te creas que estarás mucho tiempo metido en clases, ni que las pruebas serán muy complicadas. Eso sí, sólo podés enfrentarlo si conocés bien el idioma, pero para eso fuiste a un colegio inglés, que también pagó tu papi.
Los “multiple choice” (elección múltiple) sólo requerirán un tilde en una casilla que será la respuesta correcta y que nunca errarás porque de lo contrario se termina el negocio de los que cobran el curso de master.
Nada de largas explicaciones orales sobre puntos intrincados de lo que has elegido, ni citar artículos de códigos de ningún tipo, ni hacer los cómputos de una estructura edilicia de más de dos pisos, ni resolver ecuaciones intrincadas que nadie sabe para qué te servirán, ya que siempre si estudiaste para ser Licenciado en Ciencias Económicas o Contador Público, terminarás ubicado como un “Manager Consultor en Relaciones Públicas” de un personaje que tenía mucha visión para contratar a los que saben hacer aquello que ni él tenía la más remota idea de que sería un exitazo y se llenaría de dinero.
¡Vos “diste con el target”. Una frasecita que me tienen que aclarar.
Creo que es una combinación de una presencia de galán de fotonovela, vestido con la ropa de la firma que está de onda, que puede ser un saco de altísimo precio, con pantalones deshilachados pero de la mejor marca, usando zapatillas sin medias y el pelo que te cubre la mitad de la cara sin poder saber a ciencia cierta si sos varón o mujer. Eso hasta que te acepten. Luego cambiarás a un traje completo, camisa blanca y corbata al último color de moda, corte de pelo de onda, un infaltable portafolio y en la mano, el más caro de los celulares que utilizarás para tus comunicaciones con colegas, siempre disputando entre sí por quién lleva el mejor y con más tecnología.
Entonces ya estás dentro de la “organización” (jamás digas empresa) y te darán un “despacho” bien vidriado (antes oficina) en los pisos más altos. ¿Por qué será que siempre a más altura edilicia equivale a un mayor rango ejecutivo?
De ahí en más tendrás que cuidar ese lugar contra todo y todos, porque la movida de piso será tremenda.
Por lo general, a esta altura, ya estarás divorciado una o varias veces, cosa sin mayor importancia, aunque luego te avisen que tu hija, la de tu primer matrimonio, es anoréxica o bulímica y que tu pibe de dieciséis, del segundo intento, ya se está falopeando y debe ser internado para recuperarse.
Pero vos sin inmutarte, porque el “doc” (ya no se dice más doctor) te ha recomendado no hacerte mala sangre para evitar el “stress”, otra palabrita que no se puede traducir sin emplear por lo menos diez palabras comunes que lo expliquen, puede causarte un desequilibrio psíquico, un infarto o lo más actual y “fashion” (estoy realmente actualizado), un ataque de pánico.
Por eso a mí me va como me va.
Un pobre tipo que tiene un departamento justito para que viva una familia “tipo” (traducido, madre, padre y dos hijos), que pago expensas carísimas, viajo en subte (si es un día sin problemas sindicales), que tengo una Obra Social que no cubre nada más que lo mínimo indispensable y salgo de vacaciones en verano (nada de sky en pistas nevadas en invierno).
No puedo salir a comer con mi familia más allá de una vez por mes, en algún restaurante donde se come de todo por una suma accesible y donde siempre los ojos rasgados son los dueños.
Les aclaro que soy médico. Trabajo nueve horas diarias en el sanatorio de una “prepaga” (otro nuevo invento de la ciencia) donde me pagan un honorario fijo que no se ha movido desde hace meses, a pesar de los reajustes que hacen a los afiliados, los que son Manager Consultors como ya les conté antes y que ganan sumas altísimas.
Y el tren pasó.
Yo no supe subirme a tiempo. Ya es tarde.
Tengo cuarenta años. Mi futuro es más negro cada día.
Sufro más porque pienso cuál será el tren bala que perderán mis hijos.
Un gran salto... pero ya ni el físico me ayuda ahora.
Los dejo pensando a ver si ustedes se avivan a tiempo y se suben cuando pasa “el tren de la buena vida”.


OTRA VEZ SERÁ...
de María Enriqueta Roland ©

Lo sabía desde que lo pensé.
Tenía la certeza de que no podía salir de mi condición de pobre.
¿Cómo decía la abuela? “Pobre de solemnidad”. ¿Cómo serán los pobres que no son solemnes?
Me pasé horas vigilando el banco, aguantando fríos y calores porque pensé que iba a dar la solución a mi vida.
Seguía los movimientos de los posibles candidatos. Anotaba horarios, rutas de ida y venida, su rutina, esa que todos queremos romper pero no podemos salir de ella.
Me deleitaba soñando con lujos, placeres, viajes, todo cinco estrellas. ¡Lo más!
¡Pobre el vejestorio! Ése si que se salvó de no ser la víctima propicia.
Cuando me di cuenta que lo que retiraba no podía cubrir mis quimeras de estrella del jet-set, lo taché de mi lista.
Pero, apareció el pibe. Era justito lo que yo pretendía.
Seguro que lo habían elegido por su cara de “estúpido recibido”. Pasaba desapercibido, y eso era lo que lo hacía el blanco perfecto.
Siempre llevaba un gran sobre de papel madera, puntualmente todos los viernes, con la recaudación de la semana de una firma muy importante y en dólares. ¡Buena plata!
¡Pero que bajón! ¡Perdí como en la guerra! Para ser ladrón quería serlo a lo grande. Toda la honestidad de una familia tirada por la borda, pero por algo que lo justificara. ¡Qué fracaso! ¡Total!
Tengo los astros en contra. Perdedor nato, eso es lo que soy.
No lo lastimé cuando le arranqué el abultado sobre, aunque cayó al suelo. Tampoco me vio.
En la policía declaró que lo que llevaba ese día era la devolución del almuerzo del contador y otros empleados, que no era lo que habían pedido.
Abrí el paquete, vi los seis pebetes de jamón y queso.
¡Para morirse!
¡Bueno, otra vez será...!
Y bueno, otra vez será...


LOS ZAPATOS
de María Enriqueta Roland ©

–¡Ven acá, Miguel!
¿No sabes que leo
con sólo mirarte
tus preocupaciones?
No bajes los ojos.
ni sientas reparo
porque soy tu madre
y todo lo tuyo
es también mi parte.
El llanto del niño
comenzó al instante.
–Se ríen, se burlan
y hasta hacen  muecas
cuando entro en clase.
–¿Qué dices?
–¿Y no hay allí nadie
que pueda ayudarte?
–¿No está tu maestro
para poner orden
e imponer respeto?
–No vale lo que él haga,
esperan el momento
y cuando estoy solo
vuelven a mofarse.
–Dime ya el motivo
que causa tanta gracia.
El niño se seca
un poco la cara
y con voz muy baja,
casi con vergüenza
contesta muy serio.
–Mis zapatos, madre...
Se burlan de ellos porque
de gastados se me ven los dedos.
Un golpe en el pecho
de esa mujer pobre que lucha,
trabaja, y que nunca alcanza.
–Pero...
–¿No eres tú el que ha llevado,
como abanderado,
en todos los actos
a nuestra bandera,
por ser lo que eres,
el mejor del grado?
–¿ No fuiste elegido
mejor compañero
el año pasado?
–Nada de eso importa.
Ellos lo olvidaron,
pero cada día
cuando estoy llegando
me miran los pies
y ven mis zapatos.
–Está bien, Miguel,
vete a hacer lo tuyo,
esto no es problema,
verás que se arregla
muy pronto este asunto.
El niño sonreía.
–¿Podrás tú hacerlo?
–Vete ya, mi cielo,
que acá está tu madre
para que no vuelvas
a pasar vergüenza
mostrando tus dedos.
Ambos se rieron...
Por la tardecita
volvió ella del pueblo
con un gran paquete
y llamó a su hijo.
–¡Miguel, Miguelito!!
–Ven acá, ángel mío.
–Mira lo que traje
para que esos guasos
no puedan reírse
ya de tus zapatos.
Los ojos del hijo
veían asombrados
lo que había comprado
esa pobre madre.
Y fue para ella
la gran alegría
que tuvo ese día.
Eran los más caros,
los que ninguno
de aquellos gandules
podría haber comprado.
No había sido fácil
el poder pagarlos,
pero en la mañana,
entrando en la escuela,
nadie se reiría.
Miguel llevaría
sus nuevos zapatos.



SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 54 – Septiembre de 2012 – Año III
ISSN 2250-5385
Exp. 967627, Dirección Nacional del Derecho de Autor.

Propietario y Director: Héctor R. Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Corrección general: Prof. Liliana Lapadula