domingo, 27 de marzo de 2011


MARÍA DEL CARMEN GUZMÁN ORTEGA 

Natural de La Palma del Condado (Huelva). Actualmente reside en Málaga. Profesora de EGB en la especialidad de Inglés y Lengua Española. 

Libros publicados: 
Al Sur del Infinito, Colección Corona del Sur, Málaga 1991. 
Mordaza y brida, Ateneo de Málaga, 1993. 
Mi voz en una piedra, Colección Azul y Tierra, Málaga, 1994. 
Sonetos urbanos, Diputación de Málaga, 1995. 
Sonetos marinos, Primer Premio Giner de los Ríos, Nerja, 1996. 
Selección de poemas, de la lectura en la sede de la Generación del 27, Málaga 1998. 
Estancias del agua, Editorial Devenir, Madrid 2002. 
Por debajo de la puerta, Ayuntamiento de Salobreña 2005 
Paisaje interior, Editorial Bohodón, Madrid 2007 
Los niños del horóscopo. Colección Caracol, Diputación de Málaga. 
Lobito Rojo y Caperucita Feroz, Ediciones S.M. Puerto Rico. 
Abejas desatadas, primer Premio Encina de la Cañada 2009. 
Más allá de las puertas, (libro de relatos), Editorial Séneca, Córdoba 2010. 

Premios: 
Sonetos marinos (Nerja), El día que la Tierra huyó (Agrupación Hispana de Escritores, Mataró), Arengas para la Paz (Premio Ejército), Canción del pescador (Voces de Santa Isabel, Italia), Premio P.S.O.E. 1998, La plancha voladora (tercer premio Almiar 2007) y el soneto Brindis nostálgico (Primer premio Revista Prometeo, Tarragona 2009), Primer Premio La revelación (Evohé 2009) por el poema Cronos, primer Premio Romanillos 2009 por el poema Yo soy el viento, Primer premio Encina de la Cañada 2009 por el libro Abejas desatadas, Hiperbreves Movistar, etc, entre otros, así como numerosas antologías.




TELÉFONO 
de María del Carmen Guzmán Ortega ©

Todos los días llamaba por teléfono, desde el trabajo, cuando el jefe no la miraba, desde una cabina o desde el móvil. Primero miraba a un lado y otro, algo avergonzada, celosa de su secreto, marcaba el mismo número de teléfono, escuchaba los seis rings, la voz meliflua de la telefonista y el silbido posterior, colocaba su mensaje y colgaba, hasta el día siguiente que volvía a repetir los mismos actos. El mensaje era casi siempre el mismo: “Te quiero”, “No puedo vivir sin ti”, “Eres lo mejor que tengo” y otras variaciones sobre el mismo tema.
Después de repetir el mismo ritual diario regresaba a su casa, cambiaba su expresión desangelada en otra de expectación, llegaba a su piso, introducía la llave en la cerradura, encendía la luz para que ésta llenara de algo su enorme salón, se sentaba en el sofá, descolgaba el teléfono y escuchaba con los ojos entornados su propia voz que le decía: "te quiero". 

Tercer premio – Certamen Internacional J.L.Borges 2007 – REVISTA SESAM, Buenos Aires, Argentina. 





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SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Propietario y Director: Héctor R. Zabala
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Nº 32 – Marzo de 2011 – Año II


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jueves, 24 de marzo de 2011

ROLANDO REVAGLIATTI 

Nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, Argentina. 

LIBROS PUBLICADOS en soporte papel (entre 1988 y 2009): Obras completas en verso hasta acá, De mi mayor estigma (si mal no me equivoco), Trompifai, Fundido encadenado, Picado contrapicado, Tomavistas, Propaga, Ardua, Pictórica, Desecho e izquierdo, Sopita, Leo y escribo, Del franelero popular, Ripio, Corona de calor (poesía); Las piezas de un teatro (dramaturgia); Historietas del amor, Muestra en prosa (cuentos y relatos); El Revagliastés (antología poética personal), Revagliatti – Antología Poética (con selección y prólogo de Eduardo Dalter). Excepto Historietas del amor, cuentan, además, con ediciones electrónicas, así como también sus cuatro poemarios inéditos en soporte papel: “Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo”, “Infamélica”, “Viene junto con” y “Habría de abrir”, disponibles gratuitamente para su lectura o impresión en http://www.revagliatti.net/


Contacto: 
Bogotá 2466 (1406) Ciudad de Buenos Aires, Argentina 
Tel. (54-11) 4611-3865


LEERÁN ESTOS VERSOS 
de Rolando Revagliatti © 

Arbitrarios 
me sacan de la cama 
mis borceguíes 
de vez en cuando 
me patean 
en mitad de la noche 
duramente 

¿Leerán estos versos? 
Estoy probando 

Inmortalizados 
acaso 
reconfortados 
así renuncien 
al asalto 
inopinado 
y nocturno. 


ASÍ COMO SE VE 
de Rolando Revagliatti © 

Así como se ve 
por el campo 
a ese triste carnero 

no es carnero 
sino hombre 
presunto 
y exhausto 
disimulado con carnero 

y ya mismo pisando 
la última no barrida 
livianísima 
mina plástica 

y estallando el presunto 

carnero. 


SE LE CAYERON 
de Rolando Revagliatti © 

No 
se le cayeron hacia 
afuera los años 

los 
malos hábitos 
y mucho 

menos los peores 
recuerdos. 


SANTIDAD 
de Rolando Revagliatti © 

Los adverbios indefinidos 
al trotecito nomás 
y la santa, purga 

El vértigo de la embarazada 
de santidad embaraza 
y el vértigo envara 

Vértigo que me corroes 
convoca la santa 
que me inflas de inobservancias 
¿abono con este cuerpo que ni es mío? 
¿rubrico con la cervical 
o grasa 
o nefandos humores? 


DARSE 
de Rolando Revagliatti © 

Me doy por convencido es: 
no me has convencido 

Me doy por vencido, ¿qué es? 
¿y qué es “me declaro” (vencido)? 

Me estoy dando por alguien que ha llegado 
a su fecha de vencimiento 
a su fecha de derrocamiento 
a su fecha de fusilamiento 

Contra el paredón, declaro (declamo): 
Miento: 
vencí. 


DEL EXISTIR 
de Rolando Revagliatti © 

Adelantada, fundacional 
obtiene la existencia 
propinando hoz 
la Venus de la Falta.



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sábado, 19 de marzo de 2011

TONI PRAT - POESÍA VISUAL
Su nombre completo es Antoni Prat Oriols (Vic, Barcelona, 1952). Cursó estudios de Ingeniería Mecánica, Escultura y Fotografía. 
Exposiciones, presentaciones y obras: 
• 1978: Poemas interrelacionados con las obras del pintor Joan Batlles Pi, en el Temple Romà de Vic (Barcelona). 
• 1990: Colectiva de escultura y pintura en l’Escola Superior d’Art de Vic. 
• 2000: Individual de escultura y pintura en la sala Morgana de Barcelona. • 2001, individual de Escultura i Pintura en l’Escola Superior d’Art de Vic. 
• 2002: Escultura i Pintura en la Sala de Exposiciones de Caja Madrid de Zaragoza. 
• 2008: La Tabelaria Edicions publica su primer libro de poesía visual titulado “Eloqüències”. • Contribuye al ABLOCCEDARI de Joan Brossa en homenaje al mismo. 
• 2009: Exposición individual en MAPVIC (Museu de l’art de la Pellde Vic). • Dinámica didáctica en el I.E.S VIC (Instituto de Enseñanza Secundaria, para los alumnos de 1º de bachillerato). • Exposición individual en el Espai La Gralla de Granollers (Barcelona). • Exposición individual en la sala de la Caixa de Manlleu (Barcelona). 
• 2010: Mesa redonda/coloquio en “Amics de les Arts” de Terrassa. • Grabación de un video para la web “Viu la Poesía” de la Universidad de Barcelona. • Publicación de un libro virtual de poesía visual en Boek, http://boek861.blog.com.es/2009/03/22/toni-prat-poeta-visual-5810548/ • Exposición individual en Manlleu en el “Espai Terminus” (en programación). 
• 2011: Edición del segundo libro de poesía visual “La diversió de la paradoxa…” editado por “El Pont del Petroli”. • Edición de un libro de poesía erótica por la misma editorial con el título de “Poemas Amatorius Baetulans”. • Participación en el programa de TV, “La aventura del saber”, con Jesús Alonso Ovejero. • Exposición y mesa redonda/coloquio en la Universitat d’Alacant. 
La poesía visual, según Toni Prat Oriols: “La poesía visual para mí no es más que poesía… y poesía para mí es aquello que tiene la capacidad de conmover el consciente y el inconsciente de las personas, que remueve las emociones y las convicciones y que sorprende con su elocuencia abstracta y exquisita…” 



Eloqüència 1  •  Eloqüència 2  •  Eloqüència 3 baixa

Eloqüència 4 baixa  •  Eloqüència 5  •  Eloqüència 6

Eloqüència 7  •  Eloqüència 8  •  Eloqüència 9  •  Eloqüència 10


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miércoles, 16 de marzo de 2011

DELFINA ACOSTA 

Escritora paraguaya (Asunción, Paraguay, 1956). Su primer poemario, “Todas las voces, mujer...”, obtuvo el Primer Premio “Amigos del Arte”. Integró el Taller de Poesía “Manuel Ortiz Guerrero”, dando a conocer algunas obras en publicaciones colectivas. Publicó el poemario “La cruz del colibrí”, con prólogo de la poeta Gladys Carmagnola; reunió en el libro “El viaje” sus cuentos que obtuvieron premios y menciones en concursos literarios. Su obra “Romancero de mi pueblo” mereció el segundo premio “Federico García Lorca” y su poemario “Versos esenciales”, dedicado a Pablo Neruda, obtuvo el Premio Pen Club del Paraguay. Su libro “Querido mío” obtuvo el premio “Roque Gaona” (2004). También ha publicado “Versos de amor y de locura” en 2007. Sus obras (cuentos y poemas) están incluidas dentro de numerosas antologías nacionales y extranjeras. Es columnista del diario ABC Color. Dirige el Taller de Poesía de la Manzana de la Rivera. 


PRIMO CRUEL 
de Delfina Acosta © 

Cuando Narcisa Ibáñez enviudó, y luego de una breve enfermedad sus ojos asustados se cerraron, en una tarde en que un jilguero picoteaba nerviosamente los vidrios de la ventana de la habitación, Clementina, su hermana, supo que debía traer a los sobrinos a vivir a casa. 
Eran mellizos de siete años, la niña con una cara que parecía robada de una muñeca pues sus pecas abundantes, sus bucles rubiáceos, sus ojos como botones azules, y su rubor encendido cual brasa, eran parecidos a la colección de juguetes “mami, mami”, que desde los escaparates conseguían que las niñas aplastaran sus narices, sus caritas enfermas de amor maternal contra los vidrios. El mellizo era ligeramente distinto a su hermana. Las pecas no cubrían su rostro. 
Una pizca de bondad, propia todavía de una edad desconcertada, le cruzaba el rostro, en especial, cuando parpadeaba. Ambos coincidían en las ganas de jugar sin fatigarse. 
Manuela, de nueve años, sufría de alergia. El polvo de las cortinas, la cubertería de los aparadores, el hollín de los quinqués, los ácaros de las enciclopedias, la errante fragancia de las rosas que delineaban como una raya de tiza roja, donde terminaba el jardín, y donde comenzaban los hierbajos que rodeaban una pequeña naciente de agua, le hacían daño. Sin embargo, le gustaba ser la “enfermiza” de los tres, debido a una confusa idea de santidad que tenía sobre su persona desde la primera crisis de asma. 
Clementina instaló a los mellizos Carolina y Juan, y a Manuela, en la habitación de Carlos, su único hijo. 
Era el mes de agosto. 
En el patio, junto a la muralla pintada con cal, un sauce cabeceaba sobre su silencio, pero su sombra, regada por migas de pan, parecía volar ruidosamente cuando los gorriones, una vez saciados, emprendían el vuelo hacia el viejo alambrado de los postes del telégrafo. 
Carlos sacó del armario, para dispersar la tristeza y la penosa desorientación de los nuevos compañeros de cuarto, sus mariposas, las doncellas de la centaurea y las blancas del majuelo, clavadas en un cartón. No les contó que las cortejaba, celoso de su amor, primeramente, hasta que ellas entraban en confianza y caían en sus manos para ser llevadas entonces al “sitio de trabajo”. O “el laboratorio” del altillo. Allí las contemplaba en la belleza de su sufrimiento, en su inútil pero valiente esfuerzo por recuperar su libertad atravesada por alfileres, mientras se preguntaba a sí mismo qué sería de grande. Nunca abogado, como su padre pretendió cierta vez cuando leyó una composición escolar suya “La inocencia de la criminalidad”. Acaso científico como el tío Miguel, quien cada vez que aparecía con su olor a formol por la casa, mortificaba a sus padres cuando contaba, víctima de la pasión, aquellas historias sobre las disecciones de batracios y de calamares, historias que a él le sumían en la necesidad de saber alguna página más, algún capítulo todavía oscuro o desconocido sobre el dolor. Lástima las vacilaciones, la vuelta a la cordura, el repentino respeto del hombre de ciencia a la mesa familiar donde los pocillos exhalaban sus vapores de té verde, que llevaban al tío a cambiar de conversación y a él lo dejaban maldiciendo por dentro. 
Un pájaro cantó tres veces. Luego guardó silencio. 
Carlos, con el cartón de mariposas en las manos, esperaba exclamaciones y preguntas cruzadas de los primos, pero ellos estaban muy cansados, y por otra parte, sólo entendían del sufrimiento las nalgadas que su madre les daba cuando no aprendían las lecciones de catecismo, de modo que su silencio se sumó al del ave. 
Los mellizos se cruzaron miradas sombrías, pero luego, como si la cuerda del juego se hubiera activado mecánicamente en ellos, se reclinaron en un lecho cubierto por un edredón de plumones, y jugaron a piedra, papel y tijera. A veces era tan previsible que Juan sacaría la tijera, pero Carolina no caía en la intención, y le mostraba, con el rostro encendido, su puño cerrado, y así seguía esa ñoñería, que era una función obligada para Manuela. Después de un rato ella se hartó, y colocó en el piso la lámina con la casa en forma de hongo pintada con crayola marrón, y el camino rectilíneo que llevaba a la puerta cerrada, y las tres aves perdiéndose en el cielo mitad tormentoso y mitad soleado. A ratos volvía los ojos en dirección a Carlos, aguardando una actitud que equivaliera a un interés, y él se la daba, pero juraba vengarse cuando ella, complacida, sonreía. 
El viento movía las hojas de los árboles callejeros. Agosto transcurría a paso de ciervo herido. 
El primo hubiera querido que se largaran ya de au habitación, que se fueran a jugar con Toby; total ese perro pulgoso también tenía su diablo aparte, y no tanto porque giraba sobre la idea fija de querer morderse la cola, sino porque además pasaba la pata y hacía otros fingimientos, pero allí estaban los mellizos, jugando ahora a ver quien reía más, mientras Manuela se las daba de víctima con su voz catarrosa cuando los llamaba a silencio. 
–Chicos..., la tía se va a enojar, miren... –decía y traía una tos que no existía. 
Ah... si lo dejaran solo, para mirar a gusto ese lejano punto verde en la colina, donde comenzaba un bosque en que la vegetación de cañas, cipreses, fresnos y árboles espinosos, cuyos troncos parecían querer desprenderse de su rebaño de hormigas rojas al caer el viento, se erguía desafiante. Ese bosque le daba de comer a él, Carlos alias “El lobo”, de sus propias manos. 
Maldición de maldiciones, aquel sitio alimentaba su imaginación de implacable cazador de animales desde muy pequeño. 
El bosque era peligroso, lo sabía. Pero iba día tras día a él, con sólo cerrar los ojos, y se sentía irremediablemente destinado a morir bajo las garras de un hermoso tigre salido de un telón verdoso del follaje, hasta que recuperaba el facón con mango de guampa caído sobre una piedra, y lo clavaba en el vientre, revolviendo sus vísceras. 
Ahora los mellizos jugaban a pegarse, y Manuela les pedía que se quedaran quietos, que dejaran de gritar, pues no podía concentrarse en su arco iris. 
–¿Cuántos son los colores, primo? 
–Siete –contestó Carlos, y nada más porque era una prima huérfana le pidió que le mostrara el dibujo. 
–¿Está quedando bien? Fíjate en el pasto... 
–Pues sí, es muy bonito. Y las aguas... –contestó. Esas palabras alegraron a Manuela quien redobló el esfuerzo por acentuar el color rojo del arco y terminó rompiendo la crayola. 
El día domingo se presentó gris. 
El viejo Mariano Álvarez, que solía caer por la casa en ausencia de los “señores”, apareció a las diez de la mañana con su botella de vino bajo el brazo. Como sus pasos no eran firmes, Toby le gruñía. Estaba a punto “Catuflo” de dar una patada al animal, cuando apareció Adelfa, la cocinera, y lo llevó muy enojada hasta el comedor. 
En algunas ocasiones, cuando estaba de buen humor, ella le preparaba un café rápido, y se sentaba a escuchar sus historias. 
Pero el viejo decidió contar, con la resignación de los que dicen sus secretos porque saben que van a morir, aquella verdad que desde hace tiempo deseaba que supiera Adelfa, por lo menos. Y ella, después de pedir perdón por sonarse las narices, juró ser toda oídos. 
Y él dijo: 
–Veníamos caminando horas y horas. Éramos seis. Siete, contando con un pájaro negro, que venía saltando, de rama en rama, adelantándose a nuestros pasos. Se pasaba chistando el infeliz. Un sol abrasador nos sumía en vértigos y la sed nos devoraba como una rata enorme.
Los árboles de troncos rugosos y resecos eran trajinados por hormigas rojas y el hormigueo en nuestras cabezas no nos dejaba pensar ni un segundo. Mario Vargas se sentó en la tierra, y nosotros hicimos lo mismo. Era el líder natural. Y cuando hizo girar una botella y el cuello de la misma apuntó hacia Horacio, entendimos de qué se trataba aquello, pero la verdad es que ya nos daba igual. Así fue como cada uno bebió un poco de la cantimplora, y Horacio, maldiciéndonos, nos advirtió que no llegaríamos lejos. Después de un instante de furia, nos rogó que le diéramos una ración, la mitad siquiera de la nuestra, pero ya no lo escuchamos, es decir, no quisimos escucharlo. Nos sentíamos miserables. 
Yo tenía miedo de que la suerte no me acompañara en la próxima estación, cuando nos sentáramos a observar, temblando, a quién mandaría al infierno aquella botella vacía. Pero ya ves, aquí estoy. Y el pájaro negro...
Carlos, detrás de la puerta, se comía las uñas, oyendo. 
Imaginó la escena y su corazón empezó a latir con fuerza. 
Había barullo en la habitación de arriba. 
Una bronca fingida de la hermana mayor, quien llamaba a la paz, encendió repentinamente su ira, y subiendo los escalones de dos en dos, se presentó ante ellos. 
Los rayos del sol dominguero hacían que las más delicadas flores del jardín agacharan las cabezas. Un colibrí se entregaba al placer de libar con su trompa el néctar de las flores. 
Los primos lo observaron durante un largo rato. Y él les dijo que estuvieran listos porque irían a dar un paseo. Sentía en su interior el llamado misterioso de una última aventura. 
Cuando emprendieron la caminata en dirección al bosque, Carlos sólo llevaba en su mochila dos cantimploras con agua y una botella vacía. 


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martes, 15 de marzo de 2011

ANA ROMANO 

Profesora de Francés. Obtuvo premios y menciones en certámenes literarios e integró varias antologías. Participó en talleres de poesía coordinados por Fernando Molle, Walter Cassara, Hernán A. Isnardi y en la actualidad con Rolando Revagliatti. 
“De los insolentes fantasmas” es su primer libro; fue presentado el 19 de agosto de 2010 en la Academia Porteña del Lunfardo, en Buenos Aires. 
La obra editada por Vela al Viento cuenta con 65 poemas, todos de su autoría, y ya fue declarada “de Interés Latinoamericano” por la Fundadora y Directora Ejecutiva del Foro Femenino Latinoamericano (entidad con sede en Argentina, Guatemala, Ecuador y México).
Palabras de Rubén Eduardo Gómez, editor de la obra: “…¿Qué se le puede reclamar a la poesía? ¿No es acaso la poesía la que nos muestra el siguiente paso, (aunque / el camino / prosigue) la que traspasa muros, flota en el aire como un beso (Floto / sobre mares / Un último suspiro) y se aparece en este mundo cuando se le antoja? 
No es precisamente cortés la poesía y diría que también es insolente. Como los insolentes fantasmas de Ana Romano, como este libro que rompe la siesta con precisión y buena palabra.” 



DESCARTABLE 
de Ana Romano © 


Arrastra 
marginado 
el cuerpo 
La búsqueda 
devuelve 
miseria 
El viento 
entumece 
¿Prosigue? 
desnudo 
Las ruedas pesan 
e insiste 
El hambre 
traspasa su sombra 
Sueña 
con una frazada. 


AÑORANZA 
de Ana Romano © 

Asomada al recuerdo 
emerge 
tu 
figura soberbia 
autoritaria 
desprotegida 
En aridez 
sembraste 
diminutas semillas 
La muñeca impávida 
detecta 
cómo llega la muerte 
Despido 
en cuanto salpica 
un hálito de destellos. 


CAUTIVO 
de Ana Romano © 

Se sacude inquieto 
aletea 
Aun agobiado 
se rebela 
Mientras lo acordonan 
en el intento de 
aplastarlo 
chilla 
hiende 
rasguña 
Dispuesto 
a salir (se) 
además gime. 


CUÑA 
de Ana Romano © 

La matanza 
coagula 
El quejido 
secciona 

El soporte aflige 
escarba 
amputa 

Inocula 
–estéril 
roto 
perplejo– 

autonomía. 



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