SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 82 – Junio de 2019 – Año X
ISSN 2250-5385
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si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido,
ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).
LA PROPUESTA
Me levanté temprano, lo que nunca.
¡Qué hermosa vi la casa! De pronto surgió de ningún lado una manifestación de
arabescos dorados haciendo contorsiones, como si el sol los dibujara en la
pared colándose a través de las cortinas de color naranja intenso. Me
encandilaron. O para ser sincera, mejor confieso que no me levanté, algo me
arrojó del calor de la cama para sumergirme en el submundo de la desesperación;
trágico día, imaginé, más no había cerca a quién transmitirle esa locura.
LA NIÑA DE LA LUNA
ROJA
LA COLINA DE LAS CRUCES
(se le avisará cada nuevo número trimestral).
Sumario:
• José Antonio
CEDRÓN (Argentina)
• Omar Iván
GARZÓN PINTO (Colombia)
• Elena
GARRITANI (Argentina)
• Arturo ZAFRA
MORENO (España)
• Nechi DORADO
(Argentina)
• Mario GUZMÁN
PÉREZ (México)
• Feliciano
MEJÍA HIDALGO (Perú)
• Yubraska
HERRERA DIAMÓNT (Venezuela)
• Mauricio
PÉREZ RUZ (Argentina)
• Sonia Analía
SAYAS (Argentina)
• Marta Lilian
MOLANO (Panamá)
• Walter Hugo
ROTELA GONZÁLEZ (Argentina - Uruguay)
JOSÉ ANTONIO CEDRÓN
Nació en Buenos Aires, Argentina,
donde comenzó a publicar en la década de los años ‘70, e integró la mesa
directiva de la
Agrupación Gremial de Escritores Argentinos. Actualmente
reside en su ciudad natal.
Publicó los poemarios Viaje hacia todos, La tierra sin segundos,
De este lado y del otro, Cuaderno de tránsito, Actas, Vidario, y el
reportaje novelado El Negocio de la
Fe. Parte de su obra fue traducida al francés, inglés,
portugués y catalán.
Trabajos suyos fueron musicalizados
en Argentina, México, España, Nicaragua y Costa Rica. Realizó espectáculos de
café-concert con poemas y canciones, también grabó discos con la participación
de los músicos Carlos Díaz Caíto, Rolo Taubas, Nobilis Factum, Helio Huesca,
Ofilio Picón, Nimbus Jazz, Raquel Oyola, Marianne Friederichs, Delia Caffieri,
Adrián Goizueta y el Grupo Experimental, entre otros.
Obtuvo el II Premio Concurso
Cincuentenario del Periódico Alberdi, en Buenos Aires; la Primera Mención
Honorífica Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, en Nicaragua; Mención
Premio Carlos Pellicer para obra publicada en México; y el Premio Nacional de
Poesía de México, Sinaloa.
Fue coordinador en los años ’90 en
la ciudad de México de ediciones del diario “Unomásuno” y se desempeñó como
editor de la revista “Este País”.
Vivió durante una década exiliado en
diversos países de Latinoamérica. En Venezuela trabajó como docente (educación
básica) y en la revista “Los Libros”. En México fue coordinador de Bibliotecas
de Investigación en el Archivo Histórico de Puebla. Luego trabajó cinco años en
la Universidad
Autónoma de Puebla.
Seleccionó y compiló los cuatro
tomos del libro Sucesión rectoral y
crisis en la izquierda, y es autor del capítulo sobre Haití en el libro América Latina, Herida y Rebelde, y del
documento Guatemala: el proceso de
diversificación del movimiento revolucionario visto por el PGT.
Es coautor de libros de texto de
español para la Secretaría
de Educación Pública, educación secundaria a distancia para adultos.
Trabajó en el área de Educación e
Investigación Artísticas del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA, México)
durante cuatro años.
Como docente, impartió en el
Diplomado de Creación Literaria de la Sociedad General
de Escritores de México (Sogem), y tuvo a su cargo la cátedra Lengua y
Comunicación para maestros que cursan Docencia en Artes en el Centro Morelense
de las Artes (CMA) de Cuernavaca.
Más sobre su trayectoria y obras
literarias en:
Suplemento de Realidades y
Ficciones:
Revista
Realidades y Ficciones:
DE ESAS COSAS ME OLVIDO
José
Antonio Cedrón ©
a Horacio
De Tomaso
De
esas cosas me olvido, es tanto el trajinar,
las
rutinas que vuelven del deseo
con
palabras cruzadas por el hábito.
De
esas cosas me olvido, de las cartas que siguen llegando hasta el exilio,
de
los que se quedaron con todo y las maletas.
De
la mano subida hasta mis hombros
para
volver del nunca más, me olvido.
De
las fragmentaciones que borraron el eco,
de
lo que fue mudado,
de
los que me donaron su paisaje, sin dar nombres,
de
las perras que tuve mirando al desempleado,
de
la noche escuchando, en Puebla, a Brian Eno,
del
sol que la plagiaba cuando ella estaba lejos,
de
la hebilla plateada del cinturón que entonces
me
alcanzaba debajo de la mesa.
De
esas cosas me olvido, de los tantos poemas
inconclusos
que hablaban de nosotros
y
el misterio rumiaba sin poder descifrarlos,
de
aquel aro de luz en los escombros,
de
las huellas que pisan la búsqueda incesante
del
sin mirar del sin saber de dónde. A las piedras guardadas
para
tocar el tiempo cuando estuve
les
concedo el olvido.
De
esas cosas no hablo, como los elefantes,
para
que la memoria se burle del olvido.
José
Antonio Cedrón ©
Podemos
conocernos, viajar tres mil kilómetros,
diez
mil, o tantos más.
No
quiero ir a la luna.
Allí
hace falta mucho entrenamiento,
equilibrio
en la dieta y en los gestos,
educar
al silencio,
aprender
a comer, a caminar.
Respirar
solo.
Quedemos
aquí, donde lo que se lleva y trae
el
viento,
una
que otra esperanza.
Cosas
que todavía pueden ser soñadas.
Aquí
tenemos árboles, canciones,
las
orillas del mar.
La
suerte viva.
Quedemos
aquí: la piel, las manos libres.
Pongamos
esa música y te invito a bailar.
A
la luna se viaja en los boleros.
AMARÉ A ESA MUJER
José
Antonio Cedrón ©
Desconfía del que ama:
tiene hambre,
no quiere más que devorar.
Busca la compañía de los
hartos.
Ésos son los que dan.
Rosario Castellanos
Amaré
a esa mujer por la impureza
que
descubren sus pájaros salvajes,
por
los desordenados colores
que
ella trae a este mundo, blanco y negro.
Su
poesía corrige mis lugares comunes
me
pone en evidencia a cada línea.
Apenas
la conozco después de tantos siglos
de
lavarnos la frente y de juntar las manos:
aquel
rigor de látigo obediente que penetró
la
carne y dio nombre al pecado y a la culpa.
Los
custodios que nombro son piedras
de
los templos, la quiebra de los justos.
Ella
enseña otra historia, intraducible aún
a
esa mitad que un día creyó saberla entera.
Y
no hay resurrección ni costumbre que pueda
una
vez que vio el fondo de las sombras opuestas.
La
salvación no quiero, ese chantaje,
quiero
solo la vida de esa mujer que parte
las
mitades que faltan del silencio.
La
amaré con justeza de asombro milenario
de
misterio reciente, poco a poco,
su
libertad y la mía descubiertas
para
que sea ella, y yo sea yo.
OMAR IVÁN GARZÓN PINTO
(Bogotá, Colombia). Profesor de
Historia, Geografía y Literatura, sus poemas han sido publicados en antologías,
revistas y periódicos de varios países de habla hispana.
Autor de los libros de poesía Faro desnudo, editado por la Liga Latinoamericana
de Artistas (Bogotá, 2011), Flores para
un ocaso, Liga Latinoamericana de Artistas (Bogotá, 2013) y Un poeta es un satélite en constante caída,
Senderos Editores (Bogotá, 2015).
Desarrolla también una gran labor
como difusor cultural.
Más información sobre sus obras y
trayectoria literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones:
LUNA ERRANTE
Omar
Iván Garzón Pinto ©
Luna,
compañera: Qué raros se tornan los viernes nublados.
Antes
que la noche fue tu nombre y apenas ayer, apenas aquí,
Una
libélula me enseña tus dedos y me descubre tu rostro.
Miles
de estrellas he señalado pero solo las tuyas me han visto:
Ojos
canela, ojos aurora, ojos de fuego, ojos brujos... Mariposa.
Y,
¿qué decir del viento que llega a tus flores y agita tus aguas?
Ahora
parece que antes del bronce eran tus versos, tu palabra.
Y
el claro del alba aviva tus manos: rojas rodillas, fin del guayabo.
Otra
noche se va en lagunas y niebla. Sin embargo, estas calles:
Mar
de sonidos donde descubro tu voz. Luna, varias cosas suceden:
Últimamente
me viene a menudo el poema que dejan tus labios: humo de tabaco.
A
veces pregunto cuál de los cantos del pájaro rojo es el tuyo, pero llega, solo
llega y
Levita
a mi lado. A veces me falta tu vuelo, a veces tu sombra, a veces tu verso, me
falta.
DEPENDENCIA
Omar
Iván Garzón Pinto ©
Me
envuelves entre tus brazos
cuan
mariposa en su capullo,
que
vive y muere para nacer,
solo
nacer y volar en sueños,
en
eternos jardines
olvidados.
DE NOCHE
Omar
Iván Garzón Pinto ©
Entre
aceras y callejuelas
Te
encaminas
En
noches taciturnas de luna llena,
Con
tus zapatos elegantes,
Tu
vestimenta tan febril
Y
una copa de cristal.
Los
corazones que recuerdas
De
las damas inocentes
Sus
pechos pronunciados,
Sus
bocas necesitadas,
Sus
destrezas eróticas.
Sales
del bar y en medio de faroles
Das
cuenta de que tu alegría ya termina.
En
la puerta de tu residencia
Agoniza
el dios de tu interior
En
garrafas de lágrimas,
Pronunciando
sollozos cantos
Desde
tus labios secos.
El
narciso se convierte en un eco:
Tan
amado, tan lleno de placeres en el día,
Tan
natural tan triste en la noche
Y
la historia se repite entonces.
SIN TÍTULO
Omar
Iván Garzón Pinto ©
Me
resisto a creer que te vas.
Me
niego al hecho de tener que olvidarte,
A
enterrar en el pasado tus labios
Como
nubes rosadas.
No
me sumerjas en el otoño
Dejándome
como una hoja seca.
Me
acostumbré tanto a ti,
A
tu cabello,
A
tu color celeste.
¿Para
qué la esmeralda, el ónice?
¿Para
qué el carmesí?
Tú
lo encierras todo como el jardín
Más
soñado.
¿Cómo
olvidar algo que hace parte de mí?
¡Maldita
mi memoria!
Que
solo recuerda el momento en que te conocí.
Llegaste
a mi morada
Y
ahora soy tan dependiente.
Olvidé
como es la silueta del aire
Porque
solo respiro tu figura sonriente.
ELENA GARRITANI
Nació en Buenos Aires. Vive en Chivilcoy
(Buenos Aires), Argentina. Ha obtenido el primer premio de poesía en el
Certamen Nacional Carmen Gándara (1998), así como otros premios y menciones en
certámenes nacionales e internacionales.
En el año 2007 se le concedió el
Premio Nacional de Literatura de Tres de Febrero en poesía, y el primer premio
a poetas éditos otorgado por la Editorial Municipal de Chivilcoy por su libro En la rueda del sol.
Coordina talleres literarios de
lectura y escritura desde el año 2000. Publicó Travesía (AA.VV) (Ediciones
Topatumba, 1997), Sin naufragio aparente
(Ediciones Último Reino, 1999), Este
grano de sal (Ediciones del Dragón, 2008), En la rueda del sol (E.M.Ch, 2011), Otoño interior (Nuestra América, 2016).
Colabora en diarios, revistas
literarias, blogs poéticos. Fue publicada en diversas antologías, entre ellas
en Ceremonias de luz y de sombras
(Aletheia, 2017).
Profesora en Ciencias Sociales.
Especializada en adicciones, integra el equipo interdisciplinario del Centro de
prevención dependiente del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos
Aires, desde el año 1987.
A continuación vertimos tres de los
poemas de su libro Otoño interior.
UNI/VERSO
Elena
Garritani ©
Se
posa entre las ruinas
fisuras
sin edad sin fatiga
en
silencio
hilo
de calendario
hilito
a penas.
El
sueño se despierta
nunca
donde estabas.
SOLO DE DOMINGO
Elena
Garritani ©
Y
llega a la ventana con silencios de atril, breve, puntual.
Silba
muy lejos, silba
arrastrando
las hojas con su viento amarillo que nunca se despide
y
no deja a las voces que una mano, ninguna
pueble
tanto no estar.
DE LOS PEDIDOS
Elena
Garritani ©
Decía
(me decía), hubieras pedido,
te
hubiera dado.
¿Entonces
había que pedir (te)?
ARTURO ZAFRA MORENO
De chico escribía pequeñas historias
de aventuras. Lo consideraba un simple hobby. Nunca se había planteado
dedicarse a la escritura. Escribía
incluso sin apenas leer algún libro. Era un modo de desatar la imaginación. Le
encantaba crear personajes valientes, intrépidos, aventureros. Casi siempre sus
historias estaban enfocadas en lo bélico, en épocas antiguas como la Edad Media , el Imperio
Romano, piratas del siglo XVII. Creaba situaciones típicas de las novelas de
aventuras, con magos oscuros, reyes enfrentados, guerras entre dos reinos,
damiselas en apuros, barcos infestados de ratas y piratas... un mundo aparte al
que conocemos.
Distinciones:
• Finalista del concurso "I
Antología de Poesía Contemporánea de Estudios Universitarios".
• Uno de los seleccionados en el
concurso "Por Amor a la
Poesía ".
• Uno de los seleccionados en el
concurso "+POESIA" de Ediciones DeLetras.
Más sobre su trayectoria y obras
literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 80:
TARDES DE
RADIO
Arturo Zafra Moreno ©
Al principio quedaron en darse una
vuelta con el coche por el pueblo, después, a proposición de Alberto, tomaron
la autovía y recorrieron treinta kilómetros hasta el pueblo vecino, solo por
cambiar de aires. Mientras Alberto estaba atento a la carretera, Daniel, de
copiloto, pulsaba botones de la radio al azar, preguntando sin cesar:
—¿Y este para qué sirve? ¿Esta
ruleta es para cambiar el volumen?
Antes de que Alberto pudiese
contestar, el otro giró la ruleta a la derecha todo lo que pudo y el coche
comenzó a vibrar; sonidos atronadores salidos de los altavoces laterales hacían
temblar el salpicadero, las ventanas, incluso los asientos. El cosquilleo no
era desagradable pero el ruido distraía a Alberto en su tarea de conducir.
Apagó por completo la radio y siguieron el camino en solemne silencio.
Llegaron al pueblo vecino,
circularon por la Gran Vía
en busca de aparcamiento y, de paso, ir mirando las terrazas por ver cuál era
la mejor o en cuál había sitio libre. Lograron aparcar por el final, llegando
casi a una rotonda con desviaciones a caminos secundarios que conectaban a
otros pueblos y pedanías. Al bajar del coche el calor era insoportable. En el
interior se estaba a gusto pero afuera, entre la inexistencia de sombra, el sol
situado justo en medio, recorriendo toda la calle principal sin nada que lo
parase, las frentes de los muchachos comenzaron a transpirar, con leves gotas
de sudor emanando en las raíces del pelo. Tuvieron que subir la pendiente hasta
alcanzar la zona de bares, mirando a ambos lados la calle en busca de algún
sitio. Había sillas y mesas vacías en todas las terrazas. Por las horas que
eran, las cinco y media de la tarde, un martes, la gente debía estar
trabajando. Tenían todo el pueblo vecino a su disposición. Ante tantas
posibilidades subieron y bajaron la calle varias veces, intentando distinguir,
a primera vista, si aquel era más barato que el otro o si el café de ese era de
mejor calidad que el del al lado. Vieron una heladería al otro lado de la
calle, con tres mesas ocupadas en la calle; era el local con más clientes.
Fueron directos ahí, sin saber exactamente qué tenía de especial aquel sitio.
Se sentaron en la mesa más próxima a
la carretera, sin ningún motivo en especial. Las sillas eran metálicas y nada
ergonómicas, la mesa de plástico cojeaba y no había ni cenicero. La acera
estaba repleta de colillas: por debajo de las mesas, en el asfalto,
espachurradas por los coches, en la tierra de las plantas. A nadie le importaba
aquello, ese estropicio y suciedad. Saldrían más baratas las horas extras de
limpieza de los camareros que unos ceniceros de los chinos. Al momento de
sentarse comprendieron lo que sucedía, algo que deberían haber visto desde el
principio: la sombra. El local había dispuesto unas sombrillas junto a las
mesas.
Daniel tenía un cigarro sin encender
en la boca y manoseó sus pantalones varias veces, levantándose, vaciándose los
bolsillos y dejando la carteta, llaves y monedas sueltas en la mesa. Miraba
esos objetos desparramados con miedo.
—Creo que llevarás justo para el
café —dijo Alberto.
—Eso no es lo que me preocupa
—contestó Daniel. Seguía en pie, con el cigarro en la boca, dándose pequeños
golpecitos en los bolsillos traseros—. Joder —miró calle abajo, hacia el coche—,
creo que me he dejado el mechero en el coche.
Alberto comenzó a reírse. Era cómico
que montara aquella escena por un mechero. En lo que Daniel hurgaba por toda su
ropa, Alberto se había encendido un cigarro. Daniel se dejó caer en la silla
mientras se reía de sí mismo. Miró el encendedor morado que Alberto había
dejado sobre la mesa, justo encima de su cajetilla de Camel. Lo cogió raudo.
Alberto sonreía y fumaba, miró hacia el interior del local y levantó el brazo,
haciendo señas a la camarera para que se acercase y les tomara nota. La
camarera se limitó a asentir con sobriedad.
—Oye —Daniel señaló con la barbilla
la mesa de al lado. Alberto giró el cuello y miró: una pareja de treintañeros,
un chico y una chica, compartían una copa de limonada con nata por encima—,
¿qué te parece? —preguntó.
Alberto volvió la mirada hacia él,
con una ceja arqueada y tono serio.
—No pienso compartir una copa
contigo.
Daniel comenzó a reír, levantando
las piernas y dando pisotones al suelo. Se desternillaba.
—¡No, joder! —dijo entre risas— Me
refiero a que también hay limonada.
Alberto pilló la confusión y comenzó
a reír también, de forma más contenida, parando las carcajadas con los dientes
a la vez que expulsaba humo por nariz y boca. Daniel seguía, partiéndose la
caja, parando, tosiendo, y otra vez, carcajadas. La pareja que estaba en la
mesa contigua los miró extrañados.
Alberto suspiró, recompuso aire y
preguntó:
—Pero —acodó el brazo en la mesa
coja—, ¿qué quieres decir exactamente?
Daniel seguía con los coloretes por
la sangre que le había subido de golpe. Seguía con la mandíbula desencajada y
sin centrarse en la conversación. De vez en cuando soltaba una especie de
ronquido por la nariz, expulsando una risa que le estaba atragantando.
—Que en lugar de café podemos pedir
limonada —dijo Daniel—. Como ya ha venido el buen tiempo y hace un calor de la
ostia...
Alberto quedó dubitativo unos
instantes, barajando las posibilidades.
—De acuerdo —se encogió de hombros.
La camarera al fin llegó. Era una
mujer morena, delgada, de unos cuarenta años.
—¿Qué les falta? —preguntó.
Ambos se miraron, esperando quién
hablaba primero. Alberto despegó la mirada de Daniel y fue a por la camarera.
—Limonada.
—¿De qué sabor?
Volvieron a cruzarse las miradas. No
se esperaban esa pregunta.
—¿De qué sabores tenéis? —preguntó
Daniel.
—Mango, cereza, fresa... —respondió
la camarera.
Se miraron de nuevo entre ellos.
—Pues voy a probar el de mango —dijo
Alberto.
—¿Normal tenéis? —preguntó Dani.
—Sí.
—Pues ese —sonrió.
La camarera se fue con el pedido
anotado en la libreta, innecesariamente, pues solo eran dos bebidas.
Estuvieron un momento en silencio.
Daniel miraba a su alrededor de forma compulsiva, como si buscase a un espía
entre los escasos peatones. Alberto, por su parte, se quedó inmóvil con la
mirada clavada en ninguna parte, en el vacío. Estaba pensando en sus cosas, en
su vida, en su futuro, intentando ordenar los pasos que debe seguir para ser un
gran guionista, como siempre soñó. No tenía un duro y aún dependía de sus
padres. Daniel estaba igual que él, justo en la misma situación, con la única
diferencia de que le daba absolutamente igual. No veía nada raro en su sistema
de vida y creía que así era como todos vivían hasta que te buscaban y te
ofrecían trabajo y tú solo tenías que elegir el que más te gustase.
La camarera regresó con las bebidas.
—Aquí tenéis —dijo, mientras posaba
los vasos en la mesa coja.
Alberto, estático, perdiéndose en el
vacío, meneó la cabeza y se recompuso, volviendo en sí.
—Gracias —dijo él.
—Muchísimas gracias —continuó
Daniel.
La camarera se fue.
El primero en probar su limonada fue
Alberto, absorbiendo lentamente para degustar mejor la exótica limonada de
mango. Estaba sediento por el calor que hacía y notaba sus labios endurecidos y
secos por el tabaco. Le entró como una explosión de frescura. Daniel sorbió con
fuerza, pimplándose casi la mitad de un trago. Terminó con los ojos cerrados
por el dolor de cabeza que le acababa de subir.
—¿Cómo está el tuyo? —preguntó
Daniel, con el gesto aún torcido.
—Bueno—paladeó—, está bastante
bueno, la verdad —afirmó mientras asentía—, ¿y el tuyo?
—Normal, de limón, como lo he pedido
—sonrió—. Lo único que le falta es un cigarro —rió.
Alberto le alcanzó el encendedor,
sacó un cigarro para él y se lo encendió también. De repente, un zumbido
irrumpió. Ambos se palparon los pantalones en busca del móvil. Daniel se
levantó de un salto, Alberto cogió el teléfono. Le llamaban a él.
—¿Sí? —abrió mucho los ojos y se
enderezó en el asiento—. Sí, soy yo.
Daniel volvió a sacar todo: cartera,
llaves y monedas, y las tiró a la mesa de nuevo. Alberto, por su parte, seguía
al teléfono, asintiendo con interés.
—Sí, claro, espere un momento, por
favor —apartó el aparato de su oreja y taponó el micrófono con la mano—. Dani,
tío, apunta lo que te voy decir —dijo, susurrando.
—Sí, sí, espera —seguía en pie y
tocándose todo el cuerpo. Miró de nuevo hacia abajo, dirección al coche—.
Joder, creo que me he dejado el móvil en el coche.
Alberto lo miró con desidia y volvió
al móvil.
—Sí, ya está, dígame —repetía todo
lo que le decían como si estuviese tomando nota, mirando a Daniel, por si se le
olvidaba—. Ajá. Calle Fuentes del Río, sí, número... ¿siete ha dicho? Okey,
genial. Entonces, entre esas horas, ¿no? Genial. Muchas gracias. Sí. Hasta
luego —y terminó sonriendo, como si el interlocutor del otro lado de la línea
pudiera verlo.
En cuanto colgó, buscó el bloc de
notas por la pantalla de inicio del móvil. Comenzó a teclear, anotando las
indicaciones que le dieron, en el primer documento que encontró: un esbozo para
un guion de cine. Daniel volvió a sentarse.
—¿Quién era?
—Para una entrevista de trabajo,
para currar en una casa de apuestas. Tengo que estar ahí el lunes de la semana
que viene.
Daniel lo miró, compungido, incluso
de forma paternalista.
—¿De verdad que quieres trabajar en
eso?
—Tío —Alberto se estiró y apoyó la
espalda en la silla—, es lo único que me ha salido.
—Ya, pero, ¿y lo de escribir?
¡Joder, es lo tuyo! —hizo una pausa—. Además, el lunes hemos quedado.
Alberto se mantuvo en profundo silencio
durante unos segundos, con la mirada perdida, enfocando el vacío, dándole
vueltas a qué pasos debía seguir.
—¿Sabes qué? —habló de golpe—.
Tienes razón, no quiero que me exploten por una miseria y me quiten tiempo para
crear.
Daniel le sonrió plácidamente.
—Haces lo correcto.
Al lunes siguiente, tal y como
planearon, quedaron y decidieron volver al pueblo vecino, por cambiar de aires.
En el trayecto por la autovía, Daniel volvió a toquetear todos los botones,
cambiando de emisora continuamente.
—¡Espera! —gritó Alberto— Deja la
anterior, esa canción me gusta.
Daniel obedeció. Alberto alargó la
mano y aumentó el volumen de la radio. Siguieron el camino canturreando y
bailando de cintura para arriba.
NECHI DORADO
Nació en Buenos Aires, Argentina, un
30 de enero. Periodista —prensa alternativa—, narradora y poeta. Escribe
cuentos, relatos y esboza poemas que son difundidos por varias revistas
literarias virtuales y escritas.
Colaboradora en las ediciones
literarias de Argenpress Cultural, Arena y Cal, Revista Literarte (declarada de
Interés Nacional por la
Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación ), Gaceta Virtual,
Revista Narrativas, Calameo - Biblioteca de las Grandes Naciones, Realidades y
Ficciones, Isla Bahía, Avatares Centro de Narrativa y Poesía, Del Tuyú
Noticias, y otras.
Autora del libro de cuentos y
relatos Destapando el silencio (2010,
edición agotada) y Con sustancia dxs
(2016, ilustraciones Beatriz Palmieri), ambos de Ediciones Amaru.
Más sobre su trayectoria y obras en
los siguientes números del Suplemento de Realidades y Ficciones:
METÁFORA
DE MUERTE
Nechi Dorado ©
“Metáfora de muerte” de la artista plástica argentina Beatriz Palmieri. |
Se me quebraba la espalda, fue como
si allí bailara un ballet macabro el peso de mi vida igual que si me estuviera
pasando el lastre de una, dos, tres, cien mil facturas y eso que para ser
sincera no es tanto lo que debo.
¡Estoy segura!
Los arabescos, dije, me lastimaban
los ojos volviéndose destellos saltarines, seguí su baile con estos ojos secos.
De pronto apareció un hilo extendiéndose desde la ventana de la sala hacia la
puerta de mi cuarto, busqué sujetarlo pero se me escapó, persiguiéndolo con la
mirada apelé a demandar que me sostenga pero mi voz fue tan débil que no llegó
a alcanzar fuerza imperativa, creo que más bien traté de convencerlo para que
no se escape, sentí frío. Deseché el pensamiento, convencida una vez más de que
en este mundo no es fácil convencer.
Quería volver a dormirme más no lo
quise del todo, tuve miedo, no aspiré a regalar ni un segundo, no fuera cosa
que se escapen, en mi sueño despierta, los arabescos danzantes que ya recorrían
todas las paredes. Temí se convirtieran en puñales, como los que sentía
clavados en mi espalda, los mismos que me despertaron para introducirme en el
caos inesperado.
Tres aves me saludaron sorprendidas,
mudaban de nido apenas por tres días y para ser sincera yo quise retenerlos,
pegarlos a mi pecho, ¡No te vayas repetí varias veces dirigiéndome a uno! Pero
lo dije hacia adentro, como para que no me escuchara.
Histórica manía mía esta de hablar
hacia adentro, callar hacia adentrollorarhaciaadentropedirhaciaadentro. Tan
hacia adentro como para que nadie me escuche y de lugar a que se despierten los
fantasmas lejanos que lucen cada día más pálidos, más lúgubres, más escuálidos,
pero con la fuerza capaz como para que sepa que están ahí, agazapados,
acechantes, casi como si fueran tótems de cemento.
Extraña, absurda oquedad la que me
invadió, me sentí tan lejos de mí, como un soy pero no soy, aunque quiera ser,
quiera estar, poder decir lo que siento pero no existe el interlocutor
dispuesto a escuchar lo que no quiere. Y yo anhelo seguir sobreviviendo a
frases que reptan cargadas de cuestiones subjetivas, letra instalada para
quebrar la médula que me mantuvo a veces imperturbable.
En un esfuerzo ciclópeo, en medio de
una génesis de delirio místico me encontré invocando al poder del Santo Beato
del Respiro canonizado por mí en ese instante de siglos; pero algo conspiró
para que mi intención no llegue o acaso fuera que mi invocación no era producto
de fe como debiera.
Quise agitar a la bendita Señora del
Alvéolo, pero estaba tan cerrada en esa mañana de absurdo desespero, que hasta
la sentí debatirse enredada en una bufanda de piel de conejo. Presagié el
cosquilleo del movimiento tenue de un gusano de seda que equivocó su ruta
tomando por caminos de coltán y rubíes salpicados de sangre negra.
Siguieron brillando los arabescos
entre pared y pared, parecía ir alivianando el peso sobre la espalda pero no
dejó de resonar esta metáfora de muerte que quise incinerar, pero no pude.
Siguió su despliegue esa mañana
fría, destemplada, avanzó como traté de hacer yo, toda mi vida, pero ese día
con una mueca de sol pálido, sin fuerza, más lejano que siempre, más adusto,
perdió sus cascabeles y aunque quisiera, los puñales me impidieron que los
junte.
EL JESÚS
QUE CELEBRO…
Nechi Dorado ©
Siempre me gustó investigar sobre lo
que nos cuenta la historia, esa manía de no dejarme llevar por la conveniencia
de algunos sectores, sobre todo por los que se abocaron a la tergiversación
para llenar de culpas honrando a los culpables. Léase, las religiones.
Suelo reírme cuando me hablan de paz
y en realidad quieren decir pax, la del sepulcro, la de la tortura, la de la
indolencia. La que te invita a esperar que el pan y la dignidad caigan del
cielo. No es esa mi concepción de ninguna manera.
A Jesús lo veo como fue: echando a
latigazos a los mercaderes del templo, lo encuentro en su verdadera dimensión
que no era precisamente en un período de paz, sino en momentos en que los
romanos la imponían a sangre y fuego. Y los pueblos resistían (hoy les dirían
“violentos, negros de mierda”).
Lo veo naciendo en un pesebre rodeado
de animales, a escondidas, en un ambiente de dominación fue donde abrió los
ojos, hijo de una madre no virgen, que ya tenía otros hijos.
Lo escucho diciendo: “…me han
enviado para liberar a los oprimidos” o “bienaventurados los pobres…”, o “¡ay
de vosotros los ricos porque en las riquezas tenéis vuestra consolación!”
Veo a Jesús en los marginados, en
los oprimidos, no en las iglesias repletas de oro y piedras preciosas. Mucho
menos crucificado en la pared de la oficina del asesino, genocida.
Lo veo en los ojos de cada niño con
hambre, de cada familia sin trabajo, de cada torturado, de cada encarcelado, de
cada rebelde en las calles multiplicando la idea de que todo despojo debe
resistirse. En cada cuerpito mutilado por bombas de altísimo poder arrojadas
por invasores “humanitarios”.
Veo al Jesús que no ves, porque te
transformaron la historia y es mejor esperar el “milagro” que salir a la calle
a reclamar lo que te arrebatan los verdaderos violentos, esos que endiosás
alejándote de sus enseñanzas reales cada vez que te arrodillás ante los poderes
dominantes.
Celebro el nacimiento de un hombre
que marcó historia, esa que más de uno no conoce, porque es más fácil ser
cordero y mártir que rebelde y combativo.
Al menos así te lo ordenaron, a
nosotros, los marxistas, como te dije, nos encanta recorrer la historia y no
somos seguidores de la doctrina de la resignación que conlleva, sin ninguna
duda, a la indolencia.
MARIO GUZMÁN PÉREZ
(Veracruz Llave, México, 1969) Vive
en ciudad de México. Estudió en una universidad pública. Escribió para “hey
tabasco.com”. Edita una hoja de poesía, “Humo Sólido”, además de “Dos tres,
bachita cultural”.
Fue incluido en la antología poética
Humo sólido (2018) junto con Daniel
Olivares Viniegra y varios otros poetas mexicanos, como así también en 40 buques de guerra. Autor de la
plaqueta Seis rostros de mar y del
poemario Flores tan violentas (Ciudad
de México, Editorial Arlequín, 2002).
Mario Guzmán ©
En el atardecer he estado expectante
del suceso. Tal vez falten unas horas para que llegue la luna roja. La familia
está reunida. La niña juega a que es un gato.
—Miau, miau.
Me pide que no la dejé sola. Los
perros de la calle han comenzado a soltar aullidos.
Presiente que algo le sucederá.
El adivinador de la aldea nos había
dicho que nos previniéramos de la luna roja, es cuando los seres alados vienen
por los niños para convertirlos en maceguales. Ellos resguardarán la memoria de
este pueblo porque hay presagios de unas casas grandes flotando en el mar que
se acercan.
Ella le pide al padre que la cargue
y que la trate como un gatito. No nos gusta la idea de que se convierta en un
protector de nuestro pueblo. Deseamos verla cosechando maizales, cuidando los
patos y las tótolas silvestres de nuestros lagos. Los atabales de los guerreros
han comenzado a retumbar. Los presagios se desencadenan. Se escucha el
lloriquear de las viejas, las mujeres y los niños.
Ha comenzado a oscurecer y la tibieza
de la tarde todavía se conserva. El conejo de la luna se ve rebosante e
inmenso. Mi mirada de guerrero tigre toca con la mirada los abismos y los
cráteres de la luna. Mientras las sombras continúan sobre la cara de ella la
van dejado como una moneda lisa. La niña está cada vez más inquieta, tanto como
nosotros. Decidimos subir al teocali, el frío hiere nuestras mejillas, pero el
gatito no quiere cobijarse con las cobijas de algodón. La pequeña quiere saber
¿por qué el conejo fue lanzado a la luna?
Un menisco ha comenzado a aparecer en el borde de ella. Estamos
expectantes del suceso. Tenía tanto tiempo sin poder admirar ese fenómeno. La
pequeña sigue ronroneando. Recuerdo cuando vivíamos en una montaña con unos
amigos poetas. El techo de la casa tenía un agujero y cuando dormíamos,
admirábamos la luna.
La pequeña niña me pregunta:
—¿Papá, adónde va el conejo de la
luna roja, ya casi no se ve? —está admirando el conejo que hay en la luna.
—Él se irá a algún lado, tal vez con
los dioses del maíz o del jaguar.
—¿Papá, es cierto que hace muchos
años vivían otros pueblos en esta ciudad?
—Sí, eso fue hace mucho, mucho
tiempo.
—¿Antes de que naciera la abu?
—Antes de que naciera la abuela.
Eran aztecas. Tenían dioses del maíz, del sol, de la luna.
Los minutos van pasando, es una
noche fría.
—¿Cómo fue que cambiaron las cosas?
—Hace mucho tiempo llegaron unos
hombres en un barco, decían que llegarían en una casa. Eran los presagios de
los hechiceros. Había una mujer que se llamaba Malintzin, dice que era una princesa
Tlaxcalteca. Hablaba maya. Y la llevaron como dote a una tribu maya.
Llegaron los españoles y rescataron
a varios soldados, entre ellos Jerónimo de Aguilar que había aprendido el maya.
También encuentran a la noble Malitzin, que le ayuda al soldado Cortez a
traducir lo que los pueblos aledaños querían. Y esas estrellas que se ven
abajo…
—Se llama la constelación de Orión.
—Ya sé. Mira como el sol comienza a
morder el borde de la luna.
—Cuéntame más de los aztecas.
—Era un pueblo migrante, dicen que era
muy primitivo pero eso no se puede saber, sabían matemáticas, astrología y creo
que el atraso no existe.
Ella sonríe al enterarse de esto.
—¿Y Malitzin tiene algo que ver con
la llorona?
—Ella era la llorona
—¡Ay mis hijos, ay mis hijos! —dice
en forma de broma y sonríe.
Yo me hago el asustado.
La luna se ha cubierto de rojo.
No puedo contarle que tuvo hijos con
Cortés y que este se casó con otra mujer española, y Malitzin ahogó a sus hijos
en un río. Por eso ahora vaga ese ser fantasmagórico por muchos rincones
gritando desconsoladamente hasta encontrarlos.
Beso sus manitas y veo su delicada
piel. Nuestro mestizaje es profundo, fuerte, espiritual. La serpiente emplumada
desciende de la luna roja como con los caballeros águilas hace muchos años.
FELICIANO MEJÍA HIDALGO
(Abancay, Apurímac, Perú, 1948). De
nacionalidad peruano-francesa, ex integrante de los colectivos Hora Zero y
Yuyachkani, realizó estudios superiores de educación (lengua y literatura) en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, en la de Caen (literatura) y, en Francia, en las
universidades de La Sorbona
(historia) y Le-Mirail de Toulouse (literatura hispanoamericana), donde enseñó
por poco tiempo.
Más obras y trayectoria literaria en
Suplemento de Realidades y Ficciones:
JOOORRR
Feliciano Mejía Hidalgo ©
Un agradecimiento al
pueblo del Altiplano por su Diablada.
Jooorr.
Es neblina de mi aliento
este mi grito. Jooorr.
Ellos no sienten ni
saben
que yo bailo,
canto
y sufro humillado desde
la Conquista
por los españoles.
Jooorr.
Pero yo sigo danzando. Para mi danza
necesito de tu canto. Sí.
Canta y que resuenen tus poros;
bola de espuma se aleja la noche
arrinconándose en los roquedales, si
cantas.
Que tu palabra no se diluya
entre las voces roncas
y los gritos
venidos de las
tinieblas.
Sácale a la madera
sonidos
y has entrechocar las rocas:
de sus chispas saldrá el canto
que tus niños y mujeres
y hombres entristecidos
escucharán
porque será su propia voz oyéndola
por sobre la candela y la amargura.
Yo seguiré danzando:
soy el Diablo
y soy el Ángel.
Soy el demonio y el dios. Estoy más
allá
del bien y del mal. Danzo. Estoy con
la justicia
y soy justo. Jooor.
Aparentemente solo y lleno de dulces
colores
me encubro. Los roquedales de
maldades,
montaña de 400 años malos, de esta
noche
de 400 años, me quieren destruir.
Pero yo danzo y me preservo. Nadie
ha podido
ni nadie podrá nada contra mí: me
cuido
y me cuidaré pues soy valioso,
como niños muertos al nacer, cuyes
hinchados,
casi venados de patas quebradas; así
a ti te tienen, cogido.
Para no morir, te vas lejos de mí
en tu alcohol y en tu coca, para no
morir
vas y te pierdes
en las ciudades, para degenerarte:
te escupen.
Lo veo. Te pegan. No puedes ni mirar
las letras
y papeles de sus libros.
Y mueres.
Mueren a mi alrededor. Todo es
desolación.
Campos chamuscados, nieves podridas
llenas de belleza,
tul del cielo
emponzoñado.
Muerte y muerte. Pero
yo estoy vivo,
hermoso y lúcido tras mi máscara de
vidrios y colorines.
Me miras.
Me miras.
Pero no aprendes a
verme.
Danzo. ¡JaauuuuuuUU!
Mas yo
estoy cada vez más
fuerte.
Ni las aguas
tormentosas
ni los barros
enceguecedores
han podido contra mí.
Jooorr. Soy una olla de fierro.
Jooorr.
Soy una caldera. Año a
año
los españoles me
pegaron. Vapor de cólera tengo
en la
médula del alma
Pero bailo. Mataron a millones
de mis huestes. Jooorr.
Soy un Hombre que llora
y soy el Diablo riente. ¿Cómo no ser
llombre-Diablo
si te
matan a millones de tus hijos
y te
abofetean
y te
quieren romper hasta el hilo del pensamiento?
Mas no estoy solo.
Tengo mis
Amarus que llorando
y
fracasando triunfan por mí,
y ensayan
las batallas que un día daré.
Se van
por los caminos:
perfeccionan
su ciencia y sus cantos
y pasos y
poemas; agitando
sus
machetes y pistolas y hachas
le dan
filo a sus cariños.
y sus
odios.
Como yo
esperan
el momento de mi grito.
Porque
sin mí
ellos no
son nada.
Soy el
dios que tiene los pies
picoteando
la superficie del planeta.
Mi danza
es una burla,
una
espera.
Salen de
entre mis dedos
más y más
Amarus verdaderos:
Condorkanki era —José Gabriel—
prieto, Túpac,
el mejor de mis Amarus: caballo
de bronce y ondas de cabellos al
viento;
saltó con la alegría de quien ve la
luz de mis ojos. Hombre
Amaru que comía en
plato
y vestía seda, hilos de
plata y oro
entre sus medias. Sus
defectos.
Sol de oro entre las
rocas de sus hombros
me llevaba. Era fiel. Y
tuvo pena.
De entre mis lágrimas ocultas
destilando en las montañas
surgió. Enviado.
Y las fibras de mis
venas
pañaron sus penas, y en
cantos de pututos,
se unieron mis huestes,
mis venas,
para mi Amaru José
Gabriel. El que fue.
El que era. El que soy.
Indio con mezcla de metal
Rojo. Padre de los
padres. Y mi mandato fue:
La noche se haga
horrible fuego sobre el opresor
y hoguera.
En los cráneos de todos los
indignos,
en los huesos de todos los indignos,
en las pieles de todos los indignos
se hará la música
y su muerte. Yo lo ordeno: vasos,
quenas y tambores
de los huesos y los restos de todos
los indignos se harán:
esa fue mi orden. Fuemidecreto.
Y mi Amaru José Condorkanki Gabriel
no logró mi orden.
Yo seguía danzando de
gozo espeluznante
mientras me fue
obediente. Mas,
otra vez. ¡jooorr!, el
vendaval de los enemigos,
¡áááAAAhhhggg!
hurgando en mis
lleridas, por que mi Amaru fue vencido.
¡JoooOORrr!. Pero
danzo.
Y río tras los huecos
de mi máscara
porque yo sé que mi
hora, la hora
no había todavía
marcado el punto
donde mi voluntad se
hiciera ley.
Terrible será el momento de mi ley
mi
triunfo
y mi
venganza que será solo justicia.
Y todos los imperios sobre mí serán
quebrados
cáscaras
de lluevo.
Danzo yo
cuidando
mi vientre
donde
frutas
maduran
mis retoños.
—¡JJOOOoorrrrRRR!!—
La hora
vendrá.
Sobre las crestas de los cerros, a
través de la mica
del aire,
mis hombres
salen.
Amarus tras Amarus
al campo de batalla.
En el
fondo de los zocabones
tiritan y
tiritaron
hasta la
muerte mis mujeres
y niños y
ancianos, embrutecidos por el frío,
por el frío metal del codicioso
usurpador
de mi
reino.
¿Cómo no
ser duro
y cruel
con las hienas que asolan y asolaron
mis
valles fecundados?
Centellas
lloverán sobre sus cráneos
y sus
niños no podrán vivir en paz:
Esa Es Mi
Justicia.
Jooorrr –
Danzo – Río.
Mi cabeza
es un panal
de fuego
llameante: Es mi careta
de yeso.
Estoy
zapateando.
Me
caracajeo por dentro
y suelto a mis Jefes Amarus para
probar la fuerza
del enemigo.
Pero
hubo
otros Amarus valientes,
como cuerdas de alambre, duros y
hermosos,
que se fueron sin mí y fracasaron.
Bolívar fue. San Martín fue.
Dos de mis hijos, mis criollos
Amarus, no puros, tiernos
como el
rayo,
malogrados
pues no poseían mi venia;
y después el tiempo me traicionó. Mi
nombre.
Fue
abandonado como trapo. ¡Traición! ¡AAAA!
Por eso a
mi campo de batalla
a mi
puna, a mi desierto, a mi mar
y a mis
árboles de mis selvas
vinieron
los ingleses
y con
ellos repletos todos los hijos de los españoles.
Y muerte, carajo!
Nos siguieron matando y quitando
hasta la
sombra.
De nuevo la desolación
y la
peste entrando en nuestros dientes
y
corazones.
Muriendo de hambre de generación
en
generación:
herencia
es
de
padres-hijos-nietos
el
hambre, el alcohol y la coca. El hambre
sigue
vivo. El alcohol y la coca:
mi dulce
líquido
y mi hoja
sagrada
se
hicieron degenerados.
JJOOORRR. ¡Malditos!. JJOOORRR.
Soy una
caldera. Los ingleses
me
llenaron de más vapor.
Jooorr.
Pero a
través de los siglos,
como cuentas de llanto
va mi voz, en tempestad
o copos de nieve
en las
noches lunares de silbantes desiertos
de las
alturas montañosas.
Red es mi palabra a través del
Tacora y Rasuwillka,
cruzando
cables eléctricos
de alta
tensión
hasta el Huascarán y la punta verde
de los árboles
de Iberia y Belén (tierras de moscas
y
zancudos, donde tiemblan los ojos fríos del jaguar).
Mi voz va esperando el momento, red
de furia dulce:
enterrando sus candentes
puntas
en cada oído de mis
hijos niños,
apurando a mis Amarus,
mis inteligentes
hombres.
JOOORRR.
Mi mente
es pura, hielo,
y guardo
los resquemores
en esta
coraza de colorines
tornasolando
risas
nocturnas
hasta que
venga el día
verdadero v e r d a d e r o, el de
mi alarido.
Pero no
salgo todavía.
Por los
campos, trigo verde
son los
retoños de mis venas: mis hijos.
La fogata
de mi entendimiento
entra en
ellos
y ellos
lloran – cantan
y pelean
bañados en sangre, en brillante
aceitoso
amanecer.
Jooorr - Jooorr.
Sobre mi cabeza mi
máscara
y encima la culebra
roja – verde – roja – roja
con las fauces
titilando con su risa carcajeada
para que
no me vean algunos.
Porque mi faz será terrible
cuando mi
máscara caiga.
Terrible
como un perol de cera
en la
piel del rostro de todos
y cada
uno de mis enemigos.
¡AUUuuuu! ¡Amaaruuuus! ¡AUUuuuu!
El día y la noche se mezclan:
Están mezclados para mis hijos.
¡EEEHHH!
¡EEEeeeiiilllE
!
Salgan con hondas y macanas, con
horquetas, lanzas,
sogas,
brillen los machetes,
enrollen
los lazos,
giren
zumbando los liwis;
con los dientes solamente, si es
necesario.
Fracasen de nuevo si no
pueden.
Yo estoy vivo y seguiré vivo.
¡JJooorrrRR!
Atusparia era, Uchcupedro era,
Rafael
Tupayachi era,
Moisés
Arce Llaqta, era,
eran, son
y fueron
y serán.
¡Auuu! ¡E! Amarus Todos.
Desgránense
como antes de los cerros y montañas.
Orinen en
el rostro de los traidores:
al
traidor
¡mátenlo
lentamente!;
¡el
traidor no merece
morir
rápido!
Que de nuevo los cuernos y caracoles
resuenen retumbando
haciendo
túneles en la roca
del
espacio; las campanillas
y las
flores de metal resuenen
hasta
enloquecer al enemigo.
Vístanse
de mil colores
que yo
estoy danzando, ¡Jooorrr!, tras de ustedes.
Vibren
las warakas,
chasqueen
los zurriagos;
rompan
las frentes de las mujeres enemigas;
la tierra
toda es mía
y es de
ustedes; tómenla.
Que las
cañas se unan más
y soplen
más fuerte las antaras: maridaje
de
arca-ira (agua-fuego) mis zampoñas son,
también batan la piel de alpaca en
el tambor
y mi
bandera que flamee.
Yo estuve
y estoy con mi máscara
para que los españoles e ingleses
no me
vieran.
Ya pasó
el imperio español
y yo
danzo. Golpeteo el suelo.
Como
perro sarnoso pasó el imperio inglés
y yo sigo
danzando. Doy saltos, con prosa.
Mi máscara es más dura que el
diamante.
¡JJooorrrR!
¡Hoy Es Mi Época! ¡Nuestra Época!
Hoy,
cuando el imperio de Norte América
cuaja mi
miel y mi leche!.
¡Hoy es
nuestra época!
Hijos míos, busquen a los hermanos
perdidos
en la ciudad. Tráiganlos al hogar,
a nuestro
hogar: porque el hogar soy yo.
¡JJOOOOOOOOOOORRRRRRRRRR!
Soy una
tremenda caldera
a punto
de erupcionar.
El vapor ácido de los españoles
en mi
pecho, el
vapor de
los ingleses, más denso y enrarecido
en el
tierno hueco de mi alma
se ha
convertido en lava.
¡Joorrr!
¡Y más
vapor de los norteamericanos!
Soy una
gigante olla de hierro
como
campana sellada
repleta
de vapor, que va a estallar,
saltando
como árbol frondoso de piedras y metales.
¡Ay de
los malditos!
Ojo de
puquio en el lomo
de
montaña preñada de agua
es mi
cólera saliendo.
No soy tierno. No puedo ser tierno
ahora.
Como
corcho mi piel hice
para
poder danzar.
Vienen los ratones y los miro, los
petrifico
y los pinto de colores para ponerlos
en mi máscara:
mi baile
sigue enfurecido y alegre.
A mi belleza la han querido pisotear
pero mis
Amarus brotan raíces ardientes
en mi
defensa.
Y ya no
el fracaso es constante.
Amarus
hay que triunfan.
Saturnino
Accostupa Ayte es.
Río y danzo y apresuro
el pespunte de mis pies.
Ahora sí, carajo. La hora ha sonado.
La época es.
Oid mi
voz:
es el
sonido de mi corazón
y el
crujido de mis puños y entrañas. Mi voz.
Salgan rápidamente,
Amarus.
Saturnino, Satucucha Amaru Mío.
Accostupa
era y es. Salió y saldrá.
Prieto y hermoso como la máshua,
risa de quinua,
moreno
como quemado por el rayo,
fuerte como el rezo a la montaña
solo nervio y silencio
regaba en las ciudades;
mirando lejos el
horizonte azul y rojo
del futuro en las
montañas,
hizo arder la nieve
entre sus manos.
¡
Yyaaaaaeeee ! ¡ Saturninooo !
Hijo mío, ya no está.
Se ha ido
para volver
en otro Amaru.
Pero, hombre a hombre,
Amaru Accostupa,
hablaba con palabras
abundantes de verdad,
de buena ley, en los campos y aldeas
de las
comunidades.
Solo y acompañado, con
la frente serena, hablaba
y mis hijos le
siguieron y seguirán
porque me
obedeció
y por eso
nunca fue vencido.
JjooorrR.
La lucha final está cerca.
Las
huestes, mis huestes están ya casi preparadas.
El
enemigo está desde siempre preparado, pero viejo.
El momento final, la hora en punto
en que el sol
apriete
mi ombligo, ese será
el minuto
esperado.
¡Apresúrense
a ponerlo todo en regla!
¡MIRAD Y
BUSCAD A LOS AMARUS DE LA
CIUDAD
QUE SON
HERMANOS Y DADLES MIS BANDERAS!
Me vienen a buscar constantemente
viejos con caras de niños
para
meterme zancadillas,
pero yo
danzo más fuerte todavía.
Sobre el
reverberar frío del espejo de agua
de los
lagos, bajo el sol enardecido
o la luna
pensativa
d a n z
o.
En la
candela verde de la montaña,
danzo .
Vienen y
me ven
y mudos
sin comprender repletos de terror
se van a
preparar sus fusiles y ametralladoras.
Pero yo y
mis Amarus reímos tras las máscaras:
No saben
que puedo masticar en el aire
las balas
disparadas a mi pecho. Ni sus tanques
ni
aviones
contra mí
y mis Amarus podrán jamás.
Bailamos. Las máscaras no son sino
escudo y burla.
El
enemigo me manda a sus espías e informantes.
Saben que la batalla final, su
cataclismo es inminente.
Vienen los informantes con el dios
del español y sus biblias
y el papel del inglés y
el metal pálido
del pálido imperio
norteamericano.
Me
quieren enseñar a hablar
y a
danzar en su lenguaje y en su ropa.
Pero yo tengo mil formas. Los miro
con el terror de mi máscara
de siete
cuenos
y de
llamas fulgurantes de yeso. Y río
fuerte: ¡
¡ JJJOOORRR ! ! .
Para
engatusarme, para que les sea bueno
y
clemente, para que los obedezca
me
ofrecen sus ventas
de
escamas de plástico y mil colores.
Compro y
río.
Sus telas finas de brillo y nailon.
Compro y río.
Gozo mucho sobre sus
desesperaciones.
Sus tejidos de fábricas,
blancos-suaves. Compro y me carcajeo.
Sus
zapatos de plástico, de tela y de colores. ¡Ja, Ja, Ja!
Compro y
bailo.
Espejos
de fábricas y cristal de fábricas. ¡Ja, ja, ja!
Compro y
danzo y levanto las rodillas.
Sus
tarros de pinturas
de
plástico y jebe
en mil
colores hermosos. ¡Aiiiiiehh!.
Yo les tomo como burla todo: desde
sus sueños hasta sus monedas,
pasando
por sus voces y sus lengua
todo lo
pisoteo.
Y me visto de colores – cintas –
metales – sedas – caucho.
Me pongo
sus pantalones
y sus
zapatillas para danzar, solo para burlarme,
que mi
danza
es la
espera.
Dragón soy. Diablo.
Orejas de fuego. Pecho de estrellas.
Placas de oro. Dientes
de espejo. Ojos de vidrio. Pecho de hule.
S O Y.
Para ellos soy.
Es perfecto el engaño.
Los ejércitos están uno frente a
otro.
Soy
astuto – soy joven, bello, soy nuevo.
Soy
terror de volcán y dulzura de torcaza.
Y en mis manos pongo el terciopelo y
algodón
de mis Guantes Rojos cogiendo
campanillas
soguillas
limones y
manzanas
para
distraer al enemigo.
Como satélites en mi derredor
gesticulan
los males
y la muerte, osos,
gallos,
torpes muñecos que el enemigo envía.
Pero sobre mí no prevalecerá jamás
ningún imperio.
Soy el nervio y la luz
de una nueva vida
luchando contra las
tinieblas. ¡Jooorrr!
Y mi nombre es la música del triunfo
eterno ante los siglos.
¡ AAAAAAAH ! !
¡JoooooorrrR!
¡JJJOOOOOooooooorrrrrRRRR!
YUBRASKA HERRERA DIAMÓNT
(Caracas, 1980) Su nombre completo
es Yubraska del Carmen Herrera Diamónt. Reside en Barquisimeto (Lara),
Venezuela. Profesora especialista en
Castellano y Literatura egresada en 2004 de la Universidad Pedagógica
Experimental Libertador (UPEL-IPB), Magister Scientiae en Literatura
Latinoamericana por la
Universidad de los Andes (ULA-NURR) Trujillo (2012), en la
actualidad estudia doctorado en Letras en la ULA-Mérida. Tiene
publicaciones en colectivo en Venezuela y España, escribe para la revista
digital “LetraMujerRevolucionaria”, es miembro del equipo editorial de la
revista digital Dissertare del Decanato de Ciencias y Tecnología (UCLA-DCyT).
Se desempeña como docente contratada en el Decanato de Ciencias y Tecnología de
la Universidad
Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA-DCyT).
AMOR EN SILENCIO
Yubraska
Herrera Diamónt ©
Pensándote
derramé suspiros
Besé
de extremo a extremo tus gestos.
Mirándote
gimió la pasión entre susurros de sueños.
Quería
soltar tu trenza, despeinarte el tiempo…
Darte
un beso esquimal, abandonar el miedo…
¡Qué
cobarde! Decidí amarte en silencio.
ME QUEMO
Yubraska
Herrera Diamónt ©
Me
quemo…
Estoy
agonizando…
Me
hundo en la zozobra
me
ahogo en mi llanto.
Mi
alma se quema,
se
quema de injuria,
de
sonrisas moribundas.
¡Maldito
sea el mundo que tiene tiranos!
¡Bomberos!
Mi
alma se prende
¡Me
quemo! Me hago cenizas
el
viento me sopla
la
lluvia me lleva al mar…
YO NO NACÍ PARA AMAR
Yubraska
Herrera Diamónt ©
Yo
no nací para amar en esta tierra
con
un manto espinoso cubro mis males.
Mis
suspiros son fugaces
mis
recuerdos me enloquecen
mi
corazón está enterrado
entre
escombros y piedras,
ya
no hay sangre que corra,
ya
no hay dolor que marque mi tristeza.
Yo
no nací para amar
en
esta tierra de miseria,
mi
amor se oscurece al soplo de las velas.
Sangran
las cenizas
en
el umbral de mi puerta.
Yo
no nací para amar
en
esta tierra marchita
como
rosa veraniega.
Yo
no nací para amar…
¡Solo
amo la fábula inmortal!
SOÑAR
Yubraska
Herrera Diamónt ©
Soñar
a orillas de mi cama
pensar
de forma serena taciturna y bella.
Quiero
soñar con los ojos abiertos hacia el mundo;
Con
el alma poblada de naufragio, llena de recuerdos.
Contar
las estrellas, convertirme en una de ellas
transportarme
a un lugar de sombras coloridas,
de
anhelos ocultos
de
suspiros infinitos.
Sentir
que floto
en
la magia del vestigio
y
conservar las fotos
más
nítidas, más bellas,
volar
con las alas de la ilusión
hacia
lo indefinido
explorar,
escalar, escampar
en
la montaña más azul.
MAURICIO PÉREZ RUZ
(Seudónimo: Chiro) Nació en San
Juan, Argentina, en agosto de 1969. Publicó Quididad
(1993), Desde una silla eléctrica
(1994) y De ángeles, vírgenes y apóstoles
(1995), todas estas obras en cuadernillos.
En 1997 autoeditó y publicó su
primer libro de poemas: Milagro / Miseria,
al igual que Poemas de otros (1999).
Siguieron Fiebre, poemas incoherentes
(para algunos...) (2001); 29 gotas en
el cerebro (2003), y Tierna violencia
(2004), un CD con música, poesía y fotografía. En 2011 publicó Yo digo que la muerte es una piedrita en el
zapato… Todos estos en Ediciones El Níspero.
Más sobre su trayectoria y obras
literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 80:
quididad
chiro (mauricio pérez ruz)
como un lobo
que se lame la pata y
ataca
hago crujir mis dedos
...
escribo
algo que
surge
(a mis pares)
tarde o temprano
las máscaras caerán
después de esto
una verdad surgirá
pues
nacimos para ser reyes
reyes absolutos del tiempo
renacimos de las cenizas
fortalecidos por el aura y el
silencio eterno
surgiendo del mar de densos bosques
de densa selva
selva de gente
mortajas
dueños de sueños
sueños de ensueños
realidad inconsciente
magníficos realmente
realidades irreales...
sueños
irrepetibles
reversibles
posibles e imposibles
estados de ánimo...
transparentes
espontáneos
exaltados
a veces calmos
perplejidades en el alma
mortajas de nada
mortajas de sueños quizá
en las
huellas de la desolación
ropas negras
vidas negras
mentes grises
simulacros de un plateado
son caretas que matan
es todo una puta perdición
una pena que duele...
el aire duele
la realidad yace sangrando
y el silencio abismal y desgarrador
asesino del tiempo
de cual no somos dueños
solo dueños del barro
de inevitables cenizas que fueron
sueños
del fluir del viento
del negro volcán del existir
fusionados sabores y sinsabores
un aguante
un aguante de locura sin descanso
agonía perpetua
ilusión que al despertar no habrá
muerte
todo seguirá durando
en las grietas de una copa de vino
en los túneles de los largos días
en las huellas de la desolación
escepticismo
una planta mutilada espera su hora
los templos están vacíos
también nosotros
el pabilo de la luz eterna se
consume
¿es la falta de oxígeno?
caos
el cielo derrama lagrimas de furia
entonces son malas las aguas que
bañan nuestros cuerpos
no hay refugio para la tormenta
tediosos los sagrarios tiemblan
hasta derrumbarse
telas de arañas envuelven los
corazones
no hay inquisición ni inquisidores
solo nuestras mentes
nuestras almas
hacedor
juego con palabras
creo que me temen
altero sus significados
las uno
cual sacerdote une matrimonios
las hago sonar
parir
sangrar
como la vida se toma con nosotros
esa atribución
tinieblastardas
horizonteñido de miestelar
ocres
grises
amarillos
manostentosas
tremulasficciantes
siembran calavéricos diamantes
en suelongevo
en el que tú y yo
estamos paradoscilantes
dogmaniáticos...
la verdad está en los templos
¿el día del descanso?
lluviacrucis del universombrío
tedeúm...
mariesposa fiosofálica
desoxirribonucleicarismática
tendadoradora de la pasiononírica
umbilicalucinante
de vapor
de sudor
de gotas que corren por las espaldas
lentas
densas
y por qué no
felices de ver el suelo de tan alto
búsqueda
busco mis formas en abstracto
busco palabras en abstracto
abstracción de mí
en abstracto
escrito abstracto
tititochiquit
tititopoemit
tititosueñitit
tititoabstractit
¿de mí?
SONIA ANALÍA SAYAS
Nació en Cañada de Gómez, Santa Fe,
Argentina. Desde pequeña fue una gran lectora y desarrolló el gusto por la
escritura. Muchos años después, comenzó a incursionar en poesía y narrativa
breve, plasmando en sus obras historias de vida que llegaban a su corazón, las
cuales fueron publicadas en antologías, diarios y revistas en Argentina, España
y Estados Unidos. También algunas de sus obras fueron finalistas en certámenes
literarios de Francia y Canadá. Así llegó, finalmente, a enhebrar veinticuatro
relatos breves con el título Miradas de
mujer.
En 2018, su poema Bella mariposa recibió una mención de
honor.
Sonia Analía Sayas ©
Allí estaba ella. La rusita, como le
decían en el barrio.
Sus ojos de jade escrutaban el
horizonte. Su corazón se alegró al divisarlo.
Una lágrima cual perla marina se
deslizó por su mejilla. A medida que se acercaba, la extraña figura iba tomando
forma. Había cambiado. Aquellos ojos de mirada serena le traían recuerdos de su Lituania natal. Permanecían
inmunes al paso del tiempo. Era su hermano Andrei.
Eran apenas niños cuando la guerra
los separó después de la masacre .Ahora había vuelto a la pequeña aldea. Se
sentía feliz. Un dejo de tristeza empañaba su sonrisa.
El recuerdo amargo de aquella verde
colina volvía a su mente una y otra vez. Allí donde cientos de cruces eran
silente recordatorio de mártires inocentes de eternos enfrentamientos. En ellos
nadie vence, todos pierden.
Pensó en sus antepasados viviendo
aquel horror.
Debo contarlo, se dijo, para que no
suceda nunca más.
Terribles enfrentamientos bélicos
allí acontecidos conforman las páginas más negras en la historia del pueblo lituano.
Aquellas cruces honran la memoria de los mártires lituanos. Canto de Fe y
Esperanza de un mañana pleno de Amor y Paz.
NUBES
OSCURAS
Sonia Analía Sayas ©
La lluvia amenazó durante toda la
tarde. Grandes nubarrones negros se cernían sobre la ciudad.
Un halo de calor agobiante la
envolvía. Las aves, erráticas, surcaban el firmamento buscando refugio.
Solo un par de osados aguiluchos
parecían disfrutar entrando y saliendo, a merced de las corrientes.
Pesadas nubes presagiaban tempestad.
Recién por la noche llegó el
respiro. El agua, bienhechora, sació la sed de los campos polvorientos.
El tintinear de las frescas gotas
sobre el cinc de los techos le dio cierta melancolía.
De pronto recordó cuando era niña y,
junto a su abuelo, plegaba hojas de papel de diario.
Convertidas luego en ligeros barcos
a vela, navegaban bordeando el cordón de la vereda hasta la alcantarilla más
próxima. Allí, desaparecían o encallaban, cargados de sueños e ilusiones.
Aquellos tiempos eran tan bellos
como lejanos. Es preferible que la pobreza sea sórdida y no mediocre, se dijo.
Sintió pena, entonces, por todos aquellos que pretenden ser lo que no son.
Se sentía feliz, con las pequeñas
grandes cosas que la vida le regalaba a diario.
La vida fue pasando. Ella
disfrutaba, sistemáticamente de todas las etapas. Cada una con su propio
encanto. Su aspecto fue cambiando. Su andar se volvió más pausado. Llegó,
entonces, el tiempo de valorar a su entorno y valorarse. Hacer catarsis.
Quererse y aceptarse. Ser cada una de las heroínas del mundo literario y, a la
vez, ser ella misma. Saborear la vida hasta el último sorbo.
Tener la certeza de que no sería
quién es si no hubiese estado rodeada de seres maravillosos.
Todos ellos nutrieron su espíritu.
Hoy cosecha los frutos de aquella siembra.
Pero no todas son rosas. Oscuras
nubes opacan su cielo. Algo está a punto de suceder. Lo siente en la piel. Debe
escuchar a su vocecita interior. Estar alerta. Ser prudente. El mal acecha en
las sombras. Ronda sus pasos.
No todo es lo que parece. Aparentes
ángeles esconden demonios. Auguran malos momentos.
Parece frágil, pero no lo es. Su
fortaleza, su fe y el amor de su entorno son su sostén. No se da por vencida
fácilmente.
Simplemente, los ignora. No se
presta a su juego perverso. Sabe de sobra que el Amor y la Bondad siempre triunfan.
Al igual que el pequeño colibrí,
vuela alto como el águila, sorteando las piedras del camino. Cada amanecer
renueva el desafío que la vida le propone y cada atardecer agradece la inmensa
oportunidad de haberlo vivido en plenitud.
Fue así que, a muchos kilómetros de
allí, un antiguo chamán tuvo una visión. Sones rítmicos de tambor. Estado de
trance. Visiones. Águila sobrevolando las praderas. Gran augurio.
Libertad. Fortaleza. Victoria frente
a la adversidad. Superación de obstáculos, aún aquellos casi imposibles de
sortear.
Aún no lo sabía, mas contaba con la
fuerza de la majestuosa rapaz, para protegerla de todo mal.
De pronto… la oscuridad lo cubrió
todo. Grandes nubes oscuras lanzaban rayos y centellas
por doquier. El mal trataba de
dominarlo todo, cuando... una gran guerrera, la reina de los cielos, surgió de
entre las sombras. El eco de su graznido retumbó en todo el valle. Avanzó
rauda, imponente y altiva.
En pocos momentos, el siniestro
hechizo fue roto. Las montañas se poblaron nuevamente de luz y color. Su
corazón latió de alegría. Todo había sido un sueño. ¿O tal vez una realidad?
La vida continúa… como las aguas del
río que nunca vuelven atrás.
AMAZONA
Sonia Analía Sayas ©
El sonido agudo del timbre rasgó el
silencio de aquella cálida mañana. Una voz masculina respondió a través del
portero eléctrico. Ella ya no vive aquí. Aquellas palabras la tomaron por
sorpresa. Se mudó a una cuadra de aquí, agregó, lacónico.
Le brindó un cálido abrazo y la
invitó a pasar. Percibió su turbación. Sonrió. Hace dos años que vivo aquí. No
entró en detalles. Necesitaba hablar. Una amena charla. Puente de unión entre
ambas.
Santiago del Estero, madre de
ciudades, fue su cuna. Su mamá era muy joven cuando la trajo al mundo. Por
razones que desconoce, se alejó de su papá. Emigró a buscar un trabajo y un
porvenir mejor a otra provincia, dejándola al cuidado de su abuela.
Despierta el monte. Sonidos
ancestrales lo pueblan. Implacables, los rayos de sol lo abrazan. Mientras,
insolentes, remolinos de viento y tierra lo arrasan.
Ella, princesita de aquel apartado
paraje del norte argentino. Tan indómita y bravía como aquella arisca geografía
que la vio nacer. Tan bella y delicada, a la vez, cual flor de tuna .Nacida
entre zarzas y espinas, supo revertir su realidad, convirtiéndola en un jardín
de rosas.
Amazona. Vaga por el monte espeso
cual espíritu errante. No conoce el miedo.
Inalcanzable, galopa su brioso
corcel hasta los confines del monte.
Míticos personajes pueblan su mente,
acompañándola en sus paseos por lo intrincado de la espesura. Chañares y
espinillos. Quebrachales. Soledad, fiel compañera.
Mas ella es feliz. No teme a nada ni
a nadie. Su don más preciado: la libertad.
Al igual que la calandria, que
regala los trinos más bellos en lo alto de la copa del árbol más alto, pero
muere en cautiverio.
Así fue transcurriendo su vida,
siendo feliz con las pequeñas grandes cosas que le presenta el camino.
De muy niña aprendió a hablar el
quechua y el castellano. Su abuela, digna representante de las culturas
originarias.
A través de ella, recibió el legado
de los antepasados de aquella etnia. Aprendió así, a luchar por los derechos
humanos.
La solidaridad y el amor al prójimo,
baluartes en su vida.
Su alma, libre y soñadora, vagará
por siempre por senderos de estrellas en aquellos montes.
MARTA LILIAN MOLANO LEÓN
(Cali, Colombia, marzo de 1955)
Desde los doce años empieza a escribir poemas y acrósticos en rima. De forma
empírica cultiva su especial talento y, mientras trabaja en un hogar de niños,
escribe sus primeros cuentos infantiles que son publicados en el diario “La Estrella ” de Panamá.
Su lírica voz traspasa las fronteras
cuando es entrevistada por Radio Francia Internacional, mientras aboga con su
acróstico “Emanuel” por la libertad del niño que nació cautivo y junto a su
madre: Clara Rojas, e Ingrid Betancourt (candidata presidencial) se hallaba
secuestrado en la selva de Colombia.
Libros Publicados: La
Gaviota de Oro,
Arrullos de Luna, Las Aventuras de Yalú, Eva y el Genio de la Luz , El Otoño en los Ojos de
un Niño (dedicado a Emmanuel). El
Regreso del Sembrador, Vivencias.
Incursiona en la escritura de
guiones cinematográficos: Polly (hay un
extraño en mi huevera), La Niña
del Lago, Mi ángel tiene Cuatro Patas.
Dos largos y un corto metraje, obras
originales que esperan desplegar su magia en la pantalla gigante.
En diciembre de 2017 es nombrada y
certificada desde España, por la Fundación César Egido Serrano, como “Embajadora
de la Palabra ”.
LOS
ESCAPE ROOM MÁS FAMOSOS
Marta Lilian Molano ©
En el Bar Gondozó Kert, un hombre de
mediana edad, sonríe disfrutando una cerveza. Divertido imagina a un grupo de
personas tratando de escapar de un laberinto. Unos gritan, otros ríen
nerviosos… ¡El peligro los asecha! Entre enigmas, acertijos y códigos secretos,
con la adrenalina al máximo, los participantes sudan. Una hora es el límite de tiempo
para salir de allí. Attila Gyurkovics, ferviente admirador de Houdini, con
magistral ingenio acaba de crear la primera sala de escape room de Budapest
(Hungría).
¿Quién hubiera imaginado que esta
idea que germinó en un bar, se haría tan popular como la cerveza que saboreaba
Attila? Tras la inauguración del Para Park en el año 2011, los juegos de escape
room se hicieron famosos en el mundo. Su prestigio se difundió como pólvora
llegando hasta Vietnam, Rusia, España, Colombia, Estados Unidos… ¡Y siguen
ganando adeptos!
Aquí tenemos los que brillan en el
cielo de la fama.
Pero antes viajemos al siglo XVIII,
Budapest, marzo 24 de 1874: Nace el mejor escapista de todos los tiempos:
1. Harry Houdini (Erich Weiss). Inició su Carrera como trapecista en
1882. Alcanzó la fama por sus grandes hazañas. En las circunstancias más
difíciles lograba su objetivo. No había cadenas, jaulas, esposas, ni camisas de
fuerza que lograran detenerlo. Bajo el agua, en el limitado espacio de un cubo
de cristal, este célebre ilusionista se liberaba.
2. El Real Escape Game (REG). Creado en el año 2007 en Japón por el
guionista Takao Kato.
3. Adventure Rooms. Inventado en el año 2012 por el profesor de
Física, Gabriel Palacios. En este dinámico juego, que fuera comercializado, su
creador incluye elementos científicos y códigos invisibles.
4. Gestora of Doom. ¿Logrará el famoso político escapar de sus
captores? ¿O perderá la vida ante los implacables terroristas?
5. Mad Mansion (Bilbao). Ellos confiaban en su valentía. Ahora están
al límite de su resistencia. ¡Los espíritus y las fuerzas del mal acechan! La
tenebrosa mansión de los Crowell encierra grandes secretos que no deben
descubrirse. ¿Lograrán encontrar una salida?
6. Xcápate (Alicante). El terror se refleja en sus rostros. El juez
anticorrupción ha sido asesinado. Ellos desesperadamente buscan la forma para
combatir la mafia que se apodera del lugar.
7. Wayout Room (Pamplona). El misterioso señor que se rasca la cabeza
y ríe a carcajadas no está loco; él es un genio con pruebas irrefutables que
acaba de descubrir y que harían palidecer a los famosos científicos. También
podrían enviarlos de viaje por otras dimensiones ocultas en el tiempo, dando
tumbos entre los agujeros negros.
Cuando intento documentarme sobre
los escape room, mis ojos se detienen en las magistrales hazañas de Houdini y
pienso que de alguna manera todos somos escapistas. Desde el hombre de
Neandertal hasta nuestra época de Ciencia y Tecnología, La mente siempre ha
buscado una salida. Algunos lo hacen a través de divertidos juegos. Otros, se
liberan procurando sus metas personales.
El deporte, la Literatura , el Arte y la Ciencia siempre han sido
una atractiva opción. En un acto de prodigiosa osadía, La mente se escapa más
allá de las barreras imaginarias que la limitan. A veces vuela a conquistar sus
sueños.
WALTER HUGO ROTELA GONZÁLEZ
Cursó la Licenciatura en
Ciencias de la
Comunicación en la Universidad de la República (Udelar),
Opción Periodismo - Uruguay (1999-2010).
Bibliografía: Huellas de mis pensamientos (cuentos, 2011), Buscando… las llaves, las rutas (novela, 2011), Siete cuentos - Del 2007 al 2008
(cuentos, 2011), Líneas Paralelas -
Relato de viaje (2013). Todos en Editorial Bubok: http://pebuwar.bubok.com.ar/
Más
sobre su trayectoria y obras literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones
Nº 76:
REMOLINOS
EN LA SIESTA
Walter Hugo Rotela Gutiérrez ©
Lo que voy a relatar a continuación
ocurrió en tiempos de mi niñez, en las tierras de las largas siestas. En esa
hora que el sol expresa toda su furia sobre los habitantes; sobre los ralos
pastos; sobre las aves que se atreven a recorrer el vasto territorio, de
quebrado suelo por la sequedad. En esos momentos donde el sonido ensordecedor
de las chicharras puebla toda la atmósfera.
El sol seca los charcos que se
forman tras las lluvias que ocurren, intermitentes y escasas, en los meses de
verano. Cuando la temperatura llega a los cincuenta grados sobre el cero, a eso
del medio día, empieza a soplar el viento norte. Irremediable, cada día, se
repite igual. Una y otra vez, todos los santos días de la estación calurosa.
El viento surge, salido de quién
sabe dónde y carretea —cual avión de caza— sobre la llanura ardiente y
doliente. Como quejidos se escucha, a veces, el crepitar del pasto cuando unida
al viento, se enciende, se quema y tiñe de negro la faz gris del lodazal. Cual
niño travieso, corretea en zigzag, gambeteando, como jugando a la pelota tatá.
Sobre la vasta planicie se forman
remolinos, que tan pronto se inician, desaparecen. Así, las calles polvorientas
son como pistas donde el viento juega.
Los caracoleros, una especie de aves
muy característica de la zona del norte argentino, vigilan desde la cima de los
postes del cableado de corriente eléctrica. Al primer movimiento de sus presas,
caen con furia y precisión. Lo toman con sus garras y los llevan hasta lo más
alto… Las aves pequeñas se refugian en los arbustos, entre los espinillos, o donde
pueden. Las gallinas, obedientes, se esconden a la sombra en los gallineros. El
picoteo es intenso y parece que a nada conducirá; pero, de tanto en tanto,
alguna lombriz es extraída de la lodosa tierra seca. Nada parece moverse, solo
el canto de las cigarras inunda el aire. La gente hace la siesta. Los niños se
revelan, pero el cansancio los vuelve tumba y desaparecen sobre la tierra
mojada y a la sombra de los mangos, los limoneros o cualquier trazo de sombra
posible.
Durante la tarde en cuestión, un
vehículo cuatro ruedas, de un viajante —esos vendedores ambulantes que ofrecen
aquellos objetos que solo se consiguen en las capitales de las provincias más
importantes— se avecinó por el camino que lleva a la isla. Allí viven unas
escasas veinte almas. Y él, el viajante, provee a la mujer que atiende el
almacén-cantina. Pocos son los que llegan a la isla Jagua Piru.
El viajante alcanzó el final del
polvoriento caminó y estacionó el auto. Se acercó a la orilla y subió a la
canoa para que, el canoero, lo llevara hasta Jagua Piru. Levantó el pedido y
entregó cierta mercancía encargada el mes anterior. En una hora y media, poco
más o menos, estuvo de regreso dentro de su auto. El calor fue particularmente
intenso ese día. La temperatura había trepado a los 48 grados, anunció el
locutor de la radio local, en el informativo del medio día. Sin embargo,
afuera, sobre el camino de tierra y piedras, la temperatura era mayor. Los
remolinos giraban alocados esa siesta. Delante del parabrisas un ardiente
paisaje era la más clara expresión del infierno. El cansancio acumulado tomaba
forma de largos bostezos.
Esa siesta, el viajante quiso volver
rápido al camino asfaltado. Encendió el motor, que rugió con fuerza, y salió
debajo de la escasa sombra del árbol de paraíso bajo el cual lo dejó.
El sol quemaba los campos y a las
bestias que andaban por ahí. Algunos lagartos, y otros bichos, yacían al
costado del camino. Otros, atropellados o a medio devorar, eran la evidencia de
que la muerte asolaba aquellos olvidados territorios. Los remolinos cruzaban,
de un lado al otro, los caminos polvorientos. Los cincuenta kilómetros que hay
hasta la ruta asfaltada parecían interminables, imposibles de recorrer a salvo.
Las chicharras ayudaban a aturdir los sentidos. Enervaban, debilitaban la
concentración.
A mitad de camino hacia la
civilización, el viento tiró con fuerza a un caracolero sobre el parabrisas. El
impacto fue tal que sorprendió al experimentado conductor. Hizo una brusca
maniobra y terminó con el vehículo en un zanjón, cinco metros más allá de la
banquina. Quedó contenido entre pastizales secos y tierra cuarteada.
El ruidoso chillido de las
chicharras se detuvo un instante. Quizás fue un segundo, quizás una hora. El
viajante reparó en que veía todo desde arriba como un caracolero, pero el todo
giraba como un remolino. Confusión, aturdimiento y, al mismo tiempo, la
certeza, la verdad que asoma cuando menos la esperas, en medio de un extraño
silencio.
Dos días después se inició la
búsqueda en la zona debido a una denuncia por desaparición, tramitada por el
compañero del viajante, quien lo esperaba, aquella siesta, en otro almacén, en
la periferia de la ciudad.
El viento arreciaba del norte. El
mismo aire en movimiento esparció los olores de un cuerpo en descomposición
hasta los órganos olfativos de los sabuesos de la patrulla de uniformados. En
las inmediaciones del auto nada indicaba robo o signos de violencia.
Un caracolero sobrevolaba, como
errante, el monte cercano. En tanto, un grupo de buitres montaba guardia en
inmediaciones del auto siniestrado, al momento de hallarse el cuerpo sin vida
de un masculino de entre treinta y treinta y cinco años, el viajante, que
reposaba inclinado sobre el volante.
SUPLEMENTO DE REALIDADES Y
FICCIONES
Nº 82 – Junio de 2019 –
Año X
ISSN 2250-5385
Exp. RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ del 18/10/2018, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 75:
Colaboradores
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 78:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
@mon_villarreal
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite AUTORES.
@RyFRevLiteraria
@RyF_Supl_Letras
Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.