miércoles, 3 de junio de 2020

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 86 – Junio de 2020 – Año XI
ISSN 2250-5385

Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a  zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

“Amorcito”
Mónica Villarreal (2020)
(Acrílico y tinta sobre papel, 14" y 11")

Sumario:
• Ámbar Caridad CARRALERO DÍAZ (Cuba)
• José Antonio CEDRÓN (Argentina)
• Adán ECHEVERRÍA (México)
• Carlos PENELAS (Argentina)
• Mario GUZMÁN PÉREZ (México)
• Carlos G. GROPPA (Argentina - Estados Unidos)
• Jesús BALLANO RIERA (España)
• Haidé DAIBAN (Argentina)
• Melacio CASTRO MENDOZA (Perú - Alemania)
• Ime BIASSONI (Argentina)
• Juan HERRÓN GONZÁLEZ (España)
• Yubraska HERRERA DIAMÓNT (Venezuela)



ÁMBAR CARIDAD CARRALERO DÍAZ

(Guanabacoa, Cuba, 1987). Reside en La Habana. Licenciada en Arte Teatral, en el perfil de Teatrología (Universidad de las Artes, ISA, 2015). Egresada del Taller de Técnicas Narrativas “Onelio Jorge Cardoso” (2012). Se desempeñó como especialista de Artes Escénicas en la Sede Nacional de la Asociación Hermanos Saíz (2012-2016). Actualmente es directora de la Casa Editorial Tablas-Alarcos. Imparte Historia del Teatro e Introducción a la Especialidad de Teatrología en la Universidad de las Artes (ISA). Es asesora del grupo Teatro La Proa. Coordina el espacio híbrido de literatura y teatro Publicación Escénica junto al actor y director Alexis Díaz de Villegas.

Publicaciones
Reparación Capital (Cuaderno sin Licencia de Construcción Poética), libro de cuentos y prosa poética, obtuvo Mención en el Premio Pinos Nuevos de Narrativa 2018, convocado por el Centro Dulce María Loynaz.
Habitaciones solo para dos: Itinerario de citas teatrales (libro de entrevistas), España, Samarcanda, 2018 (ISBN: 9788417104153).
El personaje autoficcional: la reconstrucción del testimonio (Análisis de la obra del dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco), galardonado con el Premio a la Mejor Investigación de Artes Escénicas “La Selva Oscura” 2017.
• Publicaciones de sus críticas, entrevistas y ensayos aparecen en revistas especializadas como La Gaceta y Tablas; y en varias páginas webs, entre ellas: La Jiribilla, Cubaescena, OnCuba, Excelencias, Esquife, UNEAC, AHS.
• Abrió un canal en Telegram “Troyanas en Cuarentena”, dedicado a la difusión de la escritura en cualquiera de sus géneros y tendencias.
• La revista digital de la editorial Hypermedia publicó una selección de sus cuentos en la sección Selfie.

Audiovisual
• Coguionista y codirectora del documental Clownfabulación (2020), financiado por el Ministerio de Cultura y dedicado a los veinte años de Teatro Tuyo. La première ocurrió el 26/2/2020 en el Cine 23 y 12.
• Asesoría de guion del documental Cuando truena (2017).
• Asistencia de producción del largometraje Habitación 7 (2017).
• Coguionista del documental Adherencias (2016).

Dirección teatral
Laboratorio Conductual para la Construcción de Identidades 2.0 (2016), ganador de la Beca del Laboratorio Ibsen.
Ensayo sobre un suicidio (2015), espectáculo subvencionado por la Embajada de Noruega en Cuba. Temporada de funciones en el Centro Cultural Bertolt Brecht, en la Fundación Ludwig y en la sala La isla secreta.
Ejercicio imposible para posibles actores (2014), participante del Festival de Teatro de Pequeño Formato en Santa Clara, del Festival Elsinor del ISA y del Festival de Teatro Joven en Holguín.
Ciudad MAgdaLA (2012), ganador de la Beca Bebo Ruiz (CNCC) y de la Beca “El reino de este mundo” (AHS).
• Fundadora y directora del proyecto Lumen Teatro con el que montó cuatro espectáculos: La niñita querida (2010), Premio de Puesta en Escena, Actuación y Diseño Escénico del Festival Escaramujo de la Brigada “José Martí” de Instructores de Arte, Mención a Mejor Puesta en Escena del Concurso “Premios de la Ciudad” en Holguín (2011).
Facebook: Ambar Carralero Díaz Página: La Wifi-Girl-Park


ENFOQUES
Ámbar Carralero Díaz ©

Un joven conduce por 5ta Avenida. Se detiene en un establecimiento donde una muchacha compra panecillos. Él advierte un acento diferente, pasea la vista por sus piernas, ella tiene la piel curtida y unas sandalias pasadas de moda. El muchacho piensa:
Estos palestinos de mierda están invadiendo La Habana.
Jean es francés, trabaja en una compañía de publicidad y decidió pasar sus vacaciones en Cuba. Pasea por la capital en un BMW rentado, toma 5ta Avenida y le llama la atención el Moskvitch detenido al borde de un establecimiento. Pasa despacio por allí y le echa un vistazo al carro, mientras murmura en una lengua incomprensible:
¡Pobres comunistas!
En una nave espacial del tamaño de una nuez y un millón de veces más rápida que la velocidad de la luz, una tripulación de otra galaxia contempla el planeta Tierra. El capitán de la nave hace una extraña seña con su único dedo. Todos ríen o algo similar. Al parecer ha expresado lo equivalente a:
¡Subdesarrollados!
Desde arriba Dios observa pacientemente el Universo y se encoge de hombros.


REGLAMENTO PARA MEDEA
Ámbar Carralero Díaz ©

Medea ha llegado a casa. Aún es muy pequeña. La educaremos para que sea una gata de bien, y será la primera vez en la Historia de la Humanidad/Animalidad que Medea no mate a sus hijos. La inscribiremos desde ahora en el SindiGato de La Víbora, ahí podrá votar y conocer a los de su especie. En el futuro quién sabe si se convierte en la mejor sindigatista de la circunscripción. La presentaremos en sociedad y aprenderá un código de ética que le permita relacionarse con los perros y las perras, no debe dejarse llevar por tradiciones que han promovido una rivalidad inútil durante años. Será la mejor amiga de Farinelli, el perro vecino, aunque se comentan sus malos hábitos con las escobas y las piernas de los transeúntes, ella deberá saludarlo siempre que él se comporte como es debido. Pero también la enseñaremos a defenderse, cada mañana antes de llevarla al Círculo Gatil “Desparasitaditos del Porvenir” le diremos: “si te dan, ¡aráñalos!”
Para protegerla de su destino, no deberá casarse nunca. Tendrá relaciones nocturnas fuera del hogar y en las madrugadas podrá frecuentar las azoteas de alquiler. Si luego del primer parto ella se atreviera a matar a sus hijos, ya sea arrancándoles la cabeza o ahogándolos en la bañera, será llevada a un psicogatista, y luego del tratamiento la remitiremos al veterinario para que sea ligada. Es una decisión difícil, pero no podemos condenarla de antemano, y menos, permitir que se convierta en una asesina serial.
Le enseñaremos la importancia de la humildad, será desparasitada con remedios caseros, nunca en clínicas extremadamente caras que promueven el consumismo y el derroche. Celebraremos sus cumpleaños con leche de vaca y pastel de sardina, el resto del tiempo deberá conformarse con leche en polvo y filetes de claria, todo en pequeñas porciones hasta que llegue a la gatolescencia, para propiciar la fuerza de los dientes, del aparato óseo muscular y el brillo del pelo. Luego ella deberá buscar sus alimentos, así aprenderá a valerse por sí misma.
Con respecto a la cacería, le pondremos un cat-coach que la enseñe a matar rápido y a borrar las huellas para no hacer sufrir a sus presas. Queda terminantemente prohibido cazar gorriones en nuestro patio, deberá concentrarse en la liquidación de cucarachas, ranas y ratones. Sería bueno que también resolviera el problema de los mosquitos; aunque no es su perfil lo hablaremos con el coach.
Si todo esto saliera mal, y Medea deja el SindiGato, destripa gorriones, no acepta ser ligada, se casa con Jasón, el gato más pandillero y gatariego de La Víbora, y finalmente mata una y otra vez a sus hijos, será desterrada. La montaremos en un camión de la Oficina de Comunales para que sea recluida en el Basurero Provincial de La Habana.
De cualquier manera, no debemos adelantarnos, ¡aún es tan pequeña! Tenemos esperanzas en Medea, en que pueda ser, al menos, una gata normal. Por ahora, juega con los zapatos, se duerme en mis pies y le tiene miedo a las cucarachas. Por ahora, sus ojos solo brillan en las noches, se esconde debajo de la cama cuando oye ladrar a Farinelli, está nerviosa porque mañana es su primer día en “Desparasitaditos del Porvenir”. Mientras tanto, le hemos puesto una cinta roja en el cuello y enterramos la primera cabeza de gorrión que apareció en el patio.


ENIGMA
Ámbar Carralero Díaz ©

"París, La Habana, Troya..." dicen los actores de Las grandes ciudades bajo la luna, y yo pienso en Cuba.
Pienso en los Caballos de Troya que nos frecuentan, pienso en eso que tanto desean regalarnos, intercambiarnos, comprarnos o vendernos.
Imagino la Gran Piñata que estamos prestos a abrir, a tirar de sus hilos como si fueran venas, buscando una manera sofisticada (acaso la más primitiva de todas, acaso la misma de siempre) de sobrevivir.
¿Qué lluvia de obsequios nos aguardan en el interior de los Caballos de Troya? ¿Cuántos miles de ojos nos miran desde adentro de sus panzas? ¡Qué raro brillo el de esas miradas!
En medio de tantas culpas, ¿quién es nuestra Helena? De cualquier manera, saldrá exonerada, como suele suceder en estos casos.



JOSÉ ANTONIO CEDRÓN

Nació en Buenos Aires, Argentina, donde comenzó a publicar en la década de los años ‘70, e integró la mesa directiva de la Agrupación Gremial de Escritores Argentinos. Actualmente reside en su ciudad natal. Vivió mucho tiempo exiliado en varios países latinoamericanos, a raíz de la última dictadura argentina y en especial en México.

Obras: Publicó los poemarios Viaje hacia todos, La tierra sin segundos, De este lado y del otro, Actas, Vidario, Circuito interior, Antología personal – pequeña cosa y el reportaje novelado El Negocio de la Fe. Parte de su obra fue traducida al francés, inglés, portugués y catalán.
Trabajos suyos fueron musicalizados en Argentina, México, España, Nicaragua y Costa Rica. Obtuvo también numerosos premios literarios.

Más de sus obras y trayectoria en los números 49, 62 y 82 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS, o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).
Realidades y Ficciones – Revista Literaria ha publicado artículos de este escritor en sus números 25, 29 y 37 (ver ÍNDICE DE REVISTAS en http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/).



FUE DE NOCHE
José Antonio Cedrón ©

Fue de noche, tan frío, entre columnas anchas
después de habernos dado en la boca
en los dientes
como un temblor nos vimos,
había tanto y poco como en este presente
pasado sin saber.
Recogimos vestido para el viaje,
resistente vitualla, zapatos que duraran
la pasión del camino, días y noches semejantes.
Nos llevamos las cartas, los planos, embarcamos
y nunca imaginamos que aquellas pertenencias
fundarían ciudades, darían hijos, vientos,
estaciones de lluvia.
Aquello que era apenas una ilusión formada
a orillas de tu cama —donde pasan los ríos de un país—
crearía un delirio jamás domesticado.
Nunca pensé que fueras un espesor de sombras
que turbara los ojos,
el matiz de una ausencia que no puede escribirse.
Pasamos turbulencias, el azar intrigaba
yo tenía gitanas en mis manos
cruzaban por sus líneas
y eran como el olvido
que venía a buscarnos
y nunca supo nada de nosotros.
(Puerto de Veracruz, México)


Tres poemas inéditos de José Antonio Cedrón:

Sin saber qué pensaba ese dolor
lo levantas en brazos y lo cargas,
que no vea no escuche no suponga
hasta poder llegar
sin lugar dónde
mirando su memoria como un álbum
que no tiene vacantes
para seguir andando y compartir
si puedes, si pudieras
lo que nunca sabremos:
dónde empezó la ausencia, la edad de los colores,
el futuro de la soledad.


La luz en la ventana es poca,
su propia sombra, a veces,
pasa entre las manos
y la deja barriendo con los ojos cerrados.
La penumbra acompaña la intimidad
de estar con los que fueron, fuimos,
en calles, bodegones, labios que aún humedecen.
Y a veces, muchas veces,
para no despoblarnos de aquello que quisimos
nos quedamos solos.


a Helio Huesca
El presente ha cambiado
lo que dicen las cartas que guardamos,
la distancia dictada en su escritura.
Alguien que se detuvo en la memoria
como el viento escuchando sin saber
todo lo que descansa
donde no recordamos.



ADÁN ECHEVERRÍA

Nació en Mérida (Yucatán), México, el 16/1/1975. Narrador, poeta y ensayista. Integra el Centro Yucateco de Escritores.
Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos (2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006), entre otros.
Ha coordinado y participado en diversos talleres de creación literaria.
Colaborador de revistas y suplementos culturales como Abisal (Instituto Quintanarroense de Cultura), Acequias (Universidad Iberoamericana de Torreón), Alforja, Archipiélago, Arena (Excélsior), Blanco Móvil, Cultura Veracruz, El Ángel (Reforma), Eje Central, El Universo del Búho, La Colmena, Fandango, Luna Zeta (Oaxaca), Molino de Letras (Texcoco), Opción, Plan de los Pájaros (Oaxaca), Puntos Suspensivos (Zacatecas), Registro, Salamandra (Universidad Autónoma de Chapingo), sic-Los otros errores, Tabique (Cuernavaca), Textofilia, Tierra Adentro; y las revistas digitales El Otro Mensual (EOM), Ficticia, Letralia (Venezuela), Prometeo Digital, Proyecto Sherezade (Canadá), Realidades y Ficciones (Argentina).
Parte de su obra se encuentra también en diversas antologías.

Obras:
• Poesía: El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2003), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008), Tremévolo (2009), La confusión creciente de la alcantarilla (2011).
• Libros de cuentos: Fuga de memorias (2006), Compañeros todos (2015). Novelas: Arena (2009), Seremos tumba (2011).
• Antologías: Tiene una compilación de autores yucatecos con Ivi May Dzib en el libro Nuevas voces en el laberinto (2007).
Aparte de su actividad literaria, es biólogo con Maestría en Producción Animal Tropical por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).

Más de sus obras y trayectoria en los números 64, 74, 77 y 79 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS, o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).
Realidades y Ficciones – Revista Literaria ha publicado artículos de este escritor en sus números 26, 27, 40 y 41 (ver ÍNDICE DE REVISTAS en http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/).



EL PASO DE LAS HORAS
Adán Echeverría ©

Las cinco y, como tú, son miles que por todos lados corren a saturar las oficinas. Visten la misma ropa ajustada, las botas industriales y el mismo corte de cabello al rape; van y vienen por las calles y avenidas; dentro de los túneles, en los elevadores, adheridos al calor de los amaneceres; corren hacia el trabajo pero con la mente, igual a ti (al menos siempre lo has sospechado), en el deseo que su turno concluya sin sobresaltos.
Cuando comienza el día te das prisa porque los relojes siempre se adelantan. Necesitas escuchar el acostumbrado zum del láser al deslizar la tarjeta, que te recuerde que solo eres alguien más a enfrentar su ineficiencia.
Despertares amodorrados en que los noticieros de la televisión empiezan puntuales (cuatro de la mañana). Servir el desayuno en esta oscuridad que retrocede. Células desprendidas por el vaporizador y salir hacia el trabajo. Cumples la rutina con exactitud, necio ante la idea de que ella pueda enterarse: has cambiado, recapacitas sobre tus ideas que la consumieron en esa angustia de perderte. Ese sentimiento corriendo por el sueño: despertaba a intervalos, sudorosa, presa del pánico porque te quitaras la vida. Ella no está más en casa, ni en la cocina ni dentro del vapor que exhala el cuarto de baño. La noche se mantiene pero, en el horizonte, esa blancura anuncia la mañana.
Miras las mujeres a tu alrededor, y reniegas ante los colores tristes que el gobierno les permite vestir. Recuerdas los días de juventud, cuando todo era un despuntar de curvas, prepararse a soportar el deseo en las pieles agitadas; ellas enarbolando, sin censura, el centelleo de la moda. Sonríes por el recuerdo de los errores a que se dejaban arrastrar cuándo, sin complejos, abarrotaban las discotecas ávidas de explorar el mundo. Qué mejor sitio para perseguir y sitiarlas como presas de tiro. En los corredores de la disco, los hombres bebiendo y fumando mientras traman la celada. Qué diferencia con las actitudes feministas de ahora, cuando las mujeres que desean procrear acuden a los bancos de semen a diseñar el modelo de hijo que quieren tener. Someterse al implante, y esperar. ¿Dónde quedó la algarabía del recorrer las pieles, la sudoración de los jadeos?
La viste reír en un rincón apenas iluminado de la discoteca. Bebías, solitario, en la barra. Los ritmos y el juego de los láseres chispeando sobre los espejos y las cabelleras ondulantes. Una luz platinada mostrándote su faz, la cuadratura de su cara, nariz pequeña; esa redondez de ojos remarcados por el maquillaje. Los medianos labios pintados de negro. Ella igual te miraba mientras carcajeaba por alguna broma. Un remolino circuló tu pecho y salió por los ojos cuando leíste en la distancia aquel “Hola” repentino.
Continúas junto a las mujeres de este día en que todo parece tan lejano e ilusorio. En el sonido ambiente dictan la hora: cinco y diez minutos; otra vez la música instrumental de la programación diaria. “Ni colores en la ropa ni excesos en los decibeles, para manejar los impulsos del carácter hay que dominar los pensamientos”. Les miras las piernas, los senos oprimidos, ¿dónde la coquetería de antaño?, la piel al natural y los rostros áridos. Sabes que en alguna guardería han quedado sus pequeños a enfrentar su propio mundo, sin imaginar los cambios que acentuará el tiempo en sus vidas. “Cómo quieres que piense en tener hijos, no te das cuenta que están hurtando las emociones”. Quizá debiste acceder a su petición y depositar el semen en el banco, o al menos mostrarte interesado en construir una familia. Tal vez todo hubiera sido distinto.
Nunca estuviste de acuerdo con ella cuando dijo que se apresuraron a compartir casa, aunque quizá tuvo razón. Tenían planes diferentes: ella y sus clases de yoga, voluntariados, servicios en la iglesia, el taichí de todos los días; mientras tú disfrutabas pasar el tiempo en el campo, ofreciendo proyectos a los comuneros, recorriendo las veredas donde el olor a hierba húmeda se trepaba a las botas y los pantalones, era mejor que permanecer pegado al escritorio de la oficina entre paredes blancas y cajas con papeles de archivo rodeándote.
No te enojó que persiguiera cuanto mecanismo de autoayuda le sugirieron. Al principio la idea era aceptable; la habías conocido como chica disco y ahora recuperaba el tiempo “buscando el interior de su alma”, como solía decirle a sus prolongadas meditaciones. Al menos no tendrías que regresar a esos lugares que nunca fueron de tu agrado. Muchas veces has imaginado que quizá solo acudiste a la discoteca, esa única vez, porque tenías que encontrarla.
Nada hubiera ocurrido si no le hubiesen dado ese trabajo en el gobierno para impartir capacitación sobre la unificación de los procesos para alcanzar la extrema calidad de los trabajadores. Todos los días hablando de la importancia de las igualdades, documentar cada una de las acciones de los empleados. Aplicaba esas filosofías de procedencia japonesa hasta en cuestiones caseras, que si el seido para tal cosa, el seiketsu debe prevalecer en armonía, hasta cuando vas a entender que el seiri nos ayudará a planear mejor nuestras actividades. Era castrante tanto orden recién establecido. Sin embargo, nunca la viste tan plena.
Ya no cabe más gente en los vagones. Se realizó la última parada y enfilamos hacia el centro de la ciudad. Aprietas los dientes para no gritar y cuentas números impares hasta el quince, mientras respiras con lentitud, debes acostumbrarte a olvidarla. La voz electrónica del sonido ambiente señala las cinco treinta; tu reloj marca cinco veinte, esa manía de robarse los minutos. El gris de los trajes sastre cruzando a tu alrededor ensucia la claridad del amanecer.
Esta soledad te consume. Con esto de las igualdades, desde que ella decidió partir, tuviste que acostumbrarte al sexo en la intranet. No quedan sitios para el esparcimiento, y las aglomeraciones lúdicas son tan vigiladas cómo para que pretendas escapar a un antro a ver qué pasa. Siempre de por medio los ordenadores y la señal del satélite si quieres alcanzar el orgasmo.
Alguien enciende un cigarro y las alarmas se activan. Adelantas la nariz para inhalar un poco y gozar la rebeldía de algún extraño que no tardarán en encontrar para darle un escarmiento. El bajo mundo continúa su mercado negro de tabaco y a veces te gustaría infiltrarte con estos revolucionarios, pero nunca has tenido el suficiente coraje. Ella vuelve con esa delgadez tirana, esas manos como vidrios, el amarillo en los dedos, su aliento fétido a tabaco. Los días de asueto solo despertaban para hacerse el amor y fumar cigarrillos. Compartías todo con ella, era tuya hasta que se la tragó el sistema y se fue, te abandonó porque no querías ceder a dejar tu independencia por el futuro que proponía el gobierno recién electo.
Los miles de transeúntes con sus ya gastados buenos días, arrojados sin ánimo, te hacen sentir como un personaje de esos artículos de las revistas mormonas que ella acostumbraba leer, donde podía verse gente, en algo parecido al paraíso cristiano, hermanada “hasta con las bestias”, pero en esta realidad, con los rostros pendientes de ignorarse unos a otros en el colmo del protocolo establecido, tal vez porque todos caminan con miedo y prisa.
Es verdad que, en ocasiones, ella y tú, coincidían sobre lo hermoso que era despertar juntos, llenar de aire los pulmones, palparse, saberse vivos y con el entusiasmo de no ceder ante las imposiciones sociales. Por eso cuando comenzó con lo de “solo significar una parte en el proceso”, aturdido ante el cambio que comenzaba a operar en su comportamiento, quisiste imponerte aduciendo: “de esa forma se deja de ser uno mismo para ser la pequeña parte de un todo”. Quién diría que, junto con los compañeros de la logia que frecuentaba, lograrían plasmar esas ideas en la ciudad, que serían puestas en práctica. Peor aún, cuando el partido que formaron ganó las elecciones y se dictaron las leyes que nos tienen en este mundo artificial privado de individualidades.
En el fondo no has dejado de resistirte. No quieres aceptar esta fantasía utópica de poner todo en manos de la tecnología y los valores preestablecidos: “Nos ha tragado el sistema, los cerebros están vacíos porque todo lo resuelven las máquinas”, te quejabas apenas la oías llegar a casa. Y cómo tú, los rebeldes son solitarios que deambulan en el anonimato, nadie puede reunirse con otro fuera de las oficinas o los lugares públicos. Cada quien en su lucha interna.
Tu reloj marca las cinco cuarenta y cinco. Deshaces los recuerdos mientras caminas rumbo a la oficina. Ella estaría orgullosa de verte acomodado al sistema, por eso la odias, y a ti porque nada puedes hacer.
Ante los primeros triunfos de su partido, ella se entusiasmaba y no podías compartir esa alegría. “A costa de qué...” sentenciabas. Apenas asumieron el poder, las cosas fueron cambiando drásticamente. No más viajes al campo. Pasar las horas adherido a un monitor. Tener que compartir el escritorio. Cada día hace falta deslizar la tarjeta y dejar que un sensor te lea la pupila para que la computadora compruebe tu asistencia y las puertas del edificio deslicen permitiéndote el paso. En el turno que te toca cubrir contestarás correos electrónicos para satisfacer las demandas de algún consumidor situado en cualquier punto de la ciudad. Pero esta mañana al llegar al trabajo te percatas de las adecuaciones: se preparan para recibir nuevos empleados. Las cinco cincuenta y ocho cuando deslizas la tarjeta de registro.
Con los proyectos de automatización del campo, que se han estado promoviendo en este régimen, todos los poblados se han abandonado y la gente viene a radicar a la capital. En lo que eran los pueblos, se han levantado bodegas para almacenar los productos que van a exportase. En fotografías que llegan por correo, o en los noticieros, has visto las cúpulas doradas de los laboratorios para la clonación de esos conglomerados de células que sirven para el alimento; invernaderos y jardines de hidroponía surten los mercados.
—¿Cómo no puedes estar de acuerdo con el sistema?
—Nada es natural. Nos arrastran hacia lo inanimado —no consigues olvidar la repetida discusión—. Esto de recluir a todos en las ciudades.
—¿Y quién querría ir al campo, si en la ciudad puedes encontrarlo todo? Que la naturaleza se quede ahí. Nosotros vivamos esta civilización en qué alguna vez teníamos que desembocar —ella remataba en el hartazgo.
A veces piensas que la necedad hizo que ni uno de los dos cediera. Pero ante el aparato burocrático que dicta el ritmo de vida actual, sabes que ella tiene las de ganar, es parte primordial del nuevo estilo de vida. En cambio tú, no eres más que un disidente fracasado. Con su partida, un aniquilante vacío creció en la mente.
La mantenías en constante congoja al vivir con un hombre con el cual no compartía ya ni un ideal. Se la pasaba siempre entristecida porque buscabas pretexto para sentirte mal, hasta que se hartó de tu nostalgia.
Hoy tu tarjeta no activó el dispositivo que te permite entrar. El edificio sigue creciendo con las adecuaciones y no sabes dónde acudir a solucionar el problema. Rompieron las paredes para acomodar a los de reciente contratación, más de cinco mil personas.
Caminas por diversos corredores en busca de una ventanilla para avisar la imperfección de tu tarjeta. Has dado tu número una y mil veces por el telefoto. “Debe haber un error” te dicen “Nunca había pasado. Son tarjetas irremplazables que no caducan”. Ocho y cuarto. Los minutos te atraviesan y el sensor activando a otros empleados.
De pie junto a la ventanilla de control y evaluación, te sientes herido por los rostros de los demás empleados que cruzan, ignorándote.
—Jamás había sucedido —nueve y media.
Sentado en el rincón del cuarto de entrada, todos los relojes te miran. Los días son los mismos hombres y tú sigues esperando que concluya la búsqueda en la memoria del ordenador.
Todas las fotografías con el mismo traje y corte de cabello. No van por el cincuenta por ciento de la revisión de la base de datos cuando otro grupo de hombres llega a comenzar su labor. Son las diez en punto. No te has presentado a cumplir tus obligaciones y es hora de partir a casa para el almuerzo.
—En tu bandeja dejaron este sobre para ti —te dice el compañero de escritorio y guardas el papel en la bolsa trasera del pantalón.
Se activaron las impresoras porque no estuviste para contestar tus correos.
—No tiene caso esperar, nos pondremos en contacto con usted.
De nuevo hacia las calles desiertas del centro de la ciudad. Diez quince. Apenas de vez en cuando cruza un carro. Han desmantelado los semáforos confiando en la capacidad de civismo de los automovilistas.
Regresas a casa. Los empujones de la gente te impulsan hacia dentro del vehículo público. En el sonido ambiente las noticias sobre los nuevos trabajadores que llegaron temprano a la ciudad, movidos por la idea de las mejoras que se producirán en su vida que el gobierno, con toda la maquinaria publicitaria, se ha encargado de inculcar en las conciencias. Piensas en esos pueblos fantasmas, que no volverás a mirar.
“La aglomeración es responsable del bloqueo en el sistema”, piensas, “han comenzado los errores, y tú no me creías; ahí tienes tu sistemita comenzando a caerse”. Pero ella está muy lejos para escucharte. Piensas en todas las tarjetas que habrán fallado este día. Quieres disfrutar el triunfo.
Quién iba a imaginar que llegaría este momento, ver caer esta pesadilla de igualdades. “Tendrán que extenderme otra tarjeta con un nuevo número. Seré diferente a todos estos seres que me rodean”.
Once treinta. Ya en casa, te desnudas, dejando la ropa regada por el suelo, y entras al vaporizador. Descubres el sobre que contiene el papel impreso.
Comienzas a rasurarte la barba del mediodía.
El espejo empañado; le echas agua, pero ni así logras ver tu imagen nítida.
Sientes mareos.
El telefoto se ha encendido: Le informamos que la computadora ha terminado (el vapor te ahoga y sales del baño) la búsqueda en la base de datos de los trabajadores del Estado (caes junto a tus pantalones, y te llevas las manos a la garganta por el olor que raspa; vomitas y te revuelcas sobre tus ropas); su fotografía y datos personales no aparecen entre nuestros afiliados (alcanzas a ver el sobre, lo rompes con los dientes y sacas el papel); no es necesario explicarle que en este país la seguridad es inviolable, y no entendemos de dónde obtuvo esta tarjeta que no concuerda con la lectura de su pupila; y por la protección de nuestros conciudadanos (miras el contenido, y alcanzas a leer los caracteres:) no necesitamos gente que intente violar los estatutos y leyes que nos brindan paz (lo siento, si no estás con el sistema estás en contra). Terminas de leer cuando la fuerza abandona el cuerpo. Ya inmóvil, la imagen de ella, sentada bajo la luz, en ese rincón de la discoteca, se apodera de tu mente y el reloj pulsera por fin se detiene.



CARLOS PENELAS

Nació el 9 de julio de 1946 en la ciudad de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, y reside en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es Profesor en Letras egresado de la Escuela Normal de Profesores “Mariano Acosta”. Cursó Historia del Arte y Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Obtuvo primeros premios y menciones especiales en poesía y en ensayo, así como la Faja de Honor (1981) de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) —de la que fue en 1984 director de los talleres literarios— y otras distinciones. En 1992, Mención Especial de Poesía en el Concurso Latinoamericano “Carlos Sabat Ercasty”, Montevideo, Uruguay. La Fundación Internacional Jorge Luis Borges lo seleccionó entre los diez poetas vivientes más importantes.
Su quehacer ha sido difundido en innumerables medios gráficos nacionales y extranjeros, tanto en soporte papel como electrónico. Dictó conferencias en gran número de instituciones de su país y del exterior. Fue jurado nacional y provincial, también panelista en mesas redondas.
Fue incluido en las antologías Poesía política y combativa argentina (Madrid, España, 1978), Sangre española en las letras argentinas (1983), La cultura armenia y los escritores argentinos (1987), Voces do alén-mar (Galicia, España, 1995), A Roberto Santoro (1996), Literatura argentina. Identidad y globalización (2005).

Obras:
• Publicó a partir de 1970, entre otros, los poemarios La noche inconclusa, Los dones furtivos, El jardín de Acracia, El mirador de Espenuca, Antología ácrata, Valses poéticos, Poemas de Trieste, Homenaje a Vermeer, Elogio a la rosa de Berceo, Calle de la flor alta, Poesía reunida, Cánticos paternales, El huésped y el olvido.
• A partir de 1977, en prosa, fueron apareciendo los volúmenes Conversaciones con Luis Franco, Os galegos anarquistas na Argentina (Vigo, Galicia, España, 1996), Diario interior de René Favaloro, Ácratas y crotos, Emilio López Arango, identidad y fervor libertario, De Espenuca a Barracas al Sur, Crónicas del desorden, Retratos, El trasno de Espenuca, La luna en el candil de la memoria.

Más sobre su trayectoria literaria en su página: http://www.carlospenelas.com/ y en los números 79 y 83 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS, o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).



INVOCACIÓN
Carlos Penelas ©











Hay un tren que atrae el horizonte
como una viajera de cabellos nocturnos.
Un tren que fluye en viejas cartas
invocando collares y sollozos.
Vuelve sobre nuestro corazón
igual que madre y padre
al atravesar el esplendor del bosque.
Son moradas de pájaros que abanican
los cuartos irreales del sueño,
meandros de playas y silencios.
Inhabitable como la memoria
es el presentimiento de la amada.
Bajo estas nubes
es transparente la avidez del poema.


FANGO, CORRUPCIÓN Y DESTINO
Carlos Penelas ©
Piove, goberno ladro.
(refrán italiano)

“Nunca llueve como truena” escribió Federico Schiller, junto con Goethe una de las figuras centrales de la cultura en Weimar. Naturalmente no por esta frase. Todo se vuelve extraño en el mundo del arte. Y por supuesto en lo político y social.
La industria cultural penetra sin piedad; borra, olvida, encierra, genera marcas. Las citas, las instalaciones, los iconos. Pienso que es una burla donde entran a negociar los marchand, los señores catedráticos con sus saltos oportunistas, los críticos engolosinados con lo esnob y las cuentas bancarias. Y la estupidez del ser humano con su carga supuestamente intelectual. Tenemos cientos de ejemplos. Uno de ellos es la instalación en Venecia (2009) representando el suicidio de un coleccionista. Su autor: Mauricio Cattelar, olvidable sin duda. Olvidable el autor, el mensaje, y “la obra”. Surgen sonidos, canciones, videos, batidoras digitales, performances. Importa “el contagio”, la posibilidad de “contagiar” y ser “transformado”. Ahora cualquiera puede ser artista. Así de simple. Se juega al escándalo: un tiburón sumergido en formol dentro de una pecera es la obra más representativa de los últimos tiempos. (No hablemos de literatura, de los premios literarios, del lavado de dinero de las editoriales o incluso de las librerías enormes como supermercados). Es tan burdo, tan torpe, tan demencial que no podemos creerlo. Así va todo, así va todo. O casi todo
 Ejemplos: el artista italiano Gianni Motti se adjudicó la autoría de un terremoto en los Alpes en 1994. Santiago Sierra tiñó de rubio el cabello de doscientos vendedores ambulantes —inmigrantes— durante la 49 Bienal de Venecia. Orlan sometió su rostro a cirugías extremas; Eduardo Kac, el padre del arte transgénico, creó a Alba, una coneja fluorescente. Hay más ejemplos. Un accidente si es provocado es una obra de arte. Si no es planificado, es un accidente.
La obra de poetas, novelistas, dramaturgos de valor, de trascendencia, queda en el olvido, o en sectores minoritarios. ¿Cómo citar a Victor Hugo o a Camoens? ¿Cómo interesar a las nuevas generaciones en la literatura de Valle-Inclán, de Sarmiento, de Ciro Alegría? ¿Cómo hacer para que aprecien la dimensión de Menghi o el mundo secreto y ontológico de Porchia?
Italo Calvino y Cesare Pavese —personalidades disímiles— eran fundamentalmente estudiosos, amantes de un silencio creador, hombres esquivos que evitan, que eluden. Hombres callados —que jamás callaban nada— que evitaban toda aglomeración de seres, de premios, de vernissages. Severos en todo: en el compromiso social y político, en el compromiso histórico, en la búsqueda de una estética y de un lenguaje. Pocos como ellos en la austeridad del silencio como forma de vida, como fruto de la soledad y del sentir. “Su espléndido amor por el mundo / fermentado y enrevesado de la fábula”, escribió Pier Paolo Pasolini de Calvino. De Pavese poco puedo decir. Lo amé profundamente durante mi juventud: leí con pasión sus libros. Lo sigo releyendo junto a Vasco Pratolini.
En una conferencia pronunciada en La Plata, el 18 de mayo de 1884, Ameghino dice, entre otras cosas: “Con los canales de desagüe es posible que no se eviten por completo las inundaciones, como parece creerse. Las aguas excedentes de las planicies elevadas y terrenos de poco declive corren a los ríos con lentitud, pero es permitido suponer que por medio de los canales de desagüe se precipitarían con mayor fuerza y prontitud a los cauces de los ríos o a los puntos bajos hacia donde se les diera dirección. Si así sucediera, o habría que dar a los canales de desagüe una capacidad extraordinaria que exigiría un costo enorme, o las crecientes y desbordes se producirían con mayor rapidez que ahora y ocasionarían estragos aún más considerables”.
Esto ocurrió hace unos días, diciembre de 2019. Una nueva obra de arte en la Galería Art Basel de Miami. La obra, titulada Comedian, fue realizada por el “artista italiano” Maurizio Cattelan. Estaba valuada en 120 dólares y había dos ofertas. Una banana pegada con cinta en una de las paredes de la galería. Días después, un autotitulado artista, David Datuna, la despega, la quita de la pared, la pela y se la come. Dijo que realizó una performance artística. Así está el mundo. En este desdichado país, donde todo es bochornoso y patético, en el resto del universo, y más allá, entre los cielos vaticanos.
Para finalizar, queridos amigos, les entrego un relato de nuestro tío Franz.

LA PARTIDA
Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo, y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta, y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada, y escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó: “¿Adónde va el patrón?”. “No lo sé”, le dije, “simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta”. “¿Así que usted conoce su meta?”, preguntó. “Sí”, repliqué, “te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta”.
Diciembre de 2019



MARIO GUZMÁN PÉREZ

(Veracruz Llave, México, 1969). Vive en ciudad de México. Estudió en una universidad pública. Escribió para “hey tabasco.com”. Edita una hoja de poesía, “Humo Sólido”, además de “Dos tres, bachita cultural”.
Fue incluido en la antología poética Humo sólido (2018) junto con Daniel Olivares Viniegra y varios otros poetas mexicanos, como así también en 40 buques de guerra. Autor de la plaqueta Seis rostros de mar y del poemario Flores tan violentas (Ciudad de México, Editorial Arlequín, 2002), seguidamente reproducido en parte.


FLORES TAN VIOLENTAS
Mario Guzmán Pérez ©

I
Los rayos del sol mojan los techos de las primeras casas
y sus torres altas.
En las montañas las nubes pelean con las copas de los árboles.
La mañana nace sin rostro:
bañando las casas y los montículos escrupulosos y rojizos.
¿Cuántos siglos nos contemplan esta mañana?

II
Ya no puedo esperar,
la mañana es neblinosa, gris.
Los cerros se ocultan en las opacas nubes,
densas, cansadas.
Ya no puedo esperar,
la lengua del camino
de las faldas de aquel cerro me llama.
Los fantasmas de aquella montaña
esperan el aterrizaje de un indescifrable vuelo de avión.
Hasta allá vive mi amada, pienso.

III
El día es mudo.
No hay montañas como ayer.
Ya no llueve esta luz tan clara.
Un árbol quieto en este páramo
muestra sus verdes hojas al filo de la bruma.
Los aviones presienten las altas torres y sus hierros.
Las ramas de los árboles no se dejan oír.

IV
Los árboles han dejado de ser verdes.
Es otoño y el oro no llueve en los tejados.
—Ha sido un mal año, pienso.
Cada vez más fuerte pisa la bruma esta mañana.
¿Dónde está el gris acero de estas torres?

V
Las montañas saben de mí, lejanas y azules,
perdidas entre la mañana
como una manzana en un manzanar.
¿Cuántas noches han pasado
sin que no dejen de llamarme?
Hay una que imita bien el carácter de mi amada;
lo sabe.
Se la pasa cantando ansiosas cosas
con su faro palpitante en su andar:
Es la voz que guía a los aviones.
Espero algún día poder irme en uno de ellos.

VI
Las casas roban luz y sombra a las montañas,
casas más pequeñas cada vez.
Desde estas alturas
parecieran un infinito escuadrón de aviones B-52
que amenazan con tirar sus bombas.
Apresuro el paso para encumbrarlas.

VII
Hay un cerro
muy cerca de la casa de mi amada;
tiene una antena que por las noches
con sus luces
le dice adiós a los aviones.
Ella lo sabe.

VIII
Ella me espera.
Los pliegues de los cerros
saben de esta necedad de años.
Estas cordilleras hacen figuras
como de casas apiladas y deshabitadas,
lejanas, tristes.
Habría querido que lloviera esta mañana.

IX
El viento sigue soplando gris, fuerte.
Las cumbres se amarran como besos.
Pensé encontrarla con su vestido de ayer,
tenía unas flores tan violentas
como girasoles.
Los cerros desean distraerme, decirme algo.
Ella presiente, al abrazarme, que los escucho;
le pregunto al oído si le gustan
y ya no responde.
Los dos quedamos en silencio,
admirando estas montañas
que han hecho de mis brazos un arma.

X
Mi corazón es un perfecto escarabajo;
ayer lo supe en la montaña.
Ellos van lentos por los caminos como relojitos.
Llevan alimento a sus guaridas;
hacen un bulto de ese magma y van rueda y rueda.
Así también mi corazón.



CARLOS G. GROPPA

Nació en Tres Arroyos, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Es miembro Correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo, y autor de las novelas policiales La Mujer que quería asesinar a Hitchcock y El hombre elegante de la bufanda roja, entre otras
Fue libretista de los programas de la televisión mexicana Los Especiales de Silvia Pinal, y adaptador de la serie Obras Maestras de la Literatura Universal.
Ya radicado en los Estados Unidos escribió The Tango in The United States (en inglés), El Tango desde Sunset Blvd., Con sabor a tango, y los libros de cuentos Con todo respeto, Los casos de P.G., Historias sin mensaje y 13 casos sin resolver. Desde 1996 edita la revista “Tango Reporter” en Los Ángeles, ciudad donde reside.
Más sobre su trayectoria u obras en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 84: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2019/12/



EL CASO DEL MUERTO ENCONTRADO DEBAJO DE UNA MESA DE UNA CAFETERÍA
Carlos G. Groppa ©

El crimen no tenía nada de extraño. El muerto estaba allí, muerto, pero bien muerto, con una bala metida entre ceja y ceja, más otra en un lugar no muy apropiado para meter una bala. Lo único extraño del caso era el sitio donde lo encontraron: debajo de una mesa de una cafetería donde yo acostumbro a desayunarme de vez en cuando, una cafetería en Hollywood Blvd., ubicación por la que no extrañó a nadie el encuentro del muerto, y menos debajo de una mesa.
Descubierto por el mánager a las 6:00 de la mañana al abrir el establecimiento, cuando llamó a la policía para reportar el hallazgo, le informaron que no tocara nada, que no abriera el local al público hasta que ellos llegaran y que no hablara con nadie. Minutos más tarde un par de patrulleros pasó a curiosear el asunto, hicieron lo que tenían que hacer en casos como este, y luego uno de ellos pidió una ambulancia para que vinieran a retirar el cadáver. Minutos después llegó esta, bajaron de ella dos tíos con guardapolvo blanco empujando una camilla, metieron el cadáver en una bolsa de plástico, lo montaron en la camilla, y abriéndose paso entre la multitud de curiosos que ya se agolpaban a pesar de la hora, se lo llevaron. Los patrulleros los siguieron no sin antes decirle al mánager que ya podía abrir el local al público. El mánager contempló indiferente la operación, acomodó un poco las mesas, limpió unas pocas manchas de sangre salpicadas por ahí y siendo las 6:30 en punto, siguiendo las indicaciones del patrullero, abrió las puertas al público como si nada hubiese pasado.
Ya el cadáver depositado en el departamento de policía, y dado que nadie lo reclamó, lo enviaron a la morgue y sin esperar a que se hiciera una autopsia lo guardaron en un refrigerador, metieron sus pertenencias en una caja, la archivaron con el rótulo de “Desconocido” y dieron el caso por cerrado. Ningún drama en este proceso. Todo, pura rutina.
El drama comenzó al día siguiente cuando un reportero de CNN, que concurría habitualmente a dicha cafetería, se enteró de lo ocurrido por uno de esos tíos que deambulan de madrugada por Hollywood Blvd., y desparramó la noticia. Como las noticias truculentas corren más rápido que el viento norte —y esta era una noticia truculenta—, alertó de inmediato a una mujer de buen ver que frecuentaba la zona, que ni bien se enteró llamó a un detective privado conocido como P.G., y diciéndole que era la esposa del muerto, le pidió que investigara el asunto, pues en su opinión, si bien la policía había dado el caso por cerrado, ella no.
P.G., que estaba leyendo el Times cuando recibió la llamada —ese día no tenía nada mejor que hacer—, aceptó de inmediato el caso.
Después que la mujer de buen ver terminó de interiorizarlo con los pormenores del asunto, lo primero que hizo fue terminar de leer el periódico y llamarme a mí.
—Oye, necesito tu ayuda.
Pero antes de seguir con esta historia, será mejor que explique quienes eran todos estos personajes y el decorado de la acción. O sea, quién era el muerto, qué papel jugaba el mánager de la cafetería, dónde quedaba esta, qué tipo de cafetería era, quién era P.G., y, modestia aparte, quién soy yo, cosa que me revienta hacer, pues no me gusta hablar de mí mismo. Pero en este caso no tengo más remedio que hacerlo, ya que me vi involucrado al prestarle ayuda a P.G.
El muerto era un buscado traficante de drogas, por eso lo encontraron en una cafetería de Hollywood Blvd., una zona donde de día se convierte en un colorido circo por obra y gracia del aluvión turístico internacional que se desparrama por el área para oler algo de lo que fue Hollywood, fotografiar el Teatro Chino y caminar sobre las doradas estrellas que adornan el Paseo de la Fama con los nombres de la gente del espectáculo. De paso, tomarse una foto con los disfrazados con el atuendo de los personajes de las películas de aventuras —que para eso se disfrazan en espera de una propina— y ya que están aprovechaban para filmar con el celular —porque es de película— el increíble circo que ellos mismo originan.
De noche el panorama cambia y puede pasar de todo. Desaparecen los disfrazados de personajes famosos, los turistas y los niños comienzan a ralear y el Paseo de la Fama es patrullado por la policía para evitar males mayores. Cosa que no siempre ocurre, como se ve por el caso del tío encontrado muerto debajo de una mesa.
La cafetería es una de las tantas más o menos aceptables de la zona que sirven los clásicos desayunos continental o americano. Dada las circunstancias, sin nadie proponérselo pasó a ser, a partir de ese día, como consecuencia del tío encontrado bajo una mesa, una de las cafeterías a las que dejé de ir a desayunarme de vez en cuando.
El mánager nada tuvo que ver en el asunto. Después de contestarle a la policía un par de preguntas, quedó en libertad. Simplemente estaba allí de casualidad cubriéndole el turno al compañero de la mañana que se había reportado enfermo.
P.G. es el más famoso detective de un sector de Los Ángeles llamado West Hollywood, gracias a haber resuelto un sonado, pero dudoso caso en el que intervinieron varios políticos en el poder cercanos a la presidencia. Así y todo, no pudo evitar, dada la jerarquía de los involucrados, que el caso siguiera siendo sonado y dudoso. No obstante, su habilidad para resolver intrincados asuntos contribuyó a que su persona comenzara a cotizarse. La notoriedad de este asunto político hizo que los medios de difusión publicitaran su intervención a los cuatro vientos, poniendo su nombre en boca de todos, lo que motivó que la mujer de buen ver lo llamara sin conocerlo para encomendarle su caso.
Y finalmente yo. Soy un cronista policial, con un par de crónicas vendidas para libretos de cine, que siempre ando a la búsqueda de casos interesantes que me aporten buenas ideas para escribir una novela. Y lo ocurrido me vino de maravillas para sacarle el jugo ayudando a P.G.
Aclarado quiénes eran los personajes y el decorado del crimen en que se movieron, prosigo con la historia.
De la charla con la mujer de buen ver —ahora flamante viuda— y el mánager de la cafetería, P.G. no sacó nada en limpio. Para colmo, la policía le negó ver el cadáver, como para encontrar una pista. Quien sacó algo en limpio fui yo. Mientras P.G. hablaba con ellos, fui al bar que está puerta por medio del Roosevelt Hotel y pasándole un par de dólares de buen tamaño al soplón que habitualmente me proporciona información de primera para escribir algo, obtuve un dato de oro.
Complicado, y si se quiere fantasioso, pero de oro, y que aquí lo adjunto.
—Mira, te doy estos datos por ser tú, nada más —me sacudió seco y cortante el barman mientras tomaba sin disimulo los dólares que le deslicé sobre la barra—. De paso, a ver si me consigues un par de entradas para el fútbol del domingo —agregó tratando de sacar ventaja de mi amistad con el redactor de deportes del periódico donde me gano un más o menos modesto salario con mis escritos.
—De acuerdo. Ahora larga el rollo —le dije tajante, dispuesto a escuchar solo lo que necesitaba escuchar.
—El tiro al hombre encontrado muerto debajo de la mesa de la cafetería se lo metió anoche, minutos antes de cerrar el local, amortiguado con un saco de gruesa lana, el empleado del estacionamiento de la cafetería. Yo no solo escuché el balazo..., el saco de lana se chamuscó un poco, pero no bastó para parar totalmente el ruido... sino que vi al empleado salir corriendo.
—¿Y quién lo metió debajo de la mesa? —quise saber, como quise saber otras cosas.
—Ese dato te va a costar algo más... —me dijo en voz baja como no queriendo decírmelo.
—De acuerdo. Larga todo el rollo y después arreglamos el precio —los abusadores me revientan.
—Nadie lo metió debajo de la mesa. El impacto de la bala, me imagino, lo tiró entre las patas de la mesa. Eso es todo —remató orgulloso de su imaginación.
—¿Y por qué lo mató?
—El motivo de ese sangriento incidente fue un asunto de furibundos celos —continuó el barman usando rebuscadas palabras que se las debe de haber oído a alguno de sus amanerados clientes—, ya que el empleado del estacionamiento le había echado el ojo a la esposa del muerto, o sea, a esa mujer de buen ver que mencionan los noticieros.
—¿Y si tú sabías todo esto, ¿cómo es que la policía no dijo nada? —volví yo a querer saber algo más.
—Te lo diré —continuó el barman limpiando indiferente una copa—. Un policía a punto de retirarse se enteró muy bien de este hecho, y tapó el asunto porque quería retirarse sin complicaciones, con todos los beneficios acumulados en largos y peligrosos años de servicio. Además, porque el empleado del estacionamiento era primo de un político en ascenso que no quería problemas que pudiesen ensuciar su trayectoria al estrellato gubernamental a que aspiraba. Para colmo, este político le estaba tramitando al policía la licencia para vender licores en un bar de mala muerte que estaba instalando en sociedad justamente con el empleado del estacionamiento, su primo. Ahora, si quieres saber algo más, me tienes que pasar un par de billetes gordos, de esos que tú tienes sueltos por los bolsillos, y todo arreglado. Tan amigos como antes.
—Sí. Quiero saber nombres y como ubicarlos —le solté contundente—. El del político, el del empleado del estacionamiento... De todos los que tú crees saben algo de esto.
Los soplones que trabajan de barman tienen siempre un precio mucho mayor que las propinas, y este barman lo tenía. Así que, al pasarle un par de billetes no muy gordos, pero que de a pares parecen gordos, fui anotando los nombres y teléfonos que me pasaba. Al terminar, saludándolo con la mano en alto, me fui a sumergir en la multitud de turistas que a esa hora circulaba por Hollywood Blvd., seguramente dispuesta a visitar el Teatro Chino.
Cuando le conté a P.G. esta maravillosa trama que descubrí, tomó buena nota de ello, llamó a la mujer de buen ver —ahora viuda, como mencioné anteriormente— y le relató lo que yo le había contado.
La viuda, que no tenía pelos en la lengua, horrorizada por tanto manoseo del crimen, llamó de inmediato al cronista de CNN, y este no tardó ni el tiempo que se tarda en decir “salud” ante un estornudo para poner la noticia en el aire. El efecto dominó que desató la noticia fue realmente de televisión.
En principio, el político, puesto su nombre al descubierto, luego de varias escaramuzas, no obstante estar encubierto por el presidente, tuvo que renunciar a su cargo, pues, además, aparecieron dos mujeres de discutida moral que le armaron un escándalo de órdago con sus colegas, su esposa, sus hijos y una amante oculta por ahí. Por suerte, su madre, que era un poco sorda, no escuchaba noticieros por lo que no se enteró de las maquinaciones de su admirado hijo.
El empleado del estacionamiento terminó en la cárcel, delatado por la mujer de buen ver del crimen de su marido, ya que a pesar de los cuernos que ella le metía con el susodicho empleado, amaba a su marido lo suficiente como para no canjearlo. Como agravante, se supo que el mánager de la cafetería lo acusó de vender droga en sus horas libres entre los parroquianos de la cafetería que dejaban el auto en su estacionamiento.
El policía a punto de retirarse, al descubrirse el encubrimiento que hizo del caso, fue degradado un mes antes de jubilarse, por lo que perdió los bonos extras y la licencia que había gestionado para trabajar como detective privado. El político, antes de renunciar a su cargo, nada pudo hacer por él, ni quiso hacerlo.
El mánager de la cafetería —que la había ligado de rebote por reemplazar a su compañero— se tuvo que tomar unas vacaciones para diluir la avalancha de periodistas en busca de algún dato sabroso sobre el occiso. De paso, le sugirió al dueño de la cafetería que la redecorara y le cambiara el nombre, ya que a diario concurría un tipo muy especial y nada deseable de gente a fotografiar el lugar donde había ocurrido tamaño crimen. En cuanto a la mesa debajo de la cual fue encontrado el cadáver, sería mejor donarla a algún museo del crimen antes que dejarla en la cafetería.
La mujer de buen ver y esposa del occiso, etiquetada por la prensa de “viuda alegre”, que había roto del todo con el empleado del estacionamiento antes de delatarlo, se mudó de Hollywood a una zona más tranquila donde nadie supiera quién era ella o lo que había sido.
Poco después se enganchó con el secretario del político que, cosa extraña, gracias a que mantenía un buen y limpio currículum estaba en franco ascenso para la gobernación de su estado.
El resto, salvo los contratiempos colaterales que pudo ocasionar el efecto dominó del caso y que nadie llegó a saber con certeza, terminó con un final feliz.
Ante estos hechos, la policía le quitó al cadáver la etiqueta de “Desconocido”, y le agregó a la caja con sus pertenencias la de “Caso cerrado”.
P.G., al día siguiente, volvió a leer el Times, donde figuraba el caso en detalle, y yo me puse a desarrollar en profundidad la idea que había sacado de este asunto.
Conclusión, al tiempo mi agente cobró su tajada del diez por ciento de la suculenta suma que obtuvo por la venta del escrito que este caso me inspiró, y yo, con el pago en el bolsillo, un pago que me permitía seguir sobornando soplones para sacar ideas, me fui a Las Vegas con una de las novias que dejó desocupada el político.
Como se ve, todo arreglado. ¡Así es la vida de los cronistas policiales que concurren de vez en cuando a desayunarse a las cafeterías de Hollywood Blvd.!

[1] Del libro 13 casos sin resolver (Los Ángeles, Estados Unidos, TR Ediciones, 2019). Ilustrado por Osvaldo Laino.



JESÚS BALLANO RIERA

Aragonés de nacimiento: Calatayud (Zaragoza, España) 1963, aunque madrileño de adopción.
Tiene publicados numerosos de artículos en redes sociales, esencialmente en Linkedin, de muy diversas temáticas: biografía, historia, cine, literatura o simples vivencias. Su último trabajo: “Millán-Astray y Unamuno: el falso episodio de Salamanca”. Coautor de un recopilatorio de reflexiones: “El silencio de los otros”. Málaga 2019.
Fue guionista y director del programa de radio “El Ermitaño del Cosmos” de temática cultural.
Más sobre su trayectoria y obras en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 42:



UNA VIEJA PARTIDA DE AJEDREZ
Jesús Ballano Riera ©

Mi padre me enseñó a jugar al ajedrez cuando yo tenía seis años.
En su juventud —en plena posguerra— perteneció a un poderoso club de ajedrez y llegó a ser un notable jugador.
Un día, siendo yo adolescente, conseguí ganarle. Pero ganarle de verdad. Lo que quiero decir es que él no se dejó (como en tantas ocasiones). Sencillamente, jugué mejor que él.
Aquel día, pasada la euforia inicial, percibí a mi padre como una persona vulnerable. Ya no era alguien superior e invencible. Era alguien normal. Como lo somos todos.
Algo cambió.
Me dolió ese despertar. Ahora pienso que me hubiese agradado haber seguido perdiendo eternamente con él, pero manteniendo la ilusión de que algún día le llegaría a ganar.
Mi padre era mi mejor amigo.
Falleció en 2015.
Y le recuerdo a diario.
Y rezo por él. Claro que sí.
Esta mañana, miraba el viejo tablero en que tantas batallas disputamos.
He colocado las piezas en posición de combate. Y he contemplado su triste quietud. No son nada si nadie juega con ellas. Solo son figuras inmóviles.
Me duele mucho pensar que jamás volveré a jugar con mi padre.
No ganaré ni perderé más veces con él.
Y aquel lejano día en que le gané, en realidad:
Perdí.


INSATISFACCIÓN PERMANENTE
Jesús Ballano Riera ©

Da igual lo que obtengas: nunca será suficiente. Cualquier aumento de ingresos, se traducirá en una adaptación a las nuevas condiciones económicas y seguirás como antes.
Bueno, supuestamente habrás subido el nivel de vida...
Y digo “supuestamente” porque lo único que suben son la insatisfacción y las dependencias.
Es como en ese legendario tema de los Rolling Stones, “Satisfaction”, donde Mick Jagger repite: “lo intento, pero no puedo conseguir la satisfacción”.
Nunca tenemos bastante: queremos mejorar infinitamente nuestra posición, más dinero, reconocimientos…, siempre sedientos.
Un saco sin fondo.
Qué bien vivían antiguamente en los pueblos: todos los vecinos en comunidad, ayudándose entre ellos y dando gracias por tener el sustento necesario.
Lo suficiente bastaba para ser feliz.
Ahora, todo es poco.
Los intereses han sustituido a los valores.
Cuando miras al horizonte y deseas alcanzarlo, señalas un punto y avanzas hacia él.
Y cuando llegas a ese punto, ahí no está realmente el horizonte: se ha desplazado a medida que avanzabas.
Y cuando llegues a la siguiente referencia del siguiente horizonte, tampoco está la meta.
Recorrerás el mundo entero y nunca llegarás al horizonte.
Buscas fuera lo que tienes dentro: ¡mírate al espejo!
¡Tú eres el horizonte!


CARCINOS: EL CANGREJO
Jesús Ballano Riera ©

Siempre me ha atraído la figura del eterno perdedor.
Me refiero a esa persona que es ejemplo de honestidad y entrega, que siempre hace lo correcto, pero que termina mal.
Así le pasó a un personaje que habita en el firmamento en forma de constelación: Cáncer.
Cuenta la mitología griega que la diosa Hera (esposa de Zeus) ordenó a un cangrejo llamado Carcinos, atacar a Hércules.
Carcinos, como simple cangrejo que era, no tenía ninguna posibilidad de vencer. Pero, a pesar de ello, le atacó tratando de picarle en un pie.
Hércules, se limitó a aplastarlo con su talón. Ahí terminó el lance.
Carcinos pagó su lealtad con la vida.
Hera, reconociendo el valor de Carcinos, lo recompensó transformándolo en constelación. Por ello, Cáncer es uno de los doce signos del Zodíaco.
Buceando en mi pasado, descubro figuras como Carcinos: personas a las que nadie reconoció mérito alguno y que se disolvieron en el tiempo.
Su nombre se silenció y fueron olvidados.
Siguieron el camino de su ética asumiendo el precio.
Y perdieron.
No les importó.
Pero ahora, cuando aparecen en mi memoria, esas personas crecen y cobran su verdadera dimensión. La que siempre tuvieron.
Ahora los veo como fuente de enseñanza y ejemplo a seguir.
Y tienen su propia constelación.
¡Honor a todos ellos!



HAIDÉ DAIBAN

(Ciudad de Buenos Aires, Argentina). Farmacéutica, ex docente de la Facultad de Farmacia, UBA. Alumna de la escritora Syria Poletti con la que editó Cuentos desde el taller. Con Lucila Févola fue cofundadora de la revista literaria Tamaño Oficio, con la que colabora desde hace veinticinco años.
Es autora de los siguientes libros de:
• Poesía: Plegarias del Siglo XX, Con el tiempo a cuestas, Los indicios.
• Cuentos: El rabdomante y otros cuentos (Isidoro Blaisten colaboró en la supervisión para su edición), Historias de muchos, Cuentos con sabores, El hombre de la máscara y otros cuentos.
• Poemas lunfardos y letras de tango: Todo tango, Tangos y poemas del nuevo siglo, Algo más sobre tango.

Más de sus obras y trayectoria en los números 73, 75, 77, 79 y 84 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS, o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).



LA PIEDRA QUE ME ARROJA
Haidé Daiban ©

Primero fue la piedra,
inanimada muestra de fuerza,
destrucción en potencia,
arista hiriente.
La pulida piedra en mi mesa,
sobre mis libros, aplastando
a la palabra,
o bajo mi pie, contención
y límite, neto.

Conocí la piedra castigo,
piedra altar
y corazón de piedra.

¿Cuándo, al tomarla en mis manos,
me arrojará al fin,
para enseñarme a volar?


QUINQUELA
Haidé Daiban ©

Hombres grises
Y hombres negros
Cargan bolsas como años
Bajo un cielo rojo furia
Con sus fuegos pincelados.

Desdentados barcos viejos
Que se acunan agobiados
Sobre el negro Riachuelo,
Son esperas de un milagro
Y espirales de arco iris
colorean bajo el agua
con un fondo de gran puente,
marco férreo, en abrazo…

Un pincel invisible
Muestra grúas y cadenas,
Cada día corre el velo
De verdades y fracasos:
De esos músculos de acero
De los cielos arrebolados
De hombres grises,
De hombres negros,
Que no parten en los barcos…


YO QUE SOY
Haidé Daiban ©

YO
Que soy agua
y mar fluyente
entre olas de los días
y las noches.

Yo,
Que temo
y soy temida
cuando brotan las verdades
de mis voces ondulantes.

Yo,
Que me abismo
y me refloto
con el simple motor
de la palabra,
Que navego
entre tifones
y tormentas cotidianas…

Quiero ser,
o lo pretendo,
mar que luce sus colores
que se apropia
del sol y su energía,
de la luna
que navega pasajera.
Yo
siendo mar,
soy ola y me desmayo
serena suavemente,
en la arena de los años.


SOMBRAS
Haidé Daiban ©

Ni las sombras reptan
en el laberinto
de mi deambular.
Ni una flaca sombra
pegada a las puertas
sigue ya mis pasos
esos lentos trazos
de círculos vanos
que vienen y van.
Ni los silfos cantan,
ni los duendes corren.
Borrada la imagen
que aspira el espejo,
queda sólo el tedio.
El ser este viejo
calendario humano
que el próximo otoño
se va a deshojar.



MELACIO CASTRO MENDOZA

De padres andinos de los campos de San Gregorio (San Miguel, Cajamarca, Perú), Melacio Castro Mendoza nació el 23/12/1947, en Caín, un caserío al que él suele llamar Cainmarka, ubicado en la provincia de Chepén, departamento de La Libertad.  Estudió Ciencias Sociales e Historia en la Universidad Nacional de Trujillo, Perú, y en la Universität Duisburg y Essen (UDE), Alemania.

Obras:
Novelas: El hombre de Rupak Tanta (Lima, Hipocampo Editores, 2019), La última marinera (Alicante, España, ECU Editorial, 2017).
Poemarios: Batallas y sueños de Uchku Pedro (descripción de las luchas libertarias de Pedro Pablo Atusparia y Pedro Pablo Cochachín a fines del Siglo XIX) (Alicante, ECU Editorial, julio 2016), Malú: Tierra Adentro y Tierra Afuera (Alicante, ECU Editorial, julio 2017).
Investigaciones histórico-sociológicas: Staat und Soziale Klassen in Perú (Bundesrepublik Deutschland, Selbstverlag München, 1986).
Autobiografía: Mi república ignorada (inédita).


LA PANDEMIA CORONAVIRUS Y MI PUEBLO
Melacio Castro Mendoza ©

En pleno ascenso de la pandemia coronavirus, mi sobrina Amelia Alvarado me buscó para pedirme un consejo: dejar Caín, nuestro pueblo, ajeno a toda cartografía, e irse a Villa El Salvador, un distrito marginal de Lima, a celebrar el cumpleaños de Elia, su hija predicadora de una secta religiosa, filial de una especie de cofradía protestante en los Estados Unidos de América.
—¡No lo hagas: si vas a Lima traerás el virus a este anónimo, saludable pueblo! —Aconsejé, plantando mi pala al borde de un surco del sorgo que estaba regando en mi pequeña chacra—. El sorgo, sabe usted señor Rojas, llamado también zahína, es una planta que debe venir de la India, en mi chacrita lo cultivo como una gramínea con la que alimento a mis animalitos domésticos: una docena de cuyes y una ovejita.
—¿Acató su sobrina el consejo? —pregunté.
—Primero dijo que sí, que yo tenía razón. Luego sucedió algo que usted no me va a creer: la pequeña población de Caín vio, tres días después de que Amelia me hiciera su consulta, cómo una carroza se detuvo, portando un ataúd, ante su casa.
Conmovido, junto a otros vecinos corrí hacia su casa justo para ver cómo Amelia, su marido Teodoro Galán, y su hija, con ropa festiva, abordaron el vehículo. Al verme, ignoró a la vecindad, y antes de partir, me dijo: «Tío Sixto: mi hija Elia ha consultado con El Señor Todopoderoso y Él le ha dicho que, si voy a Lima, a mí y a mi familia no nos pasará nada malo”. Aparte de eso, el Creador del Mundo le dio un consejo: “Tus padres, Elia —anunció—, deben tomar una carroza, arrendar un ataúd y con él dentro, hacerse camino a Lima: cualquier control policial o militar será vencido, si declaran ante los celosos guardianes del orden que el cadáver que llevan en el ataúd murió del coronavirus. Nadie se atreverá a molestarlos. Caso de que lo hicieran, un billetito depositado en sus manos, les permitirá llegar a Villa El Salvador. Todos los gastos hechos y por hacerse los asumirán mis fieles hijos estadounidenses”. ¡Iremos y volveremos sanitos y buenos, tío!»
Todos creímos estar soñando despiertos. El asunto es que, ignoro si a causa del inoportuno consejo del Señor Todopoderoso, en el que confiaron mi sobrina Amelia y su hija Elia, o de los dólares aportados por la mal llamada Hermandad Protestante, el viaje de ida y vuelta de mi sobrina y su familia, funcionó. Muy oronda, mi sobrina al volver de Lima hizo depositar en el corral de su casa el ataúd que le sirvió de carnaza ante los guardianes del orden, para después venir a buscarme y decirme: «La fiesta de cumpleaños de Elia, tío Sixto, estuvo muy bonita; durante tres días comimos bien, bailamos y rezamos por el bien del mundo, como nunca jamás antes lo habíamos hecho».
—Amelia —respondí— ¡mantente, por seguridad, lejos de mí y de toda la gente! ¡Tu marido y tu hija deben hacer lo mismo!
—¡Qué histeria la suya, tío Sixto! Tenga fe, como nosotros los protestantes, en Dios: ¡Él nos protege e ilumina!
Días después, señor Rojas, Dios —bueno, deseo creerle por una sola vez a mi sobrina Amelia— la llamó a su lado: guardando una oportuna distancia, la vecindad de Caín, mi pueblo, y yo mismo, la vimos transportada por su marido y su hija al cementerio, en el ataúd con el que, en ida y vuelta a Lima, ella y los suyos se pasearon en una carroza, cuyo chofer, lo supimos más tarde, murió infectado por el diabólico mal.
—¿Y qué pasó con la hija y el marido? —consulté.
—La vecindad quemó su casa, y sus cadáveres dentro.


EL MAR Y TÚ
Melacio Castro Mendoza ©

Dos galopes, dos corceles
mis pasos acosan y mi vida alientan, Malú:
el mar, el mar y tú.

Tu frente acumula misterio de claveles
y tus hombros, amor mío,
ante cuya desnudez mi corazón desmaya,
sumen mi alma en completo desvarío.

Para no derrumbarme, me acuesto a la playa.
De barriga, pienso en ti y la arena beso.
Fulgurante, tu imagen me desposa.
Celosa, la tierra desea probar algo de tu hechizo.
¿Qué hacer contigo, mi amor, sino venerar
tu condición de diosa entera?

Mi incógnita eres, Malú.
Tus pasos, rumor lejano y galope de corcel,
me tientan y alientan.
Tú, solamente tú,
y tu ternura de clavel florido,
minuto a minuto labran mi vida
impregnada de tu ausencia de piedra y de cincel.

Dos galopes, dos corceles
me tientan y alientan, Malú:
el mar, el mar y tú.


MI INCONDUNDIBLE CABOTAJE
Melacio Castro Mendoza ©

Junto a mi oído, tu voz
suena a vaivén de sonata
sumada a una rama de mimosa.

Tus manos, amor mío, son dos
pétalos de innata
tierna rosa.

Mi boca busca tu cuello. Entre tanto, tu garganta
me ensalza con suspiros en forma de oleajes.
Desde el fondo de mi pecho, canta
para ti mi corazón canciones que escribieron 
al pie de los más bellos paisajes
el polvo y el agua que mis caminos construyeron.

Mi piel un tanto maltratada
se niega a olvidar de tus células sus vibraciones.
Mis pies, columnas firmes de mi alma, a ti inclinada
reclaman tu calor, punto de partida
de una experiencia rica en vida
en la que fuiste la armonía atada a mis sanas emociones.

Mi cuerpo, lo decías, era tu satisfactoria arena.
Tu bella persona aún se acuesta junto a mí, y sueña.
No lo olvides: eres la rama oculta de mi ausente primavera.

La luz, mi única y auténtica bandera,
¡me alza a tus caricias! ¡Jamás dudé de que eras buena
y que reclamándote mía, proclamabas ser mi absoluta dueña.

Una vez dijiste: «Sin ser selva, te sé mi excepcional ramaje».
Respondo y subrayo que en las aguas de los ríos y de los mares
a pesar de las furiosas corrientes y de sus múltiples azares
jamás dejarás de ser tú, mi inconfundible cabotaje.


CONSEJOS DE AMIGO
Melacio Castro Mendoza ©

Jamás podrás tapar con una mano el sol
ni podrás, tampoco, con tus desesperadas
carreras ganarle en velocidad al tiempo
y, menos, por más papel higiénico
que acumules y despliegues,
podrás eliminar la mierda que
atosiga los cuatro puntos cardinales.
Por eso mismo, con tus dos manos
y con tu corazón, ama el sol y cuida la tierra;
muévete con el tiempo, nunca
contra él
y sé cuerdo: para eliminar la gran mierda
que corroe el mundo, usa de algo diferente
al valioso, pardo o blanco papel higiénico.
Después, ofreceremos un convite.



IME BIASSONI

(Ceres. Provincia de Santa Fe, Argentina). Tiene seis libros editados, diez opúsculos y varios premios. Ha participado en numerosas antologías internacionales.
Fundadora del Conservatorio “Luz y Lorca” y creadora de los Nuevos Juglares. Miembro de la SADE - Filial Ceres”. Embajadora Cultural Internacional de SALAC. Miembro fundador de “Naciones Unidas en las Letras”, Colombia, miembro de “World Congress of Poets”, Ambassadeurs de la Paix – Suisse / France y miembro honorario de la Asociación Israelí de Escritores en Lengua Castellana (AIELC). Delegada de IFLAC, en Ceres. Delegada Cultural de la UHE. Jurado en asuntos literarios y pictóricos. Expresidente de la “Casa del Poeta Peruano Internacional en Argentina”.
Dictó conferencias y participó activamente en Congresos en Argentina, España, Hungría, Taiwán, Estados Unidos, Israel y diversos países hispanoamericanos. Participó en la inauguración de la Biblioteca del Poeta en Huari, Perú, elegida junto a nueve poetas iberoamericanos. Poeta cofundadora del primer Museo de la poesía manuscrita en La Carolina. Prologó la obra “Final de era” con un análisis de la misma.


DESDE UN LUGAR
Ime Biassoni ©

La noche se durmió
junto con mis párpados
la lluvia quedó ciega
y desde el ojo del viento
se jugó el amanecer…

La garganta filtró un sonido
quemando dolores enlutados
por esa falta de amor verdadero
por esa falta de paz
en el sueño sin dormir.

Ato el humo de estruendos
acaricio el techo indiferente
y suplico ventanas abiertas
por el perfume de la armonía
hoy tachada con inhumanas grescas.

Ya no giro, me planto firme
y digo: estoy aquí con frío
agigantando palabras
para romper los silencios
y arroparme con verdades. 


CARITA DE NIÑOS
Ime Biassoni ©

Las verdades hoy
tienen el grito sordo
ausencia de luces
memorias rotas
serpientes endemoniadas
y un camino ciego.

La vida se vuelve hambre
los niños crecen en el dolor
el mundo se rompe en pedazos
y se apaga el sol.

No hay cenas ni convites
pero debe quedar algo de amor
para mover el cielo
en una lluvia abundante
de energía y valor.

Dime cómo hacer
esta realidad superior
para que no falte pan
no falte abrigo
y se haga risa y alegría
la carita de niños. 


GUARDO
Ime Biassoni ©

No es visible mi lengua cuando hablo
pero la siento.
No es visible el silencio cuando callo
pero muerde.
Nada es visible si no quiero
... y guardo...
la melancolía, el dolor, la angustia
el remate.

Sacudo puestos de luz
banderilleros sublimes
caricaturas que no ven
humo de promesas
columna vertebral quieta.

Enciendo la hoguera
pero no me clavo en ella.
Nace el poema.



JUAN HERRÓN GONZÁLEZ

Nació en Madrid, España, el 26/3/1981. Ha escrito varios libros que publicaron las editoriales Amarante, Emooby, y Oxel Portilla Foundation. Así como varios cuentos en diversas antologías electrónicas: Almiar Margen Cero, Pluma y Tintero, Lógica Aplastante y la revista Justa, de Random House Mondadori.
Fue representado por la Agencia Autores, publicando un libro de relatos, Historias mundanas, a la espera de una nueva representación en otra agencia literaria. Tiene varias entrevistas en portales literarios y radiofónicas, Calaix de Libres, Proyecto Terror, Pluma y Tintero. Pertenece a Remes, Palabra sobre Palabra, Aselca y Directorio Cultural Hispano, todas asociaciones literarias de alto prestigio. Posee una mención de honor en el 13er. certamen internacional de poesía y cuento, en el género de cuento de la edición Mis escritos. Tiene una pasantía de periodismo digital.


IDENTIDAD
Juan Herrón González ©

Había sido descubierto. Su libertad y su vida estaban unidas a esa llave y ese montón de documentos. Delante de él, y con mirada asesina, tenía al Chino, el capo de la mafia a quien había conseguido arrebatar todo un alijo de droga en un control policial por sorpresa. Ahora, se encontraba en una difícil situación, aquel hombre al que su ficha policial, y la llave de sus pertenencias, le delataban, tras varios años de hacerse pasar por un preso en la cárcel más peligrosa de Nuevo México, la prisión de Chihuahua, y saber la ubicación del dinero intervenido en una arriesgada operación policial.
Resultaba tan obvia la información filtrada sobre él que era insultante.
—Dime dónde han trasladado el dinero —espetó, con una ira asesina.
Él no se atrevió a responder. Había tenido un error de manual: no contar conque los tentáculos del Chino fueran tan largos, pues había conseguido tener en nómina al comisario del caso y un montón de agentes y funcionarios de prisiones; aún así, la honradez de algunos y parte de su ayuda, fueron suficiente para quitarle una gran suma de dinero procedente del narcotráfico. Tras ganarse la confianza de esos tentáculos y que le revelaran los secretos de aquel dinero y su ilegal operación.
—Con lo que tengo aquí, y el dinero que me has hecho perder, tengo motivos suficientes para matarte —le dijo, con una expresión de franqueza.
Tampoco contestó. Sabía que estaba vendido a su mala suerte. Habían conseguido sacarle de la cárcel en uno de los traslados a otra prisión de menor seguridad, engaño entre sus camaradas los policías, ya que, su infiltración y el motivo para ella, ya había sido resuelto.
Sin embargo, no había conseguido situar al Chino y su cúpula en la escena del crimen. En estos momentos, veía cómo desplegaba toda la ficha policial delante de él y la llave que abría una caja fuerte, que tenía a escasos metros de él, con todas sus pertenencias.
—Me has hecho perder lo que más quiero. Ahora, voy a ir a por tu mujer y tus hijos —sonrió, divertido— para que sepas lo que es perder lo que más quieres.
Siguió en silencio con una expresión de decepción en su rostro. El operativo había sido un éxito parcial, y en pocos momentos, estaría incomunicado y secuestrado por el Chino y sus hombres, además de divertirse torturándolo. Su mujer y sus hijos estaban en peligro, y nadie del operativo había podido ayudarle: en su traslado a otra prisión, habían matado a todos los agentes en un tiroteo espectacular, además de varios funcionarios de prisiones.
Lo que fue un traslado ficticio, la mentira que le habían hecho creer en su mente y en lo más profundo de su corazón como la escapatoria y la salida a un operativo muy peligroso, resultó ser un auténtico fiasco.
—Comenzaré por tu mujer —dijo, fríamente.
Le miró, con descaro y una expresión inquietante bajo un muro de dientes.
—Luego seguiré por tus hijos, y haré que tu mujer lo vea.
Le golpeó, bruscamente. Un hilo de sangre se asomó por su frente.
—Me has hecho perder una millonada.
Los documentos seguían delante de él, esparcidos. La llave y la caja de sus pertenecías estaba abierta, sacándolas una por una los hombres del Chino.
Empezó a recordar, sin saber el porqué, cuando era pequeño. Como en cada una de las trastadas que hacía, le echaba la culpa a su hermano, librándose de la culpa y de la regañina. De cómo él planificaba lo que hacía mal para arrastrar a su hermano a esa infracción, para luego, salir airoso de semejante mala conducta.
Pero ahora era todo distinto. Eso no se parecía en nada a unas malas conductas de niños, o de jóvenes. Era jugarse el pescuezo y la vida por una banda de mafiosos, que representaban el enjambre de delincuencia y la red de delitos en un sistema corrupto.
—¿Qué es esto? —preguntó, sarcástico.
Tenía la alianza de su mujer entre sus manos. También su placa de policía y su móvil personal. Jugó con la fotografía que llevaba en su cartera, en la que estaba toda su familia. Dentro, al fondo, había otra fotografía, que no se molestó en sacar.
—Estás poco hablador —musitó, elevando una ceja—. No importa, te mataré de todos modos, no sin antes ver lo que te he dicho.
—Antes nos gustaría divertirnos con él —dijo uno de sus lacayos.
—Sí —anunció otro, desde las sombras de aquella mugrienta habitación.
El Chino sonrió, satisfecho.
—Haced con él lo que queráis sin matarlo —sentenció.
Siguió callado, sin decir nada.
—Yo me apunto a arrancarle una oreja.
—Yo algún dedo de la mano —dijo otro, con unas cizallas en las manos.
—Has metido las manos y las narices donde no debías —concretó otro, de mayor altura y gordura.
Se colocaron delante de él.
—Esta vez no tienes salida —dijo el Chino, colocándose un mechón de pelo.
—No le cortéis la lengua… que chille.
—Mucho mejor —dijo otro, divertido, mirando al que hizo el comentario anterior.
—Ojalá os pudráis en el infierno —inquirió, sin decir nada más.
El Chino se quedó a ver la escena, fumando un pitillo, nervioso, pero con una expresión de falsa seguridad que le reconfortaba.
—Vamos allá.

Comenzaron por apretarle bien los grilletes, a medida que se reían y hacían chistes entre ellos. Después, le pusieron las manos encima de la mesa, sujetándolas con cinchas de cuero, dejando al descubierto cada dedo.
—Cortemos.
Y así fue. Comenzaron a cortarle cada dedo desde cada falange, según chillaba de dolor y brotaba la sangre, a cuya sacudida eléctrica, se sucedía otro dolor más pesaroso. Se acordaba de su mujer y de su familia, que ahora, estaban en peligro.
—Sigamos cortando y cauterizando.
Con un soplete le quemaron poco a poco los dedos que faltaban, con mucho cuidado de no poner la mano en llamas. El dolor era tan insoportable, que de vez en cuando, perdía la consciencia, dándole unas palmaditas en el rostro, o escupiéndole, hecho, que al igual de repugnante era igual de efectivo para despertarlo. También utilizaban agua que, mezclada con su sangre, la tiraban a su rostro, haciéndole más prominentes las arrugas de sus ojos y las heridas.
—Vamos a por más. Aguanta —apretó los dientes.
Con todas las falanges de las manos al aire libre, supo que esas heridas serían de por vida, dejándole como un auténtico inválido. Ya no había vuelta atrás para aquella mutilación del templo que era su cuerpo.
Siguieron por las orejas. Una por una. Su cuerpo ya veía evidentes signos de cansancio físico y agotamiento, pero no se les veía por la clara intención de parar. El olor a sangre estaba esparcido por el ambiente, y el resto de su cuerpo, estaban por el suelo y por los documentos esparcidos en la mesa, con salpicaduras de sangre y algún que otro resto humano.
—Vas a pagar con varias vidas lo que has hecho —dijo, agarrándole por el pelo y haciéndole gritar.
Esta vez, cogieron unas tenazas. Diente a diente, siguieron su macabro espectáculo: primero un canino, luego un molar. Lo estaban despiezando poco a poco, extremidad por extremidad, a medida que se desmayaba y lo hacían volver en sí.
Era un hombre de fuerte constitución.
—Inyéctale adrenalina, que su corazón no baje el ritmo —dijo el Chino, con expresión sombría.
Diente a diente cada resonar de sus gritos inundaron la sala. Estaba con dos manos como muñones; y las orejas, no estaban en su sitio: había dos curvas sangrientas en ellas, con la boca por debajo escupiendo cuajarones de sangre. Sangre muy roja.
—Ya me he cansado de esto —dijo, con seria determinación—. Ya adivinaré dónde está el dinero.
El Chino metió la mano en su cazadora para sacar una nueve milímetros negra. Se acercó adonde estaba él, reducido a una nada lastimera, sumida entre el llanto y el dolor, poniéndole el arma en la frente y apretando el gatillo. Saliendo los sesos en todas las direcciones.
Todos se quedaron mirando la escena en un minuto de silencio. Cogieron la cartera y empezaron a sacar todo.
—Jefe, miré esto —dijo uno de sus secuaces al Chino.
En sus manos sostenía la fotografía que no sacó de la cartera. Eran dos hermanos gemelos, uno de ellos muy divertido y lleno de vida, y el otro, incapaz de sonreír, con expresión sería y muy callado y de constitución más fuerte. Detrás de la fotografía, escrita con una caligrafía grande y angulosa, decía: siempre ha sido divertido el suplantar tu identidad en momentos de necesidad o por mera diversión, Dave; solo uno de los dos sabe la verdad del otro, cada vez que nos cambiamos la identidad.



YUBRASKA HERRERA DIAMÓNT

(Caracas, Venezuela, 1980) Su nombre completo es Yubraska del Carmen Herrera Diamónt. Reside en Barquisimeto (Lara), Venezuela. Profesora especialista en Castellano y Literatura egresada en 2004 de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL-IPB), Magister Scientiae en Literatura Latinoamericana por la Universidad de los Andes (ULA-NURR), Trujillo (2012), en la actualidad estudia doctorado en Letras en la ULA-Mérida.
Tiene publicaciones en colectivo en Venezuela y España, escribe para la revista digital “LetraMujerRevolucionaria”, es miembro del equipo editorial de la revista digital Dissertare del Decanato de Ciencias y Tecnología (UCLA-DCyT). Se desempeña como docente contratada en el Decanato de Ciencias y Tecnología de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA-DCyT).

Más de sus obras y trayectoria en los números 82 y 84 del Suplemento de Realidades y Ficciones (ver ÍNDICE DE SUPLEMENTOS, o por su apellido en ÍNDICE DE AUTORES, en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/).
Realidades y Ficciones – Revista Literaria ha publicado un artículo de esta escritora en su número 39 (ver ÍNDICE DE REVISTAS en http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/).



KEFA
Yubraska Herrera ©

Mi corazón es un Frankenstein cosido a retazos de amor,
es todo cicatrices…
Su fealdad inocente busca la extinción.
Me alejo, intento arroparme al fuego.
Tengo frío y soy una kefa.
Roca con alma, roca que muere.
Se congelan mis sentidos.
Lloro fuego congelado.
Kefa sintiente,
taquicardias en tu mirada célibe, anhelante…
Con esta roca construye tu templo…
Un templo de amor con nuestros pechos.
Tu voto perpetuo quiero ser.
Soy Kefa con grietas Frankenstein…
Agujeros en ti,
Cicatriz hirviente mi pecho…
Pisadas hacia el olvido…


PROMETEA DEL AMOR
Yubraska Herrera ©

Extraño el amor que no fue,
Te hago mito…
Especie en extinción, yo Prometea del amor.
Bebo la ambrosía de tus besos…
Me pierdo en la telaraña de tu piel.
Robo tu néctar…
Siento tu ser… ¡Ah!
¡Despierto!
Es devorado mi corazón…
Soy Prometea del amor…


ESTE AMOR
Yubraska Herrera ©

Este amor bonito que solo el alma sabe.
Este amor sin tacto, sin prisas, sin sexo.
Este amor silente.
Este amor desprendido.
Este amor que besamos con la mirada…
Y acariciamos con cada suspiro.
Se sonrojan nuestras palabras…
Hoy no amor, en otra vida quizá…
Tú seguirás pensando que el chocolate debe saber a mí.
Yo seguiré pensando que el café debe oler a ti.
En cada encuentro leerás en mi cuello
El código cómplice de este amor que siente
Intensamente, en la luz, en lo divino…



SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 86 – Junio de 2020 – Año XI
ISSN 2250-5385
Exp. RE-2019-93065686-APN-DNDA#MJ del 15/10/2019, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.

Propietario y director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:



Colaboradores

Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 78:



Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
 @mon_villarreal
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:



El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite ÍNDICE DE AUTORES.

 @RyFRevLiteraria

 @RyF_Supl_Letras

Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.

"Realidades y Ficciones"
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm