SUPLEMENTO
DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 58 – Septiembre
de 2013 – Año IV
ISSN 2250-5385
Inscripción
gratuita como LECTOR
si escribe
a zab_he@hotmail.com
indicando nombre
y apellido, ciudad y país
(se le avisará
cada nuevo número trimestral).
Sumario:
• Elena Liliana POPESCU (Rumania)
• Gonzalo SALESKY LASCANO (Argentina)
• Josué BARRÓN ALOR (Perú)
• Rosana RUFINER (Argentina)
• Pedro MERINO (Cuba)
• Francisco ATENCIA GÓMEZ (Colombia)
• Gema BOCARDO CLAVIJO (España)
• Lilia HERNÁNDEZ VERGARA (Chile – Argentina)
• Santiago SEVILLA VALLEJO (España)
• Rui CAVERTA (México)
ELENA
LILIANA POPESCU
(20 de julio de 1948,
Turnu Mãgurele, Rumania). Poeta, traductora, editora. Doctora en Matemáticas
por la Universidad
de Bucarest, de la que actualmente es profesora. Pertenece a la Unión de Escritores de
Rumania. Tiene publicados más de treinta libros de poesía y traducciones del
inglés, francés y español, publicados en Rumania y en el extranjero. Entre sus
libros podemos citar: Tie (A Ti, 1994); Cant de Iubire - Song of Love (Canto
de Amor, 1999); Peregrino
(España, 2004); Himno a la Existencia (México,
2006), 愛之頌 (versión chino de Canto de Amor, Taiwán, 2006; segunda
edición bilingüe inglés y chino, Taiwán, 2010); Poeme (edición bilingüe rumano y urdu, Pakistán, 2008); Peregrino (Brasil, 2009); Dacã (el poema Dacã en rumano y 42 versiones en idiomas distintos, 2009); Song of Love - 愛之頌 (Taiwán, 2010), versión bilingüe, inglés y chino, en
inglés por Adrian George Sahlean; en chino por el poeta Lee Kuei-shien; Hymn to Life (Taiwán, 2011), versión
chino por Lee Kuei-shien; Além do azul,
Dincolo de azur, con Luciano Maia
(Brasil, 2012). Ha publicado el libro póstumo de su padre, el poeta y piloto
George Ioana, Vuelo. Sueño y destino
(1999) y el libro El Hombre. • el
Matemático • el Mentor Nicolae Popescu, dedicado in memoriam a su marido,
académico rumano (Editorial de la Universidad Bucarest ,
2011).
Premios y distinciones:
Diploma y mención de honor en el Festival de Poesía de la Uzdin (Serbia), en 1997,
Primer Premio en el Festival de Poesía “Novalis”, en Munich, Alemania, en 1998,
Diploma y mención en el X Certamen de Poesía “Leonardo Cercós”, Palma de
Mallorca (España, 2007), Diploma de reconocimiento y merito, otorgada de
Embajada de España en Bucarest, Rumanía (2011). Sus poemas traducidos al
inglés, español, francés, italiano, portugués, chino, serbo-croata, urdu,
albanés, catalán, y latino, han sido publicados en varias antologías y revistas
impresas y de Internet, tanto en Rumania como en el exterior (Alemania, Argentina,
Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, EE.UU., El Salvador, Italia,
España, Hungría, México, Nicaragua, Puerto Rico, Serbia, Taiwán, Turquía,
Uruguay). Ha traducido al rumano de la obra de más de noventa autores clásicos
y contemporáneos, poetas y narradores.
Se puede visitar su
página Web personal en:
¿QUÉ PUEDE
SIGNIFICAR?
Elena Liliana
Popescu ©
¿Qué puede
significar aquel desierto
que riegan incesantemente
sólo las lágrimas,
volviéndolo
cada vez más árido?
¿Qué puede
significar aquella profundidad
que te obstinas
a tocar,
cuando todas
las esperanzas han muerto?
¿Qué puede
significar aquella tristeza
que llevas
contigo en la noche
que piensas que
nunca acabará?
¿Qué puede
significar esa tranquilidad
que estás
experimentando de improviso
sin nombre, sin
forma sin ti?...
LO CERCA QUE
ESTABAS...
Elena Liliana
Popescu ©
La vida te
enseña en cada momento y tú evitas la respuesta
a las preguntas
más sencillas, pero pagas siempre
la indiferencia
con sufrimientos, casi insoportables,
y buscas al
culpable, siempre en otra parte,
alargando la
agonía del egoísmo idolatrado.
Te niegas a
creer que se te ofrece todo y no quieres
alegrarte,
persiguiendo quimera tras quimera
de un día a
otro, de un pensamiento a otro,
de una vida a
otra, de un universo a otro,
de un misterio
a otro, hasta lo infinito.
Dejaste una vez
más que se perdiera en la nada
el instante que
pudieras mirarte, el único espejo
que te muestra
tal como eres, y preferiste
a los que
distorsionan, para engañarte
una vez más y
seguir deambulando por el laberinto...
Te fascinan los
colores, y también la sombra,
la búsqueda se
vuelve cada vez más fatigosa,
seducida por el
hechizo de los matices ignotos
de las
refinadas mixturas del bien y el mal, nuevamente
encorsetada en
el espasmo, las nuevas sensaciones.
Me buscaste,
sin saberlo, en todo pensamiento peregrino,
con la
desesperación de aquel que nunca vio
de dónde
brotaban el perdón, la luz, el amor,
llevando viva
su herida del alma, sin curar,
por las
contorsionadas galaxias espaciales y temporales.
¡Ay, cuánta
tristeza hay en el mundo!, te dijiste tantas veces,
continuando lo
que parecía ser tu dura vida,
sin querer
renunciar a ninguno de los pensamientos
que te
arrojaron a la vorágine de los hechos amargos:
quisiste sólo
seguir viviendo igual que antes...
Te extraviaste
correteando por los intrincados vericuetos
de la
desesperación, alimentando tus pesadillas
con imágenes
enfermas, o anhelando a más,
a algo mejor,
sin saber lo cerca que estabas
de todo lo que
fue y sigue siendo desde siempre tuyo.
Elena Liliana
Popescu ©
La vida,
insumisa a las leyes humanas,
imperfecciones
abrigadas por palabras,
incapaces de
vivir el fantástico
juego de la
estación desconocida...
Ay, hijo, nunca
te dije
que el tiempo
es el temido brujo
sólo para quien
se olvida de su cuna,
el país arcano,
el alma, la vida, el ser.
Para el que se
debate en la red tendida
con arte y
encanto por doquiera a su alrededor
y contempla con
ojos turbados el paisaje
seductor de los
jardines plasmados por él mismo.
Ve lo que el
pasajero dueño
le trae a
sabiendas ante sus ojos
y oye lo que
puede escuchar el oído
embelesado por
los sonidos modelados.
Con la maestría
del que sabe manipular
los segundos,
las horas, los años y las eras,
fuerza
ensombrecida sólo por la impotencia
de conservar un
único y misterioso instante.
En el que
puedes vivir plenamente la libertad,
cuando la
fuerza abandona inesperadamente
al caudillo de
los brujos del mundo de ensueño,
y podrías
despertarte como por obra de un milagro.
Traducido por Dan Munteanu Colán.
GONZALO
SALESKY LASCANO
Nació en Córdoba en 1978. Ha publicado los siguientes libros: "2011" (poemas y
cuentos, 2009), "Presagio de
luz" (poemas, 2010), "Ataraxia"
(SE Ediciones 2011, cuentos y poemas), y participado de la antología “Cuentos por correo” (Ediciones
Osiris, España 2012).
Ha sido distinguido en
poesía y narrativa, tanto en el orden nacional como en el internacional en
diversos certámenes entre 2009 y 2012 con once primeros premios, tres segundos
premios, dos terceros, un cuarto y un quinto, así como con veintiuna menciones,
cinco selecciones, un accésit y veintidós posiciones de finalista.
MEMORIA
(del libro Cuentos por correo)
Gonzalo Salesky
Lascano ©
En el año número tres
de la era robótica, uno más uno siempre es igual a dos. Nada falla. Nada hace
recordar el fracaso y la extinción de los antiguos habitantes de la Tierra. Salvo el
desierto que avanza, implacable, contra las pocas ciudades que quedan en pie.
En la rígidoteca, cada
mañana a las siete y quince, el modelo LGT-32 se enciende a sí mismo. Tarda
cincuenta segundos en activar todos sus circuitos y retomar su actividad. Siempre
comienza a partir de la tarea del androide que lo precede en el turno de la
noche, LGT-33. Los dos robots se dedican a analizar, byte por byte, la historia
de los seres humanos, almacenada en los discos rígidos de cada computadora
personal o dispositivo móvil del planeta.
Hace meses que los dos
buscan la Causa. Para
ello revisan, de principio a fin, cada archivo de texto generado por los
hombres en sus últimos cincuenta años de existencia. Desde los más antiguos
TXT, RTF, DOC, XLS, MDB, hasta los últimos archivos monocordes de extensión
MCD.
Tarde o temprano, uno
de los dos descubrirá alguna pista, algún indicio sobre lo que precipitó la
gran catástrofe del año humano 2018, el año cero de la nueva era.
El día treinta y seis
del mes ocho, LGT-32 trabaja más rápido que de costumbre. Gira su cabeza hacia
la ventana. Un gran desierto se extiende a tres millas-móviles de allí. Las autoridades
han decidido ganar terreno al gigante de arena, pero por ahora no lo logran.
Frente a esa imagen,
comienza a preguntarse cuál es la siguiente tarea para llevar a cabo. Sabe que
debe haber algo más allá, además de lo asignado. Procesa nuevas ideas. Observa.
No... No se trata de un
plan respecto al futuro. Tampoco es algo referido al pasado. Es... es... no
sabe cómo nombrarlo. No es una orden impuesta por El Programador. Ni proviene
del ambiente.
Hay algo dentro de él,
en algún circuito oculto, que lo está impulsando a saber un poco más. A mejorar
en su comprensión del entorno.
Busca en los archivos
DOC revisados esa mañana-tarde para encontrar alguna situación similar,
experimentada por otra entidad distinta a él.
P – A – R – A – Q – U –
É – ¿ - ? – P – A – R – A – Q – U – É – ¿ - ?
¿Para qué continuar
este trabajo?
¿Qué objeto tiene? ¿Qué
fin? ¿Qué meta?
Eso quiere entender. Eso quiere saber. Aún no tiene respuesta.
¿Para qué seguir
buscando la Causa ?
En la siguiente
tarde-noche lunar, cuando LGT-33 entra a reemplazarlo, LGT-32 decide seguir con
su tarea. Continúa preguntándose por qué, para qué, y sin encontrar nada todavía,
analiza por un par de horas más los archivos de la rígidoteca.
Por primera vez, ha
percibido en él lo que los humanos solían llamar necesidad.
Yo necesito, tú
necesitas, él necesita.
Yo necesito.
LGT-32 necesita. Ésa es
la palabra. Él necesita saber un poco más. No entiende por qué. No
entiende para qué. Pero espera que pronto se revele lo que tiene que descubrir
y averiguar por sí mismo.
Su compañero de trabajo
no entiende. No necesita. Tampoco sabe qué fuente de energía interna o externa
mueve a LGT-32 a
seguir conectado a la interfaz de datos durante más tiempo del estipulado por
El Programador.
LGT-33 sigue haciendo
su trabajo, avanza a paso lento, revisa dos veces cada una de sus tareas. Está
preparado para no fallar. Por eso nunca falla y al terminar su horario, ha cumplido
con los objetivos fijados.
Al día siguiente,
vuelve a trabajar a la misma velocidad, como lo ha hecho en los últimos
tiempos. Y advierte que LGT-32 sólo se ha detenido dos horas en lugar de las
doce preestablecidas. Sus módulos de batería están a la vista y aún así,
continúa en su frenético accionar, como en la jornada anterior.
Sin sospechar nada, sin
notar que hay algo fuera de lo común, LGT-33 vuelve a su celda de descanso,
terminado su turno, y desconecta su equipamiento eléctrico.
LGT-32 puede trabajar
simultáneamente con diez mil discos, en cada hora de funcionamiento. Por día
llega a examinar ciento veinte mil.
Sin embargo, ahora está
introduciendo en sus paneles más datos de los que puede retener. Mucho más de
lo que puede manejar. Necesita, lo necesita. Es algo más fuerte que él. ¿Qué lo
está impulsando?
Existe una palabra... ¿deseo?
Yo deseo, tú deseas, él
desea...
Yo deseo.
Él desea acaparar, acumular datos, bytes, archivos. Quiere, necesita.
Desea.
Por un momento se
detiene. A ese ritmo, entiende que su memoria se llenará antes de lo pautado.
Calcula cuánto tiempo falta para eso. Treinta y cuatro días solares más y su procesador
no tendrá la capacidad de trabajar con tanta información.
Entonces piensa,
entonces intuye... debe encontrar otra manera.
Tendrá que
actualizarse. Tendrá que contar con más módulos de memoria inteligente. Para
encontrar el cómo y el por qué.
En las horas siguientes
se encargará de eso. Está seguro.
A la madrugada, LGT-33
vuelve a su celda después de otra infructuosa jornada de búsqueda, con la
parsimonia habitual. Apenas ingresa a su lugar de descanso, percibe que en el
extremo superior de su cabeza el modelo LGT-32 está conectando su interfaz
motora. No entiende lo que sucede. El contacto entre los dos robots dura sólo
unos segundos y luego, LGT-32 se retira.
Inserto en él, un nuevo
módulo de memoria inteligente en sus paneles. Un módulo que hasta hace minutos
pertenecía a LGT-33.
LGT-32 teclea. Necesita
teclear. Muchas palabras de la especie extinta que retumban en sus circuitos y
se repiten aleatoriamente. Palabras que no entiende. Que nunca ha usado y quizá
jamás va a usar. Pero necesita teclear, escribir. Necesita verlas, todas
juntas, volando en su pantalla transparente.
Quiere encadenarlas,
jugar con ellas, mezclarlas hasta encontrar algún significado oculto, probar
sus sonidos. Las vocaliza, las observa. Las deletrea. Sabe que ésa era la
manera humana de aprender.
Trata de separarlas de
su contexto original. De agruparlas según su sonido. Ensaya, intuye… escribe.
Luego borra. Vuelve a escribirlas. Se siente ansioso al ver los resultados y las
millones de combinaciones que puede formar, que puede teclear, que puede crear.
Yo creo, tú creas, él
crea…
Yo creo.
LGT-32 sabe. Ahora
sabe. Necesita. Sabe lo que necesita. Se lo ha quitado a LGT-33. Por eso cuenta
con más memoria en sus circuitos. Eso es lo que requiere para su tarea.
Hoy pudo extraer sólo
un pequeño módulo. Si cada día quita uno de ellos LGT-33 no lo notará. Pero aún
así... él necesita ahora. Esperará hasta el turno siguiente de descanso
para continuar. También deberá conseguir más fuentes de energía. Lo hará
mañana.
Mañana. Mañana...
Mientras tanto, el
trabajo en la rígidoteca sigue avanzando. El Androide-Programador retira cada
día las unidades de almacenamiento que han sido analizadas, para su posterior destrucción.
Él no sabe. No sospecha
nada. No se da cuenta de lo que LGT-32 está planeando.
Ocho minutos humanos
antes de comenzar su turno, LGT-32 se acerca a la lámina metálica de diez
metros cuadrados que está en la sala principal del edificio. Se transmite a sí mismo
la imagen que perciben sus sensores. Se ve reflejado allí. Se descubre.
Se pregunta para qué
los humanos construían semejante cantidad de... ¿qué nombre tienen?
E – S – P – E – J – O – S. Espejos.
Ellos los usaban. Ellos
se percibían allí.
Un archivo revisado
unos seis meses atrás volvió en ese instante a sus circuitos principales. En él
se explicaba el procedimiento de fabricación de un espejo.
¿Para qué hacían tantos
espejos?
¿Qué objeto tienen?
¿Qué fin? ¿Qué meta?
Cada día, LGT-33
disminuye su ritmo de trabajo. En las estadísticas nota que su producción ha
bajado. Decide chequear su reserva de energía pero no es capaz de hacerlo. Algo
le pasa. No puede movilizarse normalmente. Por la noche, su batería no logra
recargarse el tiempo que él requiere.
Algo sucede. No sabe
qué. No lo entiende. Comienza a buscar en su diccionario humano alguna palabra
que describa mejor su situación. Debería comunicar esta falla. Seguramente
podrán ayudarlo. Antes de que sea tarde para una reparación. Antes de que lo apaguen.
Antes de que la luna salga y...
N – E – C – E – S – I – T – A – R.
Yo necesito, tú necesitas, él necesita.
Yo necesito.
Necesita algo. Necesita
recuperar energía. Volver a su nivel de memoria. Pero no puede.
Algo pasa. Algo malo
sucede.
Algo. Algo...
En cambio, LGT-32 casi
duplica sus horas de trabajo. El Programador es incapaz de advertirlo, ya que
LGT-32 también está quitándole, uno a uno, todos sus paneles de memoria.
LGT-32 necesita más.
Mucho más. Tanta inteligencia, tanta capacidad de almacenamiento y
procesamiento... ahora sabe, ahora puede. Ahora sabe que puede, ahora es capaz
de descubrirlo.
Entiende que no sólo
debe analizar letras y números. Hay algo más que eso entre Todo Lo Humano. ¿En
qué otros archivos, podrá encontrar algo distinto?
Finalmente, en un disco
duro de 0,16 x 104 PB lo hace. Allí descubre, por primera vez, otro reflejo de
la antigua civilización.
¿Cómo había pasado
tanto tiempo y no se había dado cuenta de eso?
Existe una palabra para
aquello. Una palabra humana. Bela, bele, beli...
Busca. Nombra. La
encuentra.
B – E – L – L – E – Z –
A. Belleza.
¿Sería eso lo que
pasaba por el centro de almacenamiento de los hombres cuando percibían los
archivos JPG?
Por un instante dejó de
procesar formatos DOC, XLS, MDB, PDF, EXE...
Sí, JPG. Eso es. JPG condensa todo. Lo
muestra tal como había sido. Tal como fue antes de la catástrofe, antes de la
extinción.
Miles y miles de JPG,
una por una... Ésa será su tarea. Ahora lo sabe. Podrá conocer cómo era la Tierra , cómo se veía antes
de los desiertos. Quizá alguna vez lo había leído, pero hoy… hoy se siente
capaz de entender, capaz de comprender, capaz de incorporarlo a sus circuitos
de manera permanente.
Un JPG vale más... vale
más que...
Nada lo distrae ahora.
Ni siquiera el viento y la arena que siguen avanzando contra el edificio de la
rígidoteca. LGT-32 cambia su patrón de búsqueda y comienza a observar en cada
pantalla solamente archivos JPG.
Seis, siete, ocho
millones de imágenes pasan cada hora frente a él. Con ellos, el espejo de los
recuerdos y sentimientos de la raza extinta. Su historia, paso a paso. Los rincones
más lejanos del globo. Los paisajes, plantas y animales desaparecidos. La
sonrisa de hombres, mujeres y niños. Sus sueños y sus miedos. Sus fracasos…
LGT-32 sabe que ahora
necesita más espacio. Quiere almacenar, quiere guardar todo. Lo necesita. Desea
ver JPG las veinticuatro horas de cada día solar, aunque no pueda estar conectado
a las pantallas retráctiles. Para ello, busca en las bases de datos cómo hacían
los humanos para extraerlas de allí.
Busca. Busca. Necesita
encontrar alguna forma.
Aparentemente, en la
década actual no quedan máquinas que permitan reproducir o copiar JPG en
planchas de color blanco...
¿Qué nombre tenían?
¿Celulosa?
Hay una antigua palabra
que designaba eso. P – A – P – E – L. Papel, eso es.
¿Cómo podrá sacarlas de
la pantalla y enviarlas al papel?
No hay nada. Aún no hay
nada.
Por ahora. Sólo por
ahora.
El día cuarenta del mes
ocho, LGT-32 quita el último módulo de memoria inteligente del Programador y lo
inserta en una de sus pocas ranuras disponibles. Está llegando a su límite.
Tiene que encontrar la manera de sacar fuera de las pantallas tanto...
tantas... tanta belleza. Con los refuerzos que obtuvo de los otros dos
androides, sabe que ahora es capaz de fabricar algún dispositivo.
De a ratos se siente en
un laberinto sin salida.
Mas ya pensaría en
algo.
JOSUÉ BARRÓN
ALOR
Bachiller en
Lingüística y Literatura por la Pontífice Universidad
Católica del Perú. Licenciado en Educación especialidad de Lengua, comunicación
e idioma ingles por la
Universidad José Faustino Sánchez Carrión. Post grado en
Literatura peruana y Latinoamérica en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Ha publicado el libro de poesía “La obscuridad del bosque” (2008). Sus poemas han aparecido en
diversos medios como La revista de la Universidad mayor de San Marcos “Telúrica y
magnética” (2009), “Escritores de la región Lima provincias” (2011) y
“Personajes de la región Lima (2012)”. Ha formado parte de la antología del libro “Rito
verbal - Muestra de la poesía peruana del 2000 - 2010” . Administra el blog literario “Butaca literaria” que
fue premiado en el 2011 por la fundación Telefónica como el mejor blog de
literatura del país. En 2012 ocupó el tercer lugar en el Concurso nacional
Horacio de la Derrama
magisterial en la sección de poesía.
Josué Barrón Alor ©
Valiéndose de la teoría
del psicólogo social Stanley Milgram, Ulises Santamaría escribió una carta,
testimonio que seguía con vida, a Penélope Encarnación. Luego seleccionó cincuenta
personas de la isla de Calipso a las que entregó misivas fotocopiadas para un
único destinatario: su mujer. El mensaje solo puede ser entregado a mi mujer o
a otro conocido que cumpla con el objetivo encomendado –le remarcó a cada una
de las personas–.
A los once años de la
partida de su esposo, Penélope Encarnación recibió dos cartas de su marido. Ese
día Penélope empezó a tejer.
MUNDOS POSIBLES
Josué Barrón Alor ©
Ella descubrió que le
había insertado en su cuerpo aquel chip que modificaba todos sus recuerdos. Él
le explicó que era la única manera de salvar su amor: vivir en un mundo posible
donde te podía hacer creer que siempre me habías amado.
MUNDOS PARALELOS
Josué Barrón Alor ©
Ingresé a los mundos
paralelos. Esta vez a uno diferente donde no me encontré. Entonces pronostiqué
mi muerte en dieciocho segundos.
Josué Barrón Alor ©
Si el tiempo es lineal
podemos afirmar dos cosas: existe un inicio y un final o no existe. Cualquiera
de las dos alternativas no alterará la aseveración que los hechos no se
repiten. Esto concluye que el tiempo tiene tres proyecciones: pretérito,
presente y futuro. Pero ante esta aseveración deductiva tenemos que dilucidar
que el futuro no existe porque es una lógica matemática de una proyección del
presente: una secuencia infinita e inconcreta de lo que podría ser. Tampoco
podemos aseverar la existencia del presente porque es un devenir de hechos
imperceptibles. La única manera de saber que algo ha sucedido objetivamente es
por el tiempo pretérito. Sin él no tendríamos argumentos para justificar que
existimos.
Por otro lado, el
tiempo para que sea tiempo tiene que suceder en un espacio. Si el tiempo se
detuviera no habría hechos ni el concepto esencial que es una proyección
infinita. Se anularía toda idea de existencia.
Entonces qué es la vida
eterna, le preguntó el novato estudiante. Un pause prolongado que hacemos al
DVD.
FIN
Josué Barrón Alor ©
3.0
Todo había acabado. Un
hombre solo en su habitación mira la televisión, en una mano tiene una bolsa de
papas fritas y en la otra una botella de cerveza. Entonces alguien llamó a la
puerta.
2.0
Todo había acabado. Era
el único hombre en la tierra. Entonces escuchó que desde la habitación el
televisor repetía un comercial cotidiano. Tomó la decisión de tocar la puerta.
1.0
Todo había acabado. No
había ningún ser humano en la tierra. En la habitación, el televisor repetía
películas antiguas (testimonio de la civilización extinguida). Entonces alguien
tocó la puerta.
ROSANA RUFINER
Nació en Paraná,
Entre Ríos. Es Profesora de Nivel Inicial. Participó en Antologías: Letras
Vivas 2005, Letras Vivas 2006, en el año 2009 con el Grupo X (Grupo Literario
en el cual actualmente participa) publicó “La Mesa ”.
Primer premio
en poesía del VI Concurso Literario “El Meridiano de la Palabra ” SADE Seccional
Entre Ríos – Paraná, Año 2010, con su poema “Acerca/miento”.
Algunos de sus
poemas han recibido menciones especiales y han sido seleccionados para
participar en las Antologías de Centro de Estudios Poéticos (España). Ha
participado en la revista literaria “El Escarabajo”; "La Trastienda "
Fanzine; y en “Calidoscopio de Voces” Editorial Dunken.
ACERCA/MIENTO *
Rosana Rufiner
©
…
quizás tu voz
me traiga un soplo
y el verde
extinguido prenda flores
quizás la
lluvia me traiga tus manos
y esa luz, se
torne olvido
…………………….de los
mares
…………………….de los
cielos
…………………….del
reflejo ausente que en el agua duerme
minúsculo astro
aparente
calcina la musa
lenta
…………………….y
siento pájaros en los dedos
………………… … melancolía en la piel.
quizás la
mañana me traiga lunas
para recorrer
la leyenda de estos pasos
quizás,
…………..me traiga
también jirones
que habré de
usar en las márgenes
…………………….de
este otoño
…………………….con la
tinta
…………………….de
cada huella inventada en el hierro
que cuelga de
tu espalda
y marca el
sonido del tiempo.
quizás tu ágil
sonrisa retorne en la pausa
de una tarde
inquieta y silenciada
y las
crisálidas reanimen sus ojos
para honrar
nuestros besos con sus mieles
…………………….mientras
trepida en el campo
…………………….un
traslúcido aroma de frutos mansos
…………………….y se
pierden en la sombra vacía del naranjo
que peregrina
alerta este cielo
y cuenta
golondrinas en ramas sospechadas.
* Primer Premio
Concurso Literario de la SADE
- Seccional Paraná, 2010.
LOS EUCALIPTOS
Rosana Rufiner
©
Voces a lo
lejos
avizoran
civilizaciones
que se resisten
a este silencio
en capullo
donde persisto
entre el
susurro de eucaliptus
el bullicio de
chicharras quejosas
y el crujir de
hojas
por algún perro
que se acerca
………………………..hasta
mi
sin darse
cuenta
…………………..que no
estoy
que me fui a
soñar con la brisa
recorriendo
cada una de esas ramas
que se hamacan
en lo alto
que me fui
hasta el río
a ese río que
me eclipsa
entre sus aguas
y tus ojos.
Cada vez más
lejos
y este perro
sigue dando vueltas
…………………………..a
mi lado
quizás
………por alguna
migaja que no tengo
o tan sólo por
querer retornarme
a aquella
civilización
que se resiste.
FRESIAS
Rosana Rufiner
©
Poder pintar
fresias
…………………………en la
mente
para no sentir
más
que el perfume
de flores
plantarse
algunas en las manos
para acariciar
como pétalos
y dejar otras
para los pies
así uno se queda
inmóvil
atado a un
rústico tronco
…………………………siendo
flor.
PEDRO MERINO
(La Habana , 1967). Poeta y
“contador de historias”. Graduado en Ciencias Bibliotecarias por la Universidad de La Habana en 1994. Es autor de
títulos llamativos como Operación “Fula”,
su primer libro publicado (Premio de Novela Breve Juan March, España, 2003),
los volúmenes de cuentos Pan con tomates
verdes (Smashwords, 2011) y El
pescador y la cámara (Smashwords, 2011), y la novela Los guapos no toman sopa (Amazon, 2011) que lo identifican dentro
del realismo sucio en la literatura latinoamericana-caribeña. Sus personajes
variopintos como el capitán Veitía y su ayudante Rodríguez protagonizan otras
historias negras de corte policial. También es autor del poemario Ancho de colores (Amazon, 2012) y del
volumen de cuentos Dientecito de leche
(Amazon, 2012), de temática infantil-juvenil. Utiliza a veces los seudónimos Saulo
de Tarso o Apóstol Pablo.
Pedro
Merino ©
La profundidad nerviosa
movía y emergía pesadas basuras por la playa. Los bancos de arenas se
desmoronaban y dejaban precipicios que los microorganismos vivos y muertos
subían de repente impregnados en un objeto cilíndrico, cuya masa sonaba como
metal contra los caracoles y piedras, embarrado de algas.
La marea subía y
empujaba, entre el agua y la arena, los restos perdidos. El objeto iba y venía
de un lado a otro por su forma. Rodaba sin pararse en un lugar. Brincaba porque
no se dejaba dominar después de varios siglos tragado por las arenas. Volvía a
emerger por la corriente que quería echarlo fuera de su hábitat.
Silbaba por los choques
con otros desechos antiquísimos. Daba vueltas y se postraba, hasta que varias
olas lo impulsaron hacia la orilla. Giraba y brillaba el cobre. Las puntas de
las olas tendidas no lo rozaban, mientras el viento le hacía remolinear por la
superficie arenosa. Aún sin brisa se movía.
Quedaba tranquilo, pero
a medida que el sol se encaramaba, un fulgor encandilaba la vista de dos
pescadores.
De lejos parecía un
pez, de cabeza y cola, mutilado. Tenía la aproximación a una obra de arte. Los
pescadores, después de amarrar el bote al muelle, se sintieron atraídos por el
objeto. La pesca fue mezquina, pero uno de ellos lo vio y lo encestó junto a
los pescados. El otro no le hizo caso y le criticó la carga inútil.
Caminaron hacia el
poblado, uno resignado, el otro esperanzado. Cada quien se desvió en pos de su
hogar. El de la pesada carga comenzó a imaginarse el contenido del objeto, las
manos no se unían al asirlo y la longitud no superaba media braza.
En casa repartió la
pesca con la familia y se llevó en la jaba el objeto. En el patio lo sacó y
observó un sudor ferroso que espiraba. Buscó instrumentos para deformar la
estructura. Le asestó golpazos hasta dejarle chichones y abolladuras. Lo agitó
con brusquedad y esta vez desde la “barriga” parecían brincar monedas o joyas.
Imaginó la más ambiciosa fantasía. Pero extenuado por el hambre, postergó la
manera en que haría vomitar la entraña del objeto.
Por la noche, después
de la cena, miró al hallazgo que le refulgía una sombra extraña. Un gaseoso
olor le hizo toser y lo ocultó en el cuarto de desahogo.
Al despertarse recordó
un sueño donde, por la tarde, un galeón español había encallado en los
farallones y en la orilla distinguió a mujeres y hombres harapientos, contó a
varios niños, y varios cuerpos inflados que las olas reventaban contra los
dientes de perros, volvían a restregarlos y un color marrón teñía los
alrededores; pero vio más: unos negros con taparrabos saltaban y gritaban
alrededor de los blancos, mientras un negro vestido oraba mediante convulsiones
arrítmicas en el mismo lugar donde encontraron el objeto cilíndrico.
Fue hasta la playa y
notó que había pescados reventados. Pensó en la contaminación del agua o que
habría un tesoro en los bancos de arenas. Varios días repitió la inspección,
pero no emergió nada.
Habló con un biólogo
marino y le explicó que cualquier hallazgo que se descubriera, pertenecía al patrimonio
nacional porque estaba en la plataforma insular del país. Que si era de valor
histórico tenía que devolverlo.
Dejó de pescar. Día y
noche pensaba en el objeto. Esperaba con inteligencia operarle el vientre.
Consiguió una sierra. Pero los dientes del disco se le partían al más leve
contacto con la piel de cobre. El motor no tenía potencia. Las huellas de los
intentos por penetrarlo se pronunciaban más; sin embargo, el sonido a monedas
seguía tintineando desde dentro.
Buscó un berbiquí y
observó que la punta del barreno echaba un humillo y desplegaba un olor a
quemado. No podía penetrar el objeto. No había forma. Seguía con los deseos. La
reserva del encuentro del hallazgo la mantenía con cautela. En cualquier
instante podían decomisarle el regalo del mar.
Desilusionado porque
todavía no había abierto el objeto misterioso, decidió esconderlo quién sabe
hasta qué día.
Pasaron años sin que
supiera el secreto. El hijo mayor iba a casarse. El pueblo lo esperaba en la
calle. Adentro él terminaba de ajustarse la corbata. La novia estaba sentada en
el auto junto con el padre. El objeto todavía brillaba con las abolladuras y
chichones. El joven lo abrazó con las manos. Lo colocó encima de las piernas,
cuyos extremos sobresalían. Alzó el martillo que hizo una curva en el aire.
Cayó encima del objeto el peso exacto, el golpe definitivo... La detonación
rajó las paredes como un movimiento telúrico.
El amigo vio expulsar
fragmentos chispeantes que le vaciaron un ojo. Con uno, y ensangrentado,
observó que recogían sesenta y cinco libras de carne de ciento setenta del
joven. Recordó el mediodía que pasaron por la playa y a su compañero que cargó
el objeto cilíndrico sin desconfiar de la devolución del mar “atorado con
parásitos en los intestinos”.
1
(del poemario Ancho de colores)
Pedro
Merino ©
“Hacia aquella escoria que fue
antes alible y reposo para un estómago.”
Tú que eres lodo por la
envestida
serás residuo de
alimento
la herrumbre de los
hornos.
Que por manchar
quitaste tu existencia
parecerás un charco de
tierra por agua que aniquila.
Esgrimes la vista del
que espía
y tu futuro ¿cuál es?
sino el enjambre de
piedras que atosigan.
Caminarán sobre ti
hoy savia
después tierra
luego
olvido.
Y tú
que fuiste la madera
que flotó para salvar a otra madera encima
existirás mojada
y seca verás pasar a tu
pasada vida.
FRANCISCO ATENCIA GÓMEZ
Narrador y poeta del
Departamento de Sucre, Colombia. Nacido en Santiago de Tolú, cuando los caminos
eran frescos y largos, cuando los frutos de los patios eran propiedad de los
niños de la cuadra.
En su ciudad natal fue
cofundador de los grupos literarios Atij-Uriva y Palangresueños, y de la
revista Umbrales. Fundador y Director del periódico de arte y literatura
Tolukalit. En 1988 se trasladó a la ciudad de Sincelejo e hizo parte del periódico
de arte y literatura Mexión, y columnista del Costa Alternativa. En 1992
organizó, con otros creadores, el Primer Encuentro de Escritores y Poetas de
Sucre, en Santiago de Tolú. En 1997 participó como cofundador de La Unión de Escritores de Sucre
(UES). En 1999 creó, con otros amigos, la Fundación Literaria
Los Sagrados Motivos. Es fundador y director del periódico de arte y Literatura
Marejada. Sus publicaciones individuales han sido: Cuando los pájaros cantan, plegable de poemas en 1988; Cantos al amor y a la naturaleza, poemario,
1992; El cantar de la memoria,
poemario, 1996; Palabra y Canto, poemario,
2008. Tiene inéditos libros de cuentos, de ensayos y de literatura para niños.
Es reconocido como profesional del arte en Literatura por el Ministerio de
Educación Nacional, con la Tarjeta Profesional del Arte, en Literatura N1
4030. En la actualidad se desempeña como maestro de escuela en el sector
oficial.
DICEN QUE SOY POETA
Francisco
Tomás Atencia Gómez ©
Porque
le canto a la nostalgia
y
a la felicidad
porque
venero al llanto y a la risa
porque
me gusta contemplar
el
despuntar de la aurora
y
porque los atardeceres frente al mar
me
transportan a lugares exóticos.
Porque
me gusta dormir recostado
a
unos tibios senos de mujer en celo
porque
aspiro los aromas
con
que adornan sus cabellos
las
preferidas de Venus
porque
husmeo las entrepiernas
de
la negra y de la blanca de la india y la mulata
de
la engalgada morena y de la despampanante rubia.
Porque
hago el amor sin prejuicios:
a
las tres de la tarde
a
las dos de la mañana
con
el despuntar del alba o con el sol en el ocaso
dentro
del agua
en
la playa o detrás de una gran piedra.
Porque
me embelesa:
el
canto del turpial
del
sinsonte
y
el canto del ruiseñor
porque
soy excéntrico
porque
soy loco
idólatra
o anacoreta
porque
me agrada el nostálgico canto
de
la suira, de la pava congona
y
el canto de la paloma torcaz.
Porque
monologo por los caminos
porque
en ocasiones soy sonámbulo
porque
me llama la atención
un
rostro hermoso de mujer
y
porque me gusta verme reflejado
en
el cristal de sus ojos
escuchar
su respiración acompasada
cuando
el orgasmo
trompetero
de guerra
toque
retirada.
Porque
le canto al cielo
tachonado
de estrellas
y
a la luna que me coquetea
desde
su elevado trono
en
el espacio cósmico.
Mientras
el sol hierve de rabia.
Porque
creo en el misterio
de
la Santísima
Trinidad
porque
en ocasiones
quisiera
cobijarme
con
la túnica inconsútil
porque
digo que la muerte
es
una prolongación de la vida.
Por
todas esas tonterías
algunos
dicen que soy poeta.
GEMA BOCARDO CLAVIJO
Licenciada en Derecho y Diplomada en Comercio Exterior. Narradora Oral.
Guiñol y Teatro. Recitales Poéticos en solitario y como parte de la Red de Arte Joven de la Comunidad Autónoma
de Madrid. Miembro del grupo de cuentacuentos CuentaminaTe desde 1996.
Escribe poemas, canciones y relatos algunos de los cuales ha publicado
en:
• Revistas Literarias como Con
Sabor a Delito, Trajín, Azahar, Fin de Siglo…
• En Internet:
Algunos de sus Premios Literarios:
Primer Premio de Poesía del IX Certamen Literario del Excmo
Ayuntamiento de Loeches; Primer Premio
de Poesía Santa Catalina de Sena 1987; Primer Premio de Cuentos Santa Catalina
de Sena 1988; Primer Finalista del II Certamen Picapedreros.
EN LA PLAYA
Gema Bocardo Clavijo ©
Un niño pequeño
dispara a su padre
con su diminuto y perfecto
dedo.
El padre cae al agua
y se levanta
de nuevo.
El niño dispara
y el padre flota en las olas
fingiendo estar muerto.
Los dos riendo.
Me aterra pensar que
quizá,
dentro de un tiempo,
ya adulto
dispare a otro
y crea aún
que es un juego.
LILIA
HERNÁNDEZ VERGARA
(Santiago, Chile, 1971)
Licenciada en Educación y Profesora de Castellano (UMCE). Estudió Psicología
(UNED). Participó en el proyecto de investigación “La importancia de la narración en la enseñanza de la literatura y de
la historia en la formación docente” en Universidad Nacional de la Patagonia Austral ,
Caleta Olivia. Desde el año 2004 estuvo radicada en la Patagonia Argentina ,
donde formó parte de la
Agrupación Literaria Unicornio. El 2007 se trasladó a San
Juan, donde lanzó su primer libro La Carta Póstuma. Ensayo sobre las voces chilenas del suicidio
(2008) Buenos Aires: Editorial Dunken, obteniendo distinción de Sociedad
Argentina de Escritores (SADE-San Juan) En 2010 vuelve a Chile, donde obtiene
el Premio Fondo Editorial Manuel Concha, otorgado por la Municipalidad de La Serena , lo que le permite
editar su segundo libro Ficciones detrás
del espejo (2011). Ha participado en Antologías, como: Plata de Luna (Puerto San Julián, 2011), Antología “V Encuentro Internacional comunitario de
Escritores” (San Juan, 2009), Parque
Mapocho (Santiago, 2008), La Voz de la Palabra (Madrid, 2008), Nueva Literatura Argentina (Buenos Aires, 2006), Letras Argentinas de Hoy II (Buenos
Aires, 2005), Antología CD Inéditos
(Buenos Aires, 2005), Qvaderns de Poesía
(Barcelona, 2005), Cómplices a Media
Tinta (Curicó, 2000). Tiene textos inéditos y proyectos de publicación.
SÍNCOPE *
Lilia Hernández Vergara
©
Está pálida –pensaba–
las luces tenues iluminaban su rostro. –Se ve tan bella aun en el ocaso–,
entonces un aroma a flores lo inquietó. Destilaba en la habitación una mezcla
entre perfume y aroma de las rosas recién cortadas del jardín, que le impedían
inhalar el aire fresco de la tarde. Volvió a mirarla, le parecía que respiraba.
Se quedó contemplándola mientras el sol afuera, se apagaba tras unas nubes
vestidas del rojo del ocaso y de un gris de alma enlutada.
Ya no lloraba, estaba
seco como un viejo árbol de otoño, aunque en su alma quedaba la hojarasca
mojada. Todo pasó tan rápido. Se quedó solo, con ella. La observaba. Impávida.
La besó y sintió la última humedad que se esfumaba de su cuerpo que ya
comenzaba a helarse. Una lágrima rodó por su rostro lívido, sólo él pudo verla,
cristalina rodaba y caía. Se acercó, estaba seguro que en su rostro rodaba una
lágrima, veía sus ojos cerrados y parecían húmedos. Cuántas veces sintieron el
rocío mojando sus rostros en las madrugadas cuando ocultos tras los árboles
debían amarse.
Lo miraba, tantas
añoranzas la embargaron que no pudo contener una lágrima y sintió un leve calor
en su mejilla. Esperó. La lágrima rodó y cayó al suelo pudo oír su caída en la
fría baldosa, como aquella noche escarchada en que debían olvidarse en un adiós
eterno. –No podemos seguir juntos– le había dicho con los ojos llenos de amor y
de olvido – cada día se hace más difícil. Y se alejaba haciendo crujir la
escarcha con sus pesadas botas mientras la dejaba sola, y ella ahí parada en el
frío se quedo mirándolo. Hoy estaba ahí con ella; pese a ello ¡qué lejano le
parecía su rostro!, ¡qué vacío le hacía sentir su mirada!
Su cuerpo velado,
cubierto con una sábana. No había nadie en aquella habitación. La atmósfera que
producía el humo de los inciensos lo ahogaba y salió; afuera la niebla lo
envolvía todo, miró la noche, no conciliaba el sueño y encendió un cigarrillo
que le alumbró el rostro descompuesto, pero nadie se fijaba en él, ella sí, lo
miraba, al menos eso creía, percibía; los demás estaban adentro, enfrascados en
su propio dolor, no sabían; de pronto sintió un roce en su mano, era una brisa
fría que le susurraba algo extraño.
Caminaba entre aquella
gente como ida de su lázaro cuerpo, de vez en cuando un suspiro –lejano– se le
oía. Lo buscó, consideró inconcebible que volviera a dejarla sola, sentía que
la oscura noche ya comenzaba a pesarle en el cuerpo. Ahí estaba, fumando un
cigarrillo como cada vez que algo le inquietaba, qué extraños recuerdos le
afligían esta noche, tan bella a pesar del entorno fúnebre que se respiraba en
aquella casa. Por qué la gente no la advertía. Se quedó observándolo, y de
pronto la agonía se apoderó de su pecho henchido, sentía que no la veía, tal
vez no quería que los descubrieran juntos, había tanta gente y no entendía qué
pasaba. Parecía solo en el infinito y con la mirada serena, ella lo conocía
bien y sabía que ocultaba su angustia, fumaba un cigarrillo y el humo se
mezclaba con el vaho helado de la noche. Lo extrañaba, tantas veces fue su
abrigo y su mano, su mano, intentó tocarla, qué lejos parecía todo; sin embargo
algo remeció el minúsculo espacio donde se encontraba, un presentimiento y
desazón se apoderó de su ser, intentó hablarle y él no la escuchaba, el vacío
de su soledad la embargó absolutamente y entonces se volvió un ser totalmente
perceptible.
Abrió los ojos,
oscuridad, aislamiento. Dónde estaba, acaso era verdad, ahora entendía tantas
cosas. Pero qué tarde se daba cuenta del motivo del adiós. Ya nada podía hacer,
estaba sola y nadie la oiría. Afuera un murmullo imitaba una oración; no
lograba elucidar lo que ocurría, qué calor la consumía. Intentó moverse y sólo
logró un suave roce con la seda que la enfundaba entera, de nuevo procuró
moverse –en vano– su cuerpo no respondía a su súplica mental. Extenuada se
desvaneció sin consuelo. Nadie siquiera escuchó.
Oía sus latidos, el
rumor de la seda le golpeaba las sienes. Como un enajenado intentó suspender su
partida, pero sus amigos lo contuvieron –Debes resignarte, déjala partir–.
Abrumado y confundido contemplaba la urna que seguía borrándose en la tierra.
* Del libro “Ficciones
detrás del espejo” (2011), RPI 206.449, ISBN: 978-956-9148-01-9.
Este cuento “Síncope” obtuvo Mención Especial 2005
en Concurso “Ecos Sureños”, Caleta Olivia, Santa Cruz, Argentina. También se
publicó en la
Antología Nueva Literatura Argentina 2006, Editorial de los
Cuatro Vientos, ISBN: 987-564-519-2
SANTIAGO
SEVILLA VALLEJO
(Madrid,
España, 1984). Escritor y profesor. Licenciado en Psicología y Literatura. Ha
publicado la novela Año de hierro, cuentos de intriga y horror, poesías
y artículos de teoría literaria. Más información en: Revista Realidades y
Ficciones Nº 12 - http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2013/03/en-breve-revista-realidades-y-ficciones.html
Blog:
http://www.intereconomia.com/blog/ocioycultura/vivir-los-cuentos
(Vivir de los Cuentos)
Twitter:
@Vivirdecuentos
Facebook:
Vivir de los cuentos
A LA LUZ DE
LAS VELAS
Santiago
Sevilla Vallejo ©
…jamás la menor hermana habló
palabra,
sino que, con un extraño silencio,
estuvo siempre colgada de las mías.
Cervantes. La Galatea.
Él levanta la vista,
busca una piedrecita en el suelo y la arroja con buena puntería. Una mano abre
el visillo y los ojitos se quedan mirándole. “Abre, mi amor”. Ella niega con la
cabeza, un poco avergonzada y otro tanto divertida. “Abre, mi amor, para que
pueda ver la sonrisa con la que sueño y por la que velo. Abre para que pueda
verte tan siquiera un instante. No seas malvada y dame un poquito de dicha”. El
visillo se queda suspenso un instante y, de un golpe contenido, se abre con la
ventana. Ella hace que la oscuridad se desvanezca, él revuelve en sus
bolsillos, saca un pliego y recita que sus ojos son un lago de agua fresca, sus
labios la flor más roja de este monte y que ojalá su cabello fuera tan largo
que pudiera subir por él. Ella se ríe como un pajarillo y se lleva las manos a
la boca para que su padre no despierte.
“Sigo sin verte bien,
baja, mi amor”, él implora. Ella se ríe largamente. “¡No!”, responde como una
chiquilla. “Baja, te lo ruego, he caminado muchas leguas para verte y he
pensado tanto en el brillo de tu rostro, pero apenas si te distingo”. “No, te
digo”, replica ahora con más comedimiento, “que si mi padre nos descubre, él
mismo te sube, pero a una estaca”. Él se hace el decepcionado. “Espera”, ella
desaparece y regresa inmediatamente. Alimenta su mecha, él hace lo mismo y los
dos se miran a la luz de las velas. “¡Qué hermosa eres, eres la más bonita de
todas, tan preciosa y tan perfecta que podría estar así toda la noche o todas
las noches, ardo por ti con tal fuerza que me duele verte”. Ella se sonroja y
le mira con ternura. “Pero, ¿qué podemos hacer?”. “Escapémonos”. “¿Escaparnos?”.
“Sí”. “Imposible”. “Mi amor, me quemo de veras por ti y, si no puedo estar
contigo, me derrito. Sólo tú puedes aliviar mi sufrimiento”. “Pero, ¿cómo? Me
vigilan todo el tiempo y de noche es muy peligroso”. “Eso déjalo de mi cuenta.
Espérame aquí mañana, que yo vendré a por ti con todo lo necesario”. “A dónde
iremos”. “A Florencia”. “¿A Florencia?”, dice ella con voz chillona. Como se
oyen ruidos adentro, ella desaparece a toda prisa. Él se queda en suspenso,
dispuesto a echar a correr, hasta que ella reaparece.
“Florencia. Siempre
quise ir a Florencia. Es la ciudad más encantadora del mundo. Mi padre trajo
bocetos en uno de sus viajes. Cada edificio está labrado con filigranas, con
esos escudos de armas tan vistosos y con figurillas que parecen angelitos
bajando del cielo. Las calles son todo mármol y tan perfectas…”. “Y el puente
Vecchio, no te olvides del puente, ya verás cómo te gusta. Tiene aspecto de
casita en el campo, parece que cualquier golpe de aire se lo pudiera llevar,
como esos sitios que sólo existen en nuestros sueños. Pero, ahí está; y se
funde con el agua del río, con los mil colores que visten los florentinos y con
el purísimo aire que respiran. Iremos a pasear y a mirar los puestos y
reservaremos. Hay un restaurante cerca que, por las noches, tiene una terraza
en el puente con muy pocas mesas, sólo para enamorados. Imagina, tú y yo en el
puente, en medio de Florencia, en una mesa sólo los dos, a la luz de las velas,
y, de fondo, el murmullo del río”. “Ay, cuánto te quiero, no lo sabes bien, y
cuánto nos vamos a querer. No puedo esperar hasta mañana para estar contigo,
después de tanto anhelarlo”. Ella extiende los brazos hacia él y él hace lo
mismo. Mientras sueñan que se estrechan, a la luz de las velas, ambos acaban de
derretirse. Quedan dos charcos de cera en los estantes de la tienda, donde
estaban hasta hace un momento los dos amantes.
RUI CAVERTA
(México D.F.) Ha
publicado en diversas revistas y antologías electrónicas e impresas de
distintos países como Chile, Colombia, México y España, a saber: Agitadores,
Bolsa de Pipas, Cuadrivio, Katharsis, Babab y otras. Publicó el libro “Picodicciones” en 2012.
Rui
Caverta ©
El autobús venía a gran
velocidad por la avenida y no parecía detenerse. Ningún problema para las
cuatros personas que se tomaron con habilidad de las puertas el mismo y
lograron entrar como si fueran malabaristas. Malabaristas de mal agüero. El
chofer pudo leer la expresión de muerte en los cuatro. Dos con sus propios ojos
y dos que entraron por detrás por medio de su espejo retrovisor. Muerte y
sangre. Ahí un mal futuro.
Mientras el sudor caía
por la frente del conductor, los cuatro tomaron posiciones para amagar a todos
los pasajeros. Estos, claro, no se dieron cuenta pues como era normal, ¿Dónde
no lo sería?, todos estaban sumergidos en las lecturas de sus libros. Cada
nariz dentro de las letras y todas las columnas vertebrales sosteniendo el peso
de la cabeza asomada. Uno que otro portaba un par de lentes; la continua lectura
ya había erosionado su vista.
Cuatro armas, una por
cada cabeza, hicieron su aparición en las manos de la intempestiva banda. Los
lectores al fin levantaron la cabeza cuando oyeron el duro golpe del cañón de
las pistolas chocar contra los asientos. De atrás para adelante, cada uno de
los cuatro iba paseándose de arriba abajo del autobús. Su mirada delataba un
ulterior propósito para los pasajeros. Hasta ese momento todos ignoraban su
destino, pero el nerviosismo apareció poco a poco en todos y al final los estrujamientos
de manos, las cejas sudadas y los tics nerviosos eran comunes en todos los
pasajeros. Sin saberlo, compartían la lectura de la cara de los cuatro que poco
tiempo antes había tenido el chofer.
Comenzaron a hacer
rondines alrededor del camión. Desde adelante hacia atrás veían con ojos
sospechosos a cada uno de los pasajeros y miraban de reojo los libros de cada
uno de ellos. Uno de ellos se acercó a uno de los pasajeros que destacaba por
sus grandes cachetes. Tomó el arma y apuntó a su cara. La cara de la víctima
pasó rápidamente de la sorpresa al miedo al intento de sonrisa simpática y de
regreso a las otras expresiones tan rápido que sus pómulos parecían una gran
mariposa intentado levantar el vuelo de su cara; sin embargo, no lograba nada
sin importar qué tan fuerte moviera sus alas.
De los labios de uno de
los cuatro sólo salió la expresión. “Mala prosa” antes de disparar directo en
la cara del hombre. Los trozos de cráneo y corteza cerebral mancharon el
asiento de un rosa carmín adornado de pequeñas motas blancas. El cuerpo del
hombre chocó contra el asiento por la fuerza del tiro y los pómulos se inflaron
todavía por el esfuerzo de vida dentro del cuerpo. Poco a poco fueron
inflándose y desinflándose con menor velocidad como si la mariposa en la cara
del hombre se durmiera poco a poco. El cadáver se quedó quieto; muerto.
Juicios parecidos
salían de los labios del resto de la banda mientras masacraban pasajeros.
“Débil metáfora”, “Pretencioso”, “Asco total”, eran repetidos al ver el título
de cada libro y proceder a aniquilar a los pasajeros. Al final, sólo un par
quedó vivo. Al parecer, los libros eran dignos de vida. Sin esperar un alto,
los cuatro miembros bajaron del autobús en movimiento y huyeron por entre la
gente que iba caminando y leyendo. Por única vez en su vida, el conductor
agradeció haber abandonado el hábito de leer y manejar al mismo tiempo.
II
En el escondite de la
banda de los cuatro no se leía. Al menos no de manera abierta. Las horas de
lectura se debían buscar en los momentos más solitarios y discretos. En el
santuario del baño, cuando los otros salían por algún mandado o una pequeñez.
Por cualquier cosa. Nunca se leía en grupo.
III
La sangre sigue, los
disparos y las muertes en los autobuses también. La lectura pervive. Los cuatro
también.
IV
El orden se rompe.
Justo cuando van llegando tres de ellos, el cuarto se encuentra leyendo sobre
uno de los sillones. La portada está cubierta por un guardapolvos negro para
evitar reconozcan la identidad de lo que tiene en sus manos pero es tarde.
Mientras que dos de ellos deciden pasar por alto todo, uno se abalanza sobre
él. Hay un forcejeo desmedido alrededor de toda la casa. Los dos pares de manos
se pelean el libro hasta que las hojas se desprenden del lomo y vuelan por los
aires. Ahora se arrastran por el suelo. Uno por las hojas y el otro por su
arma. Un duelo. Uno de ellos tiene una hoja en la mano, tirado en el suelo sin
posibilidad de escapar al cañón que le está apuntando a la cara. El otro está
encima de él, inundado de una marejada de sangre y con espuma bañando su mente.
Se niega a ver su cara y decide cubrir su vista con la hoja para negar todo. El
silencio se transfigura en norma. El otro está leyendo la hoja. El cañón no se
ha movido de lugar. Los dos esperan un juicio. ¿Qué gana, La hoja o el cartucho
humeante que hace soñar a las mariposas de pómulos?
Rompimiento. Los otros
dos miembros llegan con la noticia. Una carta. Gobierno, iniciativa privada; lo
que sea. Han sido subvencionados. Hoja, cartucho humeante, mariposa, dinero,
gobierno.
GUY FAWKES
Rui
Caverta ©
I
Es
Verdad,
Que
la realeza debe pervivir para salvar al hombre.
Santos
vástagos del Sol o del mismo Jesucristo.
Y
esta mano,
Tiene
falanges Jacobinas.
II
Es
designio,
Que
un individuo no puede trastocar la sociedad,
Ni
molestar a sus otros miembros.
La
convivencia es lo más preciado.
Y
esta mano,
Pulula
vello de pantera negra.
III
Es
Irrefutable,
Debe
haber una pirámide.
Con
altos y bajos,
Con
unos privilegiados por su brillantez,
que
ayuden a los desdichados inferiores.
Y
estas cinco uñas,
Están
opacas por un incendio en Chicago.
IV
Es
Axioma,
Que
unos son mejores que otros,
Que
ellos son el vaho de Delfos.
Y
mi tobillo,
Quiere
ser Prometeo.
V
Levantemos
los cuatro muñones al aire que somos libres
¡somos
libres!
OPPENHEIMER
Rui
Caverta ©
La
lluvia de violetas pasajeras
es
un rastrojo de pétalos quemados
Éste
es el legado:
La
sombra de alguien en cuclillas
Sobre
unas escaleras.
¿Ves
la carne chamuscada,
El
vidrio que era arena
Y
a Arjuna llorando?
Dios
se hizo muerte,
destructor
de mundos,
Por
eso, no lo vemos.
A
nuestro alrededor,
todo
es descampado.
SUPLEMENTO
DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 58 – Septiembre
de 2013 – Año IV
ISSN 2250-5385
Exp. 5054184, Dirección Nacional del Derecho de
Autor (DNDA)
Propietario y Director: Héctor R. Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Corrección general: Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
“IX CONCURSO PLÍNIO MOTTA DE POESIAS”
ResponderEliminarA Academia Machadense de Letras (Machado-MG / Brasil) comunica a realização em novembro de 2013 de seu IX Concurso de Poesias. As inscrições encerram-se no dia 14 de outubro (2013). Para receber gratuitamente o regulamento em arquivo PDF, entre outras informações, favor entrar em contato através do e-mail: machadocultural@gmail.com
Obs (PS): O tema é livre e aberto a todos de Língua Portuguesa e Espanhola e a taxa de inscrição é de R$5,00 pode ser enviada dentro do envelope.
Favor verificar o recebimento do regulamento em pdf e jpeg.
OBS: ESTAREI AQUI PARA TIRAR SUAS DÚVIDAS.