miércoles, 1 de junio de 2016

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 69 – Junio de 2016 – Año VII
ISSN 2250-5385
Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a  zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

“Píndaro”
Mónica Villarreal (2016)
(Acrílico sobre papel, 30 cm x 23 cm)
Serie “Poetas Clásicos Griegos”

Sumario:
• Carolina FONSECA (Venezuela - Panamá)
• Alberto BELLIDO GARCÍA (España)
• Matilde GARCÍA PÉREZ (Argentina)
• Jorge CASTRO VEGA (Uruguay)
• Jimena ANTONIELLO LIGÜERA (Uruguay - España)
• Omar MARTÍNEZ GONZÁLEZ (Cuba)
• Cristina VILLANUEVA (Argentina)
• Jorge Diego MEJÍA CORTÉS (Colombia)
• Andrea ARMESTO (Argentina - España)
• Jorge Alberto COLLAO GALLEGUILLOS (Chile)
• Tamara BONDAR (Argentina)
• José Luis FERNÁNDEZ JUAN (España)



CAROLINA FONSECA


Caracas, Venezuela, 1963. Abogada. Editora y escritora. Reside en Panamá desde el año 2011. Libros: Dos voces 30 cuentos (Panamá, 2013) con Dimitrios Gianareas; Escenarios y provocaciones. Mujeres cuentistas de Panamá y México 1980-2014, con Mónica Lavín (Panamá, 2014 – México, 2015).
En 2013 gana el premio “Diplomado en Creación Literaria“ de la Universidad Tecnológica de Panamá con su libro de cuentos A veces sucede (Panamá, 2015). Cuentos compactos, con Enrique Jaramillo Levi (Guatemala, 2015).
Socia fundadora de Foro/taller Sagitario Ediciones, junto con Enrique Jaramillo Levi.


ROGELIA
Carolina Fonseca ©

Una mañana de junio ella supo que perdería la memoria. Había notado ciertos olvidos, pero tener que mirar la loza sucia en el friegaplatos para saber si ya había comido era para alarmarse. Pasada la confusión, se encerró en su estudio y se dedicó a recordar. Con la ayuda de fotos, cartas y escritos, fue tejiendo su historia, sorprendida por la cantidad de detalles inútiles y de relaciones gratuitas registradas: la historia de una mujer autoritaria habituada a los gestos de la importancia; una historia que ahora le parecía intrascendente. A los veintiún días salió de su encierro, echó todos los objetos para el recuerdo a la basura, y se dispuso a vivir desde las pausas y los silencios que fueron desarticulando su mundo hasta convertirla en una mujer sin pasado que redescubría con deleite el café con leche cada mañana y que se dejaba deslumbrar por el milagro trivial de las flores de su jardín.


LA CASA
Carolina Fonseca ©

Aquella casa misteriosamente tomada, no era, en modo alguno, inocente. Antigua, con los años había adquirido los vicios de la edad, volviéndose intolerante y caprichosa. Los dos hermanos y su discreta convivencia la exasperaban. Se cansó de guardar recuerdos ajenos, del aseo diario, del absurdo encierro, del zumbido constante de las agujas de Irene, de su rutina conventual. Así fue como, fingiendo ruidos y voces quedas, los ahuyentó, y una vez deshabitada, se abandonó a la ruina. El que los hermanos, personas de naturaleza simple, salieran sin siquiera sospechar de ella, no es de extrañar; pero haber engañado a Cortázar es toda una hazaña.


COSAS DE BARCOS
Carolina Fonseca ©
A mi amigo el griego, que sí entiende.

La tarde que el viejo capitán se marchó a su tierra enfermo y sin un peso en los bolsillos, su barco quedó amarrado e inquieto. Se cuenta que en la noche se le oyó crujir profundamente, como si quisiera zafarse las amarras, quién sabe para qué. Cosas de barcos. Nadie en el puerto pudo dormir, ni esa, ni las noches que siguieron. Así de fuertes eran sus dolores y estremecimientos. Los nuevos dueños, ajenos del todo a estos asuntos de mar, se habían hecho de él por el cobro de deudas. La mañana que aparecieron en el puerto se quedaron mudos de sorpresa ante la imagen de su pobre garantía: “La Esperanza” había envejecido. El peso de años de duro trabajo cayó sobre él en cuestión de horas. Estos dueños, incapaces de sentir ni de entender nada que no sirviera al brillo de sus zapatos de cuero, maldijeron al viejo y al barco; maldijeron a la gente descalza y curtida que miraba con ojos hundidos por el insomnio cómo sudaban dentro de sus camisas blancas de lino; maldijeron al absurdo mar, al olor detestable de sal y de pesca que comenzaba a marearlos; y se fueron para no volver porque el inmenso cacharro no daba ni para pagar los gastos del desguace. Entonces la gente, conmovida, atendió a su ruego, e ignorando normas y trámites, cortó las amarras y lo dejó ir. Esa noche todos soñaron el mismo sueño, un sueño de barcos hundidos, ladeados en lo profundo del mar, meciendo suavemente su esqueleto; barcos que a su vez soñaban con viejos capitanes.



ALBERTO BELLIDO GARCÍA

Nació el 17/3/1978 en Salamanca, España. Narrador, guionista y cineasta.
Obras realizadas:
Novelas: La estantería misteriosa, La vida de Don Julián y Doña Paquita.
Relatos: El crimen de la Plaza Mayor de Salamanca, Las pateras de la discordia, Atraco imperfecto, La tragedia de Sanabria, El medium de la batalla de Belchite, El monte de los templarios y los almorávides.
Microrrelatos: La noche de Halloween en Salamanca, El hombre calabaza y la Santa Compaña, La parcela de paja y la calabaza sonriente, Los Smashing Pumpkins en concierto.
Guiones de cine: La mafia ataca de nuevo; Robert, un policía de la Gran Manzana; Alberto y Marisa, dos héroes anónimos; La calabaza andante; El enloquecido Conde de Rueda; El último vampiro; El maletín; La herencia de Frank Martin; El albergue de colina baja.
Cortometrajes: Última jugada, La calabaza andante, Ángel de la guarda, La segunda cita, Que te cagas, Yo nunca. Deseos.


LA CALABAZA ANDANTE
Alberto Bellido García ©

Medianoche en un pueblo perdido de la Castilla profunda. Alberto, un niño de ocho años, no puede conciliar el sueño. Escucha, procedente de la Iglesia, las doce campanadas que marcan la medianoche y se sobresalta. La puerta de la habitación chirría y se mueve de forma imperceptible.
Aquella tarde había ido al cementerio con sus padres para visitar a los familiares difuntos. A la salida, varios chicos, con calabazas en las cabezas, rodearon a Alberto, riéndose y asustándole. Su padre le dijo: —Oye, Alberto, ¿Por qué no les dices que te dejen una calabaza?—. Pero el niño, lejos de tranquilizarse, había salido corriendo hacia su casa. Era demasiado miedoso.
Esa noche de difuntos, Alberto estaba solo en casa. Bueno, en realidad, sus padres no se hallaban muy lejos. Habían ido a la casa de los vecinos, a los que no veían desde hacía meses por vivir en la ciudad.
La puerta sigue abriéndose hasta que Alberto puede contemplar con nitidez la oscuridad del pasillo. Comienza a temblar convulsivamente. Se toca la frente con la mano. Un sudor frío se ha apoderado de él, como si estuviera enfermo.
El chico, aterrorizado hasta la médula, se pone a gritar: —¡Mamá, papá! ¿Sois vosotros? ¿Hay alguien ahí?—. Pero nadie responde. Alberto enciende la lámpara de la mesilla de noche, coge un cortaúñas, se levanta y se pone las zapatillas de andar por casa, aventurándose por el pasillo.
De repente, el corazón le da un vuelco. La puerta principal está abierta y alguien con una calabaza en la cabeza lo observa un instante y luego desaparece. Entonces, decide armarse de valor. Piensa que es uno de los chicos, que se trata de uno de los chicos que le ha estado acosando aquella tarde. Se pone a correr, persiguiendo al intruso, pero cuando sale al patio, no hay ni rastro del bromista.
Una risotada surge procedente de la panera y Alberto reemprende la caza del ser de la calabaza. Sin embargo, cuando enciende la luz de aquella dependencia de la casa, un silencio sepulcral se apodera de la noche. Transcurren unos tensos momentos que se le hacen eternos. Y, de nuevo, las risas rompen la quietud nocturna. El intruso se ha ocultado en el garaje. Alberto va hasta allí y descubre que su puerta también estaba abierta.
Alza la mirada hacia el horizonte, y gracias a la luz de la luna llena, vislumbra a la calabaza corriendo por el sendero que parte en dos la tierra anexa a la casa. Reanuda la persecución, llegando hasta el pozo que suministra el riego a un huerto y avanza hasta un nogal cercano. En ese momento, un coro de risas lo asusta.
Alberto sujeta con fuerza el cortaúñas y gira varias veces sobre sí mismo, pues se siente rodeado por unas presencias amenazadoras. Y, cuando más aturdido está, varias calabazas surgen de la oscuridad, abalanzándose sobre él y devorándole.
Sus gritos se convierten en susurros y su cuerpo, ensangrentado, queda inerte sobre la tierra.


LA NOCHE DE HALLOWEEN EN SALAMANCA
Alberto Bellido García ©

Alberto y Carlos habían quedado en la Gran Vía salmantina a eso de la medianoche. Se disponían a pasar un Halloween que jamás olvidarían. Ambos eran amigos desde hacía años. Carlos era guardia civil, mientras que Alberto, tras pasar por varios trabajos, estaba estudiando Oposiciones.
“¿Cuál es el sitio de esa fiesta que promete tanto?”, preguntó Alberto.
La Dolce Vita. Hay barra libre hasta las tres de la mañana”, replicó Carlos.
Cuando accedieron a la discoteca, ésta ya se hallaba llena hasta los topes. Fueron enseguida a pedir un par de copas y no tardaron mucho en percatarse de que estaban siendo estrechamente vigilados por dos chicas góticas, apostadas en el extremo opuesto de la barra.
Animados por los efluvios del alcohol, Alberto y Carlos se dirigieron a su encuentro y los cuatro encauzaron una animada conversación.
Pero, de repente, cuando nadie lo esperaba, la música se interrumpió, al tiempo que se apagaba la luz. El local quedo sumergido en una oscuridad absoluta y cientos de chillidos retumbaron en las cuatro esquinas. Y, sin solución de continuidad, se oyeron varios disparos.
Por fin, cuando un camarero volvió a dar la luz, la sangre que manaba de los cuerpos sin vida de sus compañeros se dispersó con rapidez por toda la barra. Las dos chicas que estaban con Alberto y Carlos comenzaron a chillar, presas de un histerismo incontrolable, logrando contagiar su estado emocional a todos los asistentes a la fiesta.
Entonces, Carlos, en su condición de agente del orden, tuvo que alzar su voz varios decibelios por encima del resto.
“¡Silencio, silencio, he dicho! ¡Soy guardia civil! ¡Traten de conservar la calma! ¡Yo detendré al asesino! ¡Que nadie salga del local!”. Carlos dio fuerza a sus requerimientos sacando de los bolsillos de los pantalones su tarjeta identificativa de miembro de la guardia civil y una pistola, con el objetivo de tranquilizar a la gente, pero un chico menor de edad, de aspecto agitanado, hizo caso omiso a la orden y se puso a correr hacia la salida de la discoteca.
“¡Alto, alto, detente o disparo!”, gritó Carlos.
En ese momento, las luces volvieron a apagarse y la confusión que se apodero de la discoteca fue mayúscula, retornando los chillidos. De nuevo, se escucharon disparos y algunos consiguieron escapar de aquella masacre aterrorizados.
Tras unos tensos instantes, la luz volvió a hacer acto de presencia. El espectáculo fue dantesco. Montones de cadáveres, entre los que se incluían el del chico agitanado, los de Alberto y Carlos y los de las chicas que habían conocido, se apilaban por todo el suelo de la discoteca.
El camarero, con los ojos desorbitados al contemplar la matanza que había provocado, con una mirada de loco, de demente, cogió la escopeta que tenía escondida debajo de la barra y se voló la cabeza.
Había decidido que no quería pasarse el resto de su vida huyendo o pudriéndose en la cárcel.



MATILDE GARCÍA PÉREZ

Argentina, Tucumana. Genealogista amateur. Autora de Vivencias, versión impresa y audiolibro; reeditado en español neutro y publicado por Editorial-531 al igual que Limitando con lo Fantástico. Incursionó oficialmente en la literatura compitiendo en la IX Convergencia Internacional de Cuentos y Poesía - Junín País 2010, con mención de honor en ambas categorías. Participó y fue seleccionada en 2014 en tres concursos de Diversidad Literaria, integrando tres antologías, dos de microrrelatos y una de versos. Su segundo libro está en proceso de edición. Además usa la plástica como forma de expresión.
Antes de sumergirse en el oficio de escritora a tiempo completo, fue farmacéutica sanitarista, docente universitaria en Epidemiología, ganadora de tres becas Carrillo-Oñativia para la investigación en Salud Pública y funcionaria pública. El encuentro con una enfermedad autoinmune le imposibilitó continuar en esta área pero le permite florecer en las artes, espacio que fue siempre su refugio.


ALFA Y OMEGA
Matilde García Pérez ©

Natal Durban, a pesar de ser discriminado por ser negro, era una persona sumamente amable. Observó a la chica desde lejos. De noche, se vestía de mujer sexy y esperaba en las esquinas a sus clientes.
Diana, a pesar de su voluntad de seguir la moda, vestía realmente con muy mal gusto. Fumaba cinco cigarrillos al hilo fácilmente y más de cinco aun. No le importaba pensar en eso del cáncer de pulmón. Hay daños en su cuerpo desde hace quince años y todavía no se ha acostumbrado, esa cicatriz en el costado, hasta la pierna que la minifalda cubría parcialmente, y que ella trataba de tapar con la diminuta carterita azul…
Natal seguía sentado en su silla del quiosco “El Uruguayo” frente al Parque Lezama al amanecer vendiendo periódicos, y ahí seguía hasta el mediodía vendiendo cigarrillos y chocolates. De nuevo aparece la chiquilla en su campo de visión. Su aspecto de muchacho sin salud le hizo recordar a Luis Cubilla en sus últimos días.
Con sus cabellos recogidos en una coleta tosca y una camisa suelta, Diana corre hacia abajo de la calle, como yendo hacia el puerto. Parece que va dejando en el aire luminoso toda la oscuridad que recogió en los recodos lóbregos de la noche. Poco a poco es como si recuperara la vida, no hay cigarrillos, no hay cicatriz, retroceden los años, es solo una niña… Corre cada vez con más libertad, su tez morena se ilumina y su cara se llena de risa cuando llega a la Laguna de Los Patos al atardecer.
Natal Durban la está esperando, quince años antes, para pescar tarariras mientras presencian asombrados cómo la vida silvestre se apropia de los escombros, de la miseria de la basura humana arrojada en la orilla del río y se ríe de los proyectos de rascacielos sobre la superficie inundada de lagunas. Ahí están ellos dos y cientos de patos, gallaretas y hasta cisnes, lagartos, ratones de campo, culebras, entre la vegetación que reclama como propia de la naturaleza ese espacio artificial. La noche va cayendo y los ruidos los acunan mientras se comen un sándwich de mortadela. Y de pronto, el chirrido del resplandor avanzando por todos lados, el fuego acorralándolos. Natal que la alza para sacarla del infierno y queda con sus piernas atrapadas entre los hierros y el hormigón. Diana que forcejea mientras siente que el fuego lame su costado codiciosamente. Al fin, cuando llega la ayuda, Natal queda sin piernas y ella con esa cicatriz en su costado, casi hasta la rodilla.
A medianoche, Natal Durban vigila desde su puesto. Diana con lentejuelas y cigarrillos espera sus clientes. Pero sabe que él siempre está.


TESIS Y OTRAS COSAS
Matilde García Pérez ©

Perdida entre muchedumbres de pensamientos
ajenos, propios, académicos, filosóficos,
atravesados de controversias, agudos, ambiguos,
tesis, análisis, revisiones, discusiones, aserciones varias,
ninguno nuestro, o tal vez sí, alguno sea también nuestro…
Pero la cuestión es que justo ahí, en medio de ellos,
un poco impertinente, sorpresiva,
me recorre, incontenible, la presencia de tus manos en mi cuerpo,
la sensación eléctrica de tu mirada encontrando la mía,
el placer de la risa compartida,
la calma definitiva de tenernos.
No puedo evitar, entonces, el sentirte completamente,
como siempre, preciso en el abordaje,
absoluto en el efecto sobre mi piel y mis entrañas,
despertando mis rincones,
desencadenado desde cualquier evocación.
Te filtras imperceptible, porfiadamente,
y te instalas con palabras traviesas entre la tinta electrónica
y el siempre listo papel en blanco las recibe con avidez…
quiero escribir:
introducción, párrafo primigenio de la tesis
y me penetras suavemente;
recurro al marco conceptual en busca de estructuras
y me siento enmarcada por tus brazos, segura, completa,
avanzo con material y métodos: sistema, rigor científico,
y me tropiezo con tu lógica de intuición infalible,
buceando metódicamente en mi epidermis y mis mucosas.
Los resultados siguen esperando que los describa
con números, registros, gráficas, tablas y esquemas
mientras me llevas una y otra vez y más y más
hacia el éxtasis indescriptible.
En conclusión, no importa dónde ni en qué,
ni cuándo, ni por qué transcurra mi vida,
siempre estás impregnándola,
siempre me siento tuya.



JORGE CASTRO VEGA

(Montevideo, 1963). Abogado, crítico literario y teatral, escribió y publicó: Primera línea (1982), Poesía de sitio (1985), Poesía involuntaria (1987), Poesía certificada (1989), Poesía arbitraria - Antología personal (1989), Con motivo de Ana (1991), Un poco de sol (1993) y Cosas que pasan (1997), integrando muestras y antologías de la poesía uruguaya contemporánea. En 1998 ingresó al Poder Judicial como magistrado; nada ha publicado desde entonces. Actualmente se desempeña como juez en Montevideo.
Los poemas que aquí se publican pertenecen a un libro inédito, El mismo río.


SÉPTIMO DÍA
Jorge Castro Vega ©

La rama quiere volar
y el pájaro sueña con ser árbol.

Dios los mira, maravillado
con las manos chorreando cielo
como un poeta al que las palabras
le hacen decir lo que quieren ellas.


LO QUE CONTÓ MÁS TARDE LA SERPIENTE
Jorge Castro Vega ©

Desde luego, grita,
golpea, destruye. Incluso
ha llegado a dormirse de puro enojado.
Dormirse durante siglos, sin soñar nada
nada en absoluto
y de repente despertar
entre aullidos, empapado en vinagre
con un par de clavos en las manos.

En cuatro palabras:
vive furioso consigo mismo.
Y ya no queda nadie en el Edén
(salvo la música de Bach)
a quien pueda achacársele la culpa.

Desde que los echó, no juega
no canta, no baila.
Y ha dejado de rezar.


MISERERE
Jorge Castro Vega ©

Era tal y tan precoz
mi conciencia sobre el punto
que podría decirse que aprendí a leer
a los solos efectos de escribir
mi biografía.

Lo supe desde siempre, desde
antes incluso de saberlo. Una vida llena
de palabras perennes y redondas, una vida entera
me esperaba con sus 33 velitas, para ser
contada con crueldad barroca.
Y poner un punto
o dos
o esos suspensivos.

Iba a ser
extraordinariamente interesante.
Como la de todos.

Pues bien
ahora que todo ha sido consumado
permíteme olvidar, Señor. Déjame ser
ese amputado
que siente el dolor del pie que ya no tiene.


FOGATA
Jorge Castro Vega ©

Mientras arde
el leño recuerda
todas las cruces que fue
cuando era niño.

El fuego lo escucha.
Lo escucha y baila
lamiéndose a sí mismo
como un madero más.


JIMENA ANTONIELLO LIGÜERA

Nació en Montevideo, Uruguay, en 1978. Es guionista de cine y televisión, narradora y poeta. Se encuentra radicada en Madrid desde 2003, pasando algunos meses del año en Los Ángeles, Estados Unidos. Estudió Letras en la Facultad de Humanidades de Montevideo y en la Universidad Complutense de Madrid, donde posteriormente se doctoró en Estudios Avanzados en Cristianismo Antiguo; también estudió Periodismo, Comunicación y Marketing, y realizó una especialización (maestría) para guión en la Escuela de Imagen y Sonido CES de Madrid.
Más datos sobre su biografía y trayectoria literaria en Suplemento de Realidades y Ficciones # 64: 




LO PROFUNDO
Jimena Antoniello Ligüera ©

Se me escama la piel
por las cosquillas
rotas
de tus recuerdos
ardientes.
Me descalzo esperando
que acaricies
mis pies
mientras la hierba
acompaña los pasos
hacia un futuro incierto.
Te amé sin sentido
y con cada uno.
Como se adora a un dios
de rodillas,
muda.
Renací mil veces
con los besos
suaves
de tu lengua púber.
A esas horas
intempestivas todas.


PARÁBOLA
Jimena Antoniello Ligüera ©

Mi corazón
enloquece
de alegría inaudita
cuando alguien le dice
que pronto volverá a casa.
Porque diez años
es demasiado tiempo
olvidado entre los estantes
de una biblioteca
en el viejo mundo,
mientras la vida,
el puerto y las cien voces
esperan el momento
exacto
de abrazar con ternura
la vuelta de un hijo
que nunca ha sido
pródigo.


MESSAGE TO BEARS
Jimena Antoniello Ligüera ©

¡Qué locura inventarte!
A esta hora,
a esta altura, después
de tantos veranos en desuso.
Venís
a invadir mis rincones
con sonrisas blancas.
Algún bufido envenenado,
que sueltas al alba
cuando extrañas los susurros
que te regalé.
Mi dominio es incierto
tras el halo de tu perfume.
Regalo, regalo
mi reino
por una
caricia tuya.


GRAVEDAD
Jimena Antoniello Ligüera ©

Desde Marte veo mi luna
y observo tus ojos
incandescentes
parpadear en la oscuridad
regalándome su brillo.
Todo fuego.
Desde mi luna añoro
esos besos
que me diste en la Tierra
cuando éramos simples
mortales
que balbuceaban amor
a quemarropa.
Te sigo si
me sigues y
si te paras
me quedo
al borde del abismo,
y mis lunas.
No espero.



OMAR MARTÍNEZ GONZÁLEZ

(La Habana, Cuba) Inició su actividad literaria a mediados de la última década del siglo pasado. Ha participado en concursos municipales y provinciales desde 1998, obteniendo menciones y premios.
En 2000 comenzó su participación en concursos internacionales y en 2003 obtuvo el primer lugar en el Premio Internacional “Sexto Continente” de literatura erótica, convocado por la editorial española Irreverente.
También colabora en varias revistas digitales desde el año 2009. Principalmente en la revista miNatura.
Tiene publicaciones literarias en antologías de relatos y microrrelatos.
Además participa de manera activa en talleres literarios en Cuba.


EL CARTEL
Omar Martínez González ©

El colapso “natural” de su mundo los impulsó al Universo y el tercer planeta de aquel sistema ubicado en la otra punta de la espiral parecía el más indicado.
Muy satisfechos se desplazaban por la zona; al fin habían hallado la salvación.
Pero… tenían que continuar buscando. Porque muy pronto los habitantes de ese lugar también saldrían al cosmos para encontrar donde vivir. Mientras las naves se alejaban no podían borrar de sus mentes las imágenes al otro lado del inmenso pasquín: “National Park and Reservation Yellowstone, Montana”.


DIFÍCIL DILEMA
Omar Martínez González ©

—Yo quiero, búscame… —frases constantes de Axel.
Conformaban una alegre familia en aquella ciudad construida gracias al desarrollo tecnológico logrado y que giraba en la misma órbita del ya inexistente planeta.
—Papá, quiero subir yo y alcanzar con mis propias manos una fruta…
El hombre, para complacerlo, comenzó rápidamente a teclear en la computadora para lograr lo pedido por su hijo, pero el niño detuvo el programa insertado en la máquina.
—Quiero una fruta de verdad papá; un árbol de verdad.



CRISTINA VILLANUEVA
Y no es cuento.
Nació en Buenos Aires, Argentina. Estudió Psicología en la UBA. Coordina el equipo de adultos del Instituto de Orientación Familiar. Escribe poemas y cuentos cortos. Obtuvo numerosos premios. Participa en programas de radio y en cafés literarios leyendo sus textos.
En el 2007 editó Lengua suelta, poemas traducidos al catalán por el poeta Pere Bessó. Publicó también Cuentos para convidar, El ABC de contar cuentos, guía breve para la enseñanza de la narración. Tiene en preparación el libro de poemas Pajaritos en la cabeza. Ha tenido participación en antologías colombianas, cubanas y argentinas, así como colaboraciones en diversas revistas del país y del exterior, tanto en papel como virtuales.

Se trata de una cuentacuentos con muchos años de trayectoria. Coordina ciclos culturales y la delegación argentina para la Bienal de Oralidad que se realiza en Santiago de Cuba. Participa en festivales nacionales e internacionales de contadores de cuentos y de literatura. Dicta talleres de escritura y de narración de cuentos. Y entrelazando la expresión corporal y la literatura, el taller “Del Movimiento a la palabra”. Participó en la cátedra de Narración oral de la Facultad de Periodismo de La Plata. Es la encargada del editorial en el Boletín de Cuentacuentos “Te doy mi palabra” y participa en la organización del festival homónimo.
libera@arnet.com.ar 



TIEMPO Y ESPACIO
Cristina Villanueva ©
a Uma

La arena es un cuento sin fin
Incontable

Una infinita alfombra
de luces o rocas trituradas

Por eso
a veces en las tardes
cuando los niños se sacan los zapatos
queda un brillo de estrellas
casadas con el mar
que juegan al verano
sobre todos los pisos
oscuros de la muerte.


EL ABARCAMIENTO
Cristina Villanueva ©

Ese día de niebla parecía el principio o el final del mundo. Él con la barca la va a buscar.
Lo único que lleva son los libros. Era mejor que el fuego este destino exilio para ellos.
Era otro fuego.
Se bajó de la barca. Con los brazos cargados de hojas, la abrazó. Ella, orejas abiertas; él voz. Se decían las vueltas de la tinta. Él sobre la desnuda piel de ella inventaba palabras collares palabras prendedores, palabras aros. Tipografía, recortes, el mundo casi. Ella lo condecoraba, lo subrayaba, lo significaba, él se elevaba de poema. Envuelta en polisemia, ella esperaba. Los significantes abrían los sonidos, los abrigaban. El mundo era tan expulsivo que habían querido retornar al principio. Dos cuerpos que se leen incansables, escribiéndose.
Sin dios, manzana ni serpiente, el paraíso tenía la forma de una biblioteca.



JORGE DIEGO MEJÍA CORTÉS

(Sabanalarga, Antioquia, Colombia). Tecnólogo en Administración Agropecuaria. Normalista Superior en Normal Superior de Envigado. Estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Docente Centro Educativo Rural Filo de los Pérez del Municipio de Sabanalarga. Profesor de Ciencias Sociales, Filosofía y Ciencias Políticas del Colegio Manuel Mejía Vallejo, Envigado, Antioquia (2012). Director de la Casa de la Cultura Julio Cesar García del Municipio de Fredonia (2008–2010).
Ha participado en diversos medios literarios, tanto en papel como en la web, como ser Nexos (periódico universitario, EAFIT), El Suroeste, Revista Cuadernícolas, La cesta de las palabras (España), Resonancias Literarias (Francia), Revista Universo, La Réplica (España).


TRIBULACIÓN
Jorge Diego Mejía Cortés ©

Los estudiantes protestan
Blancas palomas danzan
El parque hierve
Una sonrisa solitaria
Un café oscuro
Polleras a cuadros.
¿Acaso es tu sombra?
Recuerdo tus ojeras
Añoro la radio
Deseo la muerte.


RETRATO DE UNA FAMILIA LATINOAMERICANA
Jorge Diego Mejía Cortés ©

Danza pequeña princesa
En círculos concéntricos
Mañana vendrán cóndores
Amarillos, azules y rojos
Cuida tus carnes
Cuida tus bienaventuranzas
Papá Goriot analfabeta
Madre adolescente desaliñada
Una familia singular
No tienes la culpa
Son días aciagos
Noches de zozobra
Fruto de la vid
Fruto del desenfreno
No tienes la culpa
Dios te guarde.


PATRIA MADRE
Jorge Diego Mejía Cortés ©

Madre patria
Un pañuelo rojo
Un sermón apocalíptico
Absurdas y estúpidas batallas
Monicongos en los parques públicos
Estado fundado en la putrefacta corrosión
Masas absortas en justas medievales
Voraces heliogábalos de riquezas
Fortuna Imperatrix Mundi
Ignominia e ignorancia
Madre pútrida.



ANDREA ARMESTO

Poeta argentino-española. Nacida en Buenos Aires en el año 1981. Escribe desde los diez años, autodidacta pero teniendo como referente a Alejandra Pizarnik. Al igual que su maestra, escribe poemas de notoria sensibilidad e inquietud formal marcada por una insinuante imaginería y experiencia. Sus temas giran en torno al amor, la soledad, la infancia, el dolor, el erotismo y sobre todo, la muerte.
Participó en 2003 en una antología poética editada por la Editorial Nuevo Ser con sus poemas: Búsqueda Interna y Lenguaje del Alma. También ha colaborado con sus poemas en la Revista Bridal Time.
En agosto de 2011 publicó tres de sus poemas: Vencida, La reina del espanto, El amor ha muerto”. En la Publicación, “Escritores en Primera Plana” de Obsidiana Press para promocionar y distinguir aquellas obras de autores contemporáneos, tanto de Europa como del resto del mundo. Leer Publicación: http://www.enprimeraplana.org/En_Primera_Plana2Septiembre2011.pdf
Su obra Alma Violeta fue editada en 2012 por la Editorial Dunken. Es su primer libro individual. Inspirada en las sensaciones humanas que expresa una búsqueda profunda y particular de comunicar los sentimientos más intrínsecos, la autora plantea una nueva concepción poética del alma, saliendo de las convenciones clásicas.
Participó de las antologías poéticas En el sendero de las letras (2013) con sus poesías Plegaria de un desconocido, Diálogos íntimos, Donde el espanto rige y Viaje al Sur, y El Eco de las Musas (2014), con sus poesías El Oficio del Poeta, Himno a la Justicia y Despertares, ambas de Del Alma Editores.
Actualmente escribe en su blog y sueña con editar su segunda obra individual.


DÉJÀ VU
Andrea Armesto ©

¡Cuán imperioso es el secreto
de tu sonrisa!

Entreabierta, sofocada, a veces
nublada, apagada y cuando lloras
renace con una carcajada como
burlándose de todos los pesares.

¡Cuántos demonios te poseen
en tu cuerpo y alma!

Agotando tu espíritu que se
debilita transmutando en otros
seres para consolidar el aprendizaje.

Y se ufana la nostalgia de tus vidas
pasadas tan marcadas.

Pero cuando la luna te abraza
tu sonrisa y tus miles de demonios,
desaparecen al menos por una
temporada.

Entregándote viva al consuelo
de tu alma que nunca envejece
y se colapsa en una infinitud imprecisa.

Casi como una orfandad mezquina
que te atraviesa y te deja suspendida en
mi vientre, como si fueses hija mía.


DICTÁMENES DE INCONSCIENCIA
Andrea Armesto ©

¡Cuánta nostalgia contenida
en este almohadón de ave que
me hace volar por los cielos
de todos los llantos de la raza
y por todos los torrentes del
dramatismo de las obras teatrales!

¡Cuánta ebriedad de letras
embebidas hasta el extremo
con sus vórtices y hasta el mismo Epícteto
tratando de defender
al poema!

¡Cuánta desmesura sin sentido
divagando por mi lápiz que escribe
solo y no busca dictámenes de consciencia!
Me dejo llevar por el almohadón
en forma de ave y por el lápiz
con forma de cerebro y así concluyo
estas letras proclives a la extrañeza de
este día, a los hechizos que me alcanzan plena
y a todos los conjuros rotos que de mi maledicencia
fueron absueltos, aquí en este papel
y con estas letras.



JORGE ALBERTO COLLAO GALLEGUILLOS

Nació en La Serena, Chile, en 1965. Estudió Licenciatura en Educación en Física y Química en la Universidad de La Serena, y Análisis Químico Industrial en la Corporación Santo Tomás en su ciudad natal. Ha obtenido los premios Concurso de Poesía Interliceos, Concurso Nacional Silvia Villaflor Rivera de la SECh IV Región, Concurso DDHH IV Capítulo en poesía y cuento, Primer Lugar Concurso Nacional Festival Todas las Artes en Poesía, Concurso Gobernación Marítima de Los Vilos, Concurso Poesía Corporación Santo Tomás. Parte de su obra poética fue publicada en la antología Cuatro poetas y sus libros en 1999 por el Fondo de la Lectura y el Libro. Es miembro de Poetas del Mundo y REMES. En 2014 lanza su primera novela de especulación científica Aunque tal vez solo seamos los dioses de las hormigas a través de la editorial especializada Puerto de Escape. Poeta, dibujante, historietista, ha escrito cuentos, microcuentos, cuento breve, ensayo y crítica, y reseña de libros.


LA LITERATURA, LA MENTE, Y OTROS INSECTOS
Jorge Alberto Collao Galleguillos ©

Alguna vez participé en un couching donde se nos reprendía por usar la muletilla “uno” al expresar cualquier opinión personal desde la propia perspectiva. Fui ridículamente el más sancionado en aquella ocasión. No fue la primera vez que me di cuenta pero toda mi vida ha sido así, aunque hoy reconozco que todos nos sentimos bichos raros entre nuestros mismos pares, quizá como una simple forma de reafirmar nuestra propia identidad. Entonces, me pasa que estoy constantemente cuestionándolo todo, es una obsesión, es como una patología que me obliga a poner una y otra vez las cosas en orden dentro de mi cerebro y eso se expresa exteriormente también en mi obsesión que ya raya en lo anormal, respecto de donde debe ir cada cosa. Me sucede en mi trabajo, me sucede en mi casa, con mi familia, y aunque he aprendido a jugar eficientemente con los códigos sociales, suelo corroerme interiormente, prácticamente todos los días, aunque he aprendido a disimularlo muy bien. Quizá por eso cuando niño intentaba, sin saberlo, ir poniendo las cosas en su lugar a través de ciertos comportamientos que me permitían tener dominio sobre lo que hoy se llamaría “nuestra zona de confort”. Hay cosas que no puedo contar, pero creo que fue por eso que comencé a dibujar. Hacía líneas rectas, curvas, pero me negaba a mí mismo usar reglas pues muy en mi interior no las sentía completamente eficientes, sino que las practicaba una y otra vez. Mientras otros compañeros daban rienda a su fantasía dibujando personajes y dándoles historias, yo me obsesionaba tratando de dibujar a mano alzada círculos perfectos. Y cuando creía obtenerlos, mi recompensa y satisfacción era íntima, solo para mí. No había nadie a quien mostrarle, nadie que entendiera lo difícil que había sido practicar y practicar, para obtener algo que otros podían hacer simplemente usando una moneda para guiar el lápiz. Así fue con muchas otras cosas. Mi desempeño escolar era absolutamente errático. Algunos años llegué a ser sobresaliente en artes plásticas —sobre todo cuando más niño—, luego mis notas en historia eran sobresalientes mientras todas las demás caían en picada. En la enseñanza media no todo fue mejor pero quizá un poco más controlado: pasaba de un año a otro de la Física al Judo, o de la Química a la Filosofía. Finalmente ya en la Universidad ingreso a estudiar Licenciatura en Física y Química pero me obsesiono con la literatura y la maldita exactitud de las palabras. Poco a poco me inunda la sensación de que palabras y números, literatura y matemáticas están absolutamente al mismo nivel, aprendo de la inexactitud de estas últimas y de la exactitud de las primeras y comienzo a escribir poesía, a leer en direcciones extrañísimas —poesía china o neoestructuralista—, mientras mi generación se obsesionaba por el malditismo. Son mediados de los ochenta y sigo tentando los límites de mi pequeño universo. A veces me creo y me siento un genio, pero la mayoría de las veces la dura realidad me estrella contra el suelo y me hace sentir cuales son mis límites. Sin embargo, no podía parar. Escribo lo que mis pares quieren, leo en peñas y actos culturales, pero sabía que lo mío era otra cosa. Y poco a poco entiendo que el orden de las cosas le pertenece a las mismas cosas en sí, que no hay dioses ni arquitectos supremos, que cada cosa es conforme a la otra y voy descubriendo que no hay mejor manera de ordenar mis pensamientos que escribir, que ponerlos sobre el papel, y comienzo a escribir tanto como arrojo a la basura o quemo en un enorme tarro en el fondo de mi casa paterna. Nunca pensé en publicar nada, sino simplemente eran ejercicios de orden, una búsqueda de una especie de intuición que me permitiera ayudar en el orden de las cosas. No era tampoco una especie de lucha entre el orden y el caos pues incluso el caos para mí no tiene una definición satisfactoria sino, que es casi como funciona el universo: si no fuera por la gravedad, todo ese amasijo de planetas nubes, estrellas y polvo que flotan caóticos en el cosmos no serían lo que son. Y entonces por eso escribo, porque me permite, dentro de mi limitado entendimiento, ponerme en perspectiva, dejar de asumirme unidimensional y ver las cosas desde muchos ángulos, apreciar en realidad como es, que todo es. Y me daba cuenta que cada cosa que leía y me quedaba en la memoria tenía su sitio, hallaba su envergadura y su lógica dentro de mi propia comprensión del todo, y todas las piezas infinitas de mi realidad podían encajar en la dinámica del todo, aunque yo mismo no pudiera. Y entonces fue finalmente la imaginación, la especulación de las hipótesis, la que me permitía cierta calma en mi lento cotidiano de ciudadano común. Entonces todo tenía que tener una respuesta. Y esto me lo cambió todo, porque finalmente no se trataba centralmente de las respuestas en sí, sino de la clase de preguntas que pudiésemos hacernos. Y entonces comencé a sentir el agradable sabor de las certezas, aun cuando estas no fuesen permanentes: supe que nunca creí en Dios, que mi capacidad de asumir lo sagrado está mutilada, que lo que deseo busca en el orden de la realidad solo aquello que está o pudiese estar ahí. Que no entiendo la fe, ni el perdón, ni el gregarismo, ni la felicidad, ni el alma, como si en mi lengua madre no existiesen ciertas palabras que para otros son proverbiales. Y me solaza interpretar el cosmos con versiones que trastocan todo lo que la humanidad ha creído hasta hoy solo para ver —sentir— que pasa. Y por eso escribo poesía, por eso escribo narraciones, por eso textualizo, por eso escribo… y la novela Aunque tal vez solo seamos los dioses de las hormigas es un poco eso. Las posibilidades importan en cuanto nos acercan a la realidad, realidad en cuanto a lo que es, y nada más. Entonces, mis intuiciones, son expresiones en dirección a la realidad.
“Cuando voy al bosque no sé lo que voy a encontrar. La vida o la muerte. Voy a cazar porque quiero seguir y seguir, pero no sé exactamente adonde ni porqué. Todo esto es tan vago que podríamos decir que mi propia vida no me importa. Pero a veces huelo algo. No sé si es una presa. Pero huelo algo que me hace reaccionar… después de eso, pasa una infinidad de cosas que sé que ocurrieron pero que ya no importan, y estoy frente a un cálido fuego en medio de la noche, comiendo la carne de mi presa”.
“A veces cuando están las condiciones de tranquilidad y aislamiento, puedes hacer simples cosas como mirar tu mano izquierda y ver solamente una mano como tantas. Pero si miras el suficiente tiempo, sin buscar nada, el aburrimiento quizá hará que tus dedos se muevan, buscarás algo en tu mano que no has visto antes, la moverás, moverás tus dedos, y al cabo de un rato tales movimientos te parecerán extraños, casi ajenos, y harás reflexiones simples que sin embargo parecerán que no son tus reflexiones, y una sensación tenuemente parecida al miedo, te hará creer que no eres tú el que mira aquella mano. Pero todo volverá luego a la normalidad, y lo olvidarás”.
No puedo explicar más. Solo puedo hacer ciertas descripciones. El lenguaje —como todo— tiene sus limitaciones.



TAMARA BONDAR

Nació en 1984 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Escribe desde la adolescencia. Empezó con relato y ahora se dedica a la poesía y a la crónica de la ciudad. Su primer taller literario lo hizo hacia 2003. Estudió bastante tiempo el idioma francés, lo que la acercó más a la literatura. Tiene aprobadas algunas materias del profesorado de letras. Está interesada en la historia del tango. Asegura ser muy lectora.


TIJERA
Tamara Bondar ©

Se deslizan sus hojas, se rozan,
no se abrazan nunca,
conocen el ardor de la proximidad,
pero no el compromiso del abrazo.

Características suficientes
para llevar el estuche con certificación:
resultados al instante;
el tornillo cabeza fix de cebo las coordina.

Se conducen anchas, erguidas,
evaden la fragilidad de su cuerpo
recordar que en la proximidad del fuego se derrite.

La ciencia de la psicología egipcia
la originó de parafina,
encontró propiedades sublimes
que el acero no brinda.

La artesana de Sudamérica las elabora.

Receta:
vierte sobre el molde de caucho gris
la nombrada materia desbordante,
le tienta los colores intensos,
pero no puede quebrar con el pedido
de las parasicólogas.

Sobre ese torrente dispuesto,
arroja virutas de crayón de colores exigidos,
introduce el molde desbordante
dentro del horno candente,
herramientas para disipar corazones no deseados.
La artesana ya terminó la jornada de fabricación.

Entrega lunes: tijera negra carbón.
Entrega martes: tijera blanca como la pluma de ave sureña.
Entrega miércoles: tijera azul como el cielo quebrado de pureza.

En primavera descuartizamos relaciones amorosas.
En primavera especialidad en trituración de fotografías.
En primavera recortamos cabezas y las montamos sobre otros cuerpos.

Las parasicólogas venden temporadas de recaudación
desde los panfletos,
estampados contra los muros de Buenos Aires.


LA PREHISTORIA ENTRE NOSOTROS
Tamara Bondar ©

Desde la baldosa cuadriculada
de la calle Upicúa
hasta la baldosa rayada
de la calle Upisúa,
se estira hacia arriba
Nean Prosaico Modern
imagen y splet creen del tiempo.
Camina despacio
porque cuida la brecha entre su año y el nuestro.

Camina envuelto en harapos,
insulto de vuestras eras.

Su físico y diagramas corporales
no anuncian lares,
nació o no sabemos en cual ciudad
nació o no sabemos en aquel kilómetro
nació o no sabemos en aquella costa.

Humano, sabemos, que empujado por un vientre
de eslabón de primera cadena.

Es una réplica
del Sapiensitis Felices,
que alude al vegetal
y carne ancestral,
se alimenta con insectos,
refleja sobre las nervaduras de los semáforos
idénticas piezas dentales.

Nuestras calles son patrimonio histórico de la humanidad,
cuidemos del flujo turístico
al Nean Prosaico Modern.
Conservemos su caminata
en harapos.


CARTA ASTRAL
Tamara Bondar ©

La luna anuncia nacimientos a futuro de dos días,
grabados en sus piedras de nieve.
Augurio: niño sin pozos en la cabeza,
manos grandes,
dedos uno corto, uno largo, uno…
Último augurio, corrijo.
Las estrellas olvidaron limar sus puntas,
por lo tanto no labraron información
de espíritu
ni ninguna síntesis sobre su esqueleto meridional
Nació idéntico a las piedras preestablecidas.
No tenemos ecuación tonal del primer llanto,
por la pluma que olvidaron las estrellas.
De los brazos de Etelvina, a los brazos de María,
las enfermeras recitan dentro del oxígeno de la sala
adivinanzas
¿No tiene las pestañas de un mago mentalista?
¿No tiene un parecido al ministro de economía?
¿No será de cabeza ovalada porque lo pidieron criador de gallinas?



JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ JUAN

Nació en Valencia, España. Licenciado en Filología Valenciana y en Filología Hispánica por la Universidad Literaria de Valencia. Actualmente compagina la labor de escritor con la de profesor de ESO y Bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar, de Valencia. Su curiosidad artística le ha llevado a colaborar en diferentes propuestas cinematográficas o televisivas, llegando incluso a ejercer de actor de teatro en Sweet Home Transilvania (2015). En 2012 participa como ensayista en el proyecto El camino del corazón solidario. Su innovadora obra Pinceladas de Harmonía se encuentra entre el humor verbal y la vanguardia surrealista.
videos youtube: joseluisfernandezjuan


Algunos de sus textos surrealistas:

FRAGUANDO BALCONES DE LIBÉLULAS
José Luis Fernández Juan ©

Polen de sonidos de repente en paracaídas rectangulares
Lóbulos de microgametofitos por el vacío dependiente
Bochando tibiezas, aplaudiendo susurros de vidrieras
Proyectando galerías de las vidas lulas de frenesí
Odonatos de palmas en la aurora de la dársena
Tocando la alambrada los cheros en algarabías
Tan entusiastas, tan planeados, tan genciales
Gargantas de puertos, barcos de gargueros
No pasa naranja que no queda albazano
Colindantes gorgojeos lapislázulis.


COLÁGENO HEBDOMADARIO
José Luis Fernández Juan ©

Absorber, resaber, embeber, resorber
Sombrillas de fibras, fierabrás de vainillas
Flexibles contornos de células heteróclitas
Tersura fluvial para márgenes sin transcriptos
Espuma de tréboles laminando efigies de mármol
Agrupando lirios de zirconio, reafirmando labios de lluvia
Siete días de brisa polifónica agrupados por la dermis de coral
Garúas de atardeceres flexibles que deslizan lágrimas imbríferas
Moléculas protéicas constelando el trópico escoltado sin máculas
Adormecidos paseos de proteínas resbalando acordeones de líquenes.


DINGOLONDANGO SIN PROCRASTINAR
José Luis Fernández Juan ©

Sin demora, sin zarza, sinceramente sinfonía
Inmarcesible sentimiento de plenitud
Espigas de besos de sol y bechamel
Mélica de amistad; recibir y entregar ledamente
Plata de nubes minerales explayando lealtad y fortuna
Reverberando sinayeras de flux por campos líquidos
Espejos de olas de colonia sin quinsearse de dilema
Astrifera atracción de realidad, eviternas panaceas de bonanza
Materia y esencia lateando por playas cígneas
Orquídea de papel satinado con priscos de atracción
Rubescente revelación de guáranos de faroles nevados



SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 69 – Junio de 2016 – Año VII
ISSN 2250-5385
Exp. 5259277 del 21/10/2015, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.


Propietario y Director: Héctor R. Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina

(currículo en Suplemento Nº 56)




Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
(currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 13)



Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
 @mon_villarreal
(currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17)


 @RyF_Supl_Letras

 @RyFRevLiteraria

Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.

"Realidades y Ficciones"
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm








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