SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 79 – Diciembre de 2018 – Año IX
ISSN 2250-5385 –
Edición trimestral
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si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido,
ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número
trimestral).
“Flying Fish” (Pez volador) Mónica Villarreal (2018) (Acrílico sobre papel, 11" x 14") Serie “Flying Fishes” (Peces voladores) |
Sumario:
• Ángel BALZARINO (Argentina) †
• Jaime B. ROSA (España)
• Carlos PENELAS (Argentina)
• Adriano CORRALES ARIAS (Costa Rica)
• Haidé DAIBAN (Argentina)
• Washington Daniel GOROSITO PÉREZ (Uruguay-México)
• Gabriel AZIZ LOUTAIF (Argentina)
• Diana DECUNTO (Argentina)
• Adán ECHEVERRÍA (México)
• Óscar FERNÁNDEZ GALÍNDEZ (Venezuela)
• Maximiliano REIMONDI (Argentina)
• André ANLUB (Brasil)
ÁNGEL BALZARINO †
Narrador argentino nacido el 4/8/1943
en Villa Trinidad (Santa Fe) y fallecido el 9/6/2018 en Rafaela (Santa Fe),
donde residía desde 1956.
Poseía estudios contables e
impositivos.
Varios de sus trabajos literarios
figuran en antologías editadas en Argentina y en Estados Unidos, México, Reino
Unido, entre otros países. Escribió también algunas biografías y reseñas
institucionales.
Obtuvo numerosas distinciones, entre
otras: premio Mateo Booz (1968), premio Jorge Luis Borges (1976), Premio Anual
por el Bienio 1976-77 de la Asociación Santafesina de Escritores, Mención
Especial en el género narrativa Premio Alcides Greca (1984) de la Subsecretaría de
Cultura de la Provincia
de Santa Fe, Fondo Editorial años 1986-1995-1996 de la Municipalidad de
Rafaela, Faja de Honor 1996 y 1998 de la Asociación Santafesina
de Escritores, Premio Provincial Alcides Greca 2014 del Ministerio de
Innovación y Cultura de Santa Fe.
Fue el primer presidente de ERA -
Escritores Rafaelinos Agrupados (fundada en 1971). Sus esfuerzos de veintiocho
años al frente de esa institución fueron reconocidos al ser nombrado presidente
honorario.
Lamentablemente, no solo perdimos un
notable escritor, también perdimos una persona de gran calidad humana.
Obras:
Colecciones de cuentos y relatos:
• El
hombre que tenía miedo (Rafaela, ERA, 1974).
• Albertina lo llama, señor Proust (Rafaela, edición de autor, 1979).
• La visita del general (Rafaela, ERA, 1981).
• Las otras manos (Rafaela, Fondo Editorial Municipal, 1987).
• La casa y el exilio (Santa Fe, Sudamérica, 1994).
• Hombres y hazañas (Rafaela, Fondo Editorial Municipal, 1995).
• Mariel entre nosotros (Buenos Aires, El francotirador, 1998).
• Antes del primer grito (Rafaela, edición de autor, 2003).
• La sangre para ellos son medallas (La Plata , Ediciones Al Margen,
2011).
• L'epopea storica ed i 35 anni dell' Associazione Piemontese / La gesta
histórica y los 35 años de la Asociación Piamontesa (en colaboración con
Norma Brarda De Bruno; Rafaela, 2011).
• Timbre a la hora de almorzar (Santa Fe, Editorial Palabrava, 2013).
• Todos amábamos a Virginia Crespi (Santa Fe, Editorial d’laire -
Colección Calidoscopio, 2015).
• Historias de proezas y derrotas (La Plata , Ediciones Al Margen,
2016).
Novelas:
• Cenizas
del roble (Rafaela, ERA, 1985).
•
Horizontes en el viento (Rafaela, edición de autor, 1989).
•
Territorio de sombras y esplendor (Rafaela, Fondo Editorial
Municipal, 1997). • Con las manos atadas
(Rafaela, La Opinión ,
2004).
Más sobre este autor en:
Suplemento de Realidades y
Ficciones:
También en:
EL ORDENANZA
Ángel
Balzarino ©
Cuidadosamente abrió el pequeño
paquete y dejó caer el polvo blanco dentro de la cafetera. Luego revolvió con
una cuchara el café hasta que desaparecieron los puntos blancos; el líquido
quedó otra vez de un color oscuro, definido e intenso. Como el de todos los
días. No se darán cuenta hasta que sea demasiado tarde. Después, con una
rapidez que relegaba el habitual desgano con que realizaba ese trabajo
diariamente, desde hacía casi un año, sacó del armario seis tazas y seis
platillos y los puso junto a la cafetera, en la bandeja.
Ya está. Todo listo. Creyó disfrutar
ya el placer que le brindaría la concreción de su plan. Aparentemente todo
estaba como de costumbre, sin embargo, hoy su tarea culminaría de una forma muy
distinta a la de tantos otros días. Hoy, por fin, poseía el modo —que
consideraba poderoso e infalible— de destruir la exasperante rutina y, sobre
todo, de vengarse de esas seis personas que en el curso de muchos meses habían
estado hostigándole con sus bromas, sus órdenes imperiosas, sus risas descaradas.
Pero ahora se liberaría
definitivamente. Hoy se rebelaría contra el pertinaz asedio de los demás —no
solo de esas seis personas junto a las que trabajaba, sino también de todas las
que conoció desde su niñez— a causa del defecto físico provocado por una
profunda herida en su pierna izquierda al caerse sobre una lata, ese que lo
obligó a caminar siempre con una torpe y cómica oscilación. Tenía cinco años
cuando ocurrió eso, desde entonces su nombre verdadero fue reemplazado por el
del Rengo, apodo que los demás usaron en un tono despectivo, acentuando más aún
la certeza de su incapacidad. Y no pudo evitar ser llamado así; primero fueron
sus compañeros del colegio, luego los que tuvo en los diversos lugares donde
trabajó. Los otros habían encontrado a través de su renguera un medio para
bromear y entretenerse, y ello resultaba fácil porque él, como un cobarde o un
sonámbulo, siempre lo aceptó todo: la ofensa y el sarcasmo, la burla y el
desprecio. Vivió mecánica e insensiblemente, solo invadido por un odio cada vez
más profundo, exacerbado hacia quienes lo rodeaban, que lo impulsó a esperar,
con una conformidad inaudita, el momento de vengarse. Únicamente eso quiso:
vengarse. Y ese deseo lo obsesionó durante días, meses, años... Pero como el
tan anhelado instante siempre era postergado por su indecisión o temor o falta
de oportunidad, comenzó a creer que eternamente sería un objeto frío e
inanimado para satisfacer el capricho de todos.
Ya desde que abandonó el colegio (a
los nueve años, cuando murió su padre, la precaria situación económica en que
quedaron él y su madre, lo obligó a trabajar), pareció internarse en un
laberinto sin salida; en el primer lugar donde trabajó se había repetido lo que
sucedió en el colegio; su caminar dificultoso provocó burlas procaces,
despiadadas. Entonces, para liberarse, dejó esa ocupación y buscó otra; pero
volvió a ocurrir lo mismo, y así, cambiando incesantemente de trabajo —siendo
cadete o repartidor de almacén o aprendiz de mecánico— se fue hundiendo cada
vez más en una existencia sórdida y miserable.
Y durante años vegetó sin alegría,
ni sosiego, ni esperanza, realizando cualquier tarea, considerando a cualquier
ser que se le acercaba como un terrible y alevoso enemigo. No me tratarán
siempre como a un perro. Haré algo para impedirlo. Pero el momento de plasmar
su deseo parecía siempre inalcanzable.
Hasta hoy, porque al fin tenía el
valor y la ocasión de la revancha, que descargaría sobre seis personas,
brutalmente. Ya no volverán a burlarse de mí. Apartando los recuerdos que lo
mantuvieron un rato absorto e inmóvil, observó su reloj: ya hacía cinco minutos
que debía haber servido el café.
Lentamente levantó la bandeja.
Bueno, hoy será la última vez... Inició la marcha con cierto embarazo. El peso
de la bandeja lo obligaba a mantener un equilibrio que nunca tuvo. Esa mañana,
más que otras, temió trastabillar —lo que era muy frecuente— y caerse, porque
derramando el café quedaría frustrada, o postergada de nuevo, su venganza. Debo
tener marcho cuidado. Aquí llevo una bomba.
Mientras caminaba pensó que
realmente ningún empleo le había resultado más penoso y desagradable que el de
ordenanza en esa empresa; y, como en otras partes, solo obedecía a la actitud
de los demás. Allí creyó enfrentarse a los seres más perversos que había
conocido, los que hallaron en él —como el juguete nuevo en poder de un chico—
la fuente que los proveía de una diversión incesante. Todos los días la
conseguían de modo distinto: tirando papeles en el piso que él acababa de
limpiar, o haciéndole realizar inútiles diligencias solo para reírse de sus
pasos irregulares, o lo que era peor y él más temía, causando su caída con una
zancadilla cuando llevaba la bandeja con la cafetera y las tazas.
Quiso también abandonar ese trabajo,
como había hecho con otros; pero se negó a continuar su fuga constante,
disparatada. Permaneció allí, dispuesto a concluir de una vez con la horrenda
situación que sobrellevaba desde la niñez.
E inesperadamente supo cómo
obtenerlo.
Fue el día anterior, cuando observó
a su madre depositar veneno sobre las flores para resguardarlas de los insectos
que había en el jardín. Sí. Por fin sabrán todos de lo que soy capaz. Por eso
había sacado un poco del veneno que su madre guardaba en un aparador y esa
mañana lo echó en el café.
Lentamente cruzó el corredor que
desembocaba en una reducida sala; allí se detuvo, frente a las tres puertas de
las oficinas. ¿Cuánto tardarán en morir? Era la primera vez que se formulaba
esa pregunta, comprendió en seguida que no le interesaba el tiempo que tardaría
en surtir efecto el veneno —minutos, horas o quizá días—, sino más bien que
coronase totalmente su propósito.
Por un momento no supo en cuál de
las tres oficinas entrar primero; pero, como queriendo seguir la rutina ya
establecida, se decidió por la del gerente. Sostuvo la bandeja en una mano, con
la otra dio dos golpes en la puerta; y oyendo una voz familiar, la abrió.
Quedó algo desconcertado. Allí no
estaba solo el gerente, como todas las mañanas cuando servía el café, sino
también los empleados. Todos: los seis. Apenas entró, dejaron de hablar y
clavaron los ojos en él, casi con una repentina curiosidad, igual que si lo
vieran por primera vez; esa fijeza inusitada hizo vacilar un poco la seguridad
que tenía hasta entonces.
No obstante, se esforzó por
mantenerse sereno, observando atentamente los seis rostros, casi se asombró de
no descubrir en ellos ningún gesto que revelase la habitual mordacidad, pues
aparecían serios, graves, como si ocurriera algo muy importante. Pero, ¿qué
pasa? Casi presintió el fracaso de su plan, porque el hecho de estar todos
allí, reunidos a esa hora, confería un carácter desusado a la monotonía de las
otras mañanas.
—Puede servir el café, Aurelio —le
dijo el gerente, en un tono suave y amable que no era el de costumbre—. Lo
tomaremos aquí.
La voz lo sorprendió. Entonces trató
de realizar naturalmente lo poco que faltaba para concluir su obra. Tal vez
morirán los seis al mismo tiempo.
Depositó la bandeja sobre el
escritorio. Luego, con cierto aturdimiento provocado por el silencio y las
miradas de ellos —en ese momento atentas, fijas en él—, tomó la cafetera con
mano temblorosa y sirvió el café. No se darán cuenta. Casi rogó que fuese así,
pues aún no se sentía absolutamente seguro y temió que algo —su nerviosidad,
que sin duda era evidente, o el color del café, un poco más claro que otras
veces— develara lo que sucedía.
Pero, en seguida, ellos tomaron las
tazas y, a rápidos sorbos, bebieron el café. Mientras lo hacían, él deslizó la
mirada por sus rostros, ya tranquilo, con un placer morboso y desconocido. Ya
está. Ahora dormirán para siempre. Tuvo el súbito impulso de gritarles su odio,
de expresarles abiertamente que había conseguido aplacar un poco la carga de
angustia y sufrimiento, porque ellos —solo ellos seis de los tantos seres que
desplegaron un tenaz asalto sobre él— acababan de convertirse en los
destinatarios de la venganza que había estado gestando y esperando a lo largo
de muchos años, y hacerles comprender, finalmente, que por primera vez era más
fuerte y poderoso que todos.
Pero no expresó de ninguna manera lo
que experimentaba, Solo le pareció que sus labios pretendían esbozar una
sonrisa, instintivamente, al imaginar que esos semblantes, ahora serenos y
despejados, muy pronto, a causa del veneno, se tornarían lívidos,
congestionados, duros, fríos. Como las hormigas. Recordó las diminutas figuras
negras e inertes que cubrían el jardín luego de que su madre rociaba las
plantas con veneno. Aunque él no podría contemplar esas caras descompuestas por
el dolor y la agonía.
Despaciosamente se dio vuelta y
caminó unos pasos, pero antes de llegar a la puerta, la voz del gerente lo
detuvo:
—No se vaya, Aurelio.
Quedó paralizado, como si un golpe
brutal aplastara su cuerpo. ¿Qué pasaba ahora? ¿Acaso había sido descubierto?
Un sudor frío lo estremeció, sintió las piernas débiles. Estoy perdido. De
pronto creyó que esas seis personas se convertirían en indignados acusadores.
Pero cuando su mirada aterrorizada abarcó sus rostros y los vio sonrientes,
amistosos, cordiales, todo su miedo se transformó solo en sorpresa, que se
acentuó más aún al oír la voz del gerente diciéndole, como en un sueño absurdo
e increíble:
—Hoy hace un año que usted trabaja
aquí. Por eso, para premiar su eficacia y dedicación, todos nosotros queremos
hacerle un obsequio —y tomando un pequeño paquete que había sobre el
escritorio, se lo alcanzó—. Sírvase. Esperamos que sea de su agrado.
EVANGELINA
Ángel
Balzarino ©
Se detuvo. Jadeante. Tal vez no
tanto por el presuroso recorrido de varias cuadras, sino por el hecho de
encontrarse allí, frente a la casa de él.
Estremecida por una aguja que
perforaba cada poro de su piel, haciendo surgir de inmediato el recuerdo de
otro tiempo en que se había debatido entre el horror y la desesperanza, el
miedo y la soledad. Como si no hubieran pasado diez años. Como si aún me
encontrara allá. Incrédula todavía de haber concluido por fin la espera que no
le permitió un segundo de tregua. Voraz. Arrebatadora. Transformada en el
objetivo fundamental de su vida, que solo iba a concluir cuando concretara la
anhelada venganza. Sí. Ahora. Al deslizar la mirada por el amplio salón, donde
las mesas presentaban una abundante gama de comidas y bebidas, despertando una
golosa satisfacción en los hombres y mujeres sentados alrededor, ávidos y
sonrientes y sumidos en una charla fresca y bulliciosa, lo embargó un
sentimiento de paz y felicidad. Especialmente cuando detuvo los ojos en ella.
Evangelina. La leve sonrisa parecía otorgarle mayor belleza y atractivo al
rostro. Lo más querido. Lo único verdaderamente importante. Por algunos minutos
quiso paladear con fruición el privilegio de observarla, de tenerla cerca, de
saber que era el pilar donde encontraba siempre la cuota de amor, ternura,
comprensión, para sentirse fortalecido, para desechar cualquier duda o
dificultad. Por eso la fiesta que había preparado para celebrar sus
resplandecientes quince años tenía el carácter de un cálido, profundo
agradecimiento. Al apoyarse contra una pared en un intento por recuperar la
calma, observó la propiedad: alta e imponente, con puertas y ventanas
profusamente iluminadas, bordeada por una verja que le daba un aspecto
inexpugnable. Por fin reparó en las figuras que estaban al frente, en actitud
alerta y vigilante. Como siempre. Necesita tener cerca un ejército de guardias
para sentirse fuerte y seguro. Bruscamente un escalofrío la estremeció al ser
asaltada de nuevo por el recuerdo de una noche lejana, en la que el
desconcierto, la impotencia pero sobre todo el miedo surgieron incontrolables
cuando figuras casi espectrales penetraron en el cuarto donde Mario y ella
dormían abrazados. Golpes, gritos desaforados, armas exhibidas con orgullosa
ostentación de fuerza, no les dieron margen para moverse o proferir cualquier
palabra de protesta mientras eran aferrados con rudeza e introducidos en un
coche y por fin arrojados a una celda húmeda y oscura. Después, la separación
de Mario, la soledad, el horror, creciendo día tras día al comprobar lo que le
ocurría a sus compañeros de encierro y, sobre todo, sufrir en carne propia las
presiones, los interrogatorios, las extensas sesiones de tortura. Entonces una
sola persona llegó a tener la potestad de hacer y decidir sobre su vida con
entera libertad: el coronel Bermúdez. La música irrumpió con cierta violencia,
casi como una manera de poner término a la inmovilidad y darle un carácter más
vivaz, más divertido a la fiesta. Ella se levantó rápidamente, se unió a los
primeros que comenzaron a bailar. Al observarla reír y moverse con soltura, sin
ninguna sujeción, comprendió una vez más que a lo largo de los años solo había
querido que viviera así, despreocupada, feliz, ajena a cualquier peligro. Como
una rosa que debía mantener siempre fresca. Destinada a otorgarle los mejores
momentos de recreo. Intensos. Regocijantes. Una vía de reposo o evasión para el
trabajo que durante años le había tocado desempeñar. Duro, muchas veces
ingrato, plagado de riesgos. Pero siempre lo había gratificado merecer el
respeto y estima de los compañeros del ejército, lograr cargos cada vez más
destacados, recibir el elogioso reconocimiento de sus superiores. Esta es una
misión muy delicada y riesgosa. Usted es la persona adecuada para llevarla a
cabo, Bermúdez. Quizá una de las cosas más añoradas era cumplir esas tareas en
las que prevalecían la violencia, el pánico, la acechante presencia de la
muerte, donde ponía de manifiesto su capacidad, su actitud de mando. Firme. Sin
vacilación. Tal vez ha llegado la hora de gozar de un merecido descanso. Y
aunque no podía sustraerse de una dosis de cierta amargura y desolación por
haber dejado la actividad que durante años desarrolló intensamente, con la
certeza de ser la única que le otorgaba sentido a su vida, se vio aliviado por
el hecho de tener cerca a Evangelina, de poder disfrutar su compañía en forma
exclusiva. Vamos. Llegó tu turno. Sacado de improviso del asiento, mientras
crecían las voces de aliento, fue conducido hacia el centro de la sala donde
estaba ella esperándolo, sonriente, con los brazos abiertos en clara invitación
para bailar. Sobrevivir. La única meta, el excluyente propósito que le concedió
el vigor, la calma, el coraje para soportar primero la brusca soledad, lejos de
Mario y de las cosas más queridas, después el hacinamiento junto a otros seres
tan desesperados como ella, por último, las interminables sesiones de atropello
y vejámenes. Sí. Vivir únicamente para cobrarme todo eso. Llegó a resultarle
casi increíble su capacidad para soportar el dolor, para no dar ningún nombre,
ni domicilio, ni actividad de sus amigos, para mantenerse impasible ante las
presiones y amenazas. Te gusta hacerte la valiente. Pero andá sabiendo que
todavía nadie ha quebrado la voluntad del coronel Bermúdez. El tono de la voz,
entre persuasivo y ferozmente autoritario, la figura corpulenta, las órdenes impartidas
con el rigor de un latigazo, fueron caracterizando al hombre sobre el cual
concentró todo su rencor, todo anhelo destructivo. No solo durante el tiempo
que había pasado en celdas siniestras —sin llegar nunca a definir la cantidad
de días, semanas o meses—, sino más aún después, cuando el estado de libertad
le pareció tan frágil y casi el producto de un milagro que le costaba admitir,
sin proporcionarle ningún síntoma de paz o siquiera consuelo, pues de inmediato
se vio lacerada por la realidad de encontrarse sola, destrozada por la pérdida
definitiva de Mario, sin saber qué rumbo seguir. Como si me hubieran cortado en
cien pedazos y ya nunca volvería a estar completa. Solo permaneció incólume el
ansia vindicativa. Recóndita. Cada vez más voraz. A la espera del momento de
manifestarse. Abiertamente. Por fin. Ahora. Al observar de improviso que desde
la casa, entre gritos y risas, comenzaba a salir la gente. Detenidos junto a la
puerta, se dedicaron a despedir a cada uno de los participantes de la fiesta.
Sonrientes, intercambiando besos y abrazos, con la promesa de nuevos
encuentros. Sí. Una de las fiestas más hermosas. Mientras mantenía fuertemente
abrazada a Evangelina, en un intento por expresarle cuánto la quería y
representaba para él, acompañaron hasta la vereda a los últimos invitados. Fue
entonces cuando sonó el llamado. Coronel Bermúdez. Estalló el grito en su boca
reseca, sosteniendo la pistola en la mano derecha, parada en el medio de la
calle, a escasos metros de ellos. Donde más pueda dolerle. Donde ya no tenga
consuelo mientras viva. Obsedida por un solo pensamiento aceleró la acción.
Temerosa de perder esa oportunidad. Arrebatada, apretó el gatillo. Una y otra
vez. Incontenible. Guardias. Pronto. El tono tuvo el carácter perentorio con que
siempre había impartido las órdenes. Pero muy pronto comprendió que era inútil.
Bruscamente todo perdió sentido, ya no le importó la sorpresiva presencia de la
mujer en la calle, ni el rápido movimiento de los guardias, ni el fragor de los
disparos, sino que, paralizado por el chillido desgarrador de Evangelina, se
limitó a observarla, hipnotizado, mientras una mancha oscura le teñía el
vestido y se desplomaba sobre la vereda.
JAIME B. ROSA
Nació en Bellreguard (Valencia),
España en 1949. Tras licenciarse en filosofía por la Universidad de
Valencia, comenzó sus estudios en la Universidad de París-Sorbona (París IV), donde en
1982 se doctoró con una tesis titulada Matérialité
et spiritualité dans les personnges du Pére Goriot de Balzac. Previos a
esto, obtuvo la licenciatura en filología francesa, con el trabajo Création et destruction dans la vie et
l´oeuvre de Rimbaud / Creación y destrucción en la vida y obra de Rimbaud,
y una maîtrise con la memoria Méthodes
descriptives balzaciennes.
• Poemarios: Nubes digitales, Océano claxon, La estación azul, Yo leopardo /I
Leopard, De rizo soplo, Lugar de polen / The passage of polen, Mar textil
fragmentado / Sea of fragmentary textile, Pan de musa.
• Novelas: Arlequín en el laberinto / Arlequin dans le labyrinthe, Las cuatro
caras de la pirámide negra / Les quatre
faces de la pyramide noire, Hilo de seda / Fil de soie, Maremagnum o de las
siete piedras / Maremagnum du les sept pierret, El embalsamador.
• Antologías: Separad-92, poesía contemporánea en lengua maya / Tumben ik´tanil ich
maya t´an, Antología de poesía chicana / Anthology of chicano poetry, Los vasos
comunicantes: antología de poesía chicana, Separad-2000, Reencuentro en
Sefarad-al-andalus-2000 y Lo último de Filipinas, además de un alegato
poético trilingüe (español, árabe y hebreo) a favor de la paz en Palestina
titulado Reencuentro en Sefarad
al-Andalus, y la publicación de las actas del congreso de escritores y
académicos sefardíes de lengua castellana y portuguesa (Miami noviembre 1992)
bajo el título de 500 años después: Separad,
las américas y la nueva cultura israelí,
Antología de poesía brasileña,
Antología de poesía coreana actual, Antología de poesía española actual,
Antología poética del imperio Inka (con Leo
Zelada), Homenaje a Abelardo
"Lalo" Delgado y Rodolfo "Corky" González, In pákat yétel
júntul t'el... / Mirarla con un gallo, Las tribulaciones de Nemod, Manzanas
cuadradas de sabor numérico / Savoured numerically squared apples, Nueva poesía
española, Palestina nueva poesía, Poesía contemporánea de la República de Turquía (con
Mwetin Cengiz), Poetas, testigos de una guerra, Tierra sin mal: Antología de poesía
guaraní.
Ha colaborado en revistas de
renombre internacional como Voices Israel, International poets academy (Madrás,
India), The international Poets Yearbook (Universidad Boulder Colorado), es
miembro permanente del Research board of advisors del ABI (American
Biographical Institute) y ha sido incluido en el Directory of international
writers and artists (Boulder Colorado), así como en el Who´s Who in poetry,
Who´s who of intelectuals, Men of achievement, y nominado hombre del año por el
International Boigraphical centre (Cambridge, Reyno Unido). También ha sido
nombrado embajador de la paz (in the framework of the Universal Ambassador
Peace Circle, Geneva).
Ha
representado a España, en calidad de delegado en múltiples congresos
internacionales.
Más
sobre sus obras y trayectoria en el Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 54:
http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2012/09/
POEMAS CUÁNTICOS
Jaime
B. Rosa ©
I
La
náusea
Un
martillo de cobre
Que
golpea la unidad
De
los seres evanescentes
La
impalpable dimensión
De
las formas permeables
A
toda latitud
A
los cascabeles del rocío
En
su enfermizo sedimento
Abrasa
al fuego
Fluye
con la inclinación
Del
peso que impulsa
Al
mercurio
Que
espesa la nada
Su
sombra
Redondea
las lágrimas del mundo
Augura
otros territorios
De
inconmensurables espacios
Orlados
De
argumentos contundentes
Que
difuminan
La
existencia
II
Todos
los perros ladran
A
la misma flor
Orinan
a la luz
Y
muerden a las rosas
Que
nos perfuman
Conocimos
la nieve
Cuando
era incongruente
Tener
frío
En
nuestra conciencia
Serpientes
de cera
Rompen
los tobillos de Dios
En
toda manzana sana
Hay
golondrinas podridas
Y
cabezas de ciervo
Que
miran a los muertos
A
medrosas sílfides
A
escuetos emblemas cifrados
En
cada órgano conciso
Hay
una nube de pájaros
De
acero rotundo
Un
eco
Que
muestra
Nuestro
ángulo
Más
oculto
III
La
conciencia
Es
lo que la luz nos ofrece:
Una
cereza en el abismo
Dudosas
intuiciones
Eternas
medidas traídas
Directamente
del sol
Bajo
al nivel de la noche
Y
me siento un cristal opaco
Una
falsa ventana al mundo
Una
obra inacabada
Que
delira entre los lirios
En
una casa curva
Cuyas
columnas
Retan
a la gravedad
Me
aproximo
A
la cámara de los números
Descubro
un difuso espacio de novicias
Que
acarician sus almas con sus nucas
Rumores
vagos
Globos
de espuma ingrávida
Cráneos
de ola
Y
hombres siniestros
Que
roban la pasión
A
los caballos
La
conciencia es luz
Vital
cadencia
Grito
Dolor
IV
Fluye
el mundo
Por
la diagonal
Del
tiempo
Por
los caminos invisibles
Del
agua
Desde
la primera aurora
Hasta
el último umbral
Al
otro lado de la noche
Hay
brisas
Que
siembran en el mar
Increíbles
paradojas
Llenan
los huecos
El
vasto firmamento
De
oscuras perlas muertas
El
mundo
Es
como nunca
Nadie
Dijo
que era:
Infinitesimalmente
Idéntico
Al
todo
Inconmensurablemente
Igual
A
la nada
V
Las
causas
Son
palomas de alguien
Congruentes
péndulos
Que
al oscilar
Golpean
la nada
En
su absoluto perfil
Entonces
Las
gatas negras
Sangran
por sus bocas
Las
larvas
Se
prolongan
Y
el mar
Bascula
categóricamente
En
su plenitud
Nada
hay en el fuego
Sino
pura inercia y conchas
Que
guardan
Una
intimidad abstracta
En
su hueco
Equiparable
a la noche
Algo
impugna las sombras
Del
otro lado del mundo
El
mercurio
Tumba
los átomos
Y
aplasta a los ángeles
Que
olfatean a Dios
En
su fuente densa
CARLOS PENELAS
Nació el 9 de julio de 1946 en la
ciudad de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, y reside en Buenos Aires,
capital de la
República Argentina. Estudió en el Profesorado en Letras en la Escuela Normal de
Profesores Mariano Acosta, en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires cursó Historia del Arte y Literatura.
Obtuvo primeros premios y menciones
especiales en poesía y en ensayo, así como la Faja de Honor (1986) de la Sociedad Argentina
de Escritores —de la que fue en 1984 director de los talleres literarios— y
otras distinciones. Fue incluido, por ejemplo, en las antologías Poesía política y combativa argentina
(Madrid, España, 1978), Sangre española
en las letras argentinas (1983), La
cultura armenia y los escritores argentinos (1987), Voces do alén-mar (Galicia, España, 1995), A Roberto Santoro (1996), Literatura
argentina. Identidad y globalización (2005).
Publicó a partir de 1970, entre
otros, los poemarios La noche inconclusa,
Los dones furtivos, El jardín de Acracia, El mirador de Espenuca, Antología
ácrata, Valses poéticos, Poemas de Trieste, Homenaje a Vermeer, Elogio a la
rosa de Berceo, Calle de la flor alta, Poesía reunida, Cánticos paternales, El
huésped y el olvido.
A partir de 1977, en prosa, fueron
apareciendo los volúmenes Conversaciones
con Luis Franco, Os galegos anarquistas na Argentina (Vigo, Galicia,
España, 1996), Diario interior de René
Favaloro, Ácratas y crotos, Emilio López Arango, identidad y fervor libertario,
De Espenuca a Barracas al Sur, Crónicas del desorden, Retratos, El trasno de
Espenuca, La luna en el candil de la memoria.
TANGO *
Carlos
Penelas ©
a Ricardo Carpani
El
desamparo, la luna, la comparsa.
Las
hembras y Chaplin y la poesía.
La
infancia tuvo el sol en los geranios,
la
voz del adoquín, el bandoneón del sur.
Adentro
era la esquina, el bar del tío Pedro,
el
almacén de Osvaldo, la parra de la abuela.
En
esos días, la ternura llevaba de la mano
el
sombrero del padre.
Descubría
Barracas, Palermo, Avellaneda.
La
cancha de los rojos, la leche con vainillas.
En
el fondo vivían los canarios,
el
silbido de Celso, el vermú de los primos.
Y
un álbum que mi hermana hilvanaba de lejos.
En
esta biografía se organizaban sueños.
Se
discutían líderes,
se
amaban a los muertos en silencio.
Escuchaba
la lengua campesina,
el
almohadón gallego, los calderos herejes.
No
existían santos ni templos ni patriotas.
Se
blasfemaban tumbas, banderas, monumentos.
Sólo
era sagrado el pan, el trabajo, la entrega.
La
niñez se encontraba en el barquillo.
La
starosta, el tinenti, la gomera.
Yo
era un marinero de patios y malvones.
Con
Sandokán, el invierno y el puchero.
Esa
era la casa, hermanos.
La
madre incubaba bordados,
hacía
crecer hortensias con su canto,
mientras
Carlitos
doblaba
las hojas del Estrada pensando en el picado.
Raquel
y Coca ilustraban los cuentos de Calleja.
Y
Roberto, distante, entonaba zarzuelas.
Con
timidez, Fernando.
Y
don Manuel se reía del mundo
evocando
a Betanzos y a un cura putañero.
Esa
era la vida, amigos.
La
estufa, la pieza, el querosén.
El
pantalón corto que no bajaba nunca a tomar agua.
El
dinero que siempre nos faltaba.
Y
los libros de una biblioteca con huelgas y proclamas.
El
cielo un barrilete azul desde el Billiken.
El
barrio se llenaba de sextas, de vecinos, de hijos.
La
radio remolcaba la vida
los
goles de Angelillo, las locuras del Zorro,
la
gracia de Niní. Y la hora del Toddy y Poncho Negro.
En
la esquina el almacén gardeliano.
La
hija de don Juan, el carbonero.
El
morocho del cross, la enagua de la prima.
El
carnaval, las luces, las minas de los sueños.
Y
los guapos buscaban su laburo en La
Prensa.
Recuerdo
los bigotes del abuelo Tomás
y
un botellón de agua para todo el almuerzo.
El
oporto, el huevo, las torrejas.
Recuerdo
el picaporte, la siesta,
el
Smith & Wetson arriba del ropero.
El
almidón, la tabla de la ropa, la valija de cuero.
Y
el olor de la infancia que se fue para siempre.
Ahora
me llevo al hombro los recuerdos.
Los
palotes, el llanto, la rabona.
El
zaguán de una niña de ojos claros.
La
lluvia, el alcanfor, las revistas de cowboys.
El
gol que Rugilo pudo atajarle a Grillo.
Ya
no hay otarios ni chuenga ni baldío.
Ni
corazón grabado en un árbol del parque.
Ya
no están Abertondo ni Palacios ni Pascualito Pérez.
Ya
no están más el Luna ni los barcos del puerto.
Se
fueron en tranvía, con hamacas y ábacos.
Me
llevo al hombro las tardes de Frascara,
los
Primero de Mayo en Plaza Miserere.
El
cine continuado y el himno de Sarmiento.
Los
poemas de De Lellis, de Fernández Moreno, de Tuñón.
La
brisca, el truco, los estado de sitio.
Me
llevo el terror a Burgos, el descuartizador.
Y
el carrusel de don Bernardo con sus tigres.
Hoy
tengo sobre la mesa una página en blanco.
"Usted
sabe, señor. Déjeme paso."
* Las ilustraciones pertenecen a
Ricardo Carpani, del libro Tango de
Carlos Penelas (Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1994). Plaqueta. Poesía.
LOS TRASTERRADOS
Carlos
Penelas ©
a Pedro Penelas y Tomas
Abad, mis abuelos
No
preguntaron nada.
Vinieron
en los barcos del hambre y la tristeza,
traían
calderos, baúles, rezos.
Viajaron
desde el bosque sobre el mar de la noche.
Campesinos
absortos, insurrectos.
Eran
hijos de viejos labradores,
de
fraguas y neblinas,
de
encinas que engendraron los dioses del destierro.
Cantaban
en secreto un idioma de lluvias.
con
los oleos antiguos de los templos,
con
las voces desnudas.
Sin
capa, sin espada, sin gloria.
Llevaban
la ceniza en pobres escudillas,
el
luto por herencia, el olor de los huertos.
Y
lunas que bordaron mujeres encorvadas
o
señales intactas en perdidas aldeas.
Traían
chaquetones, mantillas, linos, panas.
Recordaban
las piedras de montes con olivos,
la
brisa de los aparecidos,
el
hechizo de las llamas en la piedad del lecho.
La
cripta, el olor del mirto, la madera.
No
preguntaron nada.
Abrían
las ventanas, lavaban las cocinas,
renovaban
coraje en sus fotografías.
No
sabían escribir ni leer ni mentir.
Eran
de un linaje misterioso, de un perfil delicado.
Ofrendaban
soledad, inocencia, belleza.
No
conocían museos ni héroes.
No
sabían de libros, de patrias, de banderas.
Protegían
sus santos con ajos y albahaca.
Se
ocupaban de las cosas comunes:
del
trabajo, del pan, de los hijos.
No
expresaron fatiga ni dolor. Morían en silencio.
Llevaban
en la sangre
el
honor, la palabra, la brisca.
Bebían
vino tinto. No reclamaron nada.
Caminaban
el tiempo de otro tiempo.
Supieron
comprobar lo efímero en miradas sagradas.
Fueron
los reyes de mi infancia.
Sin
mármoles ni bronces ni castillos.
Hoy
evoco sus nombres, sus memorias, sus sueños.
No
preguntaron nada. No pregunto nada. Camino.
POSICIÓN
Carlos
Penelas ©
¿Y
si solo te hablara
con
palabras,
sin
comprender el aire
que
nos hiere,
cómo
ha de ser el puño,
cómo
ha de ser el alba
con
tus ojos?
¿Y
si solo mis manos
afirmaran
tus senos,
qué
libertad conquistaríamos,
qué
desnudez fabricarán las aves
con
nosotros?
¿Y
si solo mi vientre
copula
con tu tiempo,
qué
hijo anhelará el silencio,
qué
sur bautizará
la
rosa en su secreto?
¿Y
si solo mi vida con tu vida
coexisten
desde el verso,
qué
pasión o qué pan
hemos
de defender en esta tierra?
(Tomado de Los
dones furtivos, 1980)
ADRIANO CORRALES ARIAS
Nació en San Carlos,
Costa Rica, en 1958. Narrador, poeta, dramaturgo, ensayista, colabora con
varias publicaciones costarricences y de otros países latinoamericanos.
Profesor e investigador,
es antólogo-editor de poesía y narrativa costarricense y centroamericana. Ha
participado en múltiples congresos, festivales, encuentros académicos y de
escritores nacionales e internacionales. Colabora con artículos científicos, de
opinión y con textos de creación publicados en el país y en Latinoamérica.
Más sobre su biografía y
obras en los siguientes números del Suplemento de Realidades y Ficciones:
TRES POEMAS ERÓTICOS
Adriano Corrales Arias ©
Amanecíamos
mordisqueados
con arañazos y breves
contusiones
en piernas, nalgas,
muslos y brazos
El oleaje convulso de
los cuerpos
nos sosteníamos con
dientes,
uñas y cabellos en
amarres desenfrenados
Mi lengua se entretiene
en sus pétalos
con un ritmo de olas y
aves
en la anochecida de los
muslos
hacia el perfume de los
pechos
nos hace rodar por la alfombra
La semilla se abre
en flor fragante y tibia
del rosa hasta el
azul...
Mi lengua se entretiene
en sus pétalos
con un ritmo de olas y
aves
en la anochecida de los
muslos
El éxtasis más profundo
es cuando asciende
hacia el perfume de los
pechos
que danzan y se enervan
en su propia oscilación
Bajan y suben mis labios
con los suyos
de humedad a humedad
hasta que el alucín
nos hace rodar por la
alfombra
fundidos en un sólo haz
(Del libro Diario del amante, Producciones BBB, San José 2013)
HOTEL DE PASO
(Hora de almuerzo)
Adriano Corrales Arias ©
Afuera un altavoz
anuncia artefactos
de línea blanca
con trasfondo de reggae
y reggaetón
Adentro un adagio para
violín
de Johan Sebastian Bach
ordena la penumbra de la
habitación
Las cortinas doradas de
la ventana
sacuden el humillo de
hierba
con una danza tenue de
peces y dulzor
En la cama los labios de
su vulva
besan con ímpetu mi boca
Su clítoris erecto y en
éxtasis
salta y regresa
enredándose
y enredándose con mi
lengua
5.
(Kabanga)
Adriano Corrales Arias ©
A Jeannete Amit, Alejandro
Cordero,
Mauricio Molina y Alfredo
Trejos
Un bar sobrevive del Gran Hotel en
el centro de las ruinas de Managua: fotografías de músicos, caricaturas de
mujeres, artistas, la antigua ciudad, los edificios de entonces, avenidas
deslizadas por autos de los 60: afiches sepia invisibilizando los crímenes de
la satrapía.
Y el grupo de poetas alborotando la
tarde con las cervezas, o el baile del guiñol alrededor del tiempo perdido en
medallas, cenizas de neón, azogue de vitrinas.
Brindan por el zarpazo telúrico,
las serpentinas bajo las luces, el relente de la cámara, como si el lago
detuviera su fauna de revolución pirateada en la lujuria, el asco de los
neocomandantes, su graznido.
Esas
imágenes son el pasto del poema. La superficie subterránea por donde fluye la
trama de sus espectros. La fusilería de sombras balinesas. Ratas calientes de
la madrugada. Corriente alterna del sueño y de la hierba en noches de vela
apagándose al borde de la memoria con las estatuillas del primer intento en un
parque, una calle, una habitación clausurada por la tinta de los años donde
corren perros famélicos y desdentados tras sus aullidos, eco de jaguares
relampagueantes en la aurora.
HAIDÉ DAIBAN
Reside en Buenos Aires, Argentina.
Farmacéutica, ex docente de la
Facultad de Farmacia, UBA. Alumna de la escritora Syria
Poletti con la que editó Cuentos desde el
taller. Con Lucila Févola fue cofundadora de la revista literaria “Tamaño
Oficio”, con la que colabora desde hace veinticinco años.
Más sobre la trayectoria y obras de
esta escritora en Suplemento de Realidades y Ficciones:
APOLOGÍA
DEL LUNFARDO
Haidé Daiban ©
Por mucho que piantó de una viola,
aterrizó en los broli en su chamuyo,
el Lunfa sigue siendo hijo nuestro,
dice lo que siente, sin barullo.
No es chiqué en temas de amores,
ni se amarra con el léxico diquero,
y te canta a la gurda cosas grosas
con espiche que te toca hasta el
balero.
En su guiye de amor por las
verdades,
a más de uno deja anonadado.
El paso de potiem no lo apronta,
no afloja con el vesre, es bien
macho.
Por en su decir de calles y
arrabales,
más de un gil cree que es jerigonza,
Cualquier gringo siente las señales
de parolas que mueven su añoranza.
BUENOS
AIRES SE VISTE…
Haidé Daiban ©
Buenos Aires se viste de madama
bonita
Y se calza los tacos porque tiene
una cita,
Ya Corrientes con luces, centellea
sus piedras,
Ilumina las noches, esas noches de
juerga.
Buenos Aires se abre en esquinas
doradas
Y así luce sus pilchas en un día de
gala,
Sorprendidos amigos de la noche, la
miran
Con flechazos de amante, entre corte
y quebrada.
Con su pinta conquista, suspendida
en un tango,
Aventura diaria de cantarle a su
gente,
A sus calles, sus barrios, con su
voz trasnochada,
De su historia mundana de
inmigrantes hermanos.
Semillero de taitas y de minas
diqueras,
Con su viento aromado de glicina y
jazmín,
Suspendida su estrella que titila en
las fuentes
Y ese extraño paisaje de damero sin
fin.
Un puñal fluorescente y guitarras al
viento
Recordando al Morocho, con memoria
de ayer,
Y el baldío que espera, soledad de
arrabales,
Mientras luce su City, sus ojeras
carmín.
Buenos Aires insomne con café y con
vino,
Payadora de amores con su nuevo
decir,
Ya preñada de tango, sembrará en las
plazas
Sus mensajes sublimes con siluetas
de ocho,
En las noches de abril.
CARNAVALES EN BOEDO
Haidé Daiban ©
El largo zaguán,
el mármol blanco y
nuestros pequeños pies
ocultando su belleza,
estáticos, en puntillas.
Pasa el corso, pasa otro
año
en carros de flores y
luces,
con su alegría del
momento,
extraño, onírico
momento.
Las máscaras asustan,
las serpentinas se
enroscan
en nuestros cuerpos
paralizados de éxtasis.
Sobre el adoquín desfila
el barrio, la vida.
Pasa y no vuelve,
se lleva la música,
la luz, el color
nuestras tiernas risas,
las últimas
máscaras…
AQUÍ NACÍ
Y AQUÍ SERÉ
(de Todo tango, 1997)
Haidé Daiban ©
Una y otra vez salgo perdiendo,
ya no llevo ni la cuenta
de las veces del fracaso.
Este es mi país con sus declives
y ese aire, Buenos Aires
que te agobia paso a paso.
Sufro con porteños de mi laya
amainando la corriente
del vaivén que nos embarga.
Trago simplemente ese cuento
que es el Tango que te achucha
sin quererlo, toda el alma.
País, no más lejos de vos,
siento que tengo un metejón,
las paradojas del amor
entre querer y no querer,
es mi dolor.
Nací aquí, y aquí seré.
Aunque el camino de adoquín
sea muy duro, lucharé.
Contra tu cara siempre gris.
¡Ay, mi país!
CÚPULAS
DE BUENOS AIRES
Haidé Daiban ©
Ven,
ven a nuestra cúpula,
desde allí Buenos Aires
será más nuestra
tocaremos casi
sus altares con verdín,
sus gibas negras.
Desde allí veremos
los hombres —insectos
pululando por sus calles rectas.
y el paisaje reverberará,
soleado y mágico.
Este monstruo,
como cíclope escamado,
es el otero de nuestro pobres
sueños.
Y en los días de lluviosa bendición,
un vientre materno,
cálido refugio para
la contemplación y el amor.
Desde la cúpula (invisible para los
mundanos ojos),
Viviremos como dioses
que contemplan su obra.
Ven,
sube a nuestra cúpula
aguijoneada de vientos.
Incendiaremos con fuego
el cielo de Buenos Aires.
WASHINGTON DANIEL GOROSITO PÉREZ
(Montevideo, Uruguay, 24/6/1961)
Radicado en Irapuato, México desde 1991. En 1999 obtuvo la ciudadanía mexicana
por naturalización. Catedrático universitario, periodista, conferencista,
poeta, ensayista e investigador.
Ha obtenido premios de periodismo,
ensayo, cuento y poesía en Uruguay, México, Brasil, Argentina, España, Estados
Unidos, Alemania y Francia. Ha integrado dieciocho antologías literarias en
Uruguay, México, Argentina, España, Italia y Estados Unidos.
Ha publicado en Brasil, Ecuador,
Suiza, Italia, Holanda, México, Argentina, Uruguay, Colombia, Estados Unidos,
Chile, Cuba, España, Rusia, Israel y Paraguay. Poesía, haikus, poemínimos y
microcuentos.
Más de sus obras y trayectoria
literaria en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 74:
ODISEA
Washington Daniel Gorosito Pérez ©
El bosque vuelve apocalíptico
el silencio.
Los oyameles están ansiosos
por la espera.
Todo es equilibrio natural,
se apacigua el viento
y conversa con las nubes.
Las Monarcas
mariposas resplandecientes
fluyen del norte al sur.
Inquieta sombra,
mosaicos de vida,
pétalos deshojados caen del cielo.
Naufragas naranja y oro,
embriagadas de sol,
buscando su Ítaca.
Las mariposas Monarca, migran de
Canadá a los bosques del centro de México, la mayoría al Estado de Michoacán a
pasar el invierno.
PLACERES
Washington Daniel Gorosito Pérez ©
El viento trae melodías lejanas,
abrasa suavemente las espigas
produciendo leves movimientos
desgarbados.
El sol,
se va tornando anaranjado,
lentamente…
Disfruto ese placer arcaico
que me regala la naturaleza
infundiéndome,
paz y sosiego.
Mientras
los pájaros migrantes
humillan el silencio.
Muy cerca de mí
un jazmín
anuncia el comienzo de su reinado
y se dispone
a desplegar lentamente
su velamen
entre los escombros de la tarde.
VERSOS
VERSUS TSUNAMIS
Washington Daniel Gorosito Pérez ©
La poesía,
no está hecha
solo de palabras,
tiene lágrimas de mar
muy saladas.
Hay amargos silencios
que rondan la desgastada,
escalera del olvido.
Se integran luces portuarias
y sus múltiples matices.
Hay mástiles,
proas y popas,
y se sueltan amarras
desde el añejo muelle.
El viento amigo
hincha velas a reventar
que buscan el núcleo
de la tormenta,
naufragantes versos.
Se irán al sacrificio
y calmarán el dolor
de los océanos
que ya no darán
coletazos de furia.
GABRIEL AZIZ LOUTAIF
Nació el 22 de diciembre
de 1961 en Córdoba, Argentina, ciudad donde reside. Cursó estudios secundarios
en el Colegio Nacional Deán Gregorio Funes. Desde su infancia era ostensible su
creatividad. Estudió arte dramático con Miguel Iriarte en La Escuela de los Siete.
Desde ese lugar, desde el desconcierto y las turbulencias del azar, descubrió
enfáticamente su vocación por la escritura. Concurrió a diversos talleres
literarios como, por ejemplo, la
SADE (Sociedad Argentina de Escritores). Se sintió avasallado
por Machado, Lorca, Marechal, Arlt, Borges, Sabato, Neruda, García Márquez,
Stevenson, James, Dostoievski, Tolstói; hasta que descubrió los
existencialistas como Nietzsche, Heidegger, Sartre y Camus. Su primer libro es
de poemas, Regresando Imágenes,
publicado en 1986. Posteriormente escribió una obra que consideró débil, poco
significante, por lo cual no fue publicada.
Años más tarde finalizó
una novela de amor titulada ¿Alguien vio
partir a Elías Massud?, publicada en 2006, la que sin lugar a dudas le
remite a ciertas reminiscencias autobiográficas, tales como sus orígenes
ancestrales libaneses, el desarraigo, el choque témporo-espacial por la
diversidad entre ambas culturas y, la conflictiva adaptación a otra lengua y
otras costumbres. En efecto, ha narrado la historia de una familia libanesa que
después de experimentar un episodio trágico con el progenitor, decide emigrar a
la Argentina
y radicarse en una ciudad serrana como la de Alta Gracia a principios de la
década infame. Esta novela nos propone un viaje a la época en que un hombre y
una mujer solo podían enamorarse si se miraban directo a los ojos, sin que
mediase, como hoy, lo virtual; y cuando trabajar era motivo de orgullo además
de una necesidad.
Como expresa Gabriel
Loutaif, “he conjeturado los rigurosos paralelismos ancestrales que si bien,
transfieren sustancialmente del autor hacia el personaje central relevantes
confidencias personales, no lo son del todo autobiográficas. En 2010 ganó el
primer premio de cuentos, El Meridiano de la Palabra , en Paraná, Entre Ríos; otorgado por la SADE con su obra titulada, Su Pasión por Renoir. En el mismo año
participa en la elaboración, compilación y publicación del libro Nosotros (antología poética) en la
ciudad de Buenos Aires. Siempre en su línea férrea como autodidacta incursionó
con especial interés en el psicoanálisis, la neurosis, el inconsciente, la
histeria y la tragedia edípica, como una de sus obsesiones centrales, lo que
influyó indiscutidamente sobre la dialéctica de su segunda novela, El Hombre Postergado (2012). De tinte
psicológico, donde subyacen traumas categóricamente inherentes al hombre
existencial y sus crisis, revela verdaderos fantasmas. El autor reconoce que el
hombre se enfrenta a un gran problema ontológico. En efecto, se avizora una
dualidad entre la pasión del querer ser y la exigencia que le impone
violentamente la educación, el mandato sociocultural. El deber ser estalla en
una crisis cuando el sujeto inusitadamente un día despierta y se pregunta: ¿Por
qué existo? ¿Acaso esta existencia me subordina y condiciona a ser el hombre
que nunca quise ser? ¿Quién soy si no puedo ser el hombre que siempre soñé ser?
¿Debo alienarme neuróticamente a esta abrumadora existencia? Entonces comprende
concienzudamente que la vida, a pesar de las reiteradas visitas a la locura, es
un largo y endeble aprendizaje.
Actualmente está
escribiendo un libro de cuentos.
POEMA
Gabriel Aziz Loutaif ©
Si te parece
Dejame sostener tu mano
Quién sabe de nuestro destino
¿Acaso todo estará escrito?
Caminemos un rato, solo faltan unas
cuadras para llegar a tu morada
Pues aún el crepúsculo no se ha
escondido
El amor pudo ser un experimento
laberíntico
Un retaso exacerbado del minucioso
tiempo
El fragor de tu mirada loca, loca,
loca
Tu sonrisa perfumando las esquinas
Encantando los rosales
Capitulando cada instante de tu
hermoso andar
Pero qué lástima, ¿no te diste
cuenta?
Faltan unos metros hasta la puerta
de tu casa
Voy mirando las baldosas partidas
Te confieso que me cuesta resignarme
a esta incertidumbre
Bueno, ¿sabés qué me pasa?
El amor es eso que siento solo
cuando estoy con vos
POEMA
Gabriel Aziz Loutaif ©
Ah,
mujer
diáfana
en tu inextricable libertad,
qué
extraños colores pasan por mi mente cuando pienso en vos
es
que en mi sentir,
mi
sentir a la espera de verte,
no
me estremece tu ausencia,
si
no un instante fugas,
aunque
eterno, me envuelve en tu magia
y
me transporta hasta tu vertiginoso mundo,
hasta
tu presencia etérica
donde
el sol ya se escondió,
pero
las inexorables estrellas dijeron que te iluminarán,
entonces
mi alma recorrerá mares,
continentes,
guerras, cataclismos,
sangre
con olor a muerte,
locura
y resignación,
y
en el paroxismo del viaje,
mi
beso se confundirá en el viento sublime de tu hermosa soledad.
Gabriel Aziz Loutaif ©
Tributo a Federico García
Lorca
Poeta asesinado por el
franquismo
el 16 de agosto de 1936.
Se
abrieron las rejas de súbito,
le
quitaron los grilletes,
pues
la muerte venía a buscarlo,
desde
lo más profundo del absurdo,
bribones
autoritarios,
entre
estrépitos de gloria,
de
euforia incontrolada,
y
de ahínco indebido,
la
muerte vino a buscarlo.
Corolas
de fuego azul, iluminaron el camino ominoso,
como
molinos de viento ciego avasallando el destino.
Es
que acaso, Don Federico,
¿No
vio del alcázar alzarse un pájaro negro cruzar el horizonte?
¿No
vio la hojarasca dando señales funestas?
¿No
vio que la muerte venia a buscarlo?
Pero
usted, Don Federico,
que
solo pecó con su pluma,
los
versos más sublimes,
de
su lengua Cervantina,
inspirado
en bellas palabras,
las
odas más hermosas,
que
acariciaron las almas,
en
el fragor de la infancia lejana,
del
amor a la tragedia,
como
nubes de algodón,
presumiendo
a las acacias, azucenas,
a
los jazmines, los rosales.
Y el beso inmortal que vibró en el infinito
se
confundió con los misteriosos besos de los
enamorados.
Quizá
en un futuro lejano,
usted
pensó en una muerte serena.
Pero
esta vez la muerte vino a buscarlo,
con
la bravura disfrazada de inusitado respeto.
Aletargando
la sórdida espera,
la
muerte, Don Federico,
la
muerte vino a buscarlo.
No
importa Don Federico, no importa.
La
muerte vino a buscarlo, pero no importa, poeta andaluz,
usted
quizá cumplió su propósito.
Y
eso es lo que vale decir, Señor.
Su
dignidad seguirá inmaculada.
¿Pero
en qué pensabais, Don Federico?
La
vida nunca fue justa.
¡Quién
diría!, ¡Pero quién diría!
Que
la vida nunca, nunca fue justa.
Entre
árboles añejos, pedregales, pastizales,
las
piernas temblorosas, sopesaban la dignidad de poeta andaluz,
de
mirada profunda y perdida atravesaba el camino,
apuntado
por el fusil asesino,
que
entre risotadas de puercos bestiales,
abríeronse
las puertas del infierno,
que
usted nunca quiso, pero siempre intuyó.
Y
así fue, Don Federico, la muerte vino a buscarlo.
Tras
el terrible fogonazo,
el
fusil todavía humeante,
las
risotadas no cesaron,
pero
qué joder, Don Federico,
verlo
tendido y sombrío,
tembloroso
y herido.
¿Ahora
qué más decir, Don Federico?
La
muerte vino a buscarlo.
De
lejos alguien gritó: ¡han matado a Lorca!
¡Pero
que han matado a Lorca, dije!
¿O
no se entiende que ha muerto el poeta granadino?
El
grito fue poco a poco,
crispando
los ánimos reprimidos,
como
chispazos desacertados,
de
una bulla intransigente,
que
se perdió en el cielo de España todo sembrado de estrellas,
pero
que en los ayeres y en el ahora llora porque la muerte vino a buscarlo.
¡Oh,
poeta andaluz!
Dejad
la pluma.
Vete
a torear a otras plazas.
Busca
tu camino. Nunca seréis olvidado.
España
te llora, es cierto.
Ahora,
vete Don Federico, vete en paz.
Vuela
con tu vuelo solemne.
Busca
tu camino.
DIANA DECUNTO
Argentina (nacida en Uruguay) y
residente en la ciudad de Buenos Aires. Licenciada en sistema por la Universidad Católica
de Salta, especializada en sistemas bancarios.
Colabora con diversas páginas
literarias en la web. Ha realizado cursos de arte, incluyendo teatro. Conduce
programas radiales en los que se difunden
actividades culturales: literatura, cine, teatro, etc.
Tiene
publicada una obra teatral en colaboración con Héctor y Alicia Zabala: Diván en crisis (eBook Argentino, ISBN
978-987-648-150-2). Ver: https://www.amazon.com/s/ref=nb_sb_noss?url=search-alias%3Ddigital-text&field-keywords=h%C3%A9ctor+zabala
Posee además varias obras literarias
propias sin editar.
Actualmente columnista del programa
de radio “La Feria
Fantasma ” en radio Lexia: https://www.facebook.com/LaFeriaFantasma/
2018 (enero): Recitado poesías,
invitada por Bleh Nights, en Dr.
Malatesta. https://www.youtube.com/watch?v=gD6z1YMt5nU
2017-2018: Colaboradora del blog La Butaca web, con comentarios
de cine y teatro. https://labutacaweb.com/
2017: Conductora del programa de
radio “Consignas de radio” en radio Lexia https://www.facebook.com/por.AmoralArteenRadio/
2016-2017: Coconductora del programa
de radio “La Feria
Fantasma ” en radio Lexia https://www.facebook.com/LaFeriaFantasma/
2016 – Columnista junto a Alicia
Zabala del programa de radio Literatura y Plus en FM Tribunales https://www.facebook.com/LiteraturayPlus/
Entrevistas culturales:
Publicación en Internet http://www.textale.com/anahidec/
Más sobre sus obras y trayectoria
literaria en los números siguientes del Suplemento de Realidades y Ficciones:
RELOJ
ANTIGUO
Diana Decunto ©
Ariel se detiene frente al lote Nº
10 del amplio galpón de subasta. Está nervioso, raro en él. Un tipo de unos
cuarenta años, bonachón, seguro de sí mismo. Con un pañuelo seca la
transpiración. El calor empaña las lentes.
Ariel está serio, mira
frecuentemente la hora, en su reloj muñeca o en el celular. Quienes lo conocen
creen entender su malestar. Quedan diez minutos para abrirse el telón y dar
paso al rematador Ariel Díaz. Quien con un diminuto martillo y mediante una
histriónica actuación debe subastar el lote de antigüedades perteneciente a la
familia patricia: Ávila.
A sala llena, el público espera
ansioso que puntualmente a las diez y media de la mañana se abra la subasta.
Ariel comenzará ofreciendo unas
tazas de té, de dudosa procedencia china. El sello de confianza para asegurarse
una venta rápida y al mejor postor será cuando Ariel comente que dichas tazas
pertenecen a la dinastía Ming.
Ahora quedan cinco minutos. En el
galpón de antigüedades, sus pies están clavados al piso. Frente a él, un reloj
antiguo.
Ariel intentó convencer a la
familia, que desistieran de poner a la venta ese reloj que no estaba a la
altura de los requisitos mínimos de calidad, exigidos por la casa de subasta.
Las agujas del reloj paralizadas en las ocho y veinte. El lustre de la madera
brillaba por su ausencia. Se notaba la pesada carga de haber dado puntualmente
la hora por muchos años. La experiencia le decía a Ariel que la suerte en la
venta de un reloj antiguo depende si, cuando en el mismo momento que se hace la
subasta, tiene a bien salir de su morada el pajarito. Y hasta daría pingües
ganancias, si dice cucú. Vender es atacar las debilidades del comprador. Un
aburrido público, habituado a ver horas digitales, con puntos y rayas, es
inevitable que se maraville y pague por un pájaro, que voluntariamente, cada
hora, está dispuesto a decir cucú.
Ariel es un empleado bancario,
agobiado por la rutina. Siente aversión por los relojes y sus manecillas que
giran sin parar porque son las culpables de haberle robado sus sueños. Se le
hace un nudo en la garganta cuando se recuerda de joven, queriéndose llevar el
mundo por delante. A veces se enrosca con el tema y termina importándole un
bledo, porque siente que la vida lo ha sabido recompensar, está muy feliz y
orgulloso de la familia que ha logrado construir.
Hace cinco años que se recibió de
rematador público, gracias al apoyo de su esposa Verónica. En esa época, sufría
de insomnio. Horas sin pegar un ojo, pensando cómo podría reencontrarse con la
pasión, harto de tanta mediocridad. Su esposa lo convenció que volviera a
estudiar. Compartieron juntos la carrera de rematador público. Muchas
madrugadas, los sorprendió, después de largas horas de estudio.
Para Ariel, volver al aula tuvo el
mismo placer que se siente al beber agua fresca cuando se tiene mucha sed.
Recuerda la emoción cuando fue el acto de entrega de diplomas y los nervios que
pasó. Casi no llega a la ceremonia porque cerca de la facultad, había un corte
de calles que le impedía llegar.
Se escucha un grito que proviene del
salón. ¡Vamos son las diez y media! Ariel no sabe que la historia terminará
dentro de media hora cuando venda un viejo reloj a un solitario postor por un
ínfimo precio.
Nunca sabremos si el comprador
conoce la historia de ese reloj que dejó de dar la hora a las ocho y veinte
hace dos siglos atrás; en el mismo momento que doña Paquita Ávila leía la carta
donde le anunciaban que para su único hijo el tiempo ya se habría detenido, y
un pájaro había sobrevolado, acobijándolo.
Doña Paquita Avila, al poco tiempo,
enfermó de tristeza. Porque su único hijo nunca volvería de una guerra tan
injusta como las demás, contra el Paraguay. “¡Llora, llora, urutaú / en la rama
del Yatay…” (Guido Spano).
DESPEINADA
Diana Decunto ©
Había una vez… en un país muy
lejano, perdido en la noche de los tiempos, una reina con un único deseo: tener
un bebé.
Los ruegos fueron escuchados por el
hada madre, quien se ocupa de conceder deseos. Siempre está muy atareada,
atendiendo pedidos de todas partes del mundo.
Muy pocas veces, se la escuchó
quejarse, pero es complicado administrar una fábrica de conceder deseos. Los
clientes son muy exigentes.
La ayudaban sus doce hijas, todas
hadas adolescentes. Cada una se ocupaba en dar a los deseos un toque de color.
En una semana, habían retratado, un
hermoso bebé, de enormes ojos color café, manos pequeñitas, uñas rosa pastel,
un lunar color violeta y unos tentadores cachetes, color bermellón.
Pero algo podía fallar. Las hadas
eran muy responsables pero el hada Alba, que daba un toque de blanco a los
deseos, era muy rebelde. Estaba enojada, se quejaba porque no valoraban el
blanco. La gente decía que era un color muy chillón. Alba no le gustaba la
rutina y era despeinada.
Como dijimos, la fábrica no podía
parar. Y nació para felicidad de sus padres una beba de cabello oscuro, cejas
frondosas. Los súbditos del reino, quienes apreciaban mucho a los reyes,
recibieron con alegría a la princesa, en una fiesta que duró una semana. Pero
no era halagüeño que nuestra princesa naciera, sin su toque de blanco.
Sus padres llamaban a su hija, Despeinada,
un apodo cariñoso, porque lucía así, cuando correteaba por los corredores del
palacio.
Fue una niña feliz, con una infancia
tierna, creciendo entre juegos, cuentos infantiles, corriendo su imaginación
por casitas de madera, muñecas de porcelana y títeres.
A los quince años tuvo un accidente,
que no olvidaría en su vida. Tal vez, si hubiese tenido la suerte de ser tocada
por la varita mágica del hada Alba, tal vez, no hubiese sufrido tanto dolor. El
accidente lastimó su espalda, que es el eje natural de nuestras vidas.
Los dolores fueron muchos. Sus
padres la acompañaron en ese dolor. Sus súbditos rezaron para que no sufriera.
Y el milagro se hizo. Nuestra niña, una mañana, mientras estaba postrada,
después de una de las tantas operaciones, encontró el mundo que la llevaría por
otros caminos, aunque no volviera a caminar. Doce lápices de colores y una hoja
canson número 6. Fue la ventana que abrió Despeinada para que sus cabellos
volvieran a jugar con el viento, para que sus piernas corrieran por el jardín
tachonado de rosas blancas.
Despeinada en sus quince años había
sufrido mucho. El milagro se lo concedió Alba, sentía culpa por faltar el toque
de blanco.
Así fue pasando el tiempo, entre
medicinas, esperanzas, pinceles, lienzos, impotencias, músculos rígidos. Se
transformó en una mujer hermosa cuyos ojos eran pasión, su mirada, dulzura.
Pasó el tiempo. Y se enamoró. De
quien otro podía ser, sino también de un pintor. Diego, su hombre. El único que
llegaría a su corazón. Cuando se enamoró, la princesa se sentía que podía
correr y flotar. Una mañana, la despertó el canto de un gorrión que le decía:
«Mereces un amor que te quiera
despeinada, incluso con las razones que te levantan de prisa y con todo y los
demonios que no te dejan dormir. Mereces un amor que te haga sentir segura, que
pueda comerse al mundo si camina de tu mano, que sienta que tus abrazos van
perfectos con su piel. Mereces un amor que quiera bailar contigo, que visite el
paraíso cada vez que ve tus ojos y que no se aburra nunca de leer tus
expresiones. Mereces un amor que te escuche cuando cantas, que te apoye en tus
ridículos, que respete que eres libre, que te acompañe en tu vuelo, que no le
asuste caer. Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga la
ilusión, el café y la poesía.» Frida Kahlo.
Diana Decunto ©
“Los ojos no siempre ven,
hay que buscar con el
corazón”
Antoine de Saint-Exupéry
Tenemos la triste noticia de
anunciar la muerte de más de cien mil soldados en Buenos Aires, los cuales
murieron abatidos alrededor del mediodía de hoy, provocado por el efecto de una
intensa ola de calor donde llegó a su pico máximo con una sensación térmica que
superó los 70º.
Cuando se divulgó la noticia por las
cadenas internacionales de televisión se advirtió al público: “que se
mostrarían imágenes que podrían herir su sensibilidad”. Luego de transmitir las
horrendas escenas, periodistas entrevistaron a los principales ejecutivos de
los canales televisivos para preguntarles si era necesario mostrar con tanta
crudeza la guerra y ellos lo sintetizaron diciendo que «una imagen vale más que
mil palabras».
Según fuentes fidedignas, los hechos
ocurrieron de esta manera: el ejército a la cabeza de diez generales
pertenecientes a la guarnición de Alta Resolución venían desfilando por la
calle Corrientes junto a soldados de diferentes procedencias: imágenes
vectoriales, fotos digitales y video-clips, quienes se desintegraron en
segundos, cuando una masa de calor de origen desconocido emergió desde el
pavimento y aparentemente por causas que se están investigando hubo fallas en
los disipadores de calor que no pudieron responder a tiempo para hacer frente a
la agresión.
Al día siguiente, fueron convocados
de emergencia los mejores diseñadores quienes trabajaron toda la noche para
generar nuevas imágenes que se viralizarán por diferentes medios cibernéticos,
a fin de demostrar que la lucha sigue y el movimiento no se va doblegar. En el
día de mañana se pasará un film sobre la vida de los caídos para mostrar en
imágenes su coraje y el de sus familiares.
En un duro comunicado de prensa,
emitido hace pocas horas, el general Pixel Picts los denunció de “asesinos” y
dijo que llegará hasta las últimas consecuencias ante los organismos
internacionales. “Nuestros servicios de inteligencia descubrieron con sorpresa,
que el enemigo, con anticipación, había descubierto el raro fenómeno
climático”. Reconoció que lo único que hicieron las Palabras, para tratar de
evitar un trágico final, fue pegar carteles en las calles, por donde pasaría el
ejército enemigo, con leyendas escritas advirtiendo del peligro. En ningún
momento, se emplearon imágenes. Picts denunció esta maniobra del enemigo como
indigna, porque es de dominio público, que los soldados de la imagen, tienen
muchas dificultades para leer o escribir. Cerró sus declaraciones diciendo:
“ese es un punto vulnerable de nuestros partidarios. Estamos en vía de
encontrarle una solución”.
Desde el Centro de Operaciones del
partido de las Palabras, el coronel Haiku salió inmediatamente al cruce de las
declaraciones del general Picts. Haiku lamentó las bajas ocurridas y dijo: “es
el precio que hay que pagar como resultado de toda guerra”. Agregó: “Desde que
las imágenes le declararon la guerra a las palabras, no se ha podido encontrar
un punto de reconciliación”. “No deseamos imponer nuestras ideas por la fuerza,
pero queremos demostrar que si bien una imagen vale más que mil palabras,
nuestra obligación es evitar que arrasen con el orden constituido en pro de
defender las ideas”.
ADÁN ECHEVERRÍA
Mérida (Yucatán), México, 1975.
Poeta y narrador. Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol
(2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía,
Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos,
(2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006). Biólogo
con Maestría en Producción Animal Tropical por la Universidad Nacional
de Yucatán.
Más de sus obras y trayectoria
literaria en:
Realidades y Ficciones – Revista
Literaria:
Suplemento de Realidades y
Ficciones:
Adán Echeverría ©
Cuando dijiste que no éramos amigos
entendí que era mejor seguir los planes solo. Decidí no hablar de la
realización de mis fantasías. Tuve que agarrarme al recuerdo de Paco. La tarde
cuando los agentes llegaron por él y lo sacaron de su oficina, había dicho:
“Cuando robes... hazlo solo...” y este recuerdo hizo que me diera cuenta qué
debía hacer contigo. Paco intentó expulsar el rencor acumulado hacia sus
compañeros que compartieron aquel fraude de computadoras y lo habían dejado
solo durante la auditoría; a mi primo le costó la cárcel. Su excesiva confianza
en ellos lo perdió. Pagó el resultado de ser tan putañero. En una ocasión le
dije (pa que repetírselo): “Me vale que andes con hombres, pero que no te
gigoleen, no seas pendejo”. ¿De qué sirvió? Yo era el menos indicado para
aconsejarlo. Desde la cárcel me depositó un buen billete, y le cumplí los encargos.
Me encantó el rostro de esos mayatitos cuando les quebré la mandíbula. ¿Lo
recuerdas?
Quédate sentado, no te me caigas.
Mira a Patricia. Calladita como debió estarlo siempre. Mírala por última vez.
La remojaré en agua caliente, mientras tú y yo vemos el video, hay que checar
las partes que habrá que editar. Igual y esta película también la vendo. No por
ti voy a abandonar el negocio. ¿Qué creíste? ¿Qué podías hacerme pendejo? Vamos
Jost. La dulce Patricia, su primer y único video. Después de hoy solo será una
chica más de una película casera.
Sí, esos mayatitos. Me gustó ver
como jalaban aire. Se veían como peces bagre intentando respirar sobre la
playa. Paco era mi familia, por eso lo ayudé. Pero no creí tener que hacerlo
otra vez, Jost. No estaba en mis planes. Te tuve confianza. Te platiqué la idea
de ganarnos una lana utilizando la candidez de los feligreses, y estuviste
dispuesto enseguida. ¡Cómo hemos disfrutado los billetes, Jost! El único
sacrificio ha sido la faramalla de portarnos ante los demás como destacados
líderes juveniles. Pero qué chido es gozar a esas niñas de carita tierna que
llegaban al grupo. ¿Acaso no te encantaba igual que a mí? ¿Recuerdas cuando
Sofía se desmintió de toda esa basura de: Ni creas que me voy a acostar
contigo... se dicen tantas cosas de ti. Fue el inicio del negocio. Y qué
películas nos ha regalado la
Chofi. ¿Quién podía imaginar el negocio que teníamos con los
jovencitos que acudían a la iglesia?
Si algo debo agradecer a Dios, es la
inteligencia. Me hace estar atento, para no cometer los errores de Paco, ni los
tuyos. ¿De qué te sirvió sentirte culpable? Para este ritmo de vida hay que
tener bien puestos los huevos. Me encanta pensar en ese pasaje cuando Salomón
pide Sabiduría, me identifico. Es increíble lo fácil que es manipularles el
cerebro a los jóvenes.
Tenemos todo controlado ¿por qué
salirte? Te enseñé todas las mañas para convencer tanto a las niñas como a los
jovencitos. Pa que negarlo, a todos nos mueve el deseo y la sexualidad. Usemos
su mente, dije y te enseñé cómo. Para mí, el amor no es más que una utopía. Lo
sabes bien. La amistad, Jost, eso es lo que no debe romperse. La confianza en
los amigos, ya vez en qué acabó Paco. Cinco años, y al salir se fue de acá,
para no toparse con la verdad de haber mandado asesinar a sus amigos. La
confianza entre él y yo sigue firme.
Paco no me va a traicionar. Me debe
tanto. Nos hemos beneficiado. En el extranjero mueve las películas con agilidad
y cuidado. Pero tú, Jost, de verdad te creí más astuto. No pensé que el amor te
pegara tan fuerte. Sí, reconozco que Patricia es hermosa. Pero ¿y todo lo qué
habíamos compartido? Para que esa noche me salieras con la estupidez de: “No
eres mi amigo”.
¿Cómo pudiste dejarte manejar por
Patricia? Te conocí tantas mujeres. Las tenías a la mano. El negocio funcionaba
a pedir de boca. A la iglesia nunca van a dejar de llegar niñas tiernas, lo
sabes. Y siempre ha sido chingón estrenarlas. La Paty te ha cegado y mírate
ahora. ¿No respondes?, ¿qué vas a responder?
Por eso te advertí esa noche: “No me
importa que estés loco por Patricia, aun así, no le cuentes nada de lo que
hacemos. Si no quieres seguir, adelante, deja todo. Pero no me tuerzas. Se
supone que eres mi amigo”.
Te olvidaste de esa niña que llegó
exigiendo la ayudásemos o nos denunciaba. Sus papás la estaban buscando. Casi
se te muere. Tuve que intervenir para limpiar las cosas: encubrir a la niña,
hacer que saliera de la ciudad y se fuera a vivir con Paco al extranjero. Ayudé
al estudiante de medicina a practicar el aborto. Volví a ver la sangre en mis
manos sin sentir asco. Lo recuerdas, imbécil. Casi se nos muere. Una vez pasado
el susto, cuando nos reíamos del suceso, me dijiste en la cantina: “No importa
qué pase, siempre estaré contigo; si vuelas, volaré a tu lado. Si caes, caeré
contigo”. ¿Lo olvidaste? Yo no. Para que por una zorra me digas: “No soy tu
amigo, ni lo creas”. Chinga tu madre, Jost.
Por eso apenas tu relación con
Patricia patinó, supe que debía actuar. Quizá no lo pensé al instante, porque
la amistad que te tenía era gruesa, al menos para mí. Esa mañana cuando me
pediste que hablara con ella, que habían terminado, quise actuar a tu favor.
Aún me veo escuchando tu voz en el auricular: “Siempre toma en cuenta lo que
dices, háblale. Hazlo por mi”. Vaya sorpresa con la chamaca. No pude más que
pensar: Todas son iguales.
Tal vez si pueda verte, le dije a
Patricia, después que se lanzó con descaro. No importaron los argumentos que le
expuse, esos rollos de: “Todo lo que han vivido. No dejen que se vaya al caño”.
Y, ah qué chamaca, solo repetía: “Es a ti a quien siempre he querido”. Y tú
enamorado de ella, pero qué pendejo fuiste. No te preocupes, Jost, nunca me han
interesado las tontas. Casi me vomito por la cursilería. Que ganas de repetir
los estúpidos diálogos de las telenovelas: “El hombre de mi vida”.
Cuando colgué el teléfono hice la
reconstrucción. Según ella tú habías provocado todo el teatrito con esas
mamaditas de querer ser seminarista: no mames. Si estabas hundido en el lodo
igual que yo. Seminarista, mis huevos. Y con una hembra tan fogosa.
Si dudé. Lo sospeché todo. Recordé
las palabras de Paco: “... hazlo solo... cuando robes... hazlo solo”. Quizá
solo fue un momento nada más, pero lo hice. Y esa forma de ajedrecista que
tengo al pensar. Me preparé para cualquier movimiento: ¿Y si están de acuerdo
para sacarme de la jugada? ¿Qué hay con esta confesión insospechada de
Patricia? ¿Por qué hablaste en la mañana pa decirme que tronaste con ella?
Patricia jamás ha demostrado una actitud coqueta hacia mí. Por eso vine
preparado. ¿Acaso creyeron que soy tonto?
Llegué a su casa a las cinco. La
ciudad se inundaba por una lluvia que se dejó caer desde el mediodía. Estaba
empapado y me encantó la cortesía que tuvo Patricia al dejar la puerta abierta.
Por el interfón me pidió que subiera la escalera de servicio. Caminé con sigilo
y al llegar arriba, la vi. Estaba de pie junto al espejo, desnuda, peinándose.
Hicimos el amor al menos dos veces. Siempre alerta por si llegabas por la
espalda. No fue así. No había plan. Eso dijo Patricia. Repitió que me quería e
idioteces como esa, pero el enojo que traía pudo más que sus ñoñerías. Ahora su
piel irá quedando suave por el agua de la tina en que la he remojado. No merece
ver la película. Esto es entre tú y yo.
Sé que todo debió quedar en haberme
cogido a tu novia como venganza. Pero ella insinuó que estaba enterada de “a
qué nos dedicamos” y quería ayudarme a continuar. ¡Qué descaro! Así fue, tu
zorrita quería meterse al negocio y reclutar otras niñas de la escuela de monjas
donde había estudiado la prepa. Quizá era buena idea. Pero no soporté que le
contaras todo.
Mira la pantalla, ¡mírala! No
cierres los ojos. Cuando entré a su cuarto se cubrió las tetas y se metió al
baño. Aproveché para poner la cámara entre las cosas del tocador. Voy a
adelantarla. No te quiero aburrir con la parte erótica, ¿para qué? Quiero que
veas el momento clímax. Acá... Es ella suplicando. Ese es el momento cuando, ya
enojado por sus idioteces, la tomo de los cabellos. Mete las manos para
defenderse. Sí, esta parte es chida, cuando la golpeo con la lámpara. Ahora le
hago el amor ya muerta. Bueno ¿qué?, uno tiene sus gustos. Hay que explorar de
todo. Lo vez. Es la sangre de su rostro embarrada en mi pecho. Ahora te hablo
por teléfono. Voy a adelantarla de nuevo por que no pasa nada mientras te
espero, y eso será aburrido para los compradores. Lo editaré.
Ah que mi Jost, ni siquiera lo
dudaste, ¿eh, puto? No tardaste en llegar. Abres la puerta y miras a Patricia
sentada en el colchón. Ve el asombro de tu cara. Ella recargada en la cabecera,
no te devuelve el saludo, no contesta. ¿Acaso notaste la rigidez de su rostro?
¿Qué quieres? No soy buen maquillista; se le ve bien, ¿no? Estoy seguro que no
te diste cuenta que estaba muerta. ¿Lo hiciste? ¿Qué vas a contestar ahora?
Corres hacia ella y ahí voy detrás de ti con el cuchillo en la mano, ni
siquiera lo imaginaste: una... dos..., caes de rodillas... cuatro... seis...
Claro que no. Ahora puedes ver que
no necesito a nadie.
ÓSCAR JOSÉ FERNÁNDEZ GALÍNDEZ
Nacido el 30/5/1971 en Caracas,
Venezuela, es poeta y biofilósofo. Profesor de biología. Sus investigaciones y
reflexiones lo llevaron a proponer una teoría que explica la complejidad de la
vida desde los paradigmas emergentes en biología, a partir de la “Teoría
metacompleja del pensamiento biológico”. Desde allí relaciona ciencia, arte,
filosofía y política, para intentar aproximarse recursivamente al pensamiento y
hacerlo transdisciplinario, centro de sus búsquedas y creencias.
Más sobre este escritor en los
siguientes números del Suplemento de Realidades y Ficciones:
RISA DEL COSMOS
Oscar
Fernández Galíndez ©
Las
hiperrealidades mediáticas
definen
una nueva sensibilidad.
La
entropía es tu amiga.
Te
siento
difusa
dilatada
distendida.
En
medio del charco magnético
que
gobierna tu existencia
ondulatoria.
Te
escondes
para
seguir allí
sin
mirarme
o
mirándome helicoidalmente.
Risa
suprema
mirada
pasiva
acaricias
al pulso
de
la aurora.
Risa
callejera
te
encuentro
sin
buscarte
para
casarme en tu aliento.
Risa
cómplice
te
escucho y no te veo
expandiéndote
universalmente.
Risa
cuántica
Te
pierdes en horizontes de sucesos
y
promueves un encuentro
sideral.
Risa
del big bang
originas
la luz.
Risa
eterna
existes
antes de la existencia.
Risa
divina
te
escondes
silenciosamente
en
medio del murmullo
nebuloso
de un olvido.
Risa
singular
te
extiendes
cósmica
nebular
e infinita.
Risa
te
enfrentas
al
agujero negro
que
no es negro
ni
la maxigravedad
puede
contigo.
MAXIMILIANO REIMONDI
Nació en Rosario (Provincia de Santa
Fe, Argentina) el 11/11/1969. Vivió dieciocho años en Corral de Bustos,
Provincia de Córdoba. Cursó sus estudios terciarios y universitarios en
Rosario. Es periodista, narrador, poeta, dramaturgo, profesor de inglés y
actor. Trabajó en varios medios gráficos, radiales y televisivos, en los que
fue galardonado con diversos premios. Actualmente vive en Mar del Plata
(Provincia de Buenos Aires), Argentina.
Tiene cuatro libros publicados: Identidades (cuentos, Corral de Bustos,
auspiciado por la
Secretaría de Cultura de la ciudad); Por siempre Alejandra (Rosario, Editorial Artemisa), novela
comprada por una distribuidora de Miami que se encuentra en las bibliotecas más
importantes de Estados Unidos; Espectros
(poesía, Rosario; Editorial Artemisa); El
suicidio del alma (Editorial De Los Cuatro Vientos, Buenos Aires), novela
finalista en el Concurso Internacional del Fondo Nacional de las Artes - 2004,
entre veinte obras presentadas.
Coautor de la novela Mapas del fin del mundo junto al
escritor Federico Andahazi y otros lectores del suplemento Ocio, del diario
Clarín de Capital Federal, publicada en dicho suplemento en 2006. Colaboró en
la redacción del libro Ciudad puerto
de Miguel Ángel De Marco (hijo), publicado en diciembre de 2013, Rosario
(Provincia de Santa Fe).
Escribió cuatro obras de teatro: Perfiles, La casa de los sueños rotos, Un
aniversario de locos, Pobres corazones y un espectáculo multimedia llamado Breviario de cultura.
Ganador de varios concursos
literarios y finalista en otros, participó de diversas antologías literarias de
Argentina.
Más sobre de sus obras y trayectoria
en Realidades y Ficciones – Revista Literaria:
Maximiliano Reimondi ©
¿Qué es el tiempo? Estoy frente al
espejo y puedo ver a mi otro yo que se ríe. No es sencillo pero descubro la
proyección de este espejo. Me doy cuenta que no me acuerdo de nada. La memoria
es una parte muy chiquita del alma. El resto hace que no me acuerde de nada.
Tomemos el caso de mi lóbulo
izquierdo. Es el que no me funciona. ¿Cuántos lóbulos pueden crecer a través de
otros? Ahora veo la proyección de mi otro yo, que se proyecta a través de los
vidrios de la ventana. Llevo los ojos hacia el cielo raso que está lleno de
sombras. ¿Cuántas sombras vacías van hacia la ventana? Por eso digo que el
presente es en gran parte el pasado, que el tiempo se confunde en la luz de la
memoria.
¿Quién era yo? A ver, tengo 50 años
y… que más… Ahora veo la sombra de mi espejo que se ríe y se agranda sobre el
vidrio de la ventana. Éste la pasa al espejo y, por casualidad, corre hacia la
puerta de calle.
¿Esta es mi casa, no? Por eso estoy
acá. Es difícil cuando funciona solo un hemisferio del cerebro. ¿Estoy solo?
Veo esa sombra que se hamaca en la ventana, se acerca, se desnuda y va al baño.
Tiene un cuerpo deslumbrante. Sus senos braman de pasión. ¿Tengo 50 años? Otra
sombra está a mi lado y se esconde en el espejo. Todo es muy extraño. Me mira,
sonríe y se saca el pantalón. Va hacia el baño. Sombra… Sombras… Una sombra…
Dos sombras… Se miran en el espejo… No, una… No, dos… Ah, a una la conozco. Pero
no me acuerdo el nombre. Ella me dijo que me quería mucho…
La mesa redonda, el living. Allí hay
dos libros. Uno de Freud y otro de Sartre. La sombra sale del baño y me
provoca. Me muestra su vagina tan delicada. Corre hacia mí y rompe mi camisa.
Me lame las orejas y sus formas se agrandan proporcionalmente, sobre los
vidrios opacos de la ventana.
En ese momento, otra sombra grita
¡Ahora! y se divide. Pienso que el ahora es una mujer que se está vistiendo y
no sé quién es. Mientras tanto, otras sombras se pasean por la habitación. Se
miran al espejo al igual que yo. Esto es como si lo hubiera vivido. Es algo muy
complejo. No sé si estoy realmente despierto.
Atrás, tengo una imagen borrosa y
doy vuelta la cabeza. Veo al chico que fui hace cuarenta años. Además, veo
otras dos sombras que se esconden en las cortinas.
El último resplandor de la tarde
penetra en la habitación, a través del espejo. Entonces, veo que los sillones
están vacíos, abandonados, forrados en azul. Pienso: “¿Qué hago acá?”. No
recuerdo mi nombre pero sé que tengo cincuenta años. Pero nada más…
¿Por qué esa mujer tiene los brazos
alzados y se toca el cabello? Se lo echa atrás mientras se mira en el espejo.
Es terrible pero esas dos sombras la rodean y dicen que es un recuerdo perdido.
Ahora, los sillones están llenos de gente y una mujer me sonríe y está cagando
en el espejo.
Me miro en el espejo y el espejo me
muestra un vacío inquietante. Atrás hay un resplandor opaco que proyecta días
terribles de invierno, donde la luz es débil. Ahora, acá adentro, está nublado
porque el sol odia a esta casa.
Tengo puesta una remera blanca. Mi
pelo es blanco y se confunde con la imagen del espejo. Hay una mano que suelta
un arco iris sobre mi piel curtida, llena de heridas. Tengo los brazos apoyados
en el lavatorio. No sé qué hora es. No sé si estoy en el presente o en el
pasado o en el futuro. No sé cómo me llamo ni dónde estoy. Pero sé que tengo
cincuenta años. Hago un movimiento de cabeza y un gesto amargo.
Me veo en el espejo pero no veo
nada. Tengo que ponerme de acuerdo porque esa mujer, ¿es una mujer o es una
sombra? Si es una mujer, la conozco y recuerdo que la amé. El amor se proyecta
sobre el espejo y nace una sombra que amé, de ahí, nace otra sombra y otra
sombra y otra sombra…Puedo escuchar el ruido de las sombras. Estoy parado
frente al espejo durante horas, hamacándome para recordar.
La cabeza reclinada sobre el hombro.
Miro un punto vacío del espejo. Allí se proyecta una habitación llena de libros
que caminan sobre el piso de madera, pateando huesos.
¿Cómo me llamo? El espejo me llama y
aparece una mujer que me observa cuidadosamente. Me da besos envueltos en
chocolate y me escribe cartas que tira al suelo. Se arrodilla y lloramos
juntos. Va hacia la ventana, mira el atardecer y la última luz salta en el
espejo.
El espejo grita eufórico: ¡Tiempo!
Tira una soga y le hace varios nudos. La soga se proyecta sobre la habitación y
forma una cruz que reclama vida. Todo está oscuro. ¿Todo? Me parece que afuera
es de día y adentro es de noche. Una mano toca el espejo y alcanza un libro. Se
desprende una sombra que me susurra al oído: Ella se fue.
Amanece en el espejo. Fluye leche y
miel. Inunda mi ser. Una niebla me cubre y me río a carcajadas. Recuerdo que
ella iluminaba árboles debajo del agua. Sus ramas eran libros que escupían
huesos. Esos huesos eran los de un niño de diez años.
Cierro los ojos y veo una imagen
blanca que es la nada. La nada flota en mis ojos. El blanco se refriega en mi
cerebro. El cerebro abre la boca y exhala una imagen que se refleja en el
espejo. Mis huesos se ríen y bailan con sus manos color negro.
Solo recuerdo que tengo cincuenta
años. Esos años que abrazan mis oídos. Los oídos escupen soles y planetas y me
preguntan: ¿Qué es el tiempo?
Frunzo el entrecejo y me quedo
pensando…
ANDRÉ ANLUB
Seudónimo de André Luiz Barbosa da
Silva (Río de Janeiro, Brasil). Entusiasta por las artes con una obra pictórica
en el acervo permanente del Museo de Arte Contemporáneo de Bahía, Brasil.
Consultor y marketing en la
Editora Becalete (São Paulo).
Poeta. Autor de siete libros y
participante en más de ciento treinta antologías poéticas. Su último libro data
de 2017 (patrocinado por Darda Editora), tiene en gestación su próxima obra: Absolvido pela Loucura e Absorvido pela Arte
(Absuelto por la locura y absorto por el Arte).
Colaborador de diversos grupos,
portales y proyectos. Antólogo y miembro del Grupo Editorial Beco dos Poetas,
Poemas à Flor da Pele, Movimento Nacional Elos Literários, portales CEN y
EisFluências de Portugal, Movimento Por um Rio Capital da Poesia, Poesias nas
Árvores, Poste Poesia, entre otros.
Miembro vitalicio de la Academia de Artes
Ciências e Letras de Iguaba y miembro de las seccionales de Bahía y Araraquara,
de la Academia
de Letras de Goiás, Academia Internacional ALPAS 21 y del Núcleo Academico de
Letras e Artes de Lisboa (PT).
Premios. Personalidad 2013 (Artpop),
Calidad 2014 (Braslider), Maestro Wilson Fonseca 2015 y Destaque en la Cultura 2016 (ambos por la ALuBra ). Certificado de
Mérito Cultural 2015 y 2017 en la Editora Futurama , Conde de Figueiró 2017 y Plata
de la Casa 2017
por la Embajada
de la Poesía.
SUBO AL MONTE
André
Anlub ©
Escogí
el tiempo, lado a lado, carne de cuello, de hecho.
Fui
a crear, creé; escribir y ver lo que va a dar.
Círculos
tornáronse triángulos; ¿teoría de la conspiración?
Lo
viejo siendo nuevo —recreando en la absolución.
Ojos
cerrados y déjase llevar por los oídos,
Sentimiento
secuestrado —síndrome de Estocolmo.
Estoy
como un viejo sabio: abrazando libros.
Y
los vivos como al diablo gusta: cien preguntas, sin tener cómo.
Las
horas son amigas, son obstinadas y deportivas;
Todos
los días corren lentamente y andan corriendo.
Vaya
un drama, viene un “dream”, oigo un “drum”;
La
dama de la belleza —dama de noche con su perfume al viento.
De
rodillas, hago de corazón una oración a lo lejos;
Vienen
debates, vienen sonidos ajenos en azul lengua extranjera.
Habrá
una maleza que dejaremos a los asnos;
Hay
simplicidad suntuosa en el grano de arena del monje.
Hácese
maestría, hácese nada, de día o de noche...
El
tiempo me escolta, puro y seguro de vuelta al invento;
Sabiendo
que las normas están por el mundo, hecho chorume.
Se
ve insistente la sonrisa del sol al morir la negrura;
Me
libro del manto, miento al lamento y subo al monte.
RUMO AO MONTE
André
Anlub ©
Escoltei
o tempo, lado a lado, carne de pescoço de fato.
Fui
criar, criei; escrever e ver o que vai dar.
Círculos
tornaram-se triângulos; teoria da conspiração?
O
velho sendo novo —recriando na absolvição.
Olhos
fechados e deixa-se levar pelos ouvidos,
Sentimento
sequestrado —síndrome de Estocolmo.
Estou
como um velho sábio: abraçando livros.
E
os vivos como o diabo gosta: cem perguntas, sem ter como.
As
horas são amigas, são teimosas e esportivas;
Todos
os dias correm lentamente e andam correndo.
Vai
um drama vem um ‘dream’ ouço um ‘drum’;
A
dama da beleza —dama da noite com seu perfume ao vento.
De
joelhos faço de coração uma oração ao longe;
Vem
rebates, vem sons alheios em língua estrangeira azul.
Haverá
uma asneira rasteira que deixaremos aos asnos;
Há
simplicidade suntuosa no grão de areia do monge.
Faz-se
maestria, faz-se nada, de dia ou de noite...
O
tempo me escolta, puro e seguro de volta ao invento;
Sabendo
que normas estão pelo mundo, feito chorume.
Vê-se
insistente o sorriso do sol ao morrer do negrume;
Livro-me
do manto, minto ao lamento e subo ao monte.
SUPLEMENTO DE REALIDADES Y
FICCIONES
Nº 79 – Diciembre de 2018 –
Año IX
ISSN 2250-5385 – Edición trimestral
Exp. RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ del 18/10/2018,
Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.
Propietario y Director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 75:
Colaboradores
Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
Currículo en
Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 78:
Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
@mon_villarreal
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite AUTORES.
@RyFRevLiteraria
@RyF_Supl_Letras
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